•There's an itch under my skin
HyungWon se tapó la cara con las sábanas cuando Agnes abrió las cortinas de par en par.
—Es casi mediodía —dijo la mujer— creí que ibas a aprovechar el sol. Afuera hace un día hermoso, no puedes quedarte en la cama hasta la tarde, cariño.
HyungWon gruñó y se sentó, restregándose los ojos.
—Me mato trabajando en la semana —se quejó—. Creo que no le haría daño a nadie si decido dormir hasta el lunes.
La mujer sacudió la ropa que HyungWon se había quitado en la madrugada y luego las dobló cuidadosamente para terminar poniéndola en el canasto de la lavandería.
—¿Te divertiste anoche, cariño? ¿Quién vino? ¿MinHyuk o Kihyun?
HyungWon frunció los labios, algo avergonzado. La 'visita' de Hoseok se había extendido hasta altas horas de la madrugada.
—Solo vino a visitarme otro amigo.
La mujer alzó las cejas y lo miró. Agnes conocía todos sus secretos. O casi todos.
—Oye, no me mires así. ¿Acaso no puedo tener amigos?
La mujer agarró el canasto y lo afirmó sobre la cadera.
—¿Acaso dije algo? No seas tan paranoico, cariño. Sabes que la discreción es parte de mi trabajo.
HyungWon resopló molesto.
—No sé de qué discreción me hablas. Yo solo comenté que un amigo había venido a verme. Es tu cabecita la que está inventando cosas. Siempre haces lo mismo.
La mujer se echó a reír.
—Y tú siempre exageras todo. Vamos, arriba. Toma un baño mientras te preparo el desayuno.
HyungWon asintió y luego volvió a recostarse. No tenía planes para salir, pero un poco de aire fresco tampoco lo mataría. Salió de la cama y se metió en el baño. Su aspecto era terrible. Debería dejar de beber vino por la noche. Pronto su mente divagó hacia la noche anterior y sin querer se encontró sonriendo. Hoseok había sido una sorpresa. Una muy agradable. El hombre era inteligente y de mente despierta. Si bien al principio el encuentro había sido algo incómodo, luego ambos fueron relajándose a medida que pasaban las horas. Había descubierto que tenían bastante cosas en común y eso le agradó.
—¿Puedo intentarlo? —le había preguntado Hoseok mirando el piano.
—Por supuesto —dijo moviéndose apenas en la banqueta para que el hombre pudiera moverse con más comodidad.
HyungWon miraba discretamente cómo Hoseok se frotaba las manos antes de apoyarlas en las teclas. Eran unas manos muy varoniles, grandes y fuertes. Las uñas prolijamente cuidadas. Un pequeño estremecimiento le recorrió la espalda al recordar esas manos sobre su cuerpo. Había sido un encuentro corto, pero intenso. Los días que habían seguido a esa noche, su mente había viajado varias veces a ese momento permitiéndose rememorar esos toques expertos e intensos. Hoseok debía ser un amante experimentado. Varias veces se reprendió en secreto por no haber continuado con el encuentro o el no haber permitido que sus verdaderos deseos salieran a la superficie.
Hoseok estaba tocando una pieza clásica cuando el teléfono de HyungWon sonó. Este se disculpó y salió dejando la puerta entreabierta.
—Si... Por supuesto. Puede enviarla a mi taller. Museo Nacional Gyeongju...
Hoseok sonrió. Ahora sabía dónde trabajaba el hermoso HyungWon. Este regresó pocos minutos después y volvió a tomar asiento a su lado.
—Tocas muy bien —lo halagó con una sonrisa que hizo que todos los instintos primitivos de Hoseok se activaran vergonzosamente. Le sonrió de vuelta, pero volviendo rápidamente a mirar las teclas.
—No soy tú —se excusó—, pero hay algo en el piano que me relaja...
HyungWon pudo entender lo que Hoseok sentía. A veces, cuando estaba muy enojado o simplemente cansado, tocar el piano le regalaba una extraña sensación de alivio. Solo tenía que dejar correr las manos por las teclas para que todas sus preocupaciones se esfumaran por un rato.
—Lo sé —dijo juntando las manos en su regazo— suelo tocar cuando necesito escaparme de la rutina...
Hoseok asintió y entonces se aventuró a mirarlo.
—La rutina puede ser asfixiante. ¿Qué haces para relajarte, aparte de tocar el piano?
HyungWon soltó un suspiro exagerado y apoyó un brazo en el piano para luego recostar su cabeza en él.
—No tengo una vida muy emocionante —dijo con pesar—. Antes solía escaparme de la ciudad e ir a nadar.
Hoseok giró apenas su cuerpo para mirarlo de frente.
—¿Y ahora? ¿Por qué dejaste de hacerlo?
—No tengo el tiempo... ni las ganas. Han pasado muchas cosas y supongo que relegué mi comodidad. ¿Y tú? ¿Cómo te diviertes?
Hoseok se tomó unos segundos para responder.
—Voy al gimnasio —dijo encogiéndose de hombros—. Es una buena forma de quitar tensiones.
HyungWon sonrió.
—En eso deberé confiar en ti. Nunca me gustó hacer ejercicios. Te podrás dar cuenta de eso.
Hoseok apretó los labios y sonrió. No podía decirle que pensaba que era perfecto así como estaba. El cuerpo de HyungWon era largo y delgado, pero fibroso y hermoso. De líneas elegantes y porte digno. Era un hombre espectacular.
—Te ves muy bien —dijo—, y también pienso que deberías retomar la natación si eso te hace feliz.
HyungWon apartó la mirada y sus labios formaron un puchero inconsciente. Hoseok se aventuró a ir un poco más allá y apoyó una mano en la espalda del alto.
—¿Dije algo malo? —preguntó dudando si había tocado un terreno sensible con su pregunta.
—¿Qué es la felicidad para ti, Hoseok?
La pregunta lo tomó desprevenido y no supo qué responder. Tampoco podía decir mucho sobre eso.
—Yo... no lo sé realmente. Supongo que la felicidad está hecha de momentos. No lo veo como un sentimiento perpetuo. Hay momentos donde uno es feliz y otros donde no.
HyungWon movió la cabeza en señal de que estaba de acuerdo con sus palabras.
—Supongo que de eso se trata todo, ¿no? Intentar disfrutar esos momentos únicos...
HyungWon pensaba en la charla que había tenido la noche anterior que no se percató de que su celular estaba sonando.
—Min, hola...
—¿Estás libre? Almorcemos y luego acompáñame a ver algunas cosas que necesito comprar. Tengo un cliente que por alguna extraña razón, quiere todo en tonos verdes. Es raro. ¿No crees?
—No me hables a mí de rarezas. Pasaré por ti en media hora.
Si HyungWon pensaba que su trabajo en el taller era extenuante no quiso imaginar cómo sería ser MinHyuk por un día. Hacía ya casi tres horas que estaban dando vueltas por distintas casas de decoración buscando piezas para el nuevo cliente de su amigo.
—Estoy muriendo de hambre —anunció luego de negarse a entrar a otro local más—. ¿Podemos seguir luego? Es mi día libre y ya estoy deseando volver al taller. ¿Cómo lo haces?
Min apartó la mirada de la vidriera y resopló.
—Dinero. Mis clientes pagan muy bien y tengo que darle la vida de rey que mi esposo merece.
HyungWon soltó a reírse.
—Tu marido es uno de los productores más famosos que hay. No necesitas el dinero.
Caminaron hasta un pequeño restaurante que tenía unas lindas mesitas pintorescas en la vereda.
—Y también lo disfruto. Sabes que me gusta criticar y como no puedo hacerlo abiertamente con las personas, pues me meto con sus casas. Te horrorizaría ver lo criminal de algunas decoraciones. Ciertamente el dinero no puede tapar el mal gusto. Pero si ese dinero va a mi cuenta, haré de tu hogar un palacio. ¿Y tú? ¿Cómo estás?
—Bien. Trato de no pensar mucho en lo que sucederá una vez que Donghae llegue.
Min ordenó una ensalada y HyungWon un poco de carne.
—No quiero ni imaginarme lo que debes estar pasando —le dijo su amigo— y de veras que me duele verte así.
HyungWon estaba decidido a dar el siguiente paso. Uno doloroso. Jamás hubiera pensado que todo iba a terminar después de diez años.
'Hay momentos donde uno es feliz y otros donde no...'
Las palabras de Hoseok habían sido simples pero certeras.
—¿Hace cuánto tiempo que no eres feliz, Wonnie? —se preguntó.
—Supongo que la felicidad tiene fecha de caducidad —dijo más para sí mismo que para que lo oyeran.
—Wow, eso es... triste. Pero tienes razón. Y aún eres joven...
HyungWon alzó las cejas.
—No pienso volver a casarme.
Su amigo revoleó los ojos.
—Nadie dijo eso. Pero tampoco vas a pretender hacer votos de castidad indefinidamente. Escucha, cariño, eres escandalosamente bello y rico. ¿Cuánto tiempo piensas que estarás soltero?
—Min, ni siquiera me divorcio aún y ya estás pensando en qué cama voy a despertar mañana. No funcionan así las cosas. Amo a DongHae...
—No estoy pensando en nada. Solo pienso que deberías ser un poco más aventurero.
La moza se acercó con sus platos y luego de que la muchacha se hubiera ido, siguieron con la charla.
—¿Aventurero? Min, soy restaurador de arte.
—Por eso mismo digo. Tu vida es fantástica, pero aburrida. Mírate, tu marido se fue del país y tú acá pasando el día libre conmigo y comiendo lechuga. No somos el par más divertido del mundo.
—Tú me llamaste —dijo ligeramente ofendido.
—Entonces dime, ¿qué planes tenías para hoy? Además de conversar con Agnes sobre las frutas de estación.
HyungWon frunció los labios.
—Podría estar durmiendo en este momento...
—Wow, de veras, ten cuidado que tanta adrenalina puede matarte. Necesitas divertirte. Ya sé —dijo golpeando la mesa con la mano— ¡saldremos esta noche!
HyungWon sacudió la cabeza.
—No, ni lo sueñes. Mañana tengo trabajo que hacer y no puedo desvelarme. Anoche bebí vino y hoy Agnes casi me golpea para despertarme.
—¿Bebiste vino? —preguntó intrigado el rubio—. Tú solo bebes cuando estás acompañado.
Tarde se arrepintió de haber hecho ese comentario. Su amigo lo podía leer como un libro. Y él era demasiado previsible.
—¿No puedo beber solo? ¿Acaso hay una regla que diga que solo puedo beber cuando estoy rodeado de gente? —dijo sin atreverse a mirar a su amigo a la cara.
—No la hay, pero tú eres, posiblemente, la persona más organizada que conozco. Sé dónde encontrarte cada hora del día... y además jamás bebes solo. Anda, suéltalo, sabes que no puedes mentirme.
HyungWon abrió la boca para replicarle, pero Min ya se había cruzado de brazos y sabía que no tenía otra opción que decirle la verdad. Porque además de previsible, era cobarde.
—Yo... bien —dijo en un suspiro— anoche vino Hoseok por su billetera...
Min apretó los labios para no echarse a reír.
—...y antes de que tu cabecita empiece a divagar, te diré que no pasó nada.
—Por ahora —replicó su amigo.
—No sigas. Él pasó a buscar sus cosas.
—Ajam... —Min pinchó un poco de su ensalada y se la llevó a la boca— ¿y entonces?
HyungWon pestañeó desorientado.
—¿Entonces qué?
—¿Qué más? No creo que lo hayas recibido con la copa en la mano. ¿O sí?
HyungWon miró a ambos lados antes de pegarle con la servilleta de tela.
—¿Cómo crees? Tú de veras piensas que ando con un cartel de oferta en el cuello.
Min rio divertido.
—Oye, se consiguen buenas cosas de oferta. Bien, ¿luego qué sucedió?
—Nada... Conversamos...
—En serio, la diversión va a acabar contigo uno de estos días.
—¿Qué quieres escuchar? ¿Que me empaló furiosamente sobre el piano?
Min se llevó una mano al corazón y se abanicó con la otra.
—Eso hubiera sido un buen agradecimiento por haberle devuelto sus cosas.
—Eres imposible.
—Tú eres el que mete cosas en mi cabeza. Ahora no dejaré de pensar en esa imagen. ¿Están caros los pianos? Podría poner uno en mi sala.
—Vaya pervertido eres.
—¿Le preguntaste por los mensajes que DongHae le mandó?
HyungWon se removió incómodo.
—No. No me animé a hacerlo. Solo hablamos de cosas triviales.
—¿Volverás a verlo?
HyungWon chasqueó la lengua.
—Por supuesto que no, Min. Además tengo la cabeza en otra parte. DongHae no llamó aún...
Min torció el gesto a uno de desagrado.
—Me exasperan este tipo de situaciones. Es un idiota.
—Quizás está ocupado, pero no le costaba nada avisar que llegó vivito y coleando. En fin, los papeles ya están en marcha. Supongo que deberé hablarlo también con mis padres.
HyungWon no quería ni pensar en la conversación que debería tener con sus padres. Se pellizcó el puente de la nariz y suspiró, cansado.
—Sigamos viendo muebles —propuso entonces pasándole la tarjeta de crédito a la moza— de paso veré si hay algo que me interese…
𝙷𝚎𝚕𝚕𝚘, 𝚜𝚝𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎𝚛
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