14 Charla de cortesía
–¿Me creerías si te dijera que te soñé? –preguntó ella.
Por lo visto Lily, con su audacia, confirmó lo que dijo Victoria acerca de la «coquetería» y se le daba fácil acercarse a un hombre. Apostaba que a varios les había hecho la misma pregunta. Le hubiera creído que soñó conmigo si se me hubiera acercado de esa misma forma cuatrocientos años atrás. Como la vez que me topé con la primera doppelgänger de Sofía. En ese entonces me aproximé a la doble con precaución y altas esperanzas. Cuánto añoré que Sofía reencarnara, que desafiara las leyes naturales y su alma volviera a nacer para regresar a mí. Las cosas, sin embargo, nunca son tan sencillas. Por fortuna, ya contaba con la sombra para sacarme de aquel engaño.
Eran más de las cuatro y media de la tarde cuando el descenso de la puesta de sol me trajo un enfriamiento terrible. Venía experimentando una combustión y ahora un enfriamiento del infierno. Estiré y encogí el cuello con desagrado.
–Oye, ¿te encuentras bien?
Entrecerré la mirada. Esta era una charla de cortesía que no tenía ninguna finalidad más que prolongar el encuentro sexual. Ambos lo sabíamos.
–Nunca había estado mejor –respondí con fingida cordialidad. Podría seguir con el diálogo innecesario o ir directo al grano, llevarla a algún rincón oscuro, fornicar con ella y vaciarle las venas para no pensar en otra copia por otro par de décadas o si tenía suerte, por un siglo entero.
La doppelgänger se desabotonó la gabardina y se arregló el cabello corto sin despegar de mí la mirada. El parecido era magnético, mas ahora que la tenía tan cerca noté los detalles que la diferenciaban. Uno de esos era el aroma, escondido debajo de la potencia de ese asqueroso perfume. No negaría que era similar, pero similar no era igual. Quizá Lily guardaba un parentesco lejano con el árbol genealógico de Sofía y a eso se debía la fuerte semejanza. Los latidos de su corazón, por otro lado, se escuchaban más lentos y fuertes. Era una mujer más saludable en comparación con el promedio de las mujeres de la Edad Media. El corazón de Sofía latió en vida alrededor de 75 pulsaciones por minuto y el corazón de ésta mujer latía muy por debajo, tanto, que cabía la probabilidad de que fuera una atleta.
–¿Nadas profesionalmente? –pregunté despertando a Lily del aturdimiento. Incliné el cuerpo hacia ella para hablarle al oído y olerla. La recorrí con la mirada desde el rostro, el mentón y el cuello hasta la línea profunda de esos senos redondos. Pintaría un cuadro con ella desnuda y desangrándose en mis brazos, con las piernas alrededor de mí.
–¿Disculpa? –respondió levantándose. Retrocedió un par de asientos como si reflexionara sobre lo que estaba iniciando al abordarme–. Aah, nadé en el equipo de la universidad, pero ahora lo hago para mantenerme en forma.
–Se nota el trabajo –aprecié.
La intuición de Lily debió avisarle que tuviera precaución. Tomó sus cosas y se pasó al otro lado de la barra donde saludó a Chad sin despegar la vista de mí. Ya no me miró con coqueteo, sino con nerviosa insistencia. Intercambió lugares con su compañero, quien le susurró un Take it easy, beautiful: «llévalo con calma, hermosa».
Tras quitarse el grueso abrigo, la chica comenzó a atender a la clientela. Dirigía una que otra mirada en mi dirección de vez en cuando. Limpió la barra y se alejó al otro extremo para atender a un grupo de hombres. Se movía de una forma experta y cargada de seguridad delante del vitral de botellas ámbar. Sabía responder, cuándo coquetear y cómo darse a respetar. Debía llevar años en ese tipo de empleo.
¿Cómo habría sido Sofía de haber nacido en una época más liberal como la época moderna? ¿Parecida a ella? ¿La discriminarían por sus creencias? Incluso en ésta época la mayoría de la gente la hubiera aislado o evitado si ella hubiera revelado lo que escribió en la tierra aquella tarde. La intolerancia religiosa es, después de todo, una de las grandes razones por la que los humanos aún guerrean. Solo para molestar a las doppelgängers, les preguntaba en qué creían, aunque el nivel de confianza que me tuvo Sofía no se alcanzaba con llevármelas a la cama una o dos veces. Desde luego, ninguna respondió lo que quise escuchar.
–¡Oye, Garret! –me llamó la doppelgänger–. Tienes una llamada en mi teléfono.
Me acerqué despacio, inclinando la barbilla hasta el pecho, imaginando todo lo que quería hacerle. Tenía tiempo que no me divertía en el juego de la seducción. La chica no emanó miedo, sino algo entre excitación y agresividad, y cómo me provocaba eso. Sin despegar los ojos de los de ella, me senté de nuevo a la barra donde Lily me extendió el aparato. Lo tomé rozándole la piel en un movimiento adrede que duró más de lo debido.
–¿Qué sucede, Bastiam? –respondí fijando la vista en mi presa. Ya sabía de quién vendría la llamada.
–No cargas el smartphone que te di.
–Ya sabías a dónde venía, no era necesario que me pusieras un GPS.
