Capítulo 11. Historia.
Tom caminaba despacio por uno de los corredores del primer piso mientras miraba su móvil de vez en cuando. Fanny le instaló un mapa de la Academia para ayudarlo a llegar a las oficinas de los profesores. Pasó por varias y llegó a la que buscaba. Tocó y esperó un par de segundos para escuchar una voz que le dijo que pasara. El cadete Fields no pensó que el destino le sonreiría así, tener esta oportunidad única de convivir un poco más con la capitana le aceleraba el corazón. Él estaba decidido a hacer un trabajo excelente para ella, después de todo, para Tom, Miranda merecía solo mejor.
Al entrar, Tom se maravilló por la oficina de la capitana, era más grande que la de otros profesores, contaba con una pequeña sala de estar de color naranja, varios gabinetes, un refrigerador de comida, otro de bebidas y varios cuadros de naturaleza pendían en todas las paredes. Para rematar el escritorio de color marfil con brocados en cobre donde un helecho trataba de ganar vista a las cosas que atiborraban la superficie. Todo el lugar tenía la esencia de la capitana, hasta ese intoxicante aroma a rosas que se concentraba extasiando al cadete con cada respirar.
—Llegaste muy temprano.
Tom se petrificó al oírla y sin poder evitarlo recordó sus sueños con ella, no era capaz de abrir la boca para saludar con propiedad. Al pasar unos segundos Tom advirtió que la mirada de la capitana sobre él se cansaba así que trató de hablar.
—¡Sí! Pe-perdón, es que, es que yo no quería gastar tiempo si me pre-perdía.
—¿Perderte?
—Yo, yo me pierdo en to-todos lados.
—Ya veo.
Miranda suspiró y negó con la cabeza.
—¿Su-sucede algo? —se atrevió a preguntar el cadete.
—Así es. La verdad, Fields, le dejé bien claro a Charlie que no te quería de mi becario.
Tom apenado bajó la cabeza.
—Lo-lo lamento mu-mucho, ca-capitana —dijo el cadete tratando en lo posible modular su voz y así no molestar e incomodar a la capitana con uno de sus lloriqueos.
—Tranquilo, en realidad esta vez no has tenido tú la culpa. Arreglaré esto con Charlie, en tanto no es necesario que vengas aquí. Te acreditaré las horas de todas formas. Aunque como no seguirás para el próximo semestre ni siquiera es necesario. ¡Qué remedio!
—No, pe-pero, capitana, ¿no hay algo en que pueda ayudarla?
Miranda regresó a su asiento detrás del escritorio.
—Nada —dijo Miranda sin regresarle la mirada—. Ahora, se buen niño y retírate, ¿quieres? Tengo mucho trabajo que terminar.
—Ca-capitana, quizá yo...
—Fields, retírate, ya no me quites tiempo.
—Sí-sí, lo siento mucho, perdón.
Tom se alejó y al abrir la puerta escuchó a Miranda:
—Asistente, enciende el sistema de aromatización.
En eso los pequeños aromatizadores soltaron una picosa fragancia de manzana canela.
—¿¡No te dije que ya te fueras!?
Tom no respondió y salió de la oficina de inmediato. Fuera en la puerta permaneció con la cabeza baja por unos segundos. ¿Cómo se le ocurrió molestar a la capitana con su presencia?, se reclamó. No pudo evitar olfatearse, no le parecía que oliera mal, pero seguro él ya estaba acostumbrado a su propia peste y por eso no la notaba ya. Tom soltó una larga exhalación y se retiró, lo que Tom no advirtió es que del otro lado del pasillo el coronel Toriello lo había estado vigilando, aun ganándose miradas extrañas de otros profesores. Al notar que Tom había salido del piso de profesores, el coronel se acercó a la oficina de Miranda y entró.
—Hola, Charlie —lo saludó la capitana alegre—. ¡Que bueno que has venido! Me ahorraste tiempo.
—Miranda, ¿dónde está tu becario?
—¡Ash! ¡Precisamente de eso necesito hablar contigo!
—No me has respondido.
—Justo se acaba de ir. —Miranda olfateó un poco ante un extrañado Charles—. Perfecto, ya no huele a medicina.
—¿Medicina?
—El cadete Fields huele a eso. No me gusta ese olor.
Charles contempló perplejo a la capitana quien seguía sonriéndole.
—Miranda, él no huele a medicina.
