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VEINTICUATRO

CAPITULO XXIV: Herederos de sangre.


Día 24 de la desaparición de Eire.

Si Eire nunca hubiera sentido el cálido abrazo cariñoso de Tristan, nunca hubiese notado que el de Lennox parecido.

Pero este era inexplicable, Eire abrió los ojos luego de haber tenido un fallo multiorganico que quien sabe cuánto tiempo la mantuvo casi petrificada en posición fetal, envuelta en las plumas grises que la cubrían como si fuese alguna especie de manta de seda.

Era extraño, Lennox se encontraba inconsciente aun, provocando que sus alas quedasen tan duras como rocas, haciéndole imposible a Eire moverlas, salir de ahí.

Era como una cueva, pero esta era cálida y suave. Como un estrujón que los protegía a ambos, él los encerró en ellas para resguardarlos.

La castaña se palpó las mejillas mientras apoyaba con inseguridad sus manos en el piso de plumas, sintiendo de repente una extraña sensación de movimiento a través de estas. Abrió sus ojos con sorpresa inclinándose de manera que su oído derecho quedase pegado para permitirle oír mejor.

Sonaba como el agua o la efervescencia.

–Lennox –Espetó golpeteando una de sus mejillas para despertarlo –. Lennox despier...

Un chillido interrumpió su pedido cuando un temblor hizo rodar la bola de alas que había creado Lennox, haciendo caer a Eire sobre el pecho del criado de manera torpe y al instante, sucedió nuevamente hasta que su rostro colisionó de manera violenta con la rodilla puntiaguda causando que su labio inferior sangrase con solemnes ganas, llenándole con sabor a hierro su paladar.

No tuvo tiempo de reaccionar, cuando una especie de ancla negra atravesó el estómago de Lennox quedando a escasos centímetros de la tela de su vestido provocando que él abriera los ojos y lanzara un grito agónico, sus pupilas se dilataron y percibió como lanzaban su cuerpo tieso lejos hasta sentirse frio.

Su cuerpo blindado con sus propias alas, cayó de lleno hacia un pastizal, su espalda chocó con el mismo y Eire sobre él se apuró para decirle que la libere, él obedeció al instante despegando sus orgullos con pesar.

–Se fueron –Murmuró con dificultad cuando observó que Eire miraba hacia todas las direcciones. Luego comenzó a sangrar por la boca, acto que hizo a la princesa cobrar el sentido de la realidad.

–Lennox, estás... -Ni siquiera se esforzó en hablar, solo se dignó a observar el agujero que cubria el abdomen transpirado de él.

Gritó a causa del espanto y sintió miedo.

Tropezó con sus propios pies mientras daba unos pasos hacia atrás sin apartar la mirada de aquella desgarradora herida.

–No es... no es nada –Confesó Lennox intentando sonreír, sin embargo, eso la espantó aún más a causa de la sangre azul bañando sus labios cayendo como cascada.

–Lennox –Repitió temblando, volviendo a tener un fallo multiorganico que le quitaba el oxígeno.

–No e-es nada, solo espera –Pidió con rapidez, como si aquello no le causara dolor alguno.

Como si todos los días le atravesasen un objeto filoso por el estómago.

Tal como dijo, Eire pudo observar como algo se movía dentro de Lennox, sus tejidos comenzaron a regenerarse causándole tanta impresión que tuvo que voltear.

–¿Ves? –Preguntó en un susurro –Nada malo va a pasarme.

–Podrías haberme advertido, ¿No notaste que estuve en estado de shock?

–Lo siento, no sabía cómo explicártelo –Contestó cuando ella se viró y comenzó a acercarse a él para ver en su herida; el agujero ya no estaba, pero había quedado una lastimadura que Eire prefería no haber visto jamás –. Puedo sanar bastante rápido pero no completamente, curarme completamente me tomará unas horas.

–¿Te duele? –Inquirió preocupada. Lennox bajó la mirada directamente hacia sus labios en donde había rastros de sangre. Con sus manos, de manera brusca comenzó a limpiarla, eso no era para nada delicado pero logró dejar a Eire ensimismada.

–Es mi culpa –Dijo refiriéndose a toda la situación.

Eire negó.

–No, tu solo intentaste protegerme, eso que hiciste con tus alas fue...

–Princesa, no intente halagarme. Soy un completo fracaso, ¿No lo nota acaso? Ni teniendo treinta veces más fuerza que el hombre promedio puedo derrotar a las bestias, ni pudiendo oír de tan lejos fui capaz de interceptarlos, ni teniéndolo todo puedo hacer nada por nosotros.

–Lennox, no digas eso...

–Además, sé que tienes miedo –Alzó la voz con dificultad.

–No es verdad –Se apresuró a decir con su voz quebrada y ojos cristalizados.

Solo ella conocía cuanto confiaba en Lennox, cuan protegida se sentía con él a pesar de estar en constante peligro y que él piense eso, le afectaba.

–Me estoy convirtiendo en un monstruo –Murmuró mirando sus manos volviéndose negras.

Eire tomó una con algo de desconfianza, luego de unos segundos, las uñas de él se convirtieron en garras que la espantaron, aún así ella fingió que nada de eso sucedió.

–Lennox yo no creo eso de ti, no eres un monstruo.

–¿Entonces por qué nunca me preguntas lo que me ocurre?

–Porque nunca me respondes –Contestó con la sinceridad a flor de piel.

–Pregúntame que me sucede ahora –Pidió. Dejándola estupefacta a la vez que apretaba sus muñecas con fuerza.

Los ojos de ella se cristalizaron aún más pero se negaba a que una lagrima cayera, de lo contrario estaría confirmando que Lennox, a veces, le daba miedo.

–¿Qué... qué te sucede? –Tembló.

–Sucede que me siento humano cuando estoy junto a ti... ¡es eso! –Se apresuró luego de una pausa dramática y que su rostro se tornase sereno.

–¿Qué es?–Respondió en un susurro dulce.

–Princesa... -Exclamó –Debemos entrar a la brecha –Eire mantuvo el contacto visual durante un par de segundos y comenzó a carcajear.

–La pérdida de sangre te hace delirar, escucha lo que acabas de proponer.

Lennox se levantó, apoyándose en el tronco de un árbol para ayudarse a mantenerse en pie hasta recuperar el aliento y comenzó a explicar: –Jaha, nuestro padre es quien nos llevará a la brecha –El semblante de Eire se tornó increíblemente acuoso, hablar de su padre de esa manera la terminaba de destruir.

–Lennox...

–Tenemos que volver al palacio y buscarlo –Continuó sin hacer caso a su llamado.

–Lennox, Jaha está muerto –Vociferó. El rostro del muchacho se desencajó en una sonrisa gatuna –. Estas delirando –Confirmó. No con recelo, ni tono de regaño, sino con pena. Mucha pena.

–No lo está, ¿No te das cuenta? es Jaha el Dios. Lo que es completamente razonable porque tu –Dijo mirándola de arriba hacia abajo como intentando estudiarla – tienes su sangre y yo, heredé la divinidad.

–Comprendo, pero eso no significa nada, él murió. Lo vimos en el cielo –Expresó refiriéndose a los fuegos artificiales, aún con lágrimas bañándola –. Nuestro padre... ha muerto.

–¡No!

–Está muerto.

–¡Eire! –Gritó tomándola de los hombros, la dejó estupefacta era la primera vez que él pronunciaba su nombre –Jaha no puede morir, es un Dios.

Día 31 de la desaparición de Eire.

Tristan había pasado lo que restaba de la noche despierto, sentado en su trono observando a Nurges (quien se habia dormido en un sillón junto a la ventana) que de vez en cuando, encerraba sus puños y balbuceaba.

Pensaba en todas las situaciones que podría crear para hacer sufrir a Oberón por traicionarlo y dejar escapar a Kennet, después de todo él conoce exactamente lo que se siente sufrir por una hermana menor.

Las campanas comenzaron a sonar, avisando que eran las seis treinta de la mañana. Generalmente sonaba a las nueve en punto pero, Tristan creía que había que despertarse más temprano a trabajar y acostarse más temprano a dormir... a pesar de que él casi no dormía.

La pelirroja se levantó de repente aturdida recordando en donde se encontraba... siendo interrogada a manos de Tristan.

–En el pueblo apenas y se oyen –Comentó pues, la oficina de Tristan estaba justo debajo del campanario a pesar de estar al menos cuatro pisos más abajo.

–Insolente –Exclamó con cara de pocos amigos.

Al instante, dos guardias anunciaron la llegada del Marques Demetrio a lo que el Rey apuró a la muchacha a ponerse presentable tan rápido como pudiera.

