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La rosa 4

Prisma lanzó una onda de magia que lo lanzó al suelo.

—¿Has perdido la cordura? —Sus dientes se volvieron afilados y sus uñas se transformaron en garras. En aquella pequeña habitación de ladrillos grises y armas no podía transformarse completamente, aunque deseaba hacerlo para arrasar con fuego el mal que ella misma ayudo a forjar.

Rubín se levantó del suelo con elegancia y se acomodó la corona. Los ojos le brillaron de una forma que distaba mucho de ser humana.

—Verás, los magos están obligados a defender el reino. —Sacudió el polvo de sus mangas—. No pueden negarse o la magia los consumiría. Los antepasados de Galem hicieron un trato para poder vivir entre nosotros sin ser considerados una amenaza. ¿Quién diría que siglos después los dejaría en desventaja? Es un sirviente de la corona y obedecerá mis órdenes.

Prisma maldijo. Sabía que los magos habían sellado un trato para conservar su humanidad, a cambio, actuarían como intermediarios entre dragones y humanos. Su vida era eterna, atada por siempre a la soledad y el servicio.

No te atreverías.

Rubín caminó hacia ella y apoyó la mano en su cuello, lo apretó ligeramente. Luego la deslizó hasta el centro de su pecho, donde trazó una espiral. Prisma la apartó con brusquedad, estaba asqueada.

No me toques.

—Oh, estoy seguro de que nuestro amigo en común lo ha hecho por mí —ronroneó el príncipe—. Tantas transformaciones y nadie para compartir tu solitaria vida. Bueno, si hay alguien, pero ama más la magia que a ti.

Prisma se encogió ante sus palabras. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Él la había engañado.

Eres un veneno para este reino —escupió.

Me halagas.

No te ayudaré a destruir a otros por tus deseos de poder. ¿Alguna vez nos amenazaron o fue otra de tus mentiras?

El rey se llevó un dedo al mentón, fingiendo pensarlo.

—Tarde o temprano lo iban a hacer. —Dio un paso hacia ella, Prisma retrocedió—. Fue demasiado fácil convencerlos, solo tuve que mover los hilos y cuando nos enviaron un "mensaje" con las cabezas de nuestros soldados... —sus labios se extendieron en una amplia sonrisa-, nadie preguntó. Ciertos sacrificios son necesarios.

Prisma hizo flotar las espadas y lanzas en las paredes y las apuntó en su dirección. Un solo movimiento de sus manos y lo mataría, aunque luego fuese castigada por ello.

—Verás, tengo un comodín —dijo Rubín, tocando con el dedo índice una de las espadas—. Siempre estoy un paso por delante, querida. No necesito a los dragones, solo su magia.

Nada me impedirá que termine con tu vida ahora mismo. No me importa romper el tratado de paz, no cuando una amenaza se extiende por el reino disfrazado de rey.

Rubín puso los ojos en blanco.

No soy el único rompiendo reglas, tu amiguito Vall me ha contado mucho sobre ti. Y es que no le quedó otro remedio, es fácil hacer hablar a un dragón cuando le estas cortando las alas.

Prisma tragó. Podía sentir el fuego subiendo por su garganta, pidiendo salir.

No te creo, Vall nunca vendría aquí.

Tienes razón, nunca abandonaría la seguridad de la montaña a menos que su amiga estuviera en peligro, y eso fue lo que le hice creer.

—¿Dónde lo tienes? —gritó.

Lo dejaré vivir, si a cambio me das lo que necesito. Te aviso que no le queda mucho tiempo. El corte no fue parejo y si no deja de sangrar, morirá.

Prisma soltó humo por la nariz.

La magia tiene vida Rubín, si no te mato hoy ella lo hará. Tu sangre está maldita, pagarás por cada gota que has derramado y por el crimen que estás cometiendo. El tratado se ha roto, desde hoy, los dragones seremos independientes y actuaremos de acuerdo con nuestras propias leyes. La montaña Dragón será nuestro hogar y cualquier humano que ponga un pie en ella, morirá.

Rubín frunció el ceño.

No aceptaré tus estúpidas reglas. Nuestra comida proviene de allí y los dragones son nuestra primera línea de defensa, no renunciaré a nuestra mejor arma.

Lo harás, si quieres eso que tanto anhelas nos dejarás ir.

Prisma salió por la ventana convertida en dragón, las personas la señalaban y corrían asustados al verla sobrevolar las casas. Podía hacer arder el reino mismo, pero sus habitantes no tenían la culpa de la maldad de a quien llamaban «rey». Al llegar a la montaña nevada, soltó una bola de fuego que iluminó el cielo. Era la forma de convocar a todos los dragones a una reunión de emergencia. Prisma esperó que estuvieran todos para contarles lo que Rubín planeaba hacer y la captura de Vall.

Pensé que estaba contigo —replicó el líder, un dragón de color verde con cuernos blancos, la fulminó con la mirada—. ¿Dónde estabas, Prisma?

—Dreg, eso no es importante ahora —dijo su madre, dando un paso al frente—. Tenemos que enfrentarnos a esta nueva amenaza y rescatar a Vall.

¿Propones ir a la guerra, Zafiro?

Es momento de luchar contra quienes una vez consideramos amigos.

Los dragones rugieron en acuerdo, Prisma se unió a ellos. «Aguanta, Vall», suplicó esa noche a las estrellas y al viento. No durmió y tampoco los otros dragones lo hicieron. Eras de paz habían llegado a su fin y todo había sido por su culpa.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas cuando abrí los ojos. Obsidian y Jasper me observaban fijamente. Tragué, aún sin poder hablar.

—Tú... —Obsidian negó—. Mi padre nunca me contó que ustedes...

Carraspeé, intentando recuperar la voz. Un viento cálido se enredó entre mis dedos, dándome aliento.

—La amaba. Iba a renunciar a todo por ella, pero la guerra se nos adelantó y el mismo destino que nos había unido... nos separó.

—¿Qué sucedió después? —preguntó Jasper.

Incliné la cabeza hacia el príncipe. Jasper había aligerado un poco la fuerza con la que sostenía la espada y su postura, pero su mirada seguía ardiendo por continuar luchando.

—Prisma vino a verme una semana después, me contó lo que había sucedido y entre los dos, ideamos un plan para liberar a Vall.

Obsidian ladeó la cabeza.

—Él me contó de su captura, pero en mis recuerdos, tenía ambas alas.

Asentí.

—Rubín quería intercambiarlo por un catalizador y Prisma quería liberar a los dragones del tratado, también crear una barrera mágica alrededor del reino para que Rubín no pudiera avanzar con sus ejércitos. Necesitábamos una magia poderosa, única, si queríamos tener una oportunidad de derrotarlo.

—La rosa —jadeó Jasper, uniendo las piezas. Levantó la cabeza para observar el muro invisible que nos rodeaba, atrapando al reino dentro de una burbuja. El mundo exterior podía cambiar, pero Drakros permanecería para siempre congelado en el tiempo.

Obsidian gruñó.

—Nuestro tesoro más sagrado. Una rosa nacida de las almas de los dragones muertos que yacen en la cima de la montaña. El recuerdo de que la vida no muere solo se transforma.

—¿Cómo fue que él...? —Jasper negó—. No importa, al final perdimos todos.

Levanté la cabeza hacia la esfera y proyecté los últimos recuerdos, los más dolorosos. Sabía que moriría aplastado por la magia cuando cortará los lazos que los sostenía, solo esperaba que mi sacrificio no fuera en vano y esta absurda guerra llegara a su fin.

***🌹***

N/A: Ya queda poco para conocer el origen de esta tradición de hierro y sangre entre dragones y humanos. ¿Lograrán rescatar a Vall? ¿Prisma le dará la rosa al rey? ¿Qué sucederá con Jasper y Obsidian después de conocer la verdadera historia? Te invito a descubrirlo en los próximos capítulos 😊 y mientras esperas, puedes pasarte por mi otra historia: Del otro lado del lago, también disponible en wattpad.

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