DIECISEIS
Esta es Eire con su cara en plan no-me-desafíes-criado
CAPITULO XVI: Ahora eres Petrov.
Día 20 de la desaparición de Eire.
Los rizos de Kennet habían quedado inmóviles en cuanto la corona fue puesta en su cabeza.
Había sido creada exclusivamente para él, era de bronce, el color que lo representa.
En Kalkun, país que ahora era gobernado por Kennet, el color bronce representa transparencia del alma, cualidad que todos estaban de acuerdo en que poseía el nuevo Rey.
Tristan estaba serio, vestía una bata negra que representaba la muerte, tal y como todos la conocen. Sin vida como su mirada que enfocaba hacia el suelo bañado en pastizal verde amarillento.
Un guardia lo sostenía con sus manos a las espaldas y mantenía su cabeza gacha ante su nuevo rey, Kennet Arwen el leal y su padre ex Rey Jaha el glorioso.
–La tradición sentencia que un Rey debe gozar de un solo retoño varón para que la ascensión al trono no se convierta en una guerra entre consanguíneos; si por obra de Apócrifo, nuestro Dios todo vigoroso, su alteza concibe más de un hijo varón, el Rey debe escoger al más avispado y cuando este asuma el poder, por voluntad de Apócrifo debe ejecutar a sus hermanos para continuar con la paz –Sentenció el Obispo. Kennet bajó la mirada, incapaz de ejecutar a Tristan, su hermano –. Todo ser razonable tiene derecho a un deseo final. Príncipe Tristan, le concedo... sus últimas palabras –Dijo ahora con más fulgor. Su parte preferida siempre fue esa, porque cuando la gente sabe que va a morir, no teme demostrar su verdadero ser.
Tristan ansió con fuerza expandiendo sus fosas, las gotas de sudor bañaban su cabello, frente y espalda.
Si estaba a punto de ser acabado a manos de su hermano mayor, estaba a punto de morir, en aquel momento no iba a hablarle con respeto. Tristan había disipado todo el acato hacia Kennet en cuanto este le demostró la indiferencia que sentía por su hermana, en cuanto le dijo que le importaba más encontrar a Lennox, su mejor amigo.
El guardia forzó a que el pelinegro levante la cabeza, mirando directamente a Kennet.
Maeve estaba tapada de negro, color del luto mientras envolvía a su hermana Lynnete que había viajado solo para cortejarla en su duelo, porque Maeve no estaba feliz por la asunción de su hijo, Maeve estaba devastada por la ejecución del principe.
La rubia apoyó su rostro en el hombro de Lynnete y lanzaba lágrimas, sin ser capaz de ver como Kennet mataba a Tristan.
–Mis últimas palabras –Sonrió y lanzó una carcajada irónica, mostrando su blanca dentadura –. En el mundo hay dos tipos de personas, las que se pierden en lo alto del poder olvidando a sus allegados y los que pierden la vida intentándolo todo; Kennet, tu eres el primer tipo –Confesó con gracia. «En caso de que el imbécil no se haya dado por sentado» –. Si voy a morir bajo tus manos, debes saber que no tengo ni una gota de respeto por ti y que tus manos se mancharan de mi sangre, que representan a la princesa Eire y así permanecerán por el resto de tu vida; y cada paso que des las veras y me recordaras, la recordarás; y nunca, nunca, descansaras.
–Suficiente –Clamó Jaha tácitamente, calmando a la muchedumbre que comenzaba a susurrar. Tristan continuaba mirando con el rabillo del ojo fijamente a Kennet con una sonrisa sínica –Kennet –Susurró a su hijo que estaba a su lado –. Es momento de que dictes tu primera ley, una vez que lo hagas... entonces será el momento –Dijo ahora mirando al pelinegro con aflicción.