Demetrio Markot, un hombre estatura promedio, cuerpo voluminoso, demasiado atractivo para la edad que poseía y unos llamativos ojos brillantes con una manta de cejas espesas rubias amarillentas que parecían aplastar sus orbes, se acercó hacia Tristan haciéndole una reverencia y luego mirar de reojo a Nurges.

–Que sea eterno este día –Dijo, como es ritual, la primer persona que veía al rey al despertar, debía desearle una jornada eterna de riquezas; por esa razón Tristan trato de insulsa a Nurges, por no citar dicho mantra.

–¿Qué te trae por aquí? –Preguntó sin rodeos.

–Vengo a usted con el motivo de informar que su majestad, el príncipe Lysandro , tal y como lo pactó ha comenzado con la búsqueda de la princesa. Debo decirle a usted, que fue muy rápido, apenas ayer cerramos trato.

–Como debe ser, si la princesa le interesa entonces debe comenzar cuanto antes y recuerde tiene solo siete días para encontrarla.

–Se la traeremos y Lysandro tomará su mano –Recordó.

–Que así sea –Amenazó sutilmente dando por terminada esa conversación.

Demetrio realizó una reverencia y se acercó hacia donde Nurges, observándola de punta a punta y susurrarle al oído unas palabras que Tristan logró comprender: Vienes conmigo esclava, es una orden.

El rey carraspeó llamando la atención, observando el semblante de la muchacha teñirse de desagrado.

–¿Disculpe, su majestad? –Preguntó Demetrio.

–¿Qué hace?

–Ordeno a la esclava a hacerme compañía –Contestó sin más y Tristan comenzó a alzar su ceja izquierda, su tic característico – en mi habitación.

–No comprende Señor Marques, aquí no se insulta de esa manera a nadie. No tenemos esclavos, son criados –Corrigió con ímpetu.

–Por mi trabajo, merezco algo de diversión, una muchacha apuesta –Reclamó.

–Si quiere diversión diríjase a una cantina, aquí no se revolcará con nadie sin su consentimiento de lo contrario tendrá usted el peor de los castigos.

–En Furcsa no funciona así.

–Cuida tus palabras Demetrio, estás en mi reino, estás en Radost. Mis leyes –Alzó su mano chasqueando sus dedos, los guardias tomaron al hombre por los codos hasta escoltarlo afuera –. No quiero que regreses a este palacio a menos que lo requiera, gracias –Y las puertas se cerraron.

Nurges lanzó el aire y se acercó al escritorio de Tristan con el ceño fruncido.

–Gracias por defenderme.

–Si, si, es mi trabajo, ahora, siéntate. Tu y yo nos debemos una charla –Respondió señalando el asiente frente a él. Ella asintió desganada y le hizo caso.

–¿Vas a preguntarme sobre tu estúpida hermana? –Tristan cerró los ojos con pesar, harto de escucharla referirse de esa manera hacia Eire.

–Si no quieres que te meta al calabozo, habla con respeto y educación –Al no recibir respuesta de ella, continuó: –¿Cómo que Jaha y Malvina son amantes?

–¿Por qué debería contarte? –Intentó pasarse de lista.

La sonrisa reluciente del rey se hizo ver, probablemente esa haya sido la tercera vez en su vida que hacia algo como eso.

–Tengo a tu hermano, me traicionó y tú debes saber cómo se castiga a los traicioneros. Traición a la soberanía –Los orbes castaños de Nurges se debilitaron.

Cuatro palabras lograban poner en orden a la muchedumbre: El infierno del Nahled.

El infierno del Nahled es mucho peor que el infierno común. En este, solo habitan los peores seres, aquellos que ni Apócrifo puede perdonar.

El pecado es la traición, habían varios tipos de ellas y cada una era juzgada de diferente manera.

La traición a la soberanía, es la que se comete en contra del rey, la persona más poderosa después de Dios.

–No serias capaz de algo como eso –Negó.

–Soy el rey, tengo la constancia del papa, puedo ejecutar a todo pecador y él condenará su alma al infierno del Nahled... ¿Tu no quieres que eso le suceda a tu hermano, verdad? –Preguntó, fingiendo tristeza. La chica negó con una extraña arruga en sus labios y dirigió su mirada directo a sus manos entrelazas, encima del roble del escritorio –¿Son amantes?, explícate.

–Lo son –Tragó en seco –. Tu padre contrató a mi hermano para resguardar a Malvina en una casita en el centro del pueblo, pero nunca la fue a visitar y luego me comenzó a enviar monedas a cambio de ser dama de compañía para ella. Con el tiempo me di cuenta que su hijo es Lennox y yo a él lo conocí hace un par de meses.

–Lo conociste cuando escapó por primera vez, prosigue... -Ordenó comprendiendo la situación.

–Él estaba vagando sin rumbo alguno, fue a la cantina en la que yo trabajaba... -Comentó– Lo vi tan solo que, le pregunté si era de aquí, ya sabes, un hombre como él es peculiar –Se refería a su cabello y ojos de colores extraños – entonces le ofrecí trabajo, era muy útil. En fin, luego unos señores comenzaron a decir que la reina lo estaba buscando, pusieron precio a su cabeza, así que unos empleados intentaron entregárselo a Maeve, pero no pudieron y él simplemente huyó sin más.

–Dame información valiosa Nurges. ¿El alma de tu hermano vale tan poco para ti? –Manipuló.

–Estando con Malvina, le prometí que vendría a buscar a Lennox, pero ella me dijo que él estaba por los bosques, solo que no me dijo que estaría con tu hermana y cuando me los encontré fue toda una sorpresa.

–¿En donde estaban?

–En las alcantarillas del pueblo, entre los rieles cinco y nueve –Tristan anotó eso en un pergamino.

–¿Y cuándo te diste por enterada de que Lennox no te quiere a ti?

–¿Qué? –Preguntó por sorpresa.

–No soy estúpido Nurges, él te interesa y lo estás entregando, solo significa que estás desesperada.

–No fue así.

–Entonces, cuéntame.

–Cuando nos conocimos, Lennox y yo comenzamos a conversar, todo fue muy rápido, simplemente sucedió, nos besamos una vez y luego salimos a caminar... y nada más. Al día siguiente me dijo que eso no significó nada para él, que fue un error y que lo olvide.

–Totalmente –Murmuró como si acabase de descubrir algo nuevo.

–¿Totalmente?, ¿de qué hablas?, ¿acaso crees que eso estuvo bien?, ¿acaso no soy lo suficientemente bella? –Preguntó indignada, aún sin comprender el porqué del rechazo de Lennox.

Tristan recorrió su cuerpo, analizándola, Nurges no era delgada, más bien corpulenta, su cabeza era pequeña pero no le quedaba mal, aunque para él sus ojos parecían dos nueces y sus cejas dos orugas coloradas, aun así, ella tenía bastante encanto.

–Eres ardientemente bella –Exageró. Para él, ella estaba bien, no la catalogaría como bella, tampoco desagradable.

–¿Entonces por qué Lennox no piensa eso? –Tristan movió su cabeza hacia atrás y lanzó el aire.

–Porque tú no compites con mi hermana –Respondió y su semblante se tornó serio. Se acababa de responder a si mismo, Lennox estaba enamorado de Eire, lo cual era completamente reflexivo –¡Es obvio! –Vociferó dándole un golpe en seco al escritorio. Nurges se sobresaltó.

Todo le cuadraba. Luego de ayudar a Eire con su hazaña de irrumpir en la oficina de Morgana y descubrir que bebia la sangre del muchacho, ella huyó y Lennox, enamorado, la persiguió.

Tristan pasó su mano derecha por todo su cabello despeinandolo sin importarle, se levanto dejando sola a la muchacha. Se dirigió al jardín en donde seguía creando hipótesis.

–¿Tristan? –Preguntó poniéndose en pie al ver como él la dejaba sola en aquél lugar.

Lennox, en su afán de no dejar sola a Eire, la persiguió y como es completamente consiente de lo que su sangre causa en ella, es probable que él lo siguiera haciendo.

Lennox no secuestró a su hermana.

Lennox solo estaba protegiéndola.

Y Eire, ella huyó a causa de su madre y ahora debía encontrarla, para decirle que Maeve ya no podría poner una mano encima de ella, que él como rey no iba a permitirlo jamás.

Que si ella está enamorada, le permitiría estar con el criado, realmente no le importaba con quien esté, solo su felicidad.

Todo era culpa de sus padres y sus mentiras.

Tristan se golpeteó sus mejillas y ladeó una sonrisa, ahora que comprendía todo, su cuerpo se sintió más ligero. Eire estaba a salvo, solo que estaba lejos.

***

Día 25 de la desaparición de Eire.

