iv. la habitación roja
MANIFIESTO NEGRO,
capitulo cuatro: la habitación roja!
Cuatro años después.
NATALIA ROMANOVA. Ese era su nombre, cosa que Markus tardó en identificar por al menos cinco meses. No por simple cautela, sino porque la pelirroja sabía esconderse bien y era una gran mentirosa (y muy buena, pero Markus no admitiría eso en voz alta). Markus se miró al espejo, observando como su pelo castaño caía libremente frente a su rostro, eran algunos mechones sueltos, pero eso no importaba demasiado para su vista. Sus orbes azules no se veían tan cansados como los primeros dos años en la Academia de la KGB y él se dio cuenta, recordándolos, que aquellos primeros dos años siempre serán los más duros de su vida — y los más terroríficos de sus propias pesadillas alojados en su subconsciente. Si Nastia Morózov quería romperlo, bueno — estaba a punto de hacerlo. Markus, una noche fría y helada se preguntó qué era lo que podía ocurrir con el equipo una vez que su entrenamiento estuviese completo.
¿Los matarían?
El Centro no sería tan descuidado para desperdiciar a sus miembros activos.
Y a Nastia realmente le molestaría eso.
Durante los primeros dos años, Markus se vio en la constante batalla para poder sobrevivir, ya que había bastantes cadetes y el equipo que quedaría sería uno de nueve integrantes — si Yelena y él querían escapar de todo aquel limbo, debían llegar a aquel momento. Él sabía perfectamente que no debía formar lazos más de los que ya tenía con su hermana, lo cual era algo muchísimo más y emocional que el resto — pero aun así, según Nastia y Madame B, eso era peligroso. Así que intentaron separarlos lo más pronto posible, sin embargo, aquella estrategia no tendría caso: los dos hermanos lucharían para llegar a estar en el mismo equipo, al fin y al cabo. ¿Para qué separarlos?
Ambos se vieron peleando en una verdadera lucha. El espionaje, la seducción, el simple hecho de matar o ser asesinado; aquellas eran las verdaderas intenciones de la KGB. Según Nastia, la madre Rusia siempre les proveyó todo para vivir y que el cuerpo de cada cadete le pertenecía al estado para usarlo donde sea.
(Aun así, Markus no podía sentirse más avergonzado cuando todos estaban desnudos en una habitación y no lo comprendía.)
Aquellos primeros años, Markus sintió toda la adrenalina correr por sus venas y eso se sentía bien en pocas palabras, algo a lo cual no estaba acostumbrado en absoluto. El ruido que resonaba en sus tímpanos cuando disparaba con su arma a los blancos que se extendían a sus anchas, hasta cuando los hombres se limitaban a mirar a mujeres semidesnudas practicando escenas bondage con otras personas, Markus se dio cuenta de que todo el juego que estaban creando era idear un balance de control perfecto, mantener un lugar de poder psicológico y físico contra el objetivo — creando así un jaque mate en el tablero de ajedrez. Los límites de utilizar el cuerpo y crear un estado de poder para colocar al objetivo en un estado de sumisión era algo clave en el juego del engaño mismo, como también en el arte de la matanza. Markus recordó el maldito discurso que Nastia Morózov dijo cuando estaban empezando el segundo año en la Academia.
Los cadetes del equipo rojo se sentaban en el gran salón donde tuvieron todas las clases durante todo el año anterior y Nastia hablaba frente a un proyector.
—Igra v obman - eto ne detskaya igra (El juego del engaño no es un juego para niños)—declaró la mujer de cabellos castaños, sus pasos tan prepotentes como al comienzo—. Eto mesto sily, gde vy, kak aktivnyye uchastniki, dolzhny stoyat', chtoby dobyvat' informatsiyu, i vy budete delat' eto lyuboy tsenoy, chtoby poluchit' yeye. (Es un lugar de poder donde ustedes, como miembros activos, deben colocarse para extraer información y eso lo harán a cualquier costo para obtenerla)—Nastia empezó a mostrar fotos de diferentes prácticas y videos donde se ponían en práctica ejemplos de seducción y extracción de información—. Vashe telo - vashe oruzhiye, i vy reshayete, kak yego ispol'zovat', yesli vy sdelayete eto khorosho, ochen' veroyatno, chto vy smozhete poluchit' to, chto khotite, v protivnom sluchaye posledstviya budut prisutstvovat' vsegda. (Su cuerpo es su arma y ustedes deciden cómo utilizarla, si lo hacen bien, es muy probable que puedan obtener lo que quieren, si no, las consecuencias siempre estarán presentes).
