VEINTIUNO
CAPITULO XXI: El hijo de Jaha.
Día 30 de la desaparición de Eire.
Tristan escasamente y había podido cerrar sus ojos para descansar, luego de su inesperado encuentro con Kalen y Fergal tuvo que idear un plan, en realidad, tuvo que agregarlos a sus planes.
Se encontraba bebiendo café con leche casi ardiendo –su compañero de cada fría mañana– admirando la lejanía de su precioso reino, al que se imaginaba creciendo cada día más y más.
Imaginaba también a su hermana sonriendo a su lado, expresandole lo bien que hacia su trabajo, sin embargo Eire no estaba allí y eso lo estaba marchitando cada segundo.
Morgana entró a su oficina abriendo de manera brusca las puertas –acto que se le hizo costumbre– con pergaminos que emanaban hedor a lavanda, aquel que el pelinegro comenzaba a detestar.
–Descubrí lo que hacían tu madre y tu hermano. ¿Sabes que ella tiene diez compañías a su disposición?; claro que no lo sabes, nadie lo sabía...
–Buen día –Murmuró con tono sarcástico, sin apartar su mirada azul del ventanal –. Si lo sabíamos, todos aquí lo sabíamos.
–Lo que no sabes es lo que hizo.
–Pues, dime.
–Ella envió a sus hombres a buscar a la princesa –Tristan asintió, eso no era nada nuevo –y la encontraron –El pelinegro realizó un movimiento extraño en cuanto casi se ahogaba con su desayuno. Volteó para al fin dirigirle la mirada a la mujer morena que le hablaba.
–La encontraron... -Murmuró más como una pregunta.
–No es lo que parec...
–Dime–Interrumpió alzando la voz.
–La encontraron pero no estaba sola.
–¿Con quién estaba?
–Una muchacha, una pueblerina ordinaria –Tristan ladeo una sonrisa con obvies.
–Todas son ordinarias a comparación con mi hermana, ahórrame detalles –Ordenó.
–Tristan, no estaba solo con esa muchacha, estaba con el criado –Los ojos azules se oscurecieron, sus pupilas se dilataron como en cámara lenta a medida que los cabellos en su nuca se erizaban.
–¿Qué? –Expectoró impetuoso –Tráeme a esos hombres, los quiero a todos aquí y que mis guardias les corten un dedo por cada negativa por su parte.
–Tristan, hay más... –Respondió con misterio en su palabra.
***
Día 18 de la desaparición de Eire.
El mundo en los sueños de Eire siempre era el mismo, un prado con dócil pastizal verde oscuro bañado con achicorias -unas peculiares florecitas de color lila- y angelitos que solo florecían en algunas quimeras.
Sin embargo, el tono gris del cielo ahora se encontraba marrón oscuro haciendo juego con el suelo completamente árido y en algunos casos con el polvo consumiendo sus pies.
Lennox se hincó para acariciar aquel lugar que se había vuelto tan desagradable a la vista y antes de siquiera hacer contacto, sus yemas ya se sentían ásperas. Su piel se había secado porque aquel lugar estaba destruyéndose.
Lennox estaba tan acostumbrado al ambiente que la princesa había creado, que le era imposible creer que se encontrara en ese estado tan deplorable, porque si: Lennox se colaba en la mente de Eire desde que tenía aproximadamente trece años y descubrió que los ojos verdes de ella, le encantaban.
A medida que pasaron los años, él quería alejarse de aquella travesía infantil pero simplemente no podía a tal punto de convertirse en algo cotidiano para ambos y mientras tanto Eire creyendo que soñaba con él.
Pobre de la muchacha, si se enterase que ninguno de esos fueron ensueños, se pondría como trastornada y probablemente defraudada pues, ella se atrevió a decirle que lo quería por el mero hecho de creer que era un simple sueño.
El rubio alzó su mirada hacia el árbol en donde alguna vez se emprendió a acariciar el rostro de la princesa descaradamente y luego la dejó sola. Dándole la espalda se encontraba ella, con una versión descuidada y sucia de su vestuario, observando de manera siniestra aquellos troncos secos, carentes de vida.
–Eire –Gritó mientras aceleraba el paso hasta acercarse a ella.
Primero, ella volteó su rostro y echó una ojeada a Lennox, entonces volteó su cuerpo para dejarlo en la misma sintonía.
–Lennox –Sonrió débilmente. El rubio concentrándose en su rostro, pálido y con lágrimas ensuciándole sus mejillas. Aun así ella no reparó en su presencia y se volteó nuevamente.
–Eire, tiene que despertar.
–¿Estoy dormida? –Preguntó curiosa.
–Sí, hace dos días que lo está.
–Si estoy dormida, esto es un sueño –Objetó ignorando su pedido, a los segundos comenzó a ensanchar su sonrisa, una sonrisa que Lennox no veía porque ella le daba la espalda –y los sueños son estrellas sin sombras.
Canturreó si coherencia alguna, el rubio rodó los ojos y acarició su sien; si Eire se encontraba en estado de inconciencia iba a ser mucho más difícil mantener una conversación afín debido a que su cerebro no funcionaría igual.
–Eire, te ordeno que despiertes –Alzó la voz.
–Lennox, tu no me das ordenes –Susurró acercándose a él de manera peligrosa. Alzó su mano y lo abrazó por su cuello, sin poder evitarlo quiso devolverle aquel acto de afecto pero en su lugar quedó completamente petrificado.
Eire lo estaba bloqueando.
–Princesa–Llamó con dificultad. La muchacha abrió sus ojos y se removió para mirarlo fijo, aún con esa tenebrosa sonrisa de gato –. Tiene que pensar en mí.
Pidió para poder volver a tener dominio en ese lugar, si ella lo asediaba, él podía desaparecer.
–Siempre lo hago –Murmuró con sus orbes brillando.
***
Día 30 de la desaparición de Eire.
Morgana persistió en silencio causando que Tristan se pusiera ansioso, algo curioso en el pelinegro.
–¿Qué más hay? Habla ya –Ordenó.
–Su atención, el Marques Demetrio Markot de Eshada y Furcsa –Anunció el guardia que se encontraba custodiando su puerta, interrumpiendo la conversación. El Rey frunció sus cejas confundido, no recordaba haber pactado una reunión con un Marques y mucho menos con alguien que no tiene nada que ver con su reino.
–Adelante –Respondió. Después de todo, no iba a ignorar una visita.
Morgana se posó al lado de su ''amante'' y no realizó reverencia alguna ante la imponente presencia del Marques, porque su jerarquía era más alta que la de él. En el castillo, sin la presencia de la princesa Eire y el príncipe Kennet, ella era la segunda persona más poderosa.
Demetrio, de altura promedio pero con enormes músculos y ojos brillantes, la miro remojándose los labios disimuladamente. Acto que al parecer Tristan ignoró completamente pero que llamó la atención sorpresivamente de Morgana.
–Su alteza –Dijo el Marques bajando su cabeza, a modo de reverencia. El pelinegro lo observó de punta a punta y luego habló:
–Debo confesar que su inspección es completamente inesperada.
–Su alteza, lamentamos este inconveniente. Creímos que su hermano le había avisado –El rostro de Tristan se transformó a uno de comprensión total.
–Kennet no es de lo que informan.
–Su atención, el Principe Lysandro Leod de Furcsa –Interrumpió una vez más el guardia.
–Adelante –Ordenó con cierto pesar en su voz. Otra visita indeseada.
A Tristan nunca le había agradado Lysandro; se habían conocido por primera vez a los catorce años cuando fueron a cazar con sus padres.
Tristan, siempre tan perfecto en todo lo que hacía, había logrado cazar quince conejos, siete liebres y una docena de pescados, en cambio Lysandro solo juntó una liebre. Al final de la tarde, cuando debían mostrar sus logros, Jaha decidió que Tristan había robado cosas de Lysandro porque era imposible que haya cazado tanto. Ese acto injusto, es solo el primero en su lista de razones por las cuales odiar al príncipe de Furcsa.
