xxix. el imperio contraataca
INVIERNO ROJO,
capitulo veintinueve: el imperio contraataca!
MARKUS NUNCA CREYÓ QUE VOLVER A DORMIR CON ALGUIEN LE PODRÍA TRAER TANTA PAZ. Tal vez, su vida estaba plagada de pesadillas que lo despertaban por la noche, pero había llegado a comprender que esas eran cosas normales en el inconsciente de una persona que simplemente asesina por dinero o por simples órdenes a punta de pistola. El castaño logró dormir como un tronco, dejando que el cansancio físico le pasase por encima como una estampida de rinocerontes y terminase por permitirle un sueño profundo donde él podía sentirse a salvo luego de horas y horas de merodear en terreno peligroso. Natasha se acurrucó a su lado, descansando su cabeza en el pecho del castaño sin problemas y sin vergüenza alguna. Ella también había decidido sucumbir a los brazos de los malditos dioses del sueño, permitiéndose la sola compañía de su gran...amado.
Aún había cosas que todavía no terminaban de procesar.
El Soldado del Invierno era Bucky Barnes.
HYDRA siempre estuvo un paso más adelante que ellos.
Y el proyecto Insight se lanzaría en cuestión de horas.
Entonces, Markus se preguntó: ¿Qué diablos seguía a partir de allí?
Steve se había mostrado demasiado conmocionado cuando él y Dominica Viktor consiguieron desenmascarar al fantasma del que todas las agencias de espionaje del mundo hablaban — aquella amenaza fantasma que era utilizada en cuentos de terror para poder aterrar a los niños pequeños que no obedecían. El Soldado del Invierno había sido descubierto por un vestigio del pasado y una asesina empapada en sangre; revelando un compañero que Rogers pensó haber perdido hacía mucho tiempo atrás. Ni siquiera Dominica sabía qué creer en ese momento, y juzgando como Steve contaba sus aventuras con aquel hombre como su camarada, ellos simplemente lo veían como un alma verdaderamente valiente, quien tuvo una muerte demasiado injusta para su propio bien.
(Ahora, todos entendían por qué Steve se sentía tan solo.)
Así que, ellos debían planear el siguiente paso a dar.
Markus se estiró un poco antes de mirar en dirección a la pelirroja que se encontraba posada contra su pecho; quien ya, de hecho, ya lo miraba con curiosidad y cuando sus miradas se conectaron, ella esbozó una sonrisa de lado.
—¿Qué es lo que te resulta gracioso?—le preguntó Markus alzando una ceja.
—La cara que pones cuando estás pensando en tu propia mierda.
—¿Ah, sí?
—Ajá.
—¿Y sabes qué estoy pensando?
—Mmm...déjame adivinarlo—señaló la pelirroja cerrando los ojos por un rato—. Pensabas en...lo que ocurrió en la autopista, ¿quizá?—hizo una mueca—. ¿En nuestro enemigo con brazo de metal?
Aquello parecía ser demasiado acertado como para poder adivinarlo. O, al menos, Natasha conocía tan bien a Markus Belova como para saber qué era lo que pasaba exactamente por su cabeza y aquella no era una excepción para aquel pensamiento. La pelirroja se acomodó en su brazo bueno mientras mantenía su mirada en los orbes azules del asesino ruso. Era más que obvio que Natasha podía sacar esa conclusión, teniendo en cuenta los eventos que vivieron en las últimas horas, estando literalmente frente a la mira de un francotirador tan escondido en las sombras — a pesar del golpe de suerte que les brindó María Hill.
—Me parece extraño cómo Steve logró enfrentarlo sin salir muerto en el intento—declaró el castaño antes de hacer una mueca—. Dominica hizo un gran trabajo protegiéndolo. Pero...¿por qué usarían a Barnes para hacer el trabajo sucio?
Natasha se encogió de hombros—Porque así siempre fue HYDRA, al parecer.
—Le lavaron el cerebro al pobre hombre.
—¿Cómo a nosotros?—preguntó la pelirroja y asintió—. Eso podría decírtelo hasta con los ojos cerrados.
—Pero su condicionamiento psicológico no fue el mismo que el nuestro—replicó el castaño antes de mirar hacia la litera de arriba—. A este hombre debieron torturarlo para romperlo, para poder dejarle claro que su vida anterior ya había terminado.
Romanoff permaneció en silencio, apretando los labios en una fina línea. Tal vez, había algún tipo de sentido y razón en las palabras llenas de veneno que decía el espía ruso; tal vez, simplemente se trataba de un hombre que había sufrido una muerte injusta y utilizaron lo poco que le quedaba de vida para hacer algo más grande, algo más letal y peligroso que cualquier droga o enfermedad para aniquilar a los precursores que llegarían a dañar la historia de su más primordial objetivo: la entrega voluntaria de la libertad individual. Markus lo comprendía, de verdad que lo hacía, por que él había pasado por aquellos mismos pasos para poder convertirse en el arma que él nunca quiso ser voluntariamente.
Barnes simplemente era un alma perdida en un océano tan rojo como la sangre misma.
(Y Markus sabía, muy por dentro, que él estaba ahogándose entre tanto rojo.)
Si querían salvarlo, debían romper aquella barrera que le daba órdenes.
Si querían salvarlo, debían arrancarle aquel pensamiento que lo ahogaba.
¿Acaso Steve se uniría a ellos para intentarlo?
—Steve no dijo nada al respecto desde que llegamos—recalcó Markus mirando nuevamente a la espía que estaba recostada a su lado—. Sé que ellos tenían una muy buena relación, como si fuesen hermanos.
—Steve estará bien, Markus, aún debe procesar muchísimas cosas de este nuevo mundo—respondió Natasha recostando la cabeza otra vez en el hombro del castaño—. Ya vendrá su tiempo para poder hablar si es que lo necesita, simplemente hay que esperarlo.
—No puedo creer que tú lo digas, después de todo—le recriminó Markus con diversión.
La pelirroja se levantó un poco—¿A qué diablos viene ese comentario?
—A que tú eres la reina de los impacientes—señaló el castaño esbozando una sonrisa.
—Tú eres peor que ella, Belova—dijo una voz femenina a sus espaldas, provocando que los dos espías ladearan la cabeza a un lado, encontrándose con los dos rubios recargados sobre la puerta—. Fury nos envió a buscarlos, pero los veo algo...ocupados.
—Ja, muy graciosa—espetó el castaño rodando los ojos antes de levantarse de la cama, enfocando su mirada azul en la figura de Steve—. ¿Te sientes mejor? Tú y Dominica se llevaron algunos golpes del soldado.
—Es complicado, pero estoy bien—añadió el rubio cruzándose de brazos.
—Vamos, el gran hermano nos está esperando—señaló la pelirroja tomando a Markus del brazo.
El grupo de cuatro caminó por los pasillos de aquella pequeña base que habían formado y se dirigieron a uno de los pabellones donde se encontraba la camilla en la que Nick Fury se encontraba reposando, simplemente para verla vacía y al girarse, se encontraron con el hombre sentado en una silla bien arrimada a una mesa, siendo cubierto por un suéter color gris y acompañado por maletines que tenían equipamiento desconocido dentro. Los hermanos Orlov se encontraban sentados arriba de la mesa, hablando entre ellos en ruso, un habito que no habían perdido para nada con el tiempo que llevaban dentro de terreno norteamericano. Cuando se acercaron a la mesa, Fury miraba una foto en blanco y negro, casi vieja, de un hombre que ellos reconocían muy bien.
Alexander Pierce.
Había muy poco detallado de él en los archivos que tenía SHIELD en su custodia cuando ellos se encontraban en etapa de entrenamiento, muy poco para saber quién era.
