My Father's Wings
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Título: I Intend to be Your Last
Autora: Sci-fi Christian [FanFiction]
Sinopsis: Después de la graduación, Caroline visita la tumba de su padre, y se va a ver el mundo en su memoria, aunque se encuentra con algunos peligros a lo largo del camino.
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Caroline inhaló profundamente mientras entraba en el cementerio, llevando un ramo de margaritas en sus manos. Habían pasado solamente dos días desde que se graduó.
Todas las personas que amaba habían estado en su graduación, excepto una, su padre.
Todavía no podía creer que se había ido. Era irreal. Se suponía que ella era la niña de papá, y él tenía que vivir para siempre. Él podría haber vivido para siempre, pero no lo hizo. Escogió la muerte en lugar de ser como ella.
Ella no eligió ser lo que es. Ella había querido vivir, pero el destino parecía tener otros planes. Ella era un vampiro. Un monstruo. El terror de las pesadillas de cada niño.
Pero era más que eso.
También era una mujer joven, que quería a su padre, a su madre, y sus amigos. Le encantaba ser quien era ella ahora. Era lo que su padre más había despreciado, pero tenía que admitir que desde que se había convertido en un vampiro, ella era más que una débil niña, que era empujada por su alrededor. Ahora, ella tenía fuerza, potencia, y ella nunca envejecerá.
William Forbes
Padre querido
Ella suspiró mientras se arrodillaba delante de la lápida de piedra.
—Hola papá —susurró, colocando las flores en la tumba—. Traje estas para ti —prosiguió, colocándolas en el pequeño jarrón que había colocado en el suelo.
Se sentó sobre sus talones, y miró a su alrededor. —Bueno, finalmente lo hice. Me gradué —dijo, con los ojos llorosos—. Habrías estado tan orgulloso de mí, papá —continúo y sonrió.
—Me gustaría que hubieras estado allí. Mamá lo estaba —añadió, mirando hacia abajo, a sus dedos descansando en su regazo—. Estaba tan orgullosa de que lo hice —susurró, con una sonrisa. Dio un respingo mientras miraba a la lápida una vez más—. Incluso estuvo Klaus —declaró, con otra sonrisa.
El viento comenzó a recoger, y sopló el pelo hacia el lado derecho de su cara. Ella levantó la mano derecha y se apartó el pelo suelto poniéndolo detrás de la oreja. —Te hable de él, recuerdas —Ella continuó mientras miraba hacia abajo, cuando su mano cayó en su regazo—. Te he dicho lo mucho que me molesta, y no cede —afirmó con una pequeña risa—. Recuerda, papá, recuerda cómo él había engendrado a Tyler, y que yo ayude a Tyler a liberarse. —Ella respondió con tristeza—. Bueno, sólo empeoró las cosas —Ella explicó, mientras las lágrimas llenaron sus ojos.
—Tyler trató de matarlo, y Klaus respondió. Prometió cazar a Tyler y matarlo, ahora Tyler está huyendo —Ella respondió con tristeza—. Por supuesto, él me pidió que fuera con él, pero lo rechace. Yo no podía dejar a mamá —mintió, a pesar de conocer la verdadera razón por la que no se fue con él.
Ella sonrió mientras estiró la mano derecha y tocó la lápida. —Te extraño tanto, papá —suspiro—. Mi vida no ha sido la misma sin ti —Ella continuó, tirando de su mano hacia atrás, y se frotó la nariz—. Me he vuelto más fuerte —dijo, después de un momento—. No en el sentido físico, sino en el emocional — añadió con una sonrisa.
—Soy más fuerte, porque sé que siempre estás conmigo, y sé que donde quiera que vaya, siempre estarás allí —Las lágrimas caían por su rostro.
Ella se tomó un minuto, y sintió que el viento soplaba una vez más. Era hora.
—Bueno papá, tengo que irme —exclamó, poniéndose de pie—. Tengo que tomar un avión —añadió con una sonrisa.
Se tapó la boca y sonrió. —Voy en un viaje, papá. Voy a viajar por todo el mundo, voy a ver todo, todo lo que pueda —rió, feliz.
