Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Belleza salvaje

Año 1618 d.C.

Nueva España.

Vamos Garret, no es algo que no hayas hecho antes.

Me quedo observando desde detrás de un árbol a una mujer bañándose en el río. No es una mujer europea, su aroma es de flores como el de las nativas. Su piel irisada por el agua carece de defectos. Pasaría por daimonesa de no ser por el tono trigueño de su piel. Cómo sería enredar un dedo en los vellos ensortijados de ese delicado triángulo invertido que le cubre el pubis. Es como si una magia sutil se ocultara en esa suculenta humanidad o ¿qué otra cosa me tendría así? Qué decepción es verla vestirse con una gruesa toca de monja. Está demasiado cerca del Árbol Negro que custodio. Se ha puesto a escribir algo en la tierra con una vara y si alguien lo leyera la quemarían en la hoguera. Lo borra con el pie y vuelve a escribirlo. ¿Será una bruja? Se supone que yo debía susurrarle al oído alguna cosa tonta y desaparecer para pegarle un susto. Como Iniciado de la Torre de la Polaridad es mi deber deshacerme de los curiosos que ronden esta zona antes de los rituales. Limpio el sudor que se ha formado en mi frente por permanecer tan quieto. Aunque a mi tutor no le guste la idea, me recortaré la coleta, lo juro. Dijeron que el calor de estas tierras sería similar al de nuestra patria hundida y ¡por Hermes! Preferiría vivir en cualquiera de los trece Infiernos que aquí.

Pero qué mal día para que esta mujer ande merodeando.

–Buena tarde os dé Dios –saludo más fuerte de lo que calculé, sobresaltando a la joven. Ella, sin saber bien qué hacer, se lleva una mano al pecho y al verme dobla una rodilla hasta el suelo. El redoble del ritmo en ese corazón me provoca una acumulación de sangre en la pelvis. Salivo, imaginando que la jalo del cuello rasgándole la ropa. Fornico con ella con los colmillos clavados en su vena hasta que su cuerpo se torna tan suave que le caen los brazos a los costados. La sangre escurre por el prado dejando la huella del asesinato que yo nunca olvidaré.

Por fortuna, su aroma me espabila de la grotesca fantasía. La dama continúa su pose de reverencia frente a mí. ¿Me reconoció?

La religiosa se queda quieta con el cuerpo y la cabeza inclinada, y murmura desde lo bajo–: Buena tarde dé Dios a vuesa merced.

Por su apariencia, no es criolla. Debe ser una monja muy poco dedicada o una mujer de familia acaudalada que ha pagado bien su entrada al claustro. Aunque para haber escrito una cosa así con tanto descuido, no debe ser muy inteligente. Y yo estoy siendo muy poco observador de las partes no sexuales de su persona. Ahora que la tengo más de cerca noto que su atuendo incluye un velo negro que ha recogido en la nuca para descubrirse el rostro.

Es una viuda.

No carga el diamante rojo que Lyuben Azazel siempre da a sus protegidos de la corte. Deben portarlo a la vista y ella no porta ninguna joya. La dama baja aún más la cabeza como si así pudiera ocultar su belleza o rezara porque yo no hubiera leído sus palabras. A lo lejos, se oye otra voz femenina que la llama por su nombre: Sofía.

La tierna edad de la moza, el tono demasiado bronceado de su piel y la vestimenta de ella cobran sentido. Las monjas del claustro de San Jerónimo toman largas caminatas antes del crepúsculo y a veces alguna se desvía hasta este terreno. Ella no es monja y tampoco es una viuda cualquiera. Es una mujer mestiza. Si es la viuda de Velasco, será mi suerte podrida. Su cuñado es el nuevo Inquisidor apostólico, Diego Velasco, quien no ve con buenos ojos a los daimones. A pesar de todo lo que Lyuben paga en indulgencias, el Inquisidor Velasco siempre está buscando cualquier dato que nos delate ante el imperio cristiano.

Es cierto el rumor sobre la viuda. Además de joven, posee una belleza salvaje. No podría ocultar sus formas ni con toda la ropa gruesa del mundo. Esos ojos café claros son de una diablesa o una ninfa con las cejas oscuras, limpias y bien trazadas: belleza peligrosa que los daimones desearían poseer. De no ser por su protector, hermano del esposo fallecido, la viuda de Velasco ya sería esclava de algún nobilium. Aún con el cuello cubierto, me vi prendido de ese hueco entre el hombro y la barbilla redonda, lengüeteando el precioso líquido vital de sus venas, sobándole el busto, excitándome al grado de querer poseerle el cuerpo ahí mismo.

Gracias a Hermes, encuentro la calma para no hacerlo y me concentro en no transgredir las leyes de Lyuben. No deseo que la moza me haga reverencia. Quiero mirarla a los ojos.

Me acerco suavizando la voz para no espantarla.

–Disculpadme, no fue mi intención asustaros, pero este lugar no es seguro para que una dama ande sola sin compañía.

–Yooo, ya me iba –se justifica recordando que debe portar el velo. Lo jala con las manos y se cubre el rostro–. Mi compañera me busca como podéis oír. Ella me daba privacidad para mis oraciones.

Sonrío al detectar el acelere de su pulso cuando habla de «sus oraciones», que no eran tales. Bien lo leí en lo que escribió. Su aroma denota nerviosismo, mas no miedo.

–Me retiraré, con el permiso de vuesa merced –agrega ella antes de levantarse para marcharse.

Hago lo más impropio y la detengo por la muñeca.

Me relamo los labios–. Permitidme acompañaros.

El contacto de mi mano con aquella piel me hace querer recorrerle el brazo, tan cálido y suave como el musgo o los duraznos. A pesar de la tela que le tapa el rostro, noto que las espesas pestañas baten el aire. Debería dejarla ir y dedicarme a lo mío, pero mi curiosidad hacia ella se incrementa a cada segundo.

–Oh, no sería lo correcto.

–¿No?

Quiero reír, ya que no es correcto que ella ande sola, recolectando... ¿Qué hierbajos lleva en la canasta? Sin pensarlo alzo una flor amarilla de fuerte olor de la colecta verde.

–E-es ruda.

–¿Ruda? –espeto con un gesto de asco–. Nunca la había visto en flor.

Mi expresión fruncida provoca en la dama la primera sonrisa que asoma del velo gracias a una ventisca oportuna. Se le ha formado un hoyuelo que quisiera lamerle. La mujer será mi perdición.

–Será que os encontrasteis con la planta macho antes y esta es hembra. Es bueno contar con ambas.

–¿No es esta la planta que se dice repele al demonio?

Aunque yo no soy un demonio con exactitud, en definitiva me siento repelido.

–No solo repele el mal –agrega ella bajando la mirada para ocultar su sonrisa–, ayuda con los dolores de los enfermos y otras cosas.

Después de esa respuesta, hablar con Sofía fue lo más fácil del mundo; fácil, interesante y prohibido. Sabía tanto sobre herbolaria como un hombre experto en la rama. Describió, sin presunción alguna, cada cosa olorosa que cargaba en la canasta y algunos de los usos medicinales de estas. No se quedó mucho, con la acompañante buscándola, pero regresó al otro día a la misma hora y yo la esperé ahí, sentado sobre la hierba. No acordamos nada de palabra, pero cuando ella giró sobre el hombro para sorprenderme mirándola esa primera vez y sonrió, supe que volvería. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro