VEINTIOCHO
CAPITULO XXVIII: Nunca te perdonaré.
Día 31 de la desaparición de Eire.
Kennet balbuceó a sus espaldas entorpeciendo la charla entre Lennox y Eire.
Abrió los ojos, anduvo con cien sentidos a sus alrededores sintiendo al santiamén una punzada en sus oídos, no perdía de ripio nada más que un silbido agudo que lograba inundarle hasta las entrañas, un sonido molesto similar al del agua hirviendo en una tetera; con una fuerza casi sobrenatural, llevó sus palmas para cubrirse los tímpanos, aunque de nada le servía, el estruendo estaba en su cabeza.
Intentó ponerse en pie aunque fallo fatalmente, aquel retintín estaba sacándolo de quicio, luchaba consigo mismo, lo último que recordaba era a su hermana llena de un líquido dorado oscuro, en peligro, luchando sola contra varias cosas con figuras extrañas similares a las humanas.
Eire.
Se levantó y volvió a caer sin ser capaz de salvaguardarse en pie, hasta que sintió un peso sobre sus hombros que lo sacudía con fuerza haciendo que hasta su raciocinio se agitase.
–Kennet –Volvió al entorno viendo a Lennox doble, como si estuviera ebrio –. Kennet –Insistió el rubio zarandeándolo un poco más.
Poco a poco caía en cuanta de la realidad que lo rodeaba, sin ser capaz de decir nada más, sin poder hacer nada más que observar el lugar en el que se encontraban; apartó las manos blancas de Lennox que lo sostenían, la cual fue una mala decisión porque se desplomó debido a la confina falta de fuerza que estaba viviendo.
–Está en shock –Advirtió Lennox.
– ¿Qué haremos con él? No podemos abandonarlo aquí, es peligroso ni tampoco podemos seguir llevándolo... me temo que mi hermano en ese estado es una carga –Respondió.
Kennet alzó la mano en cuanto proceso las palabras de su hermana, estoy bien, voy a reponerme e iré con ustedes, quería decir, pero ninguna oración fluyó de sus labios.
–Tendremos que encontrar algún hueco para dejarlo –Se le ocurrió y lo observó, Kennet aún continuaba estampado.
Eire asintió estando totalmente de acuerdo.
–Pero no ahora, por favor... no tengo fuerzas para seguir de pie –Lennox ladeó una sonrisa y se sentó junto a ella. Sin decir ni una palabra, creando así un silencio incomodo en el que Eire buscaba algo para decir: –. ¿No tienes frio?
Lennox negó –No, realmente no me afecta el clima, si lo siento pero no lo sufro.
– ¿Eso quiere decir que puedes estar desnudo ahora mismo y nada puede pasarte?
– ¿Por qué preguntas? ¿Acaso quieres verme desnudo? –Sonsacó con expresión traviesa, Eire abrió sus ojos de forma tan exagerada que llegaron a arderle, negó.
–N-no, me refería a la hipotermia o... al síndrome del cerebro congelado –Manifestó acelerada.
– ¿Síndrome del cerebro congelado? –Inquirió curioso. Eire se abrazó a sí misma. – ¿Tienes frio?
–Ya que deje de moverme, empiezo a sentirlo.
– ¿Me dejas abrazarte? –Sondeó tragando en seco.
–Creí que ya no querías acercarte a mí –Dijo con la cabeza gacha, recordando lo que había expresado Lennox con respecto a su compromiso con Lyssandro.
–Nunca podría –Comenzó a balbucear, se relamió los labios –... nunca podría dejarte morir de frio –Lanzó –. Ya sabes, calor corporal.
–No lo sé, Lennox...
–Tienes razón, mejor solo... solo me quedo aquí, sentado significativamente cerca de ti –Escarneció.
– ¿En dónde dejaste nuestras cosas? –Preguntó refiriéndose a la carreta con los utensilios que habían estado coleccionando, a fin de cambiar de tema.
–Escondidas en el bosque escondido.
–Eso tiene mucho sentido, después de todo, ¿quién podría encontrar algo escondido en el bosque escondido? –Se mofó.
