24 Respaldo
Sofía alzó la espada.
Sofía alzó la...
Sofía...
¡Qué demonios! No, no podía ser Sofía. Era Lily, la dulce y delicada Lily que había llorado entre mis brazos hacía unas horas. Lloró y rogó para que la hiciera olvidar lo que la atormentaba.
Lily portaba alguna clase de armadura corporal creada por escamas gris oscuro. Llevaba abierta la visera del casco que parecía de motociclista, pero creada por el mismo tipo de material escamoso que el traje. Me quedé mudo, incapaz de articular palabras, incapaz de comprender lo que sucedía.
De verdad era ella, Lily. Sostenía un escudo y una espada claymore, imposibles de alzar con esa soltura por una mujer... humana. Me miraba resuelta y atenta, en una postura agresiva y silenciosa.
¡Qué carajos!
La Meretriz se alejó, recibiendo insultos por parte de Iván, que al parecer no estaba al tanto de este cambio en el juego. Estaba por darme la orden de atacar. Podía sentir como aflojaba la atadura de mi juramento, hasta que Viviana le recordó que los Porfiria tenían en su poder a varios descendientes nobiliums y que había aceptado sus condiciones: que su campeón luchara a muerte contra la reina de los Porfiria.
–Nuestra reina «es» Sofía Leizara, quien recuperó su alma hace más de cuatrocientos años –declaró el Inquisidor que se puso de pie en uno de los palcos para hablar a la atenta audiencia. La sonrisa cruel y la mirada adusta inyectada en sangre por haberse alimentado se posaron en mí–. Estarás contento viejo amigo, de que tu mujer no muriera en la pira. Tuvo una que otra quemadura vaya, pero venga; a la larga volvió a estar completa. ¿No lo comprobaste ya? Te perdiste de sus años de formación, pero es la misma Sofía con quien te desposaste.
–Escupes mierda –espeté.
–¿Disculpa? Vamos, Garret sabes que nunca ha habido hipocresía entre nosotros. Prueba de que Sofía recuperó el alma y... –rió el maldito– la vida vaya, es que es la única Porfiria que puede ver de cara al sol. Hasta tú has sido testigo de ello. ¿Qué? ¿No os echasteis ya un buen polvo? Llegó apestando a Daimón hace unos momentos. ¡Iván! –alzó la voz hacia Bukavac–. ¿Estás de coña, joder? Si el vanagloriado campeón no se siente al nivel para enfrentarse a nuestra reina, podéis proponer a otro guerrero. No tomaremos ofensa. Pero... –La sonrisa del Inquisidor languideció– debo recordarle a los miembros del concejo que firmasteis este acuerdo con sangre, por lo que la vida y promesa de servicio de Garret Leizara nos pertenecerá.
¡Qué mierdas prometieron!
Los Porfiria fueron demasiado lejos como para conseguir a esta... cosa endemoniada tan similar a Sofía, pero el concejo... Entregarme así como regalo con moño al Inquisidor. Oooh, voy a destazar a cada uno y usaré sus huesos como cubiertos. Si el Inquisidor creía que acercándome a la doppelgänger por una noche, me haría titubear para matarla, se decepcionaría. Fornicar con ella solo fue una de tantas. Las cosas lo que son. Estaba tan cabreado, que tras terminar con Lily vería la forma de liberarme del juramento y los mataría a todos. La Sombra oculta bajo los pies de la audiencia ennegreció anhelando engullirlos dentro de la Penumbra donde tendría completo poder sobre sus fluidos. Estaba complacida por lo que vendría.
–Y como muestra de nuestra buena fe –continuó el Inquisidor–, liberaremos aquí a dos Daimones que adquirimos hace unos momentos.
La Meretriz sonrió a su compañero con un gesto negativo de cabeza, que le reprendió como una mujer haría con su torpe esposo al cometer una indiscreción en una iglesia.
–Oh, venga, me disculpo. Victoria Bukavac y Bastiam Duarte serán liberados en cuanto el encuentro nos dé un triunfador.
–¡Y llamas a esto una negociación de paz! –gritó Bukavac que ya hacía señas a Ragnar con la mirada.
–Vamos Iván, hoy en día está de moda tener un respaldo. No es falta de confianza, pero yo tengo que asegurarme de que todo lo dicho quede en hechos.
