CAPÍTULO 31
¿El diablo también puede sentir?
NAS
He sentido peores dolores en mi vida que este, soy demasiado consciente de ello, pero ... entre la confusión y el deber todo quiere ejercer presión.
—¿Revisaron todo el avión?
—Sí. Yo personalmente me encargué de todo —asiento no muy convencido.
—Vuelve a hacerlo, que suelten los perros de la cabina baja —muevo el paquete—. Esto no ha sido una coincidencia.
—Bien.
—Comunícame también con la embajada que nos recibirá.
Zane frunce el ceño confundido, bueno yo también estoy así.
—¿Quieres arruinar lo que tratamos de conseguir? Tienes que ser precavido...
—No era una maldita pregunta —me regreso a verlo de mala manera—. En mi responsabilidad está que todos los que están en este avión lleguemos respirando a Florencia. Comunícame con el puto embajador que yo sabré lo que haré.
No muy convencido obedece.
Exhalo sin lograr desconectar por un par de segundos mi cerebro de los pensamientos que me abruman al pasar de los minutos. Por más que lo intente, me estoy engañando y esta mierda está queriendo sobrepasarme; cuestión que no debo permitir. Soy el único en la cabeza sin ella.
—Señor Zane, es un gusto volver...
—Dupliquen la seguridad en todas las puertas. Establezcan rutas alternas y necesitaremos una muy buena distracción, podría manejar que otro avión aterrice a la misma hora y se dirijan por la vía principal —suelto dejando la línea en silencio— los francotiradores no están en discusión, se colocaran en todos los techos y dos por cada uno cerca en un perímetro de 15 metros a la redonda.
—Usted no es el señor Zane.
—No me gusta repetir las cosas —puntualizo con una mirada de advertencia de mi primo— Y soy Nas Al Capone, no vuelva a confundirme.
Tartamudea por los segundos que los oídos me taladran.
—Señor Al Capone...
—No quiero errores la seguridad para mis hermanos es fundamental, resuelva todo de manera eficiente o tendrá que responder por nuestro bienestar a la monarquía de España y a los sistemas militares en Roma.
—Señor....
—¡Que no era una maldita pregunta! —estallo,
—Sí señor —vuelve a tartamudear y no me quedo para averiguar que otras cosas dirá.
Giro sobre mis talones queriendo encerrarme en uno de los ambientes, sin embargo, mis hermanos me siguen a una de las salas privadas que encuentro y cierran con pestillo.
—¿Qué es esto? —uno de los mellizos me quita el sobre.
—No lo sé —admito yendo por un vaso de Jack Daniels.
Mi humor no se ha podido quedar quieto por mucho tiempo ya que siempre surgen cosas nuevas. Tengo demasiadas cosas en las que pensar, pero delegar actividades no está en una de ellas.
Blanqueo los ojos cuando Egan se ubica a escasos pasos de mi totalmente tenso mostrándome la famosa tarjeta.
—Che cazzo di brutto scherzo è questo?
Que maldito chiste malo es este.
Arranco las hojas de sus manos, el casette tiene un grabado.
—Trae un reproductor —ordeno.
Frunzo el ceño e inspecciono cada detalle de las tres fotos que tengo en mis manos, están dañadas y ensangrentadas, pero las fechas en ellas me dicen que fueron exactamente hace cinco años.
Cinco años...
La desesperación no me permite ni respirar bien cuando reparo una ecografía de 7 meses, paso a la siguiente y aunque los ojos de Kali son lo primero que noto sé a ciencia cierta que el semblante es uno devastado. Jamás en mi vida la vi llorar, sin embargo, aquí parece estarlo haciendo a mares con el cuerpo totalmente moreteado.
El pecho se me hace una nada queriendo encontrarla pronto. Nunca pude hablar con ella como es debido de lo que paso y ahora me pesa, mi error la dejó tan mal que no quiso ni mirarme a la cara para desatar todo su odio ni bien despertó.
—Aquí está —me arrebatan la cinta y entre apuros preparan todo en la pantalla.
El vaso que creí haberlo vaciado en mi boca, se hace añicos cuando la primera toma aparece enfocando un cuerpo.
—Saluda a la cámara bella Lilith.
—Púdrete Nicolás.
—¡Oh querida!
—Déjala Matteo, las hormonas del embarazo la tienen así.
—Es una pena que un cuerpo tan hermoso se vaya a dañar por el demonio que cargas dentro, pero tampoco podemos permitir que una bruja más de tu descendencia nazca a enamorar un mundo como el nuestro.
—Es un niño —murmura apenas tratando de hacerle la fuerte.
Sonrío con nostalgia.
Tiene la ropa hecha un asco, los huesos se le notan desde aquí y siento repudio conmigo mismo por haberla sumergido en tal infierno.
El peso de las acciones se lleva incluso cuando el corazón deja de latir, el cerebro de crear sinapsis y el diafragma de moverse; porque por más que uno quiera evadir los problemas en vida, el infierno y el cielo te persiguen y juzgan de la peor manera en su antesala.
—¿La ginecóloga ya te dio un sexo?
—Es un niño —afirma y para este punto, mi respiración se ha roto.
No puedo ver a nadie que no sea ella y su vientre abultado. No tengo ojos ni presencia para fijarme en absolutamente nada.
—Apaguen esa mierda —ordeno sin tener la valentía de seguir cuando como rompecabezas todo empieza a tomar el sentido que no quise encontrar nunca.
—Nas...
No logro distinguir cual de mis hermanos me habla, pero cuando me toman del hombro reacciono de tal manera que Aden tiene que meterse en medio para no herir a nadie.
—Eso está editado —no reconozco mi propia voz—. Si eso fuera verdad Kali me lo hubiera sacado en cara, me hubiera matado. Revísenlo.
—Nas, revisé todo por mi programa y no hay nada editado excepto los colores.
—¡Mentira! —tiro a Zane que intenta sostenerme cuando hago volar al mellizo, Azael cae y Egan salta.
—¡Contrólate!
Desenfundo mi arma.
—¡Dije que revisaran de nuevo!
Egan niega avanzando, los ojos le brillan e inmediatamente sé que es por el coraje ya la vena que tiene en la frente se le marca. No me interesa, no me interesa absolutamente nada que no tenga que ver con mi Kolasi.
<<—No vuelvas a mentirme u ocultarme algo, Kali. Jamás te lo perdonaría.
Un sentimiento me embarga el pecho, no lo entiendo. La hermosa mujer de ojos azules me da una sonrisa cerrada con su clásica mirada altiva.
—Tengo demasiadas mentiras por decirte y pocas verdades que negarte. Nunca terminaría, pero tampoco necesito tu perdón mientras no obtenga el mío primero.
—¿Qué significa eso?
Se va sin dar una respuesta. Detesto cuando me dejan con la palabra en la boca>>
—No hay nada que revisar. Yo no me equivoco —pasa saliva—. Sabía que ella me ocultaba algo y me apuesto una mano que papá sabía todo. Por eso... ¡Mierda!
—¡Cállate! —abofeteo— ¡Mentira, eso es lo que es esta mierda! ¡Una completa y vil mentira para desconcentrarnos!
—Dile bella Lilith, dile a tu amado que es lo que llevas en tu vientre.
—Yo no voy a decirle nada a nadie.
—¡Que apaguen eso! —grito.
—No se puede, los botones no funcionan.
—¡Dilo!
Kali grita desgarradoramente empeorando mi afán.
—¡Que lo digas!
—¡Apaguen eso! —gritan cuando empiezo a golpear todo lo que encuentro.
—Él los va a hacer mierda cuando los encuentre.
—Lo dudo mucho debido a que él fue quién te entregó a nosotros, amor —puedo reconocer al menor hablar pese a que no observo, aunque, cometo el error de hacerlo cuando nadie me toca y la sala se ha silenciado. La presión se me baja al ver una navaja rondar por la panza abultada de Kali— Ahora habla o esto se introducirá poco a poco en ti.
Niega y Matteo avanza.
—¡Un niño! —hipa— Estoy embarazada por inseminación artificial, tengo siete meses con dos semanas, este niño es tuyo Nas. Es nuestro...
Azael se trae abajo la pantalla justo cuando el cuchillo termina por clavarse llevándose el poco aire que mis pulmones podían producir sin que mi consciencia también se lo niegue.
¿Un hijo?
KALI
Lo que sea que me colocaron en el cuello no ha dejado de sonar por las horas que me dejaron encadenada entre los contenedores.
La Habana está algo más calurosa de lo que recordaba. Mis oídos no han dejado de detectar movimientos sincronizados; podría jurar que es gracias a maquinaria pesada, pero no estoy segura al cien por ciento por lo que tampoco he tenido un momento para idealizar bien mis siguientes pasos.
Trago grueso al intentar colocarme de pie, pero caigo casi de inmediato por el peso de las cadenas en todo mi cuerpo.
—Sé que me están viendo, esto es ridículo —no obtengo respuesta, pero no me rindo y tras cinco intentos me mantengo de pie dando pasos tortuosos que acalambran mis rodillas. Esto es mejor que estar colgada al maldito techo.
No he sabido nada de Keira desde lo que vio y me preocupa. Nunca permitiría que ella pasase por algo similar a lo que yo. En el poco tiempo que logro mantenerme lucida trato de encontrar una manera para poder llegar a ella, aunque sé que es inútil, cada tortura es peor que la anterior, más mortífera y dolorosa que me obliga inconscientemente a recordar todo lo que viví.
Quiero pensar que mis hermanos entraran en cualquier momento por esa puerta y se cargaran a todos excepto a los gemelos que son mío. Me deben todo. Un hijo. Un respiro. Una vida.
Maldigo mil veces a mi padre biológico por cometer error tras error. Hubiera sido demasiado sencillo solo recuperar lo que los gemelos nos robaron en la primera misión, pero estamos claros que eso no es lo que ellos pretendían cuando logramos entrar en su propiedad.
Nas podrá haberme vendido la primera vez a personas enemigas de Keo sabiendo lo que me iban a hacer, pero eso no hace menos inocente y despreciable al griego. Estoy segura de que si siguiera vivo lo volvería a matar por idiota.
No era tan santo como todos pensaban, no era tan buen líder como todo mundo quiere creer y lo odio más por ello. Porque nunca pagó por cada paso mal dado, aunque bueno... el hecho que haya muerto por la mano de su hija dice mucho.
Disfrutaría completamente pagar mi condena si Keira no estuviera involucrada.
Consigo llegar a la puerta de barrotes pequeños y desgastados, pero el olor no me indica nada excepto que afuera están cocinando cerdo con otra cosa que espero y no sepa a lo que huele.
Exactamente, a mierda. No espero Caviar, pero mínimamente se debería tomar en consideración las vidas que llevan sus reclusos previos al "secuestro".
—Empiecen a mover el dinero y lleven bien las cuentas, al señor Matteo no le gusta redoblar las horas para revisar punto por punto del informe.
—Las zanjas del lado suroeste están llenas y las de norte están siendo selladas, estamos recibiendo sumas exorbitantes de dinero con el rumor.
Frunzo el ceño.
—Y en eso debe quedarse; si el mundo se llega a enterar de que tenemos a la princesita de la bestia y del anticristo, ni todo el latón del mundo nos va a proteger de la lluvia de balas que se nos avecinará.
La risa seca de un hombre que puedo jurar, tiene aproximadamente cuarenta y pico de años, resuena algo interesada. Un avaro, reconozco a uno de mi especie.
—Pasan los años y no consigo entender cómo se han hecho de tanto, la lealtad de países potenciales tiene su sello y firma. Es increíble.
—Ver tanto poder acojona, lo sé —sonrío con un quejido de por medio—, pero en este lado del charco estamos los que fuimos un daño colateral en sus planes de conquista. Están tan arriba que ni siquiera notan que lo que creen perfección tiene defectos empezando a enraizar todo.
Ruedo los ojos y carraspeo un poco evocando mi voz firme.
—Por supuesto que sabemos que existen los rebeldes —carcajeo—, pero nos interesa lo mismo que a ustedes un mosquito. Son lo último en la cadena alimenticia, de eso estamos completamente al tanto y es por ello que buscamos siempre ser mediadores, sin embargo, son ustedes los que siempre colocan trabas.
—No sabes nada niñita.
—¡Sé lo suficiente para decir que mi familia está donde está porque se ha dedicado a actuar más que explicar! —tomo aire— Si quieren justificar ser mediocres bien por ustedes, pero desde mi punto de vista es falta de capacidad y de testículos. Los rebeldes son minoría, y así me maten hoy, han de saber que queda alguien más en mi lugar que les subirá el infierno a la tierra.
Retrocedo de prisa a penas en el segundo que un golpe se estrella contra las pequeñas rejas, me doblo, pero me trago el dolor y vuelvo a ponerme de pie con las manos a ambos lados de mi cuerpo.
No hay victoria sin dolor, no existe sacrificio sin remordimiento.
—¿Quieres callarte? —suelta iracundo— No estoy de humor para entrar a enseñarte lo que es la obediencia.
—Y ciertamente no eres nadie para inculcármela —bufo siguiendo con la altanería—. Vas a terminar en mis manos en algún momento, créeme.
—¡No intentes persuadirme que conmigo no te funciona!
—¿Te basas en el supuesto odio que le tienes a mi familia o por el poco caso que te hizo mi madre cuando formabas parte de su escuadrón de seguridad personal? —digo cuando logro reconocer a la perfección su rostro.
Sus ridículos ojos oscuros surcan por la sorpresa y después terminan en burla, ciertamente no me esperaba ese arco de emociones, pero es algo que puedo dominar. Si algo he aprendido es que con inteligencia e irritabilidad todo es posible.
—Por ninguna de las dos, solo quiero hacer lo justo.
Chasqueo la lengua.
—Justos pagan por pecadores —respondo— ¿Estás dispuesto a pagar con tu vida lo que otros no pueden con su fuerza?
—No todos somos unos animales salvajes que van degollando cuellos por donde quieren...
Relamo mis labios.
—Al parecer no te han contado bien en lo que se basa este intento de organización —mi voz cambia a una fría—. Te están montando peliculas de Disney en tu cabeza, y ni cuenta te has dado —murmuro.
—¡Ya te dije que no...!
—¿Qué son todos esos gritos? —me tiro al suelo comiéndome el grito de dolor.
—Ella...—me señalan, pero los ojos se me encharcan y solo puedo voltear mi rostro terminado por destruir mi bonito rostro con residuos de maquillaje, debí pensar bien al colocármelo.
—¿Qué le hicieron? —Nicolás es el que abre la puerta retirándome los grilletes de los tobillos, pero dejándome el del cuello —¿Estás bien?
Niego.
—No los quiero ver.
Alza sus cejas sin dejar de abrazarme por la espalda, tiene un buen olor, pero no quita los recuerdos tatuados que tengo en mi mente y mi fantástico juramento que pronto lo hará dormir para siempre.
—¿Te hicieron algo?
No respondo, solo abrazo mis piernas meciéndome presa de todo sentimiento.
—Lilith...—toma mi mentón e intento alejarme puesto a que su apodo me produce nauseas, pero me convenzo que no es lo conveniente en esos momentos— Te hice una pregunta.
—Señor, nosotros no le hicimos nada, solo estábamos...
—Saben perfectamente que tienen prohibido interactuar con los presos, especialmente con ella.
—Lo sabemos, pero...
—No tolero las objeciones. Retírate de mí vista o juro por tu hermana que tu sangre será la primera que corra por sus manos en cuanto decidamos soltarla.
Una sonrisa amenaza colgarse de mis labios, aprieto los músculos tensando al hombre.
—¿Te duele algo? ¿Te han golpeado?
Niego.
—Eso es bueno, fui muy condescendiente con ello. La última vez que estuviste aquí dejamos que cualquiera te pusiera la mano encima, y al final eso nos arruinó la diversión de verte padecer más —tuerce el gesto.
Carraspeo quitándomelo de encima.
Nicolás se coloca de pie nuevamente recordándome lo alto que es y el aura tan fría que desborda, debería estar acostumbrada a lidiar con ellos, pero con los mellizos pocas veces tengo práctica, con papá siempre obtengo lo que quiero y con el de ojos grises de temperamento radial usualmente hallo la manera de que me complazca en todo.
—Me vieron abortar ¿Qué más diversión querían para su loco show?
Sonríe tan natural que arranco algo de piel bajo mis uñas al apretar mis manos. Es inconcebible.
—Aún me recrimino ese hecho —camina en círculos con una mano en su cuello, el anillo familiar no parece haberse movido desde la última vez que lo vi—. Nosotros pudimos haberte preñado, nunca terminaré de entender ciertos fetiches que tiene Matteo contigo.
—No es que tenga experiencia sexual, pero me aferraré al contexto que varios hombres me dieron en el pasado...
—¿Y ese es?
—Que mi belleza es rara —ruedo los ojos—. Mi madre tiene una de tipo demoniaca, con algo de dulzura que te envuelve. Pero en mí, puedes ver algo netamente inocente que te obliga a no querer dejarme pasar y que a la larga solo hará que te coloques la soga al cuello solo. Soy griega por mi padre, y una mezcla italiana con rusa por mi madre; deduce lo demás.
—¿Dices que es porque tienes tres razas distintas en tu sangre?
Encojo mis hombros.
—Estamos hablando de genética, supongo que sí. Los griegos siempre tienen un aura de paz a su alrededor; los italianos por otro lado, son demasiado oscuros e impulsivos, mientras que los rusos son más calculadores. Nadie se imaginaría que una mujer llevara todo eso encima.
—Tu madre lo hace.
—Es por eso que está donde está, porque nadie se atrevió a mirarle la verdad de sus predicciones a los ojos. Todos la tildaban de loca y de hija de papi, pero no le costó mucho empezar a asesinar sin ser señalada, ni hacer crecer exorbitantemente lo que Carlo no pudo hacer por años.
Suspira.
—Debe ser algo realmente jodido saber que te utilizaron —sisea con veneno, sonrío sin que lo note.
—Lo es, pero ese sentimiento se convierte en algo indeleble cuando cambias las fichas del tablero y terminas ganando en un terreno que se suponía era más beneficioso para el contrincante que para ti.
Tantea la cabeza.
—Pero siempre está la posibilidad de unírsele y ganar. Bien dicen por ahí que, si no puedes con el enemigo, únetele.
Ladeo la cabeza para observarlo sin entender exactamente.
—Creía que ya habían estudiado a mi familia.
—Lo hemos hecho —suspira— y demasiado a detalle.
—Pues si fuera así sabrían de sobra que pocas veces trabajamos de manera grupal. Nuestros caracteres son demasiado fuertes como para escuchar opiniones de los demás, ni siquiera la pasión ha logrado entendernos.
—Eso es una lástima —Matteo aparece por la puerta con las manos en su chaqueta de cuero—. Pensábamos ofrecerte un trato para que pudieses salir medianamente librada de todo lo que sucederá, porque me apuesto lo que quieras que tus hermanitos están moviendo cielo e infierno para encontrarte y cuando eso suceda... créeme, ni tú, ni la dulzura de tu cuñada querrán estar en medio del fuego cruzado.
La voz en mi cabeza me prohíbe contestar de manera altanera, pero ni siquiera soy capaz de procesar lo que suelto para cuando me doy cuenta.
