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•There's a hunger in my heart

Hoseok se despertó con un poco de dolor de cabeza. Se incorporó agarrándose las sienes y tanteó la mesita de noche buscando su reloj.

—Diablos, ¿dónde están los analgésicos? —masculló resignado para empezar a salir de la cama. Rebuscó en los cajones, pero todos los blister de analgésicos y otros medicamentos estaban vacíos—. ¿Pero qué hizo esta idiota con las pastillas?

Se levantó de la cama y se metió bajo la ducha. Su ex novia no había dado señales de vida y su cuenta bancaria aún seguía vacía. Por lo visto, la estafadora esa no pensaba devolverle su dinero, así que iba a tener que presionar en la conciliación. Sabía que tenía todas las de ganar. Por otro lado, su ánimo no estaba tan decaído. Había podido pasar más tiempo con HyungWon y ahora estaba más que decidido a buscarlo. No recordaba haberse sentido así antes por nadie. Ni siquiera por Jin Ah. Por momentos lo consumía la ansiedad por querer escribirle. ¿Pero qué iba a decirle? ¿Con qué excusa? Sí, habían compartido unas horas y había sido, al menos para él, una delicia. Hubiera querido recorrer con sus labios esa piel suave y dorada, aspirar ese perfume que lo había hecho casi enloquecer y probar esa boca que era una obra de arte como las que curaba en su museo. HyungWon todo era un pieza que no se iba a cansar de admirar.

Su teléfono vibró en su mano y suspiró, perdido en sus pensamientos.

—Hoseok, tienes trabajo para esta noche —dijo su 'jefa'—. Parece que estás de suerte esta semana. Tienes tres clientes.

Hoseok frunció el ceño.

—¿Hoy?

—Uno hoy y dos para mañana. La cita de hoy, el señor Yokohama, es un cliente de alto perfil, así que sólo ha dado detalles del lugar al que debes ir. ¿Tienes smoking o algo fastuoso? Brillo, hombreras...

—No, no soy corista de Las Vegas. Oye, dime que no es una fiesta de disfraces —se quejó dispuesto a rechazar la oferta— la otra noche la loca esa me hizo disfrazar de gato. Y desde ya te voy diciendo que no pienso...

—Hey, hey, más despacio galán. Es una fiesta de algo relacionado con la moda. Busca un traje llamativo. La agencia paga.

—Bien, alquilaré uno. Mándame los detalles y envía a Marco por mí.

Cortó la comunicación y marcó el teléfono de su ex. Jin Ah fingió alegría al oír su voz.

—Oye, cariño. ¿Has recapacitado acerca de la demanda? Quiero verte, iré a casa...

—Solo llamaba para recordarte que la conciliación es la semana que viene. Aún estás a tiempo para devolverme el dinero.

No esperó por la respuesta y colgó. Luego caminó hasta la zona comercial y rentó un traje que le pareció lo bastante llamativo para una fiesta de esas características. Cuando bajó de su apartamento dos horas después, lucía radiante y con ganas de no salir por un mes. Odiaba las fiestas elegantes aunque era una variante a tener que acostarse con los clientes. Había empezado en el mundo de los acompañantes cuando tenía veinticinco años y había sido por casualidad. Su apariencia llamaba la atención y una vez, una compañera de su antiguo trabajo le había propuesto que lo acompañara a una fiesta en un hotel. Se ofreció a pagarle, pero él no quiso aceptarlo porque creía que lo estaba haciendo como un favor. Pero luego de esa noche y al ver todas las propuestas que recibió de desconocidos, pensó que no tenía nada de malo coquetear y ganar dinero al mismo tiempo. Era bueno seduciendo. Lo del sexo llegó poco tiempo después. Un joven sueco requirió sus servicios una noche para asistir a una fiesta en un yate. El chico era sumamente atractivo y muy agradable. El champagne corría como agua en la fiesta y pronto estaban compartiendo algunos besos y toqueteos en uno de los camarotes. Se llamaba Björn y gracias a él, empezó a incluir el sexo en algunos de sus tratos de una noche. Ahora cada vez que Björn viajaba a Corea lo llamaba para pasar la noche juntos y rememorar los viejos tiempos.

—Estás algo callado esta noche, ¿está todo bien? —la voz de Marco lo arrancó de sus cavilaciones y asintió, soltando un largo suspiro.

—Peleé con Jin Ah de nuevo —dijo mirando por la ventanilla.

—Te he dicho mil veces que te alejaras de esa chica, no es buena para ti.

Hoseok asintió de acuerdo con lo que le decía su amigo.

—Lo sé, es el poder que tienen las caras bonitas.

Marco rio divertido y encendió la radio.

—Deberías buscarte a alguien que te haga dejar esto —dijo el hombre— ¿no te gustaría estar abrazando a esa persona mientras disfrutan de una noche tranquila?

Hoseok se imaginó sentado en un gran sofá con HyungWon entre sus piernas, abrazados y sin nada más que el ruido del fuego en la chimenea. Quizás estaba soñando demasiado alto. HyungWon era un hombre casado y aunque sabía que su marido era un idiota, así eran las cosas.

—Ya no sé ni lo que quiero. Por lo pronto espero que esta noche sea corta y así poder ir a casa a dormir.

Marco lo dejó frente a la entrada del hotel donde se realizaría la fiesta de gala y antes de entrar, Hoseok se infundió ánimos para soportar una jornada que esperaba, no se estirara tanto.

Barrió la recepción con la mirada hasta que vio que un hombre caminaba hacia él. Hubiera querido no encontrarlo atractivo, pero podía reconocer la belleza masculina y ese hombre era un hermoso ejemplar.

—¿Wonho? —el hombre se adelantó con la mano estirada y Hoseok no dudó en estrechársela a la vez que sonreía cuidando de mostrar sus lindos y parejos dientes.

—Así es. Supongo que usted es el señor Yokohama.

El hombre sonrió y ambos empezaron a caminar hasta el salón donde la fiesta tendría lugar. Ya había algunas personas y se levantaba un alegre murmullo del gentío. El señor Yokohama le explicó que había decidido contratar sus servicios porque las fiestas que organizaba su empresa eran demasiado aburridas y él aún estaba soltero y ninguno de sus amigos había querido acompañarlo.

Hoseok se alegró al escuchar esto pues significaba que el hombre no lo había llamado para tener sexo.

—Entiendo —dijo caminando hacia la barra—, suele suceder, no se preocupe. ¿Qué toma?

—Sin tantas formalidades, por favor. Me resulta algo impersonal, por favor dime...

—¿Ryusei?

El hombre se giró al escuchar su nombre y Hoseok también lo hizo. Aunque deseó no haberlo hecho. Maldijo a todos los dioses y santos que logró recordar y tuvo un instante de pánico.

—¿Kihyun? —su cliente se apresuró a estrechar en un abrazo efusivo al desconocido mientras Hoseok no podía despegar los ojos del otro par de ojos que lo miraba sorprendido.

Ahí estaba HyungWon, luciendo imposiblemente hermoso y mortalmente incómodo.

—Oh, lo siento, a veces se me olvidan los modales —dijo su cliente apoyándole una mano en la parte baja de la espalda— les presento a Wonho. Él es... mi cita.

Kihyun ladeó la cabeza y frunció el ceño, pero luego esbozó una sonrisa y le estrechó la mano.

—Oh, es un placer. Mi nombre es Kihyun y él es HyungWon, uno de mis mejores amigos.

HyungWon se recompuso rápidamente y les estrechó la mano sonriendo.

—Es un placer…

HyungWon estaba terminando de acomodar unas carpetas que necesitaba revisar cuando Kihyun entró como un vendaval de primavera al taller que compartían en el museo.

—Tienes que salvarme —soltó su amigo para luego desplomarse en una de las sillas.

HyungWon se acomodó los lentes y lo miró.

—¿Es algo ilegal? —preguntó en tono de burla.

Kihyun chasqueó la lengua y resopló molesto.

—Esto de tener un marido incapacitado es una tortura.

—Pobre HyunWoo —replicó riendo— no seas así, ahora dime en qué puedo ayudarte.

Kihyun lo miró unos segundos y se encogió de hombros.

—Tengo una fiesta y por obvias razones, mi media naranja no puede acompañarme. Juro que cuando se recupere voy a romperle las dos piernas para que no vuelva a subirse a esa maldita moto.

—¿Una fiesta? ¿De qué tipo de fiesta hablamos?

—Es un cóctel no tan cóctel. No sé, la organiza la firma de mi primo. Y me pidió que fuera bajo amenaza de muerte —HyungWon rodó los ojos— así que debo ir. ¿Harías de HyunWoo solo por esta noche?

Su amigo juntó las manos suplicándole y HyungWon terminó aceptando porque, bueno, no tenía otro plan y quizás debía empezar a hacerle caso a Min y salir a divertirse un poco.

—Bien, pero si intentas besarme, te cobraré. Y no será barato.

Kihyun soltó una carcajada y se abalanzó para besarle las mejillas.

—Hey, esto no era parte del trato —dijo intentando zafarse del ataque repentino de amor de su compañero—. ¿Código de vestimenta?

Kihyun revisó su celular buscando la invitación y se lo pasó a HyungWon que luego de leerla lo miró por encima de los lentes.

—¿Elegante extravagante? ¿Qué demonios se supone que sea eso?

—No sé, alta costura y esas cosas... Aish, tienes ropa de sobra y además con ese cuerpo cualquier cosa que te tires encima te quedará bien. Ah, por cierto, te odio por eso.

HyungWon sacudió la cabeza resignado y se puso a terminar el trabajo pendiente. Antes de partir para su casa, Kihyun le dijo que pasaría a buscarlo alrededor de las ocho de la noche, que no necesitaba llevar su auto.

Cuando llegó a su casa, pasó directamente a su habitación para revisar lo que se pondría para la fiesta.

'Elegante extravagante' —murmuró mirando la ropa y separando prendas aquí y allá. Sus ojos cayeron entonces en el estupendo traje blanco que había usado cuando se casó. Era un hermoso traje de dos piezas hecho a medida, regalo de sus abuelos. Se le hizo un nudo en la garganta cuando pasó los dedos por la tela suave. Cerró los ojos intentando no echarse a llorar. Recordó el día en que se unió a su marido y lo invadió la tristeza. ¿Qué les había pasado? Volvió a colgar el traje en el perchero y decidió no amargarse por cosas que ya no tenían solución. Iba a divertirse en esa fiesta.

El pantalón negro entallado en la cintura resaltaba sus largas piernas y la parte de arriba, transparente con la espalda larga en frac de encaje rojo sangre aún le quedaba bien a su figura. Se giró para mirarse de todos los ángulos y asintió satisfecho. Puso esmero en el maquillaje porque era la primera vez que salía sin su marido y quería verse bien. Más por vanidad que por otra cosa. Su cabello espeso y brillante enmarcaba su cara y decidió ponerse un poco de color en los labios. Se puso un poco de perfume, agarró su celular y su tarjeta que puso en un sobre de cuero y salió cuando recibió el mensaje de Kihyun avisándole que estaba afuera esperándolo.

—¡Wow! Ya quisiera yo medir cinco metros para lucir ese pantalón, dime, ¿cómo me veo? —HyungWon lo evaluó con ojo crítico y levantó ambos pulgares ante la acertada elección de vestuario de su amigo. Vestía una camisa de seda color petróleo con un lazo en el cuello y un chaleco bordado con motivos dorados. Había podido domar esa cabellera castaña de manera que ahora lucía prolija a fuerza de fijador y pequeñas hebillas invisibles.

—Te ves genial, de hecho esa camisa es estupenda. Deberás prestármela.

Kihyun asintió.

—Es tuya si la quieres, la compré de último momento porque según mi marido mi ropa es apta para oficiar funerales, pero no para ir a fiestas. En fin, vamos...

La entrada del hotel ya estaba a punto de ebullición y HyungWon se maravilló con la fastuosidad de las prendas que había elegido la gente. Todo parecía salido de alguna pasarela de Alexander McQueen. Pronto se vio sonriendo mientras caminaba entre los invitados que también lo miraban admirados. Muchos se acercaron a preguntarle para qué firma modelaba e incluso había recibido algunas propuestas para la pasarela.

—Vaya —decía Kihyun a su lado— esto es más loco de lo que esperaba. Pero se ve divertido, ¿no?  Vamos a buscar algo de tomar, si ves a mi primo avísame...

HyungWon asintió vagamente perdido en las luces del salón cuando su amigo lo jaló por el brazo suavemente, llamando su atención.

—¿Ryusei?

HyungWon se despabiló y volteó a mirar a la persona que su amigo acababa de saludar y se quedó congelado en su sitio.

Al lado del hombre que su amigo estaba saludando estaba Hoseok. Que estaba tan sorprendido como él a juzgar por cómo sus ojos centellearon.

Quiso sonreír, hacer algo pero parecía que la gravedad estaba haciendo horas extras y ahora estaba pegado al piso.

—Oh, lo siento —el amigo de Kihyun hizo una inclinación de cabeza— a veces se me olvidan los modales— les presento a Wonho. Él es... mi cita.

'Mi cita'. Hoseok estaba 'trabajando'. Una sensación molesta y amarga anidó en su estómago y los recuerdos de aquella noche se agolparon con fuerza en su cabeza. Los besos fugaces en sus hombros, las manos grandes sobre sus muslos, su erección de caballo contra su trasero... Tragó con fuerza y parpadeó para luego estirar una mano al frente. Se obligó a sonreír. No podía volver a hacer el papelón de salir disparando hacia la salida como aquella noche. No podía seguir avalando la cobardía. Apretó ligeramente la mano fría del hombre que noches atrás había sido su regalo de 'reconciliación' y que no se había atrevido a desenvolver. Los dedos fríos contrarios se cerraron sobre los suyos.

—Es un placer...

Pero no lo era. Ya había olvidado lo que era el placer. 

𝙷𝚎𝚕𝚕𝚘, 𝚜𝚝𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎𝚛

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