Lennox solo respondió con una risa que más bien sonó como un suspiro y observó a Kennet.
Aún continuaba boca abajo en el suelo, más no estaba despierto.
– ¿Vamos a dejar a tu hermano así? –Susurró – ¿Crees que debería...?
La observó, Eire estaba dormida sobre su brazo con la boca ligeramente abierta y decidió que no importaba como estuviera Kennet, después de todo, él le debía una muy grande debido a los daños y perjuicios que le había provocado con respecto al compromiso de Eire y Lyssandro.
Lyssandro, por supuesto que él sabía de buena tinta quien era el muchacho, mejor conocido como el enemigo del Rey Tristan, porque la última vez que lo vio fue cuando intentó abofetear al pelinegro. Tristan, lejos de querer frenar con la disputa, se abocaba en continuar lanzando veneno con sus palabras provocadoras. Lennox creía que ese príncipe era un completo idiota.
«Ahora es un completo idiota pero muy afortunado»
–Es que no me puedo creer que estés comprometida con otro hombre –Murmuró para sí mismo dándole un golpe al suelo húmedo, este apenas retumbo causando que un sonido en forma de eco se escuchase por todos lados –. No se supone que sean así las cosas.
Guardó silencio, observó a través de los prismas de hielo una resplandeciente luz verde que se movía de forma curiosa. Se apartó delicadamente de Eire y en su lugar acomodó a Kennet quién tenía el sueño pesado o bien estaba inconsciente una vez más.
No quería provocar escandalo alguno destruyendo prismas, así que solo se dignó a colgarse de una específicamente en un hueco en el que podía espiar del otro lado, sus pupilas se dilataron, aquella cosa era preciosa pero lejos de ser buena, lanzaba energías que se sentían malignas.
La luz verde se acercó al muchacho provocando que cayera sobre sus espaldas, Lennox se repuso al instante y cargó a Kennet despertando a Eire destempladamente.
–Tenemos que correr ¡Ahora! –Gritó poniéndose en marcha.
Eire, quien casi no tenía fuerza alguna, sintió una energía recorrer su cuerpo, el miedo, la adrenalina, no sabía lo que era exactamente, pero aquello le brindó la fuerza suficiente para levantarse y comenzar a correr; Lennox le quitó un lazo y comenzó a hacerse paso entre el hielo, a toda velocidad.
La Princesa volteó y notó que la luz verde los hostigaba, más no se acercaba lo bastante, luego lanzó una chispa más pequeña que incineró su capa. Expulsó un grito de terror y se deshizo de esa prenda quedando totalmente desabrigada.
Las chispas atosigaban a los muchachos como si fueran voraces lobos hambrientos, una rozó la mejilla de Lennox causándole un dolor bastante particular como nunca había sentido antes y de repente comenzó a llorar sin saber por qué lo hacía, sus ojos ardían como si se estuviera quemando.
Él dobló perdiendo de vista a la luz que quedó detrás del fuego de la capa, misteriosamente se causó una mata espesa de humo cuyo aroma llenó al instante las fosas de él.
Eire se encontraba agitada luego de unos minutos y frenó al mismo instante que el rubio se limpiaba las lágrimas que salieron sin su permiso.
–Ya para Lennox –Le rogó –. Lo perdimos hace varios minutos.
–Ya sé pero –Cerró sus ojos con pesar y suspiró con frustración –... Está bien. Voy a construir un refugio para Kennet.
Dicho eso, dejó a Kennet en el suelo con rapidez dándole la espalda a Eire para que ella no pudiera verlo llorar, no soportaba la idea de que alguien creyese que él era débil, mucho menos Eire.
Lennox comenzó a agujerear un prisma en el que Kennet cupiera a la perfección, lo dejó allí y con uno de los que había destruido, trancó el hoyo para que no fuera fácil entrar, aunque era no era realmente una preocupación.
–Bien –Dijo sacudiendo sus manos –. No le pasará nada aquí.
– ¿Perdiste la razón? ¿Solo vamos a dejarlo aquí?
–Lo de la brecha no le harán nada, tienen prohibido hacerle algo a los mortales, ni siquiera les interesan, ellos solo nos quieren a nosotros.
