xxvii. sentimientos encontrados
INVIERNO ROJO,
capitulo veintisiete: sentimientos encontrados!
Campamento Leigh, Nueva Jersey — horas después.
ENCONTRARSE A STEVE EN EL MISMO HOSPITAL FUE ALGO DIVERTIDO, ya que él simplemente pensó que la memoria que le había entregado Fury había quedado en el escondite que el rubio había elegido previamente a retirarse con la espía rusa hacia el Triskelion. Steve estaba algo molesto con Natasha por seguir escondiéndole cosas, pero Dominica le dijo que era algo muy normal entre espías y él se quedó con las palabras en la boca; negándose a darle la razón a la rubia. Así que el grupo de espías logró entrar en un trabajo encubierto, donde los dirigió hacia un centro comercial para poder averiguar exactamente que había dentro de aquella memoria — Markus intentaba de no reírse de Steve al ver que él hacía un pésimo trabajo de permanecer con un perfil bajo.
(Al menos él entendía quien era el Soldado del Invierno.)
Dominica le había golpeado las costillas por ello.
Algo que confundió muchísimo a Markus fue cuando, mientras Natasha accedía a la base de datos para poder encontrar la fuente de dónde provenía la información, un empleado se les acercó para preguntarles si se les ofrecía algo del lugar. Natasha y Dominica fueron demasiado rápidas para los propios reflejos de los dos hombres quienes las acompañaban: declarando que eran matrimonio y que estaban buscando un lugar para poder pasar sus lunas de miel compartidas — Natasha miró a Markus con diversión, mientras que Mikhail y Nicholai miraban la escena con unas malteadas de menta para poder acompañar y ser ciudadanos comunes por una maldita vez en sus vidas.
SHIELD fue demasiado predecible en ir a buscarlos.
Tendría sentido buscarlos, también.
Pudieron evadir a los agentes de SHIELD y parte del equipo STRIKE que fueron a buscarlos en el centro comercial. Natasha y Markus tomaron caminos separados a diferencia del dúo de agentes rubios, Nicholai y Mikhail lograron asesinar a dos agentes STRIKE antes de darse a la fuga — logrando que Natasha casi les disparara con su brazalete por haber hecho semejante estupidez en cuanto llegaron al estacionamiento. Allí lograron robar al menos una gran camioneta que les dio la oportunidad perfecta de escape. Steve se mantuvo al volante por un buen rato hasta que Markus decidió reemplazarlo estando con Natasha como su copiloto. El castaño ya sabía que la compañía de la pelirroja era más que reconfortante en situaciones tan tensas como estas las eran — sin embargo, esta vez había tensión, oscura y lúgubre tensión entre los dos.
Verán, Natasha besó a Markus en el centro comercial y el espía ruso no se lo esperaba.
Diablos, ¿cuándo fue la última vez que se besaron?
Pasaron muchísimos años desde la última vez, pero ese beso era agradable.
Markus no realizó que realmente llegó a extrañar esa sensación tan cercana e intima con alguien más, esa cosa que los mantenía juntos como imanes empezaba a recobrar más y más energía; sin saber cual podría ser el destino de unos simples trágicos amantes. Natasha se había sonrojado un poco cuando decidió tomar la iniciativa, teniendo en cuenta que la última vez él fue quien la había tomado. Era un sentimiento bienvenido y cómodo, pero que parecía ajeno a ellos gracias a la cantidad de tiempo que pertenecieron separados. Markus tenía más que claro de que sus intenciones eran más que permanecer al lado de la pelirroja, por que él no podía separarse de ella y eso podría llegar a ser un pecado para el mundo de los vivos. Natasha mantenía un ceño fruncido cuando hicieron el intercambio, ocupando el lugar de Dominica en el asiento y miró a Markus de reojo.
Él no la había mirado desde ese entonces.
Ella deseaba muchísimo saber lo que él pensaba.
Pero, ¿qué era lo que ella pensaba sobre su beso?
Era algo simple, provocar incomodidad en otras personas para escapar. Sin embargo, no entendía por qué la afectaba tanto. ¿Cuándo había sido la última vez que había entablado algún vinculo amoroso con alguien que realmente le importase?
Oh.
Natasha extrañó eso.
(Y se preguntó por qué resultaba ser tan complicado.)
—¿Por qué me miras tanto?—le preguntó Markus en un murmullo.
Romanoff apretó sus labios para reprimir una carcajada y se removió en su asiento de manera inquieta, por un simple momento. ¿Por qué lo hacía? Por que ella no miraba a nadie más de esa manera, concluyó ella una vez, porque Markus Belova era la única persona que comprendía su marchito y oscuro corazón con la cantidad de tragedias que ella pasó durante su entrenamiento en la Habitación Roja. Markus era la única persona que tenía fe en aquel corazón marchito y oscuro, ella quería saber cómo alguien podía tener algo tan fuerte como la fe en una persona como ella — una traidora y una persona que deja un rastro constante de sangre en su camino. ¿Cómo? Natasha podía tener seguridad con muchas cosas en su vida, pero el avocarse en el amor, ese es uno de sus puntos débiles.
¿Y Markus?
Markus Belova llegó a ser uno de sus puntos débiles, también.
Él estaba dispuesto a darle todo lo que ella no tuvo.
Y ella, simplemente, sentía que no merecía nada de eso.
(Que ella no merecía a Markus, en definitiva.)
Pero él esperaba una respuesta y no aceptaría un no por respuesta, así que ella decidió utilizar un poco de su sensibilidad para poder responderle.
—¿No puedo mirarte?
—Después de lo que hiciste en el centro comercial—bramó el castaño antes de esbozar una sonrisa de lado—. Estaba bastante seguro que buscarías evitarme y me dije a mi mismo de que ya no tendría un guardaespaldas. Pero debo darte el crédito, tu plan fue un éxito.
—¿Habrías hecho lo mismo?—le preguntó la pelirroja en un arrebato de curiosidad.
—Sí.
Oh.
Oh.
Bien, la honestidad siempre cuenta en las relaciones ¿verdad?, pensó la pelirroja.
—¿Por qué?
Markus la miró de reojo, con ambas manos agarrando el volante—Creí que ya teníamos en claro nuestros sentimientos y en donde estos convergen entre nosotros—Natasha miró hacia abajo—. A menos que eso haya cambiado para ti, lo entiendo.
—¿Qué?—declaró la pelirroja—. No, no es así. Es sólo qué...es complicado.
Steve, Dominica y los hermanos Orlov parecían estar dormidos, pero escuchaban toda la conversación entre los dos espías rusos. Mikhail soltó un ronquido para disipar la tensión y Nicholai le pisó el pie con fuerza, provocando que Dominica apretase los labios contra el hombro de Steve para poder sofocar una carcajada mientras que el rubio envió una mirada fulminante al mayor de los Orlov — agradeciéndole mentalmente por arruinar el momento.
—¿Tú lo consideras complicado, Nat?—señaló el castaño, esta vez ladeando su cabeza para mirarla—. Por que para mi es simple: sigo sintiendo esa atracción y ese endiablado amor hacia ti y tu personalidad desde hace años. Eso no ha cambiado, a pesar de que los caminos hayan decidido separarnos, siempre estuvo allí.
Natasha tragó saliva, mientras intentaba digerir las palabras de la persona a quien más afecto le mostró años atrás, la cual era iluminada por un sol poniéndose en el horizonte y albergando las sombras oscuras suaves que se reflejaban en aquel hermoso rostro, provocando la llamada de la noche que se acercaba conforme avanzaban hacia el siguiente objetivo. Sus orbes azules podían ver a través de ella como si fuese una simple daga o incluso una flecha y todo volvía a la misma noche. Natasha Romanoff sentía que no tenía una respuesta clara para darle, por que había algo que la detenía: miedo, tal vez, desesperación por perderlo.
Markus siguió hablando.
—Una vez Yelena me preguntó algo—empezó él—. ¿Qué eras tú para mí?
Natasha se quedó en silencio.
Di que soy una traidora, pensó ella.
Di que tus sentimientos cambiaron, pensó ella también.
Diablos, Markus, no te merezco, concluyó la pelirroja.
—Le dije que no tenía una respuesta aún—continuó el castaño manteniendo su mirada al frente—. Pero con los años me di cuenta de que siempre la tuve, que esa era la razón por la cual yo me mantenía tan cuerdo como cualquiera. Tú eras la luz que estaba al final del túnel, llamándome para no dejar que me hundiera en tanta...oscuridad. Eso es lo que eres tú para mí.
Jesucristo.
Natasha tuvo que parpadear un par de veces para evitar que se le salieran las lágrimas.
Nos dolió tu traición, Natasha, realmente nos dolió.
Las palabras de Dominica podían tener sentido en ese mísero momento.
Pero a quien más le dolió fue a él.
Él nunca dejó de amarla.
¿Y ella? Ella simplemente era un desastre de decisiones y vasos rotos en el suelo.
—¿Qué soy yo para ti, Nat?—preguntó Markus súbitamente, queriendo descubrir la verdad de una vez por todas, sin importar si sus palabras cavaban una tumba en su corazón—. Está bien si ya no sientes lo mismo, pero sabré donde estamos parados.
¿Acaso él pensaba que ella no lo amaba?
Natasha no respondió.
Eso los llevó al campamento Leigh, a una base subterránea donde encontrarían las respuestas a sus preguntas. Las puertas del ascensor se abrieron frente al grupo y salieron a un ambiente oscuro, donde había una gran computadora en el centro y algunas luces tenues dándoles la bienvenida. Markus y Natasha fueron los primeros en ingresar, siendo seguidos por Dominica y Steve, para luego dejar que los hermanos Orlov pasar mientras que las puertas del ascensor se cerrasen a sus espaldas. Las luces internas se encendieron, iluminando el lugar el cual perteneció a SHIELD alguna vez. Natasha rozó su mano con la de Markus para intentar agarrarla, pero él la apartó un poco, provocando que la pelirroja apretase los dientes.
Sí que había cometido un error.
Pero ella no sabía cómo responder la pregunta.
El lugar terminó revelándose como un centro de computación algo obsoleto para las tecnologías que había en ese año, pero parecía que había algunas bases de datos y cámaras que parecían tener una función. El grupo se subió a la plataforma donde se encontraba una gran computadora y dónde había demasiados secretos escondidos.
—Esto no puede ser el origen de los datos—dijo Natasha luego de un largo silencio—. La tecnología es casi obsoleta.
Markus observó que había un portal de conexiones con el tipo de conector para la memoria y caminó hacia este antes de quitarle la memoria a Natasha, colocándola en el puerto antes de enviarle una mirada a la pelirroja. Repentinamente, todo se encendió alrededor de ellos, mostrando la configuración en la computadora central. Nicholai miró la acción con demasiada sospecha y se acercó hacia la computadora para poder observar lo que la pelirroja hacía. Lograron activar el sistema, donde varias bases de datos y baterías se iniciaron, haciendo que Natasha esbozase una sonrisa de lado.
—¿Jugamos a un juego?—preguntó la pelirroja y cuando vio que sus compañeros se quedaban en silencio—. Es de una película...
—Ya sabemos, Nat—dijo Steve mirándola seriamente—. La vimos.
Natasha hizo un puchero antes de apartarse.
Una cara se reveló en la interfaz de la computadora, mientras que la cámara que se encontraba arriba los miraba con determinación. La computadora consiguió identificarlos a cada uno de ellos, con sus nombres y sus fechas de nacimiento, así provocando que a Nicholai se le pusiesen los pelos de punta. ¿Cuáles eran las funciones primarias de aquella máquina? Esta se reveló como si fuese una consciencia propia y eso espantó más al espía de cabellos rubios.
—Parece que tiene un maldito virus—señaló el menor de los Orlov.
Se trataba del prisionero de guerra suizo Arnim Zola. Un científico que trabajaba bajo las ordenes del tirano alemán llamado por Cráneo Rojo; el cual pertenecía a la organización caída de HYDRA, a menos que eso se pusiese en debate en los siguientes minutos. La máquina alegó que su mente había sufrido una partición en miles de millones de datos que terminaron por ser distribuidos en miles de bases de datos — y que terminó en SHIELD gracias a una invitación (o al menos a que lo forzaron a sacar sus conocimientos para el beneficio de la organización) debido a una operación Clip que se efectuó luego de la Segunda Guerra Mundial.
—SHIELD reclutó a científicos alemanes con valor estratégico—señaló la pelirroja.
—Pensaron que podría ayudarles en su causa.
—Me huele a una tapadera—bramó Markus cruzándose de brazos—. Leímos tus archivos, Zola, tú serviste a HYDRA. ¿Acaso tenías un propósito con eso?
—¿Qué?—inquirió Steve antes de mirar hacia la pantalla—. HYDRA murió con Cráneo Rojo.
—Su reputación le precede, agente Belova—señaló Zola a través de su voz robótica—. Se nota que el programa de Dreykov le ha hecho un excelente agente de servicio.
—Creo que prefiero freírte el cerebro, gracias.
—Si cortas una cabeza, saldrán dos más en su lugar—replicó la computadora mostrando a HYDRA de manera multiplicada—. Así es como son las cosas. HYDRA se fundó según la creencia de que la humanidad no se le puede confiar su propia libertad. De lo que no nos dimos cuenta es de que, si intentas quitarle esa libertad, se resiste. Por esa razón estaban los programas de la KGB y otros de espionaje donde se sometía a la mente humana—la computadora mostró material de archivo donde se encontraba Steve batallando como un soldado en la guerra y como Dreykov estrechaba las manos de los que fueron agentes de HYDRA—. La guerra nos enseñó mucho. La humanidad debía entregar su libertad voluntariamente. Tras la guerra, se fundó SHIELD y me reclutaron.
Markus sentía que las piezas faltantes del rompecabezas estaban empezando a aparecer lentamente.
Era otra simple fachada.
—La nueva HYDRA creció—anunció la máquina mostrando artículos de diarios—. Un precioso parásito dentro de SHIELD. Durante 70 años, HYDRA ha estado alimentando crisis, cosechando guerras y cuando la historia no cooperaba...—repentinamente, se vieron imágenes de cadetes del programa de Viudas y Gorriones Negros, junto con imágenes de un hombre con brazo de metal—. La historia se cambiaba.
Que ironía.
—No puede ser, SHIELD te habría detenido—acotó Natasha.
Dominica negó—SHIELD ya estaba comprometida desde antes, no había manera si se producían accidentes. ¿Cómo pudieron hacerlo sin ser detectados?
—Puede que sus superiores tengan al menos un mínimo de interés en nuestros asuntos, querida Viktor.
—No me jodas—exclamó Mikhail.
—Hay accidentes—añadió la computadora mostrando la muerte de los Stark en un accidente, a manos del Soldado del Invierno—. HYDRA ha creado un mundo tan caótico que ahora la humanidad está dispuesta a sacrificar su libertad para comprar su seguridad.
El Proyecto Insight.
Así que ese era su verdadero propósito.
Mucho miedo reinaría en ese mundo.
—Cuando completemos el proceso de purificación—prosiguió Zola mostrando datos del satélite, el Lemurian Star—. Surgirá el nuevo orden de HYDRA. Ganamos, capitán. Su muerte equivale a su vida. Una suma cero.
Steve rompió la pantalla con un puñetazo.
El proyecto Insight contenía un satélite que había recopilado tantos datos en los últimos setenta años gracias a un algoritmo que el propio Zola había diseñado, el cual los sucesores de su trabajo lograron leerlo a la perfección, triangulando con datos más superiores de su comprensión — sin embargo, Zola les advirtió que no estarían vivos por demasiado tiempo. Markus contaba con ello, al menos hasta que la puerta del ascensor se selló completamente, dejando a los presentes dentro. Steve intentó de mantenerla abierta con su escudo, pero falló considerablemente, dejando un callejón sin salida.
—¿Ahora qué?—preguntó Dominica.
Natasha miró su PDA—Chicos, tenemos un misil. Balística de corto alcance. Tenemos 30 segundos, máximo.
—¿Quién lo ha disparado?—preguntó el capitán.
—SHIELD—concluyó Markus y señaló los conductos que estaban debajo de sus pies—. Encontraremos cobertura ahí dentro, no aquí parados.
—Me temo que los he entretenido, capitán. Admítalo, es mejor así. Nos hemos quedado...sin tiempo.
Markus recordó haber agarrado a Natasha antes de que todo el entorno cayese sobre sus propios cimientos, soltando un estruendo que apagó todo.
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Samuel Wilson no se lo vio venir, al menos no tan pronto.
Lograron seguirlo luego de una larga noche moviéndose a escondidas de posibles cámaras y paneles de tránsito que podrían estar siendo intervenidos por SHIELD. La explosión los había tomado por sorpresa, pero nunca debieron subestimar a cinco asesinos entrenados hasta en los puntos más críticos — pudieron encontrar un escondite que frenó un poco los escombros que habían caído sobre ellos, pero eso noqueó a Natasha y provocó un par de moratones en la rubia. Los hombres intentaron hacer un escudo humano para así proteger a las dos agentes. Se retiraron en cuanto no había más escombros que detener y más cuando SHIELD se encontraba en el sitio. Debían buscar un aliado o alguien quién decida no matarlos, así que a Steve se le ocurrió darle una visita a Sam.
Natasha durmió al menos unas cuatro horas, o el tiempo que permaneció inconsciente. La pelirroja había despertado en los brazos de Markus, quien la estuvo cargando durante horas.
Así que ellos decidieron mantenerse en un perfil bajo, al menos por unas horas.
Markus limpió el rastro de suciedad que habían dejado los escombros mientras que Natasha se secaba el cabello con una toalla luego de una corta ducha. La espía rusa miró de reojo al castaño, quien tenía una camiseta que marcaba bien los músculos de su espalda y eso provocó que ella apretase los labios de manera intermitente. ¿Qué le estaba pasando? Parecía una adolescente otra vez. Sin embargo, no dejaban de rondar las palabras de Markus en su cabeza.
¿Qué soy yo para ti, Nat?
La pregunta del millón.
¿Qué era Markus para ella?
El mayor de los Belova podía ser muchas cosas para ella en ese momento: aliado, antiguo enemigo según intereses, un chico que estuvo alguna vez asustado, un simple amante, o la única persona que llegó a comprenderla. ¿Qué era lo que le impedía decir que él era algo más? El miedo, el miedo de cuan apegada estaba a ella al castaño y eso era lo que terminaba por frustrar a la pelirroja y eso se debía a una sola cosa: que ella no lo había dejado ir desde que se separaron por intereses diferentes.
Natasha Romanoff no lo había dejado ir.
¿Qué era Markus para ella?
Un amor frustrado, en un principio.
Pero era alguien muy importante para ella.
El amor es para niños, dijo una vez.
No.
No lo era.
El amor era un juego peligroso y ella había caído directamente en la trampa, pero oh, se sentía tan bien — tal vez el amor no era una trampa. El amor era una cinta que no se cortaba tan fácilmente, sostenida por dos individuos que tenían miedo de mantener un vinculo de apego y terminó siendo una lucha constante de separaciones y conflictos internos, los cuales ellos dos habían compartido durante años.
¿Qué era Markus para ella?
Porque para mí es simple: sigo sintiendo esa atracción y ese endiablado amor hacia ti y tu personalidad desde hace años.
Ella sentía que no merecía sentirse así.
Atraída.
Embrujada.
No, no, ella no lo merecía.
¿Pero por qué se sentía igual que Markus?¿Por qué su amor por él no cesaba después de todo lo que los separó?
—Llamando a Natasha a la Tierra—dijo Markus chasqueando sus dedos frente a ella, sacándola de su trance—. ¿Estás segura de que no quieres que Nicholai te examine por una contusión?
—Huh, no, estoy bien—respondió la pelirroja negando con la cabeza.
Markus hizo una mueca antes de dejar la toalla en el asiento y se dirigió hacia la puerta, para si dejarle privacidad a la agente de cabellos rojos. Natasha sentía que si Markus cruzaba aquella puerta estando las cosas como estaban entre ellos, así de tensas, eso terminaría destrozándola por completo — ¿qué era lo complicado de admitir?
¿Qué ella amaba a Markus?
No seas cobarde, se dijo a sí misma.
—Markus—llamó ella de manera tensa.
El castaño mantuvo su mano en el picaporte, antes de girar su cabeza un poco para mirar a la pelirroja, quien se encontraba de pie y mirándole fijamente. Hubo un momento de silencio entre ellos, donde se intercambiaban todo tipo de cosas: memorias felices, tragedias, o simplemente dos corazones que se rompieron ante una discrepancia antigua, heridas que permanecieron abiertas en sus cuerpos por mucho tiempo. Natasha miró fijamente a Markus, dispuesta a replantearse su situación: ella dejó en claro que sus sentimientos por el muchacho no habían cambiado en nada, no desde aquella noche que pasaron juntos en Budapest. Natasha comprendía que había roto el corazón de Belova y eso no podía herirla más de lo que ella estaba herida por dejarlo atrás.
Natasha amaba a Markus.
Y no podía dejarlo ir.
—¿Vamos a dejar las cosas así?—preguntó Natasha mirándole fijamente.
—No lo sé, Natasha—alegó el castaño—. Tú dime. ¿Quieres dejar las cosas así?¿Quieres que cada uno vaya por su camino?¿Quieres que esta vez nos separemos para no vernos nunca más?¿Es eso lo que quieres?
—¡No!
Markus apretó sus labios en una fina línea.
No seas cobarde, se recordó ella otra vez.
Ella estaba harta de eso.
—No quiero dejar las cosas así, Markus, nunca fue mi intención—respondió Romanoff sintiendo que ya no podía parar más—. Es solo que...dije que es complicado por que no confío en esto del apego. Mira donde nos llevó el apego a nosotros.
—Estamos juntos, Natasha, eso fue a dónde nos llevó—dijo Markus dando un paso hacia ella—. Después de tantos años separados, nos volvió a juntar aquí, en este preciso momento. Y le agradezco al maldito dios misericordioso que movió los hilos para poder unirnos otra vez, al menos una última vez.
Él tenía tanta, tanta razón.
—Si no quieres dejar las cosas así, dime la verdad, no lo que quiero escuchar—señaló el castaño manteniendo un rostro lleno de muchísimas emociones—. Por que sé que me dolerá más la mentira que la verdad. ¿Qué soy para ti?
—Eres el amor de mi vida.
Y allí lo dijo.
La pelirroja dejó rodar una lágrima en su mejilla, de manera silenciosa, justo como lo había hecho esa misma noche cuando Markus la enfrentó. Ella había tardado mucho tiempo en comprender sus sentimientos hacia él y sabía que eran demasiado fuertes como para ignorarlos — ella se veía como una niña asustada, justo como había entrado en el programa de las Viudas Negras. Natasha estaba asustada por sus propios sentimientos hacia Markus y él, diablos, él fue demasiado paciente con ella, hasta que finalmente los comprendió: ella siempre estuvo enamorada de Markus, siempre había algo que los atraía y ese vinculo de apego que habían creado era tan fuerte que no podía romperse.
—Eres mi aliado, eres mi compañero, eres mi amante y eres la única persona que sabe quién diablos soy en este mundo de mierda—respondió la pelirroja con determinación, manteniendo la mirada hacia el ojiazul—. Tardé años en darme cuenta, tardé siglos y diablos, Markus, te rompí el corazón esa mañana en Budapest. Pero tú recogiste los pedazos y los cargaste contigo durante todos estos años, nunca me dejaste ir. Y yo me di cuenta de que tampoco te había dejado ir, por que estaba muy asustada de perderte por completo. No podía hacerlo. No te merezco, Markus. No merezco este amor, este perdón que me das, no lo merezco, pero estoy frente a ti, diciéndote que aún te amo con la misma intensidad con la que te amé esa noche y me siento como una idiota adolescente admitiendo mis sentimientos a otro idiota que se está riendo de mi en este momento.
Markus sonrió de lado antes de acercarse a la pelirroja un poco más.
Y una lágrima resbaló de la mejilla de él.
Ella lo amaba.
(Que gran alivio fue escuchar eso.)
—¿Acaso era tan complicado admitirlo?—preguntó él en un murmullo mientras que sus frentes se tocaban.
Natasha asintió—Sí, era demasiado complicado admitirlo.
—Entonces...¿qué sigue?
La pelirroja rodó los ojos antes de tomar sus mejillas para besarlo dulcemente. Markus rodeó su cintura para acercarla más a su cuerpo, saboreando su boca en un beso casto y lento, dejando que el oxigeno se les acabara en un vaivén lleno de sentimientos encontrados y de promesas ocultas dentro de sus vidas. Markus extrañó eso y no podía sentirse más a gusto de tener a la persona que le había robado el aliento desde que tenía los trece años. Natasha sonrió en el beso, cargándolo con más intensidad hasta que empezaba a faltarle el aliento. Al menos hasta que escucharon que alguien tocaba la puerta.
—¿Ya terminaron de tener sexo?—preguntó Sam.
Markus rodó los ojos antes de abrir la puerta, dejando a la pelirroja salir primero para luego salir después y unirse al resto del equipo que los esperaba en la mesa — aquel día iba a ser largo.
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