CAPITULO 4
- ¡Mimi! -elevó un poco la voz con intenciones de encontrarla- ¡Miiiimiii!.
El príncipe masculló por lo bajo, dando pisotones alargados en busca de su fiel lacaya.
:- Carajo. ¿Donde se encuentra a alguien con quien hacer travesuras en este palacio?.
Las sirvientas perseguían a su principe de un extremo a otro. En completa disposición de servirle cuando fuera necesario; aunque claro, a nadie mas podía encomendarle esa tarea.
- Principe, aquí estamos para servirle -comentó una rubia con un pequeño rubor en las mejillas.
- Si, principe -agrego una morena a su lado- la albóndiga no está aquí cerca pero...
Vegetto frenó en seco, para después acorralar a aquella empleada contra un muro cercano a la cosina. Esta no tardó mucho en malinterpretar sus intenciones, en lo que su amiga rubia observaba con envidia aquella escena.
- Que sea la última vez -ordenó en tono firme, confundiendo a su súbdita.
- ¿Q-que... -murmuró la contraria, demasiado atolondrada por la cercanía de su majestad.
Se alejó de repente y terminó de aclarar la situación.
- No quiero apodos aquí -sentenció molesto- todos tienen su nombre y deben llamarse unicamente por el, quiero respeto mutuo. ¿Está claro?.
Ambas se quedaron estáticas en su lugar por la repentina seriedad que adquirió el tema. Muy a su pesar, asintieron y se alegraron en gran manera cuando Vegetto recuperó esa sonrisa característica.
Como un torbellino que arrasaba todo a su paso, se bamboleó entre las distintas ollas y cacerolas que estaban abastecidas con comida, una vez que hubo llegado a la cocina.
- Esto tiene un sabor increíble -comentó con glotonería, sujetando una pata de pollo entre sus manos- bueno, supongo que mis planes aun pueden esperar.
Estaba tan emocionado, escapando de la mirada juiciosa de los chefs con un platillo en la mano, que ni siquiera notó cuando casi pasa a chocar con una muchacha de pequeña estatura y gafas gruesas.
- Vegetto, estuviste enfermo del estómago. Sabes que no es recomendable que comas salsa con pan- lo regañó como si de su madre se tratara.
Aunque sabía que estaba mal, de todas formas siguió comiendo. Los ojos del príncipe se iluminaron, cuando vio a la persona que estaba buscando frente a él.
- ¿Quefres? -ofreció con la boca llena, extendiendo una rebanada de pan.
- Voy a comentarle a la reina su descuido y poca preocupación por su salud -amenazó esta vez con intensiones de persuadirlo.
El contrario simplemente se encogió de hombros, terminando de devorar aquel platillo entre manos. Una vez que acabó, depositó con cuidado el plato en la fregadera siendo tentado por los demás manjares que estaban cocinando los chefs y asistentes.
- Te estaba buscando -comentó entusiasta, sonriendole a la de pequeña estatura- tenemos muchas travesuras por hacer.
Apenas acabó de decir la frase, su fiel asistente sintió como las mejillas se le acaloraban de golpe. Su principe, era de decir cosas que podían mal pensarse sin pudor alguno.
El resto sus súbditas que aun estaban detrás del principe, dirigieron miradas amenazantes a la cabello de trenzado. Sabía que luego tendría problemas con las demás damas de compañía, como de costumbre.
- Tranquila -alegó divertido una vez que notó lo incomoda que estaba la menor- esto no es una propuesta indecente, esta noche no te voy a seducir en mi coche y una aventura no es mas divertida si huele a peligro. No es nada de eso, por si entendiste mal.
Mimi permaneció un par de segundos en silencio. Después dejó escapar una gigantesca carcajada que la obligó a reir aun mas, al ver el rostro de decepción de las demás damas de compañía.
Se alejaron en cuanto vieron que solo se trataba de una de las ocurrencias locas del segundo heredero.
- Comes como un niño, su alteza -alegó con preocupación tomando una servilleta entre los dedos- ¿puedo?.
Vegetto asintió ante las intenciones de su súbdita por limpiar alrededor de su boca, que estaba llena de restos de comida.
- Que bueno que te tengo -admitió sonriente- ¿No te parece?.
La de lentes solo asintió, sonrojándose aun mas porque cuando terminó de limpiar su boca, el príncipe depositó un pequeño beso en su mejilla.
No era nada especial.
Lo sabia.
El era amable y bondadoso con todos; aun así no podía evitar sentir ese sentimiento especial cuando lo tenía cerca.