Bastiam. Los hijos de puta tenían a Bastiam y bajo juramento no podría ordenarle a La Sombra matar al concejo por este descuido. Mierda, cuánto daño podría hacer de no ser por el maldito juramento. Bastiam debió negarse a irse con el nahual, el imberbe enamoradizo idiota. ¿Cómo carajos burló el Inquisidor la seguridad de los Cabeza de Halcón?
–No me mires tan feo Garret. Oh, Dios, oh, Dios. Apostaría a que ahora mismo te estarás preguntando cómo hemos conseguido a la hija de este pez gordo. Verás... Tu esposa es excelente infiltrándose. Y qué bonito trabajo hizo que los capturó sin un rasguño, eh. Ese talento suyo con las plantas ha dado frutos. Y sabes que uno que otro veneno de esas hierbas bien mezcladas que usa... os afectan.
Ataqué la espalda de Lily que giró con velocidad para detenerme de decapitarla. Debería mejor probar a arrancarle la cara que no tenía ningún derecho a portar. Que Diego Velasco se jactara cuanto gustase. Podía engañar a la audiencia con su teatro, pero desconocía que fui testigo de la muerte del alma de Sofía.
La risa seca del Inquisidor sonó satisfecha y la muchedumbre acompañó con gritos la serie de ataques que inicié hacia mi contrincante.
Era buena reaccionando, aunque si usara La Sombra, la terminaría en un parpadeo. Esperaba no recurrir a mi último recurso para no delatarme ante mis acreedores. En lugar de ello, envié a La Sombra a localizar a Bastiam y la oscuridad se retiró refunfuñando. Ya llegaría el momento para que matase.
Atesté golpe tras golpe sin parar. La pelea clarificaba mis pensamientos. No debí perdonarle la vida a esta. La maldita mujer demostraba tener experiencia suficiente como para mantenerse en pie, después de eludir mis intentos de matarla de un tajo. Calculaba bien cómo contraatacar y conservar el cuello intacto.
Admito que tenía talento para sobrevivir. Peleaba como una guerrera y se movía como una bailarina, dando los giros necesarios, guardando el equilibrio e inclinando el cuerpo en el momento justo para evitar el filo de mi espada.
Cuando logré clavarle el estómago, la espada no penetró y ella aprovechó para pescarme un brazo y apoyar un pie sobre mi pecho. Se dejó caer de espaldas y me impulsó por los aires hacia el trozo colgante de pantalla que cayó sobre mí. La primera tontería que pensé fue que me esforcé en vano para no lastimarla (hacía unas horas, en la cama). Debí embestirla con más violencia. Pude haber tenido sexo salvaje y sin mesura.
Mierda.
La armadura sobrenatural que la protegía, hecha de las escamas de algún demonio resistente, la hacía inmune a mis ataques. Bukavac, nada complacido con la revelación del Inquisidor, alzó una mano y tronó los dedos. Al momento, el suelo en medio del campo se alzó varias veces antes de desembocar en una explosión de tierra, de donde surgió un tentáculo resbaloso. Era una cabeza. El largo cuello culminaba en una cabeza serpentina, un dragón.
Alcé la mirada hacia el estúpido rey baldragas. ¿Tanta es tu ambición que no te importa cabrear a Anubis, Iván?
Su propósito era matarnos a los dos y quebrantaría el equilibrio para lograrlo. Sería difícil no matar al dragón y su cadáver pudriría una buena porción de Toronto. En el pasado, solo el rey, o los Azazel, contaron con el conocimiento y la magia para purificar las zonas pervertidas por la muerte de los demonios en este plano. ¿Quién purificaría la tierra cuando este demonio cayera? Ni a Bukavac, ni al concejo parecía importarle ya.
Lily se cerró la visera del casco y algo eléctrico le recorrió el cuerpo. Desapareció por completo y hasta dejé de percibir sus latidos. ¡Con un puto demonio! Si la mujer era así de invisible sería indetectable hasta para el dragón.
–Yo corto y tú quemas –me susurraron al oído con esa voz antes inimitable. La doppelgänger se retiró justo antes de que la pescara.
Sí, seguro, de inmediato. Como si ella decidiera lo que haría. Salté a gran velocidad tratando de seguir la estela de sonido dejada por la voz. Siendo invisible, cualquiera poseía el valor para enfrentarse a un dragón.
–¡Garret!
Escuchar el llamado incorpóreo era más perturbador que tenerla enfrente. La enorme cabeza coronada por una cresta de membrana verde rodó desde las alturas. Reconozco que era impresionante que ella sola rebanara el cuello al dragón. Bien, con el trabajo terminado, ahora sí podría matarla, solo debía encontrarla y mi conciencia estaría limpia ante Anubis. Ella mató al demonio, yo no.
–¡Qué esperas! –exclamó molesta.
Me moví más rápido de lo que ella pudo alejarse y pronto la tenía por el cuello, esforzándose por jalar aire para expresar la palabra «Idiota». Le alcé la visera a su casco para hacerla visible, quería mirar sus ojos desorbitándose.
Idiota mujer.
La alcé por encima de mí y sus pies bailaron en el aire. Los caninos afilados envilecieron mi sonrisa triunfal y otra cosa más protuberante amenazó con salir de mis pantalones por la excitación de haberla capturado. Daría el mejor espectáculo de sangre y sexo en este estadio para perversión de todos los espectadores, que ya vitoreaban con desgarradores gritos que la matara, y así lo haría... después los mataría a todos. Pero el gusto de atraparla no duró, ya que el enorme cuello sangrante de tendones cercenados convulsionó dando lugar a un estallido de tres cabezas nuevas. Un siseo bullicioso y la sorpresa ocasionó que soltara a mi premio. Alcé la espada y decapité una de las cabezas que estuvo a punto de devorarme.
–Garret, fuck! –jaló aire la doppelgänger–. ¡Es una hidra! ¡Déjate de idioteces y convoca fuego! ¡Yo corto y tú quemas!
Ésta vez, las nuevas cabezas surgieron más rápido que las anteriores y pronto teníamos ante nosotros a una gigantesca hidra furiosa de cinco cabezas, que se movían como cobras danzantes.
¡Cómo supo que la cosa no era un dragón! Malditos trabajos de Hércules. Aves de Estínfalo, el jabalí de Erimanto y ahora la hidra. ¡Malditos sean los griegos!
La hidra tenía un enorme cascabel en la cola que comenzó a agitar provocándome dolor de cabeza. El sonido, demasiado molesto para mis sensibles oídos, ocasionaba que la visión se me nublara y perdiera enfoque en mi objetivo. ¿Le ayudaba a ella el casco? No parecía afectada como yo. O quizá no era tan sensible.
Enfundé la espada para evitar cometer otra estupidez; moría por acceder a la Penumbra para hundir al monstruo en la oscuridad y quizá debería. Pero retener un demonio de ese tamaño ahí sería exhaustivo y destrozaría mi escondite, además de que expondría la traición de Bastiam ante Bukavac y podía decir a los Porfiria que lo mataran.
Salté hacia una de las cabezas ocasionando que dos chocaran entre ellas. Eso enfureció a la bestia que comenzó a agitar los cuellos más rápido. Fui azotado con fuerza por una hacia un costado y apenas pude levantarme a tiempo para no ser aplastado.
–¡Acá! –me avisó mi nueva compañera que cortó otra cabeza. Esta vez no titubeé para incendiar el muñón. La hidra rugió empeorando el ruido generado por el cascabel. Estiró la cola que golpeó el suelo y enroscó en mí. No pude más que apretar la quijada cuando mi caja torácica crujió.
–¡No vayas a morderla!
Mi intuición me advirtió lo mismo, pero la cola apretó más sacándome el aire. Morderla era lo más instintivo, tenía que herirla de alguna forma, mas antes de que le clavara las uñas, la cola se aflojó y me liberó. La hidra se giró hacia el lado opuesto jalando consigo una de las cabezas que me miró con voracidad.
La bauticé como «la Ceñuda», ya que parecía ser la más furiosa. Prestaría atención a esa en especial. La hidra no veía a Lily, pero Lily debía estarla agrediendo para atraerla. El demonio atacaba al aire y lanzaba coletazos en una dirección específica. Producía una desagradable babaza resbaladiza a su paso que complicaba que me acercara. Lo que fue un impecable diamante de beisbol, era ahora un suelo desigual y lodoso rodeado por montes de escombro.
