Te soñé
No esperaba que Bastiam o la hija de Bukavac comprendieran mis motivaciones o mis ataduras. Antes de entrar al ascensor me saqué la gabardina, que ya me sofocaba. Iba a dejarla caer entre mis pies cuando miré el espacio luminoso que pisaba. Ya no contaba con acceso a La Penumbra de mi sombra para guardar mis pertenencias. Estúpido Bastiam... Me eché el abrigo al hombro. De cualquier forma en la ropa ocultaba un par de armas blancas que me serían útiles. Nunca consideré aprender el truco de crear un portal en mi cuerpo para esconder cosas, ya que tuve a la sombra conmigo desde la juventud.
El ascensor apestaba al perfume dulzón de la doppelgänger, una exageración del olor del jazmín y otro químico. A Sofía le encantaba la flor porque repelía a las avispas, pero este aroma era tan artificial como su portadora. No contaba con la sombra para ubicar a mi presa, aunque con ese perfume no sería difícil olfatearla. Esta doble era una burla de la original. Similar en demasiadas cosas...
Aún había luz de día, pero en unas horas más, el sol se perdería y los Porfiria saldrían a alimentarse, así que podría decirse que, además de investigación, haría guardia.
El Fox & Fiddle era un lugar amplio, con billar y clientes ruidosos que alzaban grandes tarros de cerveza ante un programa de beisbol. El partido podía apreciarse desde cualquier punto del establecimiento en las pantallas de pared.
A pesar de la concurrencia, encontré asiento en la barra. Sudaba como un cerdo debajo de la gabardina, pero los bolsillos me servían para ocultar el temblor de mis manos. Había perdido la cuenta ya del número de veces que maldije a Bastiam. Más le valía devolverme la sombra pronto. Ya comenzaba a olvidarme del cariño paternal hacia él.
Después de vivir en México por décadas, no parecía que estuviera en un lugar donde se servían bebidas embriagantes, sino en un restaurante. A pesar de que en el lugar no había un escándalo sonoro como en los bares mexicanos, los oídos me zumbaron y retorcí el cuello. Pregunté por la doppelgänger que había salido a hacer un mandado y volvería en cualquier momento. Me mantuve cavilando que podría darle la oportunidad de vivir. Después de todo, Lily no era más que una mujer desafortunada al haber nacido con ese cuerpo y esos rasgos. No quería creer que esta era diferente de las otras, mas tuve una sensación vaporosa en la espalda. Volteé hacia la entrada en el preciso segundo en el que ella apareció, y eso que la sombra estaba ausente.
Lily Clark se detuvo al verme, entrecerrando la vista. Caminó hacia mí y se dejó caer en el asiento de al lado. Me estudió con descaro, meditando si era en realidad coincidencia verme allí, por lo que le devolví el gesto acariciando cada detalle de su femenina figura con la mirada.
Era en verdad perfecta. El cabello era del mismo tono y forma, aunque muy corto con un ligero ondulado. La curvatura de las cejas igual, la derecha un poco más arriba que la izquierda. Los lóbulos de las orejas en forma de gota se recubrían por ese fino vello de durazno que me gustaba lamer. Los labios abultados, entreabiertos por una exhalación que susurró mi nombre dejaron salir la misma voz, tono y pronunciación marcada de la doble erre. Por más que buscaba, no lograba encontrar aquel detalle o defecto que terminaba provocándome aversión.
Lo que ella dijo a continuación, casi me tomó por sorpresa.
—¿Me creerías si te dijera que te soñé?
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