—Claro que sí. ¿Sabes? dicen que con la edad te haces menos sensible a los olores.
Charles se sobó el entrecejo.
—Entonces, ¿por eso no querías que el cadete Fields fuera tu becario?
—¡No! Bueno, o sea también, pero ya te había dicho mis razones. No creo que el cadete Fields cumpla mis expectativas, además ni siquiera terminará el periodo, y es tiempo que me estas quitando con Gary. Tiempo que podría aprovechar para despertarle sus recuerdos. Gary tiene que ser mi becario.
El coronel Toriello cruzó los brazos y contempló a Miranda con gesto duro.
—Miranda, estos roles se asignaron hace mucho. El cadete Fields será tu becario, te guste o no; y te guste o no le asignaras actividades de becario.
—Pues no, eso no pasará. Si no lo concedes simplemente acreditaré todas las horas de Fields para que no venga.
—No hablas en serio, ¿o sí? Me estas confesando una falta en la cara.
—¡Oh! Vamos, ¿por qué te pones así? ¡Muchos lo hacen!
—De hecho, no. Y lo siento, capitana Will, pero eres parte del ejército de Terrenal, ¿verdad? —Miranda asintió—. Bien, entonces debes obedecer a tus superiores.
—Pero, Charlie...
—El cadete Fields será tu becario y tendrá que cumplir sus horas. Me aseguraré de que así sea. Si me doy cuenta de que has dejado ir al cadete al igual que hoy te ganarás una falta.
—Charlie, no me hagas recurrir a mi papá.
—No molestes al teniente general por algo tan banal. Además, él es un hombre dedicado a las reglas, ¿crees que te sonsacara en esto?
Miranda se mordió los labios y puso cara de puchero.
—Pensé que éramos amigos.
—Lo somos, pero entiende que debes ser profesional, ser hija del teniente general no te exenta de eso, todo lo contrario. Yo sé lo que te digo, dale una oportunidad a Fields, te sorprenderá cuando lo conozcas.
—Lo dices como si tú sí lo conocieras.
—Temo que más que tú sí. Espero que no se hable más del asunto y acates las órdenes, capitana. Me retiro.
Miranda se recostó sobre su asiento abrumada por el hecho de no poder deshacerse del cadete Fields. Por un momento pensó que era extraño que Charles lo defendiera, pero así era Charlie, él siempre paternal hasta con un pobre niño como Fields.
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Un día muy especial llegó para los cadetes, un día de excursión a uno de los lugares favoritos de cualquier terrenal.
—Vaya que tengo años sin ir al museo. —Fanny se asomaba a través de la ventana del asiento y admiraba los rimbombantes edificios del centro de Petral entre lugares históricos mezclados con inmuebles comerciales—. ¿Habrán agregado algo?
—Creo que no mucho —le contestó Susie—. Yo fui el año pasado, invitaron a mi papá por el aniversario luctuoso de mi abuela. Por cierto, Tom, muchas gracias por el retrato. Sé que le encantará a mi papá de regalo de cumpleaños. ¡Me salvaste!
—¡Qué pena con el coronel Marshall! —exclamó Tom.
—¡Ay, Tom! —Susie se burló—. Te digo que de verdad le agradas.
—Eso no quita que él me de miedo.
Susie se rio un poco más, poco a poco recordaba que siempre le gustó pasar tiempo con Tom. Lamentaba todo lo sucedido y el aislamiento al que fue sometido. Le parecía que el haber entrado en la Academia de alguna forma le había ayudado a Tom, era como si el antiguo resplandor que llegó a ver en él poco a poco se abriera paso.
—Oye, Tom. —Fanny se enderezó y volteó hacia su compañero—. A ti te deben gustar mucho los museos, ¿no? Digo, por el arte y eso.
—Para serte franco no mucho. La última vez que fui a uno tenía seis años y tuve uno de esos ataques. —Tom se achicó con los hombros—. Cuando había excursiones de la escuela mis papás no me daban permiso para ir, bueno, mi mamá. Pero ahora es diferente, quizás pueda controlarlos si es que suceden.
—Si no, estaremos allí. —Luis se volteó también, iba junto con Susie delante de Tom y Fanny—. Ahora que recuerdo, Lucas no me quiso decir que les dijo el coronel Toriello, lo único es que se ve más súper enojado, sobre todo contigo.
