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viii. caos en budapest


MANIFIESTO NEGRO,
capitulo ocho: caos en budapest!



Budapest, Hungría – Enero de 2003.

          MARKUS BELOVA PODÍA SABOREAR EL FRÍO CON SUS LABIOS CERRADOS, sintiendo como el humo producido por el calor corporal que él poseía en su cuerpo se concentraba y salía en forma de nube. El muchacho castaño admiró los edificios húngaros hechos a la perfección, combinando colores plenos como el blanco y el color caoba, él se preguntó como podían hacer que algo tan simple se viese tan perfecto; sin embargo, Markus se daba cuenta que hasta en los detalles siempre había algo de lo cual remarcar, algo que marcaba el error humano tan prodigiosamente entre los trazos de un pincel o el tallado de grandes estructuras como aquella. Nada era perfecto, nada podía llegar al concepto de la mismísima perfección por que todo era tan subjetivo, tan incierto, que Markus realizó — penosamente hablando — que la perfección era una vara con la que se medía el mismo con sus triunfos, además de las fallas, además de las penas y las alegrías. Esa era la verdadera perfección para Markus Belova, ¿qué sería del mundo si todos fuesen perfectos?

          Intentarían matarse los unos a los otros, probablemente.

          La noche había caído demasiado rápido para su gusto.

          (Sin embargo, él no hizo comentario ante aquello.)

          Verán, esa era una simple rutina que él tenía antes de ir a una misión al día siguiente; algo con lo cual servía para conectarse así mismo y conectar su mente en la misión: mostrar su verdadero propósito. Estar solo en un balcón, su cabello recogido en una coleta y su pecho al descubierto, admirando aquello que él no podía tener con tanto anhelo en su alma destrozada. En el fondo de su cabeza estaba cada victima que él había eliminado, hombres y mujeres, implorando piedad a una bestia sin sentimiento alguno — esperando algún sentimiento similar a la misericordia que tenía el ser humano por naturaleza, implorando por algo más que sea una mirada fría y el cañón de una pistola contra su frente. Oh, pero muchos no tenían eso, muchos no vivían cuando la KGB tenía un objetivo en la mira, no cuando enviaban a sus asesinos a hacer el trabajo sucio. Markus admiraba todo eso en lo últimos momentos de silencio mientras esperaba a la mañana siguiente y allí podía ocurrir la verdadera tragedia.

          Verán, Markus Belova no lloraba más antes de una misión.

          Sus lágrimas se agotaron.

          Pero su corazón sufría eternamente, por no conseguir lo que él quería y por no mantenerse firme frente a la KGB, enfrentar el poder con poder y recibir su libertad. De alguna forma, era mejor así y esperar que una bala le quite la vida. Markus permaneció con su mirada entre los edificios iluminados por las luces nocturnas de Budapest y esperó, esperó y esperó: no le molestó no encontrar una respuesta a todas sus preguntas o al mero miedo de quedarse solo en aquella miserable tierra — y tal vez eso era lo mejor. Budapest de noche podría ser hermoso, no obstante, la simple promesa de una batalla campal contra el mismísimo enemigo invisible como lo era SHIELD era suficiente para provocar piel de gallina en su figura alta y musculosa. La sangre hervía en sus venas y más recordando lo que ocurrió hacía cuatro meses con Sannes Wilson en Ámsterdam; ellos no eran los únicos que buscaban matarlo, en cambio, Sannes se había aliado con SHIELD y él les dio las coordenadas para buscar el resto de la información robada — Markus sintió su sangre hervir otra vez al volver a ver una de las flechas del agente Clint Barton contra la cabeza del enemigo.

          Era más que una obviedad de que Markus sentía un gran resentimiento hacia el agente Barton.

          Lo había conocido hacía dos años, en una de sus misiones en solitario, donde Clint falló considerablemente en proteger a un activo de SHIELD; Markus no tardó en dar una sonrisa de victoria, mientras que Barton lo perseguía incansablemente por las calles de Barcelona. Era un juego divertido entre ellos, donde Markus podía ganar sin problema alguno: como si fuesen un gato y un ratón. Natalia también lo conocía, ya que se topó con él un par de veces y era igual que lo que ocurría con Markus; sin embargo, era algo diferente al mismo tiempo, no por algo de fuerza o poder, sino porque Barton tenía interés con Natalia. Eso produjo que el castaño de cabellos largos apretase sus manos en puños muy cerrados y su mandíbula se tensase: Yelena le dio un nombre a ese sentimiento y Markus no tardaba en rodar los ojos a la actitud infantil que su hermana menor tenía a veces.

          Celos.

          Markus negó aquella palabra, pero muy en fondo sabía que su hermana tendría la razón tarde o temprano.

          —Lo estás haciendo otra vez.

          El mayor de los Belova permaneció quieto en su lugar al escuchar la voz de Romanova. Él no se dio cuenta cuando ella había entrado a su habitación y probablemente ni siquiera habría escuchado el sonido de la puerta de la habitación abrirse para dejarla pasar — ella sí que había perfeccionado su técnica de sigilo con los años. Además de todo, ella había mejorado muchísimo su rendimiento como espía, casi llegando a la altura de Dominica Viktor y su propia hermana Yelena. Markus siempre sonrió en orgullo al ver que, siendo mujeres, podrían hacer lo que sea que se propongan en el futuro. Tal vez Markus tenía algo por las mujeres fuertes en su naturaleza, capaz eso podría ser algo más primitivo, aún así, le fascinaban las pocas mujeres que le rodeaban en su vida. Markus ladeó la cabeza a un lado, mirando a la pelirroja parada delante de la puerta cerrada.

          —¿Haciendo qué, exactamente?

          —Mandíbula tensa, puños apretados, músculos tensos—respondió Natalia soltando una carcajada que muy pocos tenían el privilegio de escuchar, caminó hacia la puerta que daba al balcón—. Algo te molesta y te pone de muy mal humor. Eso nunca te pasó antes de una misión, Markus.

          Belova se giró para mirarla fijamente, sus orbes azules contra los claros de Natalia, pintándola con la luz que emanaba de la luna aquella noche fría. Ella estaba vestida con un camisón color bordó, dejando ver su piel perlada y pálida, mostrando las pocas marcas que tenía en su lienzo después de años y años de servir en la KGB como una Viuda Negra. Esto también era una rutina para ellos, ir a la habitación del otro para hablar hasta que el cansancio los venciese a ambos y así retirarse a sus habitaciones por la velada hasta el amanecer: veladas en las que Markus Belova realmente adoraba la compañía de la pelirroja y no debía sentirse consumido por los pensamientos de que aquel afecto hacia ella (por no llamarlo enamoramiento) no era correspondido por la pelirroja — estar con ella simplemente era suficiente.

          (Verán, Natalia sabía leer a Markus como si fuese un libro abierto.)

          —No es nada—gruñó Markus rodando los ojos antes de dirigir su mirada hacia el mismo punto de antes.

          Natalia bufó en voz baja, sin tragarse la mentira que Markus intentaba esconder—Puedes engañar a Dominica o a tu hermana, pero no a mí.

          Markus volvió a apretar la mandíbula.

          —¿Ves? Ahí va otra vez.

          —Estoy bien.

          —Eso es lo que dicen muchas personas y ninguna de ellas lo está—replicó Natalia colocándose a su lado, admirando el mismo paisaje que su compañero—. Dime.

          A pesar de intentar contenerlo, Natalia sabía cómo hacerlo hablar.

          ¿Acaso eso era un pecado?

          —Es muy probable que mañana esté ese idiota aquí—dijo Markus finalmente y sus músculos se relajaron.

          Natalia le miró alzando una ceja—¿Cuál idiota?¿Tú?

          Había momentos en donde el sarcasmo y el humor de Natalia le divertían demasiado.

          —¿O es otro idiota?—realizó entonces ella y miró al frente otra vez—. ¿Barton?—Markus soltó un gruñido a forma de afirmación, provocándole a la pelirroja soltar una risotada por lo bajo—. Esta vez puede ser diferente, Markus.

          —¿Diferente?

          —Somos un equipo y nos mantenemos juntos—respondió Natalia ladeando su cabeza para mirarlo fijamente—. Eso puede destruirlo, pero también puede destruirnos a nosotros. Si encontramos la libertad, ¿qué harías con ella?

          Markus la miró—Sería feliz.

          —No me refiero a la libertad como la muerte, Markus—dijo la pelirroja enfrentándolo—. Me refiero a lo que encontremos allí. ¿Qué harías con ella?

          —Me alejaría de todo esto, probablemente. Intentaría ser la persona que no pude, si pudiera.

          Natalia le miró en silencio y Markus decidió probar caminar en el hielo fino donde se encontraba en ese momento.

          —Podrías venir conmigo.

          Lo que menos esperó fue ver a Natalia esbozar una sonrisa genuina, triste, pero genuina en su totalidad.

          —Tú sabes muy bien que no le pertenezco a nadie, Belova.

          —No tienes que, te perteneces a ti misma—respondió Markus sintiendo un ligero rubor en sus mejillas, el cual fue escondido por las sombras que producía la luna en ese momento—. Tú eres la dueña de tu vida y debes hacer lo que tú quieras, no lo que los demás te digan. Yo no te ordené que vinieras conmigo, te di la opción de venir conmigo si quieres.

          Opciones.

          Natalia y Markus nunca tuvieron opciones.

          ¿Por qué Markus le estaba dando opciones?

          ¿Por qué ella sentía a Markus como un ángel que la cuidaba todo el tiempo?

          Ella no lo entendía.

          —¿Vendrías conmigo?

          Natalia sintió las lágrimas picar sus ojos de forma atormentante, sintiéndose como una tonta frente a su compañero de equipo, pero se dio cuenta de que era inevitable no soltarlas al ver el gesto tan gentil de Markus. Ella, al mirarlo a la luz de la luna, sintió que estaban en la Academia otra vez; esposados a los mástiles para recibir los latigazos por escapar con el resto de los cadetes, ella veía esos mismos orbes azules enojados siendo completamente opacados por los que miraba ahora, años después. Así permanecieron, en completa quietud, mirando el rostro del otro en silencio. Markus alzó una mano al ver que una lágrima intrusa rodaba por la mejilla de la pelirroja.

          Markus realizó que ella siempre fue hermosa.

          (Él sintió, por primera vez, que las paredes que había construido en su mente y su corazón se estaban derrumbando por ella.)

          A pesar de todo el dolor, de toda la miseria, Markus se perdió en los orbes de Natalia.

          —Sí—respondió ella.

          Él acarició su mejilla lentamente, secando la lágrima que cayó allí inadvertida. Markus no se dio cuenta cuando fue el momento que él se acercó más a ella y Natalia permaneció mirándole fijamente, sintiendo que su propia máscara se caía delante de él. La mano de Markus viajó de su mejilla a la mandíbula de la pelirroja, esperando algún movimiento brusco o negativa de ella. Pero Natalia le miró en silencio, expectante, intentando descifrar porque Markus se detuvo al estar tan cerca.

          Y ahí se dio cuenta.

          Él pedía permiso.

          Ella asintió y Markus podía sentir que las estrellas podían explotar a su alrededor cuando sus labios se juntaron con los de ella. Eran dulces y suaves, tan inmaculados como si nunca hubiesen sido besados por alguien más que él. Fue una danza que parecía no terminar y el mayor de los hermanos Belova no quería que esta terminase nunca. El frío pareció dejar por completo su cuerpo, siendo reemplazado por un calor ardiente que estaba a punto de consumirlos a ambos — pero no les importó en absoluto. No les importó la pena, la vergüenza y el sentimiento agrio de tristeza cuando Markus recostó a la muchacha pelirroja en su cama, sumidos en la oscuridad absoluta; siendo simplemente dos cuerpos desnudos saciando su deseo mutuo de estar unidos al menos una simple noche. No les importó sentir el inconfundible placer consumiéndolos con jadeos y gemidos, sintiendo el sudor caliente rodeando sus cuerpos en un desastre de extremidades enredadas entre las sábanas blancas.

