CAPÍTULO 22
Aveces una entrada al pecado, es una entrada al paraíso....
Kali
Tengo náuseas y unas jodidas ganas de empezar a tirar a todo mundo por la puerta del helicóptero, cosas como estas son las que terminan con mi paciencia y mi buen humor.
Por ley o por historia los humanos siempre están propensos a cometer errores garrafales. Años me llevó planear todo esto, meses enteros en dilemas, rompiéndome la cabeza y justo ahora lo único que me mantiene en pie se está yendo por la borda por la culpa del idiota de Nas.
Detesto el romanticismo porque mis padres me enseñaron que eso nunca te lleva a nada bueno, el amor te hace débil y nunca es tan permanente como el odio. Si amara a mi hermano lo que estaría haciendo hoy día probablemente es estar envuelta en un mar de lágrimas por su decisión y no con unas ganas inmensas de volver un río color carmesí.
Mi Apocalipsis me pide a gritos venganza, revancha, dolor, muerte y sangre. Incluso hasta existe noches en las que sueño la manera en la que les haré pagar lo que me arrebataron.
Y no me refiero solo a lo hermanos Deveraux. Existe mucho más entre mis recuerdos que revela el coraje que la mayor parte del tiempo intento controlar, Kenna se dedicó a enseñarme que una Bianchi no solo debe mantenerse erguida y liderar con orgullo si no a que también cada mínima decisión, cada paso, cada motivo y cada actuar debe contar con otras intenciones. Maquillar todo y hacerle creer a nuestro enemigo que de cierta manera tenemos las de ganar y que a pesar de ello tiene una posibilidad, cuando la realidad es que para ese entonces ya habremos dado el jaque mate y la partida habrá terminado dejándonos bien paradas con un oponente además de confundido, ansioso por más de nuestra atención.
La sangre no es agua por lo que no se niega, no se perdona y tampoco se desperdicia. La descendencia de un Bianchi o un Al Capone es sagrada, pero parece que a muchos se les está olvidando.
Hierba mala nunca muere y a mí no me han jodido lo suficiente hace años, me dieron un nuevo motivo para ser indestructible y convertirme en una hija de puta que, si antes no tenía misericordia, ahora mucho menos. Con las heridas exactas, hasta la más mansa oveja puede llegar a convertirse en un temido lobo.
Sangre por sangre y fuego con fuego. Esto hace mucho dejó de ser una lucha por poder, no es solo venganza, es victoria.
—Comienza a pensar bien cada paso que darás porque ya me estoy cansando de limpiar tu mierda —murmuro sin verlo, pero con la cabeza en alto— Si no estás de acuerdo con mi matrimonio ese es tu problema, no el mío o el de los demás. Te recomiendo que en lugar de encerrarte y esconderte tras tus muros salgas a demostrarnos el potencial que tanto presumes. Ladras, pero ya no aruñas y así no sirves más que para adorno.
Se ríe nasalmente tensándome los músculos. A Nas no le hace falta fingir ser alguien oscuro o misterioso pues existe algo en él, en su aura que lo denota sin siquiera lo quiera y eso es o era lo que en gran parte me atraía de él.
—Si te soy sincero, no me molesta tu matrimonio con el bueno para nada del Rizzo —miente evadiendo ciertas cosas—, pero me fastidia tu falta de respeto para tus ideales. Pregonabas jamás bajar la cabeza ante nadie y lo has hecho al darles lo que querían.
—¿Tan poca fe le tienes a mi inteligencia? —lo miro— Yo jamás persigo algo o a alguien si no obtengo un doble beneficio de ello. No tengo porqué explicarte los motivos o darte detalles, solo debe bastarte que tendré consideración al invitarte a nuestra boda católica o al bautizo de nuestros hijos, puede y que con un poco de suerte seas el padrino del mayor.
Me sonríe de lado.
—No te gustan los niños y no crees en ningún santo que no sea Lucifer—afirma.
—Lucifer no es un santo.
—No para algunos, pero sí para ti.
—Debemos mantener las apariencias, nuestra política está enraizada con la iglesia y una boda y un par de bautizos son bien vistos.
—Tu show no te llevaría a ningún lado. No te gustan los niños —vuelve a afirmar— y ¿Una boda católica?
