Capítulo 118. Lo más bonito del mundo
Leonardo abrió los ojos despertándose viendo la imagen que le sacaría una amplia sonrisa. Su esposa estaba bajo su brazo acurrucada sobre su pecho.
Le resultaba curioso verla con otros ojos, cuando en todos estos años juntos disfrutaba de tal imagen al despertar.
No pudo evitar sentir un tierno impulso por pasar la palma de su mano por el vientre de su pareja. «Todavía me cuesta creer que estés en camino, mí pequeño». Pensó entre sí Leonardo, esbozando una amplia y cálida sonrisa.
Aquella sonrisa creció cuando dirigió la vista hacia el rostro descansando plácidamente de su amada. Deslizó las suaves caricias en su vientre hasta ascender por el brazo de la chica al que tenía mayor acceso. Desvió el camino de caricias hasta terminar por recorrer su espalda.
A la tortuga le resultaba agradable acariciar cada parte de su chica, tenía una piel tersa y suave, de las cosas que más le encantaba al de azul. A todo esto, no pudo resistirse a depositar un gentil beso sobre la sien de su mujer.
Y por supuesto, de volver a acariciar el vientre donde continuaba ese reiterado sentimiento de pensar que se encontraba su bebé. Tendía a ser una tierna costumbre para él con el emotivo pensamiento de que ahí se encontraba su pequeño o pequeña.
Leonardo continuaba con las caricias recorriendo el cuerpo de su mujer. Hasta que Sara finalmente comenzó a despertar, abrazándose aún más al caparazón de su intrépido líder.
La tortuga sonrió ante el gesto de la chica, y la ayudó a despertarla depositando reiterados besos por su rostro. Ambos se dedicaron una cálida sonrisa y besaron sus labios dándose los buenos días.
Podían pasarse así durante toda la eternidad. Pero la realidad siempre era más dura y había que empezar el día en cualquier momento.
Leonardo se levantó primero comenzando a colocarse su equipo y bandana. Observaba a Sara como se despertaba frotándose los ojos con el dorso de sus manos. Ella le miraba con una sonrisa en lo que el de azul se preparaba para salir de la habitación.
Leo: ¿Prefieres quedarte a desayunar aquí, o vamos al salón? —Se inclinó para besar la mejilla de su mujer.—
Sara: Me gustaría poder desayunar como la gente normal. —Sarcástica respondió ella divertida.—
Leo: Está bien. —Respondió entre risitas. Sujetó las manos de su mujer para ayudarla a enderezarse y salir de la cama. Aunque no pensaba soltarla hasta llegar.—
En lo que Sara y Leonardo bajaban las escaleras en camino a la cocina, Lara y Raphael ya se habían adelantado para desayunar. El de rojo se había preparado para desayunar un zumo y un par de tostadas, a diferencia de Lara, que optó por un vol de leche con cereales.
La pareja dirigió la vista a la entrada cuando observaron a Sara y Leonardo entrando por la puerta. Les hacía gracia la lentitud con la que Sara caminaba y se sujetaba el abultado vientre con una de sus manos mientras que con la otra agarraba la mano de su marido.
Por sorpresa para ellos, Roth tomó la iniciativa para prepararles el desayuno. En la semana que llevaba en la mansión tras regresar de su tan dedicado oficio, quería compensar su excesiva ausencia cuidando de ellos.
Roth: Buenos días. —Sonrió a la pareja. Ellos respondieron sonrientes en lo que se acercaban a la mesa.— ¿Cómo ha dormido lo más bonito de esta casa?
Lara: No, si bonita está. —Se burló de su hermana con una sonrisilla divertida.—
Sara: ¿Lo ves? Estoy horrible, no me mires. —Dirigiéndose a su marido desvió la mirada hacia otro lado y con su mano desviando la vista de él.—
Leo: Nada de eso, estás preciosa. —Regresó a verla y gentil atrajo su mirada para dedicarle una sonrisa.— Muy amable, Lara.
Lara: Estamos entre hermanas. —Indiferente se encogió de hombros con una sonrisa ladeada.—
Sara: —Tomó asiento frente a la pareja después de que Leonardo le acercase la silla.— No te excuses, siempre has sido así. —Sonrió ella incrédula.—
Raph: Hay zumo natural, por si te apetece. —Ofreció Raphael acercándole la jarra con el zumo.—
Sara: Gracias, Raph. Pero las naranjas me dan acidez y prefiero evitarlo de buena mañana. —Resopló enfurruñada.—
Leo: —Puso en la mesa la bandeja con el desayuno ya preparado para él y su mujer, un par de tostadas y dos tazas de té. Tomó asiento junto a su mujer y le acercó su desayuno.— Por eso estoy atento a lo que le sienta bien.
Lara: Me preocupa más que cada vez se está pasando de mandón, que ya es decir... —Le murmuró a su prometido observando al de azul, las chicas se rieron entre ellas. Leonardo la miró frunciendo el ceño incrédulo, alcanzó a escuchar sus murmullos.—
Roth: A la vista está que vuestro peque ha crecido más. —Indicó observando el vientre de su hija sonriendo conmovido.— ¿Qué tal vas?
Sara: A pesar del dolor de espalda continuo, el acidez por x alimentos y la insufrible fatiga, podría estar peor. —Con tono optimista enumeró los efectos que peor sobrelleva durante el embarazo.— Por no mencionar que Leo apenas me deja abandonar el sofá o la cama.
Lara: Pero aún así podría ser peor... —Sarcástica comentó la explicativa respuesta de la morena.—
Roth: No debe de faltar mucho para que llegue el momento. —Señaló observando el abultado vientre de su hija.—
Leo: Ayer nos llevamos un pequeño susto, quedó en una falsa alarma. —Resopló el de azul y empezó a desayunar.—
Raph: Se supone que está todo preparado en la guarida, ¿no? —Preguntó Raphael.—
Leo: Donnie me dijo que el laboratorio está a plena disposición en cuanto Sara se ponga de parto. Ya falta muy poco. —Sujetó la mano de su mujer sonriendo ilusión.—
Sara: Sí, esperemos. Parece que está demasiado a gusto aquí dentro. —Dijo divertida acariciando su vientre.—
Lara: Y tú qué, papá. ¿Listo para qué te llamemos "abuelo"? —Preguntó divertida con una sonrisilla burlona.—
Roth: Lo estaré en algún momento. —Respondió sarcástico.—
❇
Después de convencer a Leonardo en lo que él meditaba para salir a distraerse con las plantas del vergel, Sara se dispuso a admirar sus plantas.
En estos meses ocupaba su tiempo no sólo al reposo para su embarazo, se dispuso a darle uso al huerto del vergel. Nunca había explorado el mundo de la jardinería y resultó cobrar sus frutos para bien.
Arrodillada frente al huerto, regaba las favorecidas y coloridas flores que ha estado plantando con dedicación. Le causaba un entrañable sentimiento ver como esas semillas que plantó inicialmente se habían convertido en preciosas flores al mismo tiempo que su bebé ha ido creciendo en su vientre.
Leonardo salió en su busca para asegurarse de que todo iba bien. Su alivio se resumía en la amplia y cálida sonrisa que transmitía su mujer por el florecimiento de sus plantas.
Se arrodilló junto a ella para admirar de su huerto.
Leo: Son preciosas. Las has cuidado muy bien. —Sonrió orgulloso observando las flores.—
Sara: Supongo que me recordaban a alguien. —Dirigió la vista hacia su vientre sonriendo.— Quería darles el mejor cuidado, como a él.
Leo: O ella. —Corrigió Leonardo sonriendo gentil. Sara regresó la vista a él por aquella inesperada corrección. Sabía que su mujer tenía ilusión de una niña y, a decir verdad, él se vio contagiado.—
Sara: —Manteniendo su cálida sonrisa hacia él acariciaba tiernamente mostrándose mejilla.— El bebé será humano... tortuga... o una mezcla. De lo que estoy segura es que... va a ser lo más bonito del mundo.
Leo: —Sonrió ampliamente conmovido por las dulces palabras de su amada. Él acarició dulcemente el dorso de su mano y con la otra su abultado vientre.— Yo también estoy seguro de eso.
Sara: —Mantenía su sonrisa y la mirada con su amado. Dirigió su vista hacia sus flores una última vez para enderezarse. Leonardo se levantó para ayudarla a ponerse en pie.— ¿Ya has terminado de meditar?
Leo: No he matenido la concentración por mucho rato. —Se encogió de hombros.— Supongo que estoy intranquilo por si viene.
Sara: Ve a meditar tranquilo. Yo estaré aquí con mis plantitas. —Insistió ella sonriente.—
Leo: ¿Segura? No quiero dejarte sola. —Se preocupó el de azul observando y acariciando su vientre.—
Sara: No nos va a pasar nada por un rato que vayas a meditar. —Se rió ella con incredulidad.— Sé que te hace mucha falta, ve.
Leo: —Zizagueó la vista unos instantes por el acierto de su amada, aunque por otro lado no quería separarse de ella ni para meditar adecuadamente. Se rindió por el hecho de que seguiría insistiendo.— No tardaré.
Sara: Descuida. —Sonrió cálida. Leonardo le agradeció con un corto beso en los labios. En lo que el líder regresaba al interior de la mansión, ella retomó la sesión de jardinería con el resto de sus flores.—
Lara: —Tras cruzarse con Leonardo al salir del vergel, ella se reunió con su hermana en lo que regaba las plantas.— Increíble, no esperaba que salieran así.
Sara: ¿Has visto? Son preciosas. —Sonrió con ilusión.—
Lara: Bonitas. —Admiró las florecidas plantas de su hermana. En lo que la observaba regar las flores, optó por echarle una mano.— ¿Tienes otra regadera?
❇
En este último tiempo, era todo un reto para Leonardo meditar con calma y paz consigo mismo como lo hacía antes. Obviamente, iba más allá del embarazo de su mujer y la inminente llegada de su bebé.
El patio interior era el lugar perfecto para meditar, la parte de la mansión plagada de sonido ambiente y la calma. Tenía la costumbre de arrodillarse a meditar junto a la fuente, el sonido del agua le ayudaba a relajarse.
Mantenía sus ojos cerrados, la cabeza alta y su cuerpo en calma, la respiración era serena y nada apresurada, su mente estaba fuera de todo pensamiento.
Le llevó varios intentos lograr la paz mental que había conseguido en su último empeño por conseguirlo. Al fin estaba meditando como debía ser.
Había conseguido tan bien la meditación que no fue capaz de escuchar los gritos de Rapahel llamándole. En cuanto Leonardo reaccionó del trance, un fuerte tirón en el brazo lo obligó a ponerse en pie. Sin dar explicación alguna, Raphael se lo llevó consigo a dentro de la mansión.
Sobraron todo tipo de palabras cuando Leonardo se encontró a Lara sujetando a su mujer del brazo rodeada de un charco de líquido bajo sus pies. Había roto aguas.
Roth salió corriendo al garaje para arrancar el partybus y estacionarlo en la entrada exterior a la espera de todos. salieran para montarse y salir disparados a la guarida.
Leonardo la abrigó con una manta y la cogió en brazos para salir de la mansión con Lara y Raphael hasta el partybus para salir disparados a la guarida.
❇
Nada más aparcar en la entrada, Leonardo se adelantó en salir del vehículo con su mujer en brazos, con ella resoplando reiteradas veces y una de sus manos sujetándose el vientre.
Nora había llegado a la guarida al mismo tiempo que habían aparcado el partybus. Donatello y Michelangelo fueron corriendo a recibirlos.
Con extremo cuidado, Leonardo bajó a Sara de sus brazos manteniéndose pegado a ella sujetándola del brazo y por la cintura.
Donnie: ¿Cuándo han comenzado las contracciones? —Preguntó el de morado observando a Sara resoplar y aparentemente sufrir por las contracciones.—
Lara: Hará unos quince minutos. —Informó Lara reposando una de sus manos sobre el hombro de su hermana mostrando su apoyo.—
Mikey: ¡Oh, bien! ¡Ya viene nuestro sobrino! —Exclamó el pecoso saltando con ilusión.—
Leo: Por favor, que mí mujer va a dar a luz. —Señaló Leonardo a su mujer.— ¿Qué se supone qué debemos hacer?
Nora: En primer lugar, tenéis que mantener la calma en todo momento. Y segundo, no podemos hacer la gran cosa. Depende de Sara que lo lleve lo mejor posible y que el parto no se haga complicado. —Explicó manteniendo un tono firme.—
Donnie: Las madres primerizas pueden estar hasta 12 horas de parto. —Indicó a todos que se calmaran tras alarmarse.— Como bien dice Nora, hay que tomarlo con calma. Lo que podemos hacer es intentar acelerar las cosas con movimientos adecuados.
Roth: ¿Creéis que sea el lugar más seguro para el parto? —Preguntó Roth con incertidumbre. Era evidente que no podían acudir a un hospital, pero le preocupaba bastante que carecían de recursos.— Sé que no hay muchas alternativas, pero...
Donnie: Haremos todo lo que esté en nuestras manos. —Respondió con seguridad. Era en este tipo de momentos en lo que, lo más conveniente, era adoptar tal actitud.—
Sara: Me gustaría decir que no es para tanto... —Se quejó Sara suspirando con pesadez. Siseó dolorida cuando el desagradable dolor en su vientre se pronunció.— Me... gustaría...
Leo: Tranquila, te garantizo que todo irá bien. ¿Vale? —Trató de tranquilizar a su mujer con un tono suave y nada alarmante. Ella asintió a pesar de que el dolor no la ayudaba a calmarse.—
❇
Con el pasar de las horas, entre todos colaboraron para ayudarle a Sara a caminar, hacer sentadillas y movimientos recomendados para estas situaciones. Cada vez que el dolor de las contracciones la atacaba era incapaz de moverse, veía las estrellas.
Parecía que todo iba dando resultado, la frecuencia de las contracciones había incrementado, lo que eso significaba una buena señal. Los demás estaban cada vez más preocupados de observar a Sara hiperventilar y quejarse del dolor que le causaba.
Leonardo era incapaz de separarse de ella, mucho menos de soltar su mano para apoyarla en su sufrimiento. Le sentía mal que su mujer tuviera que pasar por ese imaginable dolor. Era lo más que podía hacer por ella durante la espera del bebé.
Las horas seguían pasando, a cada cual más lenta que la anterior.
Tranquilamente, habían llegado a las horas de la madrugada. Ocho largas horas habían transcurrido desde que Sara abrió aguas, todavía seguía de parto.
La mayoría necesitaba tomarse un respiro tras la pesadez y agotamiento del pasar de las horas sin apenas obtener gran avance.
Leonardo estaba sentado en la silla de escritorio de Donatello con Sara recostada sobre sus brazos. A pesar del sueño por las horas, era incapaz de pegar ojo.
Leo: ¿Y si lleno la bañera? Igual con el calorcito... —Supuso el de azul abrazando a su amada.—
Sara: No, déjate. —Negó ella rápidamente. Se abrazó a su marido escondiendo el rostro sobre su pecho.— Así estoy mejor.
Leo: ¿Siguen las contracciones? —Preguntó observándola con preocupación. Acarició dulcemente su espalda para reconfortarla.—
Sara: Sí, estoy que no puedo más... —Se quejó ella resoplando de agotamiento cerrando los ojos abrazada a su tortuga.—
Lara: Me da que ese bebé no quiere salir de verdad.—Bromeó Lara con pereza. Estaba sentada sobre el escritorio abrazando a Raphael por la espalda con la barbilla sobre su hombro.—
Roth: Los partos avanzan a su tiempo, lo que importa es que la cosa no se complique. —Dijo Roth manteniendo una postura optimista.—
Mikey: ¿No podemos hacer nada más? —Preguntó impaciente a la par que preocupado.—
Donnie: No, Mikey. Depende del bebé y su avance para salir. —Informó Donatello.—
Nora: Paciencia. No debería faltar mucho más.
Sara: A pesar de todo este sufrimiento... estoy convencida de que valdrá la pena. —Se separó del pecho de su amado para conectar su mirada con la suya. Ambos compartieron media sonrisa de complicidad.—
Pasaron tranquilamente cerca de cuarenta minutos desde que la calma se hizo notar en el ambiente. Fue entonces cuando Sara se había levantado para intentar moverse como antes y así terminar con esta tortura.
Un inmenso dolor se hizo presente cuando se vio obligada a llevar sus manos al vientre acompañado de un pequeño grito. Solamente podía significar que la llegada del bebé era inminente.
Leo: ¡¿E-eh, qué?! —Reaccionó exaltado por el grito de su amada. De un salto se levantó de la silla y se acercó hasta ella para socorrerla.—
Sara: ¡Ya viene! —Exclamó asintiendo reiteradas veces con una muesca de dolor en su rostro.— Ahora sí que viene...
Leo: Donnie. —Llamó al de morado invadido por los nervios.—
Donnie: Acuéstala sobre la camilla. —Señaló. Leonardo asintió y con extremo cuidado cogió a Sara en brazos para recortarla sobre la camilla.—
Nora: Los demás, esperad fuera y cerrad al salir. —Dijo señalando a Raphael, Michelangelo, Lara y Roth.—
Sara: Espera, Lara. Quédate... —Pidió Sara con la mirada asustada y los ojos llorosos.—
Lara: De aquí no me muevo. —Sonrió. Se acercó hasta ella y cogerla de la mano para apoyarla. Los demás salieron al salón y cerraron la puerta del laboratorio.—
Nora: Bien, ahora es cuando debemos actuar de verdad. —Suspiró compartiendo la mirada con su pareja.— Sara, ¿cómo vas?
Sara: Duele mucho... —Se quejó entre gimoteos con lágrimas cayendo por sus mejillas. A comparación de antes, estaba respirando más agitadamente.—
Leo: Lo sé. Tranquila, ya falta poco, aguanta tan solo un poco más. —Acarició el dorso de la mano que sujetaba de su amada.—
Donnie: De acuerdo, Sara, llegó la hora de empujar. Debes mantener la respiración en todo momento, ¿de acuerdo? —Ella asintió reiteradas veces hiperventilando.—
Haciendo caso al de morado, Sara empezó a empujar con las escasas fuerzas que le quedaban tras las largas horas de parto.
La postura en la que estaba le resultaba incómoda para hacer fuerza a la hora de empujar, por lo que tuvo que incorporarse y mantener la postura de semiflower para facilitar los empujones para la salida del bebé. Donatello se colocó tras ella para sujetarla y ayudarla a mantener dicha postura.
Leonardo estaba de pie a su lado sin soltar su mano con Lara frente a él apoyándola desde el lado contrario. Nora estaba cerca de Lara manteniendo una perspectiva más directa hacia Sara, se encargaba de dar las instrucciones conforme iba avanzando
la cosa y si todo estaba saliendo como debía.
Por su parte, a Sara se le hacía todo un reto mantener la respiración y pasar desapercibido un dolor tan grande como el que estaba sufriendo. Ya sea por el esfuerzo o la luchaba por sobrellevar el dolor, no podía evitar gritar alguna que otra vez.
Ella se mantenía agarrada a las manos de su hermana y su marido, temía estrujarles sus manos de más aunque eso poco les importaba.
Conforme Sara luchaba por concentrarse en empujar y dejar a un lado el sufrimiento, Leonardo la miraba orgulloso. Estaba austado de que pasara cualquier cosa para que la situación se complicase, pero le parecía admirable el empeño de Sara. Tener que aguantar por semejante dolor y dar a luz a su pequeño era digno de admiración.
Se percató de la disminución de fuerza con el que Sara agarraba su mano, era tanto el esfuerzo para ella que por un momento cayó rendida. El de azul acarició con gentileza su rostro con la mano libre sin soltar su mano.
Leo: Vamos, princesa. Mírame, ya casi está. —Se dirigía a su amada mirándola a los ojos. Con el pulgar secaba sus lágrimas sin dejar de acariciarla.— Puedes hacerlo. —Insistió con seguridad para apoyarla. Aparentemente, dio resultado cuando ella le dedicó una suave sonrisa.— Vamos, cielo, un último esfuerzo.
Sara sonrió por el reconfortante apoyo que no sólo Leonardo, los demás le transmitían para su último esfuerzo. Dio un último suspiro y concentrarse en todas las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo.
Leonardo mantenía una pequeña sonrisa fascinado por el empeño de su amada y de sacar fuerzas para que su bebé pueda nacer. Podía notar como su mano se ayudaba de la mano de él para esforzarse con los últimos empujones.
Todos sonrieron ampliamente cuando la cabecita de la criatura comenzó a asomarse. Nora estaba dispuesta a ayudar al bebé a salir, pero para ello necesitaba un esfuerzo más por parte de su madre.
Con más emoción, Leonardo y Lara animaron a una agotada y casi rendida Sara a dar el último de los esfuerzos para el empujón que daría luz a la criatura. Sara dio todo de sí en el último empujón, hasta lo que no tenía.
Tanto Sara como Leonardo sonrieron al mismo tiempo cuando el llanto de su bebé empezó a sonar. El último empujón bastó para que Nora ayudara al bebé a salir por completo. Sara pudo dar un último suspiro aliviada recostándose sobre la camilla.
Donatello la ayudó para cortar el cordón umbilical en lo que Nora envolvía al bebé en una suave toalla.
Nora: Madre mía... es una niña. —Comunicó a todos suspirando con fascinación. No sabía ni qué decir, pero sí lo que veía ante sus ojos.— Vaya, es... mitad humana y mitad tortuga. Increíble.
Lara: —No se resistió en acercarse hasta la rubia para tener mejor vista de su sobrina. Quedó tan fascinada como la rubia, era tan increíble como sonaba.— No me lo creo...
Donnie: Vamos a limpiarla. —Dijo a la pareja quien observaba a la pequeña con impaciencia, ellos asintieron. Nora lo acompañó para ayudarle a limpiar al bebé.—
Al fin, después de tantos meses, podían apreciar el aspecto y el género del bebé.
Tenía un tono de piel ligeramente verde, su espalda estaba recubierta con una especie de caparazón bastante discreto. El resto de su cuerpo y los rasgos de su cara eran característicos de un humano. Podía decirse que era mitad humana y mitad tortuga.
Lara se percató de las miradas de Sara y Leonardo hacia ella, celosos de ser la primera en haber visto plenamente a su pequeña.
Lara: Es una monada. —Presumió con una amplia sonrisa.— ¿Cómo estás, mami? —Se dirigió a Sara con ese apodo cariñoso.—
Sara: Abatida, es como si no sintiera ni mi cuerpo... —Describió con un ligero toque de humor. Ella suspiró con pesadez, la expresión de su cara hablaba por sí sola de lo débil que se encontraba.—
Leo: Ya está, la tenemos. —Sonrió gentil a su amada acariciando su mejilla con el dedo. Ella le devolvió la sonrisa, más bien intentándolo.—
Los dos dirigieron la vista hacia Nora quien regresaba con su bebé ya limpia en sus brazos envuelta con la mantita azul con el patito que antaño era de su padre.
A la vista estaba que los dos estaban igual de impacientes como emocionados por acoger a su hija en sus brazos. Se les derritieron el corazón de tan sólo ver los movimientos del bebé bajo la manta, sus manitas parecían alargarse en dirección a sus padres.
Nora se detuvo ante ellos mirándolos con una amplia sonrisa, emocionada por ver la reacción de los padres por tener a su hija entre sus brazos después de tantos meses de espera por su llegada.
Nora: Os presento a vuestra hija. —Extendió la pequeña a su madre con cuidado. Sonrió conmovida de la manera en la que la pareja miraba a la pequeña.— Felicidades a los dos.
Leo: Muchas gracias por todo, Nora. —Agradeció con una cálida sonrisa, ella asintió devolviendo la sonrisa. Dirigió la vista hacia la imagen que le haría sonreír de felicidad. La mujer que ama sosteniendo a su pequeña en brazos.— Es preciosa.
Sara: Sí, lo es y mucho. —Sonrió sin apartar la vista de su pequeña. Sus ojos estaban llorosos nuevamente, esta vez de felicidad cuando pudo ver los ojos de su hija. Podían notarse las tremendas ganas que tenía su marido por tenerla en brazos.— Ven, cógela.
Leo: —Asintió con ilusión. Extendió sus manos hasta la criaturita hasta cogerla entre sus brazos. Casi se derritió cuando su hija intentaba cogerle el dedo.— Qué pequeña es.
Sara: Me encanta que tenga tus ojos. —Señaló con una cálida sonrisa a su amado.—
Leo: Y a mi que se parezca tanto a ti.—Devolvió la sonrisa. Se quedó unos instantes observando a su hija mover las manitas y los piececitos. Era todo un alivio que todo saliera bien, pero todavía faltaba algo más de lo que debían pensar.— ¿Cómo la vamos a llamar?
Sara: Quería reservar la sorpresa, desde hace tiempo tenía el nombre perfecto... Keyla. —Anunció con dulzura sin apartar la vista de su pequeña.— Es de origen griego, significa "bella".
Leo: Tal y como lo es. —Sonrió con la misma dulzura de ver la cara de su hija con el nombre más indicado que podía haber.— Me encanta, es un nombre muy acertado.
Sara: Es el mejor nombre para lo más bonito del mundo. —Dirigió la vista hacia su amado, quien conectó su mirada con ella. Sobrecogidos por ese sentimiento tan maravilloso, compartieron una cálida sonrisa.—
Te quiero, mí intrépido líder.
Leo: Y yo a ti, cielo. —Dirigió una de sus manos hasta envolver la de su amada. Se acercó hasta ella para depositarle un beso en su mejilla.—
❇
Michelangelo, Raphael y Roth esperaron con impaciencia. El de rojo no hacía más que agitar las piernas mientras que el pecoso y el arqueólogo deambulaban por toda la guarida. Tras una larga hora, al fin se les dio luz verde para entrar a ver a su sobrina y nieta.
Todos admiraban fascinados a la recién nacida Keyla, era divertido observar los rasgos de su madre y de su padre. La bebé observaba a su familia con curiosidad, apenas lloraba gracias a que la hacía sentirse segura en los brazos de sus padres.
El nacimiento de la bebé había sido todo un éxito, las dos estaban sanas y salvas, aunque Sara luchaba por mantenerse consciente a causa de la debilidad con la que se quedó después del doloroso proceso del parto.
Ahora era necesario que descansara el resto de la noche después de darle de comer a Keyla por primera vez.
Leonardo se aseguró de que tanto su mujer como su hija descansaran de lo más cómodo y reconfortable. Cogió en brazos a Sara con Keyla en sus brazos hasta llevarlas a su habitación y acostarlas sobre la cama para al fin poder pegar ojo en lo que quedaba de noche.
❇️
Cerca de un año ha pasado desde que salió a la luz el embarazo de Sara hasta el nacimiento de la bebé, Keyla.
No podéis imaginar de la extrema felicidad y alivio que siento al fin haber llegado hasta aquí. 🥰😍
Me hace ilusión traer al primer bebé, por supuesto, no será la única. 🤭
SaraTmnt 💚✌🏻
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