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xl. los sucesores


VICTORIA,
capitulo cuarenta: los sucesores!



Base de los Vengadores, Nueva York — Dos semanas después.

          MARKUS OBSERVÓ LA ESTATUA DE NICHOLAI ORLOV PARADA FRENTE A ÉL, tallada en mármol a la perfección. La estatua de Sasha Zaitsev se encontraba a su lado, acompañando a la del ex asesino de la KGB. Ambas se veían perfectas, ensamblando los rostros y las expresiones que portaron una vez sus compañeros, su verdadera familia. Él sintió nostalgia, con tan solo remontar a sus primeros días como cadete encerrado en un camión que iba dirigido a Bielorrusia. Parecía algo tan lejano, pero se sentía como si hubiese pasado ayer: un camión lleno de cadetes que estaban a punto de enlistarse a lo que sería una de sus peores pesadillas, donde un entrenamiento implacable terminaría quebrando su voluntad y su espíritu hasta el punto de romperlos como jarrones de cristal para moldearlos en algo nuevo, algo letal y peligroso. Markus entendía perfectamente que las cosas sucedían por algo y que algunas cosas se podían evitar, pero no evitó preguntarse el qué habría pasado si no seguían a Dominica Viktor aquella noche. Tal vez, Markus y Yelena terminarían muertos, o arrestados. Él nunca podría saberlo — en realidad, él no podía saber nada de lo que terminaría deparándolo en el futuro: ni siquiera esto.

          La muerte de una de las personas más inteligentes y audaces que había conocido en su vida.

          Su hermano, su compañero.

          El mayor de los Belova no se podía imaginar el nivel de dolor que portaba Mikhail Orlov ante el suceso y era tan, pero tan crudo que el ex asesino no tardó en sucumbir a la pena de su dolor. Viktor y Belova permanecieron con él en todo momento, dándole el único apoyo que le podían dar para simplemente contenerlo; para sostenerlo en aquel momento oscuro y penumbroso — nadie logra prepararse ante la partida de un ser querido, de una persona tan cercana a uno, compartiendo un vínculo de sangre como el que tenían Mikhail y Nicholai entre ellos; un vínculo genuino. A Markus lo destrozaba ver al mayor de los Orlov así, tan perdido, tan...desolado. Él no paró de llorar y los dos espías que pertenecían a la KGB lo abrazaron sin dudas, ofreciéndole el consuelo que su hermano en esos momentos ya no podía darle.

          Era oscuro, totalmente negro.

          A veces, la vida sorprende con esos baches oscuros, a pesar de los esfuerzos para mantener el color en el horizonte.

          Lo que más le costó a Mikhail fue cerrar la bolsa negra donde se encontraba el cadáver de su hermano menor y Dominica tuvo que llevárselo para evitar que al pobre le diese un ataque de pánico. Markus observó en silencio el cadáver, manteniendo sus orbes verdes fijos en las facciones del menor de los Orlov: su gesto era apacible, tranquilo y posiblemente en paz, a pesar de su terrible muerte a manos de una lluvia de balas — lo cual ninguno de ellos esperó venir. Parte de su rostro estaba manchado con sangre que se había secado y su uniforme negro tenía rastros de manchones aún frescos, marcando cuantos agujeros habían hecho las balas en su cuerpo. Su cabello rubio estaba sucio debido al polvo y los escombros, debido al movimiento que hizo para poder luchar contra los robots y poner a la gente a salvo. Había suciedad en Markus también, rastros de sangre, pero él no estaba herido; él no tenía balazos alrededor de su cuerpo. Nicholai Orlov había pagado el precio para mantener a cada civil con vida y así vencer a Ultrón, él ya había ganado y su recompensa había sido caer a los confines del infierno.

          Era horrible, era desastroso.

          Era angustioso.

          Pero como decían su madre y Melina Vostokoff: "El dolor solo te hace más fuerte".

          Markus colocó una mano en el cabello rubio sucio de Nicholai, mirando fijamente al hombre con sus ojos cerrados. Había tanto sentimiento junto entre sus facciones y le dieron ganas de llorar al recordar como Wanda Maximoff le había dicho que él ya no estaba, que Pietro y él ya no estaban. Era sumamente terrible. Con una mano, él se secó la lágrima que empezó a resbalarse en su mejilla, tan traicionera y libre de su prisión.

          —Mne ochen' zhal', brat (Lo lamento mucho, hermano)—espetó él en ruso, como una simple señal de respeto entre Gorriones Negros, con una promesa silente de que su muerte no habrá sido en vano—. YA nadeyus', ty naydesh' v smerti to, chego ne mog nayti v zhizni (Espero que puedas encontrar en la muerte lo que no lograste encontrar en vida).

          Y cerró la bolsa, dejándolo a él dentro, como si fuese un cajón.

          —Eres noble—dijo Wanda detrás de él.

          Markus se giró, encontrándose con la bruja de cabellos castaños, quien le miraba fijamente en su lugar. Una pequeña luz roja de emergencia producía una sombra algo siniestra en su rostro, pero Maximoff demostró no ser un peligro para él luego de las últimas horas de lucha. El mayor de los Belova podía ver que tan rota estaba ella, que tan afligida y angustiada se encontraba; por que ella había perdido a alguien también: a su hermano gemelo Pietro, justo como Nicholai. Su rostro reflejaba posible parsimonia, pero estaba siendo machacado con rastros de maquillaje corrido por lágrimas de dolor — ella estaba en duelo.

          —Lamento lo que le ocurrió a tu hermano—murmuró Markus con simpatía genuina.

          —Lamento lo que le ocurrió al tuyo, a pesar de no compartir vínculo de sangre—espetó ella con tristeza—. Sé que has perdido a mucha gente, Markus...¿de verdad se siente así?¿Tan...?

          —¿Tan vacío?

          Él definitivamente se sintió vacío cuando vio morir a sus padres.

          Y ahora se sentía más.

          Wanda asintió, sin tener que decir nada, por que lo sentía a través de Markus. Tantos recuerdos de soledad, incertidumbre y angustia junto a una niña de cabellos rubios y ahora ella lo comprendía, por que los dos compartían ese sentimiento. Sokovia finalmente había caído y los Vengadores habían salvado a la humanidad de su posible extinción, habían salvado el día. ¿Por qué el peso recaía con tanta fuerza sobre sus hombros? Tony empezó a hacer remodelaciones en una antigua zona de depósitos donde se encontraban varios prototipos de Stark Industries, donde sus pabellones se encontraban polvorientos y deshabitados. Luego de aquellas cuatro semanas donde el mundo intentaba llegar a términos de lo que había ocurrido en Europa, Tony les introdujo la idea de mover a los Vengadores a una verdadera base. Sin embargo, él mismo se ofreció a llevar el cajón a un lugar donde Nicholai pudiese descansar en paz (junto con la ayuda de Clint, claramente).

          Lo enterraron junto a Sasha.

          Era la mejor cosa que podrían hacer.

          Aquel prado se encontraba lleno de flores alrededor del árbol donde la habían dejado tres años atrás, el pasto estaba algo crecido, pero parecía recién cortado. El equipo cargó con el ataúd hasta la colina donde habían enterrado el de Sasha y esta vez Nick Fury estaba entre las personas que cargaban con el cajón — el hombre de piel morena había llegado a encariñarse con el equipo de ex asesinos y ser una de las personas que le darían un entierro honorable era lo correcto. Esa misma noche, Stark contactó a un grupo de escultores para que preparasen las estatuas pertenecientes a los dos espías rusos y al mostrarle al grupo los planos de la nueva base, Steve le miró con una ceja alzada.

          —¿Por qué me miras de esa forma?—inquirió el millonario—. Son solo planos.

          —Algo me dice que hiciste algo más que estos planos, Tony.

           Tony se encogió de hombros—Posiblemente...

          —Ya no me atreveré a preguntar—dijo Dominica pasando por detrás del millonario.

          —Prometo solemnemente no haber hecho otro robot maniático—añadió el millonario alzando una mano y con la otra tocándose el pecho.

          Todos miraron en dirección a Wanda, quien leía un libro. Ella alzó sus ojos y luego alzó su mirada, encontrándose con los Vengadores mirándola fijamente; como si esperasen una respuesta al respecto: a ver si Tony Stark estaba mintiendo.

          —Stark está diciendo la verdad—espetó ella antes de encogerse de hombros, volviendo su mirada hacia el libro.

          —Lo que hizo fue construir la sede directamente y nos iremos de la torre en dos semanas—dijo Visión sentándose en la silla cerca de la mesa—. Yo aconsejaría que empezasen a empacar sus bienes personales.

          Todos miraron a Tony, quien soltó un largo suspiro y rodó los ojos antes de hacer un gesto distraído con su mano.

          —No fue nada, chicos.

