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CAPÍTULO 3

Todo cielo tiene su Lucifer y todo paraíso su tentación.

Egan.

<< —¿Volverás? —Su voz era casi un gemido.

Él suspiró profundamente.

—Mañana seré expulsado del Paraíso, Beatriz. Nuestra única esperanza es que tú me encuentres. Búscame en el infierno.

La volvió delicadamente, tumbándola en el suelo. Luego colocó una mano a cada lado de su cuerpo y se cernió sobre ella. Con los ojos muy abiertos, la miró con nostalgia, intensamente, como si pudiera ver dentro de su alma.

Y entonces, la besó >> —El infierno de Gabriel.

Cierro el libro dejando un marca páginas de por medio.

—¿Qué? —pregunto malhumorado.

El profesor me pelas los ojos, sin embargo, valiéndome una mierda su clase experimental; me acomodo mejor en el asiento subiendo los pies al tablero de practicas que aún tenia mis tubos de ensayo completamente vacíos.

—Ella está aquí.

Frunzo el ceño cometiendo el error intencional de encender el cigarrillo que planeaba fumar, justo debajo del aparato que detecta incendios.

—¡Al Capone! —me grita intentando contener a los alumnos que salen despavoridos.

—Dígale al director cuando desea reponer su aburrida clase y no se moleste en avisarme que de igual manera no llegaré.

Azoto la puerta atendiendo a mi hermano.

—¿Cómo lo sabes?

El palo de fósforo que literalmente se carga en la cabeza, no es difícil de ocultar. Además, estoy en las bancas del receso.

—¿No tienes clases?

Las tengo, pero el tema me lo paso por las bolas. Los frikis del aula no lo entienden y yo ya me harté.

Suspiro tirándole las cosas a los guardias.

—Me voy contigo, si ella está aquí significa que quiere arreglar las cosas y yo no quiero más de su mierda encima.

¿Llamarás a Nicole?

No lo he pensado para ser sinceros, pero odio darle largas a los asuntos.

—Sí, pero no para lo que te imaginas.

Egan...

Me quedo estático en medio del pasillo al igual que los pocos alumnos que lo transitan. Ella estaba aquí, mi hermano no me mintió. El vestido azul eléctrico acentuado perfectamente en sus curvas que varias veces me han hecho suspirar, causaba sensación, a mí me causaba sensaciones.

Corto la llamada e inmediatamente avanzo hasta el siguiente pasillo que me conduce a la cafetería en donde dejo claro que no quiero ver a nadie excepto a mi seguridad intentando contener a unas locas que desean alcanzarme.

Aflojo la corbata para después tirar el saco a una de las bancas.

—No quiero ver a nadie —ordeno, asienten y me sellan las puertas para darme la paz que necesito.

Voy por detrás de la barra y destapo la botella de licor que guardaba con mi hermano. Las cocineras nos apañan muchas cosas, el colegio es nuestro después de todo.

Sirvo el primer trago que me lo paso como agua. La mente me traiciona repetidas veces la misma escena, ella sonriendo al lado de un imbécil en una entrevista sobre matrimonio; es estúpido.

Si abriera mi boca y soltara un poco de veneno, su teatro de mierda se viene abajo en menos tiempo del que me lleva pestañar, pero ... si hasta el momento no lo hago es porque primero soy yo y después el resto.

Prioridades, les llaman.

Termino de cerrar los ventanales corredizos que me molestan sin dejar el vaso de licor que después llevo a una de las bancas que arrastro a malas y me tiro.

Tengo tantas cosas en la mente, tantos objetivos y tantos planes por llevar a cabo que necesito tomar un respiro de todo. Soy alguien importante, tampoco es que me apene decirlo porque soy lo que soy y no me ando por las ramas diciendo mierda barata que lo único que hace es retener lo inevitable; sentarnos en primera fila a ver como todo arde.

A diferencia de mi hermano, a mi me gusta la discreción, el anonimato, pero en cuestiones de sadismo; aún nos la reñimos.

Somos la única creación de los seres peores vistos en la tierra después de Lucifer. Hijos biológicos de la Bestia y del Anticristo, criados por ellos mismos y por los hijos que tuvieron por separado que se empeñan en querer demostrar superioridad, lamentablemente para ellos, no tienen el veneno necesario fluyendo por sus venas.

Destapo otra botella justo cuando la rejilla del techo cae soltando una soga detrás que es rodeada por unos tacones negros, sonrío irónico concentrado en lo que hago.

—Ya te estabas tardando, Azael —murmuro sin verla.

—Tus perros no me dejaban pasar...

—Fue una orden mía —interrumpo volteando a ver sin remordimientos—. Para este punto ya deberías saber que no me interesa saber nada de ti.

Cruza sus brazos aún sobre la mesa, que deja de lado cuando se pasa a la mía para sentarse de manera abierta dejando únicamente el licor y el vaso entre sus piernas. Humedezco mis labios por mero instinto de querer tocarla, las manos pican por tocarle el cabello naranja que brilla mucho más de lo que lo hace de lejos.

—Eres algo injusto, tú también tienes una relación.

—La tengo —afirmo haciendo para atrás el asiento—, pero por conveniencia. La tuya no es más que por mera necesidad en molestarme.

Alza sus cejas casi divertida.

—Me gusta la manera en como me follas, me gusta el morbo de la infidelidad y de lo poco religioso que es la relación que tenemos; pero fuera de allí no avances. No te amo, no te necesito. Yo solo te deseo Egan, y deseo lo prohibido que tenemos.

Suelto la carcajada.

—Para tratarse de deseo te estas tomando demasiadas molestias —ladeo la cabeza divertido—. Aún no olvido tu cara cuando me encontraste con Nicole en mi cama.

—Ya te pedí disculpas, no estaba de buen humor.

—Y yo ya te dije en donde me las metí —bebo otro trago—. No las necesito Azael, unas tontas palabras no van a mermar las ideas que tengo y es por eso que necesito que te largues. No te quiero cerca de mí, de Nicole o de lo mío.

Suspira con desdén bajándose como puede. El licor queda más lejos de lo que quisiera, me lo pienso dos veces o más tal vez, si era buena idea ir por la botella.

—Destrúyela, absorbe lo poco bueno que le queda y tal vez después puedas decirme que tanto la quisiste para poder llamarla tuya.

Muestra una sonrisa sínica que tácitamente me grita que hará hasta lo imposible para poder estar juntos nuevamente.

Y eso es lo que me prende más.

—...yo no tengo nada en contra de ella, pero... me gusta su novio y lo voy a tener —guiña un ojo caminando de espaldas hacia la puerta.

—Soy tu hermano —la detengo.

—Uno que me abrió las puertas del infierno y me llevó al paraíso con el pecado.

Sonrío de medio lado sobre el vaso.

—Tu coqueteo conmigo es un asco total.

—No necesito coquetearte —encoje los hombros—. De una o de otra manera sé que por dentro te estas muriendo por tirarme a una de las mesas y arrancarme el vestido.

—Tengo novia, recuérdalo.

—Eso nunca te ha detenido para masturbarme con tu arma —la mira sobre la encimera, los recuerdos avasallan mi mente tentándome—. Admítelo Egan, tú también lo sientes y esto no se va a detener por más que lo queramos.

—Estas sobrepasando el trato que hicimos cuando acordamos que...

—Yo no estoy sobrepasando nada, lo estas haciendo tú al ponerte en ese plan —me señala—. Digas lo que digas este cuadrito no es más que un mero capricho tuyo para manipularme y hacer que deje a Eddy.

—¿Qué poco amor le tenían sus difuntos padres que ni un buen nombre le pudieron dar? —bufo.

Rueda los ojos. Me pongo de pie avanzando hasta su lugar de la misma manera en la que un cazador va por su presa.

—El mismo que le tienes tú a la mojigata.

Cierro la boca casi de inmediato por temor a que algo se me salga. Azael tiene una manera de envolverte única, te hace dócil con solo respirar a centímetros de su cuerpo y quiera que no, me encanta.

Me gusta el efecto que tiene en mí, pero detesto como la mierda que sea impulsiva.

—¿El lobo ya no tiene valentía para hablar? —murmuró esta vez sobre mis labios.

Paso saliva tomando su cintura.

—El lobo tiene hambre.

—Eso pensé.

Doy el paso faltante, nuestros labios casi se rozan cuando se hace para atrás.

—¿Qué...?

—Ya se me pasó el antojo —frunce los labios acomodando la camisa.

—Azael...

—Esto prueba que te tengo Egan, así que si me preguntas si me molesta que estés con ella mi respuesta será siempre no. Yo soy lo que deseas, pero no puedes por el orgullo y por las prioridades que ambos tenemos.

Relamo mis labios con el pecho a todo dar, la tomo nuevamente para acariciarle el rostro.

—Somos buenos juntos, pero malos separados. Sea como sea estamos destinados a...

La callo.

—No creo en la mierda del destino, creo en lo que nosotros mismos hacemos. Y con seguridad puedo decirte que ahora mismo tu no eres una de mis metas.

—Ni tu una de las mías —peina los cabellos desordenados que tengo sin soltarme.

—Quizás funcionemos después, pero mientras tanto no estoy dispuesto a perderte de vista.

—Ni yo tampoco —sonríe antes de morderme la barbilla, me aferro a su cuerpo—. Así que ahora rencillémonos que es lo que siempre me gusta de discutir.

Miro al techo, después a ella.

—¿Te gusta que te folle? —asiente— ¿Qué te haga gemir, que te posea, que te enseñe lo que es un buen orgasmo?

—Simplemente me gusta que seas tú.

La beso.

Nas.

—Dime que no tuviste algo que ver.

—No tuve nada que ver.

No estoy para tus estúpidos juegos Nas, la casa está de cabeza ahora mismo y si no te digo que necesitamos tu culo aquí es porque estoy tratando de hacer tu trabajo para que cierres el maldito traro que debiste cerrar en la mañana.

Ruedo los ojos ojeando a Kali que mira al comprador de manera altiva, tan ella.

—Lo que sea, trata de averiguar si alguno de la Blackthrone tuvo algo que ver para poder aplicar la debida sanción.

¿Si sabes que nunca lograre descubrirlo si fue Kali o alguno de los mellizos? ¿no?

Resoplé.

—Tú no, pero yo si —cuelgo.

El restaurante en el que nos encontrábamos, ostentaba lujo y clase. Desde la música clásica, hasta la manera en cómo estaban organizadas las mesas. Kali era una mujer que nunca media los gastos que generaba y que siempre se salía con la suya.

Ya sea porque yo le cumplía el capricho o porque papá detestaba negarle algo que mamá previamente ya había hecho. De los dos, la última siempre era la más dura con ella.

Acomodo mi traje al visualizar como se estrechan las manos y uno de nuestra seguridad se acerca para hacerse cargo de los maletines con el efectivo.

—Un placer poder hacer tratos con usted, señora.

Ella ni se inmuta, carraspeo.

—Su hermana y yo ya pactamos la cantidad de entrega y de dinero, si todo va como planeo posiblemente dentro de dos semanas volverán a saber de mí.

Asiento—El bono extra que le ofrecemos es limpiarle el camino para sus microentregas, envíele las rutas a mi asistente que nosotros nos encargaremos de lo demás.

—Perfecto.

Nos observa una última vez queriendo marcharse.

—Y recuerde que para nosotros las mentiras no aplican —enciendo un cigarrillo, expulso el humo—. No se pierda por completo, tengo la severa impresión que lo necesitaré para algo más que llenarme los almacenes de dinero sucio.

Ajusta su traje retirándose por completo. Joe Gabanna no era idiota, sabe que con el diablo no se juega y si mi fuego es lo suficientemente alto puede terminar derribando su pequeño reino.

Tomo asiento del otro lado de la mesa, mi hermana corta un trozo de carne con la atención únicamente en mi rostro. Saborea el bocado gimiendo en el proceso.

No me lo está haciendo para nada sencillo.

—¿Rico?

Asiente.

—Demasiado —bebe algo de vino—. Pruébalo y me darás la razón. Créeme cuando te digo que su filete vale lo que pagaré por él.

Sin ánimos de malograr el ambiente, acomodo la servilleta y retomo la comida dándole prioridad a la carne con término medio. El paladar se me vuelve agua en un santiamén, el bocado se deshace al entrar en contacto con mis dientes desbordando algo de jugo acaramelado sin perder el toque fierroso de la sangre.

Paso saliva de manera lenta sin dejar de saborear.