Dejaría que la hidra comiese a Lily de no ser porque, sin La Sombra no podría vencerla solo. Corrí al frente, a donde las cabezas lanzaban mordidas. Estúpida mujer que se ponía ante las quijadas y más estúpido yo. Yo no era invisible.
–¡Hey! –Agité los brazos en el aire gritando que me llevaría a «la Ceñuda» y juraría que «la Ceñuda» sonrió al verme. Se alzó para embestirme, fallando por poco. Me deslicé usando el camino de saliva hacia el extremo opuesto evitando la cola. «La Ceñuda» me siguió como serpiente que sigue a un ratón.
–¡La cortaré! –acordó Lily.
La mujer era feroz. Cortó la cabeza que rodó y rebotó contra las gradas consiguiendo un frenesí de gritos. Apenas tuve tiempo de cauterizar el cuello evitando que otras tres cabezas surgieran. Cometer un error sería mortal para ambos, así que pospondría matar a mi contrincante por ahora. De cualquier forma, en cuanto la hidra estuviera muerta necesitaría beber sangre y qué mejor que la sangre de Lily.
Me mantuve cerca de la voz, tratando de no prestar atención al cascabeleo de la cola ni al dolor de mis costillas, vigilando y esperando que otra cabeza se desprendiera de alguno de los cuellos. En el momento en que la hidra, ahora más atenta a sus agresores, se atravesó en mi camino para engullirme, Lily fue más rápida y la cuarta cabeza cayó. Incineré el cuello y me quedé sin fuego.
¡Maravilloso!
Faltaban tres cabezas y mis costillas en recuperación estaban tomando tanta energía de mí que me estaba pesando continuar. El maldito sonido del cascabel empeoraba mi concentración. Si le cortaba la cola y de ahí surgían dos cascabeles me volvería loco, así que me abstuve. Necesitaba a La Sombra con urgencia, pero sentenciaría a Bastiam si la usaba.
–¡Deja de cortar! –grité al aire.
Habría que idear un nuevo plan y conseguir fuego de otra forma o lograr que el maldito cascabel dejara de agitarse. Quizá sin el molesto zumbido conseguiría incendiar otro cuello.
–¡Aún faltan tres! –gritó ella desde algún punto entre las cabezas.
–¡Sé contar, linda! ¡No tengo más fuego!
La inteligente hidra mordió el aire donde había estado la mujer invisible que debió escapar evitando ser devorada.
–¿Nada? ¡No tienes nada!
La hidra arrastró las serpentinas cabezas hacia mí, alzando una que buscaba en los alrededores a su otro atacante. Me impulsé de uno a otro lado, esquivando los embistes de las quijadas.
Lily entonó una larga majadería desde la distancia. Sofía nunca usó esa clase de vocabulario corriente. Una herida en el lomo de la hidra se abrió de pronto y sangró con abundancia. La hidra encogió las tres cabezas en un espasmo, tras el cual, una de las cabezas atestó una mordida hacia el lugar donde debía hallarse Lily que dio un alarido. La hidra alcanzó a morderla.
Bien.
Luego del grito, escuché a Lily rezando. Se estaba saliendo de su papel, puesto que Sofía no se encomendaría a ningún dios para que le resolviera sus problemas. Tan solo que al prestar más atención, me di cuenta de que Lily no rezaba; recitaba las palabras inversas de un encantamiento. Las cabezas se desplomaron y Lily se alzó la visera, haciéndose visible. Cojeó hacia mí. Se palpaba la cintura e inclinaba el cuerpo hacia adelante.
–¿Hechizas demonios?
–Nos dará un minuto.
Era un alivio no tener que oír el zarandeo del cascabel, pero cómo demonios hizo ella algo así.
–¿Viviana te enseñó eso?
Si Viviana podía encantar demonios, los Daimones estaban jodidos. Desde que la sangre de Lyuben Azazel se perdió, ningún mago de la Torre de la Polaridad podía hacer tal cosa.
–Nos seguirá con más ímpetu cuando se le pase el efecto –se limitó a responder al tiempo que se frotaba el estómago. La armadura que portaba era impenetrable pero elástica hasta cierto punto–. Hay que quemar las tres ahora ¿Listo?
–No –me negué–. No podemos matarla. Su cadáver...
–Pudrirá la tierra –me interrumpió–. ¡Bien! ¡Entonces pídele a tu jefe que la contenga! –replicó con sarcasmo. Mostraba los largos caninos sin vergüenza alguna. Porfiria sin duda.
–¡Qué! –exclamó con teatralidad–. ¿El rey no acepta peticiones? Porque se comerá a los tuyos y los Porfiria se cagarán de la risa. Ellos no están en el menú demoniaco, ya sabes a falta de alma y un pulso.
En realidad era Porfiria o algo similar, pero de ninguna forma podía ser Sofía. Lily era otra maldita cosa descarada.
–Buscará al nobilium más cercano y ese soy yo.
–Aww, ¿te sacrificarás? –sonrió ella–. ¡Tu plan es estupendo, Garret! Pero si alguien va a matarte aquí, esa seré yo. Ya déjate de estupideces y genera algo de fuego. Tenemos como medio minuto.
Era una mala actriz desempeñando el papel de mi esposa. Sofía nunca me habló con burla o desprecio.
–¿Quién te hizo experta en hidras?
Lily hizo un gesto de hastío, pero no respondió.
–Usa ya tu sombra, Garret. La cosa está por reaccionar y estará más que furiosa.
–No la tengo.
–¡Por su puesto que la tienes! Damn it! ¡Sácala ya!
–No es opción.
–Entonces espero que hayas traído un encendedor contigo, buddy, porque vamos a morir si no quemamos esos cuellos. El encantamiento no volverá a tener efecto en ella.
–¿Y no sería lo mejor? ¿No dijiste que querías matarme?
–Mira Garret, hay una diferencia entre matarte y morir contigo, y no estoy de humor romántico. Prefiero matarte y vivir.
Los cuellos se agitaron de pronto, luchando por liberarse en una confusa ferocidad. Las cabezas temblaron y rugieron sin lograr alzarse del suelo, provocando un fervor animal en la audiencia. La hidra sufría y enfurecía. Tanto los Daimones como los Porfirias estaban extasiados aplaudiendo.
–De acuerdo –expresé. Lo cierto era que el silencio del cascabel y el minuto de descanso fueron suficientes para que recuperara el enfoque, y las flamas surgieron sin problema–. Córtalas –sonreí.
«You fucking asshole!», me gritó al notar la facilidad con la que encendí mis dedos. Lily cercenó las tres cabezas justo cuando las pupilas de la hidra se agrandaron y alcancé a quemar los tres cuellos antes de que recuperara toda su movilidad.
La muchedumbre de silbidos y abucheos no se dejó esperar cuando no obtuvieron como desenlace la muerte de alguno de los dos.
Clavé los ojos en Iván Bukavac como una advertencia. Esto no termina aquí, cabrón hijo de puta.
El Inquisidor aplaudió a punto de expresar alguna estupidez cuando de nuevo la tierra se sacudió en el estadio. Todos brincaron en sus asientos. El cadáver de la hidra parecía cocinarse a fuego alto. Se derritieron los cuellos despellejados donde el hueso asomaba. La carne se tornó un lodo negro que hundió un agujero y, tanto Lily como yo, que éramos los más cercanos al lugar, comenzamos a elevarnos sobre éste, flotando sin control.
–¡Dame la mano! –grité. Lily estiró el brazo entrelazando los dedos con los míos y el agujero nos succionó a ambos.
La fuerza del viento se unió al llanto de la Penumbra que, como una mancha negra, nos arrebató de ser tragados por lo desconocido.
¡Hola! Y la cosa se ha puesto negra para Garret y comienza a sentirse que entró a la dimensión desconocida. ¿Será que se libere de ese juramento? Muere de ganas por matarlos a todos. ¿Será que lo haga?
Les agradezco seguir en esta historia y me da tanto gusto ver que la historia ha llegado a sus primeras mil lecturas. ¡Gracias! La musa baila y canta susurrándome para que arregle otro capi y lo suba.
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Me voy a seguir editando que las otras dos historias en línea exigen mi atención.
¡Pícale a la estrella!
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