—No te preocupes. Yo estaré bien —Ella empezó a agitar su mano delante de su cuerpo—. Mamá va a unirse a mí cuando pueda, y además siempre te tendré a ti —se detuvo, con una débil sonrisa—, cuidándome desde donde quiera que estés —añadió—. Te amo, papá, voy a hacerte sentir tan orgulloso de mí —prometió, lanzando un beso hacia la lápida.
Sonrió, el viento sopló de nuevo, y no pudo evitar sentirse tranquila a pesar de todo.
Fue la primera vez, desde su fallecimiento que se sentía en paz y era un alivio. Había llevado el dolor y la culpa de su muerte durante tanto tiempo, y se había protegido a sí misma del dolor, ahora que ella lo había aceptado se sentía en paz y libre.
Mientras caminaba de regreso a su auto, se dio cuenta de una carta debajo de su limpiaparabrisas. Sonrió, pensando en la única persona que conocía que le dejaba cartas.
Sacudiendo la cabeza, abrió el sobre y encontró dos tarjetas de crédito y tres billetes de primera clase a París y Roma, el tercer billete estaba en blanco, listo para cualquier destino que ella deseara escribir. Volvió a sonreír mientras sacaba la carta.
Caroline,
Sé que probablemente querías hacerlo por tu cuenta, pero piensa en esto como un regalo de graduación tardío. Lo sé. Me encantaría ser tu guía pero ciertos asuntos me han dejado sin poder salir de Nueva Orleans, por el momento, me disculpo profundamente.
Espero que disfrutes de tu viaje, Caroline, y sinceramente desearía que pudiera ir contigo.
Afectuosamente,
Klaus.
Ella negó con la cabeza mientras leía la carta una y otra vez. Parecía que su padre no era el único que cuidaba de ella. Su corazón latió más rápido con emoción. Miró a su alrededor, y juró que podía ver a alguien en la distancia. Inclinando la cabeza hacia un lado, ella dio un paso hacia la figura, pero en un instante desapareció. Sonrió y sacudió la cabeza ante la idea de que el la miraba en la distancia.
Camino hacia la puerta de su coche, se deslizó en el asiento del conductor, y se fue sintiendo más ligera de lo que nunca pensó que jamás se sentiría.
Cuatro meses más tarde
Caroline había viajado por todas partes. Bueno, a todos los lugares a los cuales siempre había querido visitar. Ella viajó a París y había visto la torre Eiffel. En algún lugar dentro de ella, creía que su padre viajaba con ella, podía sentirlo.
Ella visitó las galerías de arte y se deleitó con cada obra de arte. Incluso creyó ver una pintura de él, pero no se detuvo a pensar en eso demasiado.
Ella viajó junto a su madre a la ciudad de Roma, ese día la familia Forbes sonrió como nunca. Juntas recorrieron el Coliseo. Después se dirigieron a Italia, y se detuvieron para degustar los vinos elaborados a partir de las uvas de los viñedos.
De todos los lugares que visitó, amaba Italia. La historia, la cultura, y el campo. Le recordó un poco a su hogar, y también le dejaba en claro que aún había mucho por ver y conocer.
Se despidió de su madre después de que llegaron a Atenas. Lloró mientras abrazaba a su madre, y prometió a volver a casa al terminar su aventura.
Pero su madre no tenía prisa porque su hija regresara con ella. —Ve el mundo, corazón —Liz dijo, mientras abrazaba a su hija por última vez—. Velo por él, por los dos — susurró, mientras besaba la mejilla de su hija.
Caroline asintió, y besó a su madre por última vez antes de que desapareciera en un mar de personas en el aeropuerto.
Entró en el Partenón, y se tomó muchas fotos en la estatua de Atenea. Estaba en ruinas, pero todavía podía sentir la historia en el interior.
De pie en medio de las ruinas, pensó en su vida. Ella había tenido una oportunidad. Ella había dejado a sus amigos, y su vida atrás. Se estaba convirtiendo en algo más fuerte con cada día que pasaba y con cada paso que daba.
Su teléfono vibró en su mano. Cuando levantó su teléfono celular, se encontró con quince mensajes. Ella sacudió la cabeza mientras escuchaba los diez mensajes de voz de Elena, Tyler, y Damon. Todo preguntándose dónde estaba, y que había pasado con ella. Otros tres fueron de Stefan, diciéndole que esperaba que ella lo llamara en cuanto pudiera, y que comprendía que ella necesitara un descanso, y que siempre estaría allí para hablar. Uno era de Bonnie, que le deseaba lo mejor en donde quiera que estuviera. El último era de Klaus. Ella sonrió mientras lo escuchaba.
"—Caroline, espero que estés disfrutando de tu viaje. Cuídate."
Ella borra todos los mensajes menos los de Stefan, Bonnie, y Klaus.
Ella hizo un recorrido a través de la Tierra Santa, y evitó los ejércitos insurgentes, al entrar en Egipto. Viajó a las pirámides, y se sorprendió de lo altas que eran. En ese momento, sabiendo lo que significaba estar ahí, llamó a su madre.
—Su padre siempre quiso verlas —Liz dijo, ambas rubias estaban llorando.
—Él hubiera querido estar aquí.
Hablaron unos minutos más, antes de que su madre tuviera que colgar por un asunto de la policía. Caroline suspiró mientras colocaba el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón. Se alejó de las pirámides, y pensó en hacer otra llamada.
Habían pasado cuatro meses, y necesitaba hablar.
Tomando su teléfono de su bolsillo, marcó su número.
Él respondió a la segunda llamada. —¿Caroline?
Caroline sonrió a su incertidumbre. —Recibí tu mensaje —indicó, simplemente.
Lo oyó reír en el otro lado, y ella sonrió. —Bueno, cuatro meses sin noticias tuyas, amor. Me tenías un poco preocupado —afirmó, con indiferencia.
La rubia resopló. —Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma, Klaus —afirmó.
—Sé que sí, amor, y eso es lo que me gusta de ti —Él respondió, con voz ronca.
Ella se rió de sus palabras, aunque sabía que hablaba enserio.
—¿Dónde estás ahora, amor? —preguntó el híbrido.
Caroline sonrió y miró a su alrededor. —Egipto —dijo, con una sonrisa en su voz.
—Ah, sí, la tierra de arena, pirámides y faraones —dijo en un tono fuerte.
Ella inclinó la cabeza. —No me digas que conociste a algunos de los faraones —exclamó, mientras caminaba por la arena.
Él rió. —Alguien se saltó sus clases de historia, eso fue antes de mi tiempo, Caroline —respondió, en el otro extremo.
Ella rió. —Creí que tenías como mil millones de años, por lo que deberías de haber conocido a unos pocos —respondió en tono de broma.
Se rió, y oyó el sonido del movimiento de cuero. Él se sentó. —Sólo tengo mil cuatrocientos, amor —dijo con facilidad.
—¡Wow, que viejo eres! —le respondió, todavía burlándose.
Se rió de nuevo, y oyó una puerta abriéndose y cerrándose. —Lo siento tener que cortar esta preciosa conversación, amor. Tengo algo que atender —dijo en un tono ligeramente tenso.
Caroline sintió como su corazón se estrujaba de dolor. —Entiendo. También tengo cosas que hacer —exclamó, moviendo la cabeza.
—Confío en que voy a saber de ti pronto —dijo, en un tono esperanzado.
Caroline sonrió. —Sí, pronto.
Ella le oyó suspirar, e inevitablemente hizo lo mismo. —Adiós amor —susurró, en voz baja.
Ella asintió. —Adiós, Klaus.
Dos meses más tarde.
Caroline luchaba por su vida.
Ella había viajado a América del Sur, y había descubierto que la selva no solo era hermosa sino que también increíblemente peligrosa, al menos para los de su especie.
Ahogó un sollozo mientras arrancaba la estaca de su estómago y le gruñó al cazador. Su visión se volvió roja, el cazador sonrió y sacó otra estaca de su cinturón improvisado.
Caroline ni siquiera lo pensó. Ella no pensó en la maldición, lo único en lo que podía pensar era que el cazador iba a matarla. Pero ella tenía mucho que vivir todavía.
Lanzándose hacia el cazador, rápidamente cogió un tronco caído, y lo noqueó. Observa caer el cuerpo inconsciente al suelo y deja caer el tronco. Observa su alrededor, buscando un lugar para esconderse ya que la herida de la estaca empieza a curarse lentamente.
Sin pensarlo mucho más, empieza a correr tan rápido como podía, y suspiró al momento de distinguir a lo lejos el río Amazonas, en el borde de la selva está el hotel donde se había alojado.
Cae de rodillas al momento de entrar en su habitación y cierra la puerta de una patada. Ella debería estar a salvo aquí, al menos por un tiempo. Echando un vistazo a la mesita de noche, coge su teléfono. Al darse cuenta de que sus manos están temblando, trata de controlarse y baja el teléfono.
¿A quién podía llamar?
Sus amigos le habían dejado de llamar, excepto Stefan y Bonnie, pero ambos estaban preocupados con la amenaza creciente de Silas.
Podía llamar a su madre, pero ¿qué diría? "Vuelve a casa, Caroline". Caroline negó con la cabeza. No, ella no podía llamar a su madre. Ella no iba a preocuparla. Se mordió el labio inferior, y echó la cabeza hacia atrás.
—Papá, por favor, ayúdame —susurró, ante la oscuridad de la habitación sospechosamente tranquila.
Ella cerró los ojos y sintió las lágrimas cayendo por su rostro.
»Mantente fuerte, corazón«. Una voz familiar susurró.
Caroline sonrió mientras bajaba la cabeza. —Sabía que no me dejarías. —susurró, mientras sentía una sensación de tranquilidad abarcar su alma.
Se puso de pie al oír unos fuertes golpes en la puerta. Se dio la vuelta mientras inhalaba profundamente. El cazador estaba aquí.
Cerró los ojos. —Papá, ¿qué hago? —pregunto, la puerta empezaba a ceder.
»Lucha, amor, lucha, estoy aquí contigo«.
La puerta se abrió.
Sus ojos se centraron en el hombre alto de piel oscura, con cabello largo castaño oscuro y ojos marrones que la observaban con odio.
—¿Creíste que podías huir de mí, vampiro? —preguntó en un tono frío.
Caroline sonrió y negó con la cabeza. —No te tengo miedo —respondió, en un tono fuerte.
Él sonrió, y entró en la habitación. —Oh, cuando termine contigo, estarás aterrada—Él indicó, burlón.
Caroline negó con la cabeza. —Nunca tendré miedo de ti —declaró, levantando la cabeza.
El cazador rió mientras daba un paso más dentro de la habitación. —Bueno, ¿quién te va a salvar, entonces? —preguntó, levantando los brazos hacia afuera.
La barbilla de Caroline se inclinó hacia adelante. —No necesito que alguien me salve —declaró, moviendo sus pies en una posición de combate—. Yo puedo cuidar de mí misma —añadió con un tono orgulloso.
El hombre se rió una vez más. —Apuesto a que puedes, vampira —afirmó, sacando una estaca de su cinturón.
Caroline sonrió mientras cambiaba sus pies, y se preparó para lo inevitable.
»Mantente en guardia«.
Ella sonrió ampliamente, la voz de su padre la calmaba. El cazador se lanzó hacia delante, y ella hizo se a un lado, evitando su avance.
Él lanzó un golpe hacia ella, pero la rubia agarró su muñeca firmemente en su mano izquierda, y luego con su mano derecha le rompió el codo. Oyó el crujido y el aullido de dolor del hombre, dejando caer la estaca. Ella agarró la parte superior del brazo, y giró el cuerpo del cazador contra la pared, estrellando su cabeza con el yeso.
Dio un paso atrás, y rápidamente cogió la estaca del suelo. Ahora tenía un arma.
El cazador se dio la vuelta y le gruñó, comenzando a avanzar una vez más hacia ella. Sin perder tiempo Caroline clavó la estaca en el abdomen del cazador.
Él gimió de dolor, mientras ella clavaba la estaca más profundo en su abdomen. Error. El olor de la sangre viajó a su nariz. Ella inhaló profundamente, y sintió que sus colmillos comenzaban a descender de entre sus encías. Caroline clavó sus ojos en los del cazador, y con satisfacción descubrió el miedo en sus ojos.
Él tenía miedo. Le tenía miedo a ella.
—¿Me tienes miedo, cazador? —Caroline preguntó, inclinando la cabeza—. Deberías tenerlo —dijo, inclinándose hacia adelante y hundiendo sus dientes en el cuello del moreno.
Lucho por quitársela de encima, pero no pudo liberarse.
»¡Caroline, para!«
Ella levantó la cabeza sólo una fracción de segundo después de escuchar su voz. La sangre se escurría por los bordes de su boca, y por la barbilla. Tenía la boca seca, y veía todavía borroso. Todo lo que podía oír era la sangre bombeando en el cuerpo del cazador.
Poco a poco salio de su aturdimiento, se dio cuenta de que el cazador estaba cerca de la muerte. Dejando de lado su cuerpo, ella dio un paso atrás y se llevó las manos a la boca.
¿Qué había hecho?
Sacudiendo la cabeza, se dio la vuelta, cogió su teléfono, agarró su bolsa con el billete de avión y un conjunto de ropa, y salió de la habitación. No necesitaba nada más. Ella no quería otra cosa.
Casi había matado a alguien, y si no fuera por la voz de su padre, en su mente, lo habría hecho. Las lágrimas caían por su rostro ante la idea. Su padre aún estaba pendiente de ella, y ella casi se convirtió en lo que el creía que era cuando estaba vivo. Un monstruo. Casi se había convertido en un monstruo.
Sacudiendo la cabeza, apretó el paso. Corrió hasta que sus piernas le pidieron descanso. Se dio cuenta que había pasado por alto el pequeño aeropuerto que estaba al lado del hotel, que estaba de vuelta en la ciudad. Apretó su bolsa contra su pecho y negó con la cabeza. No, ella no iba a volver allí. Ella iba a seguir adelante.
Ella había estado tan aturdida que no se dio cuenta que había llegado a otra ciudad, y el sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte. ¿Habia estado corriendo todo el día?
Tragó saliva y miró detrás de ella. Nadie la estaba siguiendo.
Respiro profundamente, mirando a su alrededor. Al ver una señal en la distancia, ella suspiró mientras caminaba hacia ella.
—Boa Vista —susurró, mientras miraba la ciudad—, por favor que haya un aeropuerto aquí —rezó mientras se adentraba en la capital de Roraima.
Después de buscar por horas, finalmente encontró el aeropuerto. Al entrar en el edificio, se acercó a la recepción y escaneo rápidamente la pantalla delante de ell, encontró el destino que estaba esperando.
Sacando el billete en blanco que hace medio año Klaus le había regalado y se la entregó a la secretaría.
Mientras esperaba para abordar su avión, pensó en el cazador, y en lo que casi había hecho. Su la voz de su padre no la hubiera detenido...
"Pasajeros con destino a..."
Sacudió su cabeza al escuchar los altavoces y alejo esos pensamientos.
Poniéndose de pie, su determinación comenzó a flaquear. Ella debe llamarlo. Ella debería, pero cuando cuando su vista se posó en el cielo, se dio cuenta de que no podía. Ella no necesita llamar.
Sentada en su asiento, agarró su bolsa pequeña, y cerró los ojos.
»Estoy orgulloso de ti, Care«.
Ella sonrió mientras dejaba que las palabras de su padre calmaran su cuerpo, y se dispuso a dormir.
Después de dos paradas y veintidós horas más tarde, llegó a su destino.
Mientras daba un paso fuera del aeropuerto, agarró su bolso y sacó su teléfono. Con una sonrisa en sus labios, marcó el número que ya se sabía de memoria.
—Caroline, a qué se debe este placer.
Caroline sonrió, e inclinó la cabeza. —Estoy en Nueva Orleans...
Klaus Mikaelson llegó exactamente quince minutos después.
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