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Seis

No recuerdo mucho sobre lo que sucedió tres días después, sólo siento el frío viento de invierno arrastrándose a través de las sábanas.

Desperté en un lugar desconocido, mi cabeza dolía y la amputación ardía como el infierno. Creo que acepté el hecho de que mi brazo había sido retirado, muy rápido. No me importa, lo único que deseaba era volver a lado de Lapis, de sentir su calor, escuchar su voz y estrecharla entre mis brazos.

-Me alegro mucho de que estés despierta - la voz de la enfermera que permanecía a mi lado por mucho tiempo, me despertó por completo.

-Tengo sed - ella asintió y tomó un vaso, lo llenó de agua y con mucho cuidado me dio a beber - Gracias.

-Repasamos tus matemáticas hace un tiempo, vamos con literatura - ella abrió el libro.

-¿Cuando saldré de aquí? - quería llorar.

Ella no dijo nada, solo bajó la cabeza y pude ver una curva triste entre sus labios.

Y comencé a llorar.

Porque tal vez, no vea a la persona que amo, en mucho tiempo.

“Durante el verano, las montañas que se elevaban hasta el cielo, me reco…

El sonido de su voz se mezcló con mis sollozos.


*


No estoy muy segura de cuánto tiempo pasó, quizá sólo fueron días o semanas. Pero la herida ya no dolía. La enfermera había entrado a mi habitación hacía ya un par de horas, avisando que un encargado del orfanato vendría pronto por mi.

Yo había cambiado mis ropas y la enfermera vendaba el mejillón de carne, que había sido parte de una extremidad.

Mire por la ventana, un auto negro salía de entre la niebla y se aparcaba frente al edificio. Era hora de irme. Baje las escaleras acompañada de la enfermera, cuando llegué, una mujer alta y de rostro pálido me esperaba, no habló, sólo me tomó del único brazo y me arrastró al auto.

El viaje fue tranquilo, el vaho salía de mi boca de vez en cuando, hacía frío, mi cuerpo temblaba y mis dedos estaban entumecidos. Mire a la mujer, estaba recta, con la mirada fija en el camino, no temblaba, no hablaba y sólo movía sus manos, llegué a pensar que ella era una especie de vampiro.

*

La habitación seguía igual, sin embargo me percate de que habían sacado al menos un par de catres, tal vez algunas tuvieron suerte y las han adoptado. Sonreí ante el pensamiento, tal vez ya tengan una vida mejor.

Me acosté en la cama, tal y como los enfermeros habían dicho. Traté de dormir un poco, pero en cuanto cerré los ojos, la imagen de mi brazo siendo desmembrado, atacó, la imagen de algo, un hombre quizá, no lo recuerdo bien, pero ese hombre era extraño, estaba en una especie de jaula, quizá sólo era un animal, pero él, él estiraba su brazo, me quería, quería mi brazo, de su boca saliva negra y espesa chorreaba hasta el suelo.

Sentí unos delicados brazos y un leve peso sobre mi, Lapis, sólo podía ser ella.

Abrí mis ojos y la abracé, la había extrañado tanto. Besé su mejilla, cuando se separó, la tomé y besé sus labios, besé su cuello y besé su frente.

Ella hizo lo mismo, y al final beso mi pecho, sentí las lágrimas tibias salir de sus ojos y correr sobre la piel de mi pecho, pasando por mi clavícula.

-¿Qué te han hecho? - preguntó mientras observaba el nudo en la manga de mi camisa - ¿tu brazo?

Yo sólo negué con la cabeza.

Y cuando me detuve a verla, me di cuenta de ello, había moretones en su boca, en sus mejillas y en su cuello habían marcas viejas de mordedura.

En la piel de sus piernas que el vestido dejaba expuesta, habían rasguños y la forma en que estaba sentada me decía que le dolía.

Y lo entendí.

Lapis había sido violada.

Y yo no había estado para protegerla.

Me maldije y juré matar al infeliz.

Ella se dio cuenta y me miró avergonzada.

-Lo lamento - dijo - pero yo le creí - la mire y ella mantuvo su vista en el colchón - me dijo que me llevaría a verte, pero que no debía contarle a nadie, que era secreto y yo te extrañaba tanto - hizo una pausa y siguió - entonces una noche me llevó de la mano a un lugar que no conocía y, yo, el…

La abracé, y la mantuve tan cerca, besando su dulce cabello.

Ese día, algo cambió.



Y no fue para bien.

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