ix. traidor y héroe
MANIFIESTO NEGRO,
capitulo nueve: traidor y héroe!
Madrid, España – Año 2010, 7 años después.
DOMINICA VIKTOR LE TENDIÓ UN CIGARRILLO AL MAYOR DE LOS BELOVA, como si fuese una invitación a una cita — al menos en palabras de ella, a lo que Markus soltó una carcajada mientras tomaba el cigarrillo entre sus dedos. Él no le encontraba nada divertido al simple hecho de fumar, en realidad, hasta incluso pensaba de que estaba matándose a si mismo lentamente con los químicos que poseía la nicotina en cada cigarrillo que la rubia tenía guardados en su bolso. Eran unos Sobraine, los cuales eran famosísimos entre las calles del centro en Moscú y además de conseguir un sabor muy poco común — sabor menta, así podrías ganarte el amor y el deseo de ser asesinado por Dominica, claro — para así poder cometer daño a uno mismo de forma lenta y con gran gradualidad como lo hacía ella. A pesar de eso, Markus lo aceptó. ¿Qué otra manera había para matar el tiempo antes de una misión?
El sexo era una de ellas.
(Pero para Markus, francamente, se dio cuenta de que las rubias no eran de su tipo.)
Sin embargo, él debía admitir que Dominica era muy buena y siempre fue honesto con sus compañeros de equipo: entrometerse emocionalmente con otro miembro, para él, era un sentimiento negativo rotundo y conciso. Sólo sexo. Dominica estaba bien con eso, ya que Markus parecía ser su mejor amigo molesto y pesado cuando quería — así que ambos se encontraban bien con eso. De algún modo, Markus seguía curándose después de 7 años y aprendió muchísimas cosas en ese entonces. Para ser más claros, Markus Belova se sentía como una mierda hedionda en vida; nada para agregarle melodramatísmo, pero así era como se sentía él después de ver con sus propios ojos como la primera chica de la que se enamoró después de años terminó por no solo traicionarlo a él, si no a su promesa de permanecer unidos.
Ese era un sentimiento pésimo.
Y lo peor de todo es que le costó muchísimo volver a levantarse.
Falsas esperanzas, falsos amantes.
Así fue como se sintió ver a Natasha alejándose en un helicóptero de SHIELD.
Markus recordó que Dominica soltó un gruñido y que las sirenas de la policía estaban cerca, Melina Vostokoff no tardó en bajar de suposición para disparar en dirección a los oficiales de la policía para distraerlos mientras que él cargaba a su compañera siendo acompañado por su hermana menor y Mikhail Orlov. Aquel día fue caótico incluso para el gobierno ruso, quien, luego de una agitada audiencia secreta donde estuvieron los integrantes del equipo dando el reporte detallado sobre lo que ocurrió, les ordenó que permaneciesen en perfil bajo por unos meses ya que SHIELD estaba emitiendo una orden de búsqueda y captura de los miembros del equipo de Markus. Los siguientes meses, el equipo se mantuvo viviendo en una casa que compraron Alexei y Melina para cuando tuviesen algún momento para vacacionar o estar escondidos por un buen rato — lo que ellos dos menos esperaron era tener a seis miembros más dentro de la casa, colmando la paciencia de la pelinegra.
—Soy demasiado joven para tener que estar lidiando con mocosos—gruñó ella mientras lavaba unos platos.
Yelena abrió la boca llena de comida—Cállate, tú eres casi cuatro años mayor que nosotros.
—¡No hables con la boca llena!—se quejó Nicholai con disgusto.
Markus hizo una mueca antes de palmearle el hombro a su hermana—Tendré que darle la razón a mi amigo aquí, sestra.
—De todas formas, Alexei es el mayor de todos en esta casa—añadió Dominica ajustándose su cola de caballo en su cabello rubio—. Así que él es viejo aquí.
—Muestra más respeto por el hombre de la casa—dijo Shostakov señalando a la rubia con el dedo índice.
Melina bufó con diversión mirando a su novio—¿Hombre de la casa?¡JA!
—Huh, querida, no necesito que me desautorices frente a los niños.
—Todos aquí saben que soy el verdadero hombre de la casa, cielo—declaró la espía de cabello negro y le guiñó el ojo.
El resto del equipo, a clara excepción de Melina y Alexei, hizo una mueca de disgusto ante la insinuación de su compañera hacia él. Yelena se levantó de la mesa con el plato a medio terminar y salió masticando la pasta que quedaba para evitar no sonrojarse frente a sus compañeros mientras que Markus soltaba una gran carcajada y Sasha miró a la pareja con una ceja alzada.
—Les diría que estamos en horario de protección al menor, pero todos ya somos mayores de edad—dijo ella antes de apretar sus labios y asentir, levantándose lentamente de la mesa junto con sus compañeros—. Así que los dejaremos...hacer lo que tengan que hacer.
Aquellos eran buenos tiempos.
No obstante, el tiempo pasa.
Pasa y pasa.
Las horas se convierten en días.
Los días en semanas.
Las semanas en meses.
Los meses en años.
Markus ya no se sentía tan vivo como lo hacía al tener 21 años de edad en ese entonces, él simplemente se sentía como un crío y su odio había crecido demasiado rápido, también. Él siempre se dio cuenta de que había madurado muy rápido por su propio bien y por el bien de su entrenamiento en la Academia, si es que él quería seguir con vida y así lo hizo — gastando cada bala para estar en el lugar que él se encuentra en aquel preciso momento. Markus Belova terminó ganando un lugar respetado entre las filas de espías conocidos en la KGB, junto con Yelena y Dominica, siendo los tres mejores agentes y asesinos de toda la unión soviética — así mismo siendo los nuevos objetivos de varias naciones y de SHIELD quien poseía tecnología de punta para poder atraparlos en cualquier momento. Hasta para el propio Markus le pareció gracioso, ellos podían saber cómo eran sus protocolos y cómo encararían una operación de captura.
Markus, en todos esos años, perfeccionó su técnica.
Él estaba a un paso más que ellos.
(Y Markus lo sabía malditamente bien.)
También, en esos años, él estuvo siguiendo los movimientos de su ex amante Natalia; quien, ahora, llevaba el nombre de Natasha Romanoff — claramente renunciando parcialmente a su nombre real para no estar más vinculada con la KGB. Barton era su compañero en varias misiones y Markus estuvo a punto de vomitar al imaginarlos teniendo una relación juntos. Dominica y Yelena le dijeron que debía dejarla ir, que ella no lo merecía (junto a toda esa cháchara del amor no correspondido y bla bla bla, según Markus). En esos 7 años, Natasha había logrado en convertirse en la agente más calificada de SHIELD, siendo capaz de descifrar documentos de diferentes niveles y siendo una de las agentes más confiadas del director de la organización: Nicholas J. Fury. Markus se preguntó si el parche era para hacerlo parecer más asombroso o porque realmente algo le ocurrió en el ojo. Lo importante era que ella estaba trabajando con el enemigo y Markus hizo todo lo posible para borrarse de su radar.
Allí entraban los señuelos.
Markus, Mikhail, Nicholai, Yelena, Dominica y Sasha eran objetivos que se movían constantemente, así que debían intentar engañar al enemigo con la misma medicina que ellos querían darles.
Nicholai fue la mente maestra de toda la operación.
Rusia solía tener muchísimos políticos y soldados poco eficientes, los cuales podrían ser señuelos que podrían usarse de carnada para desviar la atención indeseada de los medios y las organizaciones con órdenes de captura a otro lado. Algunos de ellos terminaban asesinados y otros lograban llegar a vivir para contar la experiencia — pero eso era todo un negocio y con el riesgo de haber robado tecnología desarrollada por SHIELD, la nación rusa podía continuar mejorando la suya para implementarla en la sección del espionaje y eliminación de objetivos.
Era una guerra fría entre la KGB y SHIELD.
(Desde que la organización se fundó siempre hubo una guerra.)
Markus estaba empezando a cansarse de tanto secreto entre organizaciones, pero él nunca decidió si quería saber la verdad de todo.
