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15 Alarido de sirena


¡Seee, dos actualizaciones seguidas! Es la Navidad que ya está en la puerta. La siguiente es una escena hot que espero disfruten. 

Enfrente de mi asiento yacía el tarro de cerveza de barril sin beber más un pequeño vaso de tequila, que de seguro agregó ella. Exhalé llevándome el smartphone a los labios y por poco tiro el estúpido aparato que se me resbaló de los dedos por un espasmo. Lo pertinente sería abandonar a mi dulce objetivo y esperar a Bastiam afuera. Me estaba volviendo demasiado torpe sin la sombra. En cuanto la sombra se liberara del artilugio, arremetería contra Bastiam. Él y la sombra nunca supieron llevar la fiesta en paz.

Bah, había que romper con la monotonía de todo este asunto. Después de todo, si algún porfiria rondaba el Fox & Fiddle, ¿no sería lo más noble hacer de caballero en armadura e ir en busca de una doncella a proteger? Además, pronto no habría tiempo para ociosidades. Caminé entre las mesas cerca del área de billar. Ajusté mis sentidos al ritmo cardiaco de la doppelgänger que se encontraba en los tocadores femeninos. Me enfoqué en filtrar el sonido para escuchar la conversación que llevaba con otra mujer.

«Paul is nice», dijo Lily y era una completa tortura. La cadencia de las palabras, la entonación, la tesitura, la risa... Malditos espectros de los trece infiernos. Sonaba igual a ella.

«There you go!», continuó la doppelgänger. «Put some ice at home. Take this with you, and take Paul too.»

Risas.

Vacilé un segundo afuera de los baños. ¿Estaba untándole un ungüento? Sofía hubiera hecho eso. Una pequeña mujer rolliza de rasgos orientales salió apestando a árnica. Su frente brillaba por una grasa que le cubría un abultamiento rojo. Adentro, la bella doppelgänger se hallaba sola. Lily lavaba sus manos cuando entré. No se retocó el maquillaje como esperaría de una mujer que sabe sobre su propio magnetismo. Se secó las manos con una toalla de papel y se recargó de espaldas al lavabo para mirarme.

–Tu baño está tras la otra puerta, buddy.

Me recargué junto a ella imitando su postura, evitando a toda costa mirar el gran espejo detrás. Un ligero acelere en el ritmo de los latidos de la doppelgänger, más el movimiento inquieto de una de las botas delataron su nerviosismo.

–No me dijiste qué soñaste –dije devolviéndole el teléfono.

–Ah... yoo –titubeó ella intentando disimular una sonrisa– no sé por qué me acerqué a decirte eso. Creerás que soy una loca.

Lily se acomodó el cabello detrás de una oreja y se humedeció los labios, gesticulando de la misma forma que solía hacer Sofía cuando estaba nerviosa. Qué demonios. Entonces una duda amarga anidó en la boca de mi estómago. No, estúpido, no. Sería imposible. Culpé a la voz, al lunar, a ese cuerpo copiado por la despiadada madre naturaleza. Posé mi atención en el cuello descubierto donde se hallaría la respuesta a mis dudas. Ese hálito vital que circulaba por sus venas portaría aquello que no pude salvar de los campos Asfódelos. Antes de que el momento trágico en el que vi el alma de Sofía desaparecer viniera a mi mente, la doppelgänger se inclinó hacia mí, chocando un hombro con el mío.

–Porque está de locos ¿no? De hecho no lo recuerdo bien. Soñé con un tipo rudo y vestía parecido a ti, con botas de motocross. Debió ser por tus botas y la gabardina negra. ¿No te gustan las agujetas?

La voz le cambió; se le escuchó más aterciopelada. Joder, estaba excitada. Lo detectaría a un kilómetro. Ese extraño lunar en su hombro comenzaba a molestarme. Ahora que estaba tan cerca de ella, era idéntico.

¿Me abofeteará si la jalo para robarle un beso?

Debía de dejar de atacar sexualmente a las doppelgängers. No ganaba nada de provecho. Estaba resistiendo hacer una movida más atrevida que mirar esa redonda mancha negra en su hombro con insistencia.

–Yyy ¿entraste al baño de mujeres para buscarme o...?

Para antes de que terminara esa pregunta, la alcé contra una pared introduciéndole la lengua en la boca. Nunca fuí bueno para evitar caer en tentaciones. Lily me envolvió con las piernas. Yo la sostuve por el derrier y le acaricié la base del culo, trazando la línea entre sus nalgas. Podría gozar de ese centro una vez que le arrancara la gruesa mezclilla. La aprisioné con el cuerpo para sostenerla, apachurrándole los pechos esponjosos que palpé sin resistirme. Si su vagina sabía tan bien como su boca, sería la mejor noche de mi vida en mucho tiempo. Lástima que no podía entretenerme mucho.

De cualquier forma no era el mejor sitio para hacer algo íntimo. Los baños públicos nunca fueron mi espacio favorito para tener sexo y no era la mejor ocasión para distraerme. Además, estaba excitándome demasiado rápido. Mis malestares físicos se evaporaron. Y es que la chica resultó ser feroz besando, con la boca bien abierta y apetente. Me correspondió de una forma perfecta. Perfecta en cómo sabía, perfecta en cómo se sentía. Podría perderme en la sensualidad de este momento, sí; sin pensar en morderla, sin pensar en matarla, sin pensar en a quién besaba. Pensaba sólo en la acuosidad que circulaba de boca a boca. El beso que comenzó con pasión brutal se volvió un beso lento de añoranza. La osadía con la que sobaba entre sus piernas se convirtió en caricias y gentileza. Ella gimió en placentera satisfacción recorriendo la amplitud de mi espalda. Metió sus manos bajo mi playera para tallarme el torso, enterró los dedos entre mis vellos y el borde de mi pantalón. Jadeó de satisfacción, y fue ese sonido lo que me despertó. Era un sonido tan palpable, pero tan bizarro y fuera de contexto. Demasiado real. Mis caninos estaban a punto de romperme la encía para surgir. Olvidé por un instante dónde estaba y en vez de estarme manoseando con la doble, debía salir de ahí para encontrarme con Bastiam. Podía dejar a Lily para otro día, después de todo dentro de poco sería notorio que la chica no se encontraba en su espacio laboral.

La solté abruptamente y para crédito de Lily, que cayó con firmeza sobre sus botas, se limitó a inhalar aire y a limpiarse la saliva que el beso le dejó. Me volteé de inmediato para que no notara el cambio en mi semblante. Ella ni siquiera me llamó. Tras abandonarla, salí del establecimiento. Fue como haber caído bajo el encanto de un alarido de sirena. Me acomodé el miembro de manera que el pantalón no me rozara tanto. Por Hermes, necesitaba una ducha helada.

Para complicar la noche, divisé la falta de luna. Así que la luna nueva era lo que le estaba dando fuerza a la sombra. Siempre sucedía así con la ausencia total de luz natural. Una lenta levitación de fragmentos blancos, como pequeños trozos de nube ya caía desde el cielo. Era la primera nevada del año.

Fue tras una luna nueva medieval, que los nobiliums me ataron para hacerme dócil. Mi sombra estalló en un frenesí asesino que pudo haber acabado con la sociedad daimónica. En la actualidad la gente no se percata de la negrura que una luna muerta trae. Ni siquiera todas las luces navideñas ni el exceso de luz del que los torontonianos abusan subyugaría la oscuridad total que en verdad reina.

Me relamí los labios, soportando la tensión sin descargar que se había acumulado en mi entrepierna. Quizás ésta doppelgänger en particular llegó a mí para que me olvidara por completo de Sofía. Quizá todas fueron una oportunidad que abordé de la misma manera y ahora debía hacer lo opuesto, lo correcto: no involucrarme y no llevar a una mujer inocente a su destrucción.

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