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CAPÍTULO CUATRO

Son las 12:23 cuando aterrizamos en la pista de una de las residencias de Víctor, la cual se encuentra en la costa. Soy el último que baja del avión y por lo visto, el primero en prestar atención a las cuatro aeronaves dentro del almacén.

Sé muy bien que las otras ocho personas faltantes pertenecen a Casas diferentes, revisé la lista que me proporcionó Fernando hace algunos días: quería saber si Ross estaría en el crucero, aunque en el avión repasé los nombres y Casas de cada uno, pero por razones muy diferentes.

Como invitados tenemos a Niccolo y Massimo, pertenecientes a la Casa del señor Changretta, de Italia; Yaroslav, Ignat y la hermosa Evgeny, provenientes de la Casa de la señora Vyacheslav en Rusia; Malak de la Casa del Israelita Salah; Danh, un vietnamita que inmigró a Alemania y se integró a la Casa del señor Baldric y, por último, está Noah, perteneciente a la Casa de Ricardo.

Cada uno de ellos nos observan con suma atención: el hecho de ser de la «misma Casa» los veintidós, es suficiente para despertar la competitividad entre los presentes.

Víctor saluda a los representantes de las Casas y les da la bienvenida a cada uno de los ocho seleccionados faltantes.

—Te están observando —susurra Ross a mi lado.

—Estoy viendo en la misma dirección que tú, nena.

—¿Entonces por qué sonríes? —inquiere.

—Porque eso hacen las celebridades.

—Pues no parece que te miren con admiración.

—No, lo hacen con envidia, pero para el caso es lo mismo: la envidia es el resultado de la admiración reprimida, cariño —aseguro sonriéndole con suficiencia.

—Solo harás que te conviertan en su blanco —su comentario hace que mi sonrisa se ensanche aún más.

—¡Abordemos o se nos hará tarde! —nos apremia Víctor.

La escolta del «magnate» revisa a los invitados y observo como les retiran gran cantidad de armas a los italianos y rusos, parece que sabían a lo que venían.

Justo cuando abordo el crucero unas manos me llevan contra la pared.

—¡Mataste a Luca! —recrimina Noah—. ¡Era mi mejor amigo!

—Error, aquí no hay amigos —puntualizo sonriendo.

—¡Eres hombre muerto!

Lo aparto de un empujón y sonriente me acerco hasta quedar a solo unos centímetros de su rostro. Noah es prácticamente de mi estatura, aunque un poco más pesado.

Hemos llamado la atención de los presentes.

—No me gustan las amenazas —aclaro con seriedad—. Si crees poder contra mí, no lo digas, demuéstralo.

—Ya están grandecitos para estos espectáculos, ¿no? —interviene Víctor— Noah, Luca rompió una regla, lo que ha ocasionado que tome represalias contra tu Casa, no vuelvas esto algo personal. Además, si él hubiera matado a Erick, ten por seguro que yo mismo habría hecho rodar su cabeza: él conocía las consecuencias de sus actos y aun así actúo contra mí.... Grave error —asegura Víctor con voz alta para que todos lo escuchen—. ¡No quiero más estupideces, y esto va para los dos!

Tomo mis cosas y sigo los pasos de Víctor, abriéndome paso entre los presentes.

»Está estrictamente prohibido atentar contra cualquiera en este crucero, quien lo haga será condenado a muerte y se los aseguro, no quieren provocarme —continúa diciendo Víctor cuando llegamos a la cubierta inferior, donde una pequeña piscina y dos jacuzzis con vista al océano nos reciben—. Josué será el encargado de mostrarles sus habitaciones. Nos vemos en la planta más alta en punto de las 15:00 horas para comer. ¡Disfruten su estancia!

Observo como Víctor se retira con el Capitán, a quien le ordena zarpar de inmediato.

Josué nos hace entrega de las habitaciones asignadas por el mismo Víctor, y como era de esperarse, los miembros de su Casa y los de Morín se hospedan en la segunda planta, siendo los invitados los que ocupan la primera.

Mi habitación resulta ser una suite. «Parece que Víctor quiere apoyarme para volverme el blanco de todos» eso me hace reír. No sé a qué está jugando con tantas atenciones hacia mi persona, pero si algo he aprendido, es que justo en momentos como estos debo mantenerme más alerta que nunca.

No me instalo, desconozco cuál es nuestro destino y, por ende, el tiempo que pasaremos aquí.

La habitación es sumamente elegante, ya no hablemos de ostentosa.

La molestia en mi cabeza me recuerda que debo descansar, así que tomo el mando a distancias y bajo las cortinas del ventanal quedando a oscuras, cierro la puerta con seguro y pestillo, y me dejo caer sobre la cama. Mi reloj marca las 13:18 horas así que programo la alarma para las 14:40 y me dejo llevar por la comodidad de las nubes bajo mi cuerpo.

Termino de comer justo en el momento en que Víctor toma asiento frente a mí.

—¿Tuviste complicaciones anoche? —pregunta señalando mis lentes oscuros con su copa de vino blanco. Por la forma en que lo dice, sé muy bien que se refiere a Ross.

—¿También has entrado a la apuesta? —inquiero sonriente.

—¿A caso crees que me quedaría fuera? Acabo de hacer que se eleve a un millón de dólares hace unas horas —confiesa.

—Ya. Pues necesitarás implementar otra forma para descubrir la respuesta —aseguro bebiendo de mi copa.

—Todos saben que han tenido sexo, Erick, la verdadera pregunta es: ¿tu corazón ha sucumbido a sus encantos? Esa respuesta es la que definirá los ganadores de la apuesta.

No digo nada, solo me dedico a observar a nuestro alrededor: todos sin excepción alguna, dirigen miradas furtivas en nuestra dirección.

»¡Vamos, te invito una copa en el casino! —ofrece Víctor poniéndose en pie.

—Sabes que ya no apuesto, Víctor— le recuerdo, a lo que él suelta un bufido.

—Solo es una copa, Erick.

Me pongo de pie, resignado, mientras Víctor invita al resto de los presentes a disfrutar de casino.

Cuando obtuve mis primeros cinco millones de dólares me emborraché y perdí hasta el último centavo apostando. Esa noche tuve una plática en el despacho del hombre que me rescató en aquella esquina.

—¿Sabes por qué soy el mejor, Erick? —preguntó repentinamente serio, tomando asiento tras su escritorio.

Recuerdo que mis sentidos se encontraban embotados por el alcohol que corría por mi flujo sanguíneo, más nunca olvidaré ese momento.

»Porque no tengo debilidades tan vanas como el alcohol, drogas, apuestas o prostitutas; sin duda las adicciones más estúpidas, diseñadas para fracasar. Tienes talento, Erick —suspiró, observándome con atención—. El ladrón puede llegar a ser juez, el ignorante un sabio, sin embargo, la estupidez es eterna y sumamente contagiosa; cuida tu presente, eso definirá tu futuro, recuerda: la disciplina siempre vencerá a la inteligencia. ¿Qué es lo que planeas ser, Erick? Piensa en ello.

—Sí, señor —Fue todo lo que dije por aquel entonces, aunque la verdad es que sí supe lo que quería llegar a ser, quería ser el mejor. Esa noche todo cambio: desde entonces trabajo mientras otros disfrutan, me despierto temprano y duermo hasta tarde mientras otros descansan y gracias a eso soy el número uno a nivel mundial y mis servicios son sumamente costosos, no obstante, mis trabajos lo avalan.

Me percato de que la mayoría se comienza a distribuir entre las mesas de Póker, Blackjack y Ruleta, algunos otros se dirigen a la barra junto con nosotros.

—¡Dos whiskys con hielo! —ordena Víctor.

—¿Qué estás planeando, Víctor?

—¿No puedo presumir lo orgulloso que me siento de tener al mejor asesino, y sin duda el más rentable a mi lado? —Sonrío ante sus palabras.

—Actuaré como una persona que se ha tragado el cumplido que has hecho y beberé contigo —aseguro sonriente, levantando el trago que acaba de dejar el barman frente a nosotros.

Víctor suelta una risa por lo bajo y levanta su trago en mi dirección.

»¿Cuál es nuestro destino, Víctor? —el susodicho solo sonríe, termina su trago, y se levanta.

—Disfruta del crucero, Erick. Relájate y descansa —recomienda.

—Cuando muera tendré tiempo para descansar —Víctor sonríe, asiente en mi dirección y se aleja con el resto de los presentes.

Me giro hacia la barra en el preciso instante que Ross ocupa el asiento a mi izquierda.

—¡Un Martini! —le pide al barman, observándome— ¿Te estas divirtiendo? —se mofa.

—Muchísimo —digo con sarcasmo, terminando mi trago y retirándome a mi habitación.

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