•Sending signals is a dirty trick
Cuando se despertó ya era casi mediodía. Su alarma sonaba descontrolada y estuvo tentado a estamparla contra la pared. La noche anterior se había extendido demasiado para su gusto. La mujer había resultado ser todo un personaje. Le había pedido que se disfrazara de gato. Con orejas y una cola peluda. Aunque debía admitir que le habían pedido cosas peores en otras ocasiones. Al final la mujer le había pagado demás, así que había invitado a Marco una ronda de copas y una cena de pollo frito. Y aún tenía los bolsillos llenos de dinero.
Saltó de la cama con la esperanza de que su día fuera mejor que el día anterior. Se dio una ducha rápida y se puso unos pantalones deportivos, agarró su bolso y salió para ir al gimnasio.
Por supuesto ya todos lo conocían, así que pasó los primeros veinte minutos saludando a la gente que entraba y salía del gimnasio.
—Hoho, amigo —un muchacho de cabello oscuro y gorra negra se le acercó y le pasó un brazo por los hombros—. Hace un tiempo que no te veía. Pensé que habías encontrado un lugar mejor que esta pocilga.
Hoseok sonrió.
—Soy un hombre fiel. ¿Y tú qué? Podrías haberme llamado.
El muchacho rio echando la cabeza hacia atrás.
—Tienes razón, pero tengo una buena excusa para estar desaparecido.
Hoseok agarró un disco de cinco kilos y lo agregó a la barra de acero con la que haría algunos ejercicios de levantamiento.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál sería esa excusa?
—Viajé a ver a mis padres. El viejo estuvo un poco delicado de salud. De hecho llegué hace dos días.
Hoseok lo miró preocupado.
—Oye, lo siento. ¿Él está bien?
Su amigo asintió.
—Es un poco mayor y ha estado descuidándose un poco últimamente. Pero ya está todo bien. Ah, y voy a ser tío.
Hoseok alzó las cejas.
—¿Minnie está embarazada?
—Parece piñata de cumpleaños —dijo el muchacho abultando su barriga con las manos.
Hoseok se echó a reír y se puso en posición para empezar a ejercitarse. Conversaron un poco mientras levantaban peso y luego de algunas horas, ambos salieron a almorzar.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó su amigo cuando tomaron asiento en una cafetería que servía comida rápida.
Hoseok se encogió de hombros.
—No hay mucho que contar. Es sexo con desconocidos. Anoche tuve que disfrazarme.
El chico soltó una carcajada.
—¿Es una broma?
Hoseok sacudió la cabeza.
—Me hizo ponerme una cola de gato o de zorro. No sé bien. Y orejas. Deberías haberme visto. Con gusto me hubiera pateado el trasero. Parecía el gato ese de la película, el del sombrero rojo.
Ambos se echaron a reír por la situación y algunas personas los mandaron a callar por el escándalo que estaban armando.
—¿Acaso no saben lo que es reírse, panda de amargados? —dijo su amigo en voz alta. Hubo algunos insultos por parte de algunos trabajadores.
—Chang, no busques pelea. Quiero terminar un día en paz.
Terminaron el almuerzo de manera pacífica y luego cada uno se fue por su lado.
Intentó llamar a Jin Ah un par de veces, pero al ver que no le respondía decidió tomar cartas en el asunto y se fue a la estación de policía.
La oficial que lo atendió le echó una mirada hambrienta y lo hizo sentar, ofreciéndole café. Hoseok quiso reír. A veces las mujeres eran de todo menos discretas. Algunas menos que otras, pero luego pensó que él también a veces no podía evitar que se le fueran los ojos tras un trasero bonito o unos labios pulposos. Sobre todo esto último. Tenía debilidad por los labios bonitos. Cuanto más suculentos más le gustaban.
No estaba en posición de juzgar a nadie. No cuando él vendía su cuerpo por dinero.
—Señor… Shin. ¿En qué puedo ayudarlo? —la mujer no estaba nada mal y Hoseok decidió usar las armas que tenía a mano si quería que le prestaran atención.
—Quiero reportar una estafa y falsificación de documentos —dijo adoptando un aire de inocencia digna de un premio.
La mujer dejó de tipear en la computadora para mirarlo.
—¿Estafa y falsificación?
Hoseok asintió y se abanicó con un folleto que había sobre el escritorio.
—Hace un poco de calor aquí dentro —dijo abriéndose la chaqueta deportiva. La mujer lo miró atentamente y pasó saliva con fuerza—. ¿Le molesta si me quito la chaqueta?
La mujer se apresuró a negar con la cabeza.
—Póngase cómodo, ni más faltaba. Entonces, señor Shin. ¿Sospecha de alguien? La persona que haya hecho algo así, merece un castigo… —los ojos oscuros de la mujer viajaron por el torso de Hoseok que miraba distraídamente a su alrededor, dándole tiempo a la mujer de recrearse la vista.
—Oh, sí. Mi ex novia —dijo bajando la mirada y juntando las manos sobre el escritorio—. Uno creería que cuando entrega su corazón a alguien, esa persona debería hacer lo mismo con uno —la mujer asintió fervientemente, perdida en las venas de los brazos tonificados y pálidos. Hoseok alzó los ojos y le sonrió—. Supongo que no todos estamos hechos para el amor. ¿No cree?
—Siento mucho que haya tenido la desgracia de cruzarse con personas tan viles, señor Shin. Le aseguro que no todas somos así —la mujer se aclaró la garganta y rápidamente miró el monitor—. Entonces, su novia…
—Ex. Por favor, no quiero ni pensar en ella en esos términos.
—Si, entiendo. Lo siento. Su ex novia. Usted dice que lo estafó y que ¿falsificó documentos? ¿A qué tipo de documentos se refiere?
—Matrimonio. Se presentó como mi esposa y vació mi cuenta bancaria —Hoseok se llevó las manos a la cara y suspiró con pesadez—. Los ahorros que tanto me ha costado ganar. El dinero que necesitaba para ayudar a pagar la operación de mi padre —soltó un sollozo tan convincente que la oficial olvidó que estaba trabajando y se levantó para agacharse a su lado.
—Oh, por favor, no llore. Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarlo. Está claro que esta mujer no debería salirse con la suya…
Salió de la estación de policía con una asesoría legal y un número de teléfono. Sonrió imaginando la cara de esa perra cuando le llegara la citación al juzgado. Hizo un bollito con el papel con el número de la oficial y salió del lugar silbando una canción.
Estaba intentando dormir la siesta cuando su celular comenzó a sonar de nuevo. Rodó los ojos y atendió.
—¿Y ahora qué? —preguntó molesto.
—Oye, más cuidado que no estás hablando con tu hermana. Tienes trabajo.
Hoseok se sentó de golpe y golpeó el colchón con los puños.
—Ni lo sueñes. Quiero tomarme el día.
La mujer al otro lado del teléfono rio.
—¿De veras crees que así funciona esto? Escucha, trasero bonito, cuando escuches la cantidad que están dispuestos a pagar por ti, me besarás los pies. Te mandé los datos al correo. Marco pasará en un rato. Estate listo.
Hoaeok colgó sin despedirse y abrió su correo.
Lugar: Seocho-gu. Pareja homosexual de alto perfil. $2000.
Los ojos casi se le salen de las órbitas cuando vio el monto que iban a pagarle. Y como dijo su jefa, saltó de la cama más contento que perro con dos colas. Se dio un baño casi corriendo y luego sacó un traje dos piezas negro. En un principio iba a usar camisa, pero luego pensó que no había nada de malo en mostrar un poco de piel y sólo se puso la chaqueta. Se perfumó cuidadosamente y peinó su cabello oscuro hacia atrás dejando su frente descubierta. Se aplicó apenas un poco de sombra color humo en los ojos y un poco de bálsamo de durazno en los labios. Satisfecho con su apariencia, salió del apartamento pensando en cómo iba a gastar el dinero que hiciera esa noche.
Marco ya estaba esperándolo apoyado en el auto.
—¿Cómo está nuestro muchacho popular esta noche?
Hoseok sonrió de oreja a oreja.
—Una pareja de ricachones. Nada menos que en Seocho-gu.
Marco soltó un silbido de admiración.
—A este paso podrás comprarte una casa en Europa.
—Estoy trabajando en eso. Ahora vamos, no quiero hacer esperar al par de tórtolos…
La casa en cuestión quitaba el aliento. Era una casa de tres plantas de diseño tipo loft con la fachada de piedra laja gris.
—Wow, amigo. Te sacaste la lotería —dijo Marco parándose a su lado y mirando con admiración la imponente casa.
—Habrá que esmerarse para dejar felices a los clientes —dijo caminando hasta la entrada.
Miró su reflejo en uno de los ventanales de cristales y tocó timbre. Había estado en casas impresionantes antes, pero nunca una tan hermosa. Estiró un dedo y tocó la piedra fría.
La puerta se abrió unos minutos después y Hoseok sonrió. El hombre que le había abierto era bien parecido y para alivio suyo, no parecía ser mucho más grande que él. Había imaginado que iba a ser uno de esos viejos que fumaban puros y andaban con los colgajos de piel al aire.
—¿Wonho? —preguntó el hombre mirándolo de arriba abajo. Hoseok asintió e hizo una inclinación de cabeza—. Vaya, esperaba a alguien menos... imponente.