—Tienes razón —murmuré cortando otro pedazo, esta vez con algunas verduras—. ¿Cómo se llama el platillo?

Deja de lado todo alzando una copa al aire, sonríe poniéndome los pelos de punta y todos los sentidos alertas.

—Pensé que lo reconocerías de inmediato

Bien dicen que los ojos son los portales del alma, yo nunca me equivoqué al decir que las posibilidades de nosotros tenerla eran casi nulas.

Vacío, venganza y diversión.

Eso es lo que percibí en los pocos segundos que pude reparar el celeste que se carga en los ojos. ¿Qué tan jodidos debemos de estar para que cosas como estas nos pongan? Kali nunca me soltará, no quiero que lo haga a decir verdad porque tampoco yo lo haré. La historia que vivimos es abrumadora incluso hasta para nosotros, pero pese a ello, pese a necesitar ese suspiro de aire limpio, seguimos con la cabeza sumergida en el pecho del otro.

¿Hilo rojo?

Una mierda, a esto le llamo seducción y lujuria. Lo que nos llama es lo prohibido lo que sabemos que esta mal y lo que todos verán como un acto desquiciado, pero nos importa un carajo.

Nuestro destino estaba escrito desde antes de nacer. Vinimos a gobernar y quebrantar todos los parámetros de lo moral. Yo soy el diablo y ella es el Apocalipsis que sin importar nada, me pone a pecar cada que me observa justo como lo está haciendo ahora.

¿Malos?

No. Somos los hijos de puta que sobrevivieron a una historia de amor que por poco y termina con la existencia humana, como la de nuestros padres, y juegos difíciles de resolver.

—Fuiste tú —acuso con los labios ladinos, antes de llevarme otro trozo de carne a la boca. No tengo asco—. Supongo que la asesinaste por celos, ¿Me equivoco? —adopta una postura seria.

Se aleja de la silla caminando de manera lenta hasta mi lugar, las miradas no se pierden y la maldita tensión es tan palpable como mi erección. Llama la atención de algunos comensales al sentarse sobre mi regazo y después acariciarme la nuca como si fuésemos pareja.

¿Lo éramos?

—Tus ojos solo deben adorarme a mí, Nas —advierte—. Yo soy tu maldito todo y si no puedes darme el lugar que me corresponde, lo haré por mí misma porque no pienso rebajarme al nivel de tus putas con intentos de mujer —bufa—. Me encargué de dejar su cabeza colgada como advertencia para que sepan que estoy de regreso. Si piensas ir a llorarle desde ya te digo que no tiene ojos, ¿Quién cojones se cree para mirarme como si fuese menos?

El conjunto de dos piezas que tiene permite que pasee libremente mi mano por una de sus esbeltas piernas. Me gusta como queda el panorama visual de su piel bajo mi gruesa mano adornada con un reloj y anillo familiar valorados en lo que la corona de la reina posee.

Suspiro retomando con el cigarro que dejé en el cenicero. Le beso la sien rememorando las veces que me ha vuelto loco al punto de venirme en los sueños solo con idealizarla apuntando su arma para algún lado.

—¿No dirás nada?

Exhalo el humo sobre sus labios, lo recibe y después lo tira al aire lejos de nuestros rostros.

—¿Qué quieres que diga? —respondí simple— Sabes que jamás te doy una negativa. Por el contrario, siempre te acolito todo.

—Porque me odias, pero amas la manera en la que te seduzco sin poner esfuerzo—afirma dejándome sin aire por largos segundos.

—Porqué lo hago —respondo sin dejar de acariciar por debajo de la mesa.

Dejo de lado la nicotina por un momento e intento darle de comer en la boca a merced de todos los ojos que no son para nada cuidadosos con sus gestos. Me importa una mierda, le doy de comer en la boca ¿Y qué?

—Zane se encargará de comunicarles a los demás que habrá una reunión por el tema de los gemelos. Necesitamos pasar a la siguiente fase.

—Tengo su ubicación, pero llegar a ellos será otra cosa. Son inteligentes y tienen parámetros de "detección"

—¿En dónde están? —pregunto ignorando lo último.

—Varados en Hawái. Necesitamos algo para hacer que nos noten porque aunque estemos campantes acá, nunca meterían las manos en Italia. Nos joden fuera, pero les tiemblan las piernas al entrar en territorios nativos.

