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xxv. un viejo contrincante


INVIERNO ROJO,
capitulo veinticinco: un viejo contrincante!



          MARKUS MANTENÍA AMBAS MANOS EN EL VOLANTE MIENTRAS QUE LOS DOS SE ALEJABAN RÁPIDAMENTE DEL TRISKELION EN UN SILENCIO SEPULCRAL MUY PROFUNDO. Natasha, quien se encontraba a su lado, miraba atentamente por la ventana del asiento del copiloto hacia el exterior, sin esperar alguna instrucción o palabra alguna que diera la respuesta de hacia dónde se dirigían — a Natasha no le importaría desaparecer por un segundo, dirigirse a otro lugar donde Markus y ella podían ser completos desconocidos, siendo dueños de sus propias vidas y sin deberle nada a nadie. En otro universo u en otra vida, ella podría haber tenido todo eso que ella deseó por un momento, en un mundo donde las Viudas y Gorriones Negros no existían, donde Derykov no obtenía niños y niñas mediante el tráfico infantil; y donde ella podía tener realmente una familia.

          Ella casi recordaba muy poco de su madre.

          Tal como Markus también recordaba muy poco de sus padres y de su infancia junto a Yelena.

          ¿Cómo eso podía ser tan triste?

          Markus se preguntó si había alternativas en aquellos momentos tan oscuros.

          (No le sorprendió tener una respuesta negativa ante esa declaración.)

          El castaño giró el volante, para así tomar una de las salidas más cercanas a la avenida principal, sintiendo como el peso que generaba su arma en el cinturón le daba seguridad en sus propios movimientos. El auto, en cierto modo, ofrecía protección ya que era al menos un 75% blindado, pero era mejor prevenir que lamentar antes de que ocurra una tragedia. Markus recordó que, en sus días como Gorrión, la cantidad de armas desplegadas en el mercado de los asesinos llegaba a tener una terminación excelente a la hora de eliminar un objetivo; ya sea siendo protegido por el servicio secreto o por un simple auto blindado. Él perpetuó su asesinato en el año 2010, cuando un senador corrupto de Bulgaria salía de su conferencia hacia el un palacio cercano en su gran caravana donde anunciaba a gritos de que él se encontraba allí.

          Markus llegó a extrañar ese tipo de misiones.

          Muy, pero muy por dentro, extrañaba el "poder" que la Habitación Roja le había dado — muy a pesar de lo nefasto que aquello sonaba.

          Él había nacido en cuatro paredes, con una familia amorosa.

          Luego, esas cuatro paredes se fueron destruyendo poco a poco, confinándolo en 4 muros de paredes sólidas donde él tenía una opción: asesinar o ser asesinado. Markus nació para ser un simple niño, pero hecho para ser un soldado que cambiaba la historia constantemente, sin importar cuanto estrago provocase en el mundo para conseguir su objetivo. Verán, esa era una de las tantas verdades contradictorias en la vida de Markus o incluso en la vida de todos los cadetes que pasaron y que están por pasar bajo las reglas de la KGB. Nadie estaba a salvo de un gran conflicto moral continuo, demostrando que aquello sí que podía ser una gran tragedia.

          Markus tenía la libertad.

          Pero, ¿por qué le costaba tanto creer que finalmente la tenía en sus manos?

          Y eso lo volvió a llevar al mismo concepto: el miedo.

          Ellos reinaron el mundo con miedo, era inevitable no encontrarse con este luego de haber perdido su reino y ahí el mayor de los Belova quería intentar comprender por qué diablos se sentía así: por qué él tenía ese sentimiento alojado en su pecho frente a un arma que podría ser un rival para él. Se dirigió hacia la Capitol Avenue con el vehículo, acelerando paulatinamente en la ruta antes de cruzar el puente que los llevaría a su destino improvisado. Natasha no habló por todo el recorrido, simplemente limitándose a mirar por la venta o simplemente mantener su mirada clara de reojo en la figura de Markus. La pelirroja, al visualizar las facciones de su compañero, no tardó en descifrar de que el castaño estaba empezando a tener rastros de vello facial en la parte de su barbilla y eso era aceptable, teniendo en cuenta de que Markus ya tenía 32 años de edad — un hombre ejemplar comparada a ella, una mujer de tan solo 30 años.

          Natasha aún recordaba al Markus de cabello largo y rodete descuidado atando los mechones rebeldes.

          (Parecía algo tan lejano para ella.)

          Sin embargo, aquellos ojos azules que él tenía no habían perdido su brillo.

          Markus esperó que la pelirroja intentase entablar una conversación, o quizás interrogarlo por la incógnita que él mostraba al conducir por las calles de Washington sin algún rumbo planeado — él, un asesino a quien enseñaron a estudiar, planear y ejecutar, estaba haciendo algo completamente improvisado. Al menos esperó un "¿Qué vamos a hacer?" o un "¿Vas a decirme a dónde vamos?". Nada de eso, Natasha permaneció simplemente callada, cosa que era algo usual y al mismo tiempo inusual con ella, conociendo su carácter reservado. O, tal vez, simplemente se trataba de que los dos estaban en un silencio completamente cómodo que Markus perturbaría si empezaba a hacer preguntas estúpidas.

          En cierto modo, había preguntas estúpidas.

          Pero, por otro lado, siempre había preguntas estúpidas e importantes para el conocimiento público y personal de Markus Belova.

          (Y a Natasha Romanoff le encantaban ese tipo de preguntas, solo para tomarle el pelo en momentos inoportunos.)

          Cuando Markus giró en la siguiente avenida, Natasha se encontró con un gran campo verde cubierto con árboles a su alrededor. Divisó un estanque en su centro y el cual estaba siendo concurrido por algunas personas, niños y adultos, que jugueteaban como si fuese la actividad más normal que tuviesen en sus vidas; otros pasaban simplemente el rato. Markus estacionó en silencio y se colocó una chaqueta por encima de su uniforme, así escondiendo sus armas para evitar levantar alguna sospecha. Los dos cruzaron la calle que los guiaba al parque y caminaron por los senderos que había señalizados, sin intenciones de perturbar la paz de nadie. Natasha observó de reojo a los niños, a través de sus lentes de sol, como una presencia amena a ella y también un constante recordatorio para ambos.

          Ellos no podían tener hijos.

          Y eso era más que machacado en su cabeza por el concepto del apego.

          El apego era peligroso para ellos.

          —Si viniste a darme una charla de que quieres tener un hijo—empezó Natasha mirando a Markus de reojo—. No creo que sea un buen momento.

          Markus se detuvo en seco—¿Qué?

          Natasha lo imitó, unos pasos más adelante que él—Huh...

          —¿Por qué pensaste que iba a querer hablar sobre niños?

          La pelirroja miró a sus alrededores—Pues...este lugar está lleno de niños.

          —Natasha, no estoy pensando en tener un hijo, más en estas circunstancias—replicó el castaño mirándola de manera inexpresiva antes de pasar por su lado—. Y no necesito pedirte permiso para tener uno.

          —Está bien, está bien, perdón.

          Los dos caminaron hacia un banco de madera que daba al estanque donde había más niños jugando, al tomar asiento, Markus permaneció con su mirada al frente; Natasha, por su parte, colocó un pie sobre el banco, sentándose de una manera más cómoda ante el público. Sentía que Markus realmente se estaba convirtiendo en un enigma gracias a ese misticismo que él vestía ese día y quería saber que detalles eran los que ella se estaba perdiendo. Además, no creía que Markus se tomase muy en serio el tópico de niños, pero lo dejaría pasar para cuando él se sintiese más cómodo para hablar.

          Siempre había algo que delataba a Markus Belova, le gustase él o no.

          Ella solamente tenía que presionar.

          —¿Vas a contarme qué es lo que te sucede o tendré que usar mis poderes de Viuda escurridiza para sacártelo?—preguntó Romanoff apoyando un brazo en la parte trasera del banco.

          Markus ladeó su mirada hacia Natasha, quien le mantenía la mirada de una manera tan concisa que hasta incluso parecía la misma Natasha que siempre analizaba a las personas con una simple sonrisa y análisis lento sobre sus expresiones — aquello sí que podía ser aterrador, incluso para el propio Markus. Sin embargo, y eso Belova no lo admitiría en voz alta, Natasha era buena examinando a las personas, por dentro y por fuera, capaz de llegar a los secretos que se encontraban enterrados hasta en las entrañas de la persona; ese era uno de sus tantos talentos y por eso Markus agradecía tener a su favor.