—Qué ridículos son —chistó Susie—. El problema es que muchos vienen de familias influyentes. Me he visto tentada de pedirle a papá o a mis tías que te defiendan, que hablen con el coronel Toriello personalmente.
—Yo también podría pedírselo a mi papá —agregó Luis.
—Gracias a los dos, pero no molesten a su familia por algo así.
—¿Tienes familia en la milicia, Tom? —le preguntó Fanny.
—No en realidad; bueno tenía un tío lejano, pero ya tiene tiempo que murió. No se preocupen por mí, de verdad.
—¿Has tenido alguna mejora con tu expresión? —preguntó Susie.
—Eso creo... —respondió Tom cohibido.
—¡Eso es todo, amigo! —gritó Luis—. Que guardado te lo tenías.
—Ya sabes que a él no le gusta alardear. Eso sí, ni siquiera nos has dicho a nosotros si ya sabes cual es tu principio. —Fanny lo observó curiosa—. Déjame adivinar... —Fanny meditó mirando al techo—. Tú eres absorb, ¿no?
—No, ¡plasmático! —exclamó Luis.
—Creo que el plasma no va con él —discrepó Fanny entre leves risas—. Thomas, no te dejaremos hasta que nos digas.
—Es que... —titubeaba Tom, no se atrevía a contestar— en realidad son tres —confesó con voz quedita.
—¿Qué dijiste? —Luis se acercó a Tom sin creer mucho lo que había alcanzado a oír.
—Son tres, tres principios —aclaró Tom vacilante.
—¡Eres triple! —exclamaron en coro los tres.
—No lo griten —pidió Tom avergonzado, bajó la cabeza y se cubrió el rostro.
—¡Triple chocolate, quise decir! —gritó Susie al notar las miradas.
—Triple —murmuró Fanny intentando guardar su impresión—. ¡Por el Gran Mariscal! ¡Lo sabía! ¿¡Por qué no nos dijiste!? ¿Cuáles son?
—Eléctrico, fuego y alerta —reveló Tom.
—Esa es una buena combinación, es la misma que Gary —notó Fanny—. Tiene sentido y segurito tiene que ver con lo del bosque.
—¡Fanny! —regañó Susie a su amiga dándole palmaditas desde su asiento.
—¡Perdón! ¡Perdón! —gritó Fanny.
—Pero qué increíble, ¡fuego! —dijo Luis—. Somos compañeros de fuego.
Tom, sonrojado, le asintió a su amigo. Susie meditó al respecto, no se habría imaginado que un niño como Tom pudiese ser un folder, pero ¿sería capaz de volverse un guerrero folder?, se preguntó mientras lo contemplaba y con una sonrisa negó con la cabeza.
Los autobuses llegaron al estacionamiento del Museo de Historia Moderna Principal de Terrenal. Al frente se ostentaba una gran e imponente estatua del mariscal Irving Demetrio Will. Estaba labrada en fino mármol blanco, con cada detalle replicado a la perfección, incluso era imposible no sentirse observado por el Gran Mariscal. En la base, un gran moño negro la adornaba; además de muchas flores y rosas blancas que la gente a diario le dejaba a aquel gran hombre, junto con velas colocadas en una zona especial para evitar incendios. Las personas se acercaban y alzaban la vista mientras parecían platicar con la estatua.
—Esta estatua es tan genial. Imagina lo importante que eres, lo que has hecho para tener algo así en tu honor. —Susie contempló emocionada la monumental obra—. Hay una de mi abuela por el centro, aunque más pequeña.
—Es una hermosa estatua, ¿es la de mármol negro? —preguntó Fanny.
—Así es —confirmó Susie con una gran sonrisa.
—¡Halcones Dorados! —Miranda se acercó a los jóvenes junto con Gary—. ¿Están listos?
—Sí, señora —respondieron en coro los cadetes.
—Bueno, nosotros ingresaremos por otra entrada, no por la de los civiles, así que acompáñenme. —Miranda alzó la vista a la estatua—. ¡Hola, abuelo! —exclamó con alegría—. Síganme.
Después de un par de minutos el pelotón entró al recibidor. A cada escuadrón se les asignó un guía quien ya los estaba esperando.
—¡Qué honor tener a la joven élite de Terrenal aquí! —Los recibió su entusiasmado guía, de no más de veinticinco años, quien portaba la camisa tipo polo color azul que le servía de uniforme—. Soy Wilson y seré su guía. Vamos a la primera sala: Los Inicios de Terrenal. —El guía se adelantó un par de pasos y los cadetes lo siguieron—. El país de Terrenal nació después de esa catastrófica epidemia de filovirus que vivió la humanidad hace ya doscientos cincuenta años —explicaba el joven—. Esa plaga dejó grandes zonas sin habitar, sobre todo en esta parte de Norteamérica. Empresarios sobrevivientes se aprovecharon de eso y establecieron ciudades cerca de minas abandonadas. Esos terrenos fueron comprados a los gobiernos decadentes de aquel entonces, México y el todavía Estados Unidos. Las ciudades crecieron, se expandieron y evolucionaron. De la misma policía privada que se había organizado, nació a quien conocemos como el generalísimo Marcelo Lobos. El generalísimo Lobos fue quien nos liberó de ese yugo híper-capitalista y devolvió el poder al pueblo.
El guía caminaba por la sala mientras explicaba la historia del país, movía los brazos tratando de dar énfasis. Alrededor de la sala había algunos carteles señalando medidas preventivas ante la epidemia, fotografías de los trabajadores de aquel entonces y en pantallas se mostraban comerciales de los consorcios.
—Así nació Terrenal, gracias al heroísmo del generalísimo. Él logró juntar a todas esas ciudades y con su liderazgo nos independizamos de México y Unidos; la parte oriental de lo que fue Estados Unidos. Increíble que tardáramos diez años en que se reconociera nuestra independencia.
Conforme avanzaban se alzaban a su vista retratos del generalísimo, así como su último uniforme mostrado en una gran vitrina.
—Bien, cadetes, tienen veinte minutos para explorar la sala por su cuenta. Si tienen dudas pueden consultarme o pueden revisar las pantallas.
—Miren chicos, ¡eso es muy vistoso! —Susie se acercó a la exhibición del uniforme de gala después de haber recorrido la sala con sus amigos.
—Creo que los uniformes de la mariscal Gentile también lo son en comparación con los que usaba nuestro Gran Mariscal Will —dijo Fanny mientras colocaba una mano en el pecho como los demás—. Ella también usa diamantes en sus uniformes, como en este.
Los chicos contemplaron el uniforme. No era un secreto que a la mariscal Gentile le gustaba salir a la luz con varias joyas adornándola, quizás no era una reina, pero podría pasar por una.
—Al menos ya no volveremos a las épocas de Lobos, espero. ¿Han oído la historia de las No Madres de Otoño? Es súper triste. —Luis dio la media vuelta a la exposición.
—Sí, yo sí. Esas cosas no deben olvidarse. —Fanny también se dio la vuelta y movió la cabeza en dirección a la salida—. ¡Creo que ya están yendo a la siguiente sala! —les avisó y siguieron a su grupo.
—Vamos a la siguiente —les anunció el guía—. El Nuevo Terrenal, la época del Gran Mariscal Irving Demetrio Will.
El orgulloso guía colocó la mano derecha en el pecho al igual que todos los cadetes. El joven los hizo pasar a una sala unas dos veces más grande que la pasada, llena de retratos de varios oficiales militares, videos se reproducían en las paredes y artículos personales de militares se exhibían.
—Aunque el generalísimo quería lo mejor para nosotros pronto se vio rodeado de gente que no. Aprovechándose de su edad y falta de salud comenzaron a manipularlo. De pronto era demasiado notoria la diferencia entre la clase gobernadora y la trabajadora. Era momento de una oleada de jóvenes oficiales idealistas, entre ellos nuestro primer mariscal, Irving Demetrio Will. El Gran Mariscal se levantó en armas junto con otros oficiales que lo acompañaron hasta el final en contra de esa gente que manipulaba al generalísimo. Muchos murieron en combate, otros sobrevivieron y tomaron el poder junto con el Gran Mariscal, encabezando la nueva era. Al generalísimo se le trató con la benevolencia y respeto de siempre, aunque el mismo generalísimo decidió exiliarse a España, donde permaneció hasta su muerte. La nueva era empezó y el poder se dividió entre la junta militar de generales, el presidente democrático y el mariscal en turno. Adelante, tienen veinte minutos para explorar.
—¡Miren! Tantas armas de FOLD. Estas son de las primeras que se crearon con tecnología moderna, cuando se pusieron de moda las líneas L y S. ¡Qué hermosas y perfectas creaciones!
—¿También eres una fanática de las armas? —Luis se le acercó incrédulo.
—Con todo lo que tiene que ver con FOLD. Además, el giro de los Nielsen es: las armas.
Fanny intentó poner una mirada siniestra, Susie y Luis terminaron riendo.
—¿Qué les pasa? —refunfuñó Fanny agitando sus cortos brazos.
—Es que ¡eres muy tierna! —respondió entre carcajadas Susie.
—¡Cómo son crueles! Deberían ser como Tom, él no se burló.
—No, porque no está... —notó Luis.
—Tranquilo, está por allá. —Susie señaló a Tom—. ¡Vamos! ¿Qué estará viendo? —Los chicos caminaron hacia Tom.
—¡Qué impresionante pintura! —Susie se aproximó a Tom quien no quitaba la vista de ese enorme lienzo. Susie bajó la mirada y leyó la placa—: "Teniente general Pietro Ross Porath".
—¡Oh! La mano derecha del Gran Mariscal Will —dijo Fanny acercándose a los dos—. Él fue el padre del coronel León Porath, tengo entendido, ¿no es así, Susie?
—Sí, el general Pietro Porath era del mismo grupo de mi abuela.
—¿Tom? —Luis llamó a su amigo.
—Perdón, ¿qué? —Tom parecía haber salido de un trance y contempló a Luis llamándolo.
—Estás llorando, amigo.
—¿En serio? —Tom se tocó las mejillas—. Parece que tengo serias alergias.
—Ten, usa esto. —Susie le dio una toallita desechable—. Deberías revisarte, quizás sea el polvo que tiene la pintura. ¡Vamos a ver esa de mi abuela! ¡Vengan! —Susie agarró a Tom del brazo y los llevó a una pintura de la memorable general de división Helena Marshall. Los chicos se entretuvieron hasta que los llamaron para la siguiente sala.
—Cadetes, sé que esta es la sala favorita de muchos, pero avancemos a la próxima: Conflicto en frontera y la rebelión del sur. —El guía los llevó a la tercera sala—. México no daría tan fácil nuestra libertad, y desató guerras constantes en la frontera. Cabe mencionar que después de la toma del poder, el Gran Mariscal Will fue benevolente con los estados del sur, quienes eran los más reacios de aceptar el poder del mariscal Irving Will. Esos estados fueron mal influenciados por algunos políticos que aún veían al generalísimo como el poder absoluto. El Gran Mariscal les permitió cierta autonomía, incluso les permitió elegir a sus gobernadores, conocidos como directores y hasta conservar sus religiones, cosa que se prohibió en los estados del norte. A los casi veinte años del nuevo orden algunas ciudades se rebelaron y querían extender la falsa ideología lobista alrededor de todos los estados del sur. Los estados de Sierra Rosas, Zaragoza y Nuevo Dorado formaron la Alianza del Sur y se declararon abiertamente opositores al gobierno militar.
»El Gran Mariscal sabía que no podía permitir dicha insurgencia, en especial por los constantes ataques de México, por eso la nueva generación de héroes llegó a poner paz y eliminar ese cáncer de Terrenal. De esta guerra civil tenemos a varios protagonistas, como nuestro ahora teniente general Herman Will, aunque seguro quien destaca más por su directa participación en el campo de batalla es el heroico coronel León Porath, conocido como el León azul. El coronel trajo paz con mano dura y sometió de raíz a todos los que osaron romper la paz de Terrenal. Cabe mencionar que el extraordinario León azul también derrotó al ejército mexicano en varias ocasiones junto con otros héroes como el coronel Charles Toriello, el director de su Academia Militar. Algo interesante, después de la sumisión de los estados del sur, el Gran Mariscal volvió a permitir la religión en el norte. Pueden explorar la sala por su cuenta.
La estancia era un poco más pequeña que la pasada, con varias exhibiciones de pinturas de los héroes, pequeñas esculturas de torso para arriba de algunos, fotografías y videos también reproduciéndose. Los artículos eran más contemporáneos.
—Esta arma ya no la fabrican, aunque sigue siendo relativamente nueva. —Fanny se quedaba impactada por cuanta arma veía—. Miren, está modificada, ¡qué curiosa! —Analizó otra que se encontraba al lado.
—Creo que no batallarás cuando lleguemos a las clases con armas, ¿esta parte para qué sirve? —Susie se sumergía en el mundo de las armas también y Fanny le explicaba con detalle.
—Nunca había conocido a una loca de las armas, ¡qué miedo! Oye, Tom, ¿lo has notado? No has tenido ningún ataque. ¡Súper bien!
—Tienes razón —contestó Tom, pero parecía estar algo decaído, aún más que de costumbre.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Luis.
—No estoy seguro, pero desde que entramos a la sala pasada me siento... —Tom meditó un poco, no encontraba una palabra exacta—. ¿Triste?, ¿melancólico? Lo sentí más al ver la pintura del general Pietro Porath, fue como si algo o alguien me apretara el corazón. Es ridículo, ¿no crees?
—No lo es, ¿por eso llorabas?
—No estoy seguro, ¿por qué un retrato me haría llorar? Tal vez solo fue una alergia.
Los chicos continuaron caminando, pero una pintura llamó la atención de Luis.
—¡Mira eso! La pintura del coronel León Porath es la más grande de la sala —dijo Luis al advertir la enorme obra de arte perfectamente iluminada.
Tom examinó la pintura del coronel Porath; cabello dorado, ojos marrones, tez aperlada y gafas. El joven no pudo evitar pensar que el coronel Porath se parecía a ese niño de cabello dorado que solía hostigarlo en su mente. Tom movió la cabeza en negación y se alejó aprovechando la distracción de Luis.
—Con justa razón —dijo Susie acercándose junto con Fanny—. Dice mi papá que prácticamente él solo detuvo a la Alianza del Sur. Hasta le dieron la Legión Esperanza. Es más, papá dice que si no hubiese pasado lo del ataque él habría sido nuestro mariscal y no la mariscal Gentile.
—No lo dudaría, papá me ha comentado algo similar. Él dice que el coronel Porath es simplemente perfecto, un modelo a seguir para todos los oficiales del ejército—. Luis se acercó un poco más a la pintura—. ¡Chequen esto! —Luis admiró con detalle la obra, desde los zapatos hasta el sombrero, y la capa que llevaba el coronel sobre el hombro izquierdo—. ¡Era tan joven! —notó al poner atención al rostro del oficial—. Y esa mirada da algo de miedo. ¿No crees, Tom? ¿Tom?
—Se quedó viendo esa arma de allá, vamos por él.
—No, Susie, déjalo. —Luis la tomó de la mano para detenerla—. Ha estado algo melancólico, dejemos que ande por donde él quiera.
—Quizás eso le ayude. —Fanny advirtió a Tom examinando las exposiciones sin mucha atención—. Aunque se me hace raro que no quiera ver este cuadro, Tom es un artista después de todo y mira: ¡es hiperrealismo! ¿Cuánto tiempo tuvo que haber estado de pie el coronel Porath?
—Amiga, mucho antes de la plaga ya existían las fotografías —le informó Luis a Fanny con obvia burla.
—¡Qué tonta me escuché! —Las mejillas de la joven se ruborizaron.
—Súper sí. Vamos a la siguiente, ya nos está reuniendo el guía.
—Esta es la última sala, y la más grande. La mariscal Gentile planea abrir la próxima sección en un par de meses, ya casi está lista. Entremos a: Terrenal del Futuro. Nuestro Gran Mariscal murió hace siete años, ustedes seguro lo recuerdan, ese gran desfile del adiós. Después de eso, Isabel Gentile, la Mariscal Elevada tomó su lugar como lo dictó la voluntad del mariscal Will aprobado por la junta militar. Gracias a la mariscal Gentile hemos tenido más avances tecnológicos y nos hemos abierto al mundo teniendo acuerdos de paz con países que antes considerábamos enemigos. ¡La grandeza de Terrenal prevalecerá por siempre! Frase célebre de nuestra mariscal. Cadetes, pueden explorar.
—No hay tantas armas —lamentó Fanny—, pero hay más aparatos.
—Y muchos más acuerdos y fotografías que en otras salas. Me siento mal de pensar lo que estoy pensando —dijo Luis sin poner particular atención a alguna exposición.
—Pero muchos lo pensamos, y no lo decimos, Luis. —Susie se acercó a una fotografía de la mariscal saludando diplomáticos—. Sólo van siete años, no hay mucho que ver.
—Y recuerda lo que comentó el guía, abrirán otra sala. Un día de estos los invitaré a una casa de mi familia donde mi tío guarda una colección de pinturas de antiguos héroes, ¡son realmente hermosas! Estoy segura de que te gustaría verla, Tom. Incluso algún día podríamos tener un cuadro hecho por ti allí.
Tom asintió sonriente.
—Cadetes —los llamó el guía y se acercó de nuevo al grupo—, el recorrido ha terminado en esta sala. Siéntanse libres de explorar las que quieran. Espero hayan disfrutado su visita al museo de Historia Moderna.
—Muchas gracias, joven. —Miranda tomó la palabra—. Recuerden que les pedí un ensayo de esta visita. Quiero que me agreguen unos dos párrafos sobre su pieza favorita, así que busquen la que más les haya gustado y vayan.
Los cadetes se dispersaron, todos entraron a las tres primeras salas para sorpresa de nadie.
—¡Chicos! Vamos a la tercera, ¡hay muchas armas en esa! —sugirió Fanny.
—También en la segunda había muchas. Además, yo quiero hacer el ensayo de un video en la sala dos —les dijo Luis.
—¡Ay, Luis! —gruñó Fanny—. ¿Y tú, Susie?
—Quisiera hacerla de la pintura de mi abuela en la sala dos.
—Bueno, tú tienes excusa. ¿Y tú, Tom?
—No lo sé, Fanny, todos quieren la dos, vamos a esa.
—Podrías hacer tu ensayo de la pintura que te gustó, la del teniente general Pietro Porath —aconsejó Susie a Tom.
—Es buena idea, pero primero necesito ir al baño —dijo Tom avergonzado—. Adelántense, los veré en la sala dos.
—Bien, pero no te pierdas.
—Descuida, Luis, ¡hay un mapa allí!
—Los baños están por allá. —Luis señaló al fondo, cerca del ala cerrada.
Tom asintió y se alejó a paso calmado hacia la dirección que le indicó Luis.
—Al menos ya se ve más relajado, se veía súper triste por alguna razón.
—Lo animaremos con algo, ya verás. —Susie tomó camino, Luis y Fanny la siguieron.
Tom llegó a los sanitarios, para su sorpresa no se perdió. Terminó y salió, iba derecho a la sala dos y se detuvo a analizar el mapa que estaba en la salida de los sanitarios para ubicarse. Seguro de sí mismo caminó, caminó... y caminó sólo para reconocer que se había perdido. De pronto ya no había casi gente, incluso había más empleados que personas, ni siquiera veía otro cadete. Sabía que debía pedir indicaciones para llegar a la sala dos, pero su ansiedad social no se lo permitía. Procurando guardar compostura siguió caminando hacia donde según él recordaba estaba la sala, pero terminó perdiéndose aún más, ahora ni personal había. Llegó a una parte sombría del museo, las exposiciones estaban cubiertas con mantas oscuras e incluso vestigios de obra en proceso se veían por algunos lados. Quizás era la sala en construcción, pensó y decidió seguir, a lo mejor eventualmente llegaría a la sala cuatro. En eso especulaba caminando con lentitud cuando vio a alguien en uniforme, era un cadete. Animado lo siguió, ¡estaba salvado!, pensó. Pero antes de hablarle decidió esperar, el cadete que siguió se detuvo en la parte más escondida de la sala, pronto lo reconoció.
—Perdón por hacerte esperar, los chicos no me dejaban —dijo el cadete.
—Está bien, esto es romántico.
Tom escuchó una reconocible segunda voz.
«Son... ¿Gary y la capitana Will?» pensó Tom y se escondió detrás de una de las exposiciones cubiertas. Alzó un poco la vista y distinguió mejor a la capitana y a Gary, quienes se dieron un prolongado abrazo.
—Te amo tanto, Miranda —dijo Gary con tono sutil.
Tom no podía quitar la vista de ellos. Gary buscó los labios de la mujer y le dio un apasionado beso, el cual Miranda correspondió. La escena hizo abrir a Tom los ojos y hasta la boca incrédulo.
—Espera, podrían descubrirnos. —Miranda se alejó un poco avergonzada.
—No me importa ya, te lo he dicho. Cada día que pasa es doloroso, en lo único que pienso es en cuando por fin volvamos a estar juntos.
¿Volver a estar juntos? ¿A qué podría referirse Gary con eso? Tom se preguntó todavía más pasmado.
