Last Time
⚜
Título: Last Time.
Autora: Cupcakemolotov [Archive of Our Own]
Sinopsis: Después de pasar un día finalizando los detalles de último minuto y discutiendo por su vestido con Klaus, la última persona que Caroline esperaba ver era su padre. Que haya llegado en compañía de cazadores y verbena realmente apesta.
━━
Caroline pegó las rodillas un poco más cerca de su pecho cuando el camión finalmente se detuvo. Estaba furiosa, un monstruo estaba arrastrándose por debajo de su piel; le quemaba la garganta, le dolían las encías, pero no había dejado caer una sola lágrima. El amanecer estaba cerca y ella miró su mano desnuda con los dientes apretados.
¿No había sido hace solo unas horas que estaba dando vueltas por su habitación con una pequeña sonrisa, complaciéndose en una momentánea oleada infantil? Le encantaba este vestido. Le encantaba cómo la hacía sentir.
Ahora estaba arruinado.
Se había quedado tan atónita al ver a su papá, había bajado corriendo los escalones a velocidad de vampiro. Le había ofrecido un ramillete, la había besado en la mejilla y le había dicho que era hermosa. Radiante, nunca había esperado la traición. Nunca vio la aguja de verbena hasta que fue demasiado tarde.
"Todo estará bien, cariño", le había prometido cuando se despertó, con las piernas entumecidas. La habían colocado en una jaula atornillada a la parte trasera de un camión y la habían cubierto con lonas. Se había visto obligada a agarrarse de los barrotes para mantener el equilibrio mientras avanzaban rápidamente por los caminos de tierra, y sus manos se habían ampollado dolorosamente.
Peor había sido el agua de verbena. Habían rociado la jaula y el tapete. Cada gota en su piel ardía como si fuera ácido, y se había encorvado, apoyando su peso en las puntas de sus pies para tratar de evitar la mayor parte del barro y el agua.
No miró hacia arriba cuando quitaron las lonas, el agua le salpico la piel dejándola en carne viva. Soltó los barrotes, pero mantuvo el rostro oculto entre las rodillas.
Si hubiera sido humana, los músculos de sus pantorrillas se habrían quemado por el esfuerzo, pero como vampiro no sentía nada.
—Cariño, solo necesito que les muestres lo que me mostraste.
Parpadeando para que sus ojos se adaptaran a la oscuridad, Caroline giro su cabeza hacia arriba y miró a su padre. —No hagas esto.
—Estarás bien —prometió Bill—. Solo necesitan pruebas.
Caroline no tuvo tiempo de hacer más preguntas mientras le lanzaban cubos de agua de cada lado. Gritó, con los ojos apretados con fuerza mientras se movía frenéticamente para proteger su rostro. Ayudo poco. Su falda estaba empapada, el agua se filtraba a través de las intrincadas cuentas, y se estremeció de agonía.
—Care —dijo Bill en voz baja—. Solo muéstrales tu cara.
Quería hacerles daño. Pero sabía que si dejaba libre una sola característica de vampiro, sería mucho peor. Temblando, miró por los barrotes, su rostro ardiendo.
—Véanla —les dijo Bill a los hombres que tuvieron cuidado de esconderse en las sombras—. Ella tiene el control.
—¿Pero nos ayudará?
Caroline contuvo un bufido. Tratando de mantenerse perfectamente quieta, apretó los dientes mientras su padre la miraba.
—Déjame ir.
Bill se pasó la lengua por los labios, con una voz tranquila habló: —Caroline, ¿recuerdas cuando te dije que eras una de las buenas?
No confiaba en sí misma para hablar, solo asintió y él sonrió.
—Hay vampiros que son malos, cariño. Necesitamos tu ayuda para matarlos.
Todo dentro de ella se rebeló. Ella no mataba a la gente. Y los vampiros eran personas, incluso Damon, aunque ella ni parpadearía si Klais decidía morderlo.
Tragó saliva y se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que alguien notara que se había ido. Habían pasado un par de horas, y tal vez no se engañaba a sí misma al esperar que Klaus intentara encontrar la manera de verla con este vestido. Después de que lo había molestado durante horas para que se lo prestara.
—Papá, tienes que dejarme ir. Mis amigos notarán que me estoy perdiendo el baile. Me buscarán.
—¿Bonnie y Elena? Saben que estás conmigo.
—¿Qué? —Caroline susurró.
—Necesitaba asegurarme de que todavía eras tú. Vives con tanta tentación, es tan fácil ceder —Bill dijo gentilmente, amablemente—. Me hablaron de Tyler. Lo siento, cariño. Sé que te preocupabas por él. Pero ahora que sabemos lo de la estaca de roble blanco, existe la posibilidad de que podamos matarlo y terminar con esto.
—Eso también me mataría —susurró con horror.
—A veces es necesario hacer sacrificios —murmuró una voz detrás de ella.
—No soy una asesina.
—Otros vampiros no son personas reales, cariño, no son como tú. No se han quedado con sus almas.
Se enroscó con fuerza alrededor de las rodillas y trató de ignorar el dolor punzante de la verbena, y dejó escapar un suspiro. —No.
—Care Bear...
Sabía que no saldría de esta jaula. No a menos que ella estuviera de acuerdo con esto, pero no podía hacerlo. No después de hoy. Entonces, en cambio, cuadró los hombros y miró a Bill directamente.
—Klaus es mi amigo.
Bill la miró con ojos oscuros por emociones que ella no podía leer. Tragó saliva, se estremeció ante la quemadura de su ropa moviéndose contra su piel y se lamió los labios. Ella no haría esto. Ella no se convertiría en su monstruo mascota.
—Él nunca me ha pedido que maté a nadie —le dijo rotundamente a su padre, y trató de ignorar los murmullos a su alrededor—. Vete, papá. No dejará vivir a nadie que sepa de la estaca. Por favor, vete.
—No lo sabrá —murmuró otra voz.
Caroline escuchó el chapoteo del agua dirigiéndose a ella y se negó a temblar. En cambio, solo miró a Bill, suplicó con sus ojos. Corre. Solo corre, papá.
—Ah, pero a diferencia de sus otros supuestos amigos, estoy un poco más comprometido con su seguridad —Palabras suaves y peligrosas cortaron el aire—. Dejaría ese cubo si prefieres una muerte rápida, amigo.
Caroline apartó la mirada de su padre, vio los ojos de Klaus mientras se inyectaban del color amarillo característico de su lado lobuno.
—Klaus...
—Estaré contigo en un momento, cariño.
—Mi papá no —ordenó. Ella ignoró el ardor en su piel y se arrodilló en la jaula, sus ojos cerúleos se negaban a soltar lágrimas por el dolor agudo. Agarrando los barrotes de hierro, repitió: —No mi papá.
El agua de verbena la golpeó directamente en la espalda. Gritó, encorvándose por reflejo y apretó los dientes hasta que crujió su mandíbula. No miró hacia arriba cuando escuchó a Klaus atravesar su pecho con su mano. El olor fresco de la sangre era demasiado para ella. Sus colmillos se asomaron y siseó, apretando los dedos mientras luchaba por controlar su hambre. Estaba herida, necesitaba sangre con urgencia.
El camión se sacudió y su cabeza se levantó bruscamente, enseñó los dientes y Klaus la miró, toda una pesadilla salvaje. Agachándose, arranco los barrotes que la atrapaban. Sus ojos se entrecerraron ante sus quemaduras, y Caroline vio cómo sus músculos se agrupaban a lo largo de sus antebrazos mientras arrancaba la parte delantera de la jaula.
Klaus extendió las manos, sus ojos le decían que sabía que moverse le dolería. Caroline vaciló. Bajo el vestido había piel quemada, ampolladas y roja en carne viva, y su monstruo interior estaba en plena exhibición.
—Vamos amor. No dejaré que lo lastimes —Sus ojos se encendieron, las venas palpitando alrededor de sus ojos—. No hasta que estés curada, al menos.
Trató de no llorar mientras se movía, cada arrastre de su vestido era más que doloroso. Klaus hizo un ruido bajo en su pecho, mientras la levantaba rápidamente y la dejaba caer fuera del camión. Un respiro después y ya le había quitado el vestido con un tirón rápido. Caroline se arqueó para alejarse del dolor, los pies descalzos se clavaron en la tierra y le siseó, metiendo las manos en su camisa mientras trataba de respirar.
—Lo sé —Klaus la tranquilizó. Él le llevó una muñeca a la boca, la cual la rubia apretó con fuerza y mordió sin más indicaciones—. Toma lo que necesites, Caroline. Aquí hay mucha sangre.
Sintió su atención cambiar, el objetivo de su furia estaba detrás de ella. —Necesito enjuagar la verbena de su piel.
Hubo un silencio y luego los sonidos inesperados de Bill alejándose. Caroline apretó con más fuerza la muñeca de Klaus e intentó contener las lágrimas. Ella parpadeó rápidamente y él se quedó inmóvil mientras las lágrimas caían por su rostro.
—Amor...
Ella lo soltó, frotándose los ojos con furia. Sus nudillos se curvaron bajo su barbilla y la urgieron a mirarlo. Ella miró hacia arriba con cautela, pero no había lástima en su mirada; solo locura, furia y desesperación fría.
—Dime por qué vive.
—Él es mi papá —susurró. Klaus nunca parpadeó, no apartó la mirada cuando Bill se acercó, solo la estudió con la mirada de un depredador.
—Eso es lo suficientemente cerca.
Su padre se detuvo y ella se estremeció.
—La verbena necesita ser lavada —dijo Klaus por fin—. Necesitas quitarte el resto de tu ropa.
Caroline volvió a temblar, pero alcanzó con determinación la banda de su sostén sin tirantes. Hizo una mueca ante el tirón de la tela mojada contra su piel. Klaus intervino y rompió la tela, tirándola a un lado.
—Dile a mi papá que se dé la vuelta —murmuró mientras dudaba sobre sus bragas. La mirada de Klaus saltó por encima de su hombro y escuchó los huesos y la ropa moverse, la tierra debajo de los pies de Bill. Caroline siguió el ejemplo de Klaus y simplemente rompió las bragas.
Klaus la rodeó por un momento y regresó con dos botellas de agua grandes, un trapo y una toalla pequeña. Todavía en silencio, usó la botella para mojar el trapo y le limpió la cara con cuidado. El resto lo vertió sobre sus hombros y pechos; con mucho cuidado prosiguió con su espalda.
—¿Cuántos alfileres tienes en el pelo?
—Menos que cuando esto comenzó —murmuró Caroline, antes de inclinar la cabeza para comenzar a buscarlos. Klaus la agarró por las muñecas impidiendo que sus dedos se quemarán ante la verbena en su cabello.
En silencio, dejó caer la barbilla y trató de ignorar su desnudez y la forma cuidadosa en que sus manos se enredaban en su cabello. Su cuero cabelludo estaba ardiendo, y sabía que cada toque tenía que arder, pero él estaba tan silencioso. Una vez que estuvo satisfecho, vertió con cuidado la otra botella de agua a través del desastre de verbena y spray.
Caroline se secó a sí misma con la toalla que le ofrecían y se alisó el pelo lo mejor que pudo. Mordiéndose el labio, envolvió sus brazos alrededor de su pecho. Un momento después, Klaus dio un paso atrás frente a ella y se quitó la camisa. Parpadeó y luego lo tomó con mano temblorosa, colocándosela rápidamente sin importarle las salpicaduras de sangre.
—¿Ahora que? —Su voz era poco más que un ronquido y se aclaró la garganta.
—Eso depende de ti —dijo Klaus, deslizando los dedos en sus bolsillos mientras la miraba con intensidad.
—Está bien —apartó los brazos de los costados y se mordió el labio para que no se tambaleara—. Necesito un abrazo.
Caroline vio cómo sus músculos se ponían rígidos, los tatuajes se flexionaron. Él la miró fijamente durante un largo momento, ojos oscuros y extrañamente en blanco antes de dar un paso adelante y dejarla presionar contra la cálida piel de su pecho. Dejó que sus manos se clavaran en su espalda, presionó su mejilla contra su hombro con un aliento estremecido.
—Se supone que debo estar en el baile de graduación.
—Lo sé.
Casi sonrió ante la delicadeza de su voz, el seco recordatorio de su mañana. Levantando la cabeza, estudió su rostro, no del todo dispuesta a apartarse todavía. —¿Cómo sabías que me lo estaba perdiendo?
Metió un mechón de cabello mojado detrás de su oreja, algo violento arrastrándose a través de su mirada. —Tu mamá me llamó.
Los ojos de Caroline se agrandaron. —¿Mi mamá?
Klaus buscó en su bolsillo y sacó un teléfono celular. Lo abrió y miró hacia abajo. Una vez que empezó a sonar, se lo entregó.
—¿La encontraste?
—¿Mamá?
Un suspiro estremecedor. —¡Caroline!
—Estoy bien.
—¿Klaus se lo comió?
Ella se sacudió, casi tirando el teléfono. —¿Qué? ¡Mamá!
—No me agrada, pero todo tiene un uso. Dile a Bill que lo espero en mi oficina por la mañana, Caroline. Y dejas que ese monstruo asesino haga las amenazas que quiera, porque voy a hacer que desee que Klaus lo haya matado.
—Encantado —murmuró Klaus.
Caroline colgó después de más promesas y solo entonces finalmente se volvió hacia Bill. La miró con el rostro en blanco, sus ojos demasiado oscuros para leer. Klaus era una línea directa contra su columna y dejó que eso la apoyara.
—Mamá probablemente te disparará —murmuró Caroline, cruzando los brazos. Ella alzo la barbilla y respiró con cuidado—. Te lo mereces.
—Care...
Levantó una mano y cuadró los hombros. —Te amo, papá. Pero hemos terminado. Creo que probablemente sea mejor que te mantengas alejado de nosotras. No quiero tener que lastimarte o peor...
—No tendrás que hacerlo, cariño. Bill Forbes vivirá una vida muy larga si no intenta contactarte de nuevo.
La amenaza detrás de las palabras de Klaus la hizo morderse los labios. Bill miró por encima de su hombro y soltó un grito. Ella casi se volvió para mirar también.
—No hagas que mamá te busque —dijo Caroline en su lugar—. Eso solo lo empeorará.
—Si empiezas a conducir, llegarás justo a tiempo para ver a la sheriff —le dijo Klaus—. Necesitará que le devuelvas el anillo de luz del día.
Caroline no dijo nada hasta que Bill se detuvo en la carretera, jugueteando con su anillo ahora que eran solo ella y Klaus. Sin Bill allí era desconcertante llevar nada más que su camisa. Un gemido bajo y agónico interrumpió su incertidumbre y miró hacia la oscuridad.
—¿No los mataste?
Klaus se echó a reír y el sonido la sobresaltó para que volviera a mirarlo. Sonrió con los colmillos en plena exhibición, no era un gesto que le gustará ver en él. Cruel y frío. —Morirán en unas pocas horas.
—¿Cómo saldremos de aquí? —Preguntó en lugar de seguir con ese tema. Klaus acortó la pequeña distancia entre ellos y ahuecó su rostro.
—Te oí.
Ella se quedó quieta bajo su toque, su mirada se volvió cautelosa. La sonrisa de él se ensanchó, los hoyuelos se hicieron más visibles con la luz del amanecer cuando salió el sol. Pero aún estaba ensombrecido su rostro con la barba salpicada de sangre.
—Klaus...
—Oh, no cariño —reprendió Klaus. Sus pulgares recorrieron sus pómulos, algo casi salvaje y anhelante arrastrándose a través de su mirada—. Te ofrecieron el mismo trato que a tus amigas y tú lo rechazaste. Torturada, hambrienta y traicionada por tu padre y tú me elegiste.
—No seas un idiota —gruñó Caroline, entrecerrando los ojos—. ¿Pensé que eramos amigos?
Él besó su frente, sus labios se curvaron mientras se alejaba. —Nunca seremos solo amigos, amor.
Ella separó los labios para replicar cuando de repente se inclinó y la recogió al estilo nupcial. Se acomodó contra su pecho con un grito ahogado, y se sintió aliviada cuando su camisa quedó sujeta por su brazo y sus rodillas.
—¿Qué estás haciendo?
—Llevándote a casa.
—¿Vamos a correr así?
—Pensé en tomarnos nuestro tiempo, disfrutemos de la mañana —inclinó la cabeza y la miró fijamente—. Te doy tiempo para pensar.
Sobre lo que había hecho su padre, que Bonnie y Elena sabían. Que le habían dicho a Bill lo de la estaca, que otros podrían saberlo ahora. Habría un infierno que pagar cuando regresaran a Mystic Falls. Le estaba dando tiempo para procesar.
Que ella lo había elegido a él.
Si tan solo estuviera usando ropa real.
Cruzando los brazos, se dejó caer contra él con un suspiro. —Esto es ridículo.
—Me estoy divirtiendo —reflexionó—. Solo piensa cariño, esto te dará unas horas para descubrir cómo evitar que me coma a tus amigos. Los Salvatore ya son hombres muertos caminando, pero tal vez les deje ver a Elena desangrarse. Ha pasado algún tiempo desde que até a alguien en sus intestinos, he perdido mi toque. Ahora la pequeña bruja puede requerir un poco más de esfuerzo, pero es bastante delicada. Un poco de sangre, una torcedura de su cuello y podrá unirse a Elena.
Caroline le golpeo en el hombro y lo miró con el ceño fruncido. —No.
La levantó hasta que sus narices estuvieron juntas. —Le hablaron de la estaca de roble blanco a los cazadores poniendo a mi familia y a mi en riesgo, te vendieron y casi mueres por ello. No tengo ninguna razón para mostrar misericordia.
—Ellos son mis amigos.
—Pero ellos no te consideran como tal a ti.
Sus palabras contundentes dolieron y ella suspiró, dejando bajar su cabeza hasta su hombro antes de que comenzara a caminar de nuevo. Caroline permaneció en silencio durante mucho tiempo antes de hablar mientras trataba de superar sus sentimientos.
—Son las únicas personas que quedan que conocían a la Caroline humana y les gustaba.
—Entonces cuéntame sobre ella —ofreció él, con la voz tan baja y profunda.
—No te habrías preocupado por ella —dijo Caroline—. Como vampira soy mucho mejor.
Un gruñido de disgusto y su mano apretó su muslo. —Pruébame. ¿Cuánto más por la madriguera del conejo puedes caer?
Ella jugueteó con los puños de su camisa. Sabía que, en lo que a Klaus se refería, esta noche había tomado partido. No estaba completamente segura de que se hubiera equivocado. Ella no sabía a dónde iba esto, pero esta noche él había elegido salvarla y ella había elegido no traicionarlo.
Lamiendo sus labios, Caroline comenzó a hablar. Lentamente le ofreció pequeñas cosas sobre su vida, concediéndole más cuando él no se burló ni se rió. Ella habló hasta que el sol se asomó por el horizonte y volvió el paisaje brillante con la luz del día. Habló hasta que se durmió, la noche anterior finalmente la alcanzó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro