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Capítulo 6 - Ángeles

Ya que antes hemos hablado sobre la historia de Belcebú Esponja, ahora nos toca hablar de quién es Calazrael Tentáculos y por qué ahora está trabajando en el infierno con un overlord despiadado y un imp trastornado.

Pues bien, todo se remonta a unos años atrás, antes de los acontecimientos de la escalada de poder de la esponja amarilla con cuernos en el infierno. El cielo prosperaba como era de costumbre, lleno de paz y armonía.

Entre las criaturas celestiales que habitaban en él, un joven ángel logró hacerse destacar por sus pésimos toques de clarinete y sus intentos de poder entrar al coro divino del gran Señor. Este se trataba de Calazrael. Y no, no fue esta la causa por la que terminó allí abajo.

Sí, tenía una voz angelical, como todos los demás de su entorno. Y de hecho, ésto era lo único en lo que destacaba: el canto. Participaba en el coro celestial menor, entonando temas populares en compañía de unos veinte ángeles, como por ejemplo el Hossana, Carol of the bells o Anima Christi. Simplemente no tuvo suerte a la hora de entrar al coro de Dios porque allí eran muy exigentes en el momento de escoger candidatos. Aparte de que muchos le tenían manía y se burlaban de él por motivos como su aspecto feucho o ser demasiado cobarde.

Dejando de lado que molestaba a sus hermanos cada vez que tocaba alguna pieza con su instrumento donde fuera que fuese, este fue un servil ayudante para los serafines que velaban por el bien del universo. Tenía el sentido del bien y del mal bastante aprendidos. Se dedicaba a vigilar el jardín del Edén todos los días. Y su única intención era que sus jefes se sintieran orgullosos de él.

Sin embargo, ellos lo veían como un ser molesto más que como alguien que mereciera respeto. Así que, en lugar de felicitarlo por cumplir las tareas que le mandaban hacer, ya sea vigilar el Edén o comprobar que la balanza universal mantenía su equilibrio, lo miraban con malos ojos y trataban de mantenerlo alejado de los asuntos importantes de los altos mandos. Ésto era especialmente porque no se fiaban de él y sus sospechas de que podría resultar alguien peligroso por tratarse de un ángel con pensamientos diferentes al de los demás.

Ésto último era cierto. Él a veces comentó en voz alta ante sus hermanos que Dios no podía ser alguien tan poderoso como todos pensaban. Que sólo se trataba de una entidad orgullosa que nunca estaba presente porque en el fondo era un ser cobarde que se las daba de rey. Y que sólo aprovechaba su fuerza para castigar cruelmente a la humanidad, imponer miedo sobre los débiles o para obligar a personas del mundo humano a hacer cosas horribles, señalando los episodios del arca de Noé y el de Abraham con su hijo Isaac como justificación de sus críticas. Incluso en una ocasión lo llegó a calificar como mal padre, pues el día en el que falleció el Mesías, hijo de la gran deidad, Dios podría haberlo salvado y sólo se quedó mirando cómo le arrebataban la vida a su mayor creación. Aparte de eso, envidiaba su poder y su trono. Y lo que más ansiaba era quitarlo del medio y ponerse él como nuevo Dios, de forma que todos le tendrían respeto y el podría eliminar los castigos atroces a la humanidad y a los demonios. Pero claro, ésto último no lo llegó a decir nunca en voz alta, pues eso equivaldría a un destierro automático. Por lo que se lo quedó para él. El resto de cosas sí las comentó con valentía, burlándose de la deidad que los gobernaba.

Los ángeles, escandalizados y hartos por sus incesantes palabras de odio hacia el gran Señor, le advirtieron de que si volvía a mencionar algo así una vez más, lo someterían a un juicio, donde se le arrebatarían sus poderes y posteriormente sería desterrado al inframundo. Además, le indicaron que Lucifer siguió ese mismo camino. Y que pasar por un castigo igual que el que sufrió ese traidor no era algo que desearan a nadie.

Ante las amenazas de éstos, Calazrael, asustado por imaginarse tal cosa, optó por guardar silencio y olvidarse de sus deseos de tocar en la banda celestial. No quería ser llevado a ese lugar hostil. Si quería seguir a salvo, debía de no incumplir ninguna norma del cielo.

Pero un día, le sucedió algo que ningún otro ángel llegó a experimentar en la vida. Y que tal cosa era un pecado considerado por Dios como horrible.

Una tarde, mientras este se encontraba sentado en medio del Edén, vio a alguien bañarse en el río. Claro está, él fue corriendo a detener a aquel que osaba entrar al paraíso, pues a ese lugar sólo podían pasar Adán, los serafines y el vigilante (o sea, él mismo).

Nada más llegar allí, sus ojos dieron de golpe con la persona que había irrumpido en el verde prado de la creación.

Se trataba de un exorcista hombre, esos ángeles oscuros que torturaban a los pecadores en el reino infernal. Estaba desnudo por completo y sus oscuras alas deslumbraban con los rayos del sol de la tarde. Sus cabellos eran negros y sus ojos de color rojo, similares a los de una serpiente. Su cuerpo aparentaba ser musculoso y sano, además de que se encontraba completamente mojado, acentuando aún más su atractivo.

Normalmente esa raza de ángeles en concreto eran mujeres. Pero parecía ser que había entrado al ejército recientemente un hombre. Y eso era muy extraño. Hasta ahora nunca había visto uno de género masculino. Pensaba que sólo las chicas podían ser exorcistas. Aparte de eso... ¿Qué hacía un exorcista en el Edén?

Tras echar un vistazo a la criatura alada, el corazón de Calazrael comenzó a latir con mucha fuerza. Y sus mejillas se sonrojaron. Por primera vez en su vida estaba experimentando el sentimiento del amor. Pero lo que más le alarmó respecto a esa sensación era que le estaba atrayendo alguien del mismo género. Y eso es algo que veían raro allí los ángeles, pues todos apoyaban la unión del hombre y de la mujer para la posterior creación de la vida.

En esos momentos, el exorcista pareció darse cuenta de que lo observaban. Entonces se giró al ángel y lo miró con una ligera sonrisa. No pareció sentirse molesto de que lo estuviera espiando en pleno baño íntimo. Es más, resultó satisfacerle que lo viera desde lejos.

El ser misterioso se acercó y se presentó. Le dijo que su nombre era Squilliafel. Y que era el hijo de una exorcista. Recientemente había entrado en el ejercito de su madre. Pero le confesó que no estaba a favor del tema de matar demonios, pues derramar sangre no era la solución hacia tanta maldad en el infierno. Y la redención podría ser la mejor opción para no recurrir a medidas tan extremas como las que estaba llevando a cabo el cielo.

Esa idea fue suficiente para que Calazrael, algo inseguro por ser tentado en un principio, se quedara fascinado de que hubiera alguien más que pensara como él. Creyó que era el único ángel que opinaba así. Pero milagrosamente, y nunca mejor dicho, había alguien más.

También el joven guerrero le explicó que había entrado al Edén sin permiso porque se había escondido de los demás ángeles. Todos lo veían como un bicho raro, en palabras suyas. Y que nadie lo quería. Con sólo decir eso, Calazrael, que ya lo habían estado tratando mal los suyos desde hace años, se identificó con el muchacho. Y fue entonces cuando entre ambos se encendió la chispa de la amistad.

A partir de ese día, ambos seres de luz quedaban en el mismo lugar para verse. No le contaron a nadie sobre lo que estaban haciendo, pues muchos creerían que estaban cometiendo actos impuros. Aparte de que los ángeles y los exorcistas no podían conversar entre ellos.

Durante sus quedadas, hablaron sobre un posible levantamiento que podrían hacer para derrocar a Dios. Ambos estuvieron de acuerdo en ello. Y conforme iban conociéndose más, iban planeando lo que podrían hacer para conseguir tal difícil objetivo.

Poco a poco, la relación de los dos ángeles comenzó a volverse más y más sentimental con el paso del tiempo. Y al final, terminaron volviéndose amantes, pasando de ser amigos a una pareja perdidamente enamorada el uno del otro. Y eso era un pecado muy grave para los ojos de los ángeles del cielo. Una infracción blasfema e intolerable.

Fue entonces cuando una noche tuvieron relaciones sexuales en los campos sagrados del Edén, justo debajo del manzano donde Lucifer tentó a Eva. Y eso fue algo que mantuvieron en secreto, evitando que alguien sospechara de ellos.

Sin embargo, la armonía que estaba viviendo el joven Calazrael durante esos días de amor y felicidad duró muy poco...

Cierta noche, cuando este se encontraba en los campos del Edén, esperando a su amante como cada velada, iban a cumplir con la operación de derrocar al todopoderoso. Squilliafel acudiría con un grupo de exorcistas allí y se uniría con él para levantarse contra los del cielo. Por desgracia, nada de eso pasó.

De repente, una orda de ángeles y arcángeles con armadura, encabezados por el propio Squilliafel, asaltaron al sorprendido Calazrael en medio de su espera. Sin remordimiento alguno y así sin más, lo ataron con unas cadenas del cuello y de pies y manos, lo golpearon y le arrancaron parte de sus cabellos dorados, dejándolo moribundo. Posteriormente lo arrastraron hacia el parlamento del cielo, llevándolo a donde enjuiciaban a los que incumplían las normas del reino.

El pobre Calazrael, sin comprender nada, miró a su supuesto amante y le preguntó qué estaba pasando, que a qué venía todo eso. Este le gritó furioso y con lágrimas que había abusado de él en el sagrado Edén, aprovechándose de su cortesía como buen amigo. Que lo había obligado a tener relaciones sexuales para apagar sus deseos carnales viles y blasfemos. Y que lo mantuvo bajo amenaza durante todo ese tiempo para que no dijera nada. Pero que por fin, harto de estar asustado, rompió el silencio y se lo contó a los ángeles, mostrándoles una visión de una escena en la que lo estaba (supuestamente), violando, en señal de prueba contra el acusado. Además de eso, dijo que trató de persuadirlo para levantarse contra Dios y así arrebatarle el trono, un acto que podría haber iniciado otra guerra y que habría metido al paraíso en problemas.

Ante sus acusaciones, todas ellas falsas (salvo la de la rebelión), Calazrael, con el corazón roto, le gritó que eso no era cierto. Y que durante todo ese tiempo sólo había jugado con sus sentimientos para después poder echarlo de su puesto como vigilante en el cielo. Pero sus palabras fueron oídos sordos tanto para el exorcista que creyó querer como para los serafines allí presentes, quienes lo señalaron como monstruo malnacido y que no merecía ser un ángel.

Tras el juicio, la serafín mayor, Sera, le arrebató la aureola que le daba sus poderes celestiales. Y después, Squilliafel, con una lanza angelical, le cortó las alas a este de un zarpazo, causando que chillara de dolor y que se desangrara dolorido en el suelo.

Una vez le hubieron arrebatado lo que le hacía ser una criatura de luz, lo arrojaron al infierno a través de un oscuro vórtice que abrieron para transportarlo hasta allí. Cayó desde lo más alto del cielo. Y de ese modo que sufriera dolor tras chocar con el oscuro suelo del mundo de abajo.

Mientras descendía en picado hacia la dimensión de las tinieblas, sangrando y llorando, Calazrael se dio cuenta de que lo habían engañado. Ese exorcista sólo jugó con sus sentimientos para que después lo echaran del cielo. Y que todo eso que vivió en el Edén sólo fue un engaño amoroso para que cometiera el pecado de la lujuria, uno de los más horribles que cualquier ser vivo podía cometer.

Tras llegar al infierno, herido y desorientado, le comenzaron a salir colmillos y cola de demonio, transformándose así en un súcubo, un ser del mal que sometía a las almas en pena y a los humanos al deseo carnal. Lo que significaba que no podía enamorarse. Que sólo estaba destinado a satisfacer el deseo de otros pecadores.

Desolado, el ahora ángel caído, triste de que ya no pudiera regresar de nuevo a su hogar, caminó desorientado por las calles del infierno marino, en busca de alguien que lo pudiera ayudar, mientras se desangraba por las heridas que le habían causado los propios suyos de allí arriba.

Durante sus primeros días en su nuevo hogar, logró amoldarse a la nueva vida que estaba obligado a tener, logrando evitar a demonios asesinos y consiguiendo hacerse de respetar con su astucia y fuerza. Sin embargo, dio la casualidad de que un día se topó con Don Cangrejo, un overlord que dirigía un restaurante de comida rápida al borde de la quiebra.

Cuando lo conoció, en un bar de mala muerte, el crustáceo pudo darse cuenta de que el muchacho se trataba de un ser desterrado del cielo, dado a las dos marcadas cicatrices de su espalda, donde antes estaban sus alas, además de que todavía seguía llevando la cadena de oro del paraíso en el cuello. Y con la única intención, supuestamente, de ayudarle, le propuso trabajar para él como cajero en su local. Y que si aceptaba, no le faltaría nada. Le pagaría bien.

Ante su propuesta, Calazrael, al estar en una situación económica muy pobre, por miedo a seguir siendo alguien insignificante que dormía por las calles y que era acechado por asesinos, al final aceptó la propuesta del viejo señor. Sin embargo, este le comentó que para unirse a él debía de firmar un contrato. Y eso hizo.

Como en el caso de Belcebú Esponja, eso sólo fue una trampa para quedarse con su alma. Se aprovechó de los pocos conocimientos que tenía el ángel sobre la magia negra en el inframundo para hacerse con él. Pero el pacto no le dañó la mente, pues Calazrael, pese a que lo despojaron de sus poderes celestiales, seguía teniendo su fortaleza angelical oculta en su interior. Por lo que tras firmar ese papel dorado, no sufrió ningún daño ni perdió la cordura. Es más, casi ni se dio cuenta del aura oscura que desprendía el pergamino.

Una vez Don Cangrejo logró convertirlo en su servil, lo mantuvo trabajando como cajero a altas horas de la noche. Y no sólo eso. Aprovechando que era un súcubo con la habilidad de trasformarse en mujer, lo sometió al negocio de la prostitución, ya sea para clientes que buscaban una noche de pasión o para hacer danzas eróticas en el restaurante. Tales cosas lo hicieron saltar a la fama, convirtiéndolo en un actor porno, cuyas películas tuvieron unos beneficios millonarios. En ésto último Calazrael sintió un poco de satisfacción, pues siempre quiso ser una estrella. Pero jamás pensó que conseguiría fama al precio de acostarse con hombres en vivo y en directo, mientras lo filmaba un camarógrafo cachondo.

El jefe no podía estar más que contento. Los billetes verdes le llovían por todos lados. Y la gente no hacía más que entrar en cola a su restaurante no solo para comer satiburguers, sino también para contemplar a su divo. El negocio estaba viento en popa. Hacía años que no tenía una racha tan buena como esa. Tales mejoras le ayudarían a regresar a los viejos tiempos, cuando todavía era considerado un demonio de alto poder.

Más tarde, no mucho tiempo después, se unió a la tripulación Belcebú Esponja, cuya cordura se rompió tras firmar el contrato con Don Cangrejo al no tener una fortaleza demasiado fuerte como para resistir a la magia negra de un pacto. Su llegada amargó aún más la vida del pobre ángel caído, pues ese pequeño endemoniado no hacía más que molestarlo y acosarlo cada dos por tres. Y su presencia era inaguantable. Más mala suerte tuvo de que más adelante se fuera a vivir al mismo vecindario que el suyo, en donde logró adquirir una casa decente donde dormir. Se convirtió en su mayor acosador. Incluso a veces se traía a su mejor amigo Patdiablo, el otro vecino del residencial, para hacer la situación más entretenida.

Estaba claro que se había ganado el castigo que los ángeles pretendían por haber incumplido las normas del cielo: abusaron de él sin su consentimiento, lo maltrataron, lo obligaron a tener relaciones y la gente lo señalaba como perdedor al tratarse de alguien cuyo talento sólo era ser prostituta y dejarse ser tocado. Él ya sabía que lo estaba pagando por todo cuanto hizo allí arriba. Pero le daba coraje que su marcha sólo se había tratado de un error, de una mentira. Para empezar Squilliafel lo engañó. Y gracias a eso ahora estaba allí. Si no fuera por eso que sucedió, todavía seguiría en el cielo con los demás y viviendo bien.

Deseaba por todos los medios regresar a casa. Por eso tuvo la pequeña suerte de conocer a Mindy Morningstar, hija del rey del anillo marino infernal. Ella pretendía iniciar un proyecto de redención a los pecadores, de tal forma que pudieran ir al cielo los pobres desdichados que caían allí abajo. Es por eso que aceptó su propuesta, convirtiéndose así en su primer cliente, dispuesto a lograr regresar de nuevo a su verdadera casa. Pero eso sí, no llegó a contarle a ella las verdaderas razones por las que quería ser perdonado en el cielo.

Sus intentos por cambiar a veces eran en vano, pues se había convertido en un adicto a las drogas, hacía mil masacres por el infierno para conquistar territorios (junto a su nueva amiga, Satina), y despreciaba a la gente sólo por haber sido dejado de lado por la sociedad, ya sea a causa de su destierro o por el desprecio de demonios y pecadores hacia su persona. Igualmente, trató de volver a ser bueno. Es sólo que era complicado. Ya que su yo santurrón del pasado ya lo dejó muy atrás.

Lo único de todo ésto es que sus fines tenían un trasfondo maligno. Pues cuando regresara de nuevo al cielo, si es que lo conseguía, tenía pensado cumplir con la venganza que estaba deseando cometer desde que llegó allí...

Matar a Squilliafel.

Pero para eso antes debía de recuperar sus alas. En su espalda sólo quedaba de ellas dos cicatrices bien acentuadas que marcaban justo el sitio en el que antes las tenía. Sin ellas no podía volar. Y le fue complicado adaptarse al nuevo equilibrio que tenía, pues sus viejas alas eran muy pesadas y se sentía raro sin ellas. Mindy, que conocía más o menos la naturaleza angelical, le explicó que si un ángel caído quería recuperar sus alas, tenía que pensar con todas sus fuerzas en un sentimiento desbordante, fuerte, profundo, como el amor, la amistad o el valor. Sin embargo, él no sabía qué le serviría eso, pues no estaba enamorado (o al menos eso pensaba), sólo tenía una única amiga y carecía de valor después del trauma que lo perseguía por el brutal castigo que le impuso el cielo y sus miedos hacia el crustáceo que lo tenía encadenado en un trato.

Así que su misión era difícil. No se iba a dar por vencido tan fácilmente. Quizás el matar a pecadores mortales en ese negocio serviría para que los ángeles vieran que estaba haciendo frente a las almas condenadas. Sin embargo, lo del asunto de sus alas y la búsqueda del amor lo tenía difícil. Ya que... ¿Quién podría enamorar a un súcubo?

*
Justo la noche en la que Calazrael fue desterrado, la purga anual acababa de terminar. Los ángeles exterminadores se habían retirado. Y los demonios regresaban a sus horarios habituales.

Cuando él abrió los ojos, sintió un dolor terrible en la cabeza y un punzante ardor en la espalda. Tenía mucho frío y veía borroso. Además, le vino un olor a azufre y a sangre fresca. Un aroma que jamás llegó a conocer hasta ese momento. Ya que en su mundo sólo conoció el dulce olor de las flores de los campos celestiales.

Angustiado, al estar tumbado boca arriba, pudo ver en lo alto del cielo color sangre del infierno el círculo blanco e iluminado que representaba su antiguo hogar. Desde ahí abajo se le hacía imponente. Y tuvo la sensación de que los que se encontraban allí arriba lo observaban con gesto de repugnancia y resignación. Ahora entendía la rivalidad de los demonios con los ángeles. Éstos últimos mostraban su superioridad de poder a los condenados que enviaban a ese agujero tenebroso de esa forma. Mientras ellos estaban en su torre de marfil, observando desde lejos cómo sufrían los del otro lado, los otros ardían bajo el fuego eterno, siendo castigados hasta la muerte.

Apenado porque lo hubieran echado de su casa y con el corazón roto, el ahora ángel caído se puso a llorar en silencio. Y tratando de incorporarse con algo de coste, por el dolor y la pérdida de sus alas, se puso a cantar una canción de lamento. Y su voz angelical se escuchó por los alrededores del abismo infernal.

👆 Por favor, darle play a la canción...

Calazrael:
Arrojarme abajo...
Dijisteis que mi forma de pensar no estaba permitida...
Tírame a las aguas más profundas para verme ahogarme...
Crees que sabes de lo que soy capaz...
No puedes contenerme porque me elevaré...
Limpiado y renacido, estoy forjado en las llamas...
Lo dejé todo atrás y nunca seré él mismo...
Un paseo por el camino de los que despreciamos...
Me hiciste un favor, porque ahora he abierto los ojos...

Conforme entonaba su lamento, relacionándolo todo con el menosprecio de los ángeles a su persona y el engaño amoroso de Squilliafel, caminó herido por las calles del infierno marino. Los demonios y pecadores que se cruzaban con él se paraban a mirarlo, pues hasta ahora no habían visto a ese personaje tan misterioso por los alrededores del pentagrama. Pero algunos lograron reconocer que se trataba de un ángel, pues sus vestimentas blancas, con la cruz de Jesucristo dibujada en el pecho, lo delataban. Así que varios o le gruñían como gatos rabiosos o huían de él, sin saber qué hacía allí una criatura celestial. Esos seres que mataban a los demonios sin piedad.

Al principio Calazrael tuvo miedo ante las reacciones de las personas de alrededor, además de que era la primera vez que veía a criaturas del mundo oscuro. Así que optó por esconderse en un callejón, sin ser capaz de retener la hemorragia de sus heridas, para así evitar a esas criaturas. Y pese a su tristeza y estar asustado, prosiguió con su apenado lamento.

Calazrael:
Volvería a caer...
Estrellándome contra el suelo, pero al menos la pesadilla termina...
Todo lo que siempre supe que era verdad...
No es real, así que prefiero pasar por este cambio...

Dolorido, se sienta en el suelo de un estrecho callejón, apoyándose en una pared que había junto a un contenedor de basura, donde habían arrojados varios cadáveres de la purga anual de aquella noche. Entonces, con lágrimas en los ojos, miró hacia arriba. Y en la poca visibilidad que había entre esos dos edificios en los que se encontraba situado, pudo ver en el cielo nuevamente el paraíso, tan imponente y hermoso.

En un principio se mostró apenado y melancólico, pues sabía que nunca podría volver a ese lugar. Pero entonces, recordó las mentiras de aquel exorcista y la desolación a la que lo llevaron los propios suyos. Fue entonces cuando, así de repente, lo poco que le quedaba de bondad angelical en su corazón se extinguió por completo. Y se encendió una nueva llama en su interior. Nació un nuevo sentimiento en lo más profundo de su alma celestial.

El fuego de la venganza.

Dejó de llorar. Y pasó de estar triste a sentirse enfadado. Frunció el ceño. Y clavando su vista en la esfera plateada, donde antes él formaba parte del reino de los santurrones, entonó otra cosa diferente. Su deseo de acabar con los que le hirieron y que no descansaría hasta que ese condenado ex amante suyo pagara las consecuencias de sus actos.

Calazrael:
Un ángel caído, pero no tengo miedo...
Sé dónde está el verdadero infierno...
Usando el cielo como título para disfrazar...
Todo el mal que reside en mi interior...
Así que volvería a caer...
Volvería a caer...

Y así fue como este condenado, dejado de lado por su sociedad, se convirtió en un demonio.

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