          Simplemente, a Markus no le importó sostener el cuerpo de Natalia cuando los dos encontraron el pico de placer.

          (Y tal vez, era mejor así.)





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          Markus Belova sentía sus músculos arder, pero probablemente eran las marcas que dejó la pelirroja la noche anterior; él sintió que debía estar molesto con ella por provocar tal daño, aun así, él le dio de su propia medicina. Él se colocó la polera que debía tener debajo de su uniforme en silencio, para poder atarse su cabello de nuevo en una coleta y salir del baño. Se encontró con Natalia en su habitación, sentada en el borde de la cama ajustando las hebillas de los arneses que ella llevaba para portar sus armas. Ella se levantó para cerrar su traje con el cierre que tenía en el medio, así colocándose el cinturón que ella tenía con pequeños artefactos que la ayudarían en un aprieto. El muchacho debía admitir que ese traje le quedaba impresionante, además de verla más que atractiva en ese momento.

          —¿Acaso lo de anoche no fue suficiente, Markus?

          (Y como siempre, Natalia siempre estaba un paso más adelante que él.)

          El castaño soltó una carcajada nerviosa antes de rascarse la nuca, así evitando que el rubor se note en sus mejillas. Él quería darse una abofeteada frente al espejo otra vez, por que literalmente parecía un adolescente hormonado a pesar de tener 21 años de edad y la simple mirada objetiva (por no decir divertida) de Natalia era demasiado evidente de que le haría pasar por un momento tenso. Él simplemente intentó devolverle la mejor sonrisa socarrona del siglo y falló triunfalmente con ello cuando la pelirroja se sentó en la cama, palpando un lugar a su lado para que el castaño tome asiento.

          Markus obedeció sin rechistar.

          Natalia tomó su mano entre sus dedos pálidos, mirando al castaño a su lado—¿Qué sucede?

          El muchacho había notado un cambio brusco en el ambiente en cuanto se despertó rodeando el cuerpo de la pelirroja en sus brazos, algo diferente en cómo pensaba y él no creía que estuviese drogado con algo; pero había algo más que lo desestabilizó. ¿Sería lo que ellos hablaron la noche anterior?

          —Hay algo extraño...—respondió el castaño mirando en dirección al suelo—. Es estúpido.

          —No lo es, Markus—negó Romanova ladeando su cabeza a un lado—. ¿Estás preparado?

          —¿Para derrocar el enemigo?¿Para morir por la causa?—inquirió Belova con escepticismo—. Claro que sí.

          ¿Para perderte?

          (Markus lo pensó mejor aquella vez.)

          No, no lo estoy.

          —Si encontramos lo que Sannes dijo que había en esa casa—dijo Natalia apretando un poco más—. Quiero que me prometas algo—Markus no pudo evitar sentir un poco de miedo escalar lentamente como una araña por su espalda—. Si todo sale mal, por que allí afuera no habrá piedad, me dejarás ir y yo haré lo mismo contigo. Si logramos ser exitosos, dejaremos todo esto, nos exiliaremos de Rusia y dejaremos de servir a la KGB.

          Markus permaneció en silencio, mirándola fijamente a los ojos.

          ¿Dejarla ir?

          Allí entendió realmente para qué la graduación era tan importante.

          El apego.

          El apego era algo que volvía débil al ser humano.

          Y el apego era algo que la KGB debía sacar del sentimiento humano.

          Pero fallaron con ellos.

          —Lo prometo—respondió Markus finalmente.

          Con ello era suficiente.

          Sin embargo, ¿él realmente la dejaría ir?

          Ella lo besó por última vez, así sellando su promesa para levantarse y dirigirse a la salida de la habitación; mirando dos veces para no encontrarse a ningún miembro del equipo que pudiese ver de donde ella venía — a pesar de que todos lo sabían. Markus permaneció solo en aquella habitación, el aroma de Natalia aún persistente en las sábanas arrugadas de la cama donde los dos durmieron. Markus se pasó una mano por el rostro y terminó de colocarse su traje para salir y encontrarse con el resto de su equipo en la habitación de Nicholai. El castaño entró soltando un bostezo mientras que Mikhail estaba llevando los maletines con armas hacia las camas para poder ser más organizados.

          —Alguien tuvo una noche difícil—replicó el pelinegro de ojos azules sonriendo de lado.

          Markus tragó saliva—Sí, difícil...

          —Creo que fue todo menos difícil—añadió Alexei pasando por su lado, vistiendo su traje rojo y blanco, sujetando un casco que era demasiado similar al del Capitán América—. ¿Pero para qué juzgar? Melina y yo también tardamos demasiado.

          Por supuesto, Markus tenía más que entendido que estaban haciendo apuestas.

          —¿Quién la empezó?—preguntó el castaño soltando un suspiro.

          —No tengo idea de qué diablos estás hablando—Mikhail respondió por Alexei, quien permaneció con la boca abierta por un segundo y la cerró.

          El mayor de los Belova le miró fijamente—Tú sí que sabes de lo que estoy hablando, proklyatyy ublyudok (maldito bastardo).

          —Yo lo hice.

          Los cuatro hombres se giraron al ver a Dominica Viktor parada detrás de ellos, luciendo su traje negro de forma magnifica y, cuando vio una sonrisa socarrona en los labios rosados de la rubia, él no tardó demasiado tiempo en rodar los ojos ante la obviedad de la espía rusa. Ella se adentró en la habitación para buscar sus dos pistolas y colocarlas en las fundas que ella tenía en los arneses ajustados de sus piernas.

          —No estoy sorprendido—replicó Markus mirando a la rubia seriamente.

          Viktor le sonrió—No esperaba que lo estuvieras. Hasta incluso tu sestra apostó.

          Sasha, Melina y Natalia entraron, por último, cerrando la habitación con llave para dirigirse al centro con el resto del equipo y Nicholai abrió una ventana, dejando entrar a Yelena, quien ya llevaba puesto su traje con su armamento requerido. El equipo se reunió en el centro, mientras que el muchacho rubio extendía el mapa de Budapest marcando puntos.

          —Tenías razón—dijo Yelena y tomó uno de los marcadores—. SHIELD está aquí y está a punto de mover un convoy de camionetas hacia la posición objetivo.

          —Tendremos que ser sigilosos y distraerlos, mantener su atención en otra parte—declaró Nicholai mientras observaba como la joven de cabellos rubios marcaba los puntos en el mapa—. Alexei, Sasha, ¿puedo dejar esto en sus manos?

          La muchacha morena asintió—¿Podremos explotar algo?

          —Claro que sí, pero quiero bajas civiles al mínimo si es necesario—respondió el menor de los Orlov—. Traten de cortarles el paso y mantenerlos alejados mientras nosotros nos ocupamos del objetivo.

          —¿Cuál es el plan del resto?—preguntó Natalia cruzándose de brazos.

          Nicholai marcó las entradas de la ubicación que tenían—Iremos en parejas. Yelena y Mikhail se encargarán de barrer el piso principal, eliminando a todo guardia u agente de SHIELD que encuentren. Dominica y Natalia irán al segundo piso, donde probablemente esté lo que buscamos—los dúos asintieron sin problemas y el rubio dirigió su mirada a los dos restantes—. Melina y Markus, ustedes estarán en los edificios contiguos, a punto de águila como francotiradores, es muy probable que la seguridad de Wilson o de SHIELD cuide el perímetro del establecimiento.

          —¿Y que vas a hacer tú?—preguntó Sasha mirándole con una ceja alzada.

          Nicholai sonrió—Los acompañaré a ustedes con la distracción.

          —Pues manos a la obra, entonces—dijo Markus sonriendo.

          Los nueve integrantes del equipo agarraron sus armas, preparando las balas para empezar con aquel desastre y salieron por la ventana, escondiendo cualquier rastro de que estuvieron allí. Se deslizaron entre los edificios como gorriones rapaces, siendo vistos por nadie y moviéndose sutilmente entre las sombras que producía la mañana fría en Budapest. Se separaron en cuanto vieron que el objetivo estaba cerca y que las camionetas de SHIELD entraban en la gran y majestuosa ciudad — sin esperar con encontrarse al desastre justo frente a ellos. Markus soltó su gancho hacia el punto más alto y subió rápidamente al edificio donde se encontraba el francotirador, Melina Vostokoff le siguió la carrera con el edificio que estaba frente al otro.

          Aterrizaron, moviéndose lentamente hacia el francotirador al mismo tiempo.

          A lo lejos, se escuchó una explosión.

          Markus sacó su arma y disparó dos veces hacia el hombre con el rifle, quien cayó sin vida en cuanto el castaño disparó la segunda bala contra su cuello. La sangre no tardó en fluir contra el concreto y Markus dejó el arma en su funda para quitar el cuerpo sin vida y ponerse en su lugar. Abajo se escucharon disparos con gritos, mientras que a unas cuadras se escuchó que algo se derrumbaban. Los espías de la KGB habían desatado el infierno en la tierra y Markus no podía sentirse más orgulloso del caos — por fin conseguirían lo que querían. El castaño apuntó a los dos guardias que se encontraban en la azotea y junto a la otra espía terminaron abatiéndolos, humo color rojo salía de las ventanas, marcando la llegada y la batalla del propio enemigo.

          —¡Viuda Beta!—exclamó Mikhail por los comunicadores—. ¿Encontraron el objetivo?

          —¡Aún no!—gritó Dominica—. ¡Ugh! Necesitamos tiempo.

          —Nosotros pudimos desviar al convoy por un par de cuadras—bramó Sasha—. SHIELD mandará refuerzos a la ubicación objetivo, no podremos hacer nada desde aquí.

          —Por aquí no vemos nada inusual—mencionó Melina desde el edificio de enfrente—. Intentaremos hacerles ganar tiempo desde aquí.

          Repentinamente, un helicóptero voló sobre la cabeza de Markus y el castaño se tapó el rostro, sintiendo el viento en su rostro. Un helicóptero que poseía el emblema de SHIELD se encontraba frente a él en aquel preciso instante y una puerta se abrió, revelando a cierto agente familiar para el espía ruso y este no dudó en abrir fuego contra Markus. Él salió corriendo a un lado, esquivando las balas que Barton disparaba sin piedad antes de ver moverse al helicóptero, Markus sacó su gancho para saltar por el borde y disparar dos veces hacia una ventana, rompiéndola para pasar sobre ella. Cuando se cubrió, buscó a Melina con la mirada y ella también utilizó la misma técnica que Markus para esconderse.

          —Mierda, me tienen rodeada—dijo Vostokoff por el comunicador.

          —Somos dos—murmuró Markus antes de tocarse el oído izquierdo—. ¡Viuda Alfa!¡Informe!

          Sin respuesta.

          —¡Viuda Alfa!—bramó Nicholai—. Otchet! (¡Repórtate!)

          El silencio en la otra línea fue suficiente.

          Markus soltó un gruñido de exasperación y tomó sus armas, corriendo hacia el pasillo para encontrar las puertas de emergencia. Al patearla, el muchacho de cabellos castaños corrió por las escaleras, encontrándose otra vez en la azotea para mirar que era lo que ocurría con el resto de sus compañeros.

          —Dime que tienes visual con el equipo dentro—dijo Melina desde el otro lado.

          El mayor de los hermanos Belova se asomó por el borde de la azotea y cuando apuntó con el francotirador su sangre se heló. Allí estaban las dos espías, no como aliadas, sino pelando entre ellas y Markus se frotó los ojos para cerciorarse de que veía bien — que no era producto de imaginación suya, pero, oh, era tan real ver al aliado cambiando al lado del enemigo.

          —¡¿Alguien tiene visual de Natalia y Dominica?!—exclamó el menor de los Orlov por el comunicador—. ¡Las fuerzas conjuntas de SHIELD están a punto de converger en su posición!

          Markus no habló.

          Él no podía hablar.

          —¡Markus!—gritó Melina.

          Su cuerpo no podía moverse.

          El silbido de las balas pasó cerca de él y el joven se cubrió contra un bloque de concreto, esquivando las balas del enemigo y la voz de sus amigos era tan lejana como su mente en la misión en aquel momento. ¿Por qué Natalia estaba peleando contra Dominica?¿Quien de las dos podría ser la posible traidora del grupo?

          Él no se atrevió a suponer lo peor.

          Cuando el helicóptero se retiró de su vista, el latido del corazón de Markus Belova intentó volver a su estado anterior, pero era imposible por toda la adrenalina que corría violentamente por sus venas. Escuchó un grito que provenía desde abajo y supo que él debía bajar para interrumpir, así que decidió sacar su gancho y lo lanzó por la borda — cayendo libremente por el aire a pesar de las advertencias de sus compañeros de equipo. Ver a Dominica herida en el suelo produjo un escalofrío en Markus y su enojo hizo hervir la sangre en sus venas cuando vio a Clint Barton a punto de dispararle.

          Él aterrizó para abalanzarse soltando un grito animal.

          Patadas, puñetazos.

          Markus sintió tanta violencia que no paró.

          Golpeó su mandíbula, dirigió sus patadas al cuerpo y Barton esquivándolas cada vez que él podía, pero no era suficiente — Markus hizo una llave para derrotarlo contra el suelo y apuntó su arma en dirección a la cabeza. No disparó. Él no pudo. La textura del cañón de otra arma se encontraba posada contra su sien y Markus finalmente realizó quien era la traidora.

          —Baja el arma, Markus.

          Natalia.

          Markus sintió una cólera tan agria al ver que su amante era la verdadera traidora.

          —Por favor, Markus...

          —¿Por qué?—la voz de Markus tembló—. ¿Por qué haces esto, Natalia?

          —No tengo otra opción.

          —Eres una mentirosa.

          Natalia empezaba a perder la compostura—¡Es la verdad!

          —Tengo a Romanova en la mira—dijo Melina en el comunicador—. Necesito confirmación para neutralizarlos.

          —¡No!—exclamó Markus.

          El silbido de la bala pasó a su lado, incrustándose en el estomago de Natalia y Markus se giró para mirarla, recibiendo luego un impacto por la patada que Barton le lanzó. El mayor de los Belova soltó un gruñido cuando su cabeza chocó contra el suelo, su audición se volvió nula por un segundo, con un silbido de dolor incesante en sus oídos. Dominica gritaba en ruso mientras disparaba y él se levantó, observando como Natalia era cargada por Clint hacia un helicóptero. Él sabía que perseguirlos los metería en más problemas con el Centro así que se retiró para ayudar a su compañera rubia, esperando a que llegue la ayuda del resto del equipo.

          Natalia lo miraba desde el helicóptero.

          Y Markus no tardó en conectar con aquella mirada.

          Lo siento.

          Markus se dio cuenta de lo que ella le había dicho antes.

          Si todo sale mal, porque allí afuera no habrá piedad, me dejarás ir y yo haré lo mismo contigo.

          Él negó.

          No la dejaría ir.

          (Los santos del infierno llorando por la gran y trágica traición.)




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sin editar

al no saber cómo se va a desarrollar toda la situación de budapest en la película de black widow, he decidido hacer mi propia versión sobre cómo sería y es muy probable que no se siga el canon de la película en esta parte.

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