Pero se consideraba tan poca cosa para alguien como él. Lo veía como un sueño inalcanzable.
- ¿Que quieres que haga? -interrogó, desviando todos sus cuestionamientos absurdos.
Sin darse cuenta, el principe ya estaba peleando con uno de los cocineros por andar robando comida necesaria para la cena de esa noche.
:- Vegetto -volvió a llamarlo nuevamente- de todas formas vas a comer mas tarde.
Este se acercó de nuevo resignado, con algo de molestia por no conseguir el postre que tanto le gustaba.
- trae todas las semillas de saibaman que puedas -pidió divertido- después de eso, tienes que buscarme en el jardín antes de las siete.
Algo confundida, asintió. No pudo agregar mas nada, pues el principe se fue corriendo mientras frotaba sus manos como villano de caricatura.
• • •
- ¿Huelga? -interrogó uno de los soldados.
El de cabello en puntas, asintió con una sonrisa triunfante.
Si Gogeta no quería decirle las cosas por las buenas, sería de mala manera. Desde que comunicó que por la mañana partirían a la tierra así de improviso, como de costumbre no respondió a ninguna de sus preguntas dejándolo solo con la palabra en la boca.
Cosa que desconcertaba grandemente al principe saiyajin, pues su hermano nunca antes le ocultaba nada y últimamente estaba demasiado distante.
Las tropas agrupadas a escondidas del campo de entrenamiento, observaron a su principe sin entender nada de lo propuesto. Mucho había a su favor, pues la mayoría eran sus amigos y como se llevaba bien con las distintas escuadras y siempre fue muy sociable no dudarían en ayudar al príncipe en lo que necesitara.
- ¿Y su alteza Gogeta no se enojará? -inquirió un soldado de cabello largo.
- Esa es la idea -argumentó confundiendo aun mas a los presentes.
- Su alteza, luego estaremos en problemas por hacer algo como eso -se justificó el mismo soldado.
Todos a su alrededor comenzaron a murmurar y a quejarse en lo que Vegetto ideaba un plan para convencerlos.
- Escuchen -propuso elevando sus brazos y haciendo un gesto de silencio- quiera o no: no puede hacer nada. Tenemos estrictamente prohibido meter nuestras narices en cualquier asunto. Para nuestro pesar, la reina ya dejó estipulado que nuestra función sólo es conservar la normalidad en el reino, nada mas.
- ¿Eso significa? -pidió una explicación.
Muchos no se animaban a preguntar pero realmente también tenian esa interrogante. Recibió un pequeño golpe por su pregunta; pero aun así Vegetto respondió.
- No pueden echarlos o hacer nada en su contra -explicó.
Una sonrisita astuta se esparció en el rostro de todos.
- ¿Y como recompensa habrá una fiesta con comida y bebida gratis? -dudó nuevamente con desconfianza.
- Pues si -confirmó hastiado- ¿Cuando les menti?, ¿Eh?.
Mostraron benevolencia hacia su príncipe elevándolo en el aire y gritando de felicidad. El mencionado, con algo de nerviosismo intentaba liberarse de los abrazos y festejos por cautela de que su hermano lo descubra.
- Aun recuerdo el festejo de su cumpleaños número dieciocho, su alteza -comentó en forma de anecdota.
- Y el castigo tambien -alegó una muchacha de melena castaña.
- Si -recordó el soberano entre risas- habiamos planificado una cena tranquila porque mamá siempre fue muy agua fiestas. No tenía idea de la sorpresa que nos prepararon y se enojó demaciado por la muchedumbre, los gritos, la música alta y...
- Por todo -concluyó Curt- si nos ponemos a contar detenidamente lo que le molesta a la reina, no terminaríamos nunca.
- Si, es cierto -Coincidió recordando la furia de su madre- fueron las dos noches de festejo mas divertidas de mi vida.
- Aunque luego nos bañamos con agua helada por un mes, en invierno.
- Inclusive el rey.
Todos compartieron una carcajada amistosa recordando momentos divertidos de la enorme fiesta de cumpleaños de los mellizos. Lo único que no era tan agradable, fue recordar como la reina los hizo pasar frio por bastantes días.
- ¿Quisas deberíamos hacer una huelga de hambre? -propuso el principe pensativo.
El tumulto de saiyajins y amigos comenzó a dispersarse entre disculpas y con excusas de que no lo apoyarían en algo tan descabellado como eso.
:- Esta bien, quedemonos solo con la indiferencia -aceptó volviendo a llamar su atención- también necesito un favor extra.
- ¿Que, Vegetto?.
Le entregó a su amigo una lista de nombres troll con la que el contrario comenzó a reírse, aceptando su pedido de inmediato.
• • •
Un paso menos a cumplir del plan.
3... 2... 1.
¡Puff!.
Una horda de monstruos verdes rodearon de manera molesta al mayor de los príncipes. Se vio interrumpido en su sesión rutinaria de meditación, cuando cientos de saibaman se desprendieron del suelo para saltar sobre él de improviso.
Muy a lejanías -escondido entre unos arbustos- su hermano menor reía como un loco en lo que el cascarrabias corría y lanzaba bolas de ki con intensiones de acabar con las amenazas.
- ¿Porque estamos haciendo esto? -cuestionó en dirección a su principe, en completo desacuerdo por la broma pesada que había deliberado- ¿Y porque el príncipe Gogeta tiene el cabello rosa?.
- Le queda muy lindo. ¿No crees? -entonó con diversión, viendo como los saibaiman saltaban sobre su hermano para atacarlo- es su nuevo look.
Mimi, cayó en la conclusión de para que le había pedido aquel tinte de cabello rosa. De seguro lo esparció en el shampoo de Gogeta antes de que este fuera a bañarse.
- ¿Cual es el propósito de todo esto? -Dudó nuevamente en lo que el contrario se divertía como nunca.
- Que sea un buen hermano, ese es el propósito -informó levantándose de la hierba con molestia.
- ¿Y cree que usted está siendo un buen hermano?.
Vegetto sintió una pequeña punzada de culpa en el pecho; aun así , estaba dispuesto a seguir con sus planes.
- No es tan terrible, mimi -aminioro apretando sus mejillas- solo pruebo su paciencia un poco, para después salirme con la mía.
- Si que es obstinado.
- No me gusta que me mientan -insistió en su postura.
- Tal vez lo hacen para protegerlo -defendió con sensatez.
Vegetto se detuvo y la tomó por los hombros, observándola con una seriedad capaz de inmovilizar a cualquiera.
- Prefiero verdades horribles, a mentiras bonitas.
- Príncipe...
- Una parte de ti, duele cuando sientes que no te toman en cuenta, como si no importaras -la interrumpió- mi familia me importa, me importa todo lo que les pase a ellos y si los veo mal... juro que, algo en mi pecho duele y haría lo que fuera por ayudarlos.
- Si, pero...
- Tal vez la forma en la que estoy buscando la verdad no sea la correcta -aceptó cabizbajo- se que debería respetar la decisión de mi madre, pero esta curiosidad me está matando. Si, soy terco, y obstinado; y, yo... No puedo simplemente girar la vista a otro lado cuando siento que algo anda mal.
• • •
- Bueno comencemos con las pruebas.
En ausencia de Goten, era normal que Vegetto y Gogeta se encargaran de entrenar o probar nuevos reclutas que estaban por hacer su examen de admisión. Cierto mellizo observaba desde la otra punta de la arena, como su hermano con el liderazgo que lo caracterizaba dirigía un nuevo día de mandato.
Los soldados, como Vegetto les pidió que hicieran se negaron a entrenar angustiando al príncipe y no dandole opción mas que encargarse de los novatos.
Ciertas actitudes y cuestiones le habían parecido raras ese día, de todas formas las ignoró y siguió adelante sin siquiera notar ciertas risas o apodos que recibió.
Incluso los saiyajins tarareaban la melodía de la pantera rosa para fastidiarlo en referencia a su cabello.
Gogeta solo quería que ese día terminase. Aunque por otra parte, le afligía el echo de tener que apartarse de su hogar.
- Un paso al frente, irán avanzando conforme el principe diga su nombre- indicó un ayudante real.
Verificó la lista una vez mas y en cuanto la encontró comenzó a leerla de lo mas normal.
- Adelante: rosa melo, paca garte, elvio lado y... Ana lisa melganzo -finalizó leyendo todo con detenimiento.
Le llevó un par de segundos entender la situación. Los soldados, quienes se mordían la lengua para evitar reírse no lo soportaron mas y explotaron en una carcajada sonora.
Gogeta se sonrojó cual tomate una vez que entendió y con una mirada asesina buscó al culpable de aquella broma.
- ¡¡¡Vegetto!!! -gritó a todo pulmón avergonzado- ¡se que esto es obra tuya!, ¡Y se que es lo que quieres! ¡Pero no es tu asunto!, ¡Me oíste!.
Como el mencionado estaba recargado en el arbol y el flujo de los soldados era demasiado no consiguió verlo. Vegetto lo vio demasiado enfadado como para interferir y aun los soldados seguían con su ataque repentino de risa.
