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x. qué es ella para ti


MANIFIESTO NEGRO,
capitulo diez: qué es ella para ti!



          MARKUS BELOVA NO CREÍA EN LAS COINCIDENCIAS. Sin embargo, aquello era lo único que parecía manifestarse en su puñetera vida en los últimos 27 años. Él no se quejaba de ello, claramente, por qué parte de esas coincidencias era poder estar junto a su hermana Yelena y tener una nueva familia a la cual podía pertenecer sin que nadie lo juzgue. Todo el mundo pasaba por situaciones tensas o desgracias que la persona toda poderosa que reinaba más allá del cielo dejaba caer en cualquier mortal sin siquiera preguntarle. A pesar de eso, y basada en la propia experiencia del castaño, Markus no creía en las coincidencias si no en las causalidades — esa era la verdadera perra que lograba poner su vida patas arriba: en el buen y en el mal sentido de la palabra. De algún modo, él debería sentirse agradecido, incluso extasiado de haber podido prolongar su miserable y peligrosa vida al menos unos años más; o al menos hasta que la KGB termine hartándose de él y sea un agente retirado.

          El retiro podría ser algo bueno.

          (Los agentes retirados están en aún mayor peligro que antes.)

          Así que, como verán, Markus no creía en las coincidencias.

          Él las detestaba.

          ¿Por qué?¿Por qué negar que él podía ser atraído por aquellas coincidencias?

          Markus soltó un gruñido antes de agarrar el chocolate que Yelena le dijo que no comiera mientras él estuviese allí por los siguientes días y le dio una mordida, realizando que estaba pidiendo un deseo de muerte a manos de su hermana pequeña quien podría llegar a ser igual de letal que él mismo en combate y capaz de matarlo con sus propias manos. Eso no le preocupó en absoluto, ya que para cuando Yelena volviese, él ya habría comprado otro chocolate y estaría lejos haciendo otra misión. Así funcionaban las cosas entre los hermanos Belova y, a la larga, así continuarían funcionando siempre y cuando los dos sigan vivos en aquel miserable mundo de los mortales. El muchacho de cabellos se pasó una mano por su cabeza, teniendo el vago recuerdo de tener la costumbre de correr los cabellos largos que una vez tuvo, hacía cinco años y sus orbes azules miraron fijamente las calles de Moscú en un atardecer tan frío que daría el anuncio de la noche oscura y amenazante en sus calles.

          La carpeta de la espía pelirroja se encontraba postrado en la mesa.

          Markus no volvió a abrirlo desde que llegó.

          (Y eso fue hace dos horas.)

          Por eso, Belova no creía en las coincidencias.

          El muchacho de ojos azules sabía que tarde o temprano tendría que lidiar con su corazón roto y el mejor momento (además de ser la mejor oportunidad) podría ser el de aquella misma noche donde supuestamente Fjodorov estaría en el club donde ella trabajaba. Él recordó que Nicholai le miró de forma nerviosa, indicándole silenciosamente de que la KGB quería neutralizar a Natasha por haber cometido traición hacia ellos y cualquier agente que enviaron terminó siendo asesinado por ella. El equipo de Markus podía llevar a cabo tal misión, pero había algo, algo emocional, que se los impedía: su apego a una gran compañera y colega era la cosa que les impedía seguir con la misión. Así que él decidió que por fin era el momento de tomar responsabilidad con sus acciones y tomó la carpeta con palabras en clásica fonética rusa.

          Natasha se encontraba bajo un perfil de mesera quien se identificaba como Tatiana Sokolova, nacida y criada en las calles de Moscú con cabello castaño y ojos claros. SHIELD la hizo entrar al país hace casi un mes, así empezando la operación para recuperar tecnología que Fjodorov robó a Tecnologías Stark y así arrestarlo por la actividad criminal a la que estuvo formando parte en los últimos quince años. Markus se arregló para la ocasión, buscando una remera oscura, de la cual podría colgar las sus armas sin que sean vistas. Se colocó una chaqueta de cuero a juego de su remera para así poder mezclarse con el resto de la gente en el club nocturno. Nicholai le dejó las llaves de la Ducati que su hermano tenía, con la breve advertencia de que, si había cualquier tipo de rasguño, Mikhail no dudaría en patearle el trasero y dejarlo en silla de ruedas (palabras de Nicholai, no de él).