– ¿Estás seguro de lo que dices? –Bramó preocupada.
–Nunca estuve tan seguro de algo.
***
Día 32 de la desaparición de Eire.
Nur observó cada lugar, cada espacio, cada partícula en ese lugar y todo era interesante, desde el sobradillo de madera en donde colgaban pergaminos en forma de lluvia, hasta el suelo pulcro salpicado en alfombras cortadas irregularmente que, extraordinariamente, lucían muy bien.
El hecho de que el enorme espejo redondeado no sea para nada ostentoso la sorprendió gratamente, a decir verdad, nada en los aposentos de Tristan parecía ser tan valioso como para confirmar que ahí dormía el Rey de Radost.
Se asomó hacia el morrocotudo ventanal frente al portillo y se atrevió a abrirlo para adentrarse al balcón y saciar sus ganas de observar lo que los ojos del Rey miraban cada noche; y pensó, en cuantas cosas estaría Tristan, en cuantas veces estuvo en ese exacto lugar. Toco el barandal de mármol y cerró los ojos, cuantas veces Tristan habrá puesto sus manos ahí mismo.
El clima lluvioso la obligó a cubrirse con su capa.
–Nurges –Exclamó una voz autoritaria a sus espaldas.
Se viró para observarlo y agachó su cabeza a modo de referencia con un atisbo de sonrisa en su rostro, si Tristan la había citado, significaba que quería pasar la noche con ella y Nur también lo deseaba.
–Su excelencia –Respondió con la voz ligeramente rosada.
–Me debes una charla –Reclamó. Nur lanzó el aire decepcionada. Esperaba otras palabras.
– ¿En qué puedo servirle?
–Siéntate –Invitó mientras se arrimaba a ella y señalaba los banquillos forrados con terciopelo verde oscuro.
La pelirroja se sentó, aún sin mirarlo a los ojos.
–Mírame a los ojos, Nurges –Pidió con voz ronca. Ladeó una sonrisa –. Ahora que somos conocedores de la situación sentimental entre la Princesa y el criado –Carraspeó –, Lennox, no puedo evitar recordar que tu corazón late por él –Nur negó rápidamente.
Ella ya no lo quería como antes, en ese tiempo llegó a sentirse fascinada por su forma de ser, su desinterés la atraía, sin embargo, con todo lo que sucedió, lo olvidó aunque no podía negar que físicamente le seguía pareciendo como un ángel.
–No puedo ocultarlo–Aclaró.
–Apuntaba a que me es imposible evitar indagar porque, quiero lo mejor para ella y aquí entras tú –La muchacha tragó en seco, frenética –. Tuviste algún lazo con él.
–No fue exactamente así, su alteza –Se apuró en decir.
–Realmente deseo que me cuentes lo que sucedió entre ustedes.
–Es algo que prefiero guardarme para...
– ¡Quiero oírte! –Sonsacó golpeando la mesa ratona con el puño, exaltándola.
–Como le comente antes, su alteza –Comenzó a hablar rehilando, acomodó un mechón de su cabello por detrás de su oreja –, Invité a Lennox una noche para vernos en una cantina, yo trabajaba ahí.
»Esa noche, luego de un corto trayecto desde una torre en el bosque hasta la cantina más popular del pueblo, Lennox estaba en la espera de una bebida que una joven se encargó de llevarle a su mesa.
–Son dos monedas brillantes –Informó.
El rubio metió sus manos a sus faltriqueras y notó que solo cargaba con media piedra. Cerró sus ojos con pesar, casi ni había notado que ya no le quedaba dinero.
–Oye, con eso no pagas ni la mitad...
–Pero si tú me has invitado, ni siquiera sabía que debía pagar –Reclamó, estaba algo ebrio.
–Claro que no, es una broma, ¿acaso no tienes sentido del humor? –Se quejó, sin embargo no dejó de sonreír –como sea, ¿Qué te parece si bailamos? –Lennox la observó y negó.
–No puedo bailar Nur, no me gusta, ya te lo he dicho –Ella, sin querer darse por vencida, se acercó aún más a él mientras se mordía los labios con timidez.