Tal vez se le había pasado la mano.
Tal vez. Sintió aun mas culpa cuando su hermano arrojó enfadado la armadura al suelo y se fue volando a su habitación. El jamás abandonaría un entrenamiento.
- Deberías reemplazarlo -sugirió una voz a sus espaldas.
Volteó para encontrarse con Gotenks, a quien no podía descifrarle correctamente su expresión.
- ¿No estabas de ofendido? -consultó aun reposando en el árbol.
- Mejor no -respondió su interrogante- cuando me enojó haces cosas estúpidas.
- Tienes que admitir que fue divertido.
- No lo fue.
- Si lo fue.
- Bueno, un poco -admitió arrebatándole una sonrisa al contrario- de todas formas, así no vas a lograr que Gogeta te diga la verdad. Con tus estupideces, solo le das mas motivos para desconfiar y no decir nada.
El menor de los príncipes suspiró con pesadez.
- ¿Que harías en mi lugar? -emitió agobiado- tus padres se van dejándote sólo con un reino dependiendo de ti a tu suerte, tienes que permanecer defendiendo tu hogar y se presentan ante ti personas en busca de ayuda. Quieres hacerte el duro, quieres obedecer a tu madre pero prefieres confiar en que tu hermano tomará la mejor decisión y de la nada se ofrece como buen samaritano a ir a un planeta completamente desconocido y lejano a hacerce el héroe. ¡Pum!, ¡Puñal en la espalda!.
- Amigo... -el de cabellos lilas se recostó a su lado observando el atardecer ocultsrse- tu vida es una porquería.
- ¡Oye!.
- Solo bromeó.
- Lo de mi hermano si que no me lo esperaba -alegó sorprendido- aun no entiendo por qué su repentino interes de ayudar a los terrícolas.
- Por mucho que me alegre, ni yo lo entiendo -confeso recargando ambos brazos detrás de su nuca.
- Como sea, ¿Lo escuchaste? -inquirió esta vez con indignación- ¡Dijo que este no era mi asunto!, ¡Su cinismo no tiene límites!.
- Bueno, ya basta -comentó hastiado- ¿Quieres dejar de comportarte como un loco obsesivo que piensa que planean asesinarlo?.
- ¿Crees que planean asesinarme? -cuestionó, llevando una mano a su cuello.
- Olvídalo -sentenció de brazos cruzados- mejor vamos a entrenar.
- De acuerdo.
• • •
- ¿Que esperabas? -habló un sujeto calvo en manera despectiva- es el hijo de un bastardo, su padre, por muy rey que sea es un asqueroso guerrero de clase baja que logró colarse de forma sucia entre los Elite, porque su madre es una cualquiera.
- ¿Que dijiste?.
- Que tu padre es una escoria, y tu madre una puta -alegó sin pelos en la lengua- por eso, no puedes transformarte, solo eres un defectuoso.
Gotenks comenzaba a sentir ese aumento desmedido de ki en su amigo. No era lo mejor, no debia pasar, la ultima vez ocaciono destrozos en gran manera y fue un poder incontenible.
- Amigo, no lo ecuches -imploró el mayor buscando aliviar ese ataque de ira- solo es un despechado y oportunista como su padre, ya tendrá su merecido.
- Quien sabe -volvió a opinar con descaro- quizás hasta seamos hermanos, no es novedad pero se murmura que mi papá y la "reina de la coquetería" tuvieron algo que ver. No me sorprende, es una zorra.
Vegetto volvió a crujir sus dientes con fuerza, apretó sus propios puños tan fuerte que estos comenzaron a sangrar. El sentimiento de ira lo abrumó por completo.
- Bueno, no hablemos mas de tu madre la pu...
No alcanzó a completar la frase,porque dos manos fuertes precionaron su cuello con violencia sacudiendolo de un extremo a otro. Sus cabellos se tiñeron de dorado, una ráfaga de ki gigantesca desprendió de su cuerpo, rodeándolo y apartando a Gotenks de la ecena. Destellos de rayo se veían reflejados en la despampanante luz dorada que el príncipe desprendía.
El sujeto frente a él no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.
Vegetto... Su poder era increíble.
Incluso Gotenks se quedó estático por completo en su lugar, olvidando que ahora su amigo no era conciente de su raciocinio.
- ¡Maldición Gotenks!, ¡Hay que sujetarlo o lo matará! -advirtió con su amigo viéndolo temeroso- ¡Vegetto! ¡Detente!.
Ordenó Gogeta, justo a tiempo para interferir.
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