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🥀XVII


La tarde transcurrió no muy normal que digamos.

Los jóvenes luchaban entre ellos, peleaban con espadas, dagas y cualquier clase de objeto punzante que encontraran, Pem por otro lado aún no despertaba, me pasé horas a su lado observándolo luego de dejar a Marco en el patio y ni siquiera se había movido.

Parecía muerto, se encontraba tan quieto que en más de una ocasión le tomé la mano y entrelacé nuestros dedos en busca de su calor y una prueba de que estuviese vivo.

Pronto los jóvenes dejaron de luchar, cada uno de ellos se sentó junto a mí y observaron a su hermano con atención.

Uriah atravesó la puerta y se encaminó hacia nosotros, Marco bajó las escaleras, ambos caminaban con elegancia y se nos unieron sentándose uno a cada lado de mi cuerpo.

El reloj cucú de la pared comenzó a sonar, eran las siete en punto de la tarde, ya estaba por anochecer y Pem abrió sus ojos rojos.

Lo primero que ví fueron sus colmillos y al siguiente segundo él ya no estaba, parecía una ilusión, un minuto antes dormía con mi mano tomando la suya y al siguiente desapareció.

Me giré hacia todos lados buscándolo y Uriah y Marco tomaron mis manos y las besaron.

Parecía que cada movimiento suyo era calculado y coordinado para ser realizado al mismo tiempo.

—¿A dónde fue?— les pregunté volviendo a sentir esa opreción en el pecho que sentí cuando luego de mostrarme mi pasado Pem se desmayó.

—A alimentarse, ya volverá— me explicó Uriah y jaló hacia él mi cuerpo, me guiñó un ojo y se levantó del piso, me hizo acompañarlo y juntos abandonamos el enorme salón, atravesamos pasillos rojos con paredes de vidrio, techos blancos y marcos sin puertas y nos paramos frente a una puerta que nunca había visto y la cual parecía ser la única en la casa.

—Aquí mi pequeña Ubiytsa es donde tú y yo nos amamos—me explicó y la abrió. Entramos a una enorme habitación completamente oscura y él encendió la luz.

La habitación no se iluminó mucho ya que sus paredes eran de color negro, sus pisos igual, las decoraciones eran grices oscuras y apenas se podía ver todo sin sentirse asfixiado.

—¿Por qué está oscura?— le pregunté caminando por el lugar, me acerqué a los almohadones de la cama ubicada en el medio de la habitación y tomé uno, mi mano se manchó de sangre y rápidamente lo solté.

—Porque desde que decidiste borrar tu memoria así me he sentido— me respondió y me abrazó por la espalda, alzó mi mano llevándosela a la boca y me limpió la sangre con su lengua
—Oscuro, vacío sin la luz que iluminó y trajo la diversión a mi existencia.

Pasé saliva y esperé a que terminara de alimentarse para hacerle otra pregunta. Uriah dejó caer mi mano y apoyó su cabeza en mi hombro haciéndome sentir chiquita comparada con él.

—¿Por qué hay sangre en la cama?— le pregunté teniendo miedo por cual sería la respuesta.

—Aquí tú y yo jugábamos— me explicó y a la vez no me dijo nada, sólo atrajo más preguntas.

—¿Con sangre?¿A qué jugábamos?— quise saber mientras trataba de controlar el temblor de mis manos.

Sigo siendo una hembra de nadie, si lo hago enojar...

—A cazar— pasó su lengua por mi cuello —A alimentar el miedo— apartó el pelo de mi cuello —A concederles el honor de morir a nuestros huéspedes— rozó con sus colmillos mi garganta.

—¿Estás loco?— le pregunté asustada y lo sentí tenzarse, me soltó y caminó hacia el otro lado de la habitación.

—Mi Ubiytsa no me preguntaría eso— me dijo en un tono tan cortante que hasta pude sentir el filo.

—Uriah por favor, sólo responde, quiero conocerte— inconscientemente apoyé mi mano en una de las columnas negras de la cama y volví a mancharse pero esta vez mucho más.

La sangre caía en cascada por las columnas y no se notaba por la oscuridad de la habitación.

Me aparté y observé a detalle la cama. No había ni un centímetro que no estuviera mojado por el líquido espeso.

—¿De quién es esta sangre, Uriah?— le dije con mucho más miedo.

—Tú sabes eso pequeña, tú me ayudaste a construirla, tú la querías para que jugaramos, dijiste que necesitábamos una— se inclinó a tomar un pequeño almohadón, lo alzó sobre su cabeza y lo apretó, un chorro de sangre cayó y él lo bebió hasta que no quedó ni una gota por caer y lo devolvió a la cama.

Caminé hacia la puerta y él me la cerró.

—Elaine no puedes asustarte de mi, prometiste amarme— se paró frente a mí y acunó mi cara en las palmas manchadas de su mano.
—Cuando recuperes la memoria volverás a mí, te lo aseguro— me prometió y se inclinó, abrí mi boca y cerré los ojos, aunque estuviera loco, su boca tenga sangre y me haga asustar lo sigo deseando, me hace estremecer y es definitivo, me enamoré de Uriah más que de Marco.

—Te amo— susurró y me besó, el aroma de la sangre se esfumó con el dulce sabor de sus labios, la oscuridad desapareció de la habitación y muchas luces la reemplazaron, mi cuerpo se calentó en deseo y mordí su boca con mis colmillos, subí mis manos a su cuello y él cortó el beso tan repentinamente que refunfuñé. —Elaine, yo no soy Marco.

—Y no me deseas, lo sé— miré mis pies y me dirigí a la salida.

—Antes no te molestaba eso, encontrábamos formas de darnos placer y te encantaba, tus ojos brillaban, tu sonrisa irradiaba...

—Uriah yo no soy esa Elaine, yo ahora deseo y te deseo a ti, no a Marco— mi vista se volvió borrosa.

—Pequeña es cuestión de tiempo hasta que Pem complete tu rompecabezas, cuando eso pase volverás a ser tú.

¿Y si no?

—Entonces esperaré— abrí la puerta, salí y la cerré detrás de mí, me recargué en ella y me sequé las lágrimas de los ojos, pero lo único que conseguí fue mancharme de sangre.

Caminé por los pasillos manteniendo la capa cubriéndome hasta la cabeza para no enseñarle a nadie como me veía y al llegar a la sala me encontré con la reunión que Marco y sus hijos estaban teniendo, ahora Pem estaba con ellos y se veía bien.

—Ella no es nuestra madre— oí a una de las jóvenes decir y la observé, estoy segura de que es Jersey.

—Nuestra hermana tiene razón— dijo Wren.

—Es ella— murmuró Pem viendo el techo y sonrió —¿O no madre?— preguntó y todos se giraron hacia mí excepto él, él comenzó a reírse. —Diles que no recuerdas, pero que si lo hicieras ya les hubieras cortado el cabello por dudar de ti.

—¿Qué?— exclamé preguntándome si hablaba en serio o se ríe porque está bromeando.

—Oh, vamos, estoy bromeando mami, sólo quería saber cuántas caras y muecas veía y— bajó la cabeza y vio a su padre y hermanos —Son bastantes— se rió y se levantó y corrió hacia mí, tomó mi mano y me sonrió
—Recuerda madre, recuerda...

Años atrás una despeinada Elaine atendía a su familia cazando sangre para ellos, sus hijos. Tres de los cuatro varones tenían la tendencia de alimentarse y asesinar a sus víctimas, las dos mujeres por otro lado disfrutaban de jugar con los humanos, pero ninguno de ellos llamaba tanto la atención de Elaine como el pequeño Pem.

Él era el más inexperto de los seis, pero tenía sus propios juegos con los cuales superaba a sus hermanos.

A Pem no le gustaba cazar, no, él disfrutaba tener todo tipo de mascotas, se encariñaba con ellas y cuando creía que se lo ganaban las mataba.

La antigua Elaine comprendía que debía hacer más por su hijo pequeño y decidió ella misma cazar por él, de esa forma lo cuidaría y evitaría que él se ensucie las manos y se convierta en un monstruo.

—¡PEM!— Gritaron y abrí los ojos, Pem sonreía, me veía y enseñaba sus colmillos.

—A sus habitaciones, ahora— ordenaron desde las escaleras y ellos bajaron sus cabezas y se retiraron.

—Elaine ¿Qué te mostró?— me preguntó Marco mientras Uriah se acercaba.

—Nada— mentí y subí las escaleras decidida a escaparme de esta loca familia cuando menos se lo esperen.

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