Hoseok frunció el ceño. ¿Irían a rechazar sus servicios?
—Lo siento, señor...
—Lee —dijo el hombre. —Lee DongHae.
—Señor Lee... ¿Esperaba a otra persona? —preguntó sacando el celular de su bolsillo para chequear el correo nuevamente.
—No, no —dijo el hombre apoyando una mano en su antebrazo. Hoseok lo miró—. No quise decir eso, por favor. Pase. Es la primera vez que hago... digo, hacemos algo así. Discúlpeme si fui descortés. Usted es perfecto para lo que tenía en mente.
Hoseok, más relajado, se dejó conducir por el hombre.
—Mi esposo y yo estamos intentando salir un poco de la rutina —comentó el hombre. Hoseok asentía a todo lo que el hombre decía. —Él, mi marido, es un poco tímido y quería darle una sorpresa.
Hoseok detuvo la marcha y se dio la vuelta.
—¿La sorpresa sería yo? —preguntó anonadado.
El hombre se rascó la nuca con nerviosismo.
—Bueno, no exactamente. Me refería a esto... a la situación.
Hoseok entendió entonces.
—O sea que su marido no sabe que haremos un trío.
El hombre negó con la cabeza.
—No. Pero no se preocupe. Él fue el de la idea después de todo... —el hombre apoyó una mano en la parte baja de su espalda y abrió la puerta. Un hombre delgado en bata de seda estaba de espaldas. Hoseok entró a la habitación y entonces el hombre delgado se giró. Y Hoseok se quedó mudo de sorpresa y admiración.
Frente a él estaba el hombre más hermoso que hubiera visto.
—Cielo, él es Wonho —dijo entonces el hombre.
Hoseok no podía apartar los ojos de ese hombre de ensueño que lo miraba con unos enormes ojos almendrados.
—Antes de que digas algo, él está aquí para ayudarnos... Tú dijiste que querías probar cosas nuevas. Bueno, ese es su trabajo.
Sin saber bien qué decir o hacer, Hoseok se adelantó unos pasos y tomó una de las manos del hombre. El tacto frío lo hizo estremecer brevemente y entonces dejó un beso sobre el dorso de esa mano que olía a flores.
—Buenas noches, señor Chae... Estoy aquí para satisfacer todos sus deseos.
Y por supuesto que lo haría. Estaba dispuesto a hacer su trabajo gratis por ese hombre perfecto.
Vio cómo el hombre abría la boca para decir algo, pero en lugar de eso, tomó a su marido de la mano y salieron de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
¿Qué diablos había pasado? Rogó a todos los dioses que no se hubieran arrepentido. No podía irse sin haber probado esos labios mullidos y apetitosos. Necesitaba saber más de ese hombre.
Agarró un libro que había sobre una mesita y leyó el título. Luego de unos pocos minutos la puerta volvió a abrirse y ambos entraron luciendo un poco más relajados. O al menos eso parecía.
—Bien, Wonho. Tú nos dirás lo que debemos hacer... —dijo entonces el hombre que se había presentado como DongHae.
Sin poder apartar los ojos de la figura delgada que lo miraba con un poco de desconfianza, mordió su labio inferior imaginándose todo lo que haría con ese hombre entre las sábanas.
—Ustedes hagan lo que acostumbran hacer, yo me acoplaré a ustedes... —dijo.
El hombre asintió y entonces tomó a su esposo por la cintura pegándolo a su cuerpo para luego comenzar a besarlo con impaciencia. —Bastardo suertudo —masculló para sí. Se quitó el saco que tiró sobre la cama y dejó su teléfono y su billetera sobre la mesita de noche para luego acercarse a la pareja que ya habían empezado a divertirse sin él. Vio como DongHae soltaba la bata de su marido y esta resbalaba por los hombros del alto. Y Hoseok no lo dudó un segundo más y se paró detrás suyo, presionándose contra su espalda. Hubo un jadeo de sorpresa y entonces el alto movió la cabeza para mirarlo.
Sus rostros estaban tan cerca que Hoseok podía sentir el aliento frutal del hombre. Este tragó con fuerza y abrió la boca.
—Yo... —pero Hoseok no quería que la magia se rompiera. Levantó una mano y le apoyó un dedo sobre los labios.
Entonces el hombre cerró los ojos y relajó el cuerpo. Hoseok inclinó la cabeza y comenzó a repartir besos sobre la piel sedosa. Estaba maravillado con la suavidad de esa piel resplandeciente que olía deliciosamente bien. Sus manos picaban por tocarlo y entonces apoyó ambas manos en las caderas estrechas iniciando un camino hacia los muslos.
El hombre dio un respingo y Hoseok quitó las manos de inmediato.