          Era bastante claro de que Markus no tomaría esa amenaza en serio.

          (Ni siquiera viniendo del hermano menor de los Orlov.)

          Él se subió a la motocicleta y salió disparado hacia la calle, conduciendo entre las avenidas llenas de autos hacia dirigirse al centro de Moscú otra vez, encontrando la entrada al club. Pagó un estacionamiento que estaba cerca de allí y se dirigió a pie durante una cuadra hasta llegar a la entrada del club. Logró pasar sin problemas y supo que sentía un escalofrío recorrer su espalda con lentitud, como si fuese una serpiente deslizándose detrás de él, anunciándole el peligro de manera paulatina, anunciando la tormenta inminente que vendría a la tierra. Markus sacudió su cabeza para quitar aquellos pensamientos y se movió entre la gente, haciéndose pasar por un cliente más. Buscó meticulosamente entre la misma algún movimiento de Natasha o Fjodorov, terminando por entrar a una de las secciones donde se encontraban varias mesas. El castaño encontró al traficante de armas sentado en la sección VIP, claramente tomando uno de los tragos del lugar y él, en un movimiento rápido, le quitó de manera silenciosa un trago a una joven que estaba a su derecha. Él tomó un sorbo y se dio cuenta de que se trataba de una mezcla de vodka con soda — algo no tan fuerte para la ocasión.

          Markus se sentó en una de las mesas y miró en dirección a la barra, buscando a una muchacha castaña sirviendo tragos.

          Hasta que la encontró.

          Estaba preciosísima.

          Natasha le servía un trago a una muchacha, la cual estaba acompañada por un hombre y ella les sonreía de manera cálida, como si realmente fuese Tatiana Sokolova la que estuviese allí y no la espía pelirroja que le robó el aliento una vez. Él se sintió tenso por un segundo y volvió a darle otro trago a su vaso, tratando de aliviar aquel nudo en su garganta que amenazaba con quitarle la voz en cualquier momento. ¿Por qué?¿Por qué Markus se sentía así? Natasha lo había dejado para tener una vida libre, ella lo había dejado ir a él — pero Markus hizo todo lo contrario y se sentía pésimo. La cólera y el amor que sentía por ella era más que gigantesco en todos los sentidos, incluso después de siete años de permanecer separados. Markus no lo comprendía, aquella mujer lo había hechizado de maneras que él no conocía y estaba cayendo en un agujero negro sin fin.

          ¿Acaso la KGB esperaba que él la asesinase?

          Sus miedos podrían haberse vuelto realidad.

          Su pena, también.

          Una voz femenina lo interrumpió en sus pensamientos—On zanyat? (¿Está ocupado?)

          Markus giró su cabeza, encontrándose con una muchacha rubia de cabellos rubios con un flequillo adornando su cara bien formada, ella le sonrió con cordialidad absolutamente fingida, sosteniendo un Martini en su mano. El castaño sonrió de lado, siguiéndole el juego a la rubia y le hizo un gesto con la mano para que tome asiento frente a él. Él analizó fijamente a la muchacha, se notaba que parecía una cadete en entrenamiento y que no era demasiado sutil con sus movimientos. También había algo que era diferente en ella, su acento ruso era demasiado exagerado incluso para él mismo, llegando a la rápida conclusión: aquella muchacha no pertenecía al programa de inteligencia ruso.

          Había más espías entre ellos.

          —Naslazhdayesh'sya noch'yu? (¿Disfrutando la noche?)—preguntó la rubia y acercó su Martini, para chocar las dos copas—. Menya zovut sofiya (Mi nombre es Sofía.)

          Markus alzó una ceja—Prosto Sofiya? (¿Solo Sofía?)

          —Prosto Sofiya? (Solo Sofía)—respondió ella y le dio un sorbo a su copa—. Chto privelo vas v etot klub, otdykh ili vstrecha s druz'yami? (¿Qué te trae a este club?¿Relajarte o encontrarte con amigos?)

          —Moi druz'ya uyekhali iz Rossii, ya priyekhal v gosti k sem'ye i otdokhnut'. A vy? (Mis amigos están fuera de Rusia, vine a visitar a mi familia y a relajarme. ¿Y tú?).

          —V komandirovke mne skazali, chto klub otlichnyy. (Viaje de negocios, me contaron que este club es grandioso.)

          Markus alzó su vaso—Togda dobro pozhalovat' v Moskvu (Bienvenida a Moscú, entonces).

          Sofía sonrió y chocó su vaso con el de Markus, rompiéndolo en miles de pedazos, así tirando el líquido de la bebida en la mesa. Él estuvo a punto de disculparse, pero ella soltó una carcajada, como si hubiese pasado algo divertido y se levantó rápidamente, mirándolo con diversión.

          —Izvini ya ochen' neuklyuzhiy (Lo siento, soy muy torpe)—replicó ella apenada.

          Markus sonrió falsamente—Legko, ya razbil bokal vina v shestnadtsat' (Tranquila, yo rompí una copa de vino a los dieciséis años).

          —Kha, ya dumayu, chto vzyal slishkom mnogo na segodnya (Huh, creo que tomé demasiado por hoy)—dijo Sofía extasiada—. YA poydu v vannuyu, chtoby osvezhit'sya (Iré al baño para refrescarme).

          —Sanuzel nakhoditsya na tret'yem etazhe (El baño está en el tercer piso)—añadió el mayor de los Belova.

          —Spasibo. Bylo priyatno poznakomit'sya s toboy, Markus (Gracias. Fue un placer conocerte, Markus).

          Y se fue.

          Markus permaneció petrificado ante aquella frase.

          Él nunca le dijo su nombre.

          ¿Por qué...?

          —Ella sabe que soy un espía...—murmuró él y se levantó de la mesa, fijando su mirada en la barra, donde cierta mujer lo miraba fijamente.

          Las miradas de Natasha y Markus se cruzaron por un segundo, ambos petrificados por ver el uno al otro.

          Dos almas tan rotas como los santos del infierno.

          Y el fuego desató el pánico cuando una bala terminó entre los ojos de Fjodorov.

          Markus buscó protección en una de las mesas, buscando algún punto ciego por donde podría entrar un disparo de esa magnitud y miró en dirección al tercer piso; su mirada fija en una rubia con flequillo, quien portaba un rifle semiautomático para logar un disparo a distancia segura en un punto ciego.

          Sofía.

          —Der'mo (Mierda)—masculló Markus y volvió a mirar en dirección a la barra.

          Natasha ya no estaba.

          Lo mejor en ese momento era escapar y no involucrarse en un asunto que a él no le convenía meterse. El muchacho corrió junto con la gente que salía a los empujones y se dirigió hacia el estacionamiento, buscando la Ducati de Mikhail Orlov para poder irse a casa con tranquilidad. Los recuerdos de aquella noche volaban por su cabeza, la nueva espía, Natasha, el asesinato a Fjodorov y el presunto robo de la tecnología de Tony Stark. Él no fue identificado por los medios, pero se sabía que había algo entre manos durante aquella noche y eso alarmó muchísimo a Nicholai, quien le pidió que permaneciese en su casa durante la semana para no levantar sospechas y que saliese si era estrictamente necesario. Así que Markus se vio confinado en las paredes del apartamento por los siguientes días.

          La noche del viernes terminó con Markus limpiando el apartamento de arriba-abajo, al menos para dejarlo completamente pulcro para cuando Yelena volviese de su misión y luego de una larga tarde, el castaño se retiró para bañarse.

          El mero recuerdo de ver a Natasha mirándolo fijamente inundó su mente.

          (Y él se forzó en bañarse en agua fría para poder quitarse el pensamiento de la cabeza.)

          Al salir, él sintió frío y se colocó la toalla alrededor de sus caderas, ajustándola para ir a su habitación. Sin embargo, algo era distinto, el aroma de la casa tenía un cierto aroma a flores y canela — él recordó que el limpiador que usó era de manzana (el favorito de Yelena). Alguien estaba entre las paredes de aquel apartamento y él se acercó para cerrar la ventana, sintiendo el aroma más fuerte.

          Él no tenía que adivinar quién era.

          El reflejo de una mujer pelirroja detrás de él era suficiente.

          —Es peligroso ir al hogar del enemigo, ¿lo sabes?—dijo él con veneno en su lengua.

          —Lo sé.

          —Entonces sabes perfectamente que no debes estar aquí.

          ¿Por qué Markus la estaba apartando?

          Dolor.

          —Lo sé...

          Markus no volvió a hablar y se volteó para verla, encontrándose con una joven ojos claros con cabello recogido y labios apretados; vestida de negro por completo. El mayor de los Belova le miró con absoluta seriedad, esperando alguna que otra explicación de por qué ella se dignó a aparecer en su casa — pero encontró silencio del otro lado. Tal vez sería mejor asesinarla y terminar el sufrimiento de una vez por todas, ya que, al cabo, Markus Belova simplemente servía para matar.

          —Vine para verte.

          —¿Y estás feliz de lo que ves?

          Natasha bajó la mirada—Es bueno saber que estás vivo.

          —Ya llegará el día que obtendré una bala entre los ojos—masculló él con desdén, pasando a su lado—. Justo como Sofía lo hizo con Fjodorov.

          Markus se dirigió a su habitación para poder vestirse y así retirarse por la noche, pero Natasha le bloqueó el paso, colocando ambas manos en su pecho.

          —Tú estuviste esa noche, ¿por qué?

          —Fui a tomar un trago.

          —Han pasado siete años y sigues siendo el maldito mentiroso de siempre, Belova.

           Markus cerró los ojos y de repente tuvo que respirar hondo para mantener su compostura. Él estaba enojado con ella, realmente frustrado y que la pelirroja vuelva a su vida, así como así, no era algo tan simple para él. Natasha le miró fijamente, esperando algún tipo de respuesta que sea verídica para él — no la recibió, sino, fue un leve empujón de Markus para dirigirse a su habitación. Ella soltó un suspiro y se pasó una mano por la cara.

          —Markus.

          —¿Qué diablos estás haciendo aquí, Natasha?

          La pelirroja se quedó muda ante el cambio de nombre y sintió como su corazón se quebraba al ver a Markus tan hundido en aquella oscuridad que ella tuvo alguna vez.

          —Necesito tu ayuda.

          —Para eso tienes a Barton.

          —No es a Barton a quién necesito.

          Markus se detuvo y se giró para mirarla, expectante y solemne con sí mismo.

          —Sofía es una espía, ella quiere tomar la identidad de la Viuda Negra—respondió Natasha seriamente, con una pequeña pizca de esperanza—. Trabaja para Richard Frampton y llevan algo entre manos, robaron tecnología de Industrias Stark y no es algo bueno ni para Rusia, ni para otra nación. Tiene una base en Vladivostok donde opera.

          —SHIELD tiene muchos agentes activos.

          —Sofía mató a los tres que enviaron—replicó ella antes de mirar a Markus a los ojos—. Tú eres el único con habilidades similares a las mías para detenerla—el castaño bajó la mirada y Natasha dio un paso adelante—. Por favor...eres la única persona en quien confío.

          Markus cerró los ojos.

          No cedas.

          No cedas, maldito bastardo.

          Está bien, su voz volvió a sonar en su cabeza.

          —De acuerdo, me uniré.




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Vladivostok, Rusia.

          Markus observó cómo Natasha Romanoff conducía el auto que Yelena había comprado junto a él hacía dos años. Los dos espías lo dejaron en un estacionamiento antes de continuar a pie hacia la ubicación donde se encontrarían con otro agente de SHIELD. La mayoría del trayecto ocurrió en silencio y Natasha lo comprendía en cierto modo: Markus estaba perdiendo la confianza en ella gracias a esa oportunidad de libertad que ella tenía en sus manos en aquel momento — SHIELD podía darle protección y ella sería libre, pero el resto de su equipo debía hundirse si ella abandonaba el barco. Natasha Romanoff lo comprendía con tal claridad que ni siquiera le tenía que pedir su opinión al respecto, ella misma realizó que había metido la pata hasta el fondo y se hacía responsable de eso.

          Oh, pero que agradable fue ver esos cabellos castaños otra vez.

          O aquellos ojos azules.

          Ella supo el error que había cometido.

          El simple hecho de no haberlo traído con ella fue demasiado doloroso.

          A pesar de que Natasha se había convertido en otra persona en esos siete años separados, así enterrando a la Natalia que Markus conoció desde hacía años, siendo una persona completamente distinta en el presente, ella seguía queriendo a Markus y ver que él quería apartarse por lo que hizo realmente le rompía el corazón y tal vez ella se lo merecía. Markus siempre fue la persona que se ganaba la confianza con acciones, no con palabras sin ningún recoveco de mentiras.

          Natasha lo traicionó.

          (Pero todos sabemos que ella no se rinde tan fácilmente.)

          En el trayecto hasta el punto de encuentro, los dos espías permanecieron de lado a lado, caminando en completo silencio. Markus tenía ganas de hablar, tanto como ella, pero ¿por qué le costaba demasiado intentar de interactuar con otra persona que cambió de intereses hace mucho tiempo? No había duda de que Markus Belova tenía muchas preguntas y que con cada paso que daba se acababa el tiempo para poder hacerlas, así que comenzó con preguntar las correctas primero (sabiendo que las incorrectas ya sería entrar en territorio peligroso).

          —¿Quién diablos es Sofía, exactamente?

          Natasha chasqueó la lengua—Esa perra es una espía que trabaja para Richard Frampton, su nacionalidad es todo un misterio, pero lo que sí se es que ella fue una de las personas que ayudó a Fjodorov a robar la tecnología de Stark, pero lo que me preocupa es saber quién es este tipo con el que ella trabaja.

          —Así que tenemos a un don nadie y una aspirante a ser Viuda Negra—replicó Markus antes de sonreír de lado—. Si ella quiere ser una Viuda Negra, la invito a irse a la Academia por seis años.

          —Es habilidosa, pero no llegará a ser una Viuda Negra.

          Ambos giraron en una esquina y la distancia entre ellos y el punto de encuentro estaba demasiado cerca. Markus se preguntó si ella hablaría otra vez, y lo hizo:

          —¿Cómo está tu hermana?—dijo ella en voz baja, solo para él—. ¿Dominica?¿los Orlov?¿Sasha?¿Melina?

          —Mi hermana está bien, en una misión en Europa, Dominica y Sasha también están con misiones constantemente—respondió Markus mirando al frente—. Nicholai es la nueva cabeza de táctica en la KGB y lo nombraron líder de mi equipo hace tres años, Mikhail es su mano derecha pero también tiene misiones que lo hacen mover de un punto al otro—hizo una mueca—. Melina está en retiro y Alexei sigue tomando misiones, no como Red Guardian.

          —¿Melina está retirada?

          —Huh...no es la palabra indicada.

          —¿Entonces que es?

          El equipo se estaba desintegrando por dentro, ya que no eran los 9 que conformaban el grupo maravilla — los intereses habían cambiado para algunas personas: Alexei decidió dejar el manto de Red Guardian por un tiempo y Melina había dado su desaprobación al ser la nueva directora del programa de los Gorriones y Viudas Negras. Markus y el resto del equipo presenciaron aquella brecha que se había formado en la pareja, hasta el punto de quebrarla por completo. Aquella pareja tomó caminos separados y Markus no pudo sentir tanta pena por los dos, ya que habían peleado en incontables batallas.

          Pero no todo era para siempre.

          —Melina ya no es una Viuda Negra—respondió Markus bajando la mirada—. Desaprobó la propuesta de ser la nueva comandante en jefe del programa, para poder reemplazar a Nastia. Ella se negó y se vio obligada a abandonar Rusia hace tres años, no he oído de ella desde aquel entonces.

          —Lo lamento—murmuró Natasha.

          Markus ladeó su cabeza para mirarla seriamente—Natasha, lo hecho, hecho está.

          Ella apretó sus labios y miró al frente, encontrándose con un hombre con poco cabello sentado en una banca. Natasha pasó por su lado y le tocó el hombro, atrayendo su atención a ellos. La pelirroja señaló un callejón y junto a Markus se adentraron para poder hablar con más claridad. El hombre de traje se apareció minutos después, encontrándose con los dos asesinos esperándole.

          —Coulson, este es el agente Belova—Natasha lo presentó.

          —Markus Belova, al fin—replicó el agente Coulson tendiéndole la mano—. Puedo decirle que su reputación le precede.

          El castaño le dio un apretón de manos y miró a la pelirroja—¿Para qué ocultar mi nombre si este tipo ya lo sabe, Natasha?

          —Intento ser discreta.

          Coulson y Markus le miraron inexpresivos—No lo eres.

          Ella rodó los ojos.

          El agente de SHIELD les dio un bolso que estaba lleno de armas y se encontraba un traje que tenía el símbolo de la Viuda Negra en su cinturón, así que Markus se dio cuenta de que Natasha ya no vestía de negro como antes — eso le entristeció muchísimo. Al colocarse las armas que SHIELD les había entregado, el castaño se preguntó si este era un asunto que involucraba al gobierno ruso o simplemente era una mano que él estaba dándole a SHIELD.

          —Tenemos que irnos—dijo Natasha antes de mirar a Coulson—. Me contactaré contigo para la extracción.

          —Lola siempre estará lista para la acción, agente Romanoff.

          Sin más, él desapareció por entre las sombras y los dejó solos.

          —SHIELD - chudaki (Los de SHIELD son bichos raros)—murmuró Markus en ruso.

          —YA soglashus' s etim (Te voy a dar la razón en eso).

          Los espías se dirigieron hacia el objetivo, en un depósito que estaba un poco alejado de la ciudad, moviéndose rápidamente para encontrarse una sede industrial que estaba moviendo maquinaria. Markus y Natasha se movieron con sigilo, entrando a la sede sin ser vistos por la seguridad del lugar. El muchacho de cabellos castaños colocó silenciadores a sus pistolas y siguió a la pelirroja por los pasillos, los cuales estaban siendo demasiado largos a su parecer, pero la siguió como si ella fuese la única persona de la cual agarrarse cuando las cosas se pusieran intensas. Ambos entraron directamente hacia una habitación llena de maquinaria y eso les daba la vista de un misil que se estaba preparando en un pabellón frente a ellos.

          —¿Qué diablos es esto?—preguntó Markus.

          Natasha se sentó en la silla para empezar a buscar información.

          Belova no sabía que SHIELD también le encantaba extraer información.

          (Probablemente no debería saberlo, después de todo.)

          —Debes estar bromeando—murmuró Natasha.

          Markus se inclinó hacia la pantalla, a su lado—¿Qué es eso?

          —Frampton trabaja para Diez Anillos—respondió ella tecleando con rapidez—. Es un agente operativo y eso—señaló el gran cohete que tenían frente a sus narices—. Es un misil Jericó.

          —¿Dónde se cumplirá la función de ese misil?

          —Tiene la ubicación de la frontera entre Rusia y Corea del Norte—añadió la pelirroja mirándolo—. Si ese misil explota en ese lugar, los dos países entrarán en conflicto.

          Markus rodó los ojos.

          Genial.

          Lo único que podía faltar: que su nación se encontrase en posición de entablar un conflicto bélico mundial.

          —¿Puedes desactivarlo?

          Natasha hizo una mueca—No, pero puedo poner la secuencia de autodestrucción del lugar.

          —Hazlo—respondió él—. Yo iré a eliminar a Frampton, quien debe estar en el lugar donde está el misil.

          —¡Espera...!

          Markus corrió por los pasillos, matando a cada trabajador que había allí. Una alarma resonó en toda la instalación, anunciando que la secuencia de autodestrucción se había activado correctamente. Él se dirigió hacia el pabellón donde se encontraba el misil y vio a un hombre con traje parado con dos guardias, el entró y les disparó a los dos guardias, sin darles la oportunidad de sacar sus armas. Markus permaneció quieto, esperando que el hombre dijese algo, pero él sonrió. El cañón de una pistola se posó contra su cabeza y Markus se dio cuenta de que esa no era Natasha.

          Sofía.

          —¿Así que tú eres quien quiere ser una Viuda Negra?—preguntó Markus con diversión—. Lamento decirte que no tienes lo que se necesita para ser una.

          —¿Y tú quien te crees que eres?

          —Un asesino que es más que experimentado que tú—respondió el castaño antes de hacer una mueca—. Ahora baja el arma.

          —¿O qué?

          Markus bajó su arma, para apuntarla discretamente hacia Frampton, disparándole directamente en la cabeza y movió su cabeza hacia abajo; esquivó el tiro de Sofía y se giró para lanzarle un puñetazo, ella soltó un gruñido y lanzó una patada hacia él, Markus se cubrió, utilizando su momentum para poder golpear la parte descubierta del traje con fuerza. Sofía sacó un cuchillo para empezar a atacarlo y el castaño debía admitir que la rubia tenía talento, ya que rasgó un poco de su mejilla y el hombro de su traje. Él, con un movimiento rápido de manos y piernas terminó quitándole el cuchillo, para lanzárselo al pecho y obtener un chillido de ella.

          La voz de Natasha lo sacó de su trance—¡Markus!

          La cuenta regresiva había comenzado.

          Ella tomó la mano de Markus y ambos corrieron hacia la entrada del pabellón, sintiendo que el suelo temblaba gracias a las explosiones, hasta que una gran explosión terminó por lanzarlos a un lado del establecimiento. En miles de llamas, el misil Jericó se destruyó por completo y Markus tosió ante el humo que había inhalado. Natasha, a su lado, le miraba, justo como le miró aquella vez en Budapest y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Las sirenas de la policía se escuchaban lejos, pero tan lejos que a Markus no le dio importancia. Solo se encontraban ellos dos solos contra el mundo, la adrenalina corriendo por sus venas y todas las palabras que no se dijeron estaban en el aire en ese mismo momento.

          —¿Qué es ella para ti?—le preguntó Yelena a su hermano una vez.

          Markus miró a Natasha y se hizo la misma pregunta.

          El caos alrededor de ellos.

          (La tragedia también.)

          ¿Qué es ella para ti?

          Un amor frustrado.

          Una aliada.

          Una enemiga.

          Markus Belova no lo sabía, al menos, no con tanta certeza.

          ¿Qué es ella para ti?

          Tal vez, él no estaba preparado para responder esa pregunta.

          Y tal vez, él no la dejaría ir.

          —¡Natasha!—llamó Coulson desde un auto rojo—. ¡Debemos irnos!

          Natasha se giró para mirarlo y luego volvió su mirada a Markus, sus orbes claros se mostraban tristes, como aquella historia que ellos dos vivían. El tiempo se les acababa y Markus se preguntó si volverían a cruzar caminos otra vez.

          —Nos volveremos a ver, Markus—dijo Natasha dándole un apretón con su fría y delicada mano.

          ¿Qué es ella para ti?

          Una luz en un túnel muy oscuro, quizá.

          Markus contaba con eso.

          —Eso espero, agente Romanoff—replicó él.

          El mayor de los hermanos Belova observó como ella se alejaba, siendo iluminada por los primeros rayos del sol que se asomaban y las sirenas de la policía se escuchaban más y más cerca. Era el momento de separarse y por eso Markus la vio irse junto con Coulson, dejándolo sumamente solo y él procuró desaparecer entre las sombras.

          Nos volveremos a ver, Romanoff.



FIN DEL ACTO UNO!



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