—¿Por qué estás tan seguro?
—Te conozco, ir de blanco no es tu estilo —se encoje de hombros.
—Me refiero a los niños. ¿Por qué estas tan seguro que no me agradan?
La sonrisa se le vuelve suave con un raro destello en sus ojos grisáceos, pero pese a eso se le ve lejana.
—Porque si fuera de lo contrario ya me habrías dejado hacerte uno.
Silencio. Le proporciono algo de ello pensando exactamente en lo que diré, debo mantenerme a raya en muchas cosas más, debo seguir fingiendo.
—Como dije, no hago nada sin algún beneficio de por medio —suspiro enguantando mis manos dando por zanjado el momento emotivo—. Tener un hijo contigo no me daría nada que no tenga ya.
—Serían atractivos y nuestro apellido no se mezclaría.
Me pongo en pie para tirar la cuerda del helicóptero, tomo la posición visualizando su preparación previa.
—El día que aprendas a ser más que un apellido, será el día en el que te considere realmente un oponente digno de mis esfuerzos. Mientras tanto solo serás Nas, el hermano que me quiso para él pero no pudo.
Le callo la boca tirándome al vacío con algunos hombres que tuvimos que contratar como refuerzos. En este tipo de ocasiones se debe evitar emplear cualquier tipo de personal encargado de la seguridad Nacional puesto a que además de tratar de un tema político también se puntualizaría el burlar la seguridad del país y el honor que perdería.
Puras formalidades y aunque todo me viene igual, debemos seguir las normas. Por ahora.
La azotea estaba algo vacía, solo con cinco personas movilizándose con equipo tecnológico y armamento de alto calibre, no me es difícil suponer que esto es obra de alguno de los mellizos o del par en conjunto.
—Reporte —ordeno retirándome el arnés.
Los casquetes y los griteríos se escuchan hasta acá no entiendo como hasta el momento no hay nadie aquí arriba apuntándonos con armas si los helicópteros no son silenciosos ni pequeños, es lógico que saben que nos instalamos en su techo.
—Solo se han tomado los tres primeros pisos de quince, nosotros nos instalamos con cuidado para extraer la información de algunos servidores libres. Su hermano Egan nos dio la orden exacta de recibirlos y encontrarles una ruta de mayor acceso para que puedan ir a la par.
Nas se niega.
—Eso llevaría demasiado tiempo y solo tenemos media hora hasta que los efectivos policiales lleguen. Vamos a arrinconarlos, así que nosotros dos con el resto vamos a ir ganando terreno desde aquí hasta llegar al piso medio —tiene razón. Como dije, esto es pura diplomacia y si saben que los hijos de los Generales están metidos en este tremendo despilfarro podríamos meternos más que en serios problemas—. Equípanos que vamos a entrar.
Pasan pocos segundos cuando ya estamos armados de tecnología y municiones de alto calibre para poder entrar, las heridas de la última vez que estuve en combate aun duelen, pero todo es mental. Es el ser humano quién decide cuanto dolor es suficiente en su cuerpo y justo ahora decido que estoy tan sana como una flor en plena mañana, si tal cosa tiene sentido.
—Avanzaremos por sectores —hablo llamando la atención de la mayoría, mis uñas esmaltadas señalan ciertas zonas restringidas—, estas partes se abrirán cuando demos la señal, asumo que tendrán tiempo de sobra para abrirlos mientras terminamos de barrer con lo demás.
—Necesitamos sacar el mayor provecho al zaqueo, ellos nos incautaron armas y nosotros les haremos lo mismo, pero con información.
Me pongo por delante por lo que intenta tocarme así que lo evado fijando la visión en los que nos están escuchando.
—La orden es la misma de siempre, disparar a morir y la prioridad es tomar el control total del edificio en quince minutos o veinte como máximo.
—¿Entendido? —todos asienten— Tienen dos minutos para terminar de abastecerse.
Todos se dispersan a lo suyo, quiero hacer lo mismo, aunque la imponente figura de mi hermano me detiene.
—Fuera de mi camino.
—¿Hay algo que me quieras decir, Nuriel?
Muchas cosas, la verdad.
—Ninguna —lo miro— ¿Y tú? ¿Algún secreto que me quieras contar?
El metal en su mirada no cambia, sé bien que intenta hallar algo lo que no entiendo es porque o que cosa es. Muchas veces siento frío en su presencia o en algunas de sus acciones, sin embargo, ahora es todo lo contrario.
La comisura que posee un lunar similar al de papá se le eleva en una sonrisa irónica.
—No, ninguna.
Quiero rojo. Quiero dolor. Quiero lágrimas. Quiero y necesito gritos de piedad.
Paso saliva y solo me yergo en mi lugar terminando por eliminar los pensamientos que podrían nublarme el juicio cuando lo dejo parado atrás y entro por las escaleras de emergencia, solo somos cinco así que tenemos que apañárnoslas al darnos cuenta que faltaba nada para que llegaran a la azotea.
—Que uno se adelante y corte los cables del ascensor.
Apenas y hablo porque me tienen contra la pared golpeándome. Me enceguece el hecho de evocar mis pocos errores para poder sacar fuerzas y terminar con la mayoría en poco tiempo.
Los hombres del grupo son de gran ayuda, pero no la suficiente, los militares salen como ratas de alcantarilla dejándome poco a poco con la cabeza doliendo del coraje y para cuando recupero gran parte de mis sentidos me doy cuenta que ya no tengo mis dagas y que nos encontramos en el décimo piso, los demás están en el octavo así que me mentalizo que queda poco esfuerzo por realizar.
No lo pienso ni dos veces al momento de desenfundar una de mis armas cargada con balas grabadas, mi madre las tenía en su momento de conquista al submundo, es justo que su primogénita también la tenga y es por ello que escogí un versículo (Ap 6:1-2), narra el primer sello de seis del Apocalipsis, el cual hace hincapié al jinete de caballo blanco que es quién recibe una corona y salió venciendo para vencer.
En resumen, cuenta lo que todos sabemos...
—¿Llegaste al piso? —la voz del pelinegro aturde mis oídos.
—Ya casi.
Esquivo un puñete bajando un escalón lo que hace que el tipo trastabille permitiendo que lo termine por tirar por el traga luz, una mujer se me abalanza y tiene una bala en su pecho como regalo.
—Necesitas ayuda —su voz suena más a afirmación que a pregunta, motivo para detestarlo más.
Uno de los marines me patea la cara enviándome al piso, doy la vuelta tomándolo por el pie haciéndolo caer. De inmediato vuelvo a mi postura para quebrarle la tráquea con el tacón de la bota alta. Sí, estoy en tacones.
Mi gusto por la moda va más allá de lo normal.
La moda diferencia los buenos gustos.
La moda impone poder.
La moda marca lo antiguo y lo nuevo.
De los cinco hombres ahora me quedan solo tres que me abren paso entre los cadáveres a la puerta a mitad de las escaleras, aunque esta se abre de improvisto mostrando a mi hermano con el rostro rojo de sangre.
—Te tardaste.
—Lo bueno se hace desear —le guiño el ojo retirándome los guantes de las manos que me sacaron heridas— Mierda.
—Cuida tu bonita boca —me susurra solo para nosotros, lo aparto de un manotazo con los demás siguiéndonos.
—No me digas que hacer y vamos con los demás.
—Si bueno, ¿No se te hace raro que no hayan abierto la boca ni siquiera para saber si ya llegamos?
—Lo hace —confirmo—, es por eso que mande a cortar la energía en los ascensores.
Me mira sin entender.
—Querían distraernos para bajar por separado y aprovechar ello para que tomen el ascensor con todos de rehenes, subirse a nuestro helicóptero y fugarse —explico—, pero ahora están encerrados en el quinto piso.
—Puta inteligente —refunfuña.
—Piensa en grande y lograras muchas cosas —alardeo tomando nuevamente las escaleras de emergencia con el otro pisándome los talones, no tiene caso volver a separarnos y que se vaya por las escaleras principales.
Reservo la sonrisa de satisfacción para mis adentros, la escasez de palabras abunda en el trayecto, aunque ambos sabemos el motivo exacto. Su fascinación por la sangre y su ego respecto a lo bueno que es asesinando no le deja ver más allá de la realidad, no es mi culpa ser una mujer con sus mismas características, pero con visión.
Existe odio entre ambos, siempre lo existió y es precisamente por ello es que mi peor mejor acto de fervor hacia él será irme siempre, asumo que el de él será salvarme de lo que sea a lo que esté destinada.
Nas sobrepasa mis pasos y tira la puerta doble dejando el paso totalmente desierto con el artefacto que tira cargándose a tres moribundos que gritaban como si les estuvieran arrancando la vida, literalmente.
Resoplo.
Verifico los dos lados del pasillo antes de cruzarlo sin bajar la guardia por completo y no me equivoco en hacerlo puesto a que los tipos que nos acompañaban terminaron apuntándonos.
—Bajen las armas.
Yo no obedezco, pero mi hermano lo hace y su movimiento le permite agacharse y enredarnos con sus propias piernas logrando que les dispare a cuatro de ellos, sin embargo, una de las balas que ellos lanzan le roza la oreja al otro por lo que se les va encima con un pedazo de vidrio que saca de no sé dónde para pasárselos por la garganta.
—Un aplauso para ti, utilizaste la cabeza de arriba y no la de abajo por una vez en un largo tiempo.
No le puedo pegar un tiro porque después lo haría conmigo misma luego. Pero mientras pueda atisbarle cualquier ataque, cualquier herida, puede que mi orgullo poco a poco se reestablezca y mi coraje disminuya.
—Ya que estamos en esas —echa la cabeza hacia atrás con el auricular fuera de lugar— Tengo que darte una buena nueva. Adelanté la fecha de mi boda.
—¿Quieres que te felicite? —pregunto buscando la tarjeta que los niños encargados de los sistemas me dieron antes de entrar.
—Nada de eso, pero Brina quería que fueras su madrina de bodas.
—Con gusto —muestro una sonrisa falsa—, verás que el matrimonio no es tan horrible como lo pintan.
—Lo dices como si llevaras años casada cuando apenas vas días.
—¿Qué te puedo decir? Cuando es la persona correcta simplemente lo es, espero que corras esa misma suerte con ella.
Me sostiene la mirada al igual que la sonrisa. Empiezo a pensar que es verdad que cuando dos desquiciados se reconocen, todo mejora.
—Estas llegando demasiado lejos mi amor —sujeta mis mejillas— Quindi ricorda che se qualcosa non si piega, si rompe.
<< Así que recuerda que si algo no se dobla, se rompe >>
Solo Lucifer sabrá la manera en la que lo miré ya que me suelta como si mi piel quemara. Tengo poder en él, pero no lo admite así que siempre se lo recuerdo.
—Histórico será el día que una Bianchi se incline ante otro reflejo que no sea el suyo —me acerco quitándole un cabello suelto de su melena, se tensa al instante—. Ahora, abre la maldita puerta.
Le entrego la tarjeta que toma a malas.
—¿Los camiones ya empezaron a salir? —pregunto por el intercomunicador que nos dieron arriba.
—Si señora, pero aún no tengo visión de sus hermanos.
—Por eso no te preocupes, ya nos encargamos nosotros.
Nas termina de pasar la tarjeta y conectar unos cables externos antes de tomar posición a mi lado cuando las puertas empiezan a abrirse, casi me da un infarto cuando vi la situación.
—Buenas tardes señores —les sonrío con cortesía.
—Aunque no tan buenas para sus compañeros, los hubieran visto como suplicaban.
—Lástima que nadie les dijo que el diablo era sordo cuando tiene algo en mente.
Nas les dispara a los tres que permanecen de pie y yo a los dos que mantienen un cuchillo cerca de la yugular de los mellizos.
—Malditos idiotas —se queja Egan que se desata con facilidad para luego ir donde Azael que yace inconsciente.
—No espero un agradecimiento por su parte, pero si una jodida explicación —bramo.
—La explicación pídesela al imbécil de Nas, fue su culpa que no estuvieran para resolver el asunto.
Le pongo la mano en el pecho para que retroceda cuando se le quiere ir encima.
—¿Mi esposo? —pregunto esperanzada en que me digan que soy viuda.
—En la mansión monitoreando que los cargamentos lleguen para empaquetarlos y movilizarlos, es inexperto y no confiamos —se defiende.
—Aprendieron bien entonces.
Primer parte del plan, listo. Ahora viene lo complejo que es eliminar nuestras huellas, las evidentes al menos.
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