—Eso sucederá pronto, te lo aseguro. Julio ya me cree, y también papá. Sólo tenemos que esperar a que el jefe de Julio dé el visto bueno. Dicen que debemos esperar hasta después de la ceremonia de presentación para observarte en batalla.
—Eso es ridículo. ¿Qué es lo que pasa con ese sujeto?
—Así son los investigadores. —Miranda peinó con gentileza el cabello del joven—. Pero cuando eso pase extrañaré verte de esta forma, así que sé paciente y disfrutemos la situación. —Miranda dio ahora la iniciativa del beso.
Tom se quedó un momento más, inmóvil contemplando esa romántica escena. El corazón le palpitaba intenso, tanto que lo sentía golpearle el pecho y el impacto le llegaba a la garganta. No se trataba de la misma emoción que Miranda solía incitarle. Era diferente, era doloroso, lo destrozaba. Tom logró despegar los ojos y salió deprisa esperando no ser visto. Aun lejos de esa escena, el corazón no se le calmaba y le hacía respirar aceleradamente.
«¿Qué me sucede?»
Tom apretó los ojos intentando controlar el ataque. Nada sucedía, eso no era un ataque; era otra cosa. Ni él mismo podía creer lo que experimentaba por todo el cuerpo a raíz de haber visto aquella escena
«¿Por qué? ¿Por qué me siento así?» se cuestionó incapaz de comprenderse. Tom se recargó sobre una pared, resbaló de esta hasta sentarse y soltó un gemido agudo que terminó en llanto. Agobiado, se cubrió el rostro con las manos que le temblaban como hacía mucho no lo hacían.
—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué me siento tan mal de verlos? —se decía en voz baja—. ¿Por qué duele tanto? —preguntó alzando más la voz, las luces cercanas a él parpadearon.
—Cadete, ¿está bien? —Un empleado notó las luces, después al decaído cadete y se acercó a él—. ¿Necesita que hablemos a su tutor?
—¡No! —Tom se limpió el rostro y se puso de pie con algo de esfuerzo—. No, estaré bien...
—¡Tom! —gritó Luis aliviado corriendo hacia él—. Amigo, ¿qué te pasa?
—¿Puedo dejar al joven con usted? —preguntó el empleado.
—Sí, no hay problema, somos compañeros.
—Bien, si necesitan algo pueden ir a la oficina de enfrente. Con su permiso, tengo que reportar esta falla en la iluminación.
—Gracias. ¡Amigo! ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras así? —Luis intentaba verlo a los ojos, pero Tom evadía su mirada.
—No, no lo sé, no, pero perdón, no debería llorar tanto, ¡perdón!
Luis contempló a su amigo, su expresión era suficiente para hacerle sentir un poco del agudo dolor que atormentaba a Tom.
—¡Ya! ¡Llora lo que quieras! —Luis lo abrazó—. No tienes porqué pedir perdón por lo que sientes, aquí estaré contigo hasta que hayas terminado. No importa si crees que hay razón para llorar o no, no importa si crees que no tiene sentido, ¡sólo hazlo!
Tom guardó silencio por un par de minutos sólo dejando salir su llanto
—Es que, no quiero sentirme así, no sé por qué siento esto, me siento... ¡destrozado! ¡No lo entiendo!
—Te comprendo, te juro que sí. —Luis lo abrazó con mayor fuerza y Tom lloró en silencio unos minutos más.
Tom parecía haberse calmado un poco después de ser reconfortado por Luis, quien lo abrazaba con fuerza, ternura y sin juzgar.
—Mu-muchas gracias —pudo al fin decirle.
—Ni lo digas, yo sé lo que se siente estar deprimido por lo que parece nada. Cuando quieras desahogarte estaré para ti y cuando te pierdas, ¡yo te encontraré! Es una promesa.
—Gracias.
Tom suspiraba intentando encontrar aliento, las luces por fin habían dejado de parpadear.
—Vamos al baño, límpiate el rostro y busquemos a las chicas. ¿Te parece?
Tom asintió y caminaron de vuelta.
—De todas formas, no sabemos dónde está la capitana, Gary fue a buscarla. Por cierto, ¿sabes que venden localizadores? Hay gente que los usa como lentes, son muy prácticos y así no te perderías tanto. ¡Juraría que los lentes que trae el coronel Porath en la pintura son localizadores!
—No creo que alguien como él sea de los que se pierde.
—Oye, nadie es perfecto, ni siquiera el poderoso León azul.
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