18 Nuestros secretos se han ido a los infiernos
–¿Qué hace ella aquí? –cuestioné a Victoria. La jalé del brazo, desde la recepción del edificio a la puerta principal de vidrio. La encontré llegando junto con su escolta y la doppelgänger, que esperaba en el pasillo cerca del elevador.
«Esa mujer es distracción, drenémosla. Nos haremos fuertes.»
–Lily me llamó desde el bar para preguntarme si estaba bien y mandé por ella. Es mi mejor amiga y no iba a dejarla afuera con todo este caos.
–¿De qué demonios hablas? –interrumpí.
Un gesto de desconcierto cubrió el semblante lechoso de Victoria que dio un paso atrás.
–¿Cómo puedes no saberlo? Mi padre debe estar furioso con todos esos demonios que cruzaron. Está en las noticias.
«El infierno se ha manifestado en este lado del mundo.»
–Imposible –respondí a La Sombra.
–Parece imposible –replicó Victoria creyendo que le hablaba a ella–. Y no iba a dejar a Lily andar sola por las calles atestadas de demonios.
Me importaba una mierda que creyera que le hablaba a ella o que el mundo me viera como un desquiciado. La Sombra y yo llevábamos el diálogo a viva voz, ya que no podía oír mis pensamientos, gracias a todos los Infiernos. Y vaya si estaba desquiciado. Lo estaba desde que volví de los infiernos con las manos vacías.
«Es culpa de la doble, nos tiene distraídos. Matémosla antes de que alguien más muera.»
–Estás consciente de la estupidez de tu sugerencia –repliqué.
–¿¡Perdón!? –se ofendió Victoria–. Sería una estupidez dejarla merodear por la calle. Precisamente por eso la traje aquí. Éste es el lugar más seguro que hay.
–Tendrás que iniciarla, así que ruega porque pase las pruebas de lealtad.
–¡Claro que pasará las pruebas! Lily es más abierta que muchos.
Resistí mirar a la doppelgänger. Su presencia se sentía como un fantasma que no dejaba de aparecérseme. Ya había tomado la decisión de abstenerme de seducirla. Iba a dejarla en paz, por lo que la elección de Victoria de tomarla bajo su protección no me hizo gracia. No podía cumplir con el noble acto de no hacer nada si estaba forzado a verla a diario.
–¿Dónde está Bastiam? –preguntó Victoria.
–Ocupado.
–¿En verdad no vieron nada de regreso?
«La Penumbra no tiene ventanas, niña.»
No me molestaría en explicarle nada a la hija de Iván. Había enviado a Bastiam con Aryan Mørk por el nuevo artilugio. No esperaba encontrarme con que la maldita doble huyó a refugiarse a mi lugar de trabajo. De súbito, el estremecimiento que La Sombra me provocaba cada vez que ocurriría algo, me congeló los músculos de la espalda.
«Algo se acerca.»
–Maldición.
«Ya mátala para evitar más distracciones.»
–Tú cállate, comienzas a aburrirme.
«Necio.»
–¡Disculpa! –reclamó Victoria.
«Hay aves de Estínfalo surcando los cielos.»
Aves de Estínfalo, genial. Cómo extrañé a esos encantadores pajarillos del infierno.
–¿Solo cruzaron ellas? –Alcé la vista hacia los ventanales empujando a Victoria hacia el elevador.
–Cruzaron muchas cosas. –Victoria se frotó los brazos. Volteaba de un lado a otro, a la espera de que algo le cayera del techo.
«Algo grande sucedió. Hay demasiada oscuridad en este lado.»
Las aves de Estínfalo poblaban los cielos de los Campos Asfódelos. Volaban en parvada y se comportaban como zopilotes. Lyuben me dio un cascabel para ahuyentarlas en mi viaje a los infiernos. Había que ver la forma de devolverlas a su lugar de origen o pronto anidarían aquí. Nunca tuve una de cerca, y enfrentarnos a una parvada sería complicado y sangriento. Tanto el pico como las garras y sus plumas tenían propiedades metálicas; afiladas como navajas. Por suerte, yo aún tenía ese mismo cascabel que saqué de dentro de mi gabardina.
De pequeño, Bastiam adoraba que sacara cosas de mi ropa, sin saber que en realidad era La Sombra quien me permitía accesar a La Penumbra en cualquier acumulación de oscuridad.
–Ten, agítalo –ordené a Victoria colocándolo en su mano–. Anda no está para que lo mires, agítalo con fuerza. –La tomé de la muñeca para sacudirla junto con el cascabel, que comenzó un bullicio sibilante.
–¡Por Hermes! ¡Suena horrible!
–Si valoras tu vida, no te detengas.
«Si seguimos de niñeras, nos perderemos la reunión», anunció La Sombra.
–¿Cuándo comienza?
–¿Cuándo comienza qué cosa? –preguntó Victoria.
Un estruendo sacudió los cimientos provocando que una lámpara del techo se zafara y cayera. La doppelgänger se encontraba justo debajo de ésta.
«Baaah. Deja que le caiga encima», declaró La Sombra, pero Victoria Bukavac derribó a su amiga hacia un costado a gran velocidad, antes de que la lastimara. Algunos paneles del techo se abrieron. La iluminación tronó tras una fuerte sacudida y quedamos a oscuras, antes de que las luces de emergencia se encendieran. Resoplé con hastío. ¿Desde cuándo era necesario para un daimón, sobre todo un nobilium, tener luces de emergencia? Esto era una burla o el colmo de la opulencia.
–¡Están bien! –exclamó la doppelgänger–. ¡Victoria! ¡Por el cielo, Victoria! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Cómo hiciste eso!
Ahora no había vuelta atrás. Habría que iniciar a la chica.
Desde la negrura de la entrada, retumbó una vibración. Una mole de jabalí embistió el cristal, arrojando trozos en varias direcciones. De nuevo, Victoria, protegió a su amiga con el cuerpo y ambas mujeres gritaron. Cuatro Cabezas de Halcón en armaduras de estilo motociclista cayeron detrás de la bestia. Su tamaño era superior al de un jabalí normal. Debía rondar la tonelada de peso. Los Cabeza de Halcón dispararon dardos en dirección del jabalí demoniaco, pero esto no pareció afectarle, unicamente lo enfurecieron.
«El jabalí de Erimanto.»
–El nobilium que abrió el portal debió hacer un sacrificio para llamar a tantos –asumí.
–¡No puede ser, no puede ser! –exclamó Victoria–. ¡Eso es traición!
–Tienes tanto que aprender, niña.
–Victoria –intervino Lily–, ¿de qué está hablando?
–Te explicaré, Lily, pronto te explicaré. ¡Oye, a dónde vas! ¡No nos dejes solas a...! ¡A dónde se fue!
El viaje al interior de La Penumbra borró todo vestigio de vida y voces, y pronto me encontré cruzando la oscuridad con una persona en mente. Bastiam ya debía de haber terminado sus asuntos con El Noruego. Por el lado positivo, viajar en La Penumbra era similar a los viajes entre portales, con el único inconveniente de la distorsión temporal. La Sombra se abrió justo debajo de los pies de Bastiam. El chico cayó sobre las asentaderas.
–¡Bastardo!
«No me pude conteneeer», cantó La Sombra.
–¿Tienes el artilugio?
Bastiam se levantó mostrando un pequeño reloj de bolsillo, idéntico al anterior. Se frotó los brazos cuando ese frío sibilante que soplaba en La Penumbra nos envolvió. Aún lucía pálido y no podría hacer ningún conjuro hasta que se repusiera bebiendo sangre sucia. Los dos hablamos al mismo tiempo para advertir al otro sobre la presencia en la tierra de seres demoniacos. Si también había demonios en la Florida, esto estaba más jodido de lo que creí.
–Aryan ofreció la creación de más artilugios al rey –comentó Bastiam–, pero los tendrá listos en un par de días.
Y en un par de días todo se irá a la mierda. Cuando regresamos al apartamento de Victoria, el lugar estaba destrozado. Los cuatro Cabezas de Halcón se hallaban sentados sin sus cascos alrededor del gigantesco jabalí que yacía amarrado y lleno de dardos sobre los escombros. Me acerqué al animal que respiraba con trabajo por la fuerza de los amarres. Con un gran cuchillo serrado comencé a cortar la cuerda. No se hicieron esperar las quejas de los Cabeza de Halcón.
–¡Qué haces, imbécil!
–¡Oye! ¡Tienes una puta idea del trabajo que nos costó capturarlo!
La oscuridad de La Sombra envió un viento gélido alrededor de ellos, erizándoles los cabellos, mientras que yo seguía con lo mío. Bastiam ya preguntaba por Victoria que se encontraba a salvo en el piso de los donadores. El joven daimón subió a buscarla como un preocupado enamorado.
–Garret Leizara hace siempre lo que necesita hacerse –declaró, Hiroshi, un Cabeza de Halcón de aspecto japonés que había sido mi subordinado y sostenía una botella de vodka. Nunca entendí su afición al alcohol, que tenía cero influencia en nosotros–. No gastes tu voz y guárdate ese odio para los demonios.
–¡Abandonó a las mujeres!
–Ya habíamos llegado nosotros ¿no?
Los ignoré y abrí el artilugio del Noruego. En cuanto el jabalí se puso en pie para embestirme, fue absorbido por el objeto mágico. La bestia emitió un chillido al caer en la trampa. Se encogió hasta desaparecer adentro del reloj que cerré y me guardé en el interior de mi gabardina.
–¿Alguna otra aparición? –cuestioné a La Sombra.
«Aves, yeguas, un Jotun...»
Hiroshi, el de la botella, respondió con su propia lista de demonios. Me extendió el licor en señal de compañerismo, gesto que rechacé. Se encogió de hombros y dio un trago antes de continuar.
–Las aves se fueron y han habido reportes de demonios de todos los panteones. El rey ha de estar tratando de resucitar a algún Azazel para resolver esto. Te ves bien, capitán. ¿Dónde es que cumpliste condena ahora?
–México.
Hiroshi silbó en aprobación.
–¿Probaste la comida? Dicen que es picante.
–No fue tan picante como los sicarios. ¿Vieron alguna «admonición»?
–Gracias a Hermes, no. Me cagaría si uno de esos se nos apareciera. Tampoco hemos tenido reportes de demonios mayores.
Algo bueno de toda la mierda que se estaba desatando. Sin duda hasta yo orinaría mis pantalones si algo de eso estuviera en este plano.
–¿Aun sigue en pie lo otro? –pregunté a La Sombra. Era posible que Bukavac cancelara su reunión con el Inquisidor con todo el caos que se había desatado desde los infiernos.
–Si te refieres a los demás monstruos, sí, muchos cabrones siguen en pie –respondió Hiroshi.
«Sin cancelaciones. Media noche, cerca del Harbourfront Centre.»
–Bien. Seremos puntuales.
Hiroshi rió sacudiendo la cabeza.
–Y por lo visto aún hablas solo. ¿Cómo recomiendas que capturemos a las aves?
Las aves, si fueron muchas las que cruzaron, representarían una dificultad hasta para los magos. Primero habría que ver que los humanos no intentaran matarlas.
–Ahuyentarlas de momento es lo mejor. El cascabel que trae la princesa hará el trabajo –respondí para no desanimar a nadie. Hiroshi no era estúpido y debía estar consciente de que muchos daimones morirían si el rey y el concejo no tomaban las desiciones adecuadas.
–Nuestros secretos se han ido a los infiernos ¿eh? Anubis ha de estar encabronado.
Asentí observando a cada Cabeza de Halcón. Sí, muchos morirían. Los cuatro daimones agotados encorvaban las espaldas. Algunos mostraban raspones o golpes que debieron ser graves para aún ser notorios. Los sedientos colmillos se veían prominentes y aún empuñaban sus armas: pistolas y espadas escurriendo sangre. Estaba prohibido matar a los seres que cruzaban, pues sus cadáveres pudrían la tierra. Las consecuencias eran graves, creando zonas donde las leyes naturales desafiarían toda lógica. Eso sí que cabrearía a los dioses.Había que devolverlos vivos o sería el inicio del fin de los tiempos.
Me dispuse a buscar a Bastiam cuando un comentario me detuvo.
–¿Leizara? Oye ¿tú eres el hereje? ¿El que renunció al trono por una puta porfir...?
Sin terminar la frase, el daimón de piel oscura se atragantó las palabras, moviendo la manzana de Adán con estrépito. Un lunar negro le brotó en el cuello, agrandándose hasta formar un pulgar, luego cuatro lunares más dieron lugar a una horripilante mano que le reventó la carne, una mano que se le volvió a meter debajo de la piel, descendiendo hacia el esternón. El daimón se tornó rojo, se palpó las costillas incapaz de deshacerse de la invasión. La boca se le abrió como a los peces cuando los sacas del agua. Luchaba contra la mano que lo hurgaba desde su propio plexo solar. Su tono cambió a azul y se desplomó. El cadáver se precipitó al suelo donde se formó un lago de sangre que le brotó de un agujero en el pecho. Los pómulos sobresalieron, así como la boca abierta y seca.
Arranqué el corazón del interior de mi gabardina y lo arrojé sobre el cuerpo sumiendo a la estancia en un silencio sepulcral. Me introduje en La Penumbra donde me alcanzó el eco de las palabras de Hiroshi.
–Solo un estúpido escupe una ofensa hacia Garret Leizara en luna nueva.
Pero ni siquiera la luna nueva nos permitía a La Sombra y a mí ver lo que el rey pretendía con el Inquisidor gracias al estúpido juramento que hice. ¿Qué asunto con los Porfiria podía ser más importante que limpiar este caos? ¿La recuperación de los descendientes? Iván Bukavac no era tan noble ni con su estirpe y si era así, debía reordenar sus prioridades.
Me dirigí al piso de los donadores, evitando escaleras y el elevador. Crucé La Penumbra para surgir en uno de los pasillos donde la luz parpadeaba en un corto circuito. Como si la mujer fuera un magneto, emergí justo detrás de la doppelgänger, sobresaltándola.
Lily gritó tirando unas toallas de baño que llevaba en las manos.
–¡Oh! –respiró agitada–. Damn! ¡Eres tú! ¿En qué momento subiste? No te sentí.
Los pechos apretados por el escote se alzaban y bajaban contorneados por los matices de la poca iluminación. Y no pude soportarlo, ni contenerme más. La jalé del brazo atrapándole la boca en un beso tan agitado como nuestras respiraciones. Solo por ésta vez. Ésta sería la última vez que jugaría con una doppelgänger. Deslicé ambas manos hacia el sur apretándole los glúteos, obteniendo un satisfactorio gemido femenino. La doble se despegó para jalar aire.
–No soy tan fácil ¿sabes? –forcejeó–. Lo que pasó en el baño fue un exabrupto.
–¿Un exabrupto?
–No voy a hacer nada contigo, buddy, si es ahí a dónde va esto.
–Ah ¿no?
Ella negó con la cabeza colocándome una mano en el pecho para intentar apartarme. Sonreí y la acorralé contra la pared.
–Así que, si coloco una mano aquí...– le susurré frotándole el cuerpo en una caricia que dirigí hacia su entrepierna para subir hasta la cintura del pantalón. Le abrí las piernas con una rodilla que la forzó a pararse en las puntas de los pies para recibir mi expectante dureza masculina. Después, sumí una mano entre la piel y la mezclilla para introducirla dentro de la pantaleta. Estiré dos dedos que descendieron hasta encontrar esa deliciosa abertura enmarcada por finas vellosidades, que ya estaba húmeda.
–Aaaah de-déjame ir –titubeó ella.
–Mmmm, eso no suena convincente.
Acaricié más adentro, introduciendo un dedo primero que deslicé con suavidad. El color de las mejillas en la doppelgänger se tornó un tentador rosa y los labios se abrieron para permitir el paso del aire. Sus párpados se entrecerraron de placer, señal que esperaba para meter un segundo dedo y frotar.
–Parece que estás lista para que te coja –susurré en su oído.
Transcurrieron tres segundos en los que estaba seguro de que mi erección no sería desperdiciada, hasta que un bofetón me dobló el cuello. La doppelgänger se sobó la mano adolorida y aprovechó que retrocedí, para escabullirse.
Una carcajada tenebrosa me espabiló.
«Vi venir eso en cámara lenta.»
–Idiota.
«Mi apreciación hacia ti es recíproca.»
Ninguna de las dobles anteriores me trató con esa... resistencia. Me sobé el mentón, sonriendo a pesar del rechazo. La doble casi corrió a guarecerse en uno de los departamentos.
«Oooh, sabemos dónde duermes, linda.»
–Trae a Bastiam ¿quieres?
«Será un placer.»
Y todo se fue a la wimber... Esta novela está entrelazada con GEHENA que podría decirse que es una precuela y a la vez el futuro de este universo. Echen un vistazo si sienten curiosidad.
Con la doble a la mano parece ser que esto se pondrá candente.
Nos leemos...
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