Dominica, quien estaba sentada detrás de Markus, apretó sus labios en una fina línea antes de rodar los ojos con escepticismo, mientras que Mikhail negó lentamente con la cabeza al lado del muchacho de ojos azules — Nastia no pasó aquello por alto.
—¿Sucede algo, cadete Orlov?
Mikhail, por un momento, se puso muy pálido, más pálido de lo que él era, pero logró recomponerse para responder—Solo es una pregunta, comandante Morózov.
—Puedes proceder.
Markus miró de reojo al muchacho de cabello oscuro e inquirió cual era lo que había que preguntar, simplemente era un juego donde se debían seguir reglas y esas reglas determinarían el propio éxito de la misión. ¿A qué quería llegar?
—¿Qué ocurre si el enemigo sabe de antemano a qué jugamos?
El auditorio se quedó en silencio.
¿Por qué la pregunta era un deseo de muerte?
Nadie quería estar cuando las repercusiones aparecen.
Nastia sonrió.
Markus odiaba esa sonrisa diabólica. ¿Cuándo llegaría el momento de quitársela?
La comandante dejó caer sus brazos a sus costados—Entonces redoblarás tus esfuerzos para seguirle el juego y lo manipularás a tu manera, así es y así será.
Mikhail asintió, posando ambas manos en la mesa y mirando al frente otra vez. Ver una situación sexual frente a tantos menores le hizo recordar a Markus que aquello era ilegal y completamente inmoral en muchos sentidos de la palabra, no solo por el hecho de mostrar contenido para aprender por la fuerza, si no que la inocencia que cada chico portaba en sí mismo — esta era arrebatada de sus brazos, como si fuese una muñeca de trapo para despedazarla por completo y Markus no pudo sentir tanta pena al ver que todos ellos tendrían que madurar más rápido que el resto de los niños en Rusia. Estaban destrozándolos física y emocionalmente a todos ellos, a todos los estaban torciendo a su propia voluntad y para cuando terminasen con ellos, serían las máquinas de matar perfectas.
A Markus no le importaba escuchar gemidos, porque a través del placer también podría aparecer el dolor.
El dolor.
La clave de la información para completar el rompecabezas.
¿Por qué aquello era tan importante?
—Infringir dolor significa conseguir información—dijo Nastia una vez, mirando a los miembros restantes del equipo rojo—. A pesar de que el placer puede, también, pero el dolor es algo que uno siente por primera vez y es un sentimiento orgánico del cual no desea sentir más. El placer es un estado donde el ser humano siempre quiere estar y hay algo a favor en eso: es capaz de hacer lo que sea para poder obtener ese placer.
Placer o dolor.
Los dos logran colocar al espía en un lugar de ventaja, en un lugar de poder y ese poder — a ojos de Markus — siempre puede caer en manos equivocadas. Él aún recordó la noche cuando le encomendaron una misión para reunirse con una mujer siendo un objetivo que contenía información bastante segura sobre algunos planos del servicio secreto ruso. Markus simplemente tenía dieciséis años y Nastia le encomendó que se hiciera pasar sobre un muchacho trabajando en un prostíbulo del pueblo. La mujer que lo "alquiló" por la noche tendría al menos unos diez años más que él y Markus era muy consciente de que aquello era básicamente pedofilia. ¿Acaso la KGB aprobaba estas cosas? Era una atrocidad.
El espionaje era un juego demasiado sucio y aterrador.
¿Por qué lo era?
Y ahí estaba la verdadera respuesta: "La madre Rusia lo dio todo por ti, ahora devuélvele el puñetero favor."
Aquello no era un favor.
Era ser un sirviente del propio dueño del Infierno.
Markus, al lograr extraerle información, luego de que las intenciones y el lívido sexual de la mujer fueron saciados, se sintió asqueado y cuando volvió al pabellón con los miembros restantes de los hombres — él no lloró, a pesar de que él quería hacerlo. Sentirse como un juguete usado para la diversión de otros era una aberración y Markus se dio cuenta de que había metido en un hoyo tan negro donde él no podría escapar, o al menos, uno podía buscar el escape con la propia muerte y abandonar el gran hoyo. Dominica, al ver que había vuelto, colocó una mano en su hombro, mirándolo con simpatía y remordimiento al mismo tiempo.
A la mitad del tercer año, las puertas de la Habitación Roja se abrieron.
Allí aprendieron las tácticas del demonio.
—La Habitación Roja es poder, pero también es un lugar donde uno debe despojarse de la persona que era antes y convertirse en alguien más—dijo Nastia sonriendo con tal suficiencia que Markus tembló un poco—. Este programa está llegando a la mitad de su trayecto y han logrado sobrevivir 15 de ustedes. Pero la Habitación Roja no tendrá piedad con nadie y les hará cuestionar todo lo que alguna vez creyeron. Ese es un riesgo que estoy dispuesta a correr—miró a los cadetes de pie en el patio de concreto—. ¿Y ustedes?
Markus se quedó en silencio, esperando que algún idiota gritase algo impertinente, como los primeros dos años.
Nadie habló.
El mayor de los Belova miró de reojo a su hermana, quien se encontraba tres personas más alejada de él a su izquierda. Ella miraba al frente, luciendo su cabello rubio en una corona de trenzas en su cabello. Markus realizó, en aquel entonces, que Yelena no quería su ayuda — que ella podía y diablos, hasta él lo sabía con sus quince años. Su hermana ya no era la misma persona que estaba cuidado cuando estaban en Moscú, ya no era la misma niña con ganas de admirar el mundo sin tener que llorar una noche más. Ella era una prisionera, tal como él lo era y como el resto de los jóvenes que había allí. La Habitación Roja no era un simple salón de juegos, si no que era un lugar oscuro y muy siniestro.
Todos los peones morirían.
Solo los fuertes lograrían salir de aquel hoyo negro.
Las primeras semanas fueron terroríficas a ojos de Markus, como si las prácticas se hubiesen multiplicado de manera exponencial y nadie podía pararlas. Movimientos y formas de combate, utilización de armas blancas y de fuego, técnicas para desbloquear o bloquear cerraduras y cualquier sistema de seguridad, ejercicios de sigilo y engaño, hasta principios para sobrevivir una escena de tortura por si hay complicaciones. Sasha y Dominica lloraron la primera noche, luego de haber terminado su primera sesión de resistencia a torturas. Sasha lo describió como algo muy funesto para lo que habían aprendido hasta ahora y que había demasiada sangre allí. Dominica dijo que el dolor era insoportable y que las personas que quisieron torturarla utilizaron varios métodos con ella.
Markus se preguntó si Yelena estaba bien.
Durante aquel tercer año, se fueron eliminando a los cadetes que no podían resistir a la Habitación Roja. Así consolidando el nuevo equipo de nueve integrantes, durante aquellos meses, se unió otro hombre a la unidad. Su nombre era Alexei Shostakov y era un veterano de las fuerzas aéreas de la Unión Soviética, podría tener unos veinte a veinticinco años, considerando que las fuerzas Soviéticas reclutaban a los cadetes siendo tan jóvenes, y Markus debía admitir que Alexei se mostraba más cuerdo que el resto. A él lo entrenaron para los Gorriones Negros y para otro proyecto al ver que demostraba tener capacidades más altas que el resto.
El equipo no le tuvo envidia, sino que lo trataban como otro miembro más.
Cuando empezó el cuarto año, los quince cadetes que quedaban terminaron siendo nueve — el último cadete, un muchacho de catorce años, no logró sobrevivió a la última sesión de tortura. Sasha, Mikhail, Dominica, Nicholai, Natalia, Alexei, Yelena, Melina y él fueron los nueve integrantes que permanecieron de pie en la Habitación Roja. Nastia y Madame B observaban su más grande creación con orgullo, los nuevos monstruos de la gran madre Rusia. Markus permaneció con su mirada al frente, notando la presencia de su hermana a su lado izquierdo y de aquella muchacha pelirroja en su lado derecho.
Natalia era una muchacha de pocas palabras.