El semblante le cambia por una milésima de segundo y como nunca ha sucedido, puedo reparar dolor y arrepentimiento tras ellos. Quisiera meter mi cabeza en hielo con tal de hacer retroceder el tiempo para no haber hecho lo que hice.

<<Todo lo bueno tiene un alto precio>>

Yo quería ganar y ni siquiera eso u otra recompensa conseguí, solo cinco años de presión y enojo.

—Tenemos que partir lo más pronto posible —se remueve dejando el tema atrás—. Aún no me creo que a los mellizos ya les toca ir con nosotros, supongo que Keira tendrá que esperar para la siguiente.

El camarero se asoma, pero de inmediato lo regreso con un mal gesto. Bebo algo del whisky antes de responder:

—No creo que Aden la deja, como tampoco que el coronel permita que su princesa entre en batalla tan pequeña y con poco conocimiento. La expone de sobremanera.

—Pero debe —agrega—. Nuestro hermano ya encontró a su presa y su instinto de cazador hará lo que sea para mantenerla con él.

—Todos lo hacemos —olfateo su cuello, el aroma que desprende no es muy dulce, pero tampoco amargo—. Todos hacemos lo que sea para mantener a nuestra presa cerca.

Azael.

<<—Espérame en el baño de mujeres, aquí no hay tanto riesgo como allá —muerde el lóbulo de mi oreja, gimo —Te necesito sintiendo la adrenalina al máximo.

Esto no fue buena idea, en absoluto—me reprendo.

Demasiado tarde.

Las manos me escuecen sobre el lavabo mientras reparo mi reflejo. Saqué a todas las mujeres a punta de gritos urgidos y aunque una quiso pasarse de lista, una de sus compañeras le susurró un par de cosas que la puso a temblar como rata de alcantarilla.

Nadie podía prohibirnos nada aquí, la Reale era una de las tantas posesiones de mi familia. Todos hicimos historia aquí, nos hicimos de una fama que procedió a la mafia y al mundo externo. Nos encargamos de hacerles saber a todos que somos más que los hijos de los Generales o unos niños ricos mimados.

Bufo—Nuestra historia es totalmente distinta.

Para nosotros los mayores los actos de afecto fueron mucho más reducidos que para los demás, entendía que era por una cuestión de responsabilidad, pero tampoco me quejo. La familia Al Capone Bianchi me ha brindado lo que es crecer en el seno de una familia, en especial mamá.

Yo a ella le soy leal incluso cuando el infierno me haya atrapado y me encuentre del otro lado del charco.

El espejo muestra una faceta a la que jamás pensé llegar, esto es ilegal. Ambos llevamos el mismo apellido y estoy traicionando la confianza de mi madre al dejarme liar con su hijo.

Patética, digo que soy capaz de todo por ella excepto renunciar a su crio.

Pero me gusta.

Perdí la moralidad conforme fue pasando el tiempo, desde que supe cómo se sentía arrebatarle algo a alguien, desde que formé parte del pecado y lo hice mi mejor amigo.

—Manos al lavabo, ¡Ya!

Empuño el arma, pero la bajo cuando los ojos del chico se encuentran con los míos.

Era Egan.

—No creo que esto sea buena idea, vine por sexo, pero...

—Viniste por sexo y sexo te daré —se recuesta contra el mármol—. Así que manos al lavabo o no me acercaré a ti.

Paso saliva al ver como se lleva la mano a la parte trasera de su pantalón y saca su arma para apuntarme. ¿Miedo? Lo que sentía era placer y eso es totalmente enfermo.

Tenía una ligera posibilidad de ganar si luchaba, aunque eso no era realmente lo que deseaba en esos momentos. Podía mentirme todo lo que quisiera, hacerlo incluso con los demás, pero jamás con él. Egan es como su madre, sabe todo incluso antes de que suceda.

Aprieto las piernas obedeciendo, literalmente quedo con el culo al aire. Su rostro por el espejo se muestra complacido con una media sonrisa.

—¿Ya vez que no era tan difícil?

Ruedo los ojos sin apartarle la vista detrás de mi cuerpo. Se me estremece la piel en el momento justo en el que sus manos se posan sobre la tela y empieza a arrastrarla hasta mi cintura de manera apacible.

Con cuidado y sin soltar su arma, me baja los tirantes del vestido. No llevaba sujetador dado a que el escote me lo impedía y tampoco es que lo necesitase, mis chicas eran firmes y algo voluptuosas de por sí. Detestaba sentirme incomoda, así que solo lo utilizo cuando la ocasión lo amerita.

Quedo en pantys negros a sus ojos, mientras toma asiento en la mesa de mayólica. Su escrutinio por mi cuerpo provoca fuertes ansias de saber lo que está pensando, él es tan serio, tan inteligente y tan malditamente atractivo que duele.

—Baila.

—No hay música.

—Invéntatela —rechino los dientes.

—Egan, sabes que no me gusta bailar, tampoco sé de qué manera hacerlo.

Relame sus labios considerando lo que dije. Un niño de 16 años es tan bueno asesinando que justo ahora podría pegarme un tiro y nadie sabría nada, excepto sus hermanos y posiblemente sus padres; aun así, nadie diría nada.

El musculoso adolescente se baja rápidamente acelerando sus pasos a mi sitio, retrocedo por mera seguridad a su tamaño.

—Bien, entonces pasaremos a mi parte preferida —toma mi mano arrastrándome hasta el lava manos con los espejos en la pared.

Mis rizos algo desechos no se cohíben del color llamativo ante nuestros ojos. Egan me encierra en el sitio con sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, y con una de sus rodillas frotándose contra mi sexo se atreve a hablar:

—¿Te ha tocado alguien más en este tiempo separados?

Niego.

—Nadie, excepto yo misma.

Sonríe extremosamente y desde ya sé que le causa algo más que orgullo que no haya dejado que Eddy me folle.

—¿En quién pensabas mientras masturbabas tu bonito coño? —pregunta empezando a morder mi cuello— ¿Qué nombre gritaste cuando te viniste?

Trago grueso al sentir su mano romper mis bragas de un tirón. Eso me dolió.

—En ti —simplifico.

La sonrisa de suficiencia que me lanza no es del todo de mi agrado, por lo que abro la boca obteniendo como resultado su mano en mi garganta lanzando mi cabeza hacia su pecho. Sus bonitos ojos desde este lugar se veían diferentes, más siniestros, provocativos, entre otros apelativos que diría si ahora mismo sus manos no estuvieran rebuscando mi placer.

Tira por completo del escote rompiendo la tela y dejando mis tetas erizadas al aire. Las mira a través del espejo, juega con los pezones rosados erectos y los aprieta de tal manera que gimo ruidosamente sin importar el lugar.

—¿Me extrañaste, Perséfone?

Intenté no sonreír por la forma en la que me nombra, aunque hubo un fallo en el proceso. Atrapa mis labios en represalia, me besa sin dejar de tocarme y me gusta, me encanta que no es suave ni mucho menos blando. Es dominante al aferrarse a cada parte de mi cuerpo que tiene acceso, como si le gustase el dolor que me inflige, como si amara ver sus marcas en mi piel blanquecina.

Empuja mi espada hacia adelante dejando mi trasero a su merced, chillo al sentir el metal de su arma sobre mis partes húmedas mientras me masturba con la punta de este. Abre mis labios acariciando suavemente.

—Tu obsesión por mezclar la pólvora con el placer, hace que me moje —paso saliva sintiendo el sudor bajar por el cuello—. Maldito niño enfermo.

—Chist... —chista.

Ayudo un poco a la acción metiendo una mano por la parte delantera empezando a tocarme. Su boca reemplaza al objeto de metal y solo eso puede hacer que vea un panorama totalmente distinto, me siento flotar entre nubes y los dedos de los pies se me encarrujan por la presión.

La lengua la pasa delicadamente por el botón hinchado, sus manos me separan un poco más mientras que los dientes intentan morder de manera sutil, pero con vehemencia mis labios. Por el mismo infierno y los clavos del falso Dios, esto es una sensación única.

—¿Esto es lo que quiere la señora de este crio? —cachetea mis nalgas— Responde ¿Esto es lo que viniste a buscar?

