vii. el otro lado de la moneda
MANIFIESTO NEGRO,
capitulo siete: el otro lado de la moneda!
Ámsterdam, Países Bajos - Año 2002.
MARKUS BELOVA SOLTÓ UN RESPINGO AL SENTIR UNA MANO AGARRANDO LA SUYA DE FORMA SÚBITA. El castaño de orbes azules ladeó su cabeza, encontrándose con los orbes verdes de Yelena Belova; brillantes como todas las estrellas que se estaban encendiendo ni bien caía la noche en territorio hostil. Él acomodó su sombrero negro para luego darle un brazo, así invitándola silenciosamente a sostenerse de él, como un gesto caballeroso en una avenida tan concurrida como lo era la ciudad de Ámsterdam. La brisa de la tarde comenzaba a hacerse más evidente y en cierto modo el sol comenzaba a ponerse sobre las pocas montañas que había en el horizonte. El cielo azul se teñía de color anaranjado, coloreando las nubes de un color rojizo-fucsia, haciéndolo completamente alucinante frente a ojos del público que caminaba a paso lento allí. Markus se dio cuenta de que realmente se sentía afortunado de estar admirando tan buena belleza y se permitió sonreír de lado, por un minuto.
Solo por un minuto.
(Había veces que él no podía darse el lujo de sonreír así.)
Yelena se apretó un poco más contra su lado derecho, admirando el cielo con sus orbes verdes. Al mirarla de reojo, Markus se dio cuenta de que su hermana ya no era la misma mocosa de 11 años que conoció alguna vez — algo había cambiado en ella, como algo había cambiado en él, también. Sus facciones estaban más que estilizadas, dándole un aspecto facial más sutil y maduro al mismo tiempo. Su cabello rubio no había cambiado de color en los últimos siete años y podía decirse que ella estaba más alta. Los 18 años que tenía le sentaban muy bien y eso era de esperarse, teniendo en cuenta de que hacía tres meses que ella había obtenido su ceremonia de graduación junto a Natasha, así completando su entrenamiento en la Habitación Roja. Él la notó flaca, pero la cantidad de músculo que ella tenía era impresionante y eso no aminoró sus curvas femeninas, a pesar de todo el entrenamiento que tuvo. Él, finalmente, podía decir que su hermana pequeña ya era toda una mujer.
Hasta sería capaz de asesinar al bastardo que se atreva a lastimarla, claro.
Markus realizó, también, que se estaban acercando al día en donde ellos deberían separarse para hacer misiones de forma individual y no era el simple miedo de no poder ver a su hermana por un largo periodo de tiempo, si no que era el simple miedo de no volver a verla jamás si una misión salía mal; aquello era algo que lo ponía nervioso a niveles estratosféricos, porque él era más que consciente de que su hermana tenía las herramientas posibles para poder defenderse en un mundo tan cruel como en el que vivían. Markus confiaba plenamente en Yelena para dejar la situación en sus manos y hacer el trabajo que se debía llevar a cabo — entonces, eso era suficiente para los dos; pero el miedo seguía allí, palpitante como un corazón latiendo en una persecución donde la vida estaba cerca de la muerte.
—Es alucinante.
Markus ladeó su cabeza a un lado, fijando sus orbes azules en los verdes de su hermana—¿Huh?
—El cielo, hermano—señaló su hermana con el dedo—. Es alucinante.
Markus miró al frente y sus ojos brillaron ante el atardecer—Sí, sí lo es.
—¿Has logrado comunicarte con el eskadril'ya?
—Aún no hemos hecho contacto con el objetivo, Lena—respondió el mayor de los Belova—. Debemos ser pacientes. Pomni svoye obucheniye (Recuerda tu entrenamiento).
Yelena rodó los ojos, como si su hermano la estuviese dando una reprimenda a una niña de diez años—Recuerda tu entrenamiento, es lo que siempre me dices.
—Por algo será, entonces.
