Capítulo 4: Misión y terror.
Días más tarde, descubrí el nombre del hermanito de James, se llama Kirk y se apellida Hammett, muy diferente a la madre del rubio que es Hetfield como él. Aunque... la señora Hetfield era morena, no tanto como el niño demacrado.
Y nunca mejor dicho lo de "demacrado", que hoy, en el tiempo de sobra entre el desayuno y la primera clase del día, en un pasillo vi a varios militares increpando al muchacho, gritándole que hable con la verdad.
Provengo de Downey, un pueblo pequeño, lo conozco como la palma de mi mano, ¿por qué nunca supe de este chico? Es tan misterioso, como James, sólo que este último es un chico misterioso que llega a ser atractivo, tentador... Kirk es, um, aterrador. Da pena verlo, parece un esqueleto andante. El rostro flacuchento y carente de vida de Richard no es nada comparado con este niño pequeño, que no dejaba de llorar, desconsolado.
Se veían varios moretones en su rostro y rasguños, no de esos que te hace un animal, de esos que una persona con mucha precisión puede hacer con unos palos y algo punzante.
Esperen... ¿Por qué estoy pensando ésto? Parece la mente de un psicópata y no la mía, de un adolescente cualquiera, ¿por qué me siento así; enfermo de la cabeza?
Sigo contando lo que estaba admirando, acosaban con preguntas al chico sobre quién le hizo eso, que requerían que hablara para castigar al agresor. Nada, el pobre muchacho parecía retardado, ni una sola palabra clara pudo pronunciar, jamás le he oído decir una frase decorrida, sin tartamudear, cada vez que habla, pareciera que se fuera a desmayar de los nervios.
— ¡Oye, tú, basura!—mierda, me han pillado— ¡Ven para acá!
Corrí, atemorizado, hacia ellos.
— Eres de la misma clase de su hermano, ¿no?—señaló al crío, asentí— Pues, dile a su hermano que converse con él, necesitamos saber quién es el responsable de sus heridas.
Me quedé callado.
— ¡Muévete, basura!—y me dio un bofetón.
Tendré que acostumbrarme a este apodo que llevaré por un año completo, es un asco, tengo que hacer que no me afecte...
— ¡Señor, sí, señor!—contesté, echándome a correr.
No hacía falta cuestionarme siquiera dónde Hetfield podría estar. Obvio, admirando el cielo azul, azul como sus bellos ojos, daba miedo interrumpirlo. Bien, respira, Lars, respira...
— Hey, James —llamé su atención, me miró con cara de pocos amigos—. Este... —me rasqué la nuca, nervioso— Tu hermano tuvo un problema, me dijeron que te dijera que... hables con él, necesitan saber qué le pasó.
— ...—rodó los ojos— Le han golpeado, ¿cierto?—respondí que "sí" con la cabeza— Ugh. Bien, yo iré a ver qué pasa...—se levantó, apretando el puño— Gracias por avisar.
— N-no es nada —realicé una sonrisa temblorosa— ...oye, ¿puedo hacerte una pregunta un poco, um, personal?
— No.
Mierda. Le iba a consultar sobre lo raro que es él y su hermano, bueno, será... Ah, también quiero despejar mi duda de que si son hermanos de distintos padres o uno será adoptado y... así, quiero saber, sé que es desubicado que me lance de esa forma... la curiosidad supera, ¿ok?
...
— Richard, ¿te puedo contar un secreto?
— No —me contestó con la boca llena de comida a la hora del almuerzo.
— Rick, ¿te puedo contar un secreto?—repetí, con cuidado de no decir su nombre.
— ¿Qué cosa?—ahí ya se veía más calmado y amigable.
— ¿Qué opinas de la homosexualidad?
— Que es una puta mierda, me cagan los gays —qué directo—. ¿Por? ¿Querías salir del clóset?
— Pues...
— Ya lo acabas de hacer, felicidades —y dio un sorbo a su vaso de agua, se atragantó y comenzó a reír—. Mierda, Lars, tu cara de culo.
— ¿Qué? ¿Qué tiene?
— Que te ves gracioso.
Gruñí en frustración.
— En fin, sigue contándome: ¿Te gusta alguien de acá o qué?
— ¿Conoces a James Hetf...?
— ¡La santa mierda! —exclamó, echándose para atrás con brusquedad— ¿El otro rarito de Downey?
Si es que parece que todo el mundo sabe de lo polémico que es mi pueblo...
— S-sí...
— Vaya, buena suerte.
— ¿Por qué lo dices, Rick?—le admiré, confundido.
— Si no quiere amigos, menos querrá tener un noviecito maricón—se encogió de hombros—. Yo que tú, me busco un mejor partido.
— Gracias por el hermoso apoyo, Richard.
— Siempre dispuesto a apoyar, Ulrich —agregó con el doble de ironía que yo.
— Oye...—pronuncié, incómodo, al rato— ¿Cómo es que sabes lo de mi pueblo?
— ¿Sobre que en Downey hay...?
— ¡Shh, no me lo recuerdes!—tapé mis orejas por unos segundos, él rió.
— Viejo, todo el mundo lo sabe y lo comenta desde el primer día—decía, revolviendo con la cuchara lo que sobraba de su ración alimenticia, miraba la masa con asco.
— ¿Por qué?—arrugué varias facciones de mi cara en desagrado—. Ni que fuéramos asesinos, violadores, de mala educación o... ¡lo que sea!
— No sé—hizo una mueca—. Tú eres parte de los "basura", James es un "antisocial" que se niega a hablar con cualquier persona y su hermano que parece adoptado, es un llorón que no sabe hablar y parece un niño down de lo estúpido e inservible que es. Son los únicos de Downey, y muy buena imagen no dan.
— Pues...—me quedé callado— Joder, tienes razón, hijo de puta—di un largo sorbo de agua—. Uno queriendo parecer normal para los demás y sin darse cuenta, damos el peor ejemplo.
Proseguimos comiendo, cuando sonó la alarma para ir a clases, corrimos a dejar nuestras bandejas y en el camino al salón de clases, decidí tomar la palabra:
— Rick, ¿tus amigos también fueron "coronados" como nosotros?
— No —exhaló—. Este año se salvaron los bien cabrones —rió—. Ya llevamos una semana, se salvaron—recalcó.
— ¿Y en los años anteriores? ¿Han sufrido junto a ti?—sonreí de manera traviesa, él hizo lo mismo.
— Oh, sí, vaya mierda de años —suspiró, irritado—. Al menos, entre amigos se pasa mejor.
— Eso es cierto...
Entramos al aula, ya era oficial, nos sentábamos juntos a diario. Saqué mi cuaderno de literatura, me alarmé al recordar un detalle.
— ¿Hiciste la tarea?
— Sí, ¿por?
— ¡Pásamela, imbécil!
Arrojó a mi cara el cuaderno, lo abrí y empecé a buscar el cuestionario, cuando... ¡¿Es jodidamente en serio?!
Un policía entró, notificando que debíamos salir hacia el patio principal. Que diéramos la llave de nuestras habitaciones, que las revisarían.
Se efectuó otro asesinato, a un animal. Un gallo, para hacerla corta.
Miles de rumores se esparcieron, algunos más alocados y otros neutros. Me quedo con las frases que se repitieron entre las declaraciones de todos "yo no vi nada, sólo vi el cadáver a las afueras del casino". Fue a la hora del almuerzo, cuando nosotros salimos corriendo, recuerdo ver un grupo de gente, cuchicheando, preferimos ir a clases que recibir un castigo por llegar tarde.
Ahora sabíamos lo que pasó, que un enfermo, mientras almorzábamos, asesinó a un gallo que venía para reemplazar al anterior. Ni siquiera pudieron dejarlo en su lugar, se descuidaron un poco y sacaron al ave de su jaula y lo mataron.
Los investigadores analizaron la escena del crimen y no hallaron huellas dactilares. Las cámaras no enseñaban nada... ¿Qué mierda? En ninguno de los dos casos pudieron hallar algo. Por ello recurrieron a registrarnos a cada uno de los alumnos y funcionarios, sin posibilidad de salir. Entrevistas por montón, el lugar se tensaba al no hallarse la más mínima pista.
Una de la mañana, hasta esa hora estuvo la policía registrando pertenencias. Encontraron cigarros que algunos alumnos cargaban, fuera de eso, lo que era parte del caso... era un escándalo la inexistencia.
Durante los siguientes días habrían más investigaciones, las clases seguirán con normalidad y no podemos regresar a casa, por desgracia.
Extraño a mis padres. Pedí permiso para llamarlos, de milagro, me concedieron el deseo. No tuve valor de contarles el tema de los asesinatos, mi mente requería de una conversación y así apaciguar mis miedos.
Diez minutos me dejaron hablar, nada más... No fue suficiente, me fui a la cama a media madrugada, temblando. Con la vista dirigida al techo, tapado hasta arriba en las mantas, rocé mis labios contra éstas, dejando que la suavidad contra mi sensible piel me llevara a la calma. Hablar, debía...
— Richard, tengo miedo —declaré, sin parpadear, sintiendo el aire herir mis retinas y mis globos oculares rogando por humedad—. Este lugar me da miedo...
— Antes no era tan violento —comentó el rubio, en un tono de voz flojo, agotado—...nunca hubieron asesinatos aquí...
— Nunca debí convencer a mis padres de venir aquí sólo por James —pensé en voz alta, arrepentido.
— ¿Te crees que un internado es un lugar ideal para una primera cita y darse besitos?—no respondí— Lars, esperar a ver a alguien que no te ama en época de vacaciones es fácil...
— Muy tarde, Rick, no hay escapatoria—fue lo último que pronuncié antes de que él cayera dormido y yo prosiguiera mirando al techo, incapaz de conciliar el sueño por lo que pareció ser una eternidad.
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