xi. captura de grupo
SUPREMACÍA,
capitulo once: captura de grupo!
Año 2012 – 2 años después.
UN GRUÑIDO SALIÓ DE LOS LABIOS DE MARKUS BELOVA AL SENTIR QUE ALGUIEN PATEABA SU COSTADO POR SEGUNDA VEZ. Él simplemente se limitó a darse vuelta en la pequeña cama donde él dormía (la cual era un pequeño sillón en el jet que habían conseguido) y continuó con sus ojos cerrados. Luego de al menos unos 17 años de servir a la KGB, Markus se dio cuenta de que debía apreciar más las horas de sueño y descanso que antes — era más que normal saber que él no podría vivir en sus veintes por siempre, además porque el esfuerzo físico era mayor y mayor en cada misión, así que él y todos los agentes de la academia debían estar en muy buena forma física para poder continuar. Él no se quejaba, en realidad, sino que se mantenía a raya con el estándar que imponía la KGB cada año y porque la competencia lo ameritaba: el MI6, la CIA, el servicio secreto ucraniano y, por último, pero no menos importante, SHIELD.
Markus, sorprendentemente, seguía soñando con aquella mañana.
Natasha estaba frente a él, mirándole seriamente.
Ella quería decir algo más, Markus lo sabía.
(Su imaginación es capaz de hacer pequeños trucos en su cabeza.)
Dos años habían pasado desde la última vez que la vio y de repente, ella desapareció.
Como la niebla.
Según Dominica Viktor, ella estaría escondida.
Según su hermana Yelena, ella estaba muerta.
Verán, esos dos años realmente fueron duros para el equipo. Desde que Melina Vostokoff se vio en la línea del retiro y del exilio, podría decirse que el equipo se estaba rompiendo poco a poco; empezando con Natasha y su alianza con SHIELD, Melina rechazando su puesto como nueva comandante en jefe y rompiendo su alianza con Alexei Shostakov, el propio Alexei dejando el manto de Red Guardian y así retirándose del equipo tres años después de que su ex esposa se viese en el exilio, y, para concluir, la solicitud de su hermana Yelena Belova para ser removida del equipo y aplicada para misiones en pareja o solitario — Markus aún no sabe discernir cual de todas ellas le dolió más: la partida de su amante trágica o la partida de su hermana pequeña. En conclusión, las dos fueron tan dolorosas como una herida de bala en el pecho.
Markus, de algún modo, apoyó a Yelena después de eso.
¿Por qué no lo haría?
Eran hermanos, eran unidos.
Y algo que Markus aprendió de las figuras femeninas en su equipo fue respetar sus decisiones. Él amaba a Yelena y lo sigue haciendo.
(Tal vez...)
Solo tal vez, era tiempo de dejar ir a su compañera de vida durante la mayoría de tiempo que le quedaba.
La guerra y la constante pelea cambia a todos, ese fue el constante recordatorio que Markus se daba todo el tiempo, realizando que todas las personas cambian, no solo físicamente, si no también sus intereses. Tal vez, solo tal vez, Yelena había cambiado sus intereses y decidió retirarse del equipo por una buena razón — eso estaba bien, pero no dejaba de doler en absoluto. Verán, Markus Belova podría tener marcas de balas en su cuerpo, pero había muchas cosas que podían dolerle como recibir una bala, no tanto físicamente hablando si no de manera emocional y eso era realmente un problema. Un problema de todo el grupo, en realidad, ya que había varios involucrados emocionalmente con sus pares o simplemente tenían conflictos internos.
Markus recibió otra patada, esta vez más fuerte.
—Mikhail, si vuelves a patearme otra vez—Markus abrió un ojo al decir eso con voz ronca—. Juro que yo mismo te tiraré de este avión, sin paracaídas.
—La cosa era despertarlo, idiota—reclamó una voz femenina bastante familiar y Markus se giró lentamente para fijar sus ojos en las figuras de Mikhail Orlov y Dominica Viktor, quienes se encontraban de pie mirándole fijamente—. Pero veo que hiciste un gran trabajo ¿no?
—Creo que tú también quieres que te tire de este avión.
Ella le fulminó con la mirada—No si lo hago yo primero.
Un gruñido femenino se escuchó al fondo y la puerta de baño se abrió, revelando a una mujer de piel morena luciendo trenzas cosidas en su largo cabello oscuro. Ella caminó lentamente hacia la mesa que se encontraba en el centro del avión antes de encontrarse con el hermano menor de los Orlov, Nicholai, quien le hizo un espacio para que tome asiento junto a él — pasando un brazo sobre los hombros de la joven.
—Aún sigo sin creer que perdí esa apuesta—bramó Dominica negando con la cabeza.
—El problema es que apuntas demasiado bajo, serdtse (corazón)—dijo Sasha Zaitsev esbozando una sonrisa de suficiencia antes de recostar su cabeza en el hombro de Nicholai—. Por eso pierdes.
—Creo que voy a vomitar—gruñó Markus antes de volver a recostarse.
Mikhail le sonrió—Markus, tú sabes muy bien cómo se cura el mal de amores.
—No, no quiero ni que lo menciones—replicó el castaño de ojos azules señalándolo de forma amenazadora con el dedo índice.
—No son ni las diez de la mañana y ya empezaron con las peleas matutinas—declaró Nicholai Orlov antes de darle un sorbo a su café, se relamió sus labios y miró al resto—. Recuerden que esta es la primera misión que tenemos juntos luego de casi 4 años. No quiero que la KGB vea que somos inútiles y que no sabemos actuar en equipo.
Mikhail rodó los ojos—Por el amor de dios, hermano.
—Lo mismo digo—añadió Markus antes de levantarse.
—Ve a asearte, que hueles como un basurero—dijo Dominica empujándole levemente antes de tomar asiento en el lugar donde estaba antes.
Markus hizo un gesto descuidado con su mano y se alejó del pequeño grupo en silencio, entrando en el cubículo apretado del baño en el avión. Allí se lavó la cara y decidió rasurarse la poca barba que le había crecido así podría lucirse un poco más presentable a la misión que deberían hacer aquella noche. Al mirarse en el espejo, Markus notó que era la misma persona que siempre, pero diferente: evolucionado o incluso más viejo que antes. Ya no era un joven lleno de ira e impotencia como antes, era un hombre que estaba empezando el periodo de sus treintas y digamos que el simple júbilo ya estaba acabándose. Sin embargo, él mismo se dio cuenta de que saltó muchísimas etapas de su vida en cuanto Dominica lo enlistó en el programa de los Gorriones Negros en la Academia de la KGB. Él había crecido demasiado rápido, no porque él quiso, sino porque lo obligaron.
La KGB cambiaba a todas las personas.
—Ya eres un hombre viejo y poco atractivo, Markus.
Él recordó sus primeros días en la Academia años atrás, cuando lo sacaron a rastras de la camioneta hacia las habitaciones donde él estaría enjaulado durante los siguientes 5 años con sus compañeros, quienes fueron cayendo uno a uno como moscas hasta que permaneció el grupo de nueve integrantes. Eran más que vividas pesadillas en su subconsciente, era algo tan real que volver a repetirlo en su torturada y quebrada mente era un simple viaje al mismo túnel donde lo lanzaron para marchitarse como una flor. Él entendía el porqué, luego de años y años de verlo con sus propios ojos, de sentir la violencia correr por sus venas, de llorar lo que sus ojos lloraron, de gritar con todas sus cuerdas vocales y simplemente tener una misión en su cabeza: el eliminar, el quebrar, el arrancar, simplemente haciendo tareas de un monstruo como el resto de su equipo lo era.
Sin embargo, todos los monstruos tenían puntos débiles.
(Él no era una excepción, todo lo contrario.)
La KGB creaba soldados.
La KGB eliminaba a cualquiera que no se arrodillara.
¿Por qué el dolor siempre estaba en el medio?
Él era más que consciente de que el dolor era la única forma de infringir disciplina y no dudó en verlo durante los siguientes años en los cadetes que ingresaban a la Academia. Las bajas eran demasiado altas, pero cumplían un mismo propósito, dar sus vidas por la madre Rusia y por la seguridad del país. No obstante, Markus llegó a creer que resultaba ser algo absoluta y rotundamente nefasto solo para unos niños de diez años. En algún modo, él simpatizó con Melina Vostokoff y se dio cuenta de que su decisión era noble, después de todo. Ella ya no quería formar parte del trabajo sucio que hacía el servicio secreto ruso con los nuevos reclutas que venían en filas largas para dar su servicio y su vida a la madre Rusia. Luego de ver lo que vieron durante todos esos años, Markus vio que Melina tenía razón en retirarse y estar en el exilio: ella no ayudaría a contribuir en el dolor y el sacrificio de crear nuevos soldados para el beneficio propio de la KGB.
Eso llevó a Markus a pensar en Natasha Romanoff.
¿Por qué ella se fue?
Markus y ella pasaron por las mismas cosas, estuvieron conviviendo mano a mano durante muchísimos años, vieron cómo eran las dinámicas del infierno en la KGB y sobrevivieron a las pruebas junto con el resto del equipo. Markus se preguntaba si la razón de su huida a SHIELD era la misma que la de Melina al darse como una persona exiliada. ¿Por qué lo hizo?
El fin siempre justifica los medios.
Tal vez ella se había dado cuenta a que punto llegaría.
(Tal vez...)
Solo tal vez, ella había visto el destino del programa y que continuarían reclutando a más niñas como ella, quebrándolas como muñecas a su merced y quitándoles lo único que tenían: la libertad.
La libertad.
Algo que todos tenían.
Pero muy pocos conseguían realmente tenerlo.
Markus se preguntó cómo era posible.
Un golpe fuerte se estrelló contra su puerta, sacándolo de su interminable trance. Él miró en dirección a la puerta en silencio, soltando un insulto en ruso bajo su aliento y se secó la barbilla rápidamente, eliminando todo rastro de bello facial en su cara cansada.
La voz de Mikhail le divirtió—Markus, si volviste a dormirte, te juro que entraré a la fuerza para patearte el trasero yo mismo.
—Me gustaría verte intentarlo.
—¡Ya sal del baño, Markus!—exclamó Dominica.
El muchacho de cabellos cortos rodó los ojos antes de acomodar el baño y salir hacia el área común del avión donde se encontraban sus amigos antes. Al sentarse, vio desplegado un plano del edificio donde irían en las siguientes horas. Su compañera Sasha le tendió una taza con café caliente de la cual él le dio un largo sorbo, sintiendo como su garganta se encontraba en llamas por lo caliente que se encontraba el líquido — así despertándolo por completo. Dominica se inclinó hacia adelante, señalando los puntos ciegos del edificio y Markus observó cada detalle, a pesar de estar pensando en otra cosa absolutamente diferente. Nicholai estaba demasiado absorto en su propia explicación como para llamarle la atención al castaño y Sasha simplemente miraba los planos con absoluta impaciencia, con más ganas de tener en su mano el rifle de francotirador que la taza de café en su mano.
Mikhail, en cambio, le pisó el pie a Markus para que logre tener su enfoque en la misión.
El ojiazul le envió una mirada de advertencia antes de llevarse su taza a los labios, dándole otro sorbo a su café caliente y eso no fue pasado por alto en cuanto a superiores como Nicholai Orlov.
—Ustedes dos idiotas, ¿pasa algo de lo que debería preocuparme?
—No—dijeron los dos al mismo tiempo.
—Creo que se levantaron con el pie izquierdo—bramó Sasha antes de darle otro sorbo a su café.
—Solo sigue contando el plan y nosotros lo ejecutaremos a la perfección—añadió Mikhail con arrogancia fingida—. Como en los viejos tiempos, ¿verdad?
Markus Belova simplemente se limitó a rodar los ojos, mirando nuevamente el plano del edificio con concentración y se dio cuenta de que la misión realmente sería lo mismo que hicieron siempre.
Solo había que esperar.
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Kampala, Uganda, África Oriental.
Ajustar las fundas de sus armas ya era más que un hábito para el propio Markus a la hora de prepararse para una nueva misión. Su uniforme había cambiado tantas veces que casi nunca se acostumbraba al nuevo modelo que le presentaban en la KGB: siempre buscando algo más ligero y no tan apretado para poder ejecutar las misiones en completa comodidad. Las misiones en cubierto eran más divertidas, ya que él o sus compañeros tomaban roles que hacían la misión muchísimo más interesante que antes. Esas misiones donde se realizaba un simple reconocimiento, recopilación de datos y posible exterminación eran las mejores misiones que Markus Belova podía pedir. En cambio, las misiones donde el objetivo debía ser exterminado y solamente eso, eran aburridas, no solo por que ya conocían la técnica, si no por que repetir aquel patrón tantas veces realmente era exhaustivo y poco práctico para muchos agentes.
La imaginación era siempre lo que contaba.
Markus se ajustó el traje antes de colocarse una camisa y unos pantalones de vestir, obviamente de manera muy formal para la ocasión que transcurriría en el palacio de Kabaka, donde un ex ministro ruso haría un intercambio de información con uno de los mercenarios (por no decir pirata) más peligrosos de África: Ulysses Klaue. Markus siempre se preguntó que sería de él al estar cara a cara con ese mercenario: podría terminar muerto o pedirle de hacer alguna especie de negocios — sin embargo, el castaño sabía que había demasiada gente con la cual lidiaba con su propia mierda y meterse en aquellos asuntos podía suponer problemas.
Muchos problemas.
(Markus ya tenía una orden de captura en cada nación, como si eso fuese lo primordial.)
El castaño hizo movimientos circulares con su cuello, intentando de quitar aquel entumecimiento que se encontraba alojado allí. Sus armas descansaron a los cotados de su torso, cargadas con balas plateadas y con cartuchos para recargar. Alguien entró a su habitación rápidamente antes de cerrarla y Markus, mirando por el reflejo de su espejo a su derecha, pudo ver de quien se trataba.
Otro par de ojos azules le miraron.
—No me digas que tienes pocas balas, por que yo no te prestaré—declaró Markus alzando una ceja antes de girarse para mirar a Mikhail Orlov.
Mikhail se cruzó de brazos, apoyando su espalda contra la puerta cerrada; su mirada seria se encontraba completamente fija en la figura del mayor de los Belova.
—¿Pasa algo?—preguntó el castaño alzando una ceja.
—He visto que te encuentras algo distraído.
Markus bufó.
Él no entendía a qué diablos venía ese comentario.
—Ahora es mi turno de preguntarte, Markus—declaró Mikhail dando un par de pasos—. ¿Pasa algo?
No.
No.
Aquel bastardo no era ninguna de las personas que sabían leer las expresiones del propio Markus.
—¿Por qué tendría que estar pasando algo?—preguntó Markus sentándose sobre la cama a su lado.
Mikhail chasqueó su lengua—Entiendo que esta es nuestra primera misión sin Yelena en el equipo. Y es muy probable que la extrañes, pero...
—Pero nada, idiota—lo interrumpió Markus—. Soy consciente de que mi hermana ya no está aquí para cuidar mi lamentable trasero como antes, pero esto es diferente.
—¿Diferente?—inquirió el pelinegro—. ¿Diferente en qué?
—¿Por qué piensas que Yelena dejó el equipo?¿O por qué lo hizo Melina?
El mayor de los hermanos Orlov permaneció en silencio, aún procesando las palabras que el propio Markus Belova dijo momentos antes. Él no podía sentir lo que Markus sentía en aquel momento, sin embargo, aquella pregunta lo dejó algo descolocado en ese momento. ¿Por qué su compañero estaba pensando en eso ahora?¿Acaso él quería alejarse del equipo?
—Markus, ¿a qué viene esa pregunta?
—No me mires como si dijese algo completamente loco—negó el castaño—. Luego de todos estos años, algo cambió en nosotros. El mundo es diferente, cambia constantemente y nosotros seguimos la línea de un maldito estándar que se concentra en destruir a toda persona que se atreve a husmear. ¿Por qué seguimos aquí?
—Por qué debemos, y eso lo sabes.
Markus volvió a bufar.
Esa era una de las respuestas que un cadete de primer año en la Academia podría decir de memoria.
El propio Markus buscaba una respuesta completamente diferente, después de todo lo que pasó en las vidas de todos los cadetes después de la Academia, después de la infinidad de misiones por las que tuvieron que pasar hasta llegar a ser agentes veteranos de la KGB. Markus se dio cuenta de que ya se encontraba completamente cansado de seguir siendo algún peón para la madre Rusia.
Markus buscaba una respuesta diferente.
No una respuesta preinstalada por la KGB.
(Lo que Mikhail decía era una simple mentira.)
—No es eso lo que piensas—declaró Markus de forma seca.
—Seguimos aquí por que tenemos un trabajo que hacer.
—¿Y cuál es ese trabajo?—preguntó Belova—. ¿Seguir cazando y luego ser cazados?¿Hasta cuándo, Mikhail?
¿Hasta cuándo seguirían así?
El mayor de los Orlov apretó sus labios.
Él no sabía cómo responder.
Markus, por primera vez, lo comprendió.
Un toque suave contra la puerta los interrumpió.
—Tenemos que irnos—anunció Dominica al otro lado.
Los dos hombres se miraron por última vez antes de salir de la habitación, dejándola desolada antes de cerrar la puerta por completo. El pequeño grupo bajó por las escaleras principales al vestíbulo y tomó los dos vehículos en dúos separados, dejando a Mikhail como la única persona sin pareja. Así continuaron hacia el palacio, donde ya había bastante concurrencia de gente importante y medios de comunicación mirando cada movimiento en el mundo. Markus permaneció con su mirada fija al frente, mientras que Dominica se ajustaba su melena pelirroja falsa para poder hacerse pasar por una asesina pelirroja.
—No pretendo ser Natasha, ¿lo sabes?
Markus se limitó a reírse—No te queda bien el pelirrojo, si me pides que opine.
—Ya sé, a mi tampoco me gusta—dijo Viktor haciendo una mueca—. Además, ya tienes a una pelirroja preferida.
—Sí, claro.
—¿Aún no has dado con su paradero?
—No, y no me interesa.
—Eres un mentiroso. Hasta el presidente Putin podría saber que estás mintiendo.
—Pues Putin no está aquí.
—Putin está en todos lados.
Markus rodó los ojos.
Repentinamente, los flashes de la cámara inundaron su visión y él se esforzó de mantener su cobertura en perfil bajo. A lo lejos vio como Mikhail era el primero en entrar, mirando a su alrededor como una sombra paranoica y escuchando en todo momento. Los siguientes fueron Nicholai junto a Sasha, quienes entraron sin ninguna que otra sospecha. El momento donde él y Dominica salieron, ambos entraron rápidamente, siguiendo al flujo de gente que solo querían estar dentro debido al clima caluroso.
—Eto budet legko (Esto será sencillo)—murmuró Dominica con completa confianza.
Markus asintió.
Una mesera joven, de piel morena se acercó a ellos con dos bebidas en copas y ellos las aceptaron con una simple mueca de agradecimiento, dejando que ella se fuese a reponer la bebida. Markus le dio un sorbo mientras que Dominica miró a su alrededor.
—Zdes' m (Aquí M)—declaró Mikhail por los comunicadores—. YA vse yeshche ne vizhu tsel' (Aún no veo al objetivo.)
—Zdes' B (Aquí B)—murmuró Markus—. My tol'ko chto voshli s moim partnerom, bud'te nacheku (Acabamos de entrar con mi compañera, estén alerta.)
—Esta bebida es muy buena.
Él le dio otro sorbo.
Era un buen trago.
—Tienes razón.
Ambos caminaron por el vestíbulo iluminado y el aire acondicionado no servía de mucho, pero la cantidad de gente acumulaba el calor, provocando que este se expandiese, así que ambos bebieron un sorbo más del liquido fresco para poder refrescarse un poco. Markus se encontró con Nicholai junto a Sasha, ambos mirando a su alrededor antes de enviarles una mirada seria a la otra pareja. Mikhail se encontraba en una de las escaleras donde había más gente acumulada y él podría desaparecer en cualquier momento.
—Hace demasiado calor aquí, ¿no crees?
—Sí—respondió Markus intentando de aflojar su corbata.
Al mirar en dirección a Nicholai, se lo encontró solo mientras que Sasha se dirigía al baño. Su cuerpo se mostró más caliente todavía y se preguntó si él se encontraba nervioso o si la bebida tenía algo. Nicholai se pasó una mano por su frente, sintiéndose un poco pálido que antes. Mikhail terminó de tomar de su copa y fue a dejarla a una mesera, bajando las escaleras con pesadez.
Algo estaba mal.
¿Acaso eso era...?
—Markus...—balbuceó Dominica a su lado—. No me estoy sintiendo bien.
—Debemos quedarnos para ver si el objetivo aparece.
—Me siento cansada.
Él también.
Mikhail llegó a su lado—Chert, ona tozhe? (Diablos, ¿ella también?)
—Otvedi yeye v vannuyu, Sasha tozhe tam (Llévala al baño, Sasha también está allí.)
El mayor de los Orlov se limitó a asentir y se llevó a la joven hacia los baños, Markus parpadeó y sintió más calor que antes. Su cabeza empezaba a girar, muy, muy lento y sabía que sus minutos para completar la misión estaban contados. Él buscó a Nicholai con la mirada y este le indicó en silencio que lo siguiera, Markus no dudó y se acercó a él rápidamente.
—U nas problemy (Estamos en problemas)—habló el menor de los Orlov en ruso.
—Akh, da? Ne govorite mne (¿Ah, sí? No me digas)—bramó Markus.
—Encontré al objetivo, se dirigieron al patio trasero del palacio—añadió él señalando la entrada a una pequeña habitación que daba a un balcón con escalera gigante al otro lado—. Prepara tu arma, iremos allí ahora.
—¿Qué pasará con el resto?
Nicholai jadeó.
Él también había bebido.
—Eliminaremos al objetivo y a Ulysses, luego nos reuniremos con el equipo.
Markus asintió jadeante.
Los dos hombres intentaron recomponerse rápidamente y marcharon hacia la entrada, abrieron las puertas rápidamente y se encontraron con más personas dentro, hombres y mujeres que charlaban. La cabeza de Markus giraba más y más rápido, el calor se extendía por su cuerpo en llamaradas y él se sentía mareado, muy mareado. Cruzaron la habitación en dos zancadas y luego reinó el silencio.
¿Qué diablos ocurría?
—Markus Belova.
Él se detuvo.
Nicholai también.
(¿Qué estaba pasando?)
El castaño se giró rápidamente, encontrándose con un hombre con poco pelo y traje, su rostro se hizo demasiado familiar para su propia fortuna y la cantidad de pistolas que le apuntaban en ese momento era una distopía que Markus podía ver en el horizonte. Él reconoció a ese hombre, reconoció su voz y supo que esa vez no sería la última en la que se verían. El agente Phillip Coulson se encontraba de pie con al menos unos veinte agentes apuntándoles con sus armas a los dos espías rusos.
—¿Disfruta de la fiesta?
Markus sintió que le tiraban un baldazo de agua fría.
—Tú hiciste esto—dijo él.
—¿Las bebidas? Fue algo sencillo.
—Proklyatyy ublyudok (Maldito bastardo)—masculló Nicholai mareado.
Phil miró al rubio—YA by predpochel pogovorit' na obshchem yazyke, agent Orlov (Prefiero tener esta conversación en un idioma común, agente Orlov).
Markus se tambaleó.
—No se preocupe, agente Belova, me tomé la libertad de colocarle poco de esa sustancia en su bebida—continuó Coulson indicándole silenciosamente a cuatro agentes que esposasen a los espías—. Sus compañeros también están siendo arrestados mientras hablamos, preferí esta manera por que la agente Romanoff dijo que seamos pacíficos.
—Hijo de perra—balbuceó Markus sintiendo su vista pesada.
Su vista empezó a dar más y más vueltas, las palabras que decía Coulson ya eran demasiado lejanas para él, así que su cuerpo se entumeció, ya cansado. Nicholai cayó inconsciente a su lado, siendo arrastrado por los agentes de SHIELD mientras que el castaño seguía luchando sin éxito contra sus captores. El cansancio lo estaba venciendo y el sueño volvía a patearle el rostro una y otra y otra vez.
—Debemos movernos, muchachos—anunció Phil—. La fiesta terminó.
—N-No...—jadeó Markus.
Él debía resistir.
No podía dejarse vencer.
Markus volvió a aparecer en aquel amanecer, donde todo resultaba ser un caos. Natasha Romanoff estaba frente a él, mirándolo con tristeza y dolor, pero había algo seguro.
—Nos volveremos a ver, Markus.
Eso espero, agente Romanoff.
Y Markus Belova cerró los ojos.
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