–Su alteza –Saludó con una enorme sonrisa. Tristan solo hizo un gesto con su cabeza a modo de respuesta –la última vez que te vi eras un príncipe a punto de golpearme fuerte –Recordó y lanzó una carcajada –pero eso fue hace muchos años, no somos niños ahora.
–Así es, no somos niños–Afirmó con dureza. Le hubiera encantado darle unos cuantos puñetazos en ese entonces, pero como siempre Jaha lo molestaba –¿A qué se debe su visita, Príncipe? –Preguntó sin preámbulos.
–Un trato y una desilusión.
–Los días de negocios son los miércoles a las seis de la tarde, en punto, puedes venir la próxima. Te agradezco –Contestó haciendo un ademan con sus manos a modo de ya-vete.
–No con usted, alteza. Con Kennet. –Se apuró. El pelinegro alzó una ceja con confusión– ¿No está enterado? –El Rey entrecerró sus ojos con curiosidad –Kennet me ofreció la mano de la princesa –Su rostro se transformó gradualmente, mientras se acercaba a paso rápido hacia el cuerpo escuálido del príncipe.
–¿Disculpa? –Preguntó pasmado, con poca voz a causa de la sorpresa.
–Estamos comprometidos. Eire y yo.
***
Día 19 de la desaparición de Eire.
Luego de la peculiar escena de la noche anterior en la misteriosa mente de la Princesa, Lennox se propuso a irrumpirla una vez más.
–Tres días Eire –Avisó serio cuando se acercó a ella quien se encontraba nuevamente dándole la espalda.
–Tres días son en una semana –Murmuró sin sentido, otra vez.
–Eire, tienes que despertar, hace tres días que estas dormida.
–Pero no puedo salir –Escuchó el susurro en su oído izquierdo, quiso voltear para mirarla pero nuevamente estaba petrificado –. Lennox, mira nuestro árbol, no tiene color alguno –dijo con tristeza y por un momento, aquello fue lo más real que pudo expresar.
–¿Nuestro? –Susurró estupefacto, ¿Por qué Eire crearía un árbol para ellos?
–Tienes que decir cosas bonitas para que florezca de nuevo –Canturreó.
–Princesa, deje de cantar y escúcheme lo que le digo, vuelva conmigo.
–¿Por qué?
–Porque... -No lo sabía, no sabía la razón por la cual se lo pedía, solo quería que suceda y ya –No puede dejarme solo.
***
Día 30 de la desaparición de Eire.
–Eire y yo, y ya terminó el contrato, vine a tomarla.
–Lo dices como si ella fuera un objeto por el cual hay que firmar para poder hacerse con él, cuida tus palabras Lysandro –Se recompuso de inmediato y volvió a hablar con su característica voz firme y clara.
–Lo lamento alteza, tiene razón. Utilice mal las palabras –Alzó sus manos hacia su pecho. Tristan guardó silencio mientras continuaba mirando con intensidad al príncipe –. Ese es el trato y la desilusión, fue enterarme que ella lleva un mes desaparecida.
–¿Qué ofreces? –Murmuró luego de unos segundos de silencio.
Morgana lo miro consternada, ¿Acaso Tristan estaba entregando a su hermana así como lo había hecho Kennet? De cualquiera lo esperaba, menos de él. Tristan podría hacer cualquier cosa pero jamás lastimaría a Eire... o eso creía hasta el momento.
–Tengo a disposición veinticinco compañías, más de dos mil quinientos hombres, pondré a todos a buscarla y cuando la encuentre, me casaré con ella.
–¿Y si no lo logras? –Preguntó una vez más, está vez Lysandro bajó la cabeza buscando la respuesta correcta.
–Lo haré y no solo lo haré, sino que lo haré en dos semanas.
–Una semana para encontrarla, ni un día más y su mano será tuya –Negoció. Lysandro tragó en seco y asintió.
–Hecho.
***
Día 20 de la desaparición de Eire.
Cuatro días y Eire seguía inconsciente a pesar de los míseros intentos que hacia Lennox para despertarla.