– ¿Por qué estás así? –Lennox alzó un hombro, como si no importase.
–Cosas que pasan, no interesan realmente.
– ¿Qué tal si brindamos? –Propuso alzando su vaso con Claurell, el mejor vino según ella.
–Me da igual, pero bueno –Murmuró desganado y chocó su vaso con el de ella.
–Siempre me gustaste Lennox –Confesó de repente haciendo que el rubio se turbase ligeramente. Él la observó –. Tu... ¿tu sientes lo mismo?
–No lo sé... yo –Balbuceó. Nur se acercó a él y acarició su rostro con afecto –... yo estoy complicado.
– ¿Es esa chica secreta de la que me hablaste? ¿Esa que dices que quieres proteger al mismo tiempo que me aseguras de que nada te sucede con ella y que la odias? –Lennox bajó la cabeza pensativo –Yo creo que ella si te gusta.
–No, ella no me gusta –Respondió al instante. Irritado.
–Solo quieres convencerte a ti mismo de que no te gusta –Provocó acercando su rostro seductoramente.
–Tú no sabes, Nur –Alzó sus cejas.
–Entonces, demuéstralo –Incitó para luego rosar sus labios con los de Lennox.
El rubio tenía sus ojos abiertos, quedó petrificado ante la acción de Nurges y solo la espoleó imperceptiblemente apartándola.
–Estoy ebrio Nur, no vale la pena.
–No me importa, ¿a ti te importa? –Siseó volviéndose a acercar, él negó y esta vez fue él quien la tomó del cuello para besarla con fuerza.
Había sido tal y como ella lo había imaginado, fuerte, bruto, porque no imaginaba a Lennox siendo cariñoso, no había indicios de ternura en él.
Se separó con dificultad cuando sentía que se quedaba sin aire y dijo: –Vamos afuera –Se levantó obligándolo a él, casi arrastrándolo.
Lennox no dudó en estamparla hacia la pared y continuar con la atmosfera seductora en la que se encontraban hasta que algo hizo ruido en su cabeza.
–Eire –Murmuró separándose.
– ¿Qué? –Preguntó ofendida, casi no lo había entendido.
Lennox pasó sus manos frotándose el cuello con frustración, él era soltero, podía hacer lo que quisiera, sin embargo no entendía por qué se sentía tan mal... quiso meterse en la cabeza a sí mismo que no se debía a Eire, ni siquiera le gustaba. Sino que aquello sucedía porque Nur no era la indicada, ella no le causaba ningún tipo de sentimiento, no hacía que su voz se le cortara cada vez que ella se alejaba y que lo inundara la sensación de vacío como le sucedía con...
«No me gusta Eire, yo la odio por todo el mal que me causa. La odio»
–Nur...
– ¿Me llamaste Eryn? –Inquirió enfadada – ¿Quién es Eryn? –Lennox negó.
–Nadie, escucha Nur, lo siento...
– ¡No! –Exclamó cubriéndose el rostro con las manos –Tienes razón, estamos borrachos, olvídalo, fue un error.
– ¿Fue un error? –Preguntó Lennox, solo para asegurarse de que nada sería diferente entre ellos luego de toda esa escena.
–Sí, fue un error –Aseguró.
–Y eso es todo lo que sucedió esa noche –Terminó de contarle a Tristan.
El Rey estaba alzando una ceja, mirándola tan profundo que ella sentía que podía leerle hasta los pensamientos.
– ¿Y luego que sucedió? ¿Lennox es un ebrio que se la pasa besando a mujeres sin medida? –Inquirió.
–No, Lennox es muy respetuoso y en ese momento no lo había entendido, ahora sí –Dijo –. Me llamó Eire, no por mi nombre... me decía que la odiaba cuando en realidad estaba pensando en ella –Comenzó a reírse con tristeza –. Fui una tonta –Se lamentó.
–Por supuesto que fuiste una tonta, pero no te culpo, tu no conocías a mi hermana hasta ese entonces.
– ¿Qué me quiere decir?
–Que es una obviedad, no puedes competir contra Eire.
–Su alteza, usted no quiere que ellos estén juntos porque... ¿son hermanos? –Preguntó curiosa.
Tristan no se había preocupado por eso, entendía que Lennox era su hermano, pero estaba seguro de que Eire era hija del amante de su madre y él lo conocía muy bien.
Dagda.
Era pequeño pero no estúpido, recordaba a la perfección que su madre había desaparecido durante varios meses, Jaha les había dicho que se fue de viaje de negocios y cuando volvió, tenía a Eire en brazos; por supuesto Jaha estaba feliz de tener una hija, nunca sospechó porque simplemente no le interesaba si Maeve lo engañaba, él solo tenía ojos para Malvina.
Aquel detalle había sido insignificante para Tristan en lo que pasó de su vida, pero hasta hace unos días el recuerdo latente lo había inundado para ayudarlo a atar los cabos sueltos.
–Eire y Lennox no son hermanos, para tu infortuna y yo nunca me equivoco.
– ¿Dejarás que Lennox esté con Eire, luego de lo que te conté? ¿Dejaras que sus labios besen los de ella a pesar de tocaron los míos? –Preguntó con voz quebrada.
–Diría que lo lamento por tu corazón roto... pero el amor de Lennox no te corresponde, no me malinterpretes, no me agrada que mis dos hermanos estén juntos.
–Entonces has algo para separarlos, casa a la Princesa con el Príncipe Lyssandro –Tristan la miró con cólera y se levantó de golpe de su banquillo.
– ¿Perdiste la razón Nurges? –Inquirió con furia –Jamás haría algo como eso, aunque te mueras del dolor, no hay nada que haga ser infeliz a mi hermana, no mientras yo esté vivo.
***
Día 32 de la desaparición de Eire.
Abarta estaba reposado en un peñasco detrás de la Ordenadora mofándose de sus lamentos.
Ella se encontraba hincada en la espera de algo que no iba a suceder, su punto débil, la única manera de destruir a la brecha y ese par de niños lo estaban consiguiendo. Sus criaturas no emergían más fuertes, no perdía la esperanza aunque muy en el fondo, ella ya se había rendido.
–Nunca reaparecerán –Se burló Abarta.
–Tú no sabes nada, cállate –Respondió.
–Estás fallando, tu fin está por llegar, Feaid es un heredero de sangre porque su divinidad la heredó de su abuelo, perfecto, tus criaturas si se deshicieron de su abuelo Dios pecador y con el tiempo de su abuela mortal pecadora –Le recordó, se acercó a ella y miró el mar – y Claíglas, ella es descendiente, descendiente de Dagda el fabuloso Dios... siempre odie a ese maldito engreído, es un mujeriego.
–No me interesan tus asuntos personales, Abarta –Expresó ella con irritación.
–Bueno, solo debo avisarte, tus sabes que cuando ellos desnucan a tus bestias, vuelven a nacer más fuertes, todos lo sabemos y ahora te preguntarás, ¿Por qué mis criaturas no están volviendo?
–De hecho, si, si me lo estoy preguntando –Respondió con ira y desesperación.
–Muy simple, tus niños salvajes solo renacen cuando mueren en la dimensión mortal, por ejemplo, aquella vez que los mandaste hacia las alcantarillas y Feaid los despedazó, ellos regresaron más fuertes... porque sucedió allí, en el mundo de los humanos –Sonrió lanzando veneno –. Pregúntate ahora, mi quería Ordenadora, ¿por qué ahora no están volviendo?
Ella volteó para observarlo con la mirada cargada de incertidumbre, Abarta solía ser odioso, detestable, pero inteligente, siempre se salía con las suyas.
– ¿Mis criaturas no están volviendo porque los engendros están fuera de la dimensión mortal? ¿Ellos están aquí en la brecha? –Preguntó apurada.
–Una criatura solo muere definitivamente si es asesinada en la dimensión de la brecha... así es.
–Entonces... ellos están aquí y los están destrozando, ¿cómo es posible? Solo son dos.
–No son solo dos, son un heredero y una descendiente –Abarta desplegó sus alas listo para marcharse –, si ellos son capaces de asesinar a todos tus desagradables pecados, entonces te lapidarán fácilmente y serás destronada al fin –Comentó –. Sabes, no quería decirte esto porque realmente deseo que te vayas de este lugar pero es mi deber.
–Largo de aquí, Abarta y dile a Apócrifo que...
–Apócrifo no necesita que le diga nada –Dijo interrumpiéndola –. Él es Dios, lo sabe todo –Terminó y prendió vuelo hacia su próximo destino.
La Ordenadora tomó aire enalteciéndose y pegó un grito para informar a sus criaturas que quería verlos, a todos. Los veía llegar, de distintos tamaños y colores, aunque cuando salían de la brecha se tornaban oscuros y con figuras similares a la humana, escuálidas y altas, con sus ojos llamativos amarillos, morados, verdes o rojos y esos lazos que salían de sus espaldas.
–Los rumores son ciertos, hijos míos –Clamó con dolor –. Feaid y Claíglas están aquí y ellos...
Se quebró, le dolía realmente saber que perdió a varios de sus pecados.
–Ellos asesinaron a doce de nosotros esta noche.
– ¿Eso que importa? Ellos volverán a nacer, más fuertes y podremos luchar, ganarle a los engendros –Todos los demás comenzaron a gritar eufóricamente, emocionados por la gran hazaña sin comprender lo que ella quería decirles realmente.
–Ellos no renacerán –Comunicó al fin, cortando por completo la atmosfera de alegría que se había formado –porque ellos los asesinaron aquí –Comenzaron a murmurar confundidos, no teniendo idea de que un par de mocosos fueran capaces de llegar hacia la brecha.
– ¿Cómo es posible que hayan llegado hasta aquí? Creí que era imposible –Preguntó uno grandote del fondo.
–Sinceramente no lo sé... y estoy realmente dolida porque les estoy fallando –Su voz se quebró, las criaturas, lejos de reclamar, comenzaron a darle ánimos, no les gustaba ver a su Ordenadora en ese estado.
– ¡Nosotros los destruiremos Ordenadora! –Clamó uno con la voz aguda.
–Es verdad, ellos asesinaron a doce de nosotros y ahora tomaremos venganza –Le siguió otro.
Poco a poco todos se unían en la idea, juntaban sus lazos prometiendo dar todo de sí mismos, jurando destruirlos por el odia que le tenían; la Ordenadora los miró con los ojos acuosos y se encargó de agradecerles uno por uno.
– ¿Se comprometen a asesinarlos aunque ellos no sean sus pecados? –Al unísono se escuchó un ''si'' a todo pulmón y fervor –Entonces, abriré la brecha para ustedes... utilicen el camino de dagas como campo de batalla, mátenlos sin piedad, háganlos sufrir, tortúrenlos, háganlos rogarles misericordia –Pidió con la voz sombreada –. Si ellos no mueren, entonces yo seré destronada.
Todos asintieron en completo acuerdo, comenzaron a formar, los medianos iban al frente, los más pequeños al medio y los altos atrás, de esa forma podían defenderse estratégicamente, iban a rodearlos, encerrarlos en un círculo y apuñalarlos con sus lazos, ¿qué tan difícil podría ser asesinar a dos niños?
–Recuerden que hay un mortal entre ellos, a él no tiene que pasarle nada directamente de ustedes, si muere por el mero hecho de no soportar sus gritos de guerra, no es nuestro problema pero tienen prohibido acercarse a él, conmemoren que no es importante. Enfóquense en Claíglas y Feaid... ¡Mátenlos!
Con una de sus garras, rasgó el agua del mar gris provocando una abertura que daba directamente al camino de dagas, en donde Lennox y Eire se encontraban caminando, todos pararon a sus alrededores, deteniéndolos como si fueran ciervos y ellos los depredadores más hambrientos.
Lennox y Eire juntaron sus espaldas protegiéndose uno a otros, él confiaba plenamente en las habilidades de ella, aunque sabía que ella lo necesitaba más él y estaba dispuesto a dar su vida con tal de que nada malo le sucediese.
– ¿Qué está pasando Lennox? Ni siquiera estamos en la brecha –Preguntó confundida.
–Supongo que la brecha vino hacia nosotros –Respondió en un susurro y le tomó la mano –, princesa, pase lo que pase, sé que nosotros podremos contra ellos.
–Pero son muchos –Murmuró con miedo.
–Juntos saldremos de esto, no te limites, se ruda, se salvaje –Pidió apretando su mano. Ella asintió.
–Espero que la oscuridad dentro de ti no te haga daño –Fue lo único que alcanzó a desear cuando las primera tanda de criaturas se acercaban a ellos.
Eire dio unos pasos al frente soltando a Lennox con valentía, en una mano su espada y en la otra el lazo, comenzó a atajar todos los lazos que les lanzaban; como dijo Lennox, que no se limite y ella no tenía la intención de hacerlo.
Dos se le acercaron, ella los atajó formando una cruz y se viró en su propio eje cuando ellos insistieron en tajearla, causando así que se degollaran entre sí, empujó sus cuerpos para saltar sobre la espalda de una criatura quien se tambaleó y la acercó a otras dos, ella atravesó el lazo por sus cabezas y cayó dando doble vuelta de rol quedando arrodillada en donde hizo un movimiento de media luna con ambos brazos para rebanar las piernas de cuatro quienes comenzaron a chillar.
Lennox quedó paralizado en cuanto la sintió alejarse, él en cambio se quedó en el lugar, esperándolos, solo un movimiento de sus manos bastó para generar una brisa que empujase a todos hacia atrás de manera violenta, quienes estaban aún más atrás comenzaron a saltar, Lennox estaba exaltado, los tomaba sin piedad y arrancaba sus cabezas con violencia, solo con sus manos, sin usar su espada.
Comenzó a correr del lado contrario a Eire, golpeando con todas sus fuerzas a quien se le acercase haciendo que colisionasen con los prismas y murieran desangrados, dio un salto para colgarse a la espalda de una de las criaturas más altas y le encajó sus dedos hasta arrancarle los ojos y abrirle el cráneo a la mitad, cuando cayó, Lennox se tiró encima de otra criatura a quien le estampó una patada mandándolo hacia donde Eire, derribando a tres criaturas que estaban acercándose a ella.
Lennox estaba cuidándole las espaldas.
La castaña estaba siendo rodeada una vez más, su movimiento favorito era el de agacharse para que los ataques de las criaturas golpearan a sus propios compañeros y así aprovechar a dividir sus cuerpos en dos partes, tajeándolos justo en sus caderas, el que quedó en pie la empujo haciéndola quedar en el suelo; clavó su lazo directo a una pierna que movió con rapidez haciendo que el mismo quedase trancado en el suelo y volteando impulsándose con su espalda se repuso para, con la espada, cortar su cabeza y con el lazo, su estómago.
Lennox observó sus manos, estaban tornándose negras junto a sus uñas se convertidas en garras que usaba para rasguñar a las criaturas cortándolas como si fuera una especie de cuchillas; desplegó sus alas, ya no estaban congeladas, ni eran grises, se habían puesto negras al igual que todas sus venas.
La violencia recorría sus entrañas, tenía necesidad de ver la sangre escurrirse, de oír chillidos, disfrutaba abrir las mandíbulas, arrancar brazos y piernas, sin matarlos, solo dejarlos sufrir; lanzó a uno al suelo y lo último que vio este antes de que él le propinase un puñetazo que destruyera su mollera y aplastarle el cerebro, fueron sus ojos, dejaron de ser plateados y pasaron a ser negros, completamente.
Eire volteó para correr en su dirección, él la escuchaba y se viró para mirarla, por un segundo se quedó casi paralizada al verlo de tal forma, Lennox en todo su esplendor con el aura negra rodeándolo, aun así ella continuó decidida a acercarse a él. No le tenía miedo.
Lennox, con un brazo alejó a las pocas criaturas que quedaban del lado de Eire para que ella pudiera encargarse de apuñalarlos, uno por uno.
Eire acabó con la mayoría, tenía uno en frente tan cerca que tuvo que patearlo para alejarlo lo suficiente cuando un grito familiar hizo que volteara su rostro, era su hermano. Kennet estaba gritando su nombre, llamándola y notó como su rostro comenzaba a cambiar a uno de sorpresa gradualmente, no comprendía a que se debía y sintió como si el suelo dejase de existir.
Estaba cayendo, muy despacio, viendo cada vez desde más abajo a su hermano mayor, a su lado izquierdo sintió un grito desgarrador, se viró, era Lennox quién se acercaba a ella corriendo poco a poco el color negro abandonaba su cuerpo, aun así, todo sucedía muy lento, como si tardase un minuto en dar un solo paso.
Lennox degolló a la criatura que ella estaba por matar hacia unos momentos antes de que Kennet le gritase, y escuchó como chilló, aunque esta vez no lo escuchó tan fuerte como las anteriores, como si tuviera las orejas tapadas, viendo como Kennet caía al suelo debido al dolor que ese sonido le causaba y, antes de que su espalda tocase el suelo, lo sintió.
Los brazos de Lennox acunándola, no entendía lo que sucedía, como si no tuviera control de lo que pasaba a su alrededor, todo pasaba lento, ya no sentía frio, ni calor, ni miedo... no sentía nada.
– ¡Eire! –Gritó Lennox con la cara deformada.
¿Qué le pasaba? ¿Por qué gritaba tan cerca de su rostro? ¿Por qué no sentía nada a su alrededor?
Entonces una fuerza mayor la obligó a escupir sangre, fue como el comienzo de un ciclo, luego de eso y de ver como Lennox insistía en gritarle, una punzada comenzó a desgarrarla por dentro y lo vio.
Un lazo estaba atravesando su estómago, se desangraba, la sangre azul comenzaba a humedecer sus piernas, su vestido manchado de la sangre color ocre de las criaturas ahora estaba siendo teñido de su azul. Una criatura, esa criatura... la había atravesado.
– ¡Eire! –Insistió por enésima vez el rubio, ella no podía evitar que la sangre le salga por la boca, tenía el mismo sabor dulce que la de Lennox y sonrió.
–Qué lindo suena mi nombre cuando tú lo dices –Murmuró con la boca abierta, respirar se le dificultaba.
Las lágrimas comenzaron a caer sin control en el rostro de Lennox, negaba rotundamente, Eire iba a estar bien, eso no podía estarle sucediendo.
–Eire, estarás bien –Dijo con la voz cortada mientras la sacudía por sus hombros.
Era como si su alma ya lo estuviera aceptando, poco a poco dejaba de sentirse parte del entorno en el que estaba y ella negó.
–Lennox –Murmuró con dificultad, él se acercó para oírla mejor –. Siempre quise saber cómo se oiría mi nombre si tú lo decías...
– ¡No, no, no Eire, no te atrevas a dejarme! –Le gritaba retándola, mirándola con furia. Ella le sonrió débilmente con sus ojos brillando, lo quería, ella quería mucho a Lennox.
–Está bien –Dijo y una lágrima cayó, Lennox se la quitó al instante –. Está perfecto así Lennox, al fin estamos juntos.
–Eire, nunca te perdonaré si me dejas, ¿me oyes? –Gritó nuevamente ascendiéndola, Ella asintió.
Si escuchó las primeras veces, luego él volvió a gritarle, le rogaba, le imploraba que no se fuera, atragantándose con sus propios gritos, Lennox hablaba cada vez más despacio, cada vez más cerca del rostro de Eire; ella seguía asintiendo aunque dejó de escucharlo hacia bastante tiempo, hasta que dejó de hacerlo.
Dejó de escucharlo.
Dejó de sentirlo.
Dejó de mirarlo.
El alma se separó de su cuerpo, dejando a Lennox devastado, sosteniéndola en sus brazos, mirándola a ese par de ojos verdes que miraban sin ver porque Eire murió.
Hola :c
Voy a confesar que, la muerte de Eire la vengo planeando desde que se me ocurrió la historia.
Estoy triste, Eire es realmente insoportable pero no merecía morir.
La novela sigue dos capítulos más, no termina así.
Chau :c
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