Jaha bajó la mirada recordando como él había ejecutado a sus tres hermanos cuando lo coronaron Rey. No sentía tristeza por eso, por su acto, pues era una tradición que debía cumplirse como Apócrifo manda. Pero como padre, se le formó un nudo en la garganta al hacerse la idea que jamás verá a su hijo cada mañana.
Kennet tragó en seco. Jaha se reposó del lado derecho de su hijo menor, Tristan, y apoyó la espada cinquedea* en el hombro del muchacho.
El nuevo Rey se posó frente a su padre y su hermano; y habló:
–Como nuevo Rey de Kalkun, gobernador de la ciudad de Radost, yo, Rey Kennet Ósman Arwen el leal, daré a conocer mi primer mandato, deseo y ley –Gritó con fulgor, orgulloso de su decisión –. A partir de hoy, trece de junio del año mil trecientos sesenta y nueve, rompo con la tradición –Jaha y el obispo abrieron los ojos, sin poder creer lo que Kennet estaba a punto de ordenar –de la ejecución por la paz –Maeve se separó de su hermana sorprendida –. Ahora soy el Rey, nadie puede decirme que hacer, nadie se atreve a desobedecer, soy dueño de los siete mares, soy amo y señor, mí primera ley es que la sangre del príncipe Tristan no bañará mis manos y no existe nadie en la tierra que pueda hacerme cambiar de opinión –Gritó.
La gente que se encontraba del otro lado del muro bajo del castillo, comenzaron a agacharse en símbolo de respeto. El rubio se dirigió a su hermano y susurró: –Tristan, te libero del destino que adjudican a dios.
Día 12 de la desaparición de Eire.
Eire alzó la mirada.
«Un criado abrazando a una pueblerina, interesante»
Sin embargo unos estremecimientos recorrieron cada pulgada de su piel conmemorando aquellos momentos en que el rubio la había tocado, apenas, a ella.
La primera vez en la biblioteca, cuando se le cayeron los libros; esa vez que huyó, él la tomó del ante brazo; luego de casi morir ahogada, Lennox no solo la rescató, sino que le colocó su abrigo y apenas rozó la piel de su cuello; esa noche en que Eire chocó con su pecho y él la tomó de los hombros para evitar su caída, Lennox y su manía por sostenerla de los omóplatos, como la noche pasada, que la guió hacia el baño y la tironeo de manera graciosa.
Si eso se había sentido como el cielo para Eire, entonces un abrazo no tenía explicación en el mundo ni en la historia de la existencia.
Nurges acababa de ser el espécimen existente más afortunado en el universo y probablemente lo sabía, y lo disfrutaba y Eire no. Ella no.
Lennox estrelló el brazo derecho de Eire cuando pasó a su lado para darle de beber al caballo.
–Nur vendrá con nosotros –Avisó. La castaña dejó de mirar al suelo y puso sus cinco sentidos en él.
–¿Qué ha dicho? –Lennox la miró curioso, ella acababa de tutearlo.
–Nur, vendrá con nosotros –Repitió nuevamente –.Nos llevará hasta dónde está mi madre.
–¿Y luego qué?
–Luego nos vamos a Eshada –La princesa llevó su mano hacia su pecho incrédula.
–¿Perdió la razón?, No podemos ir a Eshada, eso es otro país y el hermano de mi madre es el Rey, si lo ven le cortaran la cabeza.
–Su tío no me conoce –Murmuró. Tomó una mochila de la carreta de la que cogió una galleta que le tendió a Eire.
–No iremos a Eshada, Petrov –El criado alzo las cejas incrédulo.
–¿Acaba de dirigirse a mí por mi apellido? –Eire no contestaba. Se acercó a él y tomó el bocado –Mi madre nos espera princesa, ella la recibirá con los brazos abiertos, no le guarda rencor.
–¿Y usted? –Interrumpió –¿Usted me guarda rencor? –Lennox la miraba de un ojo a otro, intentando leer cada expresión en el rostro de Eire.
Pero cuando Lennox iba a contestar, una melena roja clara se acercó a él.
