Tres.
Aún estando en verano, el viento que soplaba por las calles tranquilas del pueblo, se sentía un poco fresco, ¡incluso llevaba puesto un suéter de lana!, mantenía la vista en los pastelillos de buena pinta en aquella panadería, mentiría si dijera que no lo vi venir pero es que aún que el jefe Brown tratara de ser lo más sigiloso posible, el peso de su cuerpo lo delataba con cada paso que daba. Gire sobre mi, antes de que uno de sus dedos pícara por diversión mis cosillas.
-vaya, creo que el de sabor chocolate no se ve nada mal, ¿Cierto jefe?. Señale los postres a través del cristal. - Veo que viene muy animado el día de hoy. Reí.
-Señorita Johnson, me sorprende lo ágil que es con el oído. -Reía como un niño nervioso que recibía un regaño por parte de su madre. - Perdone la molestia, solo quería asegurarme de que estuviera bien.
Lo mire extrañada.
-Hoy he recibido un nuevo reporte, otra chica ha desaparecido. Rasco su nuca suavemente.- Creemos que fue durante el amanecer.
-Lamento escuchar eso. Lo mire con melancolía. - ¿Una chica al igual que las otras?.
-Así es, parece que el secuestrador solo se lleva a las jóvenes de diecisiete años. Me observó preocupado. - Tenga mucho cuidado.
-No se preocupe. Sonreí. - Tengo veintidós años, estoy fuera de su lista.
-Aún así no se lo tome a la ligera.
El hombre se despidió cordialmente y se puso en marcha a la estación de policía, por mi parte, terminé comprando varios pastelillos y regrese a casa. Después de ordenar algunos postres en el frigorífico, tomé un par y baje al sótano.
Me encontré con aquella joven de diecisiete años esposada en aquella tuvo de hierro, parecía que desde el golpe en su cabeza que recibió en la mañana, le impedía despertar por completo.
Me senté en una silla frete a ella y la mire detenidamente, ropa llena de barro y sangre, cabello rojizo y piel blanca, un poco regordete y murmuraba cosas que aún no lograba comprender del todo, sinceramente nada de ella me servía, lo único que realmente necesitaba, eran sus ojos y esperaba ansiosa a que estuviera en todos sus sentidos, para que sintiera como los arrancaba y en su cara estuviera ese gesto de horror y dolor.
Podía saborear las plegarias y la misericordia saliendo de su boca, lágrimas bañadas en sangre y el llamado del nombre de su madre, pidiendo ayuda y sólo poco después, saber que lo único que sentiría al final, sería el suelo húmedo y frío de aquel sótano. ¡Que divertido suena eso!.
Aburrida de escucharla murmurar, subí nuevamente y me acosté en el sofá, contemplando el techo y soltando diversos suspiros de aburrimiento. Pude sentir su peso aún costado del sofá, me sorprendió, ella no suele aparecer mucho durante el día.
Me levante con rapidez para poder observarla, pero fue inútil, pues en medio de la acción, solo pude ver algunos mechones rubio, que se desvanecía junto a su figura. Con tristeza, me tire nuevamente y cerré mis ojos, sorprendentemente un sueño profundo me invadió por completo y no paso mucho tiempo para que entrará en un profundo sueño.
Cuando por fin desperté, el reloj marcaba las siete horas con veinte minutos, me quite esa pequeña pereza que se aferraba a mi y a paso lento, baje al sótano nuevamente, me alegro un poco al ver como la chica comenzaba a salir de su trance y su cara se transformaba en un terror profundo al darse cuenta de que aquel lugar no era su hogar.
-No grites, es inútil. Hable cuando comenzó a abrir su boca para dar un fuerte alarido.
-¿Quién eres?, ¿D.. Donde estoy?. Me miro con aquellos ojos Llenos de lágrimas y de alguna manera, aquellos me trajo dolorosos recuerdos. - ¿Qué piensas hacer conmigo?.
No respondí a ninguna de sus preguntas, subí nuevamente a la cocina y no basto mucho para que regresa con ella, extendí uno de los postres con sabor a fresa y comenzó a meter trozos de él en su boca, entre el forcejeo de intentar que tragara, un poco de sangre se vertió sobre el pastel, la mire tranquila y ella con pena, trago el dulce mezclado con sangre, el líquido rojizo se había cuajado y quizá pudo ser resbaladizo entre el paladar de la chica, tal vez por eso daba arcadas de vez en cuando y trató de regurgitar la comida.
Cuando por fin terminó, me levante y camine hacia una pequeña mesa de meta, coloque algunos utensilios oxidados y un frasco transparente y pulcro.
Camine hacia la chica y examine sus ojos.
-Sabes. Comencé a hablar. - No voy a mutilar tu cuerpo por completo, solo necesito tus ojos.
La joven comenzó a llorar y a pedir piedad, intentaba zafarse de las esposas y forcejeaba su cuerpo de manera violenta.
-Espero y entiendas que no puedo dejarte vivir después de esto, solo por favor, no te enfades, no soy realmente mala como crees, soy una persona imperfecta como tú, como todos.
Tome sus mejillas entre mi mano para tranquilizarla y con aquel objeto puntiagudo en sus ojos comenzó mi labor.
Aquella tarde se pasó entre gritos, olor a sangre, piedad y cuerdas vocales de una joven que se desgarraron hasta romperse, antes de que su corazón dejara de latir.
Cuando murió, guarde sus hermosos ojos en aquel franco de cristal y los lleve al frigorífico donde los guarde con delicadeza, moví su cuerpo del sótano y cansada subí y me di una larga ducha.
Podía sentir las gotas calientes recorrer cada centímetro de mi piel, se sentía bien.
Y entre las gotas, las manos finas de ella se aventuraban a tocar mi cintura, sus dedos dibujaban pequeños círculos en mi abdomen desnudo y podía sentir sus labios sobre mi espalda, lentamente brindó caricias con una de sus manos y mientras subía, solté un pequeño gemido al sentir como atrapaba uno de mis senos entre ella.
-¿Tienes miedo Lapis?. Sentí su alentó caliente sobre mi piel.
No me dio tiempo para responder, sus dedos se adentraron en mi entre pierna, ella daba caricias suaves en mi clítoris y paso mucho para que mi respiración se entre cortara y los jadeos comenzarán a inundar el lugar, ¡fue tan placentero cuando ella se adentro en mi!, el como entraba y salía de manera suave hasta ir más rápido y brusco, ¡se sentía asombroso!, di un grito agitado cuando llegue al punto y tan pronto termine, el sonido de la regadera se adentro en mis canales auditivos, fue ahí cuando me di cuenta de algo, ella ya no estaba y mis dedos eran los únicos que tocaban mi propia piel. Mi pecho se lleno de tan brutal vacío.
Así es, tuve el orgasmo más solitario.
Terminé de ducharme y aún desnuda camine hacia la habitación, acomodando mi cuerpo entre las sábanas, espere.
Esa noche no recibí los dulces sueños.
Esa noche, ella no apareció.
Esa noche, dormí tan solitaria, en la profunda oscuridad.
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