          Él probaría con otro enfoque.

          —Si pudieses ser la líder suprema del mundo, ¿cómo protegerías a la gente en él?—preguntó el castaño, sosteniéndole la mirada antes de cruzarse de brazos—. ¿Con armas o con un escudo?

          Natasha apretó los labios.

          —Con un escudo—respondió ella.

          —¿Por qué no con un arma?

          —Por que quiero que la gente que vive en este mundo confíe en mi—añadió la pelirroja girando su torso un poco—. No que me teman. Si protejo a la gente, lo haré con algo que los haga mantenerse a mi lado, no a dividirlos.

          Markus se sorprendió por la respuesta, viniendo claramente de una ex-asesina de la KGB. Era una respuesta honesta y con mucho altruismo, algo que se veía en muy pocas personas que él conocía.

          —¿Por qué lo preguntas, Markus?

          Markus apretó los labios, recordando las palabras de Nick Fury sobre su propio concepto de seguridad: Leer el ADN de un terrorista antes de que salga de su nido. Neutralizaremos muchas amenazas antes de que ocurran. SHIELD acepta al mundo como es, no como nos gustaría.

          Él la miró—¿Qué sabes sobre el Proyecto Insight?

           Natasha volvió su mirada hacia el frente, esperando alguna otra pregunta más al respecto — pero había una diferencia con las preguntas que hacía Markus: estas siempre iban al grano, no había preguntas tan estúpidas, ni siquiera preguntas que daban a otras preguntas; siempre era directo con cosas que le causaban curiosidad como también molestia y esto, juzgando por su tono y por su pregunta de antes, daba un panorama distinto a la pelirroja. Natasha sabía sobre el proyecto que se encontraba desarrollando SHIELD: el Proyecto Insight. Parecía inevitable no indagar al respecto, más teniendo a Nick Fury como una persona dentro de su círculo de confianza.

          Cuando él se lo mostró, por fuera ella intentó minorizar cualquier sentimiento frenético de pánico al ver que tres buques con armas de alto rango estarían a punto de navegar el mundo para poder "protegerlo".

          Y allí se dio cuenta de que eso no era protección.

          Sin embargo, Natasha Romanoff sabía cómo mantener las apariencias.

          —Sé que es un proyecto promovido por el Consejo Mundial de Seguridad y que las intenciones son para poder proteger al mundo de los malos—respondió ella de manera suave, ladeando su cabeza a un lado para mirarlo—. Cuando Fury quiso enseñármelo, estaba en sus fases iniciales, pero supongo que tú has visto una fase más avanzada.

          Unos niños pasaron corriendo frente a ellos, riendo con pura inocencia en un mundo que podía llegar a ser cruel, oh, tan cruel como lo fue con los asesinos de la KGB y ellos simplemente se limitaron a mirar a los niños con calma, quienes continuaron con su juego hasta alejarse rápidamente. Markus se preguntó como un entorno así podía hacerla ver tan pacífica a la pelirroja.

          Como si todo el mal del mundo realmente estuviese eliminado de sus vidas.

          (Era un sentimiento extraño para él.)

          —Estaban en sus etapas finales, Natasha—replicó Markus mirándola de manera seria—. El Consejo Mundial de Seguridad está loco, están protegiendo la Tierra con un arma, asesinado a cualquiera que cometa un crimen. ¿Así es como proteges al mundo?

          —Mi respuesta queda en pie, Markus—señaló la pelirroja—. Si me hiciesen elegir entre esos helicarriers cargados con balas y cañones de precisión o un simple escudo...seguiría eligiendo ese escudo. El Proyecto Insight es algo peligroso, incluso con las buenas intenciones de eliminar terroristas que no cambiarán de idea. Y ni quiero empezar si eso llega a caer en las manos equivocadas.

          —Nick Fury no ve eso como un peligro.

          Natasha se relamió los labios—Eso es porque él defiende otra visión y esa es la que tiene el Consejo. Tú tienes otra visión de las cosas, justo como yo, por que nosotros usamos armas para proteger una nación con sus intereses y ciudadanos. Nosotros ya sabemos ese lado de la moneda.

          Justo como Dominica lo había dicho: ellos eran el arma que cambiaba la historia del mundo, la corregía y la enviaba hacia otro camino para hacerla más recta — para llevarla a un futuro mejor. Sin embargo, también eran culpables de ello.

          —Llegamos a saber las verdaderas intenciones que tenían—asintió el castaño—. Y por eso decidimos quitarnos de la ecuación.

          —Exacto—dijo Natasha—. Nos estamos enfrentando a gente muy poderosa con ideales ambiciosos, era inevitable encontrarse con alguien que quiere controlar el mundo mediante el miedo.

          —¿Y entonces qué hacemos?

          —Podríamos disfrutar la libertad que nos queda antes de que tengamos que vivir sumidos en el silencio de tener un cañón muy largo apuntándole a tu nuca todo el tiempo—respondió ella antes de sonreírle—. O puedes ir a comprarme un helado de fresa y chocolate. El calor aquí en Washington es increíblemente sofocante.

          Y así, damas y caballeros, era como Natasha conseguía ganarse simplemente a un hombre.

          Oportunista, pensó el castaño.

          Markus rodó los ojos antes de levantarse y tenderle una mano a la pelirroja, dejando que esta la aceptase con una sonrisa antes de alejarse por el mismo camino por donde vinieron, perdiéndose entre la gente que concurría al espacio verde.




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          Pasar la tarde con Natasha no era algo que él tenía previsto para hacer en su día, pero al tener la simple situación de presenciar como el miedo podría gobernar el mundo en las siguientes horas, eso sí que podía llegar a ser inconcluso — así que apreció muchísimo la "distracción" que la pelirroja le brindaba con sus pensamientos e ideas. Decir que Markus extrañaba ese tipo de intercambio era literalmente quedarse corto, como si se tratara de un chiste mal hecho; aquel intercambio que tenían entre ellos era más que sincero, directo en el punto y sin dar más rodeos, algo que él llegaba a agradecer gratamente desde que hacían misiones juntos para la KGB.

          (Sin embargo, si hablaban de sentimientos correspondidos o no, eso era un tópico que aún decidían no tocar o evadir.)

          El castaño estacionó en la puerta del edificio donde vivía la pelirroja, esbozándole una sonrisa ladina.

          —Espero que haya tenido una tarde agradable, agente Romanoff.

          —Sabes perfectamente que este es mi auto y que tienes que devolvérmelo, ¿verdad?—le dijo Natasha esbozando una sonrisa similar a la que Markus tenía en su rostro—. Agradezco que vives a cinco cuadras de aquí.

          Markus rodó los ojos—Y yo que creía que hacía un buen trabajo.

          Se formó un silencio entre ellos y Natasha ladeó su cabeza hacia el castaño.

          —¿Tú qué harías?—preguntó ella súbitamente.

          —¿Eh?

          Ella volvió a hacerle la misma pregunta que él le hizo horas antes—Si pudieses ser el líder supremo del mundo, ¿cómo protegerías a la gente en él?

          ¿Con un arma o con un escudo?

          Belova volvió su mirada al frente, enfocando su mirada en las luces que empezaban a iluminar las calles de Washington — su mente tan absorta en pensamientos, que, por un momento, Natasha se preguntó si él realmente iba a considerar las armas como algo que podía proteger a la gente. No obstante, él no lo veía de esa manera, luego de portar un arma y utilizando las balas de la misma para hacer un "bien" en el mundo. Markus ya había conocido ese lado, Markus sabía como funcionaba ese lado y para ser sinceros, él llegó a detestarlo.

          Y así se dio cuenta de que él también había cambiado de prioridades.

          —Elegiría el escudo, también.

          Con eso, Natasha sabía que Markus era algo más.

          —Ya, bájate del auto—añadió Natasha empujándolo hacia la puerta—. Nos vemos mañana, niño bonito.

          Markus se bajó del auto y negó con la cabeza antes de despedirse de la pelirroja con la mano, emprendiendo su regreso a su hogar. Cruzó un par de avenidas, iluminadas con luces blancas, cálidas y rojas, reflejando algunas sombras duras y suaves en sus facciones — marcando el fin de un día mientras que la noche caía sobre Washington de manera muy esplendorosa. El espía ruso podía ver como algunos jóvenes permanecían juntos hasta aquellas horas, donde simplemente buscaban diversión o simplemente salir a pasar un buen rato, justo como los adultos lo hacían. El castaño llegó a preguntarse qué pasaría con todo eso si llegaban a movilizar todo el proyecto para ponerlo en el aire: ¿reinaría el caos o la gente seguiría viviendo sus vidas como si nada?

          El miedo terminaría gobernando a todos.

          Tal vez ese era un mundo en el cual Markus no le gustaría seguir viviendo.

          (Luego de haber visto mucho, demasiado, él no lo deseaba así.)

          El castaño cruzó por la senda, iluminado por diversas luces y encontrando el semáforo que señalizaba la avenida donde se encontraba el apartamento que compartía con el equipo. Caminó de manera lenta hacia la entrada y sacó su llave para abrirla, encontrándose con un aire algo inquieto y miró hacia atrás para poder ver si había alguien que lo seguía. No había nadie allí y Markus entró sin problemas, cerrando la puerta de la entrada para poder dirigirse al apartamento. El pasillo se encontraba completamente silencioso y eso relajó a Markus por un momento, así entrando en su apartamento para poder asearse y dar por terminado el día. Al ver que no había ninguno del equipo allí, decidió ponerse el comunicador en la oreja izquierda para poder escuchar por si alguno tenía intenciones de contactar al castaño.

          Cuando se dirigió hacia el sillón que estaba cerca de la ventana, se sentó junto a una versión vieja del Anticristo¹ y volvió a revisitar sus páginas luego de haberlo leído a principios del año 2000 en una misión en solitario. Recordó haberlo leído en una noche, junto a una taza de café mientras que la trampa que él colocó se desenvolvía de manera perfecta — eliminando al objetivo con de manera limpia.

          Había demasiada crítica en ese libro.

          (Algo que hasta incluso él tenía intenciones de cuestionar tales hechos.)

          A lo lejos, él percibía música, de aspecto clásico la cual parecía sacada de un parlante de toca discos. Era una melodía armoniosa y fue repentina, el aire volvió a sentirse inquieto y Markus detuvo su lectura al ver movimiento en el edificio que había enfrente. Cerró el libro cuando escuchó que alguien tocaba su puerta: no era nadie de su equipo, ya que todos tenían llave y sabían donde se encontraba la de repuesto. El castaño se levantó del sofá y caminó hacia la puerta, pasando por al lado de la mesa y agarrando su pistola negra que estaba posada allí. Sus pasos eran lentos cuando los toques en la puerta eran más persistentes.

          Markus colocó la mano sobre el pomo.

          Abrió la puerta.

          No se esperaba encontrarse con Sharon Carter.

          —Hola, vecina—saludó él sonriendo de lado—. ¿Ya viniste a sacarle el azúcar a Dominica otra vez?

           Sharon soltó una risa entre dientes, acomodando sus manos en sus caderas—Muy gracioso. Huh, ¿vine a preguntarte si viste a Steve entrar al apartamento? Creo que dejó la música muy alta y no quiero que la señora del piso de arriba se queje.

          —No, no lo he visto—respondió el espía asintiendo—. Pero le avisaré, de todos modos, él no sabe usar su iPod.

          —Está haciéndolo a su manera, tenle paciencia—señaló la rubia antes de dirigirse a la puerta de su apartamento—. Volveré a para poner la lavandería, tal vez pueda encontrármelo en el camino.

          Markus sonrió antes de cerrar un poco la puerta, escuchando como la rubia cerraba la suya. El castaño se movió de manera silenciosa, cerrando la puerta para poder dirigirse hacia la puerta donde se encontraba el apartamento de Steve. Buscó la llave de repuesto que estaba debajo de una maseta, pero no estaba, así que con su cuchillo decidió abrirla lentamente. El apartamento estaba oscuro y eso fue una señal que indicaba peligro al espía, así que sus pasos fueron más medidos. Él se llevó sus dedos al comunicador.

          —Equipo, hay alguien no identificado dentro del apartamento del capitán—murmuró él en voz muy baja—. Necesito refuerzos.

          Él no esperó respuestas.

           Cuando fue hacia la esquina, él salió apuntando su arma a una figura que estaba recostada en un sillón reclinable, contrastando con el fondo claro de la pared junto al tocadiscos sonando de una manera muy ruidosa. Markus bajó el arma, encontrándose con Nick Fury justo frente a sus narices, con una expresión que Markus podía leer muy bien: una mezcla de gran incertidumbre y seriedad, además del cansancio que se veía en su rostro. El castaño miró fijamente al hombre de piel morena, buscando alguna explicación sobre la posible razón de por qué él estaba allí.

          —Dudo que Steve te haya dado una llave para que vengas a quedarte cuando quieras—señaló el espía.

           —¿Creías que la necesitaría?

           Markus se giró súbitamente, encontrándose con Steve y el resto del equipo detrás de él. Belova les indicó en silencio al equipo que se colocasen a varios puntos de la casa para poder identificar hostiles y luego le sugirió al capitán que se acercase en completo silencio. Miró a Fury con una ceja alzada antes de bajar su escudo.

          —No recuerdo haberte dado una llave—señaló el rubio.

          —Es una gran sorpresa de que no la necesitara—respondió el hombre de piel morena—. Mi mujer me ha abandonado.

          —¿Tú tenías mujer?—preguntó Markus—. No sabíamos eso.

          —Hay muchas cosas que no saben de mí.

          Steve bajó la guardia antes de salir de su escondite, a pesar de la advertencia del castaño de no mostrarse frente a los ojos del enemigo que posiblemente estaba afuera intentando de acecharlos.

           —Lo sabemos, Nick—dijo Steve—. Ese es el problema.

          Nick Fury lo detuvo y el agarre que Markus tenía en el brazo de Steve era más fuerte. El rubio encendió la luz de la lampara, mostrando a un Fury que estaba con manchas de sangre y moretones en su rostro, con la ropa sucia y blanca — el moreno apagó la luz instantáneamente y Steve se quedó alerta. Fury tecleó algo en su teléfono y se los mostró al equipo que se encontraba vigilando el perímetro.

          Hay oídos por todas partes.

          Markus llegó a sentirse culpable de haber usado su comunicador para poder contactar a sus compañeros, si es que la línea no estaba intervenida. Fue un error estúpido y eso podía llegar a producir un gran problema para ellos si no iban con cuidado. Markus tocó la pared con sus dedos, dibujando rastros de puntos y líneas para comunicarse con sus compañeros en código morse.

          ¿Lograron localizar a algún posible tirador?

          El resto negó con la cabeza.

          Nick se relamió los labios—Siento hacerte esto, pero no tenía a dónde ir.

          El director volvió a mostrarles el teléfono, su mensaje tan claro y tan ruidoso para los ojos de Markus Belova.

          SHIELD ha sido comprometido.

          Y él volvió a recordar el caso sobre la escasa información que había en las bases de datos de SHIELD con el caso del asesinato de Stark: ¿Por qué SHIELD intentaría eliminar a uno de los suyos?

          Ahí realizó que SHIELD en realidad no era eso, si no que ellos simplemente veían la punta del iceberg.

          (Y que ellos, también, estaban siendo comprometidos.)

          Markus, de manera muy calmada, miró a Nick otra vez—¿Quién más sabe sobre tu mujer?

          Él mostró el móvil otra vez: "Sólo ustedes y yo".

          Nick se levantó lentamente, enfrentando a los dos agentes con una mirada tan cansada que podía estar pidiendo una única cosa: ayuda.

          —Solo mis amigos.

          Mikhail apareció por la puerta del dormitorio de Steve—¡TODOS AL SUELO!

          Nick Fury fue el primero en caer gracias a una bala que entró por la pared. Markus se agachó mientras que Steve le lanzaba el escudo a Dominica, quien se encontraba en el suelo. Mikhail soltó un insulto en ruso que provocó más disparos hacia ellos y el castaño simplemente se limitó a arrastrar a Fury hacia un lugar más seguro antes de tocarse un botón de su muñequera para llevarla cerca de sus labios.

          —Sharon, este es un código negro—espetó el espía ruso—. Repito, es un código negro.

          —¡Me acerco a tu posición!

          Markus y Steve se arrodillaron junto a Fury, mientras que el resto del equipo se posicionaba para poder defender su perímetro. Nicholai mencionó que logró identificar a dos francotiradores más que apuntaban hacia donde estaban ellos antes. El castaño sintió la mirada de Fury sobre él y este le tendió la misma memoria que utilizó Natasha en el Lemurian Star para extraer la información, intercambiando miradas con Steve y él.