–Me ha costado bastante hallarlos. El pueblo es grande, eh estado viajando hace cuatro días y tres noches, preguntando a cada persona que me cruzaba si habían visto a personas con sus características; en realidad, con las de Lennox, no tenía ni idea de que usted estaría con él, a pesar de que en el castillo sospechan que la secuestró.
–Ya ves que no –Murmuró.
–Claro que no, yo jamás pensaría algo así de Lennox –Respondió amable. Eire frunció el entrecejo, acto que puso nerviosa a Nur –. Malvina es una mujer amable y me confió encontrarlo –Continuó –pero los encontré a ambos y ella estará muy feliz de acogerla.
–Por supuesto que si –dijo irónica.
Nur tragó en seco, definitivamente no le agradaba a Eire. La pelirroja creía que tal vez era por su vocabulario, no era tan correcta como Lennox, no tenía ni idea de cómo dirigirse a ella –Puedo preguntar, ¿Por qué huyeron?
–No le incumbe –¿Cómo iba Eire a contarle que huyo por el asco que le causaba su madre obligándola a beber sangre?; ¿cómo iba a explicar Lennox que huyó solo porque no quería que la princesa estuviera sola a pesar de que una parte de él la odia?
–Disculpe, su alteza –Se apresuró a decir. Realizó una reverencia sutil que Eire aceptó gustosa.
–Ya es hora de que vayamos -Lennox se dirigió a Eire –. Conozco un lugar, una iglesia en la que...
–No –Ambos le dirigieron la mirada.
–¿Qué dice Princesa?
–No. He dicho, no –Repitió haciendo énfasis en los no –. Me ha traído al pueblo y me llevó a una roñosa alcantarilla, llena de... quien sabe que cosas sean esas y no me ha dado explicación alguna. ¿Pretende usted que lo siga cual perro faldero?, Petrov es usted un petulante.
–Sus palabras me hieren, he hecho todo a mi alcance para mantenerla a salvo, princesa.
Día 25 de la desaparición de Eire.
Morgana concluía de soplar un palo santo que encendió para ahuyentar a los males que vivían en los aposentos de Jaha, aquellos que penetraban en cada hueso de él y causaban el malestar doloroso que crecía cada día con más y más ganas.
–Su atención, el príncipe Tristan en la entrada –Anunció el guardia en la puerta de la habitación. La bruja se puso recta y realizó una reverencia en cuanto el pelinegro caminó frente a ella.
Tristan se paró a un lado de la litera de su padre, quien se encontraba bebiendo un té que el propio príncipe le preparó hacia unos minutos atrás.
–Su atención, la Reina Maeve –Morgana volvió a hacer la reverencia, esta vez, Tristan se sumó a ella, recibiendo a su madre quien se colocó en su costado derecho.
–Mi Reina –Sonrió débil tendiendo la mano hacia Maeve quien lo recibió gustosa –. Mi hijo, Tristan, y, ¿Kennet?, ¿No me honrara con su presencia?
–Mi hermano se encuentra ocupado, tiene una carga naval que enviar a los caballeros de Eshada –Comentó el pelinegro. Orgulloso de aquella industria que él mismo ideo.
–Excelente negocio, estoy al tanto que fue idea tuya –Murmuró con una sonrisa en sus labios. Sus hijos eran tan inteligente para con los negocios que su corazón destilaba de orgullo.
–Así es. Gracias alteza.
–Mi espíritu rebosa de felicidad al saber que se ayudan mutuamente y sobre todo que lo haces de buena fe, que tus ideas son dignas de admirar. Eres tan astuto como tu madre –Aseguró. Y Tristan reconoció que eso era una verdad absoluta.
–Siempre padre, siempre ayudaré a mi hermano en cuanto lo necesite y este a mi alcance.
–La sanadora tiene un comunicado para darme, y yo pedí por su presencia para que todos estemos al tanto. Sanadora, por favor... -Le concedió la palabra.