—Lo... lo siento. Estoy un poco nervioso —dijo con una voz que derritió a Hoseok por su tono ronco y sensual. Ese hombre era demasiado peligroso.
Su marido le acarició la mejilla.
—Tranquilo, mi amor. Tú relájate. Quiero que disfrutes esto...
Hoseok quiso cortar esos dedos que acariciaban ese rostro maravilloso. Quería estar en su lugar. Quería dormirse mirándolo y despertarse enterrado en su cuerpo. Quería hacerle el amor una y otra vez. Lo quería para él.
Cuando el hombre asintió y cerró los ojos, volvió a atacar su piel con su boca. Quería besar cada centímetro de esa piel lisa y suave. El hombre gimió quedadamente y echó la cabeza hacia atrás, dejándola caer sobre su hombro. Entonces sintió una mano sobre su cuello y abrió los ojos. El otro tipo, DongHae se lamió los labios y lo atrajo hacia su boca. No era lo que esperaba, pero de momento no podía hacer mucho más. Así que se inclinó hacia adelante y sintió que su pelvis chocaba con el trasero del hombre. Y su deseo se disparó dolorosamente. Movió las caderas de manera ondulante y el hombre gimió.
Pero entonces sintió que el hombre se movió hacia adelante, cortando el beso.
—Lo siento —dijo empujando a su marido— yo no puedo hacer esto...
Y sin decir más salió de la habitación dando un portazo.
DongHae miró hacia la puerta y soltó un suspiro.
—Lo siento —dijo— supongo que esto fue demasiado para él. Iré a ver cómo está.
Hoseok vió como la puerta se cerraba y se dejó caer en la cama. Se llevó una mano a la entrepierna y apretó. No podía creer lo que había sucedido. 'Que no se haya arrepentido, que no se haya arrepentido' —repitió una y otra vez. Bien, algo debía hacer si quería volver a esa casa. Miró alrededor y sus ojos cayeron sobre la mesita de noche. Se levantó y tomó su billetera. Sacó algunos billetes y luego se agachó, dejándola debajo de la cama matrimonial. Luego se sentó a los pies de la cama y esperó.
Diez minutos después, el hombre, DongHae ponía un fajo de billetes en su mano.
—Siento mucho haberle hecho perder su tiempo —dijo apenado. —Por supuesto que le pagaré la noche completa. Adicioné algunos dólares de más por haberle causado molestias.
Hoseok ni siquiera miró el dinero.
—Su esposo... ¿Se encuentra él bien? —preguntó genuinamente preocupado. Iba a pensar en ese hombre los próximos días.
—HyungWon es... Él estará bien. No se preocupe, por favor. Espero que no lleve una mala impresión de nosotros.
Hoseok se abotonó el saco y esbozó una sonrisa a medias.
—No se preocupe por mí. Estoy acostumbrado a estas situaciones —dijo comprensivamente—. Tiene mi contacto. Si necesita algo, no dude en llamarme.
Caminó por el pasillo, echando miradas alrededor a ver si veía al hermoso HyungWon. Pero no volvió a verlo. Tomó nota mental de algunas cosas al pasar por la sala.
—Lindos cuadros —dijo señalando vagamente las paredes.
—Mi esposo es curador de arte. Tiene un gusto exquisito, debo decir.
Curador de arte. Interesante y nada sorprendente. Ya se había imaginado que el hombre ese debía tener una profesión de su estilo. Elegante y hermoso.
—El monet ese que está ahí —DongHae señaló un cuadro que estaba en la sala— lo restauró él.
Hoseok asintió fingiendo interés. Debía recabar información si quería volver a acercarse a HyungWon.
—Su casa es muy hermosa —dijo a modo de cortesía. Aunque la casa si era hermosa.
—Muchas gracias —el hombre se paró frente a la puerta de entrada—. Y de nuevo, lo siento mucho.
Hoseok se despidió con una corta reverencia y caminó por el parque hacia la entrada principal no sin antes echar una mirada hacia atrás. Pudo ver la silueta delgada contra uno de los ventanales de la primer planta. Y sonrió.
Marco se sorprendió al verlo aparecer tan rápido.
—¿Qué sucedió? No me digas que se equivocaron de persona.
Hoseok sonrió y sacó el fajo de billetes.
—No, no. Uno de los hombres no se sentía bien. De todas maneras me pagaron la noche completa.
Marco aplaudió y ambos se subieron al auto.
—Esos viejos ricachones no saben en qué tirar el dinero —dijo Marco encendiendo la radio.
—Bueno, viejos no eran. De hecho ambos eran muy atractivos...
Especialmente uno de ellos. Chae HyungWon.
𝙷𝚎𝚕𝚕𝚘, 𝚜𝚝𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎𝚛
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro