SUEÑOS DE SANGRE.
Sueños de sangre.
La hierba debajo de sus extremidades estaba salpicada, los pinos a su lado brotaban hedor a hierbabuena, la intemperie constaba absolutamente de color gris con alguna que otra franja en un blanco radiante, era un día afligido y su corazón palpitaba notificando que algo iba mal.
Ella siempre conmemoraba ese lugar, pero en el resto de su día parecía simplemente desconocer una gran parte del mismo, lo único que recordaba era a aquel atrayente chico con cabello plateado y raíces negras, tan espeso como su mirada, que en ese momento estaba clavada en su sien como una tachuela.
– ¿Le temes a algo? -Negó – Entonces... ¿Por qué esa cara?
– ¿No sientes eso en tu pecho... -Él le sonrió mientras la miraba fijamente, causando que sus piernas tiritaran. Continuó: –eso en tu pecho, como una opresión, como si algo estuviese mal? -Se interrumpió al ver como el chico ladeo su sonrisa –¿Qué tienes?, ¿Por qué me miras así?
– Me asombra que... continúe mirándome de ese modo, a pesar de que la he condenado -Su semblante cambió de repente al mismo instante en que le tomaba del rostro y acariciaba con sus pulgares el mentón regordete de la chica.
– ¿De qué discutes? -El muchacho creyó que, quizá, ella estaba siendo misericordiosa –¿A qué te refieres? -ante la notoria confusión de la pequeña, la soltó y se volteó para susurrar unas blasfemias.
– ¿No lo sabe? -Quiso asegurarse.
Ella repasaba, ¿qué se había perdido? Porque todo lo que decía el chico era como leer en griego –No sé de qué me hablas realmente.
– ¡¡¡No lo sabe maldita sea!!! -Levantó la voz y golpeó con su palma una roca, esta largó polvo y alguna que otra hoja seca se sacudió por debajo.
La doncella no hallaba que era aquello que encolerizaba tanto a su acompañante y de repente se sintió inservible, una vez más se estaba sintiendo inútil, ella resultaba inútil y tonta, y sin conocimientos, para todos. Una carga más.
Se acercó a él y le golpeteó el omóplato izquierdo llamándolo, al santiamén la piel del chico se estremeció, apretó sus ojos y él la tomo de los hombros –Tus padres son una inmundicia.
La castaña abrió mucho los ojos, creyó que se le saltarían, hasta le lograron arder –Que grosero eres.
– Ellos te están liquidando más que yo -Tuteó.
La joven estaba más embrollada que nunca, en ningún tiempo había comprendido al chico y esta vez no era la excepción, él, continuamente parecía saber algo que ella no tomaba en cuenta. –Deja eso en el tintero, solo dime que es aquello que no me han dicho mis padres.
– No puedo explicárselo.
– ¿Por qué no?
–Porque ya la he condenado... -Una vez más, sus ojos claros resplandecieron, como si brillar más, fuera posible – y lo siento mucho -Él plantó un beso en la mejilla pálida de la chica, y proponía marcharse.
–No lo adivino... ¿te iras, así sin más?
El blondo se mantuvo dándole la espalda –Yo sufro más que tu... se trata de resistir.
Ella dio unos aligerados pasos para tomarlo de la mano una vez más y frenarlo –Conversas como si se tratase de... morir o vivir -Él suspiró.
– Debo irme -Se soltó de su agarre amablemente y continuó caminando.
– Espera... -Alzó su voz para que en la distancia él la escuchase – Te quiero.
Pero él no contesto, ni pareció haberle causado nada aquella confesión, como si no la hubiera escuchado... como si él no sintiera lo mismo.
Sus ojos ardían, jamás se había sentido tan humillada, la había rechazado de una manera tan amable que incluso le pareció respetable; tomó una flor blanca que se encontraba bajo sus pies, similar a un lirio pero con muchas corolas entonces las iba arrancando, cada pétalo representaba un problema, y mientras más quitaba, más de ellos aparecían, era como magia o tal vez, significaba que sus problemas volverían a resurgir.
No se echaría a llorar debido a aquello, siquiera ese pinchazo amenazante en su corazón la haría sollozar, ni ese viento frío de repente, solo le quedaba andar, no sabía hacia donde, solo debía irse y despertar.
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