Ahora lo comprendían.
(Simplemente se trataba de otro traidor más, enmascarado como un hombre preocupado por la seguridad. Algo sumamente estúpido.)
Sin embargo, Fury lo vio con añoranza.
Pero él también se sentía traicionado.
Cuando el equipo se sentó, ellos miraron silenciosamente al ex director de SHIELD, quien permanecía dentro de sus pensamientos remontando a misiones clandestinas y dónde él simplemente luchaba para poder hacer un mundo mejor. Súbitamente, él señaló a la persona que estaba en la imagen.
—Este hombre rechazó el premio Nobel de la Paz—dijo luego de lo que parecía un largo silencio—. Dijo que la paz no era un logro, sino una responsabilidad—soltó la fotografía, mirando al equipo—. Estas son las cosas por las que me cuesta confiar.
—Y hay muchas cosas más—murmuró Markus rodando los ojos.
Natasha le pegó una patada por debajo de la mesa, logrando sacar un gruñido por parte del castaño y eso provocó que Belova se recostase en el respaldo de la silla mientras la mirada fija de Romanoff se enfocaba en el hombre de piel morena.
—Tenemos que detener el lanzamiento.
—Me temo que el Consejo ya no toma mis llamadas—le respondió el director con ironía.
—Se nota que tu sentido del humor sigue más vivo que nunca, Fury—le dijo Dominica desde su asiento y Steve le fulminó con la mirada—. ¿Qué dije?
—No puedo evitar sentir gracia ante ironías que pasan en mi vida, agente Viktor—señaló el hombre moreno con seriedad—. Creo que estoy en mi derecho de hacerme el gracioso.
—La cosa importante aquí es cómo vamos a detener el lanzamiento de los tres helicarriers—dijo el menor de los Orlov apoyando ambas manos sobre la mesa.
Fury tomó uno de los maletines y lo abrió, revelando tres chips de tamaño mediano separados de manera simétrica en pequeños compartimentos asegurados dentro del mismo. Los espías rusos se intercambiaron miradas de confusión entre ellos, especulando mediante sus miradas y cortas señas que servían de códigos entre ellos. Estaba más que claro que no sabían cuales eran las verdaderas intenciones de la sugerencia de Fury al revelar los chips, sin embargo, si debían usarlo para poder evitar el lanzamiento del proyecto Inisght — entonces lo harían.
—¿Qué es eso?—le preguntó Sam a Nick.
—Cuando los helicarriers lleguen a los mil metros de altura—respondió Hill girando su computadora portátil hacia el resto del equipo—. Triangularán con los satélites de Insight y estarán plenamente armados.
—Y los satélites Insight tienen dentro el algoritmo de Zola creado específicamente para HYDRA—dijo Mikhail llevándose una mano a la barbilla—. Con eso obtendrían los objetivos que eliminarán en la primera hora, incluyéndonos a nosotros, seguramente.
—Hay que asaltar los transportes—declaró Fury inclinándose hacia adelante—. Y sustituir sus servidores Blade por los nuestros.
Nicholai levantó la mano, como si fuese un alumno de una clase—¿Intentaron hackear la red de satélites?
Hill y Fury fulminaron al rubio con la mirada, dejándole en claro de que ya se había intentando usar aquella carta; así concluyendo que tal vez esa no era una buena carta viable para todo el prospecto de eliminar el algoritmo creado por Arnim Zola. El menor de los Orlov levantó ambas manos a modo de rendición antes de tomar asiento al lado de la muchacha Viktor, apoyando ambos pies arriba de la mesa.
—No basta con uno o dos—añadió María mirando los chips—. Hay que enlazar los tres para que funcione. Con que una sola de esas naves siga estando operativa...muchísima gente morirá.
—Teniendo en cuenta el calibre y la velocidad de disparo que tienen esos cañones—dijo Markus en la misma posición—. Podrían matar a millones en cuestión de segundos. O son todos o ninguno.