          Y después de eso, los Vengadores se movieron a la nueva base a las afueras de Nueva York. Markus podía ver que el diseño que había empleado Stark era absolutamente extravagante y simplemente delataba cual era su estilo. Aquella base era mucho más grande que la torre de los Vengadores, contando con espacios que ni siquiera ellos vieron en el Triskelion. Dos quinjets gigantes se encontraban aparcados en una plataforma de aterrizaje, además de al menos unos tres autos de color negro que podían utilizarse. Los pasillos eran iluminados debido a los ventanales que estaban dispuestos a los lados, resaltando los colores grises, azul marino y aquel diseño tan singular que poseía Tony. Al menos todo eso era así hasta que el millonario los condujo a una habitación blanca, mezclada con pequeños trazos de oro, junto con dos estatuas y otra tapada sin terminar.

          —Pensé que podríamos tener un lugar para nosotros, solo para nosotros—señaló este mirando los tres grandes bultos que había enfrente—. Donde podamos recordar con valor y honor a los que ya no están aquí con nosotros.

          En ese momento, Wanda podía sentir la presencia de tres almas más entre los presentes.

          Y todo parecía estar bien.

          Con el correr de los días, los Vengadores se estaban enfrentando a una verdad, que el camino de muchos ya se había terminado y que debían permitirles el camino a otros. Banner había tomado el quinjet de los Vengadores y se alejó de ellos, sin rumbo aparente a minutos de hacer explotar la gran roca en Sokovia, sin dejar rastro. Clint decidió partir avisando que volvería, y decidió empezar a alejarse para poder continuar con el proyecto en construcción constante: su familia. Nathaniel Pietro Nicholai Barton nació en mayo, hacía una semana. Clint les envió un video a Natasha y a Markus, quienes habían accedido a ser padrinos del niño, así que ambos se deleitaban con el video mostrando a bebé siendo grabado por Laura. Ambos vestían sus respectivos uniformes, en un pabellón que se conectaba con el pasillo donde estaba la gran sala de entrenamientos.

          —¡Mira!¡Saluda a la tía Nat y al tío Markus!—dijo Laura sonriente y el bebé movió sus bracitos al sonreír sin dientes.

          —Es adorable—dijo Markus.

          —Está gordo—señaló la pelirroja antes de sofocar una carcajada ante la incredulidad de Markus—. Debe tener muchos rollitos.

          —Es por que se trata de un bebé—recalcó el castaño.

          —¿Bebé de quien?—preguntó Nick Fury caminando hacia ellos junto con el capitán.

          Markus le tendió el teléfono al hombre moreno—Te presento a Nathaniel Pietro Nicholai Barton.

          —Es adorable—concluyó el ex director de SHIELD—. Seguimos buscando, pero Banner es difícil de encontrar.

          —Banner recibió un buen golpe, Nick—señaló Natasha mirando la pantalla—. Está aislándose de todo y de todos.

          —Según las coordenadas, está en Mar de Banda—dijo Markus observando la pantalla al igual que su pareja—. Este podría ser el quinjet.

          —Gracias a la tecnología furtiva de Stark, seguimos sin poder rastrearlo—añadió el moreno—. Tal vez saltó y nadó a otro lugar, no lo sabremos. Estoy seguro que le mandará al equipo una postal.

          —"Saludos desde Fiyi"—bramó Markus.

          —Tú me enviaste a reclutarlo hace mucho tiempo—declaró Natasha—. Como también me envió a reclutar al equipo de Markus. ¿Ya sabías entonces lo que pasaría?

          Nick, con rostro apacible, caminó en dirección a los dos agentes, enfocando su mirada en Romanoff—Nunca se sabe. Esperas lo mejor y haces lo que puedes con lo que consigues. Yo conseguí un gran equipo.

          —Nada dura para siempre—dijo Romanoff.

          —Los problemas, señorita Romanoff—añadió entonces el ex director de SHIELD antes de alejarse—. Quienquiera que gane o pierda, siempre aparecen problemas.

          Al ser dejados solos, ellos se miraron entre ellos, tomando sus manos con tal calidez a través de sus guantes. El silencio que había entre ambos era genuino, casi bello, casi íntimo y solamente pertenecía a ellos; el resto desaparecía como si fuese polvo, dejándolos así durante los pocos minutos de tranquilidad que había en aguas tan turbias. Nada duraba para siempre, pero parecía una buena forma de pasar el tiempo, hasta el fin de este.

