Ahí estaba ella, enfrente de sus padres. Ellos ya no eran más que una mancha de sangre, con los puños firmemente cerrados y los ojos apretados, como cuando te entregas voluntariamente a algo que no quieres.Y eso fue exactamente lo que hicieron. Se sacrificaron por su única hija, abandonándola a su propio destino.

La pelinegra corrió hacia sus padres, lágrimas cayendo por sus ojos.

Las palabras de su madre resonaron en su mente: "Será tan desgraciado como para dejar que veas nuestros cadáveres. Si lo hace, toma todo lo que puedas." Y eso hizo, sus manos temblaban y no podía acercarse a los bolsillos, pero después de un rato, logró tomar todo lo que encontró que sería útil o lo que creía que tenía importancia.

Se alejo corriendo con lágrimas en los ojos y tomó una bicicleta que estaba tirada en el pavimento y pedaleó lo más rápido que pudo, dejando atrás el bosque y las dos lagunas de sangre a las cuales algún día llamo padres.

GoGo se levantó de golpe, asustada, sudor corría por su cuerpo y le faltaba el aire. Poco a poco se recuperó y se dio cuenta de que no estaba en un bosque una noche de verano, estaba en su casa, sana y salva.

Se levanto fácilmente, prendió la lámpara que tenía en su mesa de noche y se fue al baño de su habitación a lavar la cara, había tenido una pesadilla.

Una vez que se había lavado suficiente, cerró la llave y volvió a su cama.

GoGo no pudo dormir, tenía insomnio. Intento hacer todo lo que pudo, pero nada funciono.

Hace mucho que no había tenido insomnio, por eso no recordaba lo que tenía que hacer para poder dormir.

Miró el reloj de su KreiPhone. 3:00 de la mañana, no habría nada que hacer.

"Intenta no pensar en nada."

Las dulces palabras que su madre le decía cuando era pequeña y no podía dormir después de una pesadilla resonaron como gotas de rocío en su cabeza.

Intento hacerlo, olvidarse de todo, solo pensar en blanco. Pero no pudo, algo la mantenía atada a ese sueño.

"Habla con Honey"

Eso era lo que hacía hace ya más de cuatro años cuando tenía pesadillas. Le llamaba a Honey así fueran la una de la mañana, ella siempre contestaba y la ayudaba a poder dormir. Hace más de dos años que no lo hacía, pero aún así estaba segura de que ella le contestaría. Pero no hoy, ella seguía en el hospital y seguramente las enfermeras tenían confiscadas sus cosas.

Soltó un gruñido de desesperación mientras se acurrucaba en las cobijas. Apagó la lámpara y cerró los ojos, el sueño llegó más rápido de lo que esperaba.

La mañana era fresca y calurosa y el chico Hamada se había levantado de buen humor.

Se baño rápido y se vistió, después bajo a la cafetería.

Era Sábado antes de la semana de San Valentín y todos los negocios (excepto el de la tía Cass) estaban completamente adornados.

Hiro tenía que ir al centro a comprar algunas cosas para su nuevo proyecto en ITSF, pero decidió ayudar un poco en la cafetería.

"Mañana no abren la cafetería y no tengo mucha prisa, total." Pensó.