La rubia se mantuvo en silencio desde ese momento, siguiéndole el paso a su hermano entre la gran masa de gente. Ambos debían permanecer en un perfil bajo, mezclándose entre la multitud del gentío que paseaba en ambos sentidos y ser cautelosos para lograr encontrar al objetivo de la misión. Markus entendía muy bien aquellas misiones en equipo, lo cual involucraba a varios objetivos y el trabajo simplemente era simple: hacer contacto, buscar un punto ciego, neutralizar al objetivo sin ser vistos y seguir con la extracción de los miembros activos del equipo. Aquel protocolo creado por la KGB era demasiado eficiente para su parecer y eso era algo bueno, no solo para los equipos de asalto como el de él, si no para las misiones en solitario — cosa que conllevaba un riesgo más alto dependiendo del objetivo. Durante aquellos dos años, el equipo de Markus Belova, apodado como equipo Águila Negra Beta, participó en diversas misiones para acabar con múltiples enemigos de la nación rusa: algunos traidores, otros corruptos y personas que hablaban demasiado para su propio bien.
El equipo simplemente hacía el trabajo.
Y este era uno importante.
Sannes Wilson era un mercenario que compró a topos rusos dentro de las centrales de inteligencia de la nación para poder realizar extracciones de información, algo que, a nivel de seguridad, era demasiado preocupante para la KGB y el servicio secreto ruso. Uno de los miembros del equipo, Natalia, fue la primera en hacer contacto hacía un mes — así poniendo en marcha todo un plan esquematizado por Nicholai Orlov, quien se había graduado un año antes que Yelena y Natalia. A Mikhail le costaba admitir que su hermano menor realmente tenía talento para planear sus movimientos, pero todos sabían que él tarde o temprano lo admitiría (estando sobrio, al menos, porque del otro modo sería muy fácil sacarle información). Sasha se encargaría de buscar a los topos rusos que cuadrarían una reunión con su jefe al mando para así revelar toda la información obtenida en los últimos cuatro meses.
Ellos no podían cometer errores.
Los errores tienen repercusiones.
Y las repercusiones tienen consecuencias.
(Una frase que él se repetía constantemente durante sus misiones en equipo y en solitario.)
Su entrenamiento lo dictó así y de esa forma se debían hacer las cosas.
Los dos hermanos caminaron por la avenida principal y observaron que las luces de las calles se encendían; así marcando el inicio de la noche sin fin que los ciudadanos llamaban. El sol, ya escondido hacía minutos, no se veía más en el horizonte y fue reemplazado por el avance de la luna. Markus se acomodó su abrigo color caoba y Yelena le soltó el brazo de forma súbita, acercándose a un puesto callejero que poseía libros, allí ella saludó en holandés y preguntó por un par de libros. Markus había olvidado el talento innato de su hermana en aprender otros lenguajes y culturas con tal rapidez — no era que él no pudiese tener su mismo nivel, pero a él le costaba aprender ciertas lenguas. El hombre que la atendió asintió y fue a buscar algo atrás, según lo que entendió Markus, mientras que Yelena se giró para mirar en dirección al gran dique que estaba frente a ellos.
—A tus diez en punto—murmuró Yelena en voz baja.
Markus respiró hondo, acomodándose el sombrero para ladear la cabeza y dirigir su mirada en la dirección que su hermana le había indicado antes: finalmente haciendo contacto con el objetivo. Un hombre de al menos unos 47 años, alto y un poco robusto, pero con facciones y estructura facial casi perfecta — vestía un traje de color negro con una corbata roja, rodeado por dos mujeres (Markus sintió asco al ver el típico estereotipo de mercenario en cubierto) y pisando la colilla de un cigarrillo con la suela de sus zapatos en el suelo de concreto.
Allí estaba él.
Y Markus se encontraba mirándolo fijamente como un animal mira a su siguiente presa.
Acechando, y acechando.
¿Cuándo llegaría el momento de apretar el gatillo?
El objetivo decidió moverse hacia un vehículo, el cual Markus pudo ver como un modelo Ford bastante nuevo y de alta gama. Una mujer de piel morena pasó por su lado y él tocó su hombro cinco veces; indicándole la posición del objetivo. Sasha Zaitsev asintió en silencio antes de chocarse con Yelena de forma accidental, pidiéndole disculpas en holandés antes de colocarse el casco y subirse a una motocicleta estacionada cerca de la calle. Markus miró como Sasha seguía al objetivo en su auto y ellos se permitieron permanecer en un puesto un par de minutos más.
—dat vind ik leuk (Ese me gusta)—anunció Yelena en holandés y le pagó al mercader, quien le metió el libro en una bolsa—. Heel erg bedankt en nog een fijne avond (Muchas gracias y que tenga una linda noche).
Markus simplemente asintió y los dos hermanos se alejaron del puesto.
—¿Lograste verlo?
Su hermano asintió—Sasha lo está siguiendo en este preciso instante.
Ambos caminaron por un par de metros más y giraron en dirección a la calle, donde encontraron a un auto negro esperándolos. Markus pudo divisar los cabellos pelirrojos de su compañera y por un momento, su ánimo volvió a levantarse — acercándose al vehículo, Natalia Romanova le sonrió de lado al mayor de los Belova, mostrando su auténtica belleza y encanto al joven de ojos azules. Se subieron al vehículo y Natalia apretó el acelerador, alejándose de la calle principal holandesa; moviéndose sutilmente entre los autos que rondaban por la ciudad iluminada. Markus se quitó el sombrero, entregándoselo a Yelena para fijar su mirada al frente. Natalia a su lado se encontraba en silencio, enfocada en llevarlos al punto de reunión con el resto del equipo.
En aquellos dos años, algo también había cambiado entre ellos.
También con todo el equipo, claro.
Pero ellos.
Ellos.
Desde aquella noche en la Academia, donde los dos espías sufrieron uno de los peores castigos que podía dar la KGB al primer intento de escape, su relación se hizo más fuerte; no como la relación que Markus tenía con Yelena o con Dominica (después de pasar tantos años juntos), no, su relación con Natalia era diferente — era algo con sus propios sentimientos hacia ella, sentimientos de comprensión, de protección y, probablemente, más allá del compañerismo. Sin embargo, ni siquiera Markus o Natalia sabían cómo ponerle nombre a ese tipo de relación. Ni siquiera ninguno de los dos quería admitir ese tipo de relación, estaban tan confundidos que era inevitable no pensarlo sin siquiera un minuto de calma. El resto del equipo también había captado un cambio de aire e incluso energía entre ellos dos después de esa noche fría y eso era demasiado fácil de ocultar.
—Yo digo que tardarán meses en darse cuenta—dijo Nicholai una noche.
Melina chasqueó su lengua—No creo que sean tan tontos en darse cuenta.
—Algo me dice que sí—anunció Dominica llevándose el vaso con whiskey a la boca.
—Hagamos apuestas—añadió Alexei frotándose las manos.
—Olvídalo—interrumpió Mikhail negando con la cabeza—. Ya perdí la apuesta sobre ustedes dos—señaló a Alexei y a Melina—. No me volveré a arriesgar.
—¡Vamos, Mikhail! No seas tan pesimista—declaró Yelena sonriendo de lado—. Mi hermano puede parecer un idiota, pero no es tan idiota.
—Dímelo cuando se dé cuenta de que tiene sentimientos por Natalia, mocosa—se excusó Melina codeándole ligeramente.
A pesar de todo, Markus no podía darse el lujo de formar lazos afectivos de forma romántica y eso se dio cuenta el día de su graduación. El afecto y el apego de una mujer y un hijo podía ser problemático en todo sentido — al menos en una persona con el tipo de trabajo que poseía él. Por eso ocurría la graduación, por esa razón los hombres y mujeres que participaban en los diferentes programas de espionaje debían pasar por esa etapa. Ser un agente y un asesino para la KGB significaba no formar lazos de apego, porque, de alguna forma, eso podría causar estragos entre las filas de la guerra. El apego, para muchos, era una herramienta peligrosa que podía manipular a los activos en contra o a su favor y eso no era nada bueno. Markus finalmente lo comprendió, pero, ¿cómo se podía evitar eso?¿Cómo se podía evitar el apego hacia las personas más cercanas a él?
El propio Markus no lo sabía.
Y la sonrisa que esbozó Natalia permaneció en su mente durante todo el recorrido.
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Markus siempre supo que habría desacuerdos en el equipo y eso lo aprendió después de estar años junto a ellos — sin embargo, él lo veía como algo normal, en los equipos siempre habría discrepancias y momentos tensos (cabe decir que también catastróficos, pero eso no era algo necesariamente malo) donde se pondría a prueba a todo el equipo, no obstante, Markus realizó que eran demasiado unidos para separarse o llevarse más. Cuando llegaron al hotel donde se quedaron las últimas dos semanas, Nicholai fue quien se contactó con Sasha: la mujer de tez morena hizo un informe de avance sobre la posición del objetivo, así logrando identificar a los topos rusos que ingresaban poco a poco en el hotel. Al estar localizado en una zona tan céntrica, aquello podría brindarles millones de posibilidades para poder proseguir con el plan de neutralización y volver a obtener la información robada.
No obstante, ponerse de acuerdo para formular un plan era algo diferente.
(Ponerse de acuerdo entre nueve personas era todo un caso aparte.)
Nicholai Orlov, al ser un genio en planear estrategias, también era un maldito genio en cuanto a analizar el comportamiento de la escoria humana — como ellos, así que, algunas veces él podría predecir el siguiente movimiento que el objetivo o víctima haría según el entorno en donde se encontraba. Alexei pensó que el menor de los Orlov practicaba brujería en secreto, pero el firme recordatorio que le dio Melina en forma de abofeteada contra su cabeza fue suficiente como para sacar aquellos pensamientos de lado. Yelena sabía que él era un genio y que con una mente como aquella podrían ser capaces de generar un golpe de estado en una nación bien segura.
—Bien, estamos todos—habló Nicholai.
Alexei levantó la mano—Falta Sasha.
—Ya sé eso, Al—respondió el rubio pasándose una mano por el cabello—. Pero ella está en una misión de reconocimiento, me encargué de decirle el plan.
Dominica se cruzó de brazos—Oh, ¿entonces no necesitas nuestra opinión para mejorarlo?
—Yo no...
—Lo está diciendo—interrumpió Mikhail.
—Huh, no lo...
Melina sonrió de lado—Ya entró en duda.
—¡YA CÁLLENSE!—exclamó el rubio exasperado y fijó su mirada en los tres miembros que no hablaron—. ¿Algo que quieran agregar?—Natalia y los hermanos Belova negaron con la cabeza en silencio—. Gracias. Así que dejen de comportarse como imbéciles y escuchen este plan, por que no podemos cometer ningún error.
El menor de los Orlov extendió un plano en la mesa de la suite del hotel en donde el equipo se quedaba, allí pudieron ver que la información brindada por la joven Zaitsev era verídica con lo que sospechaban. El Hotel "La Belle Vue" era uno de los hoteles donde se tenía una gran reputación en visitas de diferentes oficiales militares en todo el mundo, además de gente adinerada y de la alta sociedad — donde se realizaban consejos militares y la seguridad era más que alta en estándares.
—De acuerdo, hoy habrá un consejo militar entre varios países, lo que significa que la seguridad será alta—empezó el rubio señalando las entradas por donde habría guardias—. Sé que eso podríamos burlarlo fácilmente, pero no seamos arrogantes. Supuestamente irán los tres topos del servicio secreto como oficiales y se reunirán con Sannes después de que finalice el consejo.
Natalia posó ambas manos en el plano—¿Tenemos reconocimiento de quiénes son?
Melina tiró tres carpetas en la mesa y los tres miembros que quedaban en silencio se acercaron para observar el contenido dentro de ellas.
—La misión es asesinar a los tres topos y hacer contacto con Sannes fingiendo ser ellos—declaró la mujer de cabellos negros—. Son dos hombres y una mujer. Natalia, Markus y Mikhail se encargarán de neutralizar a los topos y entregarán la información a Dominica. Alexei y yo empezaremos con el plan de extracción, al menos, eso fue lo que dijo este mocoso—señaló a Nicholai.
—Dios santo, ¿puedes dejar de llamarme mocoso?
Melina lo fulminó con la mirada—Eres un mocoso, las cosas se dicen con la verdad.
Mikhail se palmeó la cara—Aquí vamos otra vez...
—¡Ya dejen de hacer estupideces!—exclamó Markus golpeando la mesa, dejando al resto del equipo en silencio—. Tenemos una misión aquí, no nos desviemos de rumbo.
Cuando sonaron las campanas del reloj en el centro de Ámsterdam, marcando las diez de la noche, el equipo empezó a poner el plan en marcha. Markus se propuso ponerse un traje hecho a medida, el cual escondía sus armas con un sujetador que se extendía desde su espalda hacia adelante, con dos fundas de armas. Yelena se colocó un vestido color rojo, resaltando su figura mientras que Dominica llevaría uno color violeta, Sasha iría con su traje de Viuda Negra, vigilando el perímetro y asesinando a los soldados que lo vigilarían. Mikhail llevaba un traje similar al que él tenía y se lo ajustó con una corbata azul, resaltando el color de sus ojos. Natasha decidió vestir de negro, un vestido que poseía una apertura en una de sus piernas. Melina y Alexei llevaban trajes oscuros con gorras negras para aparentar ser una empresa de transporte junto con Nicholai, a quien se le dio por quedarse en la camioneta para inspeccionar la misión desde dentro.
—¿Puedo llevar un arma?—preguntó Alexei con emoción.
Nicholai alzó una ceja—¿Después de lo que pasó hace un año quieres que te dé un arma?
Yelena se inclinó hacia él—Eso es un no, gordinflón.
—¡Ya les dije que fue un accidente!
Natalia le miró con una ceja alzada—Casi termino con una bala en la cabeza de no ser por Markus, idiota. ¿Acaso te perdiste el día de entrenamiento en armas de fuego o qué?
Alexei le miró sin expresión alguna e hizo un gesto con la mano como si realmente le importara poco lo que ocurrió hace un año y el equipo continuó en colocar sus armas en donde pertenecían para poder proseguir con la siguiente parte del plan. El equipo salió de la habitación del hotel en pares separados, dirigiéndose a los vehículos con los que estarían en movimiento en las siguientes horas. Cuando se acercaron a la zona céntrica, Markus observó que en la esquina había un destello rojo, el cual era un puntero láser que se encontró contra su pecho y al moverse dos veces, el equipo se dio cuenta de que se trataba de Sasha Zaitsev en su posición.
Natalia, en el asiento del copiloto, tocó su oído izquierdo—Sasha ya está en posición, Gorrión Madre.
—El nombre es Gorrión Alfa, Romanova—respondió Nicholai.
—Aquí Viuda Beta—dijo Dominica—. En posición para entrar al salón principal.
—Estamos a 800 metros del punto de entrada—anunció Markus girando el volante.
—De acuerdo, sigamos el plan como lo habíamos planeado—indicó Nicholai por el comunicador—. Soldaty udachi (Buena suerte, soldados).
Markus estacionó en la entrada, siendo recibido por un muchacho que le abrió la puerta sin problemas, dejándolo bajar junto a las dos mujeres que se colocaron a sus lados, tomando ambos brazos; las estrellas iluminaban el cielo de forma escandalosa y las luces que provenían de cada esquina alimentaban el ambiente con sus colores danzantes. Markus sonrió de lado, fingiendo mantener sus apariencias entre la gente justo como Nastia y Sergey le habían enseñado durante aquellos seis años en la academia. Al subir las escaleras de la entrada al hotel, Markus comenzó su trabajo de observación con los pocos invitados que había afuera. Natalia decidió avanzar un poco más rápido, probando suerte en la recepción y cuando se encontraron con mucha más gente, empezaron a mirar inquisitivamente.
Mikhail chocó con el hombro de Yelena y ella se disculpó en holandés, pero él, le sonrió cortésmente.
—Ik wist het niet, sorry (No me di cuenta, perdón).
Yelena le siguió el juego—Ken ik hem ergens van? (¿Lo conozco de algún lado?)
—Kan zijn. Wat als we erachter komen tijdens een drankje? (Puede ser. ¿Y si lo averiguamos bebiendo una copa?)