Lo mejor era permanecer callado.
Una llama frente a él le hizo volver al presente de forma repentina y Markus se percató de que trataba de Dominica acercándole el encendedor con fuego para prender el cigarrillo; él se acercó un poco, dejando que la nicotina empiece a hacer su aparición por el filtro y darle una primera calada para inundar sus pulmones con la detestable arma que podría acabar con él lentamente.
Viktor resopló a su lado, liberando el humo del cigarrillo por la boca—Hoy te encuentras pensativo y sabes que eso no es normal.
—¿Por qué lo dices?
—Mirada perdida, labios juntos, posición cómoda—recalcó la mujer de cabellos cortos rubios—. Me pasa en algunas misiones cuando estoy dentro de una tina para bañarme, la sangre entra en esos momentos, también.
Markus bufó antes de ahogarse una risa.
—¿En qué diablos estás pensando, idiota?—insistió Viktor inclinándose hacia él.
El mayor de los Belova se llevó el cigarrillo a los labios otra vez, dándole una buena calada antes de tocarlo suavemente contra el cenicero que se encontraba posado en la mesa que estaba a su lado. Pensar, ¿pensar en qué? La basura que ocurrió en los últimos 7 años le enseñó demasiadas cosas y Dominica en cierto modo también lo vivió; no obstante, Markus sabía que cada persona vivía su propio infierno, purgatorio y muy pocas veces su propio paraíso.
Entonces, ¿qué era lo que él iba a contestarle?
Mentir a una compañera ya no era opción.
(Dominica sabía cada maldita cosa de su vida como él sabía de la suya.)
—En todo lo que ocurrió en estos últimos años.
—Mucha mierda ocurrió en estos últimos años, Markus—replicó su compañera sin desdén—. Supongo que es un tópico en específico.
Markus permaneció en silencio, sabiendo que Viktor sería capaz de descifrar lo que estaba pensando en segundos y eso, al mayor de los Belova, no le gustaba para nada. El juego psicológico hacia las personas era una de las malditas especialidades de la rubia y Markus se enteró de que Yelena le estaba pidiendo ayuda para cómo aprender a leer mejor a las personas — como si fuese una puñetera ciencia. Sin embargo, Markus realizó que Dominica ya tenía una pista y que simplemente debía adivinar qué era lo que le molestaba.
—Oh, déjame adivinar—declaró ella y Markus rodó los ojos.
—Aquí vamos...
—Es Natasha, ¿verdad?
El castaño de ojos azules rodó los ojos con completo escepticismo y dirigió su pie en dirección a la silla donde su compañera se encontraba sentada, moviéndola un poco con la poca fuerza que puso — Dominica se quejó en voz alta y fulminó al muchacho con una de sus tantas miradas amenazadoras, pero para ser absolutamente francos, Markus ya no le tenía miedo en absoluto a ninguna de esas caras; llegaban hasta provocarle diversión con tan solo provocarla y eso a la joven rubia le molestaba muchísimo.
—Si pateas mi silla otra vez procuraré quitarte los testículos para enviárselos a ella por correo—añadió la rubia antes de darle una calada más a su cigarrillo, tirando las cenizas en el mismo lugar donde Markus las tiró antes—. Pero, supongo que adiviné, ¿verdad?
El silencio de Belova fue suficiente para poder confirmar sus sospechas.
—Ah...los amantes trágicos—dijo ella mirando en dirección a los edificios de Madrid, formó un pequeño silencio entre su respiración, como si estuviese buscando las palabras correctas para poder hablar y Markus se preguntó cómo ella pasó de ser una mocosa manipuladora e infantil a ser una Viuda Negra capaz de doblegarte a su propia merced—. No digo que ustedes poseen la historia de Romeo y Julieta, sin embargo, ustedes son definitivamente amantes trágicos por que no fue la muerte que los separó.
Markus sonrió de lado, pasándose una mano por el cabello corto—¿Y tú que dices que fue?
Dominica le envió una mirada sincera cuando él terminó de preguntarle eso.
No fue la muerte.
Fue la traición.
(Markus lo sabía muy bien.)
La rubia volvió a mirar hacia el frente, soltando el humo del cigarrillo por entre sus dientes—No la has dejado ir, Markus, eso está más que claro.
—Debo parecer un puto maniático.
—Puede ser—murmuró ella antes de dar una última calada al cigarrillo para dejarlo apagado en el cenicero. Soltó el humo—. Pero puede ser que ella tampoco te haya dejado ir y eso puede ser lo que te siga haciendo sentir apegado a ella.
—Es una gran lógica—replicó Markus de forma solemne antes de apagar el cigarrillo y dejarlo junto al de Dominica.
Ambos permanecieron en silencio y Dominica fue la primera en levantarse para ir más hacia el borde del balcón, mirando en dirección a la calle. Un hombre salía de un banco y Dominica lo miraba fijamente.
—¿El objetivo se mueve?—preguntó Markus detrás de ella.
—Está charlando con alguien—asintió la rubia y le miró de reojo—. ¿Plantaste los explosivos?
Markus asintió y señaló un maletín con su cabeza, el cual estaba ubicado detrás de ellos, encima de una cama—Logré intercambiar los portafolios en cuanto lo crucé en el banco y los planté en cuanto me fui. Cuando intente abandonar Madrid, que va a ser lo que él hará, el auto descarrilará, explotará y eso lo matará.
Dominica soltó una carcajada y miró a Markus en silencio por un segundo.
—¿Qué?
—Moscú.
Markus alzó una ceja—¿Qué pasa en Moscú?
—Nicholai logró encriptar unos datos que se transfirieron a SHIELD hacía dos días—respondió la rubia cruzándose de brazos—. Están buscando a un traficante de armas ilegal llamado Fjodorov y Natasha va a ser la agente que estará a cargo de la misión.
—¿Y nuestra misión es...?
—No tenemos misión, Markus—añadió ella mirándole seriamente—. Esto no está dentro de nuestra jurisdicción o plan de misión, pero me parecía correcto decírtelo.
El castaño apretó sus labios, relamiéndoselos deliberadamente.
—No hagas nada estúpido, ¿sí?
Él simplemente le sonrió.
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Moscú, Rusia - dos días después.
Markus definitivamente extrañaba el frío de su país natal, como si el clima pudiese pegarse a su piel como si fuese una fina capa que podría curar sus heridas y empeorarlas al mismo tiempo. El joven de 27 años salió en dirección hacia la entrada del aeropuerto internacional de Moscú, caminando entre el gran tumulto de gente que se movía de un lado al otro, algunos siguiendo la corriente y otros oponiéndose a ella. Markus se ajustó su largo abrigo y cargó con su pequeña valija por el aeropuerto hasta subirse a un taxi. Le indicó a al conductor en ruso que lo llevase al centro, sin una dirección en particular, mientras que él observaba que Yelena le había dejado un mensaje en el teléfono con puntos y rayas:
"Tengo una misión en Albania, encontramos a otro traidor ruso. Las llaves están en la maceta de la entrada y NO te comas el chocolate de la repisa, es mío. Te ama, Y."
El mayor de los Belova sonrió de lado.
Aún continuaban hablando en código morse.
(Yelena no había cambiado en nada.)
Belova vio como entraban en el centro de la capital, en Moscú, siendo completamente majestuosa como siempre y él se sintió ansioso de manera repentina frente a toda la situación con el traficante y la excusa que él pondría para tomarse al menos estos días para encontrar a Natasha Romanoff — al menos para enfrentarla y buscar respuestas, pero él tendría que encontrar el coraje y eso era algo que le faltaba con respecto a sus sentimientos. Cuando pagó al taxista y se despidió en ruso, Markus pudo sentir la brisa fría en sus pulmones cuando inhaló el aire ruso que muy pocos sabían apreciar. El muchacho de cabellos cortos caminó en silencio por las calles, su mirada divagando entre los edificios, en la gente que estaba haciendo lo que sea que hacía y cómo la vida se movía a través de él.
Todo siempre era algo efímero.
Todo cambia.
Y uno siempre debía estar frente al cambio, más como las personas que estaban en la misma línea de trabajo como Markus Belova.
(Además de ser un desastre, claro.)
Nada dura para siempre.
Tal vez, Natasha no fue hecha para estar por siempre a su lado.
Pero Markus debía entenderlo por sí mismo.
Y tal vez, eso estaba bien.
En cuanto llegó al apartamento que Yelena y él compartían entre misiones, ya que se movían todo el tiempo de un lugar al otro, lo primero que hizo fue lanzarse en la cama; sintiendo como las sabanas y el colchón lo terminaban por hundir en su penumbra oscura, acomodándolo entre sus garras para hundirlo más y más hondo — hasta sofocarlo con las mullidas almohadas para matarlo silenciosamente como él siempre lo hizo. Sus músculos se relajaron completamente y él sintió que flotaba también, entre ese espacio donde su cuerpo entumecido pedía aquel merecido descanso y un maldito momento de paz. Y él se durmió, una pequeña siesta que lo apartase del mundo, de la sangre, de la incesante necesidad de violencia cruda y nefasta a la cual se sometía día a día con cada objetivo.
Soñó y soñó.
Soñó con Yelena, aquel día donde sus padres los llevaron a un pequeño parque de atracciones en San Petersburgo.
Soñó con el silbido de las balas aquella noche que intentaron escapar de la Academia.
Soñó con la primera vez que asesinó a alguien.
Soñó con Natasha aquella noche en el Ala Médica.
Está bien, dijo ella en sus sueños.
Está bien.
(Markus sintió que su corazón se partía.)
Repentinamente, el sonido de un teléfono recibiendo una llamada resonó en sus tímpanos, logrando un gruñido como respuesta. Él se levantó pesadamente de la cama y se dirigió a la cocina, donde había dejado parte de sus cosas; tomó el teléfono entre sus manos y lo atendió sin siquiera mirar quién era la persona que llamaba.
—Cómo se nota que a tí te falta disciplina en el protocolo—la voz de Nicholai Orlov sonó al otro lado—. Antes de que preguntes cómo supe que estabas en Rusia, déjame decirte que tu teléfono tiene un rastreador.
Markus volvió a gruñir en protesta.
—Y juzgando por tu mal humor supongo que acabo de perturbar tu siesta de belleza—recalcó el muchacho rubio.
—Estaba descansando los ojos por un rato—se excusó el joven de orbes azules antes de revolverse el cabello corto—. Y no me he olvidado del maldito protocolo, Orlov, estaré en los cuarteles del Centro en media hora para la entrega del maletín. Dominica se fue a una misión en República Checa.
Nicholai suspiró—De acuerdo, te esperaré aquí con la poca paciencia que me queda contigo, idiota.
—Tu hermano podría estar en desacuerdo.
—Menos mal que él no está aquí. Apresúrate.
Y cortó.
Markus soltó una carcajada y dejó el teléfono en el mismo lugar, dirigiéndose después al baño para poder asearse y afeitar la poca barba que empezaba a aparecer en su rostro. Se colocó su uniforme militar antes de colocarse el abrigo negro por encima de la misma y se lo acomodó para abandonar el apartamento con el maletín negro — además de un arma encima por las dudas y caminó hacia un auto que utilizaban muy poco, pero servía para aquellos casos. El espía ruso manejó entre los autos por las avenidas de la ciudad de forma rápida, ya que sabía que la paciencia de Orlov estaba siendo puesta a prueba por uno de los factores que realmente lo hacían alterar: su clara impuntualidad a los eventos formales después de las misiones.
Cuando entró al estacionamiento de los cuarteles de la KGB, salió a toda prisa con el maletín, dejando su abrigo atrás y entrando en el gran establecimiento con su uniforme. Varios soldados le saludaron y él devolvió el gesto con absoluta cordialidad antes de dirigirse a uno de los pisos que se encontraban cerca de la sala donde se encontraban los oficiales de alto rango y cuando le dieron el paso, él se dirigió a la habitación donde se encontraba Nicholai.
—Vot chto ty khotel, grebanyy ublyudok (Aquí tienes lo que querías, maldito bastardo)—señaló el joven de orbes azules.
—Sabes que así no es la forma para dirigirte a un oficial—replicó el rubio rodando los ojos, acercándose a la mesa donde Markus puso el maletín.
—Dominica te manda saludos—añadió Markus abriendo el maletín.
—Ambos sabemos que eso es mentira.
Markus sonrió—Lo sé, lo hice para que te sintieses más culpable de no haberla invitado a salir antes.
—No hace falta que me lo recuerdes, idiota.
Un silencio se formó entre ellos cuando el joven de cabellos rubios se encargó de revisar los contenidos del maletín y Markus permaneció pensativo mientas que Nicholai tarareaba una canción en ruso mientras observaba con cuidado los documentos dentro. El menor de los Orlov podía ser muy inteligente cuando se lo proponía y eso era algo que a Markus no dejaba de sorprenderle, así que, lo que él se preguntaba en ese momento: ¿Por qué le dijo a Dominica sobre la misión de Natasha y no a él?
—Bien, todos los documentos están aquí y son los auténticos—dijo el joven rubio antes de sonreír con satisfacción—. Hace dos horas salió una noticia de que encontraron el auto del objetivo destrozado en una ruta a diez minutos de Madrid, está muerto.
Bingo.
Markus había completado otra misión.
—Tengo una misión para ti en Kosova—comenzó el rubio otra vez, dirigiéndose a una computadora que tenía carpetas a su lado—. Es sobre una diputada que recibirá inform...
—Espera.
Nicholai alzó una ceja.
—Huh, quería preguntarte si...uh...podría tomarme esta semana libre—Markus se rascó la nuca.
El silencio se formó entre ellos otra vez y Markus se preguntó si él ya sabía la razón del porqué él pedía esos días libres. Nicholai no era un tonto y subestimarlo era un error que no se debía cometer, así que él se cruzó de brazos frente a Markus.
—Quiero imaginar de que se trata de algo personal.
—Probablemente, ¿por qué lo preguntas?
Él se inclinó hacia el castaño—Porque Dominica te lo dijo, ¿estoy equivocado?
Jaque mate.
Él ya sabía las intenciones de Markus.
—Sabes perfectamente que esta no es una misión oficial.
—Sí.
—Pero irás de todos modos.
—Sí.
—¿Sabes perfectamente que arriesgarás tu posición?
Markus asintió.
Nicholai apretó sus labios y fue a buscar una carpeta de nuevo en el lugar donde consiguió la anterior, la arrojó en la mesa y Markus la abrió sin decir una palabra. Varias imágenes de Natasha Romanoff se mostraban en la escena y un nombre en rojo le llamó bastante la atención:
Tatiana Sokolova.
—Nuestros informantes la reconocieron en estos dos últimos días, pero tengo una hipótesis de que ella entró al país hace casi un mes—declaró Nicholai de forma seria y soltó un suspiro—. Está trabajando en un club nocturno de la ciudad bajo ese nombre que ves y SHIELD está en cierta parte involucrado. Su misión es detener a uno de los traficantes de armas que en cierto modo abastecen a Rusia y al parecer hay algo que le pertenece a SHIELD.
—La única suposición que tengo es que se trata de tecnología robada de Tony Stark.
—Y no lo podrías haber dicho mejor, mi amigo.
—Fjodorov no sería tan idiota como para caer en una trampa.
—No lo sabemos con exactitud, Markus—añadió él mirando fijamente al castaño—. No quise decírtelo a ti por que estás involucrado a nivel emocional con ella, ni siquiera se lo dije al resto del equipo, es una misión inviable.
Es una de los nuestros, pensó Markus y sabía que su compañero no quería decirlo en voz alta.
Markus miró al rubio fijamente—Tengo que hacerlo.
—Lo único que me falta es que termines con una bala entre los ojos.
—Necesito verla.
Nicholai cerró los ojos con fuerza y meditó su siguiente movimiento con cuidado. De todas formas, Markus Belova siempre encontraba una manera de romper las reglas, pero él necesitaba escucharlo de su parte.
—Buena suerte, Markus.
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