(Markus no la culpó por ello.)
Ambos eran los soldados mejor entrenados de los dos pelotones durante aquellos cuatro años en la Academia, Markus se preguntó cómo había llegado a tal precisión a un puesto que él no quería — pero las respuestas nunca llegaron a ser respondidas por su mente hasta encontrar una razón segura de ellas, así que el castaño simplemente se mantuvo con la boca callada. El mayor de los hermanos Belova recordó todo su camino hasta ese preciso momento y, por un momento, deseó saber qué hubiese pasado si él simplemente perecía durante el entrenamiento. ¿Realmente sería libre?
Las palabras de Nastia resonaron en su cabeza.
No me sorprendería que te quebrases tan rápido y tan fácil.
Markus apretó sus labios en una fina línea y dejó que aquellos cuatro años pasasen.
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La alarma que destrabó las puertas del pabellón de los hombres resonó en la habitación y Markus no dudó en soltar un gruñido de molestia. Se levantó pesadamente de la cama y recurrió a frotarse los ojos. Oyó un bostezo a lo lejos, por su parte izquierda — el cual pertenecía a Mikhail, mientras que su hermano Nicholai se dirigía al baño para intentar controlar su cabellera rubia (además de mejorar su cara de sueño). Alexei se estriaba ruidosamente, claramente sin importar que estaba en ropa interior frente a otros hombres — pero todos aprendieron a estar cómodos en un entorno donde se les obligaba a utilizar su cuerpo como un arma. A Markus, luego de exponerse frente a millones de miradas, realmente dejó de importarle y agradeció al entrenamiento por haber mejorado su cuerpo tanto físicamente como emocionalmente — ya que su lado emocional era un completo desastre.
—¿Cuándo terminaremos con la fase cuatro?—preguntó Nicholai saliendo del baño.
Markus procedió a colocarse su uniforme, sus músculos aún se encontraban entumecidos debido a la última sesión de tortura que tuvo la tarde anterior. Dominica y él fueron los últimos dos en entrar — tardaron más de una hora en salir mientras que el resto hacía ejercicios de combate con otros instructores. Sintió los moratones emanar de su piel, decorándola como si fuese un lienzo creando una obra de arte para un museo. Dominica probablemente sentiría lo mismo que él, sus moratones más prominentes que los de él. Cuando se retiraron a los pabellones cada uno por su parte, Mikahil se encargó de curar los pocos cortes profundos que le hicieron. Alexei habló sobre sus misiones en Siberia mientras que Nicholai y él lo escuchaban con completa atención.
Las puertas se abrieron y Sergey entró personalmente para escoltarlos.
Markus realmente odiaba a ese idiota.
(El sentimiento era completamente mutuo.)
—¡Cadetes!—exclamó Sergey con voz divertida, su acento ruso bien marcado, después de todos esos años—. YA sam provozhu ikh v stolovuyu, potomu chto nekotoryye nashi soldaty vmeste s Igorekom otpravilis' v ekspeditsiyu. (Los escoltaré al comedor yo mismo, ya que parte de nuestros soldados salieron a una expedición con Igoriok.)
Los cadetes permanecieron callados.
—Vau, snachala oni ne byli takimi tikhimi (Vaya, al principio no eran tan callados)—añadió el segundo comandante en jefe, claramente en voz baja—. Potoropites' i peremestite svoi zadnitsy v stolovuyu! (¡Apúrense y muevan sus traseros al comedor!).
El pequeño grupo de hombres terminó de colocarse en fila y salió siguiendo a Sergey por el pasillo que pasaban siempre para ir a desayunar. Ver parte del complejo tan vacía realmente les hacía ver que no había ningún soldado a la vista, lo cual podría ser algo engañoso a ojos de ellos y una oportunidad de libertad a los ingenuos que podrían seguir con vida entre los cadetes. Markus inquirió en silencio a qué querían jugar con ellos, pero supuso que encontraría las respuestas próximamente. Al llegar al comedor, el comandante Sergey cerró la puerta dejándolos al equipo de nueve personas solos. El pabellón reducido de las chicas se sentó de forma intercalada con los hombres. Alexei se sentó junto a Melina, una de las cadetas mayores del grupo de las chicas, mientras que Mikhail junto a Sasha, Yelena junto a Nicholai y Markus se sentó al lado de Natalia y Dominica.
Aquella mañana sirvieron el mísero té negro de siempre y Markus observó que este era más dulce.
—A este paso ya no tendré más caries si sigo bebiendo té—escupió Alexei, mirando de forma divertida a Vostokoff.
—Tú no lo has bebido la misma cantidad de tiempo que nosotros, mi amigo—dijo Nicholai antes de llevarse la taza a los labios.
Yelena lo codeó—Actualmente le sientes el sabor a té después de tres años.
Dominica empezó a tocar su dedo contra la mesa, de forma deliberada y precisa, mientras que Mikhail le miraba de reojo. Natalia, al lado de Markus, alzó una ceja y empujó un poco a Markus para que prestase atención a lo que intentaba decir la rubia. Dominica continuó con sus pequeños toques contra la mesa, claramente haciendo un código o una oración coherente.
Markus no debía adivinar qué hacía.
Código morse.
Toque, toque.
Algo anda mal.
Melina y Alexei asintieron en silencio, para luego mirar de reojo por si había cámaras — de forma cautelosa. Los pocos que lograron permanecer mirando los movimientos discretos de la rubia prestaron atención a sus alrededores. Natalia agarró la mano del castaño y la llevó por debajo de la mesa, pidiéndole silenciosamente al mayor de los Belova que recorriese la superficie con las yemas de sus dedos. Markus siguió su juego, hasta que encontró algo sólido pegado a la superficie dura. Era algo diminuto, algo que todos conocían muy bien y eso ayudaba a los aliados. Los orbes azules de Markus buscaron los ojos claros de la chica pelirroja y ella lo miró de reojo, asintiendo de forma cautelosa. Súbitamente, el toque suave de la muchacha pelirroja desapareció y Markus podía sentirse un poco decepcionado de haber perdido su tacto.
Natalia tocó dos veces su dedo contra la mesa, para luego deslizarlo tocando una línea.
Toque, toque.
Hay micrófonos debajo de la mesa.
(Markus se tensó, pero nadie lo notó.)
Los estaban vigilando.
El silencio que inundaba la sala era demasiado exasperante para su propio gusto, a pesar de ya tener la costumbre de siempre estar en silencio y hablar cuando fuese estrictamente necesario. Los cadetes continuaron tomando su desayuno, sabiendo que el reloj aún seguía contando los segundos y Mikhail tocó la mesa.
Los soldados no están, deberíamos intentarlo.
Yelena negó haciendo dos toques junto con dos líneas.
Si lo intentamos, terminaremos todos muertos.
(Markus se dio cuenta, a pesar de todo, que Yelena tenía un punto.)
Sasha rodó los ojos y tocó su dedo cuatro veces.
Matarnos ahora significaría que el programa fallaría, ellos no son tan tontos.
Pero, por otro lado, Sasha tenía razón. ¿Por qué matarlos ahora? La KGB podría ser muchas cosas (y ha sido nombrada por muchos nombres), sin embargo, la KGB no era una entidad que malgastaba a sus activos — ni desparramaba sangre a no ser necesario. Después de todo, la propia KGB no era estúpida y haría todo lo que esté a mano para mantener a todos sus miembros activos con vida hasta que esta pereciese con los años de servicio. Matarlos sería un claro gasto de tiempo innecesario y Markus entendía eso muy bien.
¿Y si esto era una prueba?
¿Por qué?
¿Por qué ahora?
Markus tocó la mesa con las yemas de sus dedos, dejando un claro mensaje.
Están tramando algo.
Melina asintió lentamente, su piel pálida contrastando contra el fondo gris de la pintura de las paredes y luego observó como ella se llevaba la taza de té negro a los labios rojizos. Alexei permanecía absorto en sus pensamientos, buscando una solución a la situación que se les presentaba. Natalia, a su lado, miraba atentamente la situación — mostrándose silenciosa y muy cautelosa. Markus bebió un último sorbo de su té negro antes de dejarlo junto a su plato con fruta rebanada.
Mikhail tocó cinco veces su dedo contra la mesa.
Esta es la única oportunidad que tenemos, hay que aprovecharla.
Nicholai gruñó en voz baja, atrayendo la atención del resto. Él tocó la mesa con su dedo.
Tenemos que hacer un reconocimiento y analizar la situación. Hay tiempo hasta el almuerzo, después de eso, idearemos un plan.
Dominica, sonriendo de lado, asintió lentamente.
Las puertas del comedor se abrieron, revelando a Nastia y Sergey; el equipo se levantó de sus lugares, irguiéndose para continuar con su recorrido hacia el pabellón donde se encontraba la Habitación Roja. El grupo caminó en silencio, escuchando las palabras de coraje por parte del segundo comandante (que a Markus le parecían idioteces absurdas) para poder alimentar el espíritu que brindaba la madre Rusia. Dios santo, dijo Nicholai una noche, este hombre está casado con la madre Rusia. Markus hizo una mueca al recordar el momento y luego giró ligeramente su cabeza, alzando el mentón un poco más para ver por las ventanas del patio en el centro de la Academia.
Había dos soldados custodiando el techo y se imaginó que arriba de él había dos más.
Sin embargo, no había soldados dentro.
(Eso, damas y caballeros, era demasiado sospechoso.)
Los cadetes entraron a la sala, donde el primer instructor les pidió que tomasen un arma para empezar con los ejercicios de puntería y disparo rápido. Markus vació su cargador en menos de cinco minutos, justo como el resto y volvió a recargar, se movieron al objetivo que estaba justo detrás de ellos y volvieron a disparar — vaciaron el cargador todos, recargaron un nuevo cartucho con balas, giraron otra vez. El peso de la Makarov PM era ligeramente pesado para un novato, pero para Markus, el peso ya no era un estorbo como antes. Los cadetes giraron otra vez y dispararon.
Y lo repitieron.
Bang, bang.
Recargar balas.
Girarse.
Bang, bang.
Markus alguna vez se perdió en el sentimiento de disparar un arma y la adrenalina que corría en sus venas era tan dulce como el pecado mismo en este interminable infierno. Se sentía tan bien cuando llegaba a las puntas de sus dedos, no solo por la euforia que él sentía, si no por que eso le daba agallas para poder apretar el gatillo y no sentir culpa por ello — y Markus Belova era muy consciente de ello, era muy consciente que, durante todos estos años, él se había sumido a aquella oscuridad con tanto odio y repulsión.
Esa oscuridad la hizo parte de él.
Yelena también lo hizo, pero no se había sumido tan abajo en ella, ya que sostenía a su hermano para no dejar que aquel sentimiento oscuro nublara su juicio.
El mayor de los Belova pensó entonces: ¿Cómo sería capaz de salir si Yelena le soltaba?
Vació el cargador otra vez y se giró.
Bang, bang.
Él pudo sentir la sonrisa de suficiencia que sobresaltaba las facciones de la comandante Morózov y Markus sintió asco por esa sonrisa. Volvió a disparar otra vez, hasta que se quedó sin balas, el silbido que provocaba el cañón contra sus tímpanos era música armónica que él nunca había escuchado en su miserable vida. Giró otra vez, recargó el cartucho y disparó otra vez, observando el hueco que había dejado en la cabeza del objetivo hasta que la Makarov dejó de tener balas. Markus dejó la pistola sobre la mesa y se quitó los audífonos gigantes, los objetivos fueron enviados hacia ellos, para observar los resultados — el grupo de cadetes permaneció en una pose firme y permanecieron mirando al frente mientras que Nastia se acercaba con Sergey.
Paso tras paso.
Markus podía sentir la mirada inquisitiva de sus superiores.
También su arrogancia.
Pero él no era nadie para subestimar eso.
Nastia se movió con elegancia entre los cadetes, observando los blancos de tiro con sus ojos despiertos, sonriendo con absoluta satisfacción al ver que no había ni un margen de error en las posiciones de tiro. Todo estaba perfecto, confluyendo en un solo punto y simplemente en ese punto. La perfección de un asesino entrenado y torturado. Markus no tembló al ver su creación y no tembló cuando la comandante posó una mano sobre su hombro, felicitando al grupo con un acento ruso prominente. Las prácticas en la Habitación Roja continuaron como todos los días y ellos siguieron poniéndose al límite.
Markus no podía esperar al almuerzo.
O para escapar de aquel infierno.
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