xxviii. viejos amigos y planes improvisados
INVIERNO ROJO,
capitulo veintiocho: viejos amigos y planes improvisados!
JASPER SITWELL RESULTABA SER UN GRANDISIMO IDIOTA A OÍDOS DE MARKUS, encontrarlo no fue tan complicado, ni siquiera capturarlo para poder tener acceso al Triskelion y así detener el lanzamiento del proyecto Insight. Nicholai y Mikhail decidieron seguir un extraño mensaje que había llegado al teléfono de Sam en ese momento, el cual era demasiado sospechoso para los hermanos Orlov, lo que podía suponer un peligro demasiado arriesgado para su trabajo de fugitivos. Mantuvieron a Sitwell en el vehículo que Sam poseía mientras que Markus había tomado prestada una motocicleta para seguirlos desde cerca. Wilson demostró ser un miembro activo muy valioso para el equipo en sí, ya que se debía por su experiencia militar como paracaidista y también por poseer alas que le permitían volar — era un currículo impresionante para un ciudadano común. Así que, él los ayudaría a detener el proyecto que SHIELD tenía en movimiento gracias al director Alexander Pierce.
Maldito bastardo, pensó él.
Belova sabía que ellos podían lograrlo.
Concentrémonos en la palabra "podían", ya que una gran camioneta pasó por su lado, donde un hombre con cabello largo y brazo de metal saltó en dirección al auto donde se encontraban sus compañeros. No le sorprendió que lanzase a Sitwell lejos del auto, provocando una muerte segura por un camión que terminó atropellándolo rápidamente. Markus entendía perfectamente de que se trataba de la eliminación de un miembro que contenía información vital sobre las intenciones de HYDRA, así que era mejor quitarlo del camino — el castaño llegó a divisar sangre en el camino y aquello podía llegar a ser un problema.
Debía contactar a sus compañeros.
—Nicholai, Mikhail—exclamó él en ruso—. Mne nuzhno podkrepleniye! (¡Necesito refuerzos!)
Ellos no respondieron al llamado.
Repentinamente, el auto donde iban Sam y el resto se detuvo en seco, lanzando al hombre con el brazo de metal hacia la autopista revelando de quién se trataba: el Soldado del Invierno. La camioneta que los seguía chocó con el baúl del auto negro de Sam y eso logró darle pie para que el soldado se subiese de nuevo al vehículo; Markus aceleró con la motocicleta y disparó unas tres veces mientras que ellos avanzaban. Natasha y Dominica habían sacado sus armas para poder protegerse y varios autos terminaron siendo chocados. Markus aceleró para poder levantarse y lanzarse en dirección al soldado — buscando retenerlo en cuanto metió una mano para arrancar el volante del auto.
—¡Mierda!—exclamó Sam alarmado.
—Beri sebe mashinu, idiot, yebanyy! (¡Búscate tu propio auto, maldito idiota!)—exclamó Markus antes de clavarle un cuchillo al soldado.
Este lo desvió y terminó incrustándose en el techo del auto, provocando que el hombre moreno soltase un respingo. Natasha disparó en dirección al techo y Markus se hizo a un lado mientras que el soldado saltó en dirección a la camioneta — el castaño se tomó de los agujeros donde se encontraba el vehículo y miró por uno de ellos.
—¡¿Acaso quieres matarme?!—exclamó por encima de todo el alboroto.
—¡Lo siento!
La camioneta dio un empujón más hacia el auto que ya no tenía rumbo y este se estrelló con una de las vigas de concreto, anticipando que ellos chocarían y el vehículo rodaría por el aire. Hasta que, con un último empujón, el auto rodó y Markus se soltó, sintiendo como su cuerpo chocaba con el concreto antes de rodar mientras que el vehículo se alejaba dando trompicones. Steve y los tres miembros restantes lograron salir del mismo gracias a que el rubio utilizó una puerta como escudo para aterrizar suavemente contra el concreto. Sam rodó un poco en el suelo justo como el castaño y la camioneta se adelantó un poco más de ellos. Belova, a pesar de sentir un silbido que indicaba un episodio de Tinnitus, se levantó rápidamente para ayudar a Steve con las dos chicas; quienes estaban más conmocionadas que nunca.
—¿Qué mierdas está pasando?—preguntó Dominica.
—El soldado—señaló Markus.
—Váyanse—ordenó Steve.
El Soldado del Invierno bajó de la camioneta, donde le entregaron un arma negra que Markus logró identificar como un lanzagranadas.
Esto se pone mejor y mejor, pensó el castaño.
—¡Váyanse, ahora!—exclamó el rubio otra vez.
Abrieron fuego contra ellos y Steve salió disparado por una granada que el soldado le disparó, apartándolo del camino mientras que el resto buscaba un escondite. El pequeño grupo que acompañaba al soldado empezó a dispararles a los cuatro miembros restantes y la única manera de cubrirse era entre los autos que estaban detenidos en la autopista, abandonados por los ciudadanos que no querían formar parte de la terrible matanza que se estaba desencadenando. Markus concentró su puntería en las balas que gastaba, disparando a algunos en la cabeza o en el pecho.
—¡Tenemos que ayudar a Steve!—exclamó Viktor por encima del enfrentamiento.
—¿Y quién los detiene a ellos?—le preguntó Sam escondido detrás de un auto.
—¡Encuéntralo!—declaró Natasha disparando—. ¡Nosotros nos encargaremos!
Dominica asintió antes de sacar su gancho y saltar por el borde, Markus disparó a dos soldados más mientras que se movían de posición junto a Sam. Recargó balas con lo que parecía ser su último cargador y el soldado apuntó hacia ellos con el lanzagranadas. Natasha, en un movimiento rápido, tomó su brazo antes de moverse hacia el otro carril — arrastrándolo junto a ella antes de que el auto que usaba como cobertura explotaba detrás suyo. Los dos rodaron por la calle, esquivando un auto en su camino para tomar cobertura en otro auto y avanzar rápidamente.
—¡Mierda!—exclamó Markus agitado.
El soldado volvió a apuntar.
Disparó.
Markus y Natasha salieron despedidos de la autopista, cayendo a un lado junto con el auto que se encontraba cerca de ellos, pero la pelirroja disparó un gancho desde su brazalete, logrando que los dos aterrizaran de manera segura en la avenida principal, corriendo en dirección de al otro lado de la autopista por debajo. Los dos espías recargaron sus armas, la mujer de cabellos pelirrojos notando la sombra efectuada por el sol; la cual reveló la posición del enemigo.
—Na schet tri my vystrelili v etu ten' (A la cuenta de tres, disparamos hacia esa sombra)—declaró Romanoff agitada y Markus asintió.
La gente que estaba esparcida por el lugar observando lo que ocurría, se sumió al pánico cuando los dos espías rusos sacaron sus armas con intenciones de disparar a los hostiles de arriba y salieron corriendo a la primera señal del peligro. Había un autobús que estaba volcado en el medio del camino y había civiles que estaban escapando del accidente, la sombra en el borde de la autopista seguía prominente bajo los ojos de Markus.
El Soldado del Invierno no le importaba hacer apariciones públicas.
¿Qué era lo que estaba planeando HYDRA, entonces?
—¡Tres!
Markus y Natasha salieron rápidamente, balanceando sus manos hacia arriba para poder disparar cinco veces en dirección a los hostiles armados — así permitiendo que una sola bala rozase el antifaz que utilizaba el soldado, provocando que este se cubriera detrás de la barra de concreto que lo mantenía fuera de una caída hacia el suelo de concreto que se encontraba unos metros más abajo. Los dos espías corrieron hacia una grúa para tomar una posición ofensiva con sus armas, escuchando como el hombre con brazo de metal disparaba en dirección a donde provinieron los disparos, volviendo a revelar su posición otra vez.
Ellos dos abrieron fuego.
Recibieron balas de regalo, las cuales rebotaron en un auto.
—¡Corre!—exclamó Markus disparando hasta que su pistola quedó sin balas.
Ambos se alejaron rápidamente, siguiendo a la gente que también corría a direcciones diferentes para buscar un escondite. El castaño volvió a llamar a los hermanos Orlov por el comunicador, pero no recibió respuesta alguna de ellos y eso no probaba ser algo bueno para la situación. Corrieron por la siguiente cuadra, las calles siendo desalojadas de la gente que se escondía entre las ramas del miedo y la desesperación ante una amenaza que no traía tregua. Las respiraciones de ambos eran más que erráticas, corazones desbocados y una incertidumbre frenética de sentir los pasos del soldado tan cerca de ellos.
Una explosión anunció su llegada y premonición a una muerte segura.
¿Por qué?
¿Cómo pudieron cambiar las cosas tan drásticamente?
—Tenemos que escondernos, Markus—declaró Natasha sin aliento, mirando por entre los autos detenidos—. Y atacarlo mientras él no se lo espere.
—¿Atraerlo a una trampa?—sugirió el castaño enfocando sus orbes azules en los de ella—. Podría ser nuestra mejor oportunidad.
Natasha apretó los labios, pensando en miles de trampas para por lo menos intentar distraer al soldado por un tiempo. Asintió antes de sacar su reloj, en el cual comenzó a grabar su voz para poder atraer la presencia del soldado. Se escondieron en cuanto percibieron que el soldado estaba muy cerca y la voz de la pelirroja, claramente fingiendo miedo, ordenando refuerzos sobre la ubicación dónde se encontraban.
Esperaron y esperaron.
Uno, dos pasos.
Tres.
Cuatro.
Un auto explotó.
Natasha nunca había sido tan rápida en atacar.
(Markus seguía impresionándose por las habilidades de aquella mujer que le robó el aliento.)
La pelirroja saltó de otro vehículo, rodeando al Soldado del Invierno en el aire, para enganchar sus piernas en los hombros y ahorcarlo con un gancho acoplado en sus brazaletes. Markus estuvo dispuesto a enfrentarse contra él, hasta que el soldado lanzó a Natasha contra un auto y el castaño disparó un gancho que le quitó el arma al enemigo, dejándosela a él. Rápidamente, el soldado intentó sacar su pistola, pero Natasha disparó un disco que produjo un electrochoque al brazo metálico, dejándolo sin funcionar mientras que ellos dos corrían hacia su huida. Metiéndose entre unos autos de la siguiente cuadra, donde la gente corría para esconderse.
—¡Apártense!—exclamó Natasha corriendo—. ¡Apártense del camino!
Markus escuchó demasiado tarde el silbido de la bala.
Con un grito ahogado, Natasha recibió una bala la cual se alojó de manera precisa en su hombro, derribándola al instante.
No.
No.
—¡Nat!—exclamó Markus antes de disparar una granada al auto donde se encontraba el soldado previamente. Se cubrió como pudo, acercándose rápidamente a la pelirroja que tomó cubierta contra un auto. El castaño dejó su arma antes de quitarle la mano de la herida para poder posar la suya—. Eh, eh, tranquila. Ya pasó.
—Der'mo (Mierda)—gruñó Natasha del dolor.
—Tranquila, pondré presión a la herida para detener la hemorragia—señaló el castaño intentando de mantener su compostura.
—Debes sacar la bala primero.
—Nat, te desangrarás.
—Hazlo.
—Nat.
Ella lo asesinó con la mirada—¡Hazlo, Markus!
Belova apretó los labios con fuerza antes de sacar un cuchillo mientras que la pelirroja retiraba un poco de su chaqueta de cuerpo, donde la herida terminaba haciéndose más visible para poder extraer la bala. Romanoff apoyó su cabeza contra la puerta del auto, intentando de sofocar algún ruido que alertase su incomodidad al tener una bala en su hombro y cerró los ojos cuando el castaño enterró el cuchillo contra el agujero para sacar la bala. Ella respiró hondo por la nariz, buscando aminorar el dolor que emanaba de su hombro — escuchando atentamente si había algo que no cuadraba.
El soldado simplemente había disparado.
¿Pero realmente se había ido?
Como si ella lo hubiese invocado con sus propios pensamientos, el Soldado del Invierno saltó hasta el techo de otro auto, apuntándoles a los dos ex asesinos de la KGB — con tales intenciones de asesinarlos con tan solo dos tiros limpios. Dominica y Steve lo sacaron del camino, dándole la oportunidad al castaño de poder continuar con su tarea en silencio. Natasha soltó un jadeo cuando Markus encontró la bala alojada entre el músculo.
—De acuerdo, ya la encontré—anunció el castaño, mirándola a los ojos—. Esto dolerá muchísimo.
—Solo sácala.
Belova alzó una ceja—¿Estás segura?
—Cómo no la saques ahora mismo, juro que te patearé el trasero de vuelta a Rusia.
—Sí, definitivamente tú eres mi mujer—murmuró Markus rodando los ojos—. Aquí voy...
Natasha soltó un chillido cuando el castaño empezó a ejercer presión para retraer la bala de la manera más rápida posible, cerrando sus ojos con fuerza ante el punzante dolor que sentía en su hombro. Markus dejó que la bala cayese al suelo, manchándolo con unas pequeñas pintitas de sangre junto al concreto sucio. El castaño se rasgó una parte de su manga para aplicar un torniquete que serviría como una medida temporaria antes de dirigirse a un lugar más seguro y la pelirroja soltó un bufido.
—¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiesen amputado el brazo.
—Tu sentido del humor sigue intacto.
—Ja, qué gracioso—dijo ella antes de ponerse de pie de manera pesada—. Debemos ayudar a los chicos.
Markus agarró su arma con la mano antes de rodear a Natasha con la otra, los dos moviéndose lentamente para buscar un punto ciego por donde disparar si Steve o Dominica se encontraban en problemas.
Sin embargo, había algo más.
Steve miraba a un hombre, el mismísimo Soldado del Invierno, quien ya no tenía una máscara.
¿Quién diablos era él?
Un alma perdida, quizá.
Markus aún no lo comprendía.
—¿Bucky...?—farfulló Steve sin creérselo.
Dominica le miró con una ceja alzada—¿Lo conoces?
—¿Quién demonios es Bucky?—le preguntó el soldado.
Markus sabía que él iba a dispararle a Steve y el soldado hizo ademán de intentarlo, pero Sam llegó volando con sus alas, apartándolo a un lado mientras que él aterrizaba. Markus disparó una granada en su dirección, haciéndola explotar contra una camioneta y Steve se giró para mirarlo junto a Romanoff herida a su lado. Cuando todos dirigieron su mirada hacia la camioneta destrozada, ya no había más rastro de él.
Y de fondo, las sirenas de la policía resonaban anunciando la llegada de la caballería.
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Markus sabía que no debía subestimar a las mujeres que ocupaban el rol de agentes, por que todas ellas tenían una especie de manía o truco bajo la manga. Al menos, María Hill lo tenía cuando noqueó al segundo guardia que se encontraba dentro del vehículo en donde los transportaban hacia un centro de detención por parte de SHIELD. Brock Rumlow dio todo un espectáculo al llegar, demostrando verdaderamente de que se trataba de un individuo más para HYDRA. El grupo de cinco se rindió ante las fuerzas armadas de SHIELD, sin dar paradero alguno de los hermanos Orlov o información sobre la trágica muerte de Sitwell (cosa que ellos ya deberían haber sabido antes) — su discurso sobre el proyecto Insight estaba literalmente quemado en su cabeza.
—El algoritmo de Zola es un programa—exclamó el pobre agente de manera desesperada—. Un programa que escoge los objetivos de Insight.
—¿Cuáles?—preguntó Steve.
—¡Tú!¡Un presentador en El Cairo, el Subsecretario de Defensa, un graduado del instituto en Iowa, Bruce Banner, Stephen Strange!—respondió sin vacilar—. ¡Cualquier amenaza para HYDRA!¡Ahora o en el futuro!
La computadora que les había hablado en Nueva Jersey tenía razón.
Ese sería el nuevo orden de HYDRA en el mundo.
(Y Markus definitivamente no formaría parte de ello. Era un "no" rotundo.)
Hill les dijo en silencio que esperasen la señal, llevándose una mano al oído derecho, contactándose con alguien. Natasha apoyó su cabeza en el hombro de Markus, sintiendo que su energía se drenaba demasiado rápido, pero el castaño se movió buscando mantenerla despierta — ella había perdido demasiada sangre.
—Eh, tú te quedarás despierta.
—Tengo sueño—gruñó ella.
—No, no, no—la sacudió Markus—. Quiero ver esos ojos abiertos.
—Markus, ejerce presión en esa herida—señaló la castaña mirando al asesino de la KGB—. Ya casi llegamos al punto de extracción.
En cuanto se detuvieron, Hill sacó un dispositivo que creó un agujero en el suelo, el cual les permitió la salida a las alcantarillas. Entonces todos se lanzaron, abandonando el vehículo; el cual continuó su camino como si nada, hasta que otra camioneta se puso encima de ellos — una puerta se abrió, revelando la cara de Mikhail, quien los miró con una sonrisa.
—¿Qué tal, compañeros?—preguntó él.
—No me jodas, Mikhail—gruñó Dominica sin creer lo que veía—. ¡Pensábamos que ya estabas muerto!
—Nope, la señorita Hill fue la persona que nos envió el mensaje y henos aquí.
—Impresionante—masculló el castaño.
El mayor de los Orlov negó lentamente con la cabeza—Nunca subestimes a las mujeres.
Y allí se encontraban ellos.
En una maldita represa abandonada.
Hill les abrió la puerta para que pudiesen transportar a Natasha de manera libre hacia la gran estructura que se alzaba frente a ellos. Caminaron en silencio por los pasillos, encontrándose con un hombre que vestía un traje, un posible aliado de ellos.
—¡Herida de bala!—anunció Hill—. Debe de haber perdido medio litro.
—Yo me encargaré de ella.
—Antes querrá verlo—insistió la castaña.
—¿Ver a quién?—preguntó Markus.
—Ya verán.
María los condujo por otro par de pasillos, antes de entrar a un pabellón que estaba iluminado con luces tenues donde al fondo encontraron una parte más iluminada — siendo amortiguada por una especie de cortina que escondía algo. Natasha observó aquella parte con confusión mientras avanzaban más y más hacia el objetivo. Hill corrió la cortina, dejando a la vista lo que ella insinuó antes cuando entraron. El grupo se quedó en absoluto silencio al ver los monitores médicos funcionando con un pitido estable y demasiados cables conectados a la única persona que vieron morir.
Nick Fury estaba mirándolos desde su camilla.
Nick Fury estaba vivo.
—Eto dolzhno byt' grebanaya shutka (Esto debe ser una puta broma)—replicó Nicholai.
—Ya era hora, maldita sea—dijo Fury con soberbia.
Mikhail miró a la castaña—¿Para esto nos llamaste, Hill?
—Ustedes fueron las personas que pescaron la trampa—respondió la agente de manera inexpresiva.
Natasha fue ubicada a un lado, junto con el hombre quien se trataba de un simple médico que mantuvo al ex director de SHIELD con vida luego de semejante enfrentamiento con balas estriadas — Markus se sentó al lado de la pelirroja, tomando su mano de manera inconsciente y el médico se puso manos a la obra para desinfectar la herida de Romanoff. Fury miró al grupo de manera cansada, mostrando unas ojeras que delataban lo que estuvo pasando en las anteriores horas y las máquinas que estaban conectadas a su cuerpo demostraban que la gravedad de sus heridas era bastante.
—Laceraciones en la columna, esternón roto, clavícula destrozada, hígado perforado y un dolor de cabeza de mil demonios—espetó el ex director de SHIELD.
El médico que estaba ayudando a Natasha lo miró—No olvides el pulmón colapsado.
—No lo olvidemos—asintió este—. Por lo demás, estoy bien.
Nick Fury necesitaba más recambios que como los que necesitaba Markus luego de su primera clase de combate corporal durante sus días como recluta en la KGB.
—Sigues con tu sentido del humor—añadió Markus intentando de sofocar una carcajada.
—Te abrieron y tu corazón se detuvo—alegó la pelirroja desconcertada.
—Tetrodotoxina B—respondió el hombre de piel morena—. Ralentiza el pulso a una pulsación por minuto. Banner la creó para el estrés. A él no le funcionó, pero le hemos encontrado uso.
—¿Por qué tanto secretismo?—inquirió Steve al lado del Dominica—. ¿Por qué no decirlo?
Hill se cruzó de brazos—Tenía que parecer que el atentado contra el director tuviese éxito.
—No te pueden matar si ya estás muerto. Además...no sabía en quién confiar.
—Confiaste en nosotros para permitirnos la entrada aquí—señaló Mikhail alzando una mano—. ¿Por qué?
Fury miró al equipo de asesinos en silencio, quienes también se intercambiaron miradas entre ellos, sin comprender cual era su labor correspondiente en ese lugar. Eso llevó a Fury hacia el pasado, cuando él miraba las pruebas de aptitud físicas de SHIELD para los ex asesinos de la KGB queriendo buscar un futuro mejor, más brillante. Él recordó tener a Romanoff a su lado, su mirada fija en Markus, tan calculadora como era ella y se preguntó si ellos serían iguales a ella — definitivamente se equivocó, pero fue una equivocación afable, cosa que él dejó pasar; porque ellos eran diferentes.
—¿A qué juegan estos asesinos, Romanoff?
Ella le miró de manera fija—A nada, señor.
Y ella estaba tan, pero tan segura de ellos.
(Fury no podía encontrar razones para cuestionar su juicio, en ese momento.)
—Ellos son asesinos, asesinos que provienen del mismo lugar que tú—añadió el hombre moreno mirando como los agentes vencían los obstáculos del campo de tiro—. No estarán...comprometidos.
—Con el debido respeto, señor—anunció la pelirroja mirándolo—. Estos agentes ya decidieron ser desertores en cuanto SHIELD los capturó, la KGB no tolerará a los agentes comprometidos. Simplemente los matarían o los torturarían en prisión por convertirse en enemigos del estado.
Ninguna de las opciones era más que desconsolante.
—Entonces nuestra oportunidad es ahora—murmuró él antes de girar su mirada en dirección—. Si no, perderemos a las personas que realmente pueden proteger este planeta.
—Confío en ellos, Nick.
El ex director de SHIELD no podía sentirse tan a gusto con su decisión, sabiendo que él podía confiar tranquilamente en aquellas personas a quienes les imprimieron un propósito en su cabeza, pero no en su piel. Ellos seguían juntos, ellos seguían con sus intereses de lealtad y por eso Fury decidió confiar en ellos.
Lo hizo cuando los reclutó para detener a Loki.
Y lo hizo cuando ellos aceptaron unirse a SHIELD.
Era un camino completamente claro.
—La señorita Romanoff me dijo que confiara en ustedes una vez—señaló el moreno mirando a los rusos—. Y lo hice, por esa misma razón, por que ella confía en ustedes y sus habilidades. Se mantuvieron con vida hasta aquí, nunca dudaron su lealtad a la idea de libertad.
Se formó un momento de silencio entre ellos y se dieron cuenta de que el hombre moreno decía la verdad. Ellos nunca le dieron la espalda a algo que necesitaban tanto en ese momento: libertad. Y ahora, la organización que estaba tan hundida en sus cenizas estaba volviéndose a lazar como un Fénix, estaba organizando un evento gigante que no solamente los afectaría a ellos — si no a todo el mundo, presionándolos a abandonar el concepto y el hecho de ser libres en pensamiento y en acciones.
El libre albedrío siempre fue considerado como algo peligroso.
—Sé que tuvieron un gran día—señaló el ex director con un tono sarcástico, logrando que Dominica soltase un bufido—. Vayan a descansar por unas horas, luego nos reuniremos.
Natasha se puso de pie, luciendo una venda en su hombro y Markus le permitió el paso, el grupo dejando solos al trío inicial para buscar algún lugar donde descansar. Al ser una represa, encontraron varias habitaciones con literas viejas que tenían colchones usados, indicándoles que muchos trabajadores hacían turnos largos y debían descansar. Markus dejó a Natasha en uno de los colchones mientras que él se colocaba en otra cama. La pelirroja le miró con expresión cansada antes de recostarse en la almohada, observando que Markus hacía lo mismo, pero en otra cama.
Los dos se sumieron en un cálido y cómodo silencio.
Sumidos en tantas cosas.
—¿Acaso piensas que la libertad es algo peligroso?—le preguntó Romanoff rompiendo el silencio.
—He leído varios autores que demuestran lo contrario.
—Pero tú, Markus—insistió ella—. ¿Crees que es algo peligroso?
¿Acaso lo hacía?
Markus se pasó casi toda su vida buscando esa libertad que antes tuvo.
¿Peligrosa?
Probablemente.
¿Liberadora?
Totalmente de acuerdo.
—No creo que sea peligrosa, todo depende cómo la utilices—le respondió el castaño mirando la litera de arriba—. Nosotros estuvimos buscando esa libertad por mucho tiempo, Nat, nosotros supimos cómo usarla y nadie tiene el derecho de quitárnosla.
Eso fue suficiente para ella.
Markus cerró los ojos por un momento, sintiendo que el sueño estaba empezando a invadir su cuerpo cansado y adolorido, a punto de caer rendido en los brazos de un espiral interminable de sueños. Algo se movió a su lado y el castaño abrió un ojo, encontrándose con el pelo pelirrojo de Natasha pasando justo enfrente de sus narices.
—¿Qué estás haciendo?—preguntó Markus al ver que la pelirroja se acomodaba a su lado.
—Estoy acostándome contigo, cosas que hacen los amantes para no sentirse solos.
—Estás herida.
—Solo cállate y abrázame, Markus—respondió Natasha de forma seria antes de rodear el cuerpo de Markus con su brazo vendado—. Creo que dormí el suficiente tiempo sola en una cama donde caben dos.
Markus sonrió de lado y permitió que la pelirroja enterrase el rostro en el pecho, reconociendo el aroma a Camomila que adquirió con los años, mezclado con pólvora y adrenalina — confiando en que él no se escaparía a ningún lado, dejando atrás sus días de sueños solitarios y simplemente basados en recuerdos.
Ellos se encargarían de mantener la libertad que deseaban.
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