Fury asintió—Hay que suponer que todo el pasaje pertenece a HYDRA. Hay que pasarlos, insertar estos servidores y quizá podamos salvar lo que queda.
Steve lanzó un puñetazo a la mesa, enfadado, logrando que todos los miembros del equipo permaneciesen en silencio ante el abrupto mensaje que el capitán había decidido tomar.
—No se salva nada—sentenció este de manera seria—. No caerán solo los transportes. Caerá SHIELD, también.
Markus sintió la mano de la pelirroja rozando sus dedos por debajo de la mesa y él se la agarró para darle un firme apretón, sugiriendo que las siguientes palabras intercambiadas entre el ex director de SHIELD y el capitán Rogers fuesen demasiado fuertes como para marcar un final a la organización que en cierto modo les garantizó la libertad a todos ellos. Después de todo, los caminos terminaban convergiendo en un mismo lugar donde todo podía marcar un fin de dicho ciclo.
Quizás, ya era hora de que SHIELD terminase derrumbándose.
—SHIELD no es culpable—se excusó Nick mirando al capitán fijamente.
—Nos diste esta misión—declaró Steve de manera seca—. Así es como termina. SHIELD está comprometido, permitiéndole a HYDRA crecer delante de nuestras narices y nadie se dio cuenta de ello.
—¿Por qué crees que estamos aquí?—contraatacó el hombre de piel morena—. Yo me di cuenta.
—Me parece una lástima, pero nosotros nos dimos cuenta primero—señaló Nicholai de manera descuidada, recordando la charla que tuvo con sus compañeros durante sus días de entrenamiento mientras leía los archivos de la base de datos y los espías rusos lo fulminaron con la mirada—. ¿Dije información sensible, muchachos?—Mikhail se palmeó la cara—. Huh, lo siento.
—¿Ustedes sabían pero decidieron no decir nada al respecto?—les preguntó Hill alzando una ceja.
—Nosotros llegamos a una suposición de que había algo mal en el sistema de su organización, entre bastantes cosas como la corrupción y el encubrimiento de archivos—respondió Viktor mirando a la castaña de manera inexpresiva—. No sabíamos que se trataba de HYDRA, creíamos que se había hundido como el maldito Titanic—ella dirigió su mirada a Fury—. Dime, Nick, ¿cúantos más pagaron el precio antes que tú por saberlo?
—Mira, no sabía lo de Barnes—replicó el director bajando la mirada—. Y dudo que ustedes también.
—Si lo sabías antes—le reprochó el rubio—. ¿Me lo habrías dicho?¿O entra dentro de la división del trabajo? SHIELD, HYDRA...desaparecerá todo.
—Tiene razón—murmuraron Natasha y Hill al mismo tiempo.
Fury miró a las dos mujeres, buscando algún rostro compasivo que decidiese continuar con aquel camino lleno de mentiras y confusiones, las cuales terminarían destruyendo todo a su paso si continuaban por allí. Sam simplemente se encogió de hombros mientras observaba toda la conversación y, finalmente, el ex director de SHIELD fijó su mirada en el hombre rubio — Markus se dio cuenta de que él ya había tomado su decisión frente al discurso hecho por su equipo y sintió un nudo en su garganta cuando él se dignó a hablar.
—Bueno...—murmuró él antes de asentir—. Parece que tu das las órdenes, Capitán.
Entonces, así empezó la caída de SHIELD.
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Triskelion, Washington D.C.
Markus confiaba plenamente en sus instintos de supervivencia, además de las habilidades que había adquirido con los años sirviendo al programa de Viudas y Gorriones Negros para poder hacer trabajos de infiltración y posible extracción de información. El plan parecía completamente sencillo para el equipo: Natasha y Markus serían las personas que se encargarían de Pierce y el resto de los miembros del Consejo Mundial de Seguridad, así camuflándose como dos miembros del mismo mientras que Steve y el resto se encargarían de detener el lanzamiento de los helicarriers cambiando los chips de los servidores. Así que, Markus entonces se preguntó: ¿Cómo diablos llegarían hasta la habitación donde se encontraba Pierce si la seguridad estaba en su máximo tope?
Los ojos claros de Natasha Romanoff se iluminaron con un brillito.
(Eso, francamente, asustó a Markus.)
—Utilizaremos un Velo fotostático, logré llevarme algunas que pertenecían al depósito de armas que tenía SHIELD—señaló la espía de cabellos pelirrojos—. Así podremos entrar sin ser detectados como nosotros, si no como miembros del Consejo.
—Así que, no podré llevar mi traje—se excusó el castaño—. Ni mis armas.
—Nope.
—¿Y si algo malo pasa y necesitamos nuestras armas para poder defendernos?
—Pierce contará con unos cuantos guardias que sacaremos de la ecuación y podremos contar con las armas—declaró ella sonriendo con suficiencia—. Entonces, niño bonito, tendrás que ir de traje junto a mí.
—Dime que llevarás un vestido—le dijo Markus antes de esbozar una sonrisa ladina.
Natasha rodó los ojos—No, me vestiré como una mujer de cincuenta años.
—Tiene sentido.
—Exacto, ahora ve a ponerte tu traje.
Eso había sido hacía dos horas y ellos habían logrado entrar al Triskelion sin ser detectados como los fugitivos de HYDRA. Siguieron al pequeño grupo donde Alexander Pierce se encontraba encabezando la caminata junto a ellos y el resto de los miembros del Consejo. Natasha iba perfectamente disfrazada como la concejal Hawley mientras que él tomaba el papel del concejal Rockwell. El hombre logró identificar que todas las salidas se encontraban con custodios pertenecientes al cuerpo de seguridad interno que tenía la organización y contó al menos tres soldados detrás suyos custodiándolos.
Las cosas empezarían a agitarse pronto.
—¿Qué tal su vuelo, concejal?—le preguntó Pierce.
—Estupendo—le respondió ella—. El viaje desde el aeropuerto, pues, menos.
Alexander hizo una mueca de disgusto—Lamentablemente, SHIELD no puede controlarlo todo.
Markus tuvo que contenerse para no bufar.
—Incluyendo al Capitán América, también—señaló Rockwell.
Otro soldado se acercó a ellos, sosteniendo una caja que contenía broches que cada concejal se le fue entregado y Markus sabía que eso podía llegar a hacer una trampa; pero debían tomar medidas necesarias si querían que la misión fuese un éxito total.
—Los controles de seguridad son biométricos—dijo Alexander entregándoselos—. Esto les dará acceso sin restricciones.
Se movieron hacia los ascensores, los cuales los llevaron a los pisos superiores donde el nuevo director de SHIELD condujo hasta una sala de conferencias que él siempre utilizaba para sus reuniones con el Consejo mientras Nick se dedicaba a la estrategia. El logotipo de SHIELD se encontraba enmarcado en platino en una de sus paredes y había una pantalla de vidrio desplegada justo detrás del director junto con un pedestal que servía como central. Los miembros del consejo permanecieron en silencio mientras que Pierce, quien fue el último en entrar, se acercaba hacia una mesa donde había copas y una bebida a modo de celebración.
¿Qué era lo que estaban celebrando?
¿La futura masacre de millones de personas?
Pierce estaba enfermo.
Los miembros agarraron las copas, una cada uno.
(Markus definitivamente no bebería eso.)
—Sé que no ha sido un camino fácil—comenzó el secretario Pierce, sintiendo un atisbo de orgullo interno por haber concretado algo—. Y que algunos me habrían echado por la marcha. Por fin estamos aquí—levantó su copa, con gracia—. Y el mundo debería estar agradecido.
Los miembros alzaron sus copas y allí fue el momento cuando la voz de Steve Rogers irrumpió en la gran sede de SHIELD.
—Atención a todos los agentes de SHIELD, soy Steve Rogers—Markus sonrió al ver que Pierce bajaba su copa—. Han oído hablar mucho de mi en los últimos días. A algunos les ordenaron darme caza a mi y a mi equipo. Pero es hora de que sepan la verdad.
Steve Rogers diría la verdad.
Ya no importaba la decepción o el dolor.
Todas aquellas muertes valdrían la pena, a pesar del alto precio que pagaron.
—SHIELD no es lo que creíamos—sentenció el capitán con voz estruendosa—. HYDRA ha tomado su lugar todo este tiempo. Alexander Pierce es su líder—todos miraron en dirección a Pierce, quien había dejado la copa con líquido dorado en su mesa—. STRIKE e Insight también son de HYDRA. No sé quiénes más, pero están en el edificio. Podrían estar a nuestro lado. Casi tienen lo que quieren: el control total. Dispararon a Nick Fury y no se acabará ahí—hizo una pausa, mientras que el secretario Pierce tecleaba algo en su PDA. El espía ruso miró de reojo a la concejal de cabellos cortos—. Si lanzan esos helicarriers hoy, HYDRA podrá matar a quien quiera. A menos que los detengamos. Sé que pido mucho. Pero el precio de la libertad es alto, siempre lo ha sido.
Markus se permitió sonreír de lado.
Él mismo tuvo que pagar un precio tan alto para conseguirla.
Traicionar a su país.
Traicionar sus ideales impuestos.
Traicionar a su familia biológica.
Traicionar a su hermana Yelena.
Todo tenía un precio.
—Y es un precio que estoy dispuesto a pagar—concluyó el capitán—. Si somos los únicos, que así sea. Pero apuesto a que no lo seremos.
Y finalmente, la conexión se cortó.
—Creo que ya lo expusieron, secretario Pierce—masculló Rockwell, a pesar de ser Markus quien hablaba—. Creído hijo de perra.
Dos guardias más se unieron en la habitación, colocándose al lado del secretario. El concejal Singh miró a los guardias con molestia.
—Deténganlo—les ordenó.
Uno de los miembros de STRIKE sacó su arma para apuntarle y Markus sentía que la situación se había puesto más peligrosa de lo que ya era. El castaño miró cautelosamente al secretario, quien tenía las manos en los bolsillos y miraba atentamente al concejal Singh.
—Parece que mando yo.
En las pantallas de vidrio, se reflejó un adelanto en el reloj, marcando que el lanzamiento del proyecto Insight había comenzado antes de tiempo. Markus y Natasha maldijeron mentalmente al ver que sus compañeros no habían logrado retrasarlo más y los tres helicarriers empezaron a alzarse en el cielo, disparándole a algo que se movía en el aire. Pierce se dirigió a la ventana, observando el caos que se había empezado a formar y luego miró al concejal proveniente de la India.
—Le haré una pregunta, concejal—declaró Alexander antes de agarrar una copa—. Si Pakistán invadiera Bombay mañana y supiera que iban a arrastrar a sus hijas hasta un estadio para ejecutarlas—se la tendió y él la aceptó de manera tensa—. Y pudiera detenerlo dándole a un interruptor...¿No lo haría?¿No lo harían todos?
—No si fuera su interruptor—respondió Singh antes de lanzar la copa a un costado.
Aquel era un acto de rebeldía.
Pierce apuntó una pistola hacia el político, dispuesto a dispararle.
La concejal lanzó una patada alejándolo, dirigiéndose al secretario para golpearlo, mientras que Markus disparó dos discos electrificados para provocar un electrochoque, esquivando un disparo del soldado de STRIKE para derribarlo con una llave que lo lanzó un poco lejos y la pelirroja golpeó a otro contra la mesa. Consiguieron armas, apuntándolas hacia el secretario, quien parecía desconcertado. Los dos se tocaron parte de su rostro, desactivando el velo que escondía sus verdaderas identidades. Markus se quitó el broche que les habían dado en la entrada antes de mirar fijamente al secretario.
—Lo siento—dijo Natasha quitándose el velo y la peluca—. ¿Le hemos arruinado su momento?
—Agente Romanoff, Agente Belova—añadió el secretario—. No los esperaba.
Markus asintió—Nos gusta ser el factor sorpresa, señor secretario.
Natasha se encaminó hacia el pedestal, poniéndose a trabajar en la terminal donde podría encontrarse con una base de datos. Markus le ordenó al concejal Yen que tomase un arma y que la apuntase hacia el secretario. El concejal indio miró la pantalla, donde varios comandos que accionaba Natasha.
—¿Qué hace?
—Está anulando los protocolos de seguridad y soltará todos los secretos en internet—respondió Pierce siendo seguido por Markus.
Natasha no levantó la mirada de la pantalla—Incluyendo los de HYDRA.
—Y los de SHIELD—señaló de nuevo el secretario, provocando que Natasha se detuviese abruptamente—. Si lo haces, se conocerá todo tu pasado. Y el de tu compañero—la pelirroja miró seriamente al hombre viejo—. ¿Está preparada para que el mundo la vea como es realmente?
—El mundo tal vez ya lo sabe, señor secretario—declaró Markus detrás de él—. ¿O es que acaso usted está preparado para que revelen sus secretos?
—Tenía razón en decirle a Fury que no reclutasen asesinos de élite de la KGB—masculló el secretario rodando los ojos—. Siempre hay un bando donde elegir. Creí que se podía tener un tipo de alianza con gente que piensa igual que nosotros.
¿Aliados?
El secretario debía estar bromeando.
Markus soltó una carcajada amarga.
—No soy el tipo de persona que usted piensa que sea, Pierce.
Repentinamente, la pantalla desplegó una alerta de encriptación que necesitaba el acceso de dos miembros con alto rango de SHIELD, siendo resguardados como si fuesen una bóveda presurizada.
—Deshabilitar el encriptado es una orden ejecutiva—señaló Alexander mirando a Romanoff—. Hacen falta dos miembros de nivel Alpha.
—Tranquilo, ya llegará la compañía.
El ruido de las hélices de un helicóptero se escuchó afuera, revelando el mismo aterrizando en la plataforma que había cerca de la oficina. Un hombre vestido de negro, con piel morena y un parche en el ojo salió del mismo, dirigiéndose hacia la entrada para poder irrumpir en el predio. Alexander lo miró de manera inexpresiva, dándose cuenta de que el director formal de SHIELD entraba a un paso decidido. Markus no aflojó su agarre en el arma, observando como el moreno se adentraba en la habitación en silencio, su mirada fija en el secretario.
Markus se preguntaba cómo se sentía volver desde la muerte.
Nick Fury parecía que no estaba nada muerto.
—¿Recibiste mis flores?—le preguntó Alexander.
Markus frunció el ceño ante la pregunta.
—Me alegro de que estés aquí—prosiguió el secretario.
—¿En serio?—contraatacó el moreno acercándose hacia él—. Creía que habías enviado a alguien a matarme.
—Ya sabes cómo es el juego.
Fury frunció el ceño—¿Por qué nombrarme director de SHIELD?
—Porque eres el mejor y el más implacable que conozco—respondió Pierce con las manos en sus caderas.
—Hice lo que hice para proteger a gente.
Pierce chasqueó la lengua—Nuestros enemigos son tus enemigos, Nick. El desorden, la guerra. Es cuestión de tiempo que una bomba sucia estalle en Moscú, o una bomba electromagnética fría Chicago. ¿La diplomacia? Una contención. Una solución temeraria—dio un paso hacia él—. Ya sabes donde lo aprendí. En Bogotá. No preguntaste. Hiciste lo que había que hacer. Puedo llevar el orden a las vidas de siete millones de personas con sacrificar a 20 millones.