La rubia vestida de rojo asintió antes de separarse de Markus y la pareja siguió hacia adelante, encontrándose con la entrada al gran salón. El concejo militar ya había acabado y los oficiales del mundo estaban saliendo de una sala la cual estaba apartada por una gran puerta de madera tallada. Allí Markus y Natalia entraron a la pista de baile donde había varias parejas bailando, así que ellos debían encajar en ese gentío masivo. La música era relajante y más para los dos espías rusos, sabiendo que una trágica balada era necesaria para anunciar el crimen que cometerían. Natalia se mantuvo pegada al cuerpo de Markus en todo momento, moviendo sus caderas un poco y su mirada clara e inquisitiva trabajando en encontrar a los topos. El mayor de los Belova, entre tanto, se mantenía en calma con la presencia de Natalia.
Repentinamente, él fijó su mirada en un hombre, de cabello corto y ojos azules, probablemente era un poco más bajo que él, pero se podía ver un dispositivo auricular en su oreja.
Era un americano.
Siendo más específico, un agente de SHIELD.
SHIELD era conocida como una organización de espionaje creada después de la Segunda Guerra Mundial y que su objetivo era preservar la paz y la seguridad en todo el mundo; además de operar con lo que se conocía como tecnología alienígena, a pesar de que eso fuese clasificado. Markus sabía perfectamente que SHIELD también busca a miembros del equipo por los estragos que hicieron en misiones en solitario, así que el mayor de los Belova no se sorprendería de estar en una lista de búsqueda y captura. Sin embargo, el plan de neutralizar a los topos y a Sannes Wilson era más que suficiente para volver a ponerlos debajo del radar por un tiempo.
—V svoi pyat' let, Markus (A tus cinco, Markus)—murmuró Natalia y Markus se giró junto a ella en un movimiento sutil.
Los topos, estaban allí.
Markus y Natalia salieron de forma rápida, silenciosa y cuadrada, siguiendo a los tres topos rusos. Mikhail apareció a su lado cuando se separaron para ir a los baños.
Apretar el gatillo fue sencillo.
Dejar la escena del crimen limpia también lo fue.
Dominica tocó dos veces la puerta y obtuvo la información, diciéndoles que había visto a Sannes ir a una de las terrazas y se pusieron con manos a la obra. Cuando se deshicieron de los cuerpos, los tres topos rusos se encaminaron a la escalera de emergencia, caminando rápidamente hacia la terraza que había y entraron con sus armas en alto, disparando a los dos guardias. El sonido seco de la caída y los gruñidos que soltaron antes de morir anunciaron la entrada de los tres asesinos. Sannes soltó una carcajada y Markus se preguntó qué era lo gracioso.
—Sabía que tarde o temprano vendrían.
Natalia alzó su pistola—Solo que nosotros no somos los topos.
El mercenario se giró, mirando seriamente a los tres asesinos, desafiándolos con la mirada.
—Supongo que ya mis informantes están muertos.
—En eso no estás equivocado—habló Mikhail.
—Puedo darles dinero, mucho dinero.
—No necesitamos eso, Sannes—respondió Markus.
Wilson insistió—Si me matan, ellos no se detendrán y morirán bajo su mano.
Natasha dio un paso hacia adelante—¿Para quién trabajas?
—Yo no trabajo para nadie, muñeca.
Markus disparó en su pierna y el mercenario soltó un aullido de dolor—Respuesta incorrecta.
—Solo tengo una palabra, que podría empeorar el conflicto entre la KGB y SHIELD—se quejó el mercenario en voz alta, sintiendo el dolor agudo en su pierna—. Budapest. Allí lo encontrarán.
—¿Qué?—preguntó Natalia en un gruñido—. ¿Qué es lo que encontraremos?
—Lo que robé y posiblemente su libertad—respondió Sannes apretando su herida—. O su muerte.
Markus estuvo a punto de preguntar otra cosa, pero, detrás de él, pasando a centímetros de su rostro — una flecha se hizo paso para incrustarse en la frente de Sannes, dejándolo caer sin vida y una bomba de humo rojo explotó, así logrando que la alarma del hotel suene. Los tres agentes sacaron sus ganchos para escapar ágilmente por la terraza, encontrándose con sus dos compañeras en el punto de extracción, las sirenas de la policía resonaban a lo lejos y desde la oscuridad, un arquero observaba a los espías escapar.
Budapest.
Allí sería el verdadero objetivo.
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