–¡Iré por ti!
Bastiam, Bastiam, Bastiam.
Debía tenerle paciencia al muchacho. Me levanté de mala gana para asomarme por el cristal de la puerta. Era la hora predilecta para que los jóvenes salieran a las calles a divertirse. Si algún porfiria se acercaba entre los caminantes, sería difícil distinguirlo, aunque haría más entretenida la cacería. Un escalofríos me subió por la espina. Necesitaba a la sombra de regreso para sentirme normal, eso sí. La rabieta que esos dos tuvieron al intentar retenerme era como un cadáver apestoso que pronto saldría a la luz. Lo que se traían esos daimones bisoños no me emocionaba en lo más mínimo. Odio que me oculten cosas.
–Te colgaré Bastiam –anuncié cambiando de mano para evitar tirar el maldito aparato. Mis dedos estaban incontrolables por la ausencia de la sombra.
–Es de vital importancia que permanezcas donde estás hasta que yo llegue.
–¿Alguna necesidad paternal de última hora?
–Garret, tenemos que hablar de varias cosas –insistió Bastiam. Fruncí el ceño al escuchar a Victoria susurrarle un «No le digas por teléfono, es evidente que no sabe», por lo que Bastiam desvió la conversación–. Oye, esa cosa oscura que tanto quieres es más peligrosa de lo que crees.
–Oh, ¿en verdad? –sonreí.
–Está rompiendo el artilugio.
–¿Ajá...?
–Búrlate cuánto quieras, pero siempre te he dicho que no es seguro que cargues con algo tan inestable como esa sombra. Su energía es demoniaca.
–Y yo siempre te he dicho que no tienes derecho de sermonear a quien te limpió la mierda del culo.
–Hester se ocupaba de mí.
–Tu nana no estaba contigo todo el tiempo.
–¡Cómo sea! En este breve tiempo de la puesta del sol ya escucho voces. ¡Como si la cosa pudiera hablar! No puedo trabajar así. Recibí dos reportes de ataques por Porfiria y esta cosa... La siento moverse. No me deja pensar. No debiste marcharte.
Contuve una carcajada.
–Sabes que toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa.
–Y nada escapa a esa Ley. Gracias Hermes.
–No debiste robarme, además no te crié para lloriquear. Si me hubieras regresado la sombra antes, me hubiera encargado de que no hubieran muertes. Y sabes cómo odio el sinsentido de los estúpidos «hubiera», ergo tenemos un problema.
–Las muertes reportadas ocurrieron cerca del pub donde estás.
–Y ¿atraparon al culpable?
–Sabes que las Fuerzas Hor son eficaces.
–Evidentemente no si me estás llamando con tanta urgencia. –Troné la lengua y caminé por el pasillo alejándome del área de la barra–. Esas ratas se acobardan cuando huelen a sus muertos –bostecé. ¿Cuánto tiempo tardaría Bastiam en revelar lo que quería decir? El crío siempre daba muchas vueltas verbales antes de escupir lo importante–. Has que lo entierren en el patio de Victoria –recomendé–, a menos de un metro de profundidad y tendrás un repelente que durará varias noches. Nunca falla. Podrías colgarlo en algún lado aunque apestará a azufre cuando amanezca y se queme, además puede que rompa con el estilo moderno...
–¡No hagas ninguna tontería, Garret! –exclamó Bastiam en tono exasperado–. Sé por qué estás allí. ¡No vayas a matar a Lily!
–¿Y qué si tengo una apetencia de Lilys hoy? Prometo que no le dolerá y será rápido. Además, si la mato yo, su alma no morirá y pasará un buen rato.
–¡Garret!
–Sabes que bromeo. Hago investigación de rutina. Cualquier allegado a la descendiente del rey merece mi observación, pero no me quedaré mucho tiempo.
–Iré en camino –farfulló Bastiam. Si la sombra estaba rompiendo el artilugio que Bastiam guardaba en la mano, debía dolerle–. Hablaremos en serio y te devolveré la sombra.
–Oh. ¿Ahora sí en serio? ¿Y cómo me devolverás la sombra? Creí que necesitabas que fuera media noche.
–Así debe ser, pero intentaré devolvértela. No he tenido tiempo de estudiarla para poder separarla y... la oscuridad le ha dado fuerza. Ya no la soporto.
¡Separarla! Reí entre dientes ante las pretensiones del muchacho. Casi no podía pensar sin ella y este tonto quería separarla por siempre de mí. Lo mejor era persuadirlo a devolvérmela lo más pronto posible.
–Está bien. Te esperaré.
Debía admitir que hasta a mí me costaba dominar a la sombra para evitar que liberara ese instinto natural asesino con cualquiera, aunque tenía la seguridad de que no dañaría al muchacho... gravemente. Si yo me sentía como la mierda, la sombra debía estarla pasando igual de mal. Oprimí para terminar la llamada y giré para devolver el aparato a Lily que... ya no estaba donde la dejé, ya que había abandonado la barra.
¡Por fin actualización! Seeee. Y comienzan las apuestas. ¿Le clavará los colmillos o la matará, o le clavará los colmillos y la matará?
Quédense. Estoy editando y creo que le echaré candela a otra parte más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro