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xii. una oferta tramposa


SUPREMACÍA,
capitulo doce: una oferta tramposa!



          EL SIMPLE ECO DE UNA GOTA CAYENDO Y ESTRELLANDOSE CONTRA LA SUPERFICIE METÁLICA DEL SUELO FUE ALGO QUE PERTURBÓ EL SUEÑO DE MARKUS. Él parpadeó un par de veces, sintiéndose absolutamente cegado por las luces blancas que se encontraban allí y unas repentinas ganas de vomitar se alojaron en su consciencia, pero una mano lo retuvo, pidiéndole forzosamente que se volviese a recostar. Markus Belova soltó una lágrima, no por simple miedo a lo que estaba reteniéndolo contra una superficie plana y esponjosa, si no por aquella incertidumbre que estaba siendo creada en su cerebro. Al ser un espía y un asesino al mismo tiempo, cosa que no lograba pasar en cualquier persona convencional — solo en los idiotas como el propio Markus, claro — había una diferencia en el pensamiento entre dos personas que se encontraban en diferentes oficios: los pobres malditos que trabajaban para la sociedad y los otros pobres malditos que trabajaban para la KGB.

          (El presidente de Rusia podría coincidir con el pensamiento de Markus.)

          Los pobres malditos que trabajaban en la KGB fueron entrenados bajo varios firmes estándares en el mundo del engaño, el espionaje, la recolección de información, la manipulación y en el simple acto de asesinar a los próximos asesinados. Al ser capturados, podrían pasar tres cosas: o podrían extraerte información sobre los altos rangos de la cadena incesante de corruptos que podría tener la KGB o simplemente meterte en prisión por los crímenes que cometiste en los últimos 17 años o, en casos más extremos, acabar con tu miserable vida de asesino e ir al infierno con un pasaje en primera clase. Verán, la mente de Markus Belova puede llegar a sorprender y asustar a varias personas al mismo tiempo por el tipo de pensamiento que fue implantado en su cerebro desde una edad muy temprana.

          Sin embargo, él no era estúpido.

          Una cosa que tenía a favor: la KGB no entrena a personas estúpidas, las dota de inteligencia.

          Si una persona podía ver solo una ruta de escape, Markus o cualquier agente de la KGB podían ver más de cincuenta posibilidades para lograr hacer un escape exitoso.

          (Los rusos somos los mejores, diría Alexei y Markus simplemente se limitaría a rodar sus ojos.)

          En otras palabras: Markus debía escapar de allí.

          Volvió a levantarse.

          Otra mano se posó en su pecho.

          Markus no lo entendía.

          —Deja de intentar levantarte, Belova—declaró una voz masculina y el castaño estaba demasiado mareado como para intentar reconocer esa voz—. Debo admitir que los muchachos de química nos dieron una droga bastante saturada, un prototipo. Me disculpo por eso.

          Markus gruñó, ya que él no podía hacer que sus palabras saliesen con normalidad.

          Se sentía cansado.

          —Dijeron que en un par de horas más estarías con la droga fuera de tu sistema—recalcó aquella voz masculina y Markus parpadeó, encontrándose con un hombre con poco pelo, tez blanca y sonrisa amigable. El agente Coulson miraba al castaño—. Tus amigos están bien, separados en celdas como tú, pero bien. Ahora descansa, veré si puedo enviar a Natasha después.

          Markus sintió los ojos más pesados que antes.

          Se estaba durmiendo otra vez.

          O, ¿simplemente moriría de una maldita vez?

          Ninguna de las dos se veía tan mal.

          Verán, Markus Belova había soñado varias veces con su muerte. Desde que alguien le mataba a quemarropa con una simple pistola hasta morir en una explosión o simplemente él era la última persona de pie en aquel infierno del mundo de los vivos. Algunas veces también veía morir a alguien, desde sus padres, sus compañeros de equipo, su propia hermana hasta su propia amante trágica. Parecía una típica balada trágica para los sueños de Markus, una ópera lírica abierta a todo espectador para ver los sueños más oscuros que estaban alojados no solamente en el subconsciente del ojiazul, si no también alojados en su corazón que aún bombeaba sangre a su cuerpo.

          Él viajó de la consciencia a la inconsciencia muchas veces.

          (Era una sensación terrible.)

          Pero también era bello al mismo tiempo.

          Estar en un universo a salvo y tan peligroso por igual daba una sensación que lograba poner los pelos de Markus en punta, sintiendo ese escalofrío una y otra y otra vez. Nada era seguro en los sueños del propio Markus, por que se trataba de un escenario diferente cada vez que él decidía sucumbir al sueño profundo: ya habían pasado años desde aquel purgatorio de ver y soñar el momento donde sus padres literalmente explotaron frente a él, salpicándolo de sangre. Esa pesadilla había sido reemplazada por incontables pesadillas más, por incontables momentos de dolor y sufrimiento que hacían despertar a Markus en sudor frío algunas noches — no, esa simple pesadilla se había transformado en algo más o Markus decidió pasar pagina de aquella pesadilla por su agotadora agenda como asesino de la KGB.

          Él lo consideró hasta cómico.

          Vio a Natasha durante sus momentos de consciencia-inconsciencia.

          Diablos, pensó Markus, nunca dejó de brillar.

          (Luego se dio cuenta de que las drogas podrían estar hablando por él.)

          ¿Qué diablos fue lo que Coulson les dio?

          Por algunos momentos, sintió sus delicados dedos pasar por su cabello, mirando al castaño de manera calma y paciente — algo que realmente sorprendió al castaño, sabiendo que Natasha Romanoff no era tan paciente al principio. Sentir aquel suave toque hizo que los ojos de Markus se volviesen más pesados que antes, sucumbiendo otra vez a su estado de inconsciencia para continuar con sus sueños interrumpidos. Se hizo una nota mental que, al salir de donde sea que el equipo esté siendo retenido en aquellos momentos, debían pasarse por el equipo de química y robar la droga que les dieron: al menos les harían un favor de usarla en pequeñas dosis.

          Él durmió y durmió.

          Pero, por un segundo, había una voz llamándolo.

          —Markus.

          No era Yelena.

          —Markus.

          Ni siquiera Melina, Sasha o Dominica.

          Abrió los ojos.

          Él no estaba en SHIELD, ni siquiera en Rusia.

          Un bosque.

          Frío, tan frío para él.

          —¡Markus!

          El castaño miró para todos lados.

          Estaba solo.

          Él sabía que algo estaba pasando en ese bosque, pero no entendía qué era eso que pasaba a su alrededor. La calma estaba alojada en su cuerpo, preparándolo para una tormenta turbia e indomable que era incierta, Markus estaba empezando a tensarse lentamente, esperando aquel golpe que no sabría cuando vendría. En sus manos se encontraba el mismo rifle de asalto que tuvo en su primera misión como cadete de la Academia en el programa de Gorriones Negros. Lo estaban preparando para matar y él comprendía el peso que contenía ese acto. Pero...¿qué era lo que él debía eliminar?¿Cuál era esa cosa que debía borrar del camino, de la historia y del maldito mundo de los vivientes?

          Que él no era el maldito Soldado del Invierno, a pesar de que la KGB quería que sus espías así fueran.

          —¡Markus!

          El caminó en dirección a esa voz, lenta y calculadamente precisa, entre el suelo nevado y el sol que se ponía a sus espaldas. Se dio cuenta de que ese era el mejor momento para poder ir a buscar a la víctima como un animal busca a su presa en momentos donde la desesperación y el miedo abundaban en el ambiente de forma fresca. Verán, la lógica del asesino podría distinguirse de esa forma, la lógica que la KGB le infundió a Markus y todos los cadetes de la Academia era una simple regla para poder sobrevivir a esa lógica, dominándola de todos los ángulos posibles. Él dio uno, dos, tres pasos; lentos y en guardia, preparándose para lo inevitable, para lo poco predecible. La noche no tardaría en llegar, lo que significaba que su presa se escondería y allí podría perder la oportunidad de obtener lo que él buscaba: respuestas.

          Markus se movió entre los árboles, recordando los pasos que había hecho en su primera noche en el bosque.

          Sintió miedo, en un principio.

          Pero los monstruos siempre cambian de cara, ¿no?

          El cielo parecía que se prendía fuego gracias al reflejo del sol, iluminando las facciones de Markus y dejando sombras inconfundibles a su paso. Los árboles cada vez se hacían menos, dejando ver el centro del bosque como una planicie llena de nieve y de sangre también. Los rastros empezaron a verse en la nieve desde que Markus comenzó a darse cuenta de que los árboles cada vez eran más escasos y se preguntó mentalmente de quien podría ser esa sangre. Sin embargo, al acercarse a la planicie, allí vio más sangre.

          Una masacre.

          Había ocho cuerpos esparcidos a sus anchas.

          Sangre, tanta sangre.

          (Markus sintió más nauseas que antes.)

          —¿Qué...?

          Ya no escuchaba aquel grito que lo llamaba.

          Él caminó en dirección a la planicie, mirando en silencio todos los cuerpos que encontraba. El primero que identificó fue el de Melina Vostokoff, quien mantenía su mirada fija en el propio olvido, su traje de Viuda Negra algo sucio y mojado por la nieve, siendo decorado por su cuello cortado y varias heridas de bala. La sangre adornaba su piel pálida y sus labios, dejando sus orbes fríos y sin vida. El siguiente fue el de Alexei, quien tenía su traje de Red Guardian, pero la sangre, la sangre marcaba muy bien su fatídica muerte y cómo su espíritu estaba alejado en el maldito más allá de toda existencia. Su máscara estaba rasgada y su barba tenía sangre que emanó de su boca.

          Sasha fue la siguiente, con un gran corte en su pecho, dejando salir un par de sus entrañas, sus ojos fueron arrancados, dejándola como un alma sombría y un fantasma bello de rostro olvidado. Mikhail y Nicholai Orlov se encontraban uno encima del otro, sus ojos dilatados y sin moverse, la quietud antes de la tormenta a veces sorprendía a Markus. Sus extremidades estaban dispuestas en formas extrañas y el castaño dio la conclusión de que se encargaron de que sus muertes fuesen lentas y dolorosas.

          Habían mostrado merced.

          (Algo con lo que Markus no compartía como definición de "merced".)

          Sus cabezas habían sido rotas por quien sabe la cantidad de patadas o puñetazos que les dieron a ambos, sin embargo, eso fue la razón que terminó quitándoles la vida y eso dio pie a la cólera de Markus al ver a sus compañeros muertos. La siguiente fue Dominica Viktor, quien ya era irreconocible, su mandíbula había sido cortada de manera atroz y tenía un agujero del tamaño de una bala en su cabeza, su traje estaba con varios cortes y sus armas habían sido destruidas.

          Markus no tardó en cerrar los ojos al ver el siguiente cuerpo.

          Yelena.

          Su hermana se encontraba de costado, con un pedazo de metal incrustado en su cuerpo, marcando su traje blanco de Viuda Negra con sangre, casi pintándolo a una versión de color rojizo. Había sangre seca en su rostro también y el castaño se dio cuenta de que le habían cortado una mano, la cual no estaba tan alejada de ella. El mayor de los Belova se arrodilló frente a ella, acercando su mano lentamente para cerrar los ojos sin vida de su hermana para fingir al menos que ella estaba en un sueño, en un sueño que la dejaría dormida para siempre.

          Markus se puso de pie, encontrándose con el octavo cuerpo.

          Una muchacha pelirroja se encontraba mirando en dirección al suelo, tendida en el suelo de manera irregular, como si también le hubiesen roto los huesos, pero también podrían haberla lanzado de un lugar tan alto que eso terminó por quitarle la vida.

          Natasha Romanoff llevaba una trenza en su cabello largo y pelirrojo, sus orbes claros miraban al cielo sin vida y sangre seca adornaba su nariz, dejando que la herida que tenía en la cabeza logre expandir la sangre por la nieve, dejando a ver que esa fue la primera cosa que se perdió al estrellarse sobre el suelo. Markus se agachó frente a ella, observando su hermosura e intentó buscar algún rastro de vida en sus facciones. No encontró nada de eso.

          Las estrellas y la luna eran las únicas cosas que juzgaban.

          Markus se recostó en la nieve, también, esperando ser la siguiente víctima para que confirme su propio fin y sintió que la nieve lo hundía, llevándolo a un océano de color rojo, empapándolo hasta la médula. Y él se dejó llevar por ello, hundiéndose más y más, hasta que la propia miseria termine por matarlo para darle un fin a la comedia.

          Él sintió que se hundía.

          Y se hundió.




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          Markus soltó un gruñido al escuchar voces a su alrededor y logró moverse un poco, manteniendo su respiración tranquila y templada, intentando escuchar e identificar las voces que se encontraban allí. Una mujer, un hombre, otra mujer. El castaño abrió los ojos, sintiendo que una luz cálida cegaba sus orbes azules, así que parpadeó un par de veces más — de alguna forma corroborando de que no sentía mareos al intentar levantarse. Al sentarse, su mirada se enfocó en una serie de figuras que vestían de negro, algunas se encontraban sentadas como él y otras estaban paradas. Reconoció a Mikhail y a Nicholai sentados en el suelo mientras que Dominica y Sasha se encontraban de pie junto a ellos.

          —Vaya, el bello durmiente hizo su aparición—bramó Nicholai con diversión—. ¿Cómo te sientes, princesa?

          —Me siento con ganas de patearte la cara, en realidad—respondió Markus con voz ronca—. ¿De dónde sacaron esa droga?

          —No lo sé, pero me interesa—declaró Sasha tendiéndole una mano a su compañero para ponerlo de pie—. Con cuidado, aún no sabemos qué efectos secundarios tiene.

          —No puedo creer que dormí más de 24 horas seguidas—dijo Mikhail estirando sus brazos hacia arriba—. Diría que necesitaba esa siesta.

          —Esa sí que fue una droga muy fuerte—añadió Dominica cruzándose de brazos—. Muchísimo más concentrada que las que hay en el Centro y eso simplemente es para tener una preparación para la parte de torturas. Y que estamos atrapados en una especie de celda gigante, en donde sea que estemos.

          —Yo la llamo "Celda de Contención"—dijo una voz masculina en el exterior, dejando a los espías en completo silencio y se giraron en dirección a la voz, encontrándose con un hombre de piel morena y con un parche—. Esta celda fue creada para contener hasta la bestia más peligrosa de este planeta, pero por ahora está cumpliendo su función de contener a los asesinos más peligrosos del planeta.

          Markus alzó una ceja, mientras que sus compañeros miraban seriamente al hombre con el parche.

          Nick Fury estaba frente a ellos.

          (Markus casi suelta una carcajada al ver que el hombre que prometía seguridad al mundo se encontraba vigilando a los mejores asesinos de la historia.)

          —Gde my? (¿Dónde estamos?)—preguntó el mayor de los Belova.

          —No es necesario hablar en su idioma natal por que se nota que saben hablar el mío—recalcó Fury acercando una silla y señaló a una mujer de cabellos cortos a su lado—. Esta es la agente Hill y...bueno, supongo que saben quién soy. Así que hablemos.

          El castaño apretó sus labios, esperando a que este empezase y de paso, el equipo estaría buscando todo tipo de salidas posibles para poder escapar de donde sea que estaban siendo retenidos. Ellos no esperarían a un plan de extracción hecho por la KGB, ya que, en aquellas circunstancias, el Centro no se arriesgarían a poner más agentes para salvarlos; en otras y más simples palabras: ellos estaban por su cuenta, así que ya podrían ir colocando su nombre en las lápidas de agentes caídos.

          Sin embargo, Fury permaneció callado.

          —¿No dijiste que querías hablar?—preguntó Dominica acercándose antes de golpear el vidrio con su puño.

          —Oh, por supuesto que quiero—respondió Fury cruzando sus piernas en la silla—. Al menos cuando decidan no buscar una ruta de escape de esa celda, por que solo hay una—miró a la agente Hill y le hizo un ademán con su mano—. Y es hacia abajo.

          Repentinamente, debajo de ellos se abrió una escotilla que terminaría por ser desacoplada y lanzada hacia el océano o cualquier superficie que, con el impacto, los terminaría matando en menos de cinco minutos. Nicholai abrió los ojos como platos al ver que se trataba de esa simple salida y mantuvo su boca cerrada, mirando con absoluta hostilidad al hombre de piel morena. Rápidamente, Fury volvió a indicarle a la agente Hill que cerrase la escotilla y el viento que venía de abajo se terminase por sellar por la escotilla.

          —¿Entendieron?

          El grupo asintió.

          Fury chasqueó su lengua—No fue fácil encontrarlos y definitivamente no fue sencillo traerlos aquí arriba.

          —¿Aquí arriba...?—preguntó Nicholai.

          —Esto es un helicarrier—declaró la mujer de cabellos cortos colocándose al lado del director de SHIELD—. Un prototipo de vehículo base que se oculta en los cielos para vigilancia y misiones de alto riesgo, como esta, claro—asintió al ver al grupo más confundido que antes—. Si intentan escapar, serán lanzados a la tierra en esta celda de contención o si intentan salir por la puerta, es muy probable que terminen sufriendo el síndrome de descompresión, lo cual no es una muerte tan agradable.

          Markus pudo identificar al menos dos salidas: si uno se iba por la puerta, muerte, pero si salían despedidos por la escotilla, también terminarían muertos.

          (Tal vez eso era lo mejor.)

          —Están aquí por una razón—añadió Fury mirando al grupo—. Y no es porque confiemos en ustedes, realmente no lo hacemos, pero alguien aquí sí lo hace y necesita su ayuda.

          —¿Y de quien estamos hablando?—preguntó Sasha.

          —De mi—dijo una voz femenina a sus espaldas.

          El grupo se giró rápidamente al escuchar a la inconfundible voz de Natasha Romanoff, ex asesina de la KGB (traidora en palabras de Yelena luego de tantos años de quererla como a una hermana) y ahora agente de SHIELD. Markus miró fijamente a la agente, quien estaba vestida de color azul marino, su traje característico de Viuda Negra y su cabello pelirrojo se encontraba cortado un poco más arriba de sus hombros. El semblante serio de Romanoff no había cambiado en absoluto, pero el castaño notó que le habían pasado los años como él, a pesar de tener una diferencia de dos años.

          Además, se veía esplendida.

          Pero eso se lo diría en otra ocasión, claro.

          —¿Así que esta fue tu idea?—recriminó Mikhail—. ¿Drogarnos para tenernos encerrados?

          —No habrían venido aquí a voluntad propia, ¿verdad?—respondió ella alzando una ceja.

          —Buen punto—murmuró Sasha.

          —Además, si no se dieron cuenta—ella señaló su cuello y el resto observó que llevaban collares—. Sus cabezas podrían explotar en cualquier momento si intentan escapar o matar a alguien.

          No eran dos formas de morir, si no que eran cuatro.

          Markus no podía creerlo.

          —¿Qué quieres de nosotros, Natasha?—se atrevió Markus a preguntarle.

          —Ayuda—respondió ella antes de acercarse Nick—. Hace 24 horas un ser que no es de este planeta se robó uno de los artefactos más peligrosos del mundo y debemos atraparlo a él y a ese artefacto—se relamió los labios—. No puedo hacer esto sola.

           —¿No tienes un equipo o agentes entrenados para esto?

          —No—respondió Fury poniéndose de pie—. Estas cosas son algo más allá de nuestra inteligencia y lo que Romanoff intenta decirles es juntar fuerzas. Ustedes son el equipo de Elite más peligroso y buscado en todo el maldito planeta, las amenazas están allá afuera y, según Romanoff, ustedes son capaces de enfrentarse a lo que sea.

          El castaño miró a Romanoff en silencio y ella cruzó su mirada con él, mirándolo fijamente, con sus orbes claros de manera deliberante — hasta incluso esperanzada. Él podía discernir de que se encontraba feliz de volver a verlo luego de dos años y aquel encuentro desesperado en su casa para poder pedir ayuda contra la amenaza de la nueva Viuda Negra y el conflicto con Corea. Sin embargo, la propuesta que les daban a ellos por parte de Fury y la pelirroja podría tener todo tipo de trampas.

          Parecía una oferta literalmente tramposa.

          (Pero en toda propuesta siempre había una trampa.)

          Solo debían presionar un poco.

          —¿Qué pasa si no aceptamos?—preguntó Markus.

          —Podemos soltarlos y dejar que regresen a la KGB donde los interrogarían por su lealtad o simplemente enviarlos a prisión por el resto de su vida—respondió la agente Hill esbozando una sonrisa de lado.

          —O simplemente podríamos morir en el intento—añadió Nicholai con completa desconfianza.

          —Probablemente—dijo Natasha antes de acercarse a la celda—. Pero sé que ustedes fueron entrenados para no fallar como yo lo fui.

          El grupo se miró entre ellos, decidiendo en sus mentes, como si tuviesen telepatía absoluta para poder transmitir pensamientos o incluso sentimientos crudos entre sus mentes rotas. Si aceptaban, podrían tener una oportunidad de continuar con sus vidas al menos unos años más, pero si se negaban, era más que posible de que varias naciones quisieran sus cabezas en una pica por cada crimen que cometieron en el pasado y pasearla por la vía publica para humillar su existencia robada — al menos, eso sonaba demasiado terrorífico para Markus en su cabeza.

          —¿Qué hacemos?—murmuró Dominica—. Estamos siendo acorralados.

          —En algún momento debíamos ser acorralados, Dominica—bramó Mikhail rodando los ojos.

          Markus colocó una mano en su hombro—De todas formas, terminaremos todos muertos, pero prefiero distraerme con algo más interesante que caer por miles de metros hacia una superficie que terminaría quitándome la vida—apretó sus labios—. Yo me uniré, podría ser divertido.

          Sasha le miró seriamente—La KGB te matará.

          —Nos matará a todos—añadió Nicholai antes de asentir junto a Markus—. Yo también me uniré.

           —¿Nuevas aventuras de hermanos?—dijo Mikhail abrazando a su hermano—. Yo también estoy dentro.

          Sasha y Dominica rodaron los ojos, pero terminaron aceptando.

           —¿Ves?—dijo Natasha mirando a Fury por el rabillo del ojo—. Te dije que lo aceptarían, ahora sácalos de aquí, necesitan conocer a los dos nuevos integrantes del equipo.

          Markus alzó una ceja y la puerta se abrió para ellos, permitiéndoles la salida. Más guardias entraron en la sala para poder esposarlos y transportarlos por los pasillos del gran vehículo donde se encontraban. Allí había agentes moviéndose por todos lados, desde carga de armamento hasta vigilancia en el mundo. Entraron junto a Fury y Natasha a lo que parecía una sala de control principal donde había un gran ventanal que daba vista al cielo y sus nubes. Markus comprendió que realmente se encontraban en el cielo y no en la tierra, era increíble.

          (Y aterrador al mismo tiempo.)

          —Nadie me dijo que tendríamos ayuda de criminales—acotó una voz a su lado, logrando que el grupo se girara, encontrándose con un hombre de estatura mediana-baja y piel un poco oscura.

          —Doctor Banner, todos aquí tienen un currículo peculiar—respondió Natasha pasando por su lado.

          —Nadie nos dijo que estaríamos con un científico loco y el hombre preferido de América—añadió Markus alternando su mirada entre los dos hombres, uno rubio y el doctor Banner. Steve Rogers miró al castaño con una ceja alzada.

          —El agente Belova es un gran ejemplo de hablar antes de pensar—añadió Coulson pasando por detrás de él.

          Markus le fulminó con la mirada—No vuelvas a drogarme otra vez.

          —Ya me he disculpado contigo, Markus.

          —No es suficiente.

          —¿Qué estamos esperando exactamente?—preguntó Dominica cruzándose de brazos.

          —Una pista—dijo Nick Fury mirando al equipo.

          —Señor—anunció uno de los agentes.

          El hombre moreno miró en dirección al agente calvo—Dime que tienes algo, Sitwell.

          —Tenemos un resultado—anunció el agente Sitwell—. 60% de coincidencia. Esperen...—buscó más en su computadora—. Referencias cruzadas...79% de coincidencia.

          —¿Ubicación?—preguntó Coulson.

          —Stuttgart, Alemania. En el 28 de la calle Könning. No es que se esté escondiendo.

          —Capitán y compañía—declaró Nick Fury—. Creo que tienen una misión que completar.

          —¿Dónde está Barton?—recalcó el castaño mirando a la pelirroja de reojo—. No lo vi por aquí.

          —El agente Barton ha sido comprometido por el enemigo.

          —¿Así que también debemos salvarle el pellejo a otro agente?—añadió Mikhail—. Pan comido.

          —Mikhail, cállate—Sasha le golpeó las costillas.

          —En marcha—dijo Steve caminando hacia la salida.

          El equipo lo siguió sin más preámbulos, intentando descifrar a qué se enfrentarían.




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