          —No confíen...en nadie—masculló el director sin aliento.

          Más disparos se escucharon fuera.

          Y alguien tiraba la puerta abajo.

          —¡Agente Belova!—exclamó Sharon entrando con su arma en alto—. ¿Hay alguien aquí?

          Steve miró con confusión a la persona que resultaba ser su vecina por meses y ella miró de la manera más profesional posible, manteniéndose en guardia.

          —Capitán Rogers, soy la agente 13—anunció Sharon asintiendo—. Servicio Especial de SHIELD. Mi misión primaria es protegerlo junto con los agentes Belova, Orlov y Viktor.

           —¿Siguiendo órdenes de quién?—demandó Steve sintiendo frustración.

          Sharon enfocó su mirada en el cuerpo moribundo de Nick Fury postrado en el suelo, ella miró a Markus y él señaló las ventanas, luego, ella dirigió su mirada a Steve—Siguiendo las órdenes de él—se acercó para buscar un pulso y sacó su radio—. Foxtrot ha caído, no está respondiendo. Necesitamos una patrulla médica ahora.

          Otro disparo acabó cerca de la cabeza de Markus y él soltó un respingo.

          Él agarró la radio de la rubia y la conectó con la red—Tenemos tres tiradores, profesionales y escondidos.

          —Dile que tengo a uno de ellos—dijo el capitán antes de salir por la ventana.

          —Tenemos a nuestros dos tiradores—exclamó Nicholai—. Zona oeste y en ruta de escape.

          —Dominica, conmigo—añadió Markus antes de salir corriendo por otra ventana—. ¡Mikhail!¡Nicholai!¡Sigan al capitán!

          Los dos agentes salieron corriendo hacia una azotea, donde se encontraron a dos personas corriendo un par de metros lejos de ellos. Dominica sacó un gancho antes de lanzarse y tomar impulso para poder acercarse más a los hostiles armados. Markus decidió ir por un desvío para poder tomarlos por sorpresa y la muchacha Viktor fue la primera en atacar a quien parecía un agente vestido de negro, el cual perdió su equilibrio gracias a una llave que utilizó la rubia para desestabilizarlo. Markus disparó en dirección al hombro, sacando un gruñido de lo que parecía ser una chica y sacó sus bastones para poder lanzarla al suelo. Dominica recibió un corte en su brazo y Markus intentó quitarse a la chica de encima suyo.

          Esta era una asesina entrenada y normalmente, ellos no decían nada.

          Markus sacó su cuchillo antes de cortar su garganta en un movimiento rápido, manchando su rostro de sangre antes de quitársela de encima. Dominica lanzó una patada que lanzó al hombre lejos y le dio el tiempo para sacar su arma, disparando tres veces al torso como blanco fácil. El hombre cayó sin vida al suelo y ella terminó recostándose.

          —¿Estás bien?—preguntó Markus.

          Dominica asintió—Sí...Ya me preguntaba por qué se estaban tardando tanto.

          Markus frunció el ceño y giró el cuerpo de su víctima, una mujer de al menos unos 10 años menor que él, de piel morena y ojos oscuros, vistiendo un traje negro con el símbolo de la Viuda Negra en su cinturón.

          La KGB los había enviado a asesinarlos.

          —Mejor tarde que nunca—sentenció el castaño sin quitar la mirada del cadáver—. Esto debe parecer un accidente, así que movamos los cuerpos.

          —Concuerdo.

           Cuando empezaron a cargar los cuerpos, escucharon la voz de Mikhail y el sonido de las sirenas de una ambulancia cerca.

          —¿Situación?—preguntó el mayor de los Belova.

           —Markus—dijo Mikhail agitado—. Es el soldado.

          Dominica miró a Markus con los ojos bien abiertos, los dos terminando con su perfecta obra de arte catastrófica.

          —Vamos para allá.

           Y los dos simplemente se alejaron de la escena del crimen, solamente para sumirse en una tormenta que no sabían si tendría algún fin.




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sin editar

¹ el libro de "anticristo" es un libro escrito por el filósofo alemán friedrich nietzsche, el cual exhibe una crítica del cristianismo en conjunto, y de conceptos modernos como el igualitarismo y la democracia, a los cuales ve como consecuencia persistente de los ideales cristianos. 

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