Lennox estaba sentado frente a Jaha, lo miraba con semblante serio, a pesar de quererlo y de estar feliz de que no estuviera muerto como creyó, no podía olvidar que le había ocultado su paternidad.

–Lennox, mi niño –Murmuró acercándose hacia él con el afán de acariciarlo. El rubio lo esquivó.

–Jaha, me has mentido.

–Lennox, lo siento –Murmuró triste –. Siempre me atormento pero hice lo mejor para ti.

–¿Qué hiciste? –Le pregunto, Jaha creía que estaba soñando, todos son sinceros cuando sueñan.

Lennox no era partidario de meterse en la cabeza de otras personas, de hecho, era la primera vez que lo hacía con Jaha. Aunque Eire era una excepción, a ella se le aparecía todas las noches.

–Solo quería que vivas feliz, lejos de la vida del palacio.

–¿Cómo entro a la brecha? –Preguntó sin preámbulos.

–¿A dónde? –Preguntó confuso.

–A la brecha, Jaha, dime como entrar.

–No sé qué me pides Lennox –El rubio removió su cabeza, a veces le sucedía, las personas se empeñaban tanto en guardar secretos, que era casi imposible hacerlos confesar.

–Jaha, dime como entrar a la brecha, no te resistas a la verdad.

–Pero no sé de qué hablas.

–Pero Jaha... -Su cuerpo se tensó.

Eire, quien estaba observando a Lennox en una especie de meditación, notó como sus manos se tornaban negras y a los segundos se desplegaron sus alas tan fuertes, que la brisa logró hacerla rodar.

–¡Lennox! –Gritó intentando despertarlo.

El cuerpo tieso de él, se puso recto y logró elevarse del suelo apenas unos centímetros. Sus ojos se abrieron deslumbrando a Eire de manera tenebrosa.

Entonces lo vio: Lennox estaba siendo esclavo de unas visiones.

La primera, era de Kennet susurrándole al oído ''Aléjate de Eire, Lennox, ella no es...''; luego, Tristan con una extravagante corona, parado sobre una costa, tomando en brazos a una bestia que nacía de un mar gris cristalino, diciéndole ''Bienvenido, mi primer peca...''; lo siguiente que escuchó fue su propia voz gritando desamparada y furiosa ''¡Eire está muerta!'' finalmente, todo lo anterior fue bañado en fuego, con el rostro de la bruja sonriente, consumiéndose en llamas.

Una vez que todo acabó, sus alas se ocultaron automáticamente, causando que Lennox cayera al suelo de manera brusca quedando en cuclillas.

–¿Qué fue todo eso? –Preguntó curiosa. Lennox alzó su rostro.

–Ella me mostró sus deseos.

–¿Qué eran? –Al cabo de un minuto de silenció, ella insistió: –¿Qué deseos?

–Me advertía que me aleje de ti, luego vi algo de Tristan que no logré comprender... y a mi, gritándole a alguien que estabas muerta. Estaba sufriendo y lo sentí tan... tan real.

–¿Por qué haría algo cómo eso?

–Creo que ella sabe lo que estamos planeando y nos quiere asustar.

–Tenemos que tener en cuenta eso, no podemos ir allí, nos asesinará –Comentó intentando poner fin a la conversación.

–No, si ella me mostró eso, es porque se siente amenazada ¿no te das cuenta? –Eire bajó su cabeza –. Si se siente así, significa que hay manera de llegar a ella y mejor, hay manera de destruirla.

–¿Y qué tal si ese es su plan?, ¿Ah? –Pensó –Hacernos creer que se siente amenazada, para atraernos cual carnada. Ir allí sería un suicidio compuesto, auto destrucción y mutilación masiva –Se alejó de él y comenzó a caminar hacia la carreta que habían ido a buscar la noche anterior. Luego del ataque de las bestias, ellos habían dejado todo allí, incluso los caballos, que habían desaparecido –. No hablaré más de tema. No iremos –Eire tomó una libreta que siempre quiso utilizar, solo que nunca había decidido que escribir.

Lennox, quien la miraba atentamente, se acercó a ella y le quitó el material de las manos sin dificultad. Lo alzó para verlo para verlo mejor con Eire saltando para quitárselo.

–¿Qué haces? Devuélvemelo.

–¿Por qué traes un libro en blanco? –Preguntó curioso.

–No es un libro, estúpido, es un diario –Sus intentos por alcanzarlos no daban resultados.

–No es un libro cualquiera –Murmuró examinándolo.

–No, es una libreta, devuélvemelo.

–¿De dónde lo sacaste?, ¿sabes de donde viene o para que es?

–Me lo regaló mi madre cuando nací, ¿por qué tanto interés?, ¿acaso quieres venderlo para comprar algo de comida? –Eire estaba hambrienta, pero jamás vendería tal reliquia.

Lennox puso su palma en la frente de Eire empujándola ligeramente liberándose de sus manos para caminar libremente y tomar una daga de entre sus ropas. Apoyó el libro abierto en el suelo y se cortó la palma hasta bañar con su sangre las paginas.

Eire se acercó horrorizada con el afán de sacarlo, hasta que algo extraño sucedió.

–No es un libro cualquiera, es el libro del Edén –Exclamó Lennox mirándola directo a los ojos.

–Estoy harta de no saber nada –Respondió –. Si conozco la leyenda del libro del Edén pero... creí que solo era eso, una leyenda.

–El libro del Edén solo revela sus secretos a los herederos de sangre. Mi sangre y tu sangre, solo una gota y somos capaces de leerlo.

–¿Cómo así?, ¿Justamente en este momento que necesitamos saber cómo llegar a la brecha, aparece este libro?

–No es casualidad, el libro del Edén solo aparece cuando debe aparecer. Podrías tenerlo toda tu vida, tener miles de cosas que querer escribir en él, pero nunca lo hubieras hecho si no fuera necesario, ese es el poder del libro, tu no lo manejas, él lo hace.

–La leyenda dice que... –Tragó en seco – El libro del Edén fue creado por dos dioses llamados Dagda y Abarta. Ellos decidieron que puede tenerlo un heredero desde su nacimiento hasta su muerte, haciéndose pasar por diario íntimo y tal vez, el portador nunca lo usaría, simplemente porque el libro esta hechizado de tal manera que solo sea recordado en el momento que lo necesita realmente.

–De alguna manera el libro llegó hacia ti, Jaha lo tenía, es un Dios, debe conocer a Dagda y Abarta, por eso te lo regaló y como dijiste, está hechizado, por eso nunca se te ocurrió usarlo –Dedujo de manera repentina.

–Es que no recuerdo la razón de por qué lo traje –Lennox alzó los hombros restándole importancia.

–No lo sabes tú, pero el libro sí.

–Si tu sangre te permite leerlo, significa que mi sangre también, además soy la portadora... significa que... somos herederos y... -Sin más preámbulos, decidió tomar la daga y pincharse la yema del índice hasta manchar la otra página en donde de a poco se reveló una ilustración. Sus orbes se dilataron.

–Es un mapa –Confirmó Lennox.

–Pero eso es... -Señaló la página que había revelado Lennox –¿una lengua antigua?

–Itirbe ehcirb, se ane nidru. 

Itirbe ehcirb, suy nu uridirih. 

Itirbe ehcirb, itidnor ay –Citó –. Parece serlo, sinceramente no la conozco.

–Itirbe ehcerb... -Repitió Eire pensativa –Es nuestro idioma antiguo, Itirbe ehcirb significa algo como abrir rotura –Lennox entrecerró los ojos. Aquello no tenía ni un sentido.

–Bien, si tu sabes, dedícate a traducirlo, cuando termines iremos –Cerró el libro y se lo entregó en las manos.

–Lennox, que sepas que estoy en completo desacuerdo –Se quejó.

El rubio ladeó una sonrisa y negó.

–La Ordenadora se mete en mi mente, me hace ver cómo me sentiría si ella te asesinase y pretendes que no haga nada para detenerla –Eire alzó su rostro con sus orbes brillantes y esperanzados.

–¿Cómo... cómo te sentirías si ella me hiciera algo? –Preguntó.

«¿Eso significa que él se sentiría triste si algo me sucediese?, ¿significa que me quiere de alguna manera? no debo ser ridícula, si tenía alguna duda sobre nuestra hermandad, ahora ya no la hay. El pergamino lo decía y era refutable, pero ahora somos herederos de sangre. La misma sangre. La misma familia. El mismo padre» .

–Traduce el libro –Contestó sin más.


Hola :D

No se asusten, no van a invocar a nadie cuando pronuncien las palabras que cita Lennox.

Itirbe ehcerb, se ane nidru. Itirbe ehcerb, suy nu uridirih. Itirbe ehcerb, itidnor ay.

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