16 La Penumbra
Afuera, la vida bohemia de Toronto se dilataba. Varios grupos de jóvenes esperaban en la entrada del pub para alcanzar una mesa vacía. Las carcajadas y las expresiones en distintos idiomas explotaban, elevando la calma de la tarde a un efervescente bullicio nocturno. Parecía una noche normal.
Abarcaría más espacio desde La Sombra si la tuviera conmigo. Los cambios bruscos de temperatura, los temblores y el silencio mental regresaron y se volvieron una jaqueca tan intensa que me daban ganas de volver adentro con la doppelgänger. El tirón proveniente de un portal me hizo girar a un costado del establecimiento. Bastiam salió tambaleándose del agujero negro. Lucía pálido.
Me acerqué observándolo apoyar un brazo en el muro–¿Estás bien?
Un olor a sangre humana llegó desde la lejanía antes de que respondiera y ambos alzamos la nariz en dirección a una hilera de casas de ladrillo dos calles adelante.
–Son Porfirias –dijo Bastiam–. ¿Quieres ir a ver?
–¿En tu estado? Mírate, La Sombra te está comiendo por dentro.
Un chasquido me tronó un oído y algo impactó mi hombro. Bastiam y yo nos pegamos a la oscuridad del pasaje.
–G-garret, te dispararon.
Mierda, era cierto. Nunca en todos mis años alguien había logrado eso, nunca había estado sin la protección de La Sombra. Maldije alzando la vista hacia todas las ventanas y árboles.
–¿Ya me la devolverás? –dije entre dientes.
A lo lejos, el sonido de una ambulancia se acercaba. Algo había sucedido cerca de allí y tenía la certeza de que el evento tenía un origen sobrenatural.
Iba a indicarle a Bastiam que lo mejor era quedarnos un momento en las sombras, ya que quien quiera que me hubiera disparado podría seguir apuntándonos. Bastiam se me adelantó abriendo un portal dimensional. Pocas veces había visto molesto al muchacho y aquellas cejas negras se fruncían en una expresión cruel. Me tomó del brazo y me jaló dentro del agujero.
Reaparecimos en el techo de un conjunto de apartamentos detrás del pub. Bastiam se paró en el borde escaneando el panorama en busca del francotirador. Sostenía la mano donde se guardó La Sombra contra su pecho y los músculos del maxilar se le tensaron. Un ventarrón nos agitó el cabello y las ropas. La advertencia del chasquido del arma se escuchó de nuevo y esta vez ambos nos agachamos a tiempo. La ventisca debió delatar nuestra presencia en el techo, llevando el aroma a Daimón a la sensible nariz de algún Porfiria.
En condiciones normales ubicaría el origen del disparo con facilidad. La sombra se tragaría al Porfiria y lo destrozaría con placer. Pero la trepidación de mis manos bajó como una ola expansiva hasta mis extremidades inferiores y el panorama se sacudió con violencia. Me estrellé contra el suelo. Apenas escuché a Bastiam recitando un verso de palabras al revés que desataría algún encantamiento. Me dejó con la nariz pegada al piso para ir tras nuestro atacante. Sentí que tragaba púas metálicas y fui incapaz de detenerlo.
¿Estoy sangrando? ¿Por qué carajos no cierran mis heridas? La bala que me perforó debía estar cargada con algún hechizo de sangre muerta.
Debí quedarme más tiempo con la doppelgänger. Me sentí casi normal mientras le arrimé el cuerpo. Nada de malestares como ahora. En cuanto Bastiam volviera, le pediría que me llevara con ella y esta vez no habrá beso introductorio; le lameré el cuello y le clavaré los colmillos para satisfacer mi libido. Necesitaría sangre para recuperarme. Si bien la sangre de la doppelgänger no portaría la maldad suficiente para restaurarme, me haría muy feliz beber de ella.
Maldición, ya se formaba un charco donde me hallaba tumbado. Apreté los párpados; tenía el cuerpo pesado y flácido. Era como si mis entrañas estuvieran a punto de salirse por el diminuto agujeros de bala. La sangre escurrió como una gotera de lluvia, constante y molesta. Quien quiera que me disparó lo pagará caro en cuanto me levante. Me imaginé agujereando al culpable con La Sombra para extraerle las vísceras por ahí y sonreí. Sí, le haré sentir tan mierda como me siento ahora en cuanto logre enderezarme.
Troné la lengua contra el paladar. Me habían herido con hechizos en el pasado y nunca me desplomé así. Necesitaba a La Sombra con urgencia. Cuando Bastiam apareció, sudaba.
–Hey, creo que me veo mejor que tú –musité contra el suelo.
–El francotirador era un miembro de las Fuerzas Hor –susurró Bastiam mientras me alzaba por los hombros. Mi puta dignidad estaba en la basura–. Maté a un Cabeza de Halcón –afirmó con nerviosismo. La mano donde se había guardado el artilugio escurría sangre en trazos trepidantes.
Me sentí orgulloso. Por supuesto que el muchacho era un as, siempre lo supe. Logró quitarme a la sombra y logró matar a un puto Cabeza de Halcón. Era un as y un estúpido necio. El suelo frío, los tenues sonidos de ciudad y el aroma a sangre eran el foco en el que intentaba poner mi atención para evitar pensar que tendría que matar al chico después de esto. Crié un maldito cuervo.
–Bukavac dijo que buscaría evidencia de que ya no tenías a La Sombra. Pero créeme Garret, no sabía que te dispararían. Se supone que el juramento no les permite matarte.
–¿Que tienes? ¿Seis años? No seas ingenuo, Bastiam. Los nobiliums no te ordenaron quitarme La Sombra para tratarme bonito.
–No m-me dejaron opción. ¿Qué esperabas? ¿Que me negara a una orden directa del rey?
–Debí cambiarte el nombre a Brutus cuando acepté adoptarte, te hubiera quedado mejor.
De repente, la cara de Bastiam se tornó azul, encorvó el cuerpo, protegiendo su mano y se le abrieron tanto los ojos que parecían dos bolas de billar. Sus ojos ennegrecieron. El cabello castaño incluso se le oscureció y echó la cabeza hacia un lado. Retorció arqueó el cuello en una pugna contra un invasor. La Sombra luchaba por salir y no pararía hasta liberarse.
–¡Bastiam, libéralo ya!
Una explosión tenebrosa reventó los dedos que intentaron cerrarse, salpicándonos con sangre.
Bastiam rugió cuando la espesa tiniebla se liberó, estirando una devanadera turbia desde sus dedos destrozados.
Cuando la sombra se unió a mi fue como recuperar el aliento después de una larga carrera.
«¡Ahora sí mataré al chico!»
–Relájate –gruñí. Los malditos agujeros de bala cerraron de inmediato y ahora moría de sed.
«¡Por poco nos matan!»
La Penumbra nos envolvió, devorando toda luz y el sonido de las sirenas, hasta que solo éramos Bastiam y yo sentados en una nada opaca. Lo único que se oía era el terrible bufido del viento.
Estiré la espalda y me troné el cuello con un movimiento circular, exhalando alivio. Por fin había recuperado la movilidad.
–Exagerado, solo fue un par de disparos, estuvimos bien.
«¡¿Bien?!»
–Odio que me traigas aquí –se quejó Bastiam con poco aliento–. Esa cosa está por todos lados.
Una risa siniestra hizo eco erizando los poros de Bastiam que giró la cabeza en todas direcciones. La Sombra se había excedido en buscar la libertad y parte de las falanges de Bastiam eran visibles. El chico podía regenerar su propia carne, pero sangraba abundantemente y pronto estaría tan sediento y hostil como un Porfiria. Además, ¿cuánta sangre usó para vencer al Cabeza de Halcón? Le llevaría semanas en sanar, aún alimentándose con sangre a diario para volver a usar la mano con normalidad.
–¿Dónde es que estamos en realidad? –preguntó parpadeando e intentando enfocar la mirada vidriosa. Varias gotas de sudor le escurrieron por la frente al notar que no había más que oscuridad alrededor de nosotros–. Nunca me dijiste qué diablos es éste lugar. –Se limpió el sudor con la mano sana, sus afilados caninos habían descendido necesitados de sangre. Estaba pálido como la muerte–. ¿Uno de los infiernos?
–Nunca lo mencioné para no espantarte. Eras demasiado chico para entenderlo.
Manifesté una venda de cinco centímetros de ancho y unas gasas para atender la mano herida. Una vez que terminé de vendarle cada dedo, acerqué una de mis muñecas a la boca del chico para acelerar el proceso de curación. Bastiam se volteó negándose a beber. Ahora se comportaba como un chiquillo. Jalé su mentón y pegué mi brazo a su boca. Una vez que Bastiam probó la sangre, no pudo evitar succionar. Lo necesitaba.
La última vez que Bastiam vino conmigo a La Penumbra tenía cinco años. Lo traje para curar la herida de la carabina de un cazador que lo confundió con un animal. Fue por ello también que decidí entrenarlo para defenderse y matar desde temprana edad. Los niños daimones son vulnerables y enfermizos. No son tan fuertes hasta que alcanzan la adolescencia. A Bastiam le tomó varios años lograr dormir solo después que lo traje a La Penumbra. Su nana Hester solía citar para él el quinto principio del Kybalión: «Todo fluye y refluye, Bastiam. Hasta el mar revuelto logra calmarse», y eventualmente así fue.
–Esto no es un infierno –expliqué–. Eees... una antesala. La Sombra fue un error que cometí al volver de los Campos Asfódelos y esto es con lo que nos topamos cuando le pedí que me llevara de regreso. Según él, es La Penumbra.
Y volvió por quien lloraba Garret. En lo personal La Sombra es mi personaje favorito. ¿Ustedes qué piensan? ¿Qué les parece La Penumbra? ¿Comprarían boleto de turista para ir ahí? (Dios, qué tarugadas dice este escritor). Ahora sí tendrán un pedazo de esa oscuridad destructora y encantadora.
La canción del video es de Blues Saraceno, Dogs of war y la he agregado a la lista de HEREJE de Spotify.
Espero que les haya gustado esta tardía actualización. Ya saben las fiestas, invitados, viajes, etc... a veces intervienen en las actividades que más nos gustan. In- ten- so. Ahora mismo me abandonaron en un café y no me queda más que editar, así que igual y publico pronto otra parte. 🤞🏼
Les deseo un feliz año nuevo por si no nos leemos antes.🙌🏼 💫
Abrazos de sangre.
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