OO9
CAPÍTULO NUEVE
años atrás, daegu
YoonGi silbaba, era su única forma de distraerse estando allí, con los animales. Su MP3 fue confiscado, o más bien, encerrado en caja fuerte en el interior del armario de sus padres por las malas calificaciones que trajo en el segundo periodo de la escuela. Como castigo por ser mal alumno, fue obligado a estar limpiando el excremento de las vacas. ¡Lo odia! Odia el asqueroso olor que emana y se impregna en su ropa, odia los ruidos que hacen, odia verse humillado a un trabajo como ese. Odia ser hijo de granjeros, pero lo que en definitiva más odia, es tener que vivir allí, en un lugar tan… precario.
No es pobre, aunque claro, hay personas con mucho más dinero que él. La única vez que fue a Seúl para ver a su primo, conoció lo que era una vida llena de lujos, una casa linda, calles pobladas con gente que –a diferencia de allí– no le prestaba atención a cada cosa que hiciera, y nada de olor a animales. El paraíso, en simples palabras. Tiene diecinueve años, está en el último año de escuela y no sabe qué hará con su vida, si huir del pueblo es lo mejor, o seguir en donde nació para honrar a su familia con las estúpidas tradiciones de no irse, vivir allí. Pensó en que hacer una vida al lado de su novia sería lo mejor, podría soportar un trabajo mediocre y una vida aún más mediocre si estuviera ella en ésta, entonces, soportaría más ser Min YoonGi, el chico de la granja llena de apestosos animales.
No se siente avergonzado de su familia, hay muchas granjas en la zona, no todas son iguales, y no todas se tratan de vender o exportar, simplemente pueden ser hechas para el propio consumo. Su familia genera dinero con los animales, produce leche o carne que se exporta a la ciudad, aunque no genera muchas ganancias en esos años.
Si pudiera ser alguien diferente, él desearía ser… el novio rico de Kang Hae-in, y le compraría una casa linda en Seúl, un anillo de diamantes y ropa de marca. También bolsos, muchas cosas lindas.
—¿En qué piensas? —la voz de su hermano lo llevó a asustarse, soltó la pala y dio un salto en su lugar.
—¡Hyung! —tocó su pecho, procesando el susto— Joder, me ha asustado.
—Dice mamá que no te distraigas con la música, debes terminar antes de las ocho. —la hora de la cena era sagrada, todos debían de estar en la mesa ya bañados y hablar sobre su día— Te ves pensativo.
—Hmh, he estado pensando en muchas cosas estas semanas —volvió a tomar la pala del suelo, con asco la dejó apoyada sobre el heno—. Hyung, tú… ¿A ti te gusta la granja? Ya sabes, Daegu, y lo que conlleva pertenecer a aquí.
Su hermano mayor –por cuatro años– trabajaba junto a su padre, aunque al mismo tiempo estudiaba una carrera de economía. YoonGi no sabe muy bien cómo consigue sobrellevar los tiempos, ni cómo consiguió cursar la materia allí en Daegu, escuchó que hacía muchos kilómetros en camioneta hasta la escuela donde estudia. Algunos de sus amigos también piensan en hacer alguna carrera, o un terciario en la ciudad, un poco más lejos del pueblo, otros ya compraron su boleto a Seúl.
No tiene en claro qué estudiar, no hay mucho que le apasione más que la música, aunque eso es… mediocre según los demás.
—Me gusta… Me gusta estar con mi familia, considero que es lo importante. —respondió, y esa respuesta no le fue suficiente— Pero a veces la familia tiene que hacerse un lado, y nosotros debemos crecer por nuestra cuenta, lejos, o cerca.
—Y si… ¿Me voy? ¿Estaría bien?
—Por supuesto, mientras que vuelvas, creo que nuestros corazones lo soportarían.
—¿Y si no vuelvo? ¿Y si me voy para ya nunca más volver a la granja? —su rostro afligido hizo reír al mayor, su mano se extendió y revolvió el corto cabello negro del Min.
—Entonces sabríamos que elegiste una vida feliz por tu cuenta, pero al final, tú volverías. Todos vuelven con quienes sonrieron alguna vez.
YoonGi no pensó mucho en esas palabras, no hasta unos meses después, cuando Hae-in le hizo saber que se iría, y todo fue horrible. Su corazón se había roto por una acción tan grande como que ella cumpliera su sueño, lejos de él, y de Daegu.
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