–Me temo, su majestad, que no son buenas noticias.
–Por Apócrifo. –Murmuró Maeve nerviosa, la salud de Jaha era crítica y lo único que esperaba era que mejorase.
–¿Qué sucede sanadora? Hable ya. –Ordenó Tristan.
–Su majestad, Jaha... está marchitando cada día.
–No puede ser. –Negó Maeve, no soportaría perder a alguien más –¿Cómo es posible?
–No quiero, no es mi deseo parecer picaresca* –Jaha alzó sus cejas.
–Apócrifo dame paciencia –Rogó el príncipe–. Dilo mujer.
–Hay un infiltrado en el palacio –Murmuró sin más, con su voz quebrada.
–¿Cómo? –Preguntaron Maeve y Jaha al unísono.
–Encontré rastros de veneno en su sistema, el Rey Kennet no... no se está encargando de la seguridad del palacio –Notificó mirando cómplice a Tristan, con una pisca de miedo que el pelinegro comprendió pero el resto no.
–No es posible, mi hijo es un magnifico Rey –Maeve se movió frente a la bruja.
–Con todo respeto, en tan solo cinco días, lo único que hiso fue permitir que un infiltrado se meta y dañe a su alteza.
–Tiene razón –Acompañó Jaha.
–¿Qué dices Jaha? –Volteó la cabeza para mirarlo a los ojos, asustada, ofendida.
–Yo en cinco días había conquistado tres pueblos que actualmente son parte de Kalkun –Comparó.
–Es nuestro hijo...
–Padre, por favor, recupere la razón. Kennet no se pasaría de largo esta situación –Defendió Tristan con su representativa voz calma.
–Kennet es el Rey, pero yo aún sigo existiendo, por ende aún soy más poderoso.
–No hables como si Kennet quisiera herirlo –Rogó la Reina.
–Ni siquiera vino a verme hoy.
–Padre, yo hablaré con mi hermano.
–No –Contestó antes los desesperados pedidos de su esposa e hijo –.Guardias –Llamó.
–¿Qué harás Jaha? –Preguntó ansiosa.
Los guardias entraron rápidamente a los aposentos, luego de hacerle la reverencia a las tres majestades, Jaha ordenó: Encierren al Rey Kennet.
–No puedes tomar una decisión de repente Jaha –Se quejó Maeve, su voz temblaba –. Estas exagerando.
–¿Tu crees que puedes decirme eso?; ¿Olvidas las decisiones apresuradas y sin sentido que has tomado tú? –Se refería a Malvina, pero claro que aquello no tenía punto de comparación ni sentido para la Reina.
–Jaha, por favor, no hagas esto –Suplicó.
–El encarcelamiento de Kennet no saldrá de este castillo. Su imagen seguirá limpia hasta que se demuestre lo contrario –Prometió.
Día 12 de la desaparición de Eire.
–Anochecerá pronto, princesa... por favor.
–Tengo un lugar al que podemos pasar la noche, supongo que han estado durmiendo en rocas todo este tiempo –Quiso bromear, sin saber que aquello era real.
–Nurges, que amable –Dijo con fruición la princesa. La pelirroja hizo una reverencia y miró a Lennox.
–Es la cantina de un colega de mi hermano, es confiable.
–De acuerdo, te seguimos –Murmuró Lennox sin darle a Eire tiempo para refutar el ofrecimiento.
Se hicieron camino hacia el lugar que Nur indicaba, quedaba a media hora caminando; aprovechando la caminata, ella les comentaba que quedaba a dos días de viaje llegar hasta donde Malvina los esperaba para darles refugio.
El invierno se avecinaba y junto a el las noches más largas, las tardes venían para saludar e irse al instante dejando paso al frío que abrigaba burlonamente el ambiente en compañía de la música que tocaban los pueblerinos en la cantina; era grande, probablemente la más grande que Eire haya visto –cabe recordar que solo vio una cantina antes que esta- sus paredes estaban hechas de troncos y el techo cubierto de paja, se veía muy acogedor pero las antorchas con fuego a los lados de la entrada principal le causaban desconfianza, pues la madera y el fuego cuando se juntan, gozan de una historia interesante.
–Es acogedora –Gimoteo Eire. Las palabras salieron de su boca sin permiso.
–Y la música es muy alegre princesa –Aseguró Nur sonriente –. Entre por favor y déjeme ofrecerle algo de beber. Hago chocolate caliente delicioso.
–No quiero entristecerla Nurges, pero no me gusta el chocolate caliente –Lennox la miró con ojos entre cerrados, Eire siempre le pedía a su madre que le lleve chocolate caliente para el desayuno. Miente.
«Pequeña farsante, insolente»
–Oh bueno, claro, comprendo... –Murmuró con un deje de tristeza, pues ella quería caerle mejor a la princesa y sus intentos parecían en vano– por favor, déjeme abrirle la puerta –Pero Lennox se le adelantó y la abrió para ambas. Nur se sonrojó –. Me encontraré con ustedes en un rato, voy a llevar las cosas a los aposentos.
–Te acompaño –Ofreció Lennox– ¿Estarás bien? –Le preguntó a Eire.
–Mejor que eso –Contestó irritada.
Quitó la mano del rubio de la puerta para sostenerla ella y hacerse paso hacia el contexto acalorado del lugar.
El ambiente estaba lóbrego iluminado tenuemente con lámparas colgadas en distintas partes del techo; eran botellas de vidrio intervenidas artísticamente con velas dentro causando que parezcan luces de colores, la creatividad inundaba aquel cuarto.
Había una banda de hombres y mujeres tocando instrumentos, su música era alegre tal y como Nurges lo había mencionado, apestaba a alcohol y el lugar rebosaba de cuerpos bailando.
Allí nadie le hacía reverencias, los muchachos la empujaban sin disculparse, era como ser una persona normal.
– ¿Estás sola? –Susurró un joven castaño cerca de su oído debido al volumen de los instrumentos sonando.
–Lo siento, no le he entendido –Sonrió divertida.
–He dicho, si estás sola, ¿Quieres bailar? –Le tendió la mano.
A primera vista, el joven le había parecido atractivo y amable, estaba pensando en si aceptar o no, después de todo un baile no dañaba a nadie. En cuanto Eire iba a levantar la suya para aceptarla gustosa, sintió el calor encenderse en ella.
Lennox la había tomado rápidamente y la acercó a sí.
–No está sola, amigo –Murmuro serio. A pesar del ruido, cada palabra había sonado comprensible. El joven sonrió a modo de disculpa y se marchó. Fue respetuoso.
– ¿Qué hace Petrov? –Renegó, sin intentar alejarse de su cercanía.
–La estoy invitando a bailar, princesa –Lanzó una sonrisa a la vez que acomodaba los brazos de Eire sobre sus hombros, ella estaba encolerizada con él, pero no iba a rechazar aquella cercanía.
La castaña quedó fosilizada en su lugar, Lennox se acercó un paso hacia ella pidiendo permiso para tomarla de la cintura.
– ¿Me permite esta pieza? –Preguntó con tono bromista.
–No sea dramático Petrov, es solo un baile –Entonces Lennox ladeo una sonrisa fugaz y la apegó hacia él rápidamente. Eire lanzó el aire que se estaba soportando, ella era una cabeza más baja que él. Con su mano izquierda, él le levantó el rostro del mentón para que le diera una ojeada.
–Lo soy porque, me temo que no sé bailar- Confesó.
–Solo debe seguir el ritmo –Dijo empezando a mecerse. La gente a su alrededor saltaba y cantaba, ellos apenas y movían un pie delante del otro –.¿Ve? No es tan difícil –Aun así, Lennox continuaba con su posición recta, sin dejar de mirarla directo a los orbes; una vez más, Eire sentía como el color gris oscuro de sus ojos se movían causando que le fuera imposible separar la mirada, era como un hechizo indudablemente –. Bueno, no quiero herirlo, pero parece un tablón –Declaró la castaña con semblante difícil queriendo cambiar de tema.
–Se lo advertí, no tengo idea de cómo hacerlo –Esta vez sonrió mostrando sus dientes, Eire bajó la mirada y comenzó a moverse con más ganas, Lennox era duro y hacia pasos torpes causando que la princesa largase carcajadas -. ¿Se burla de mí, princesa?
–Incluso los tronco de las paredes se mueven más –Se escarneció. Ambos dirigieron la vista hacia las paredes en donde las maderas retumbaban a causa de los sonidos y movimientos en el lugar, Lennox comenzó a ensanchar su sonrisa pero al instante se mordió los labios.
Como si reír estuviese prohibido para él.
– ¿No piensa contarme lo que sucedió? –Lennox no respondió –Eh sido muy paciente con usted, sobre lo que sucedió en el lago, no lo he agasajado a preguntas, no le pedí explicación alguna sobre el por qué me persiguió, jamás me entrometí en sus pensamientos Lennox, pero ya no puedo aguantar más, necesito que me explique las cosas –Lennox sonrió -. ¿De qué te ríes?
–Me llamó Lennox, nuevamente. Su enojo no ha durado como creí que lo haría...
–No intente cambiar de tema, Petrov –Remarcó el apellido –Cuénteme, ¿qué son aquellas cosas que nos persiguen?, ¿Por qué quisieron deshacerse de usted?, ¿Por qué uno de ellos dijo que quería asesinarme?... ¿Por qué... Por qué no me dijo lo de sus alas? –Susurró aquello último y arrugó su frente.
El rubio quitó su mano de la cintura para acariciar la frente de ella en donde se le formaron tres arrugas. Eire cerró los ojos ante el contacto y los volvió a abrir cuando el muchacho se acomodó nuevamente en su cintura.
–¿No está espantada, princesa?, ¿No me teme? –Eire negó. ¿Cómo podría temerle a Lennox? Era imposible.
Cada vez que lo miraba no sentía nada más que calma, estando entre sus brazos se sentía protegida, ¿No son acaso, esas cosas lo contrario al miedo? Era imposible que estuviera asustada a su lado.
–¿Por qué no lo hace?
–¿Acaso importa? –Dijo mientras tomaba más fuerte el cuello de Lennox mientras le acariciaba disimuladamente un mechón de cabello, disfrutaba aquello –Cuénteme, y no me diga que no es el lugar indicado, porque nunca habrá un lugar indicado.
–Está bien, te contaré pero... prométeme que no me tomaras de loco.
–He visto que tienes orgullos, yo no soy estúpida, sé lo que eres, no eres el primero que veo de tu... forma –Lennox abrió sus ojos sorprendido.
–¿Ah no? –Tragó en seco. Eire negó una vez más.
–No quiero interrumpir –Vociferó Nur con voz amarga.
Lennox volteó su rostro mirando de manera fulminante a Nur. Apretó la cintura de Eire y se separó melancólicamente de ella. La estaba pasando realmente bien.
–Pero lo has hecho –Recriminó la princesa odiando estar alejada del muchacho.
–¿Sucede algo Nur? –Quiso saber si valía la pena haber detenido el baile que estaba teniendo.
Y efectivamente, valía la pena.
–Tengo malas noticias –Tragó saliva –Los guardias de la Reina Maeve están aquí.
* Espada cinquedea: La cinquedea (cinco dedos) es un arma civil cuya posesión representaba un elevado estatus social a finales del siglo XV . Es de hoja corta y pesada de entre 35 y 60 cm de longitud y de cinco dedos de ancho en la empuñadura.
*Picaresca: ''Metiche'', ''Chusma''.
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