–¿Así termina esto Eire? –Preguntó a su lado, sabiendo que ella no lo escucharía –¿Vas a permitir que un rasguño de la Ordenadora te destruya?
Observó su pierna, justo en donde su herida comenzaba a sanar a paso lento, las vendas –que constaban de un trozo de su camiseta- solo servían para cubrirla pues ya no sangraba.
–Un rasguño –Sonsacó con gracia una voz detrás de él –. Vaya insulto, lo mío es mucho más que un simple rasguño muchacho y te voy a dar una demostración a ti también.
La Ordenadora, quien surgió del polvo de la cueva en donde se encontraban, se aproximó a Lennox con la intención de tomarlo del cuello pero como si de un reflejo se tratase, el rubio se agachó y la abrazó en las caderas hasta empujarla al suelo.
Sentía que la caída nunca llegaría, aquello fue sempiterno, la corriente de aire hacia que su flequillo se peinase hacia atrás, dejando a la vista sus orbes plateados mientras la Risa de la Ordenadora resonaba por toda su cabeza. Estaba cayendo al vacío.
Y nunca llegó, la caída no sucedió, a su vez permaneció plantado frente a una puerta abierta de madera renovada, increíblemente parecida a la que tenía en su casa del palacio. Agitó su rostro, era todo una ilusión, la Ordenadora estaba haciéndole ver todo eso para distraerlo.
Un grito de dolor salió de entre las paredes de barro, por un momento creyó que sonaba como su madre, ¿Acaso la Ordenadora lo llevó hacia la mente de su madre? Lo oyó otra vez pero con más fervor y dolor.
Se dispuso a correr en su dirección a pesar de que la tenue luz que brindaba la luna era escasa, él podía ver a la perfección a oscuras, y como creyó hacia un momento, esa era su casa, la que compartió con su madre hacia menos de un mes, en la que fue infeliz.
Lo que vio lo dejó consternado, su madre, al menos dos décadas más joven, pálida, sudada pero feliz, tomando con solemne cariño la mano bronceada del Rey Jaha, quien le murmuraba que pujase. A sus pies, estaba una mujer sanadora, animándola a seguir pujando y contando sus respiraciones.
–Jaha n-no puedo... –Susurró con poca fuerza en su voz – seguir.
–Tu puedes Malvina, solo puja.
–Puja, falta poco –Interrumpió la sanadora, demasiado joven como para su profesión –¡PUJA!
Malvina se dispuso a dar su grito final, aquel al que le siguió un llanto agudo del niño que comenzaba a vivir en el mundo. Jaha se agachó para besar su frente manchada con líquidos incoloros y sonreír con sus ojos brillando.
–Es realmente precioso, es... –No podía ni siquiera explicarlo, ese niño era su tercer hijo y era el más amado, él único que deseo tener, era un verdadero fruto del amor.
–Awstin, me gusta ese nombre, ¿A ti cual te gusta? Mi amor –Murmuró Malvina.
Lennox sintió una patada en la mitad de su rostro, queriendo convencerse a sí mismo de que no comprendía esa escena que lo dejaba pasmado, estupefacto, sorprendido. Dio unos pasos hacia atrás hasta chocar su espalda con la pared y llevar su mano izquierda a su pecho.
«Mi amor»
–Creo que Lennox es un nombre precioso para nuestro hijo.
–Lennox Awstin Arwen –Murmuró feliz, con una sonrisa tan grande como el palacio.
Jaha de repente entristeció su rostro, mientras las cejas de Lennox se iban juntando. El Rey tomó su mano y negó causando que ahora sea Malvina quien transformase su semblante a uno de decepción.
–Jaha... creí que –Susurró con confusión –, creí que estaríamos juntos ahora que... nuestro hijo nació.
«Nuestro hijo»
El cruel frío bañó al Lennox de la pared, sus orbes se dilataron, dejó de oír sonidos a su alrededor... La Ordenadora lo llevó al pasado, ella le estaba mostrando su nacimiento. Ella quería que Lennox perdiera su equilibrio y tristemente... lo estaba logrando.
–Malvina, nunca te prometí tal cosa. Yo te amo tanto –Confesó mientras acariciaba su mejilla –, eres mi primer y único gran amor; pero soy un Rey y...
–Pero nos amamos –Interrumpió alzando la voz y en so rostro había un deje de esperanza.
Jaha cerró sus ojos y observó a la sanadora, mujer que había visto toda aquella escena, mujer que sabía demasiado. Miró nuevamente a Malvina, quien estaba amamantando a su primer y único hijo.
–El amor, ese es un lujo que no alguien de la realeza no puede darse.
–¡¿Qué es esto?! –Grito Lennox tapándose ambos oídos para no seguir oyendo tales cosas.
–La verdad –Respondió la Ordenadora con voz calma, en su semblante se notaba la felicidad de haber roto al muchacho de una vez por todas.
La mujer de piel color ocre y terroríficas pesuñas, se acercó a la pareja en discusión y los observó fingiendo interés en la charla.
–Jaha, mi hijo es un príncipe ahora y merece el mismo trato y amor que sus hermanos...
–¡No! –Gritó nuevamente el rubio, rogándole al cielo, volver a su realidad.
No quería escuchar esas palabras, no quería escuchar que era un príncipe, no quería escuchar que era hijo de Jaha, no quería escuchar que era hermano de Kennet, de Tristan, que era hermano de... Eire.
–Nuestro pequeño nunca tendrá el mismo trato que Kennet y Tristan, porque a él lo amo más que a nadie, es el hijo que más anhele, es hijo de nuestro amor Malvina y porque lo quiero, quiero alejarlo de este mundo, no quiero que sea príncipe, quiero que sea libre.
–¿Vas a abandonarnos? –Lloriqueó la mujer de cabello rubio blanquesino, los mismos que heredó Lennox.
–Nunca, siempre estaré a tu lado y Lennox, Lennox va a recibir las mejores cosas de la vida.
–¿Qué cosas? –Cuestionó su amada.
–Esta es mi parte favorita –Murmuró la Ordenadora dando pequeños aplausos –¿Puedes adivinar qué cosas tuviste tú, que el resto de tus hermanos no? –Le preguntó.
El labio inferior de Lennox tembló.
–Felicidad y amor –Respondió el muchacho haciendo unísono con Jaha que le respondía lo mismo a Malvina.
–Oh –Canturreó la ordenadora con ternura fingida –. Que escena tan conmovedora, ¿Qué dirá tu padre cuando se entere de que has secuestrado a tu hermana y que te has enamorado de ella?
–Yo, yo no –estoy enamorado de ella; iba a responder, pero ella interrumpió.
–Estas enfermo Lennox, eres repugnante, sin duda alguna –Lo miró fijo intentando ver en su mente, pero ella no podía hacer tal cosa.
Lennox no pensaba cortar con esa guerra de miradas, sus orbes comenzaban a moverse de manera curiosa, causando que la Ordenadora se sorprendiera; levantó su mano y realizó un chasquido que dejó al muchacho en estado de shock dejándolo en su realidad.
Lennox cayó al suelo, volviendo a su posición como si estuviese empujando a la Ordenadora. Su rostro se golpeó en su totalidad contra el suelo de tierra, haciendo que unos granos de este quedasen entre sus labios. Se limpió inmediatamente y observó en todo su alrededor... No había rastros de la mujer, la desquiciada Ordenadora.
***
Día 30 de la desaparición de Eire.
Luego de su almuerzo, era costumbre de Tristan recorrer la totalidad de su castillo y admirar el trabajo que realizaban todos sus criados, desde el césped cortado hasta los barrotes de los vidrios bien pulidos. Todos hacían un trabajo excelente y eso era un mimo al alma del pelinegro.
Le encantaba la perfección.
–Sin duda eres un artista en la poda –Elogió a un jardinero que cortaba un pequeño árbol para dejarlo en forma de cubo. El muchacho, sorprendido se volteó y le hizo una reverencia.
–Muchas gracias, su alteza –Tartamudeó.
–Pero, yo creo que al hacer esto, estas queriendo manejar a la naturaleza, moldearla según tu gusto es condicionarla y, querido mío, los humanos no la controlamos, ella nos controla –El hombre agachó su cabeza con pena mientras apretujaba un trapo sucio –. No te preocupes, sé que estas fueron órdenes de mi padre y ahora voy a actualizarte.
–¿Perderé el trabajo?
–Para nada, quiero que reúnas a todos los jardineros y vayan a mi oficina a la una de la tarde –Ordenó serio dando un pasó dispuesto a irse, pero antes retomó: – Sean puntuales.
Tristan odiaba la impuntualidad.
Odiaba todo lo que no fuera perfecto.
–¿Perdió la razón? –Sonsacó Morgana, furiosa, indignada y muchas cosas más.
Caminó a paso acelerado hasta alcanzarlo. El pelinegro ladeo una guapa sonrisa, ella era tan predecible.
–Adorable –Murmuró con tonada elegante.
–Esperaba de cualquier persona hacerle algo así a la pequeña –Refiriéndose a Eire y su compromiso –, pero jamás de ti. Creí que de verdad te interesa su bienestar y felicidad, eres un insulso Tristan, no mereces el respeto de nadie.
–¿Acabaste ya?
–No, eres un judas y patrañero, no tienes valor moral alguno.
–¿Ya? –Morgana quedó callado mirándolo desafiante, acto que el pelinegro tomó como una afirmación; se puso serio, a pesar de que le brindó a Morgana su confianza total, ella no era nadie para hablarle con ese tono y no lo iba a permitir de ninguna manera –Bien, es una estrategia Morgana, no hay manera alguna de que yo obligue a mi hermana a casarse sin sentir amor.
–Otro plan y no me lo has contado –Reclamó.
–Tampoco te conciernen, recuerda cuál es tu lugar aquí.
–Lo lamento.
–No digas nada, no te atrevas a hablarme así otra vez.
–¿Entonces, cuál es tu plan? –Continuó con el tema.
–Lysandro tiene miles de hombres, pondrá a todos a buscar a Eire.
–¿Por qué no lo has hecho tú?
–Porque yo no tengo compañías, las compañías se compran o se regalan, mi padre se encargó de darle todo a mi madre y a mi hermano, jamás me dio alguna y no cuento con el monto necesario para comprar una.
–Pero si eres rico Tristan, ¿De qué me estás hablando?
–Las compañías no se compran con dinero, no voy a explicarte, no entenderías –Dijo restándole importancia –. El punto es que necesito a esos hombres.
–Bien, que sagaz, ya los tienes y, ¿Ahora qué sigue?
–Cuando encuentren a mi hermana ella no se casará con él.
–Pero eso le prometiste a Lysandro.
–¿Crees que soy tonto? –Morgana entrecerró sus ojos, confundida –No importa lo que yo le prometa, si el papa dice otra cosa. Lo fui a visitar hace unos instantes, almorzamos juntos, tuvimos una charla interesante y él no va a bendecirlos porque no es económicamente necesario.
–El papa de ellos si lo hará, en Fursca no son tan adinerados como tú y allá si querrán bendecirlos.
–Solo se bendice a la pareja con el papa del país de la mujer, el papa de Furcsa es innecesario.
–Entonces, solo estás estafando a Lysandro, lo usas para encontrar a tu hermana.
–Ay Morgana, que feo suena eso –Dijo con pena fingida y luego sonrió –pero si, es eso.
***
Día 21 de la desaparición de Eire.
Lennox estaba completamente convencido de que lo que mostró la Ordenadora era real, porque cabía la posibilidad de que todo fuera una ilusión para quebrarlo por dentro, pero vio y escuchó cosas que solo él sabía y que, si fuera un invento de la mujer, no estarían ahí.
Por ejemplo, una peculiar mancha en la pared, la Ordenadora no sabría de su mísera existencia y no la hubiera puesto en la ilusión, pero estaba ahí.