Markus no podía creer lo que escuchaba.
Ellos debían detener eso.
—Es el próximo paso, Nick. Si tienes el valor de darlo.
—No, tengo el valor de no hacerlo—respondió el moreno tomando al hombre del brazo para acercarlo a la pantalla.
Natasha miró a Markus de reojo y sus miradas se mantuvieron en un momento. Mientras que los dos miembros de alto rango confirmaban la subida de archivos con la contraseña efectuada por el escáner de retina. La carga de los archivos comenzó y los dos espías bajaron sus armas por un momento, generando silencio en la sala. En cuestión de segundos, la carga fue completada y Markus nunca se había sentido tan nervioso al ver que toda información sobre Natasha y posiblemente de su equipo salía a la luz. Sin embargo, eso duró poco, al menos, cuando los broches que se habían puesto antes empezaron a quemar a los otros concejales, creando un agujero en el esternón de manera limpia — asesinándolos al instante.
Natasha apuntó a Pierce con su pistola al mismo tiempo que Markus lo hacía.
Ella no se lo había quitado.
—A menos de que quieras que tu compañera tenga un agujero en el esternón—le advirtió el secretario—. Bajarás esa pistola. Se armó en cuanto se lo pusieron.
Romanoff miró a Markus.
—Polozhit' pistolet (Baja el arma)—le dijo ella en ruso.
—Pero, Nat...
—Bájala.
Él apretó los dientes y la bajó, justo como Fury y ella.
Pierce se llevó un dedo al oído—Teniente, despliegue a los objetivos.
—No lo lograrás, escoria humana—masculló Markus.
—Oh, sí, lo haré.
Hasta que una explosión se escuchó a sus espaldas. Markus se giró, encontrándose con tres helicarriers disparándose entre ellos, destruyéndose poco a poco, donde el fuego y el humo abundaban — sacándole un suspiro de alivio al castaño. El equipo lo había logrado y el castaño divisó al menos dos paracaídas pertenecientes a dos miembros de su equipo; esperó que el resto estuviese bien.
—Qué desperdicio—se quejó Pierce.
Natasha lo miró de reojo—¿Aún dudas de las posibilidades de Rogers?
—Es hora de irse, consejera—le señaló el secretario—. Por aquí, vamos. Me vas a sacar volando de aquí.
Markus estuvo a punto de abalanzarse contra el secretario en cuanto tironeó del brazo de Natasha, pero Fury lo detuvo, fulminándolo con la mirada.
—¿Sabes? Hubo un tiempo en el que hubiera recibido una bala por ti.
Pierce miró a Fury—Ya lo has hecho.
Y el cuerpo de Natasha, electrificado, cayó al suelo de manera seca.
Boom.
¡Boom!
Alexander Pierce recibió cuatro balas en su pecho, dejando que la sangre salpicase su corbata oscura y que su cuerpo chocase contra el vidrio, rompiéndolo para anunciar la nueva alma que entraría en el mundo de los muertos. Markus corrió hacia el cuerpo tendido de la pelirroja en el suelo, volteándola para ver que ella no estaba herida físicamente.
—Natasha—llamó Markus y la sacudió un poco—. ¡Natasha, vamos!
—Ouch.
Markus soltó un suspiro de alivio.
—Mierda, Markus—gruñó la pelirroja—. Esas cosas sí que lastiman.
—Melodramática.
Al levantarse, los tres fijaron su vista en el cadáver del secretario Pierce, quien mantenía una mirada hacia el techo, dejando que la sangre saliese por debajo de él creando un charco; tiñendo el suelo de rojo junto a los vidrios que lo adornaban.
—Hail HYDRA—masculló él.
Y Markus apretó el gatillo en su dirección.
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sin editar
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