O14
CAPÍTULO CATORCE
años atrás, daegu
—Tenemos nuestro aniversario en una semana. —Hee-in había estado alardeando de aquello durante un mes completo, para la desgracia de su familia la chica no paraba de mencionarlo en cada cena compartida. Con sus trenzas y pijama a rayas meneaba su cabeza de un lado a otro energética.
—Vas a desperdiciar todo el arroz si sigues moviéndote. —la regaño su madre— Oh, por cierto... —levantándose, la mujer ganó la mirada de sus cuatro hijos y esposo, caminó hacía un mueble de la sala y tomó un tupper con comida— La Señora Min disfrutará mucho de esta salsa, llevásela ahora.
—¿Ahora? ¡Pero mamá! Su casa está a diez calles.
—En mis tiempos esto era puro campo, debía caminar durante horas para ir a...
—Bien, bien. Se lo llevaré ahora.
Sabía que todo fue una ágil estrategia para deshacerse de ella durante algunos minutos, al cerrar la puerta de la entrada, escuchó como los gemelos aplaudían por un minuto de paz sin su odiosa hermana menor berrinchuda. La castaña suspiró, y con unas zapatillas algo rotas decidió por correr hacía la casa de los Min, debido a que en su ciudad, más específicamente su zona, se hallan granjas con diferentes cultivos o animales, hay mucho campo, y eso provoca que deba caminar más que cualquier otro adolescente común de la ciudad.
Ah, la ciudad...
Hee-in desea ser una chica de Seúl, con sus ropas de la última temporada, de marcas costosas y con apariencias deslumbrantes. Sin embargo, vive allí, y por lo tanto debe acostumbrarse de una vez por todas a lo que es: una pueblerina. Su estómago duele ante la idea de no verse bien jamás, de ser una adulta y seguir utilizando las mismas ropas decadentes, sin gracia alguna. Por supuesto, heredadas de su hermana mayor.
Con la respiración agitada toca la puerta de la casa Min. Había pasado por el rancho, saludo a la señorita Ko, una gallina tan gorda que teme algún día comerla sin darse cuenta en una de las usuales cenas compartidas de ambas familias.
—Hee-in —YoonGi abre la puerta, y la ve con sorpresa, pero entonces baja la vista y ve el tupper con la salsa— Te enviaron a ti, ¿Hablabas mucho en la cena?
—¡No era tanto, lo juro! —infló sus mejillas, y fue irresistible para el chico no tomarlas, cogió con ambas manos su rostro para con los pulgares acariciar esas esponjosas mejillas de terciopelo— Ñejame pawag.
Entre sonrisas indiscretas le cedió el pasó a su hogar, Hee-in caminó a la sala donde la pequeña familia se encontraba cenando. Era normal ver en medio de la noche a la menor de los Kang, solían enviarla cuando se volvía demasiado molesta de escuchar.
—Mi madre les envía salsa recién hecha. —deja el tupper sobre la mesa redonda en el suelo, no se sienta, permanece de pie junto a su novio— Espero que la disfruten.
—Ven, siéntate. —pide su suegro— Pobrecilla, te enviaron a estas horas y con el calor que hace. —niega.
—Debo volver o mamá se enojara.
—Yo la acompaño. —dijo YoonGi.
Sin preguntar o decir más, la tomó de la mano para caminar a la salida nuevamente. Se colocó sus sandalias verdes para caminar en el césped o la acera, y Hee-in rió por lo gracioso que era verlo usando medias con ello, como un anciano.
—¿Qué te causa risa? —fingió molestia para golpearla con ambos dedos en la frente, ella frunció el ceño y sobó la zona— Yo no digo nada por esas tontas trenzas que usas.
—Mañana iré con el cabello ondulado, como a ti te gusta.
—Y ponte el listón púrpura.
Los faroles alumbran las calles vacías, y la suave ventisca de primavera mueve sus cabellos.
—YoonGi... —interrumpe el silencio que se había formado entre ellos, deteniéndose en medio del camino. Él la imita, y la ve expectante— ¿Has pensado en la Universidad?
—No realmente.
—¿Y en trabajar? Ya sabes, no de medio tiempo, sino algo... serio.
Sí, ha pensando en irse de Daegu para trabajar en algo que le apasiona, como la música. Pero no podría decirle ello, sería humillante, no es nada... de lo que sentirse orgulloso, como ser médico.
—No.
—Hmmh. —ella asiente, retomando el paso.
—¿Y tú?
—No, tampoco. —negó.
Entonces volvieron a fingir.
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