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•The sky is crushing down

'Estás desvaneciéndote, solo’

♥︎

HyungWon miraba hacia la piscina a través de la pared de cristal de su apartamento. El día estaba un poco frío, pero el agua se veía calma. Se ajustó el suéter largo y tomó un sorbo de su té caliente.

—Llegaré tarde, no me esperes.

Apenas si se giró a mirar a su marido. Ya no era lo mismo. Habían sido un matrimonio perfecto años atrás. Pero ahora sólo eran dos desconocidos viviendo bajo el mismo techo. Y sí, dolía. Aún amaba a ese hombre. Habían estado juntos por espacio de diez años. Por supuesto que había cariño, pero ¿dónde había quedado el amor?

—¿No vendrás a cenar tampoco esta noche?

Su marido detuvo sus pasos y pudo ver como adoptaba una postura tensa.

—¿Acaso te importa si estoy o no?

La pregunta le molestó, pero no quería empezar una pelea. Ya no. Estaba cansado.

—Sólo te pregunté. No tienes que cenar conmigo si no lo deseas —dijo dejando la taza sobre la pequeña mesa a su lado y poniéndose de pie—. De todas maneras tengo mucho trabajo que hacer. Le diré a Agnes que te deje la comida preparada.

Y salió de la sala. Segundos después escuchó la puerta y la alarma. Y luego el auto. Se había ido. Apoyó la frente contra la puerta y suspiró. Quizás ya era demasiado tarde para salvar su matrimonio.

♥︎

—Terapia de parejas.

HyungWon miró la hermosa cara de su mejor amigo y levantó las cejas.

—¿Cómo dices? —preguntó sorbiendo su café.

—Que deberían intentar terapia de parejas. A mí me ayudó un tiempo…

—¿Un tiempo? Eso no es muy alentador.

Su amigo se sentó frente a él y colocó sobre la mesa una bandeja con algunos pasteles.

—¿Sabes lo que es vivir con un hombre que quiere tener sexo las 24 hs del día? Podría sonar como el sueño de cualquier mortal, pero amigo, déjame decirte que es un infierno. En algún momento hasta pensé en agarrar mis cosas e irme. Pero tú sabes cómo es Joo. Hizo dos pucheros y para cuando los ojitos se le estaban aguando yo ya estaba a sus pies de nuevo. El punto es que le dije que no podía seguir así. No podíamos estar como conejos todo el día… Y además estaba empezando a asquearme de la situación.

HyungWon frunció los labios. Sabía que sus amigos habían tenido problemas en su matrimonio y también sabía que sus situaciones distaban mucho de ser parecidas. Min y Joo se amaban. Con locura. Y él ya no podía decir lo mismo de su matrimonio.

—No es lo mismo. DongHae ni siquiera me toca. Hace meses.

Su amigo se llevó un gran trozo de pastel de chocolate a la boca y suspiró.

—Han estado muy estresados. Ambos. Y sé que tú no has sido el mismo desde la muerte de tu hermano.

HyungWon clavó la mirada en su taza roja.

—Lo sé. Pero a veces me siento tan solo. Quizás debería darme por vencido y dejarlo ir.

Min se inclinó hacia adelante y le tomó una mano entre las suyas.

—¿Es lo que quieres? ¿Lo que realmente quieres?

HyungWon se limpió una lágrima que amenazaba con salir.

—Por supuesto que no. Pero tampoco puedo atarlo a mí. Y no está feliz.

—Tú tampoco. Por eso creo que deberían darse una última oportunidad. Están juntos hace miles de años, creo que un pequeño esfuerzo vale la pena.

HyungWon lo pensó unos momentos. Y su amigo tenía razón. Una última oportunidad y si no resultaba entonces podría empezar a pensar en una vida separados.

—Tienes razón. Hablaré con él esta noche.

Su amigo sonrió triunfante y le palmeó la mano con cariño.

—Te daré el número de la doctora Hwang. Es la mejor.

Esa tarde, mientras se ponía su delantal para empezar a trabajar, pensó en todo lo que habían pasado juntos. Había conocido a DongHae en la universidad, a sus diecinueve años y se habían casado un año después. Nadie apostaba mucho a esa relación, pero contra todos los pronósticos, DongHae pudo forjarse un camino exitoso como abogado penalista y él tenía el trabajo de sus sueños. La suerte les había sonreído por varios años. Habían comprado una casa hermosa en uno de los lugares más exclusivos de Seúl y si no habían adoptado niños fue porque ambos estaban demasiado ocupados trabajando y amasando una fortuna que ahora, diez años después, les permitía moverse con libertad sin tener que preocuparse por el dinero. Viajaban cuando querían y su vida podía catalogarse como de lujo. No iba a mentir. Le gustaba comer en lugares exclusivos y vestir ropa de diseñador. Su vida anterior no había sido la más acomodada y, aunque jamás le había faltado nada, no se podía comparar a lo que podía hacer ahora.

Recogió su cabello en un rodete desordenado y agarró los pinceles que usaría. Luego acomodó las herramientas de trabajo y desenvolvió la pieza que debía tratar. Su trabajo requería mucha concentración y destreza. La obra en la que estaba trabajando era un cuadro del siglo XVII. Admiró el dibujo repasando mentalmente todos los lugares que debía restaurar. Era una hermosa pintura.

—¿Quieres un café? —preguntó su compañero entrando al taller con su delantal en la mano.

HyungWon le sonrió y aceptó gustoso el vaso descartable blanco. Su compañero se paró a su lado y miró el cuadro.

—Ah, ese barniz… —comentó inclinándose hacia adelante para mirar de cerca la pintura—. La superficie está muy oscurecida.

HyungWon asintió de acuerdo con su compañero.

—Me llevará toda la tarde, pero por suerte no es algo urgente —dijo apurando el café—. ¿Tú cómo estás? ¿HyunWoo se encuentra mejor?

Su compañero, un apuesto joven de cabello castaño y alborotado asintió en respuesta.

—Tiene que hacer reposo unos días. Pero eso le enseñará a que no puede andar como Evel Knievel* por la vida.

HyungWon soltó una pequeña carcajada. A decir verdad, su amigo tenía razón, pero no podía evitar sentir pena por HyunWoo.

—No seas tan duro con él, Ki. Es un buen hombre.

—Y un dolor en el trasero. Parece un niño de cinco años. Todo el día quejándose y lloriqueando. Cualquiera que lo viera pensaría que está en su lecho de muerte. ¡Los hombres son tan dramáticos!

HyungWon rio y luego de tirar el vaso al cesto de basura, se acomodó el cuello de su camisa borgoña y se calzó los guantes de trabajo.

—Ni que lo digas —dijo empezando a mezclar los químicos que usaría para remover la suciedad de la pieza.

Kihyun se puso el delantal y comenzó a sacar fotografías del cuadro.

—¿Cómo está DongHae? Oí que viajará a Londres el mes próximo.

–Así es. Tiene una asesoría con un cliente que no puede viajar aquí por problemas de salud.

—¿Se irá por mucho tiempo?

—No lo sé realmente, —dijo tomando un hisopo grande de un frasco y remojándolo en un líquido transparente. Luego comenzó a limpiar la pintura con cuidado— su trabajo es algo impredecible.

—Por supuesto —respondió su compañero. —En todo caso, sabes que puedes venir a casa y quedarte con nosotros si te sientes muy solo en ese palacio que tienes.

HyungWon le agradeció sin mirarlo y se dispusieron a trabajar en silencio por el resto de la jornada. A la hora del almuerzo, salieron ambos y HyungWon lo invitó a almorzar.

—Has estado un poco callado hoy —dijo Kihyun mirando la carta del restaurante—. ¿Pasó algo que no me hayas contado?

HyungWon echó la cabeza hacia atrás acomodando su cabello que ya le llegaba al mentón.

—Iré a ver a una terapeuta.

La reacción de Kihyun fue casi imperceptible. Dejó el menú a un lado y se acomodó un mechón de cabello que había caído sobre su frente.

—¿Es por lo de Kai? —preguntó cauteloso.

HyungWon se removió en su asiento y sacudió la cabeza de manera negativa.

—No, no. Es por otro asunto.

Su mente viajó hacia su hermano. Kai tenía sólo veinte años cuando falleció en un accidente de auto. Había pasado un año desde el suceso, pero él no podía superarlo. Era demasiado pronto para dejarlo ir.

Kihyun enarcó una ceja y tomó un sorbo de su copa de agua.

—¿Pasó algo con DongHae? —preguntó.

—Algo así. Sabes que hemos estado atravesando momentos delicados. Había pensado en pedirle el divorcio.

Kihyun apretó los labios.

—¿Eso quiere decir que recapacitaste?

—Eso quiere decir que voy a intentarlo una vez más.

—Mira, soy el menos indicado para dar consejos. Mi matrimonio no es el paraíso precisamente, pero a veces uno debe saber cuándo rendirse.

HyungWon lo miró fijando sus enormes ojos en la cara pálida de su amigo.

—¿Crees que estoy dándole vueltas a un asunto que no tiene solución?

Kihyun suspiró y se recostó en su asiento.

—No lo sé. Pero sé que no eres feliz. Y también creo que a veces uno debería salir a buscarla. Me refiero a la felicidad. Lo siento —dijo acercándose a la mesa y cruzando las manos al frente—. Sé que probablemente no es lo que quieras escuchar, pero no puedo evitar pensar que quizás tienes demasiadas expectativas en esa relación.

—Estuvimos juntos por diez años. Simplemente quiero creer que no todo está perdido.

—Lo sé, lo sé. Y créeme, nadie estaría más feliz que yo si su matrimonio vuelve a ser lo que era hace unos años atrás. Pero soy tu amigo y quiero tu felicidad. Y… bueno, creo que no está a su lado.

HyungWon le agradeció las palabras. Sabía que no eran con malicia.

—Sólo lo intentaré una vez más. Y si no funciona, supongo que tendré que aceptarlo.

Esa noche llegó a su casa dispuesto a hablar con su esposo. Notó que en el garage no estaba su auto así que decidió relajarse un poco y esperar.

'La cena está en el horno. Que tenga una buena noche, Sr. Chae. '

HyungWon sonrió ante la notita y abrió el horno. Un olor delicioso hizo a su estómago rugir. Sacó la fuente de vidrio, agarró un tenedor y llenó una copa con su vino favorito. Comió de pie, apoyado sobre la mesada.

Como todas las noches. Solo.

Dio algunos bocados más a la lasagna de berenjenas y volvió a guardar la fuente en el horno. Y con la copa en la mano se dirigió hacia el baño. Se desnudó con parsimonia y llenó la tina. Puso un poco de música y se metió al agua jugueteando con la espuma.

Cuando salió había pasado casi una hora y ya estaba sintiendo sueño. El vino y el vapor eran un excelente relajante. Se secó el cuerpo, envolvió su cabello en un turbante de toalla y recogió la ropa para depositarla en el lavadero.

Una vez en su habitación se untó un poco de aceite hidratante en la cara y cuerpo y se colocó unas gotas de su perfume favorito. Podría intentar tomar la iniciativa esa noche.

DongHae llegó casi a medianoche y HyungWon se despertó con el ruido de la alarma. Salió de la cama esperando verlo, pero solo vio cómo la puerta del despacho de su marido se cerraba. Estaba a punto de volver a su habitación cuando lo pensó mejor y decidió intentar un acercamiento. Así que sin pensarlo demasiado caminó hasta el pasillo y golpeó suavemente con los nudillos.

—Adelante.

HyungWon abrió la puerta y vio a su marido recostado sobre su asiento de cuero con un vaso de whisky en la mano. Le sonrió.

—¿Tienes hambre? Agnes preparó lasagna.

DongHae negó con la cabeza.

—Ya cené. ¿Qué haces despierto a esta hora?

HyungWon cerró la puerta tras de sí y se acercó a su esposo.

—Estaba esperándote.

Su marido hizo girar el asiento y HyungWon se sentó sobre su regazo.

—Te extrañé —dijo pasando sus largos brazos por el cuello contrario—. Quiero hacer el amor contigo.

DongHae suspiró pesadamente y se apoyó en el hombre de su esposo.

—Estoy un poco cansado... —empezó a decir pero HyungWon inclinó la cara y lo besó.

—Shh, tú relájate. Yo haré el resto…

𝙷𝚎𝚕𝚕𝚘, 𝚜𝚝𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎𝚛

NOTA

*Evel Knievel fue un popular motociclista de acrobacias estadounidense de la década de los 60 y 70 del siglo XX.

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