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TRECE

CAPITULO   XIII: Pasiones negadas.



Día 3 de la desaparición de Eire.

El reflejo de Maeve en el espejo se advertía cadavérico, sus cercos moradas, ojos abultados y labios marchitos. Durante esas tres alboradas tuvo que aumentar cada día su dosis de cosmético, una mujer siempre tenía que lucirse bella.

–Maldita seas Lennox Petrov –Susurró con lamentos abrigando sus mejillas –. ¿A dónde te la llevaste? –Preguntaba al aire – ¿A dónde? –Rompió en llanto, hincó su cabeza en la jofaina de mármol y con sus puños lo aporreaba.

–Madre –Susurró Kennet quien se tomó el carácter de entrar al lavado de la Reina –Madre, por favor no llore.

–Es tan duro –Le dijo, se viró y miró a su hijo mayor a los ojos. Kennet se asombró al verla en un estado de roña avanzada, cuando habían pasado apenas tres días –Pero ese muchacho, me las va a pagar. Voy a ejecutarlo apenas lo encuentre.

–No, madre, no es correcto incriminar a una persona sin saber lo que realmente sucedió.

–Si puedo, soy... soy la Reina –Comenzó a reír como una enloquecida y se agachaba lentamente. El rubio se mordía los labios al presenciar tal escena.

Se acercó a ella con cuidado y la auxilió a ponerse en pie.

–Madre, ¿Por qué culpa a Lennox Petrov?, ¿Acaso tiene pruebas?, él siempre fue tan educado y servicial.

–Porqué desaparecieron la misma noche. Petrov me detesta por lo que le he hecho.

– ¿Qué le ha hecho, madre? –Pero Maeve no iba a contarle todo el embrollo de la sangre azul, mucho menos estando al tanto de que Jaha pensaba darle el trono a él en un futuro cercano.

–Enclaustrar a su madre, cuando la encerré, él vino para demostrarme cuanto me odia –La rubia permaneció callada, pensativa, Kennet solo se disponía a acariciar la cara de su madre y secarle las lágrimas –Eso es... -Inició a reír nuevamente.

– ¿Qué es?

–El punto débil, Petrov se fue pero retornó cuando se puso al corriente que su madre estaba encerrada.

–No habla en serio, madre –Negaba en cuanto se dio cuenta de lo que quería decir Maeve.

–Sí, voy a enclaustrar a su madre de nuevo, y él vendrá a defenderla, y los caballeros se encargaran de hacerlo confesar.

–¡¡¡¿Confesar qué?!!! –Increpó -¡¡¡Él no ha hecho nada, maldita sea!!! –Maeve se repuso al instante y alzó su mano para abofetear a su hijo.

–¿Te atreves a faltarme el respeto?, te recuerdo que soy tu madre, soy la Reina –Decía despachadamente y agregó: –¿Por qué lo defiendes tanto?

–Porque es mi amigo.

–Vete de mí vista, no quiero volver a verte hoy –Kennet le dio la espalda para dirigirse a la puerta, pero antes de marcharse le contentó: –Usted está podrida por dentro, Madre.


Día 10 de la desaparición de Eire.


Lennox miraba con el rabillo del ojo hacia todos los puntos cardinales, Eire le repitió pero no podía ver nada más que no sean espesos arboles rodeándolos, tan densos que el sol no se percibía, estaba oscuro como si fueran las ocho de la noche en invierno, aunque en realidad era el medio día.

La castaña comenzó a sentir puntadas que le ardían hasta los pulmones, los síntomas de su enfermedad se hacían presentes y su cura estaba frente a ella.

–¿Qué miras? –Preguntó curiosa. Lennox, quien era una cabeza y media más alto que ella, bajó su vistazo para encontrarla.

–Que nadie nos esté importunando –Él volvía a mirar, y Eire lo copiaba sin entender aún.

–No se ve nada, está sombrío y los arboles muy contiguos, asimismo, muy taciturno, solo se oyen los búhos, si hubiera alguien cerca se oirían sus pisadas, lo sé porque me lo enseñaron en...

–Guarde silencio, me descentraliza, Princesa –Interrumpió. Eire abrió la boca pasmada, estaba claro que Lennox era un maleducado, siempre se atrevía a hablarle de esa manera –. Con todo respeto, hay muchos gorgojos, le recomiendo cerrar la boca.

–¿Cómo te atreves? –El rubio la ignoró rematadamente, y se encaminó hacia un peñasco de dos metros aproximadamente.

–¿Sabe escalar? –Preguntó observando el musgo verde pegado en la roca.

–Por supuesto que sé escalar –Comentó ofendida, nada le importunaba más que la traten como a una princesita débil. De todos modos, su cuerpo le dolía mucho como para hacerlo ahora mismo.

–Que bien –Dijo y continuó avanzando. Eire suspiró, creyó que tendrían que remontar; lo atosigó hasta llegar a un despeñadero que era demasiado pequeño como para ser tan escandaloso.

Para llegar a el había que cruzar sobre un tronco muerto que, si mirabas hacia abajo caías al vacío.

–No hay manera, no atravesaremos por ahí.

–Confié en mí, princesa –Le pidió, se subió al tronco y le tendió la mano. Eire la rechazó y se subió por sí misma. Ambos comenzaron a caminar con sus brazos elevados.

La castaña efectuó el error de mirar hacia el vacío, deducía unos diez metros hasta caer al agua, si abatía en una mala posición podría morir con el impacto; si despeñaba bien y sabía nadar, sería cuestión de suerte, pues la corriente era fuerte, o moriría del frio, el agua estaba helada. Pero con su malestar, probablemente fallecería antes de llegar a fondo.

–¿No estará pensando en saltar y escapar de mí, o si? –Murmuró él, una vez que llegó al otro lado, estaba parado con su típica pose de los brazos cruzados, alzó las cejas de manera engreída. Eire negó y se apuró hasta llegar a su lado.

–Siempre te sigo y nunca me dices a donde me llevas –Se quejó mientras continuaba siguiéndolo. Lennox aplacó en frente de la cascada y se volteó para verla.

–Es mi escondite, tengo dagas, cuchillas y espadas.

–¿Espadas?

–Sí, pero no se sobreexcite, ninguna le quedaría a usted, princesa –Indicó para molestarla. Lennox era un fiel creyente de que no existía espada digna para ella. Aunque sea tres veces más pesada que ella, Eire la haría bailar como si de una simple flor se tratase. La castaña lanzó aire como si fuera un caballo.

–Eres un insolente.


Día 5 de la desaparición de Eire. 


Unos días más de malas noticias, el apetito se le había quitado y en el pueblo ya se murmuraban cosas. La guardia rastrillera recomendó hacer saber a la gente sobre lo que estaba sucediendo, el Rey no estaba seguro de querer tomar esa decisión, podían suceder dos cosas, la primera era que su gente le tuviera compasión y colaborasen en la búsqueda, y la segunda era que, lo odiasen por no ser capaz de cuidar a sus allegados.

Sea lo que sea, debía dar una respuesta en ese instante.

El oficial de la guardia rastrillera aclaró su garganta para sacar al Rey de sus pensamientos.

–Invariablemente, quiero hacer lo correcto –Dijo mirando hacia al frente, en donde yacía colgado un cuadro de su padre, pintado a mano por una mujer que en su tiempo era la más talentosa. Su sabiduría era necesaria en ese momento, Jaha estaba seguro de que él sabría resolver toda la catástrofe –. A veces no comentar la verdad es hacer lo correcto.

–Su alteza, con todo respeto, una triste verdad es más correcto que una mentira placentera que, al fin y al cabo, terminará doliendo en cuanto se descubra.

–Mi decisión fue tomada, no se le informará al pueblo nada de esto. No por ahora.

–Sospechan que algo ocurre, los caballeros y mi gente estamos haciendo mucha movilización.

Jaha giró su cabeza para verlo a los ojos, unos segundos después levanto la voz: –Ya di mi orden, no se informará de esto.

El oficial, con la expresión en su rostro, le demostró a Jaha su desacuerdo. Hizo una reverencia y se marchó, en ese instante Kennet pasaba corriendo en busca de su padre. El Rey frunció el entrecejo y levantó su mano para dar la orden que se quedara quieto.

–¿Por qué está tan jadeante, Kennet?

–Padre, me acabo de enterar –Dijo agitado, luego de atravesar varios pasillos, desde el calabozo hasta la sala de reuniones en donde se encontraban en ese momento. Tomó aire y se repuso –. No es mi intención ser un picaresca*, pero es realmente injusto lo que está ocurriendo.

–Sé de buena tinta que eres un príncipe justo, por sobre todas las cosas, si crees que algo está mal, entonces puedes decírmelo. Claro mientras no me contradigas –El rubio negó, no podía contradecirlo porque era el Rey, el glorifico Jaha, pero a su madre, a pesar de ser la Reina, si podía contradecirla.

–Se trata sobre una criada, Malvina, la madre de Lennox –Jaha se acercó rápidamente a su hijo y lo tomó de los hombros. Kennet quedó callado ante el acto tan repentino.

–¿Qué pasa con ella? –El príncipe alzó sus cejas. Sabía que aquello era injusto pero no comprendía la reacción de su padre -¡Habla!

–Su majestad, la Reina, ordenó a confinarla.

–¿Cuándo?

–Esta mañana, ella me lo había advertido –Explicó recordando la escena de hace dos días atrás en el baño con su madre –, no creí que fuera a concebirlo por eso no le comente antes.

–¿Con que objeto se atreve a encarcelar a mis criados? –Preguntó para sí mismo, pero Kennet tenía la respuesta, así que le contesto: –Mi madre cree que su hijo vendrá en cuanto se entere de esta situación, porque...

–Porque culpa a Lennox de secuestrar a Eire –Lo interrumpió –. Esta vez se atrevió a actuar por impulso, se atrevió a actuar a mis espaldas.

–Su majestad, haga algo al respecto, pero le ruego, no sea cruel con mi madre –Jaha lo miró con asombro –. Ella es una madre desesperada y estoy segura de que reconsiderara y pedirá las disculpas necesarias.


Día 10 de la desaparición de Eire.


Eire se apartó de Lennox, le dio la espalda para recostarse en el suelo, jadeando, su cuerpo le punzaba infiernos y no se atrevía a comentarle nada al muchacho, sería algo cínico.

Unas lágrimas traviesas cayeron hasta mojar la tierra, escuchaba como el rubio se armaba y por la sombra que estaba dibujada en una pared de la cueva justo detrás de la cascada, veía como colocaba dagas y cuchillas en distintas áreas de sus ropas, en sus botas, bandolera, bolsillos de sus pantalones y el saco, que por cierto, aún seguía con esos orificios que Lennox se negaba a emparchar.

En cuanto a la vestimenta de Eire, ellos regresaron al lago y tomaron el vestido, muy incómodo para trasladarse sin llamar la atención; Lennox le arrancó las piedras y varias capas de tela que las guardó muy delicadamente en un bolso limpio que él cargaba en su espalda.

–¿Está dormida? –Eire se secó las lágrimas rápidamente y se levantó, aun dándole la espalda al muchacho.

–No, solo descansaba –Sin querer, su voz salía temblorosa.

–¿Se encuentra bien?

–Si, gracias.

–Debemos ir al pueblo, conozco a alguien allí que puede ayudarnos.

–¿El pueblo es seguro?

–El pueblo sí.


Día 5 de la desaparición de Eire.


El sofrió de la noche le calaba hasta los huesos a Malvina, en menos de un mes había sido encerrada por Maeve, por sus pensamientos egoístas.

«¿Qué problema tiene esa bruja con mi hijo?»

Sacudió su cabeza, Lennox tiene la sangre para que su hija viva cuanto tiempo quiera, la princesa era la causa de sus males, quería odiarla, pero no tenía la culpa de las falacias de Maeve.

«¿Cuál fue el pecado de él?»

Se levantó de la madera colgando del techo, la llamada cama, sin jergón, solo un trozo de madera, un criminal merecería dormir en esas condiciones, pero no ella; se acercó al barandal y tomó la fuente con comida que le había dejado un guardia de allí.

Un muchacho pelirrojo simpático que le comentaba cuanto odiaba tener que ser testigo de la encarcelación de gente inocente como ella, pero no podía desertar debido a que tenía una hermana llamada Nur, a quien le quería pagar su educación.

El guardia le había puesto doble ración de comida porque ella no era una criminal que merecía sufrir de hambre, así que en su bandeja había dos manzanas, dos vasos de agua y dos bollos de pan del día. Era su día de suerte, la vez anterior le tocó un bollo de pan de hacía tres semanas que se descascaraba apenas al tocarlo.

Engulló con ganas el pan, estaba delicioso por demás, y las manzanas algo secas, pero no podía exigir mucho estando en el calabozo.

El ruido de las llaves chocar por las rejas la ensordeció, no sabía de horarios, pero estaba segura de que por la noche no era momento de abrir las verjas, después de todo, los arrestados aprovechaban este horarios para escapar y mantenerlas cerrada era lo más convenientes.

Se apoyó en el barandal una vez más, solo por curiosidad y trabó su rostro entre dos fríos conductos oxidados. Observó una sombra ostentosa acercarse hacia su celda y lanzó un suspiro.

–Por favor, no quiero que me veas así –Le pidió.

–No te avergüences, no eres tú la que ha hecho mal.

–A pesar de ser inocente, es vergonzoso estar de este lado –Jaha se acercó un poco más y le acaricio el puente de la nariz, Malvina cerró los ojos ante el contacto.

–Te sacaré de aquí –Avisó y se dispuso con las llaves a liberarla, en cuanto la puerta se abrió él se adentró y la acuno en un cariñoso abrazo –. Lo siento tanto, mi amor.

–Jaha, te juro que no hice nada –Susurró mirándolo a los ojos, el pelinegro beso su frente tomándose su tiempo mientras acariciaba los cabellos rubios de Malvina, su amada Malvina –. ¿Cómo me encontraste?

–Yo siempre voy a encontrarte –Malvina no estaba en el banco de la paciencia y unió sus labios junto a los de su amante. Jaha fue quien lo terminó –Tengo una mala noticia, te irás del palacio.

–¿Qué? –Preguntó sorprendida; el Rey, ni siquiera había hecho una pausa, lo dijo avivadamente.

–Maeve te odia, te quiere hacer daño para atraer a Lennox aquí.

–¿Entonces es cierto? –Susurró de nuevo –, Dime Jaha, ¿Ella cree que Lennox la secuestró?

–Si –Ante la afirmación, la rubia se separó de Jaha y caminó hacia el otro lado de la celda mordiéndose la piel de sus dedos, se rascó la cabeza y volvió hacia el hombre.

–¿Cómo puede creer ella que nuestro hijo es capaz de hacer algo así?

–Silencio Malvina, por favor. Debes calmarte.

–Lennox es tan amable y protector como su padre, como tú, es un calco de ti –Suspiró –. Si Maeve lo supiera, cerraría su calumniada boca.

–Pero no lo sabe ni lo sabrá.

–No puedo irme sin saber nada de nuestro hijo.

–Estoy haciendo todo lo que está en mis manos para encontrarlo.

–Prométeme que lo encontraras, por favor, promételo –Le rogó mientras escondía su rostro en el hueco del cuello de Jaha, aspirando su aroma.

–Te lo prometo mi amor, lo encontrare, encontrare a nuestro hijo. Pero tú, por favor, vete al pueblo, toma –Interrumpió el cariñoso abrazo para buscar en sus bolsillos un mapa y una llave –Conseguí una casa para que pases el tiempo, nadie va a encontrarte y enviare al guardia a que te lleve lo que necesites, yo confío en él.

Malvina negaba –No soportaría estar lejos de ti, ya tengo suficiente sabiendo que duermes con otra mujer.

–Malvina, querida, por favor, siempre fuiste tú, si no me hubieran obligado a casarme con Maeve, me hubiera casado contigo, solo te amo a ti, mi corazón te pertenece solo a ti. Y yo no soportaría que Maeve se atreva a hacerte más daño injusto, por favor, vete.

–¿Volveremos a vernos? –El Rey no le contestó, solo se dedicó a contemplarla con cariño y una pisca de pena –Contéstame.

–Siempre.


Día 10 de la desaparición de Eire.


Eire deducía que eran aproximadamente las siete de la tarde, en el cielo ya se podían vislumbrar las estrellas, recordó automáticamente cuando su profesor, el señor Selsius, le enseñó a leerlas, le fascinaba hacerlo y en ese instante estaba haciéndolo.

Se adelantó de Lennox para poder ver mejor, pues su cabellera albina la distraía.

–¿Sabes que me dicen las estrellas? –Le preguntó a Lennox.

–¿Está delirando, princesa?

–Estudie astrología, el idioma de las estrellas.

–Interesante.

–No soy experta, pero puedo predecir que el eclipse está cerca –Como respuesta, Lennox rodó los ojos, Eire no lo vio, de ser así él no se atrevería a hacerlo –. El cielo se oscurecerá durante dos... no, tres días, no serán días sino noches... supongo que la muchedumbre furiosa aprovechara esos días para arremeter contra el palacio... tal vez soy una cobarde por estar huyendo en vez de estar ahí para acompañar a mi familia... soy una cobarde –Lennox no contestaba, solo caminaba recto cargando la carreta con todos los elementos necesarios para sobrevivir.

–En dos horas llegaremos al pueblo.

–A mí no me criaron para ser una cobarde, mi profesor de esgrima estaría avergonzado de mi –Continuó balbuceando, el rubio no podía entender con claridad lo que murmuraba, más bien ella estaba pensando en voz alta –Yo estoy avergonzada de mí, soy un completo fracaso como princesa –Continuó.

Otra puntada amenazó a Eire, provocando que desacelerara su paso, su corazón le apretaba y de repente sus piernas no respondían, Lennox que estaba justo detrás de ella, la atrapó en cuanto cayó. Los brazos del rubio no eran enormes, apenas musculoso, aun así cubría completamente el pequeño cuerpo de Eire quien comenzó a temblar, su cuerpo estaba tieso y de sus labios caía un líquido plateado.

La castaña se sonrojó, a pesar de estar en pleno ataque, era consciente de la vergüenza que sentía al saber que Lennox la estaba viendo así.

Sin pensarlo, el rubio le limpió el rostro y la arrimó en el suelo, la dejó ahí unos segundos en los que tomó una daga de su bota izquierda e hizo un corte largo en la palma de su mano, la sangre azul comenzó a caer, gota por gota. Lennox, con su mano izquierda la tomó del rostro y hacia fuerza para abrirle la boca. Eire se negaba y hacia su mayor voluntad para mantenerla atrancada.

–Vamos Eire, ábrela, no quiero ser bruto contigo –Ella negaba, sus ojos se apagaban de a poco, sus temblores se ponían más violentos –si te duele, que sepas que no lo lamento –afirmó y presionó con brutalidad la mandíbula de la muchacha para luego hacerla tragar la sangre que salía de su puño.

Un quejido salió de la garganta de Eire y luego las lágrimas.

Lennox lo sabía, sabía lo que su sangre causaba en ella, estaba al corriente que ella estaba enferma.

Lennox le estaba dando su sangre.

Ella se sentía repugnante, beber sangre era tétrico, no era normal, no está bien y segundos después perdió la conciencia. 


*Picaresca: Actividad y modo de vida de los pícaros. Una forma sutil de referirse a una persona como ''chusma'', ''metiche'', etc. 

 *** 

Hola :D

KEEEEE, JAHA Y MALVINA AMANTES? (Respuesta: Si)  

LENNOX ES HIJO DE JAHA? (Si)

EIRE Y LENNOX SON HERMANOS? (Si) 

EIRE ESTÁ ENAMORADA DE SU HERMANO? (No está enamorada, pero todos sabemos que le parece muy atractivo e.e )

Que trágico todo.


Mensaje subliminal: L.R Et ume <3 

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