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🥀XV


Este lugar es diferente, aquí no hay árboles pero aún así los pájaros cantan y ubican sus nidos en lo alto de la mansión.

La casa está en silencio, es muy tranquila, tal vez porque es temprano, pero me desperté hace dos horas y hasta ahora no capté ni un sonido aparte de la maravillosa tonada de la naturaleza.

Admito que al despertarme me asusté ya que no traía la misma ropa que ayer tenía puesta.

El vestido que traía cuando me desmayé no estaba, en su lugar vestía un camisón blanco que llegaba a mis muslos y tenía pequeñas incrustaciones de perlas que marcaban mis pechos y decoraban las finas tiras que lo sostenían a mis hombros.

Al principio me pregunté sobre quién me lo había puesto, pero lastimosamente, aunque sí me interesaba saber quién se atrevió a tocarme, había cosas más importantes como el hecho de que no sé quiénes son Uriah y Marco y mucho menos esos jóvenes que dicen ser mis hijos.

Lo pensé mil veces, se me ocurrió que tal vez podría haberlos tenido en otra vida, una de la cual yo no recuerdo, luego también se me ocurrió que Marco y Uriah estaban locos, que ambos habían robado a los niños, era la respuesta más creíble, pero luego recordé los rostros de cada joven, el parecido entre ellos y yo y decidí que lo mejor era esperar.

Y por eso estoy en el patio, vine aquí para estar segura.

Aquí puedo esperar a que se despierten, la capa está cubriendo mi cuerpo así que el sol no me hará daño y si las cosas salen mal simplemente debo saltar el muro y huír, lo cual sería imposible de hacer si estoy dentro de la casa con todos ellos para impedir que me vaya.

Las horas pasaron y por fin oí sonidos dentro de la casa, la noche había caído y con ella trajo a los dos Saltein que dicen ser mis esposos y mis hilos destinos.

—¿Por qué estás aquí, pequeña?¿La casa no es de tu agrado?— Uriah fue el primero en acercarse, dejó un beso en mis labios y se sentó a mi lado entrelazando nuestras manos.

Marco fue el siguiente, él me besó apasionadamente como queriendo hacerme notar la diferencia entre uno y el otro y sólo logró que lo apartara con brusquedad y que me quitara la mano de Uriah de encima.

—Quiero saber la verdad de todo— les dije ambos intentando sonar firme.

—Aún no estás lista, pequeña Ubiytsa— me dijo Uriah viéndome a los ojos, diría que comiéndome con la mirada pero luego de lo que me dijo sobre la atracción dudo que su mirada depredadora signifique pasión.

Marco gruñó y yo quité mis ojos de Uriah para verlo a él.

—Deja de llamarla así— le advirtió a Uriah y este sonrió, tomó mi mano y la besó.

—Yo llamo a las cosas como son, Marco— le respondió sin un atisbo de cobardía, su voz detonaba que si Marco quisiera atacarlo él no se iba a contener y estaba listo para dar pelea.

—No en este caso, no te permitiré que la sigas llamando así, cambió, no es la misma— rugió y una vez más quité mi mano de la de Uriah.

—Quiero que me digan que pasa, que significa ese apodo y lo quiero saber ahora— les gruñí sin importarme que me fueran a atacar, después de todo se supone que una hembra de nadie saca las garras si es necesario.

Ellos intercambiaron miradas y Marco fue el primero en verme.

—Significa asesina— me informó mirando con odio a Uriah —Y no lo eres— caminó hacia mí y se agachó flexionando sus rodillas —No lo eres— repitió como si necesitara saberlo y Uriah soltó una carcajada y también se arrodilló frente a mí, él estiró su mano y me acarició el cabello.

—Eres una pequeña asesina, siempre lo haz sido, yo te liberé en todas tus vidas pasadas, te enseñé que ese es el mayor placer de todos, te enseñé a amarme como soy y amar lo que hacemos Elaine— se inclinó y besó mi frente quemándome con sus labios calientes.

—No soy una asesina— les dije a ambos y me levanté y puse espacio entre ellos y yo.

—No, no lo eres— dijo Marco.

—Mentiroso, tú sabes lo que ella y yo hacemos, está en los genes de nuestros hijos seguir mi mismo camino, después de todo, yo los crié para que sean pequeños Ubiytsy como su madre.

Marco le gruñó, lo tomó del cuello y yo retrocedí.

Jamás, ni siquiera por una vez debes meterte en la pelea de dos Saltein a menos que seas más fuerte que ellos y puedas separarlos, lo cual no es mi caso.

—Padres, padres— oímos una voz y luego una risa burlona, Marco soltó a Uriah y Uriah se giró viendo hacia todos lados buscando al dueño de esa voz.

—Pem, sal ahora— gruñó Uriah retorciéndose las manos, enseñando sus colmillos.

—Como quieran— la voz se oyó detrás de mí y me giré, a un paso de mi estaba Pem, en su mano derecha traía una ardilla muerta y en la izquierda un cuchillo con sangre, le había cortado la garganta al pobre animalito.

—¿Por qué la mataste? Te dijimos que dejaras los juegos— le gruñó Marco caminando hacia él. Le quitó el cuchillo y la ardilla y con la cabeza le señaló la casa —Ve a estudiar y no te metas en problemas con tus hermanos— lo retó y Pem vio de reojo a Uriah el cual sonreía como si estuviera orgulloso.

—Lo siento padre— inclinó su cabeza y se giró hacia mí
—Madre— tomó mi mano sin mi consentimiento y la besó —Igual de hermosa que siempre, pero te falta algo, así no te reconozco, así no eres mi madre— dijo y se acercó cortando la distancia.

Marco le gruñó en advertencia y pude sentir a Uriah acercándose.

El chico subió sus manos manchadas de sangre a mi rostro, cerré los ojos con miedo  y lo sentí pintar mis labios con el tinte rojo, luego hizo lo mismo con mis mejillas y por último en mi cuello haciendo un largo rayón como si me hubiesen cortado la garganta.

—Necesito verte así, de esta forma te vi por primera vez cuando nací, me meciste en tus brazos y papá te pintó los labios, el cuello y las mejillas con
sangre—sentí sus fríos labios en mi frente y quise retroceder pero él rodeó mis muñecas con sus manos impidiéndomelo —Era un bebé, madre— susurró acercándose a mis oídos —Pero desde ese momento me gustó el tinte rojo y ahora lo amo.

Me soltó las muñecas y abrí los ojos para descubrir que ya no estaba.

—¿Qué pasa con ese chico?— murmuré para mí, pero Marco respondió.

—Quiere llamar la atención— dijo con disgusto y Uriah chasqueó la lengua.

—No le hagas caso pequeña Ubiytsa— entrelazó nuestros brazos y me hizo caminar a su lado por el patio bajo la luz de la luna.

—No me llames así, Uriah— le dije y él asintió.

—Está bien amor, lo dejaremos para luego, pero debes saber algo, Pem no quiere llamar la atención, él es así, nació así y lo amamos así— subió mi mano a su boca y me besó los nudillos.
—Pregúntame lo que quieras, dudo que Marco me deje esperar el tiempo necesario para revelarte todo así que pregúntame.

Asentí y salté del susto al sentir que jalaban mi mano, para mi gran susto era Marco, él se había unido a nuestra caminata y ahora Uriah me tomaba de un brazo y Marco del otro.

—Quiero saberlo todo— les dije y Marco suspiró.

—Te encontré hace siglos atrás, eras humana, pero desde el momento en que te vi a lo lejos supe que no eras del todo mía— me explicó Marco y yo dejé de caminar, pero ambos siguieron y los tuve que seguir.

—¿A qué te refieres?— le pregunté tratando de comprender.

—Tienes mi corazón, yo te lo di por completo desde que te vi, pero cuando yo debía sentir que el tuyo me pertenecía no sentí eso, era por la mitad, como si lo hubieran partido en medio y la mitad de tu amor estuviera viva mientras que la otra mitad se encontraba muerta o apagada.

—Y ahí entro yo— dijo Uriah haciendo que lo mire a él esta vez, pero como en muchas otras ocasiones, él no me miraba a mí, miraba hacia adelante con seriedad, como si calculara cada vistazo que echaba. —Marco no podía transformarte, no sin mí ya que tú no le pertenecías completamente a él y si se atrevía a siquiera morderte podría matarte y entonces empezó su búsqueda.

—Atravesé océanos, territorios inexplorados y encontré al conde Drácula en una cripta— se burló y Uriah le gruñó. —Lo traje hasta el pequeño pueblo donde vivías y

—Mentira— me solté de los brazos de ambos —Sé como nos conocimos, sé cómo me rechazaste, me tuviste siendo tu sirvienta por años, te negaste a conocerme...— las lágrimas escurrieron por mis ojos y él bajó la mirada a sus pies.

—No estuve en el pueblo durante muchos años Elaine, mi búsqueda de tu otro Saltein me tomó mucho tiempo...

Sacudí la cabeza.

—No es cierto, te recuerdo, recuerdo con te acostadas con ella, como los oí cada noche desde la habitación junto a las demás sirvientas, recuerdo cómo lloré...

—No era yo, te juro que no era
yo— se acercó y retrocedí
—Elaine te prometí desde la primera vez que te sería fiel y lo hice, yo no era al que tú escuchabas...

—¡¿Entonces quién?!— le rugí sintiéndome furiosa, al fin estaba descargando todos los oscuros sentimientos que tuve por años...
Siglos y vidas de tristeza.

—Su hermano— sonrió entre dientes Uriah.
—La mayor desgracia de la historia. El hombre era igual que Marco, idénticos uno del otro, pero mientras que Marco era un...— lo miró de arriba a bajo
—Corriente, simple, para nada diferente a los demás...

—Ya entendió— le gruñó Marco

—Resumamoslo en aburrido entonces, Marco era tan aburrido que Manson jugaba a ser él, lo hacía parecer más...— miró a Marco —¿Cómo se dice al que hace reír al rey?¿Bufón?

Marco volvió a gruñirle.

—Manson jugaba a ser yo, pero él a diferencia de mí tendía a burlarse de los demás, provocarlos, llamarlos con cualquier apodo y todo con el simple propósito de calumniarme— me explicó él sin dejar que Uriah acabara.

Uriah resopló.

—Sí, bueno...admite que te hacía parecer más interesante, al menos en eso el bastardo lo hizo bien...

—Quiero conocerlo— los interrumpí.

—¿Qué?— preguntaron los dos al mismo tiempo como si tuvieran eco.

—Quiero conocerlo y que él mismo me lo diga— me sequé las lágrimas.

—Eso no va a ser posible— murmuró Marco cerrando sus manos en puños.

—¿Por qué?¿Lo acaban de inventar?— estaba furiosa y en mi tono de voz se notaba.

—No, yo lo maté. Te llamó sirvienta en aquella fiesta y mi mujercita no es sirvienta de nadie— me explicó Uriah y retrocedí asustada.

—La fiesta— susurré. —Esa noche...

—Esa noche conociste a Kram, me conociste a mí Elaine, esa fue tu última noche como humana— me explicó Uriah y yo sacudí la cabeza.

—No puede ser, tiene que ser una broma, todo esto es una gran broma...

—Pequeña, todo esto es muy fuerte para asimilarlo de una sola vez, permítete tomar un descanso, procesa lo que te hemos dicho y...

Dejé de escucharlo y cerré los ojos para intentar recordar:

Nadie me conocía, no conocía a nadie y por esa misma razón atraje la atención de un hombre malvado con ojos verdes como un lucero y sangre cayendo por las comisuras de sus labios.

Todo en él era frío, oscuro, con un aura espantosa, daba miedo por donde se lo viese.

-¿Qué hace una sirvienta vestida así?- sus ojos aunque me veían fijamente, de alguna forma lograban verme de pies a cabeza, como analizándome, calculando cuánto le tomaría matarme.

Al bajar la mirada me di cuenta de a qué se refería con "Sirvienta" y "Vestida así".

El vestido no era mi vestido, se parecía pero no lo era.

Las gemas no me pertenecían, las decoraciones tan sofisticadas cocidas a hilo de aguja ni siquiera podría costearlas sin tener que hacerlas yo misma.

Las otras sirvientas se debieron haber confundido.

Era el vestido de Madan.

Así le llamaba la mujer que nos daba órdenes a las criadas, se decía que se acostaba con el señor de la casa...

—¿No dijiste que eran idénticos?— les gruñí —El hombre que recuerdo tenía ojos verdes.

—Elite borró tus recuerdos y el tiempo los cambió— me hizo saber Uriah haciéndome recordar lo que Mak me mostró.

El último pensamiento de Kram fueron Kram mismo y Elite hablando de ella y su negativa a seguir borrando recuerdos.

—Pem, baja y ven a ayudar a tu madre— dijo Uriah y retrocedí, pero no lo hice a tiempo antes de que Pem corriera a la velocidad de la luz y se apareciera frente a mí
—Pequeña, nuestro hijo nació con un don extraño, él puede vivir las vidas de los demás, pero también puede llevarte a ti, toma sus manos, él te enseñará cada situación y la verdadera historia de nuestro pasado y presente.

Dudé al principio pero esa pequeña porción de mi que nunca había dejado de amar a Marco y que estaba comenzando a sentir algo por Uriah tomó fortaleza y me hizo acceder.

Dejé que Pem pusiera sus manos en mis hombros, acercara su frente a la mía y susurrara:

—Recuerda, madre, recuerda.

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