Gimoteo en un intento de afirmación. Penetra mi cavidad con una estocada profunda empezando a moverse sin darme tiempo de acoplarme. Aprieta mi cintura con una de sus manos en un intento de conseguir algo estable, duele y desde mi postura puedo ver lo blancos que están sus dedos. Dejará moretones.

No pienso, no veo y solo me concentro en lo que siento y en el sonido tan magnifico que me regala sus golpes certeros de la piel con piel. El ruido es seco, pero con el toque pegajoso de nuestros fluidos que aumenta mi presión. Me hará perder el juicio.

—Por una mierda ... —me sostengo del grifo— No te detengas.

—No pensaba hacerlo.

¿Estamos siendo infieles?

Sí.

¿Nos duele?

No.

Mis pensamientos me convencen de que esto es lo jodido de una relación. A veces confías tanto en la otra persona o la amas incluso más que a ti mismo por el simple hecho de sacarte de la vida tan deplorable que tenemos y lo convertimos en nuestro todo, que no nos damos cuenta del puñal que nos están clavando por la espalda.

¿Y que hay después?

Para la persona que amó de verdad, solo dolor y preguntas mentales que quizá nunca serán respondidas. Ni hablar de las dudas que entran en su sistema. Pero, para la persona que traicionó, ella será la que avance más rápido, la que se levantará como si nada después del estallido que hizo en el corazón de alguien más.

Y entonces me pregunto... ¿El amor es lo suficientemente bueno para hacerte dudar de ti mismo? ¿O es que solo está sobrevalorado?

Bueno, quizá yo nunca tenga las respuestas a esas preguntas porque en lo que mi concierne, amar a alguien no está en mi lista de que haceres. En la mafia lo más allegado a ello es la lealtad y si la quebrantas, te mueres.

Despabilo con el azote que Egan me da, está enojado, se nota. Me voltea sin levantarme, trepa la mesa abriéndose de piernas para penetrarme. No se ha quitado la camisa, quiero tocarlo, quiero sentir sus lunares. Arranco la camisa y como puedo lo atraigo a mi boca embriagándome de su sabor, la menta. Se prende un buen rato antes de bajar por mi cuello succionando la piel que encuentra de paso.

Los tatuajes que encuentro me descolocan, las cicatrices de cuchillos que tiene son escasas, tanto que puedo contarlas solo con una mano. El chico es demasiado hábil en el combate como nosotros.

—Esto de las nuevas poses es...

—Divino, lo sé.

La carcajada que nos damos es inevitable. No nos hemos recuperado del todo, jamás lo haremos porque siempre nos tendremos como prioridad a nosotros y eso está bien. Está bien ser egoístas y pensar en lo que queremos antes de lo que sentimos.

Puedo estar totalmente herrada, pero los sentimientos muchas veces son impulsos del momento, una mera presión inevitable que a la larga se convierten en problemas sin resolver que perturban nuestra paz.

Succiona mi pecho izquierdo rozándolo levemente con sus dientes, no lo muerde, solo lo estimula para que siga erecto y de paso envolverme en un frenesí de lujuria y pasión que empieza arraigarse solo en la parte baja de mi abdomen.

Desde entonces, sé que debo encontrar algo más estable de donde agarrarme porque el chico jamás da venidas suaves. Todas eran totalmente fuertes, tormentosas y desgarradoras.

Inolvidables.

Sonrío superior al momento que me toma por el mentón, de manera brusca para besarme ahogando mi grito y su gruñido.

—Lo divertido de este juego es que después de vernos, siempre corremos a los brazos de otros y fingimos que sentimos algo por ellos más allá del interés.

Peino su cabello aún en medio de suspiros.

—Y lo jodido es que aún estando en otros brazos y en otra cama, siempre seguiremos prefiriéndonos.

Sabe que es verdad, pero nada cambiará el hecho que desde el momento en el que permitimos avanzar, nos apropiamos del otro. Marcamos y sellamos nuestro final, uno que puede ser desdichado o placentero.

En fin, mientras tanto nos sumiremos en las llamas que esto nos da y en vivir una historia similar a la de Hades y su Perséfone. 

Ya era hora de un nuevo capítulo, pido las disculpas por la tardanza.

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Para las nuevas personitas, recuerden que tenemos un grupo de WhatsApp de la serie, si desean el link solo pidanlo por aquí o por mi Instagram.

Besitos, os amo .

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