—A estas alturas del partido pensaba que no podrías decir algo más estúpido —lo observo directamente a los ojos tratando de descifrar su reacción—. ¿Realmente crees que nos uniríamos a un grupo revolucionario? ¿A un grupo minorista que quiere darse su lugar? ¿A unos hijos de puta que mataron a mi hijo, un Al Capone? —niego— Exista fuego cruzado o no, viva o muera al terminar todo; yo no pienso renunciar a mi posición dentro de la organización en la que me manejo. Sangre por sangre, ya deberían saberlo.
—Debí suponer que no serias para nada amical ni siquiera por el hecho que arrastraste a otra persona hasta aquí.
—Todos sabemos que tenemos los días contados cuando entramos a trabajar en esto.
—Pues la niña ni ha empezado por lo que me ha dicho —Nicolás se aparta yendo con su hermano—. Tiene menos edad que tú cuando llegaste, mucho más tierna y...
La risa que de pronto me aborda deteniendo sus palabras es inexplicable. Siento que las carcajadas sin sentido solo salen desde lo más profundo de mi pecho sin tener algún fin lo que me debería de asustar, sin embargo, solo me relaja.
—Esto que les voy a decir será en consideración a que los quiero asesinar con mis propias manos —insisto—. Tóquenle un pelo, dáñenle un centímetro de su piel y serán conscientes de porqué a Aden le dicen Hades.
Cuando los gemelos intercambian miradas tensas empiezo a preocuparme reevaluando todo el panorama y cada una de sus palabras. ¿Por qué negociarían con la hija directa del que les trajo abajo su seno familiar?
— Conocen el dicho: ¿Si fuerzas algo es porque quizá no es de tu talla? —me tomo el tiempo de acomodarme en la absurda y molesta posición tan inferior en la que me encuentro—. Aplica para todo. Desde zapatos, accesorios, vestimenta y contrincantes. Como no pueden iniciarle una guerra a mi familia, intentan forzarme a que me una a ustedes por mis recursos independientes. ¿Tan duro les están dando?
—Hija de puta. ¡No te voy a permitir que...
—¿Qué tu no me vas a permitir qué? Deveraux —saco la cara— ¿Decirte tus cuatro verdades? A este paso me haces pensar que los acorralados son ustedes dos por idiotas. Ya sea porque la cagaron con Keira o porque lo que quieren es algo más que venganza, pero no contaron con que esta vez seriamos más y no pueden con ello. Me apuesto lo último, hasta el momento no me han hecho nada más que cosquillas y amarrarme.
Suelto con una sonrisa arrogante, aunque por dentro me esté muriendo por la duda. El mayor se viene contra mi cuerpo, evidentemente no retrocedo y solo esquivo ágilmente el golpe dejando que estrelle su puño contra la pared. Deseo gemir de dolor ante la fuerza que tuve que realizar, pero me las apaño para que el sonido no vaya más allá de mis dientes.
El otro me pone de pie tomándome por los pelos terminando de tensar los eslabones que envuelven la cinta de mi cuello asfixiándome, dicho sea de paso. Me sostiene por las mejillas y la opresión es tanta que siento la fricción de mi piel con la dentadura, toma poco tiempo que empiece a sentir la sangre escurrir.
—Queremos venganza más que nadie, pero nos estamos tragando las ganas de machacarlas al proponerte una solución beneficiosa para todos.
—Lo único que queremos para soltar a tu cuñada es que Rusia forme parte de un tratado colectivo. Tengo personas importantes de mi organización bajo la jurisdicción de la KGB y si no las regresamos a tiempo una lucha de poderes será nuestra menor preocupación.
Me suelta e inmediatamente escupo en sus zapatos yendo en contra de mis modales. Puedo ser la dama más refinada que exista, pero en momentos como estos es donde me convierto en todo lo contrario.
—Me harían un favor —me yergo sin dejar oportunidad a que crean que son mejores. Soy una maldita Bianchi y a nosotras se nos entrena para nunca dar oportunidad a que los oponentes se crean superiores al apellido—, facilitarían mis planes de quitarles todo lo que quieren. Además, si siquiera lo considerase nada me garantiza que ustedes cumplirán su parte —ladeo el rostro reparando sus vestimentas para nada buenas—. Quieren sangre, y yo venganza. No voy a tirarme a llorar a rogar porque me golpean o amenazan con dañar a la otra. Esto está como está, caballeros.
—Tienes más que perder que nosotros.
—Bueno, yo no ando ofreciendo tratos debilitando la poca imagen de rudeza que tengo —me burlo.
Me obligo a mi misma a mantener la cordura. Todo el maldito cuerpo me duele, sin embargo, no remé tanto para detenerme justo ahora.
<<En algún momento tu afán por querer sobreproteger a tus hermanos traerá consecuencias —paso saliva embistiendo nuevamente la vara de acero contra el tío Enzo—. Al menos tu madre sabe diferenciar eso"
—Tienes demasiado valor para ponerte en ese plan —Matteo a terminado por irse dejando solo a su hermano. No fui consciente en el momento que obtuvo un palo de madera entre sus manos que ahora mueve con elegancia entre sus manos—. Nosotros no somos tus enemigos Kali, bueno... no del todo, pero si quieres que te refresque la memoria de lo que te podemos hacer, yo encantado de la vida.
Justo en medio de bocanada de aire sucede, emplea el bate de madera para empezar a golpearme como si no existiera mañana. Mi barbilla tiembla por el dolor causado y me repito mentalmente como un mantra que existen cosas mucho peores que esta, que mi dolor ahora es físico pero trato de mermar el interno.
Tengo que hacerlo.
Debo de hacerlo.
Así que solo lo dejo, recibo los golpes totalmente de pie y sin hacer ningún movimiento, quieta en un rincón como un jodido ratón asustado. La única diferencia es que yo no tengo miedo, es solo coraje que poco a poco se suma a las miles de infinitas razones por las que debo esperar a mis hermanos y no comprometer absolutamente nada.
Este es mi plan, este es mi propósito y mi maldita razón.
No llevo la cuenta de las palizas durante todo el día, ni siquiera de las horas en las que empiezo a contar ovejas en mi mente tratando de distraerme. La postura es la misma siempre, serena, espalda recta y mentón arriba.
Yo no me doblo.
No me quiebro.
No perdono.
Yo resisto.
Yo emerjo.
Yo siempre gano.
—Solo una vez me viste suplicar —escupo cuando una sombra aparece frente a la puerta y no hace falta sumar dos más dos para saber quién es—. Solo una y nunca más. Yo no seré Al Capone, pero soy Bianchi y nosotras estamos echas para soportar cualquier tipo de dolor. Espero por el Dios que creas, que las personas que tienen la KGB salgan y los asesinen por cuenta propia por que en cuanto sus cadenas dejen de estar sobre mi piel, no existirá piedra que no levante para encontrarlos y hacerles pagar por absolutamente todo
—Eso si consigues que mami o papi no te retiren su respaldo. Tu nombre está tallado por sus manos. No tienes poder, eres inservible.
Suelto una risa amarga.
—Duerme con un ojo abierto y otro cerrado, Matteo. No quiero que me confundas con un sueño cuando llegue a tu puerta para hacer realidad tus peores pesadillas.
ADEN
No puedo dormir, no puedo comer y ni siquiera sé si estoy respirando como es debido. Todo me pesa y solo quiero golpear cada cosa que me estorba, es increíble que haya permitido que toda esta mierda sucediera.
Le doy otra calada a mi segundo cigarro de la noche, no me he detenido desde que nos volvimos a montar a un jet camino a España. Trabajo a cada instante para dar con el rastreador que le puse a Keira en el broche que exclusivamente envié a diseñar para su vestido de esa noche, era una reliquia familiar, pero quise darle un toque más único con otro valor de fondo muy a parte de su equivalente en dólares.
La aeromoza vuelve a llegar a mi lugar restregándome sus tetas, las esquivo y me ahorro la palabrería que solo pondría a pelear a la pelirroja que no se ha dejado de mover con el teléfono en la mano mientras que mi mellizo observa todo de manera pasible.
—Las tropas llegaron y están avanzando. La Habana no es tan grande, pero la noche no los está favoreciendo en nada así que están pidiendo un descanso para alimentarse y establecer algunas tiendas.
Nas que no ha dejado de hacer sonar su vaso con los dientes, niega.
—Nadie descansa hasta que ellas estén de regreso.
Zane intercambia una mirada conmigo, la suplica es alarmante.
—Dales lo que piden, pero sé demasiado condescendiente con el perfil bajo.
—Gracias...
—Nada que gracias —el mayor me mira mal, los ojos los mantiene rojos y el gris caótico que lo asemeja a nuestro padre, parece estar cruzando más que una tempestad de dolor—. Yo dije que no y punto.
Suelto la pantalla.
—Por si no lo has notado aquí no eres el único que tiene algo que perder —señalo—. Yo más que nadie entiende tu postura, pero si no les das lo que piden, ambos sabemos que su rendimiento decaerá. A menos que quieras cargar dos cajones a la vez, te sugiero que cierres la puta boca.
—Que se aguanten...
—¡No! ¡Aguántate tú y encierra la culpa que no te está dejando actuar con mesura!
—Aden, no es momento —me reprocha poniéndose en pie, lo igualo en cuestión de segundos y no dejo que la ligera diferencia de tamaños me haga retroceder cuando insta a querer empujarme.
—Nunca es momento para que te digan la verdad a la cara —encajo mi dedo en su pecho por cada palabra que suelto poco a poco—. Por tu culpa le sucedió lo que le sucedió a Kali, por tu culpa la embarazaron y si, también por tu maldita culpa le asesinaron al hijo y ahora ella solo quiere drenar la sangre de esos idiotas para darse un baño en ella. Por tu culpa se fue, por tu culpa no deja de mirar a todos lados cada que sale, por tu jodida y estúpida culpa Kali ya no es más la mujer que quisiste y nosotros admirábamos. ¡Por tu culpa! ¡Por ti y tu maldita sed de competitividad!
—¡Aden!
—¡Ya estoy hasta la misma mierda de tener que verte ido, con el cuerpo tenso y con la mirada perdida! ¿quieres hacer algo? —avanzo y él retrocede— Saca al animal que sabemos que llevas dentro y guíanos porque estoy a nada de hacerte un golpe de poderes y te aseguro que todos estarán de mi lado. Sirve para algo más que arrepentimientos vacíos que ya no tienen cavidad, carajo.
Termino y vuelvo a mi sitio sintiendo aún su pesada mirada sobre mi cabeza. Posiblemente me la quiera arrancar, pero no me interesa si es lo que voy a obtener solo por tratar de abrirle los ojos; me repugna haber dejado sola a Keira, es verdad, pero todos sabíamos a lo que veníamos. No existe victoria sin sacrificio, ni recompensa bien ganada con las manos intactas.
Todos se han quedado completamente en silencio tratando de asimilar lo sucedido excepto yo que no dejo de teclear buscando maneras, encontrando probabilidades que sumen a posibles planes. Yo no soy él, yo hago algo porque deseo a mi hermana viva y a Keira sin un pelo menos.
Hay mucha diferencia, pero no es momento. Hoy no, ahora menos.
—Señores, el capitán a pedido que todos tomen asiento.
—¿Qué sucede? —Egan pregunta jalando a Azael.
—Una de las turbinas...
Se calla automáticamente cuando un pitido estalla en el interior del transporte y las luces empiezan a parpadear de todo color.
—¡A sus asientos, ahora!
—¿Qué coño está sucediendo?
—¡Una de las turbinas acaba de explotar, su motor se detuvo! ¡Trataré de aterrizar sobre tierra, pero no prometo nada! —el piloto resuelve la duda por el altavoz.
—Maldición.
Todos aplicamos el mismo protocolo dentro del afán. Tomamos lo que podemos de la tecnología para borrar cada dato y después verificamos el paracaídas bajo el asiento. Esta misión estaba repleta de cosas nuevas y no me gusta, para variar.
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