Esa mancha tenía forma de espada y siempre estuvo ahí, las paredes de su casa nunca se habían pintado y desde pequeño él imaginaba grandes historias a través de esa mancha.
Otra cosa, es lo que Jaha dijo, que Lennox recibiría cosas que sus otros hermanos no: Amor y felicidad.
Malvina le había enseñado que en la vida solo se necesitan dos cosas para formarse como persona, y el resto así como venía, podía irse, claro no le había dicho que su padre era Jaha.
En realidad, si lo había dicho, pero él no le creyó porque no quería hacerse la idea de que Eire era su hermana, no quería y nunca iba a querer.
A pesar de estarlo, estar muy seguro de que todo es verdad, él tenía que investigar y la única manera de hacerlo era yendo al ordenador, el lugar en donde se encontraban todas las actas de nacimientos, y era el lugar en el que todo mundo confiaba porque solo el papa y el Rey pueden acceder a él, pero no tienen permitido comentar nada. Por eso, todos las personas que han tenido hijos extramatrimoniales no tienen nada de qué preocuparse: su secreto estaría a salvo.
Estaba custodiado con diez caballeros armados, era imposible que cualquier persona se metiese ahí... pero Lennox, no era una persona.
No se permitía desplegar sus alas, porque tenía miedo de lo que podía sucederle pero luego de ver lo que vio y pensar y re pensar el asunto, lo decidió.
Estaba volando, sin más, lo más rápido que podía, aunque no era tan veloz como lo deseaba porque su ala derecha tenía un defecto, ya había nacido con eso. Una cicatriz que llegaba desde lo más alto de su ala, bajando de manera irregular hasta una punta, como si fuera un corte dividiéndola en dos partes.
Cuando Lennox era pequeño, esa marca le recordaba a los sándwiches que le cortaba su madre, horizontalmente, de una punta hacia la otra.
Esa cicatriz no le permitía moverse cómodamente y descender era una pesadilla, sobre todo si venía con todas las emociones a flor de piel como en ese momento, en busca de la verdad.
Aterrizó cayendo al suelo, golpeándose con rocas de manera violenta pero no le importó, y los caballeros que lo miraron con terror, porque sí: Lennox no se inmutó por ocultarse, todos vieron sus orgullos y se espantaron.
El rubio se repuso y se abrió paso hacia las puertas del Ordenadora; sonrió sínico, que nombre tan curioso poseía el lugar; los diez hombres se acercaron con intención de atacarlo, proteger el lugar.
Uno se acercó y llevó su espada directo a la garganta de Lennox, pero él solo la tomó y con nada de esfuerzo la torció, causando que su palma quedase completamente cortada debido al filo y la sangre chorrease en el suelo.
«Estas enfermo Lennox»
Como una alarma, todos fueron corriendo hacia él, pero Lennox, no dispuesto a contenerse solo cruzó sus brazos y con todas sus fuerzas los separó, así con la fuerza que estos emanaron, los hombres con trajes carmesí salieron volando, cayeron inconscientes en distintas partes, algunos a cinco cuadras de distancia, perdiendo la vida por el golpe.
«Eres repugnante»
Las manos de Lennox se volvieron negras y sus uñas se convirtieron en garras las que usó para arañar la puerta de mármol como su fuera papel, luego dar un puñetazo que la termino por derribar junto a un fragmento del techo, se adentró al lugar y haciendo uso de su vista especial, visualizó un letrero con la leyenda ''23/07/1350 '' su fecha de nacimiento.
La compartía con cuarenta y siete personas en todo el país, busco su ficha y la abrió apurado:
Lennox Awstin Arwen Petrov.
Hijo de Malvina Patrov y Jaha Arwen.
«Eres repugnante, sin duda alguna»
Hola :D
Desde que empecé la historia que tenia esta escena en mente, Lennox rompiendo todo sin importarle nada con la furia apoderándose de él porque se entera de que es hijo de Jaha.
Me puse a sacar cuenta y Lennox tiene 668 años en la actualidad, que viejo :c
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