          —¿Van a seguir mirándose como si quisieran comerse o van a trabajar?—les preguntó Dominica detrás.

          Al girarse, se encontraron a la pareja de rubios junto con Mikhail, vistiendo sus respectivos trajes.

          —Ochen' smeshno, Viktor (Muy graciosa, Viktor)—farfulló el castaño antes de acercarse a ellos—. ¿Qué tal vamos?

          —No somos los Yankees del 27—añadió Steve empezando a caminar por el pasillo iluminado.

          El mayor de los Orlov chasqueó su lengua—Tenemos algunos bateadores, que pueden llegar a ser buenos.

          —Están bien, pero no son un equipo—dijo Steve rodando los ojos.

          Markus sonrió de lado—Pues, ¿a qué esperamos? Vamos a ponerlos en forma.

          Al ingresar al pabellón de entrenamiento, los cinco Vengadores observaron a los cuatro nuevos integrantes del equipo, quienes se encontraban formados en una línea recta. Sam Wilson, Wanda, Rhodes y Visión miraron expectantes a los cinco Vengadores que estaban arriba de las escaleras, marcando el fin de un ciclo y empezando otro al mismo tiempo.

          Steve tomó un paso al frente—¡Vengadores...!

          Markus se alegraba de formar parte de ese camino.




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Pristina, Kosovo, Sureste de Europa — Tres meses después.

          Mikhail Orlov podía ver lo oscura que era la noche en Kosovo, además de cómo se encontraba iluminada la ciudad de Pristina desde el quinjet que sobrevolaba la ciudad en modo furtivo. Dominica había sido muy clara con las coordenadas de una antigua Viuda Negra que se contactó en un canal desconocido, sabiendo que las Viudas activas intentarían recobrar un paquete que ella poseía. Markus, Natasha y Mikhail decidieron tomar la misión como algo personal, ante la llamada de ayuda de una Viuda que se había retirado del programa hacía años — juzgando de que se trataba de una generación de Viudas y Gorriones Negros anterior a la de Markus.

          Así que decidieron tomar un quinjet para dirigirse hacia las coordenadas, dejando a Dominica en la base para ser sus ojos en el cielo, además de ser quien iba a avisarle a Steve sobre el despegue no autorizado.

          —¿Y si esto es una trampa?—preguntó el mayor de los Orlov.

          —Teniendo en cuenta de cómo era el mensaje, parecía ser algo bastante lejos de ser una trampa—respondió Natasha cargando su pistola con decisión—. Hay muy pocas Viudas y Gorriones que se vieron obligados a vivir en el exilio luego de cansarse del estilo de vida que llevaban, las generaciones más antiguas que se alejaron, como Melina—se relamió los labios antes de mirar en dirección a los dos ex Gorriones Negros—. Si ella pidió ayuda, es porque hay algo que debemos evitar.

          Markus acomodó bien sus hombros—Entonces es muy probable que nos encontremos a Viudas y Gorriones Negros en el camino. Genial.

          —Por eso debemos entrar y salir sin ser detectados—anunció la pelirroja antes de lanzarle unos bastones electrificados—. Dejaremos el quinjet en el aire y tú—señaló a Markus—. Nos llevarás hasta la ubicación exacta.

          —Huh, ¿realmente confías en mis capacidades de vuelo?—preguntó Markus alzando una ceja.

          —Que poca fe te tienes, Markus—declaró Orlov a su lado.

          —Soy realista.

          —Eres pesimista, también—dijeron los dos espías al castaño en unísono.

          Markus rodó los ojos—¿Nos vamos?

          Natasha asintió, mientras que sus compañeros agarraban sus armas y se aseguraban arneses para dejar que Markus los sujetase a través de estos. La compuerta del quinjet se abrió, dejando que el viento entrase en la gran cabina que tenía compartimento del piloto a la vista. Mikhail tocó un botón antes de llevar su mano hacia el comunicador.

          —Dominica, transferí los controles del quinjet a tu terminal—anunció él.

          —Los tengo, el quinjet está en buenas manos—dijo ella a través de los comunicadores—. Tengo una buena vista de su posición desde el cielo. No sé lo que tendrá esta Viuda para ustedes, pero espero que valga la pena el riesgo. Buena suerte.

          Markus tomó a Natasha y a Mikhail en la rampa de la compuerta, observando como el aire frío y gélido chocaba contra ellos. Así que, se lanzó junto con los dos ex asesinos al vacío. Sentir el viento en la cara fue algo que lo despertó mucho más, hasta que observó con más claridad las luces de la ciudad. Natasha señaló hacia donde debían dirigirse y él prosiguió hacia donde ella le había indicado, al mismo tiempo que sus compañeros preparaban sus armas. Aterrizaron en la azotea de un edificio y allí prepararon sogas para poder entrar por la única ventana que había abierta en todo el edificio. Bajaron despacio, sin ánimos de alertar a nadie, ya que Viktor no había mencionado nada sobre presencia de Viudas o Gorriones Negros. Entraron rápidamente por la ventana, sacando sus armas en el proceso y evaluaron el entorno con prisa para evitar toparse con algún objeto indeseado que induzca a una trampa.

          Todo se encontraba silencioso.

          Quieto.

          Monótono.

          Y Markus sentía que se le paraban los pelos de punta.

          El ruido que hacían las manijas del reloj parecían ser la única cosa que marcaba el tiempo que perdían.

          —Dasha—llamó la espía pelirroja—. My prishli pomoch' vam (Hemos venido a ayudarte).

          Nadie respondió.

          —Eto mne ne nravitsya (Esto no me está gustando)—murmuró Mikhail mirando a Markus de reojo—. YA budu prodvigat'sya kak prikrytiye (Avanzaré como cobertura).

          Markus asintió.

          Él y Orlov estuvieron al frente mientras que la pelirroja se ocupaba de la retaguardia. Al fondo de un pasillo había una luz roja, la cual se escapaba a través de la hendija que se generaba entre la puerta y su umbral, haciendo un contraste grotesco entre la oscuridad de todo el entorno. Un paso, dos pasos, se fueron acercando lentamente, como si temiesen activar una trampa que podría matarlos instantáneamente. Natasha llamó otra vez a la antigua Viuda llamada "Dasha", sin embargo, nadie respondió al llamado.

          ¿Y si habían llegado tarde?

          Mikhail se detuvo en el umbral para mirar un poco y señaló a Markus.

          —Zakhodi, i ya prikroyu tebya (Entra tú y te cubriré)—murmuró el ruso.

          Belova asintió, abriendo la puerta con sumo cuidado.

          La luz roja le hizo entrecerrar la mirada, pero no obstruyó su vista, hallando una especie de cajón electrónico que tenía un aspecto similar a la Cuna de Regeneración que tenía la doctora Helen Cho en su centro médico en Seúl. Markus bajó el arma lentamente, completamente desconcertado al ver semejante cosa frente a sus ojos. El castaño se acercó hacia dicha cuna y buscó algún modo para abrirla y al no tener solución, disparó en dirección a la pantalla, haciendo que esta se abriese ante él. Markus jadeó.

          Había un bebé allí.

          —Markus—llamó Natasha a sus espaldas.

          Él se giró.

          Dasha, la Viuda Negra que los contactó, estaba metida en la bañera de lo que parecía ser un baño. Sangre brotaba de su boca como si fuese un cordero degollado, había rojo en el agua que tenía alrededor y sus orbes claros se encontraban desorbitados, señalizando de que la Viuda ya no se encontraba con vida en aquellos momentos — diablos, capaz había estado muerta muchísimo antes de que ellos llegasen. Mikhail tomó la nota que estaba puesta en el suelo, abriéndola para toparse con lenguaje cirílico ruso. Orlov lo leyó con tal rapidez antes de mirar en dirección a lo que parecía ser la cuna y su mirada se alternó en la pareja de agentes.

          —¿Qué es lo que dice?

          —Es un bebé que ha sido mejorado genéticamente—replicó el pelinegro haciendo ademán con la nota—. Y fue gestado por...por ella—señaló a la Viuda fallecida.

          —No me jodas, Mikhail.

          —Definitivamente no estoy bromeando—dijo Mikhail inexpresivamente.

          Natasha caminó hacia la cuna, hallando al bebé que estaba despertando de su sueño. No dudó en tomarle en sus brazos, acunándolo en ellos — donde en un principio ella creía que solo servían para golpear, estrangular o simplemente para sostener un arma. Markus caminó hacia Mikhail, quien seguía mirando anonado la carta dejada por la Viuda, confirmando que de verdad la mismísima Viuda Negra había gestado a la criatura y había parido antes de sucumbir a su muerte por lo que parecían ser horas.

          —Ella no sobrevivió al parto—murmuró Natasha mirando atentamente al bebé—. ¿Es niño o niña?

          —Niño—dijeron Markus y Mikhail, luego el pelinegro prosiguió—. Dasha fue sujeto de experimentación en HYDRA.

          La carta también decía que debían evitar que ese niño cayera en manos equivocadas, ya sea HYDRA, ya sea el programa de la Habitación Roja, ya sea cualquiera que busque hacer de ese niño un arma viviente. Markus miró en dirección hacia el cadáver de Dasha que parecía ser la perfecta obra del crimen de un artista, enmarcada en un retrato tan sangriento que hasta a él le dio escalofríos.

          —Este niño está en peligro—dijo Markus mirando a Natasha.

          Romanoff asintió—De eso no dudo, lo llevaremos con nosotros.

          Repentinamente, una explosión se originó en el pasillo y los tres agentes se cubrieron contra las paredes, escuchando el tintineo de cuerdas y como pies tocaban el suelo del apartamento con un ligero toque. Los lásers de color rojo delataron al dúo de Viudas Negras que se presentó y la voz de Dominica no tardó en aparecer en sus comunicadores.

          —Hay alguien en casa—dijo ella alarmada—. Tengo a dos Gorriones Negros dispuestos como francotiradores en la zona este y oeste, preparados para disparar. Dos Viudas Negras van hacia ustedes.

          —Trae el quinjet aquí para la extracción—murmuró Mikhail.

          —Lo tengo, voy hacia ustedes.

          Markus rezó en silencio para que el bebé no empezase a llorar justo ahí.

          (Lo hizo con demasiadas ganas.)

          Orlov señaló una bomba de humo y la lanzó sin pensarlo, así pudiendo desorbitar a las Viudas. Markus y Mikhail salieron corriendo en dirección a ellas, lanzándoles una patada a las dos para dejar que Natasha sea la siguiente en pasar, corriendo hacia la ventana donde se encontraba el quinjet esperándola con la compuerta abierta. Los Gorriones Negros habían hecho acto de presencia a través de sus posiciones como francotiradores, pero la estructura del quinjet era resistente a las balas. Romanoff aterrizó en la compuerta, al mismo tiempo que el bebé empezaba a llorar.

          —¡Estoy en el quinjet!—bramó ella.

          —¡Dominica, llévatela!—ordenó Markus.

          —¡¿Estás loco, idiota?!

          —Regresa al punto anterior donde dejamos el quinjet, nosotros iremos hacia ustedes—insistió el castaño antes de lanzar un derechazo a la Viuda que estaba frente a él—. ¡Vamos!

          El quinjet no tardó en alejarse y ellos dos corrieron hacia la ventana, dejando a las dos Viudas abatidas en el suelo. Cuando chocaron con la superficie y esta se rompió, los dos cayeron hacia la calle, Mikhail tomando la mano de Markus antes de que este tomase vuelo, alejándose súbitamente de los edificios. El silbido de las balas se escuchó indudablemente, pero no llegó hasta ellos. Markus se encargó de llevar a Mikhail hacia el mismo lugar donde habían dejado el jet antes, permitiendo que Dominica les abriese la compuerta antes de entrar. Los dos cayeron rendidos al suelo, respirando agitadamente mientras eran recibidos por el cálido llanto de un infante.

          —¿Están todos bien?—preguntó Dominica.

          —Ajá—bramó Mikhail.

          —De puta madre—asintió Markus.

          —¿Qué fue lo que pasó?

          —La Viuda que te contactó...estaba muerta—dijo Natasha moviéndose de un lado al otro para tranquilizar al bebé—. Y el paquete resulta que se trataba de un bebé, un bebé que no tiene nombre.

          —¿Un...?¿Un bebé?

          —Sí, tiene horas de vida—sentenció Markus poniéndose de pie—. Lo rescatamos justo a tiempo antes de que un grupo de Viudas y Gorriones lo tomasen en custodia.

          —Fijaré el curso a Nueva York—dijo Mikhail levantándose—. Allí hablaremos más tranquilos.

          Markus caminó hacia Natasha, quien tenía su dedo meñique agarrado por el infante quien ya no lloraba, pero buscaba calmarse frente a todo. Romanoff le sonreía de manera única, como si fuese la cosa más adorable de todo el mundo, la cosa más inocente de este, la cosa más frágil. El castaño tocó su cabeza y el bebé movió su otro brazo, calmado al tener el contacto del espía. Tal vez, esa era una señal.

          Una señal del nuevo legado que vendría en camino.




FIN DEL ACTO CUATRO!




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