iii. una pelirroja cualquiera
MANIFIESTO NEGRO,
capitulo tres: una pelirroja cualquiera!
MARKUS BELOVA INTENTÓ EXPLICARSE MENTALMENTE CÓMO LOGRÓ SOBREVIVIR LA PRIMERA SEMANA EN LA ACADEMIA. No porque él se creía incapaz de hacerlo, sino por su completa impertinencia y falta de disciplina. Tampoco se sorprendió de que Yelena hubiese sobrevivido también, hasta él debía admitirlo: la niña era demasiado inteligente para su edad y muy madura para su propio bien. Pero Markus sabía leer entre líneas y su hermana menor era un puto libro abierto a ojos de quienes la conocieran — Markus, claramente, era una de esas personas. Los hermanos Belova podían leerse el uno al otro y simplemente podían entenderse, parecían dos malditos telepatas enjaulados en una prisión mental.
Pues vaya suerte la de ellos.
La primera semana fue mínimamente introductoria, además de ser intensa a niveles catastróficos, ya que no solo los estaban preparando físicamente para empezar las actividades rutinarias — si no que mentalmente, estaban intentando quebrarlos, malearlos a su propio parecer y Markus, por un mísero segundo, se sintió mareado y aquel sentimiento nauseabundo estaba inundando su estómago. Dominica terminó más pálida a su lado luego del entrenamiento psíquico y el mayor de los hermanos Belova ni quería saber cómo era el estado de su hermana Yelena. Ellos se vieron al menos unas tres veces a la semana, cuando tenían tiempo libre entre las lecciones de Nastia y Madame B, donde simplemente Yelena platicaba y Markus simplemente se limitaba a escuchar.
(¿Qué era lo que él iba a decirle, de todas formas? Él no podía decirle lo que ocurrían en esas clases, eso la asustaría más.)
El tiempo que pasaba con su hermana era relativamente poco, pero para él resultaba un alivio poder verla sana y salva — no en un saco negro para cadáveres como los primeros cinco cadetes que no lograron sobrevivir la primera semana. Tres del pelotón donde Yelena estaba y dos del pelotón de Markus, para ambos, aquello era inevitable y completamente predecible — siempre habría alguien quien intentaría encontrar la libertad del Centro y aquello significaba un acto de traición hacia ellos. Ver cómo los ejecutaban no fue nada reconfortante, si no que era algo más.
Consecuencias, pensó Markus en silencio.
Sin embargo, para Morózov eran repercusiones.
Las repercusiones de los actos que comete uno siempre estarán allí, a pesar de que todo salga como fue planeado y esa tarde donde ejecutaron a los cinco cadetes: aquello simplemente era un recordatorio — un recordatorio de las repercusiones de cada decisión tomada por consciencia propia. El silencio reinó aquella noche en el comedor, donde los comandantes miraban fijamente como los nuevos cadetes comían su cena, llorando amargamente por la pérdida de cinco almas que buscaban salir de la pesadilla. Markus, en ese momento, se dio cuenta de que la verdadera libertad no existía, al menos, en un mundo físico. Esos cadetes eran libres, pagando el precio con dejar su cuerpo orgánico y escapando hacia donde sea que estén en ese momento. El más allá, el cielo, cualquier espacio que no sea la Academia. Markus llegó a la penosa conclusión que, sí él deseaba salir de allí, debía dejar que lo quebrantaran — que lo corrompieran y que eliminasen hasta el último rastro de inocencia que su ser contenía.
En aquella primera semana, además, conoció a sus nuevos compañeros de pelotón — con quienes pasaba al menos un 95% del día durante toda una semana y él debía admitir que se encontraba en muy buena compañía. Dominica, a quien Markus continúa teniendo una relación de odio por haberlo arrastrado a eso, formaba parte de su escuadrón y él debía admitir que la rubia era extremadamente talentosa en cuanto a tácticas de pelea. Luego estaban los hermanos Orlov, como la muchacha Viktor los llamaba: el dúo maravilla, quienes Markus conoció en el primer día cuando fueron separados en los dos pelotones. Mikhail era un muchacho de la misma edad de Markus, con cabello negro y tez pálida, donde dos orbes azules tomaban su lugar — luego estaba su hermano menor Nicholai (a pesar de que los separaba al menos un año) quien tenía cabello castaño a rubio y orbes color verde; a ojos de cualquiera, ellos dos no serían hermanos, pero conociendo que tan similar era su actitud, cualquiera podría llegar a esa conclusión.
Además, aquellos dos hermanos eran demasiado astutos.
Luego estaba Sasha Zaitsev, una rusa con descendencia africana-americana, con cabello trenzado y recogido todo el tiempo — ordenes de Nastia, quien no mantenía una relación tan respetuosa con ella. Sasha era extremadamente inteligente en el arte del engaño y nadie la culpaba por ello, la muchacha de piel morena podría salirse con la suya sin que alguien se diese cuenta. Aquellas cuatro personas eran el ancla que mantenía a Markus en su lugar, junto con Yelena, y gracias a ello, hacía que su experiencia en la Academia sea menos penosa. Y las semanas corrieron, los entrenamientos físicos se hicieron más que arduos y Markus se preguntaba como aquello no podía agotar a nadie — los entrenamientos psicológicos aún seguían alimentando su miedo interior.
Cuando pasó el primer mes, Markus volvió a tener una nueva pesadilla.
Despertó sudando por todo su cuerpo, las lágrimas de sus ojos caían sin control alguno y se sentó en la cama — así intentando de calmar su agitada respiración. La pesadilla no era tan fuera de lo común, simplemente era él siendo la persona que lanzaba la bomba a sus padres, produciendo que esta explotase en su rostro y los matase a los dos. Él manchando de sangre, con un arma en su mano, vistiendo un uniforme negro y sus manos con los nudillos morados — el desconcierto que se encontraba en su mirada en aquel momento era demasiado imperfecto a ojos de muchos: como si el no pudiese reconocerse a sí mismo. ¿Acaso esta era la verdadera maldición de haberse unido al Centro?¿Cómo podría dormir luego de matar a su primera víctima?
—¿Mal sueño, eh?
Markus soltó un respingo, sintiendo como se le ponían los pelos de punta.
Al girarse, se encontró con Mikhail, quien estaba sentado en la ventana, mirando las montañas que se encontraban a lo lejos. A pesar de que las ventanas estuviesen enrejadas, el aire frío entraba sin problemas a la habitación donde los otros cadetes dormían. Markus se relamió los labios y se levantó, encaminándose hacia donde estaba el hermano mayor de los Orlov. Procuró ir descalzo, así no despertaría a nadie y los soldados que custodiaban la puerta permaneciesen dormidos — a pesar de que tenían un trabajo que cumplir. Mikhail le hizo un lugar y él se sentó en silencio, mirando hacia el oscuro exterior. Así permanecieron, al menos los primeros cinco minutos, en un silencio completamente cómodo entre ambos cadetes, siendo acompañados por los ronquidos suaves de varios otros cadetes.
—Podemos quedarnos en silencio toda la noche, admirando la libertad que queremos y no podemos tener—espetó Mikhail de forma seria y en voz baja, mirando al muchacho de cabellos castaños—. O puedes decirme qué es lo que ocurrió en esa pesadilla y podrás dormir más tranquilo.
—¿Qué es lo que te hace pensar que tuve una pesadilla?
—Tu sudor y que hablas dormido.
Markus procuró no sonar hostil—Eso podría haber sido cualquier cosa.
—Hay una diferencia entre las pesadillas y un sueño normal, Belova—respondió Mikhail.
—¿Y tú qué sabes sobre eso?
Orlov desvió su mirada hacia las montañas—Lo suficiente para decirte que esas cosas que pasan en mi cabeza cuando duermo pueden dejarme despierto por toda una noche—por un momento, él bajó la mirada—. Mi madre solía decirme que, si le contaba mis pesadillas a alguien estas no volverían.
—¿Y eso te funciona?
—A veces sí, otras no—replicó el muchacho de ojos azules—. Nicholai siempre tuvo un sueño pesado, las pesadillas son algo raro para él. Es muy probable que él haya procesado todo esto de una forma distinta a mí.
—Mi hermana está pasando por lo mismo—respondió Markus recostándose contra las rejas—. A pesar de que ella está durmiendo en otra sala.
Mikhail sonrió de lado antes de recostarse en el marco de la ventana—¿Vas a contarme que es lo que no te permite dormir o qué?
—¿Y tú que puedes hacer con ello?
—Podría ser tu hombro para llorar—murmuró él encogiéndose de hombros—. O simplemente un desconocido que quiere escuchar a otro desconocido hablar de forma civilizada, sin usar los términos "guerra" o "espionaje".
Markus negó antes de taparse la boca para ahogar una carcajada, Mikhail apretó sus labios para evitar soltar una pequeña risita y su mirada se contuvo en las montañas. Markus volvió a permanecer en silencio, no porque el comentario del mayor de los hermanos Orlov le incomodara — si no por el miedo de mostrarse vulnerable frente a alguien más que no sea su hermana Yelena. El castaño de ojos azules se mordió el labio y Mikhail comprendió el hecho de que a él le costase hablar sobre algo traumático. ¿Quién era él para culparlo?
—Cuando tenía diez años, mi padre mató a mi madre—dijo él y Markus le miró fijamente—. La mató a golpes, con sus propias manos y puedo jurarte que no he podido olvidar su rostro en el suelo. La sangre esparcida sobre sus hermosos ojos, su mejilla completamente morada, su nariz rota y sangrante—Mikhail tembló por un momento—. Un par de dientes salidos en el suelo y su boca destrozada. Nicholai y yo estábamos escondidos detrás de una pared de madera, donde mi madre nos metió cuando escuchó a mi padre tirar la puerta de la entrada.
Markus sintió una deslumbrante pena al escuchar aquella vivencia.
—Le pedí a mi hermano que se quedase quieto y que no haga ningún ruido, pero mi padre, de alguna forma, sabía dónde estábamos—murmuró el mayor de los Orlov antes de sostenerle la mirada a Belova—. Así que intentamos escapar, él quería hacerle daño a la única persona que me quedaba y le clavé un hacha en la espalda antes de que intentase de herir a Nicholai. Después de eso, los dos estuvimos escapando y así fue desde entonces.
—Tus pesadillas son de eso.
—Desde que mi madre murió, ya no he podido contarle mis pesadillas a nadie—recalcó el muchacho de cabellos negros—. Ni siquiera a Nicholai, no quiero quitarle esa inocencia que tiene. O...la que le queda al menos.
—Siempre buscaste a alguien a quien contar tus sueños.
—Espero haberlo encontrado, ¿sabes?
Markus sonrió de lado y dejó que el frío que venía de las montañas le calara los huesos, provocando que este se estremeciera dulcemente ante el frío soviético — él comprendía que Mikhail, probablemente, estaría preguntándole si él quería ser ese alguien a quien contar sus pesadillas. Markus miró al muchacho de ojos azules y le tendió la mano, para que él pudiese estrecharla sin problemas. Aquel gesto silencioso fue aceptado por el mayor de los Orlov y Markus no podía sentirse tan aliviado de poder encontrarse con un aliado.
—¿Y qué pasa contigo?
Markus soltó un suspiro antes de hablar—Mis padres fallecieron en una explosión, frente a mí y simplemente...desaparecieron—tragó un poco de saliva antes de continuar—. Vi como sus cuerpos estallaban en miles de pedazos y como su sangre me salpicó por todo el cuerpo, terminó en la pared también. Yelena estaba en otra habitación, escuché como ella gritaba desde el otro lado de la puerta. Pero...era como si no pudiese escucharla del todo, un silbido estaba allí, muy pequeño.
Mikhail observó atentamente al muchacho de cabellos castaños, escuchando como este le contaba su más grande pena — como si él mismo pudiese encontrar una solución para quitarle aquel peso de encima, sabiendo de antemano que él, lamentablemente, no podía — y permaneció en silencio, escuchando como Markus soñaba ese mismo momento, una y otra y otra vez. El mayor de los Orlov, silenciosamente, se dio cuenta que los demonios del infierno son diferentes en las personas, cada uno de ellos cargaba un peso diferente, cada uno de ellos albergaba memorias inolvidables sobre momentos oscuros y Markus, de alguna forma, estaba intentando no hundirse con sus demonios.
Mikhail se dio cuenta, después, de que él estaba haciendo exactamente lo mismo.
Markus volvió a permanecer en silencio, escuchando los ronquidos leves de algunos cadetes y volvió a mirar en dirección a las montañas. El frío que sentía en su cuerpo le hizo removerse con incomodidad, y eso no fue pasado por alto.
—¿Te sientes mejor?—susurró el muchacho de cabellos negros.
Markus Belova asintió—Aliviado, pero no perdonado.
—Entonces esa es la señal para que vuelvas a dormir.
El mayor de los Belova asintió, sonriendo para si mismo, antes de alejarse en silencio. Mikhail también se alejó de la ventana para poder cerrarla y se detuvo cuando Markus llamó su nombre, al girarse, el muchacho de orbes azules alzó una ceja, esperando cualquier comentario o seña en la oscuridad.
Markus apretó sus labios—Nada.
Y se alejó para acostarse en su cama.
Mikhail se dio cuenta de que él iba a decirle un "gracias", pero para él, no era necesario.
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A la mañana siguiente, Markus se sentía mucho mejor, no solo por que su nueva pesadilla no volvió a perturbar su sueño — si no por haber encontrado a alguien para quitar algo de peso de su pecho. Los cadetes se levantaron sin quejarse, siguiendo los mismos pasos de la rutina impuesta por la Academia como si eso fuese algo completamente normal. Todos desayunaron en el comedor, donde Markus vigiló a Yelena desde lejos — quien hablaba de forma cautelosa con una muchacha de cabellos pelirrojos. Podría ser una pelirroja cualquiera, se atrevió a pensar. El muchacho de cabellos castaños desvió su mirada y continuó comiendo su desayuno, mientras que Dominica y Nicholai hablaban en voz baja.
—Si van a ser chismosos, al menos escúpanlo con nosotros—bramó Sasha apartándose la trenza de cabello de su rostro.
—No es nada importante, milaya (cariño)—añadió Dominica.
Nicholai se encogió de hombros—Creo que es importante, Dominica.
—Si no es de vida o muerte, no es importante.
—Ahora tengo curiosidad—recalcó Markus antes de llevarse la última pieza de manzana a la boca y señaló a la rubia de forma acusatoria—. Habla o te haremos hablar.
Mikhail chasqueó su lengua—Se supone que no debemos utilizar los métodos de interrogación contra nosotros.
Belova bajó su tenedor y se abstuvo a hacer otro comentario.
(El hermano mayor siempre tenía la razón.)
—La cosa es...que hoy tendremos nuestra primera misión—murmuró la muchacha de cabellos rubios—. Como pelotón, claro.
—¿Primera misión de qué?
Las puertas del comedor se abrieron y todos los cadetes fueron llevados hacia sus cuartos, donde, a los pies de cada cama había algo: Markus lo identificó como un uniforme junto con la banda coloreada que indicaba el pelotón. El muchacho de ojos azules buscó a alguno de los hermanos Orlov con la mirada, intentando de encontrar alguna señal, alguna respuesta a todas las malditas preguntas que rondaban en su cabeza en aquel momento. A Markus no le sorprendió en absoluto no encontrar respuesta alguna y llegó a un punto en dónde se preguntaba si cuestionar cada acción del Centro le iba a llevar a algún lado o, al menos, si eso era una buena idea para meterse en serios problemas. El muchacho de cabellos castaños se cambió de ropa rápidamente, colocándose la banda roja en su brazo derecho antes de agacharse para ajustarse las botas. El nuevo uniforme era de tonos oscuros, casi de un tono negro y el chaleco antibalas — o, para ser más precisos, él no pensaba que eso era un chaleco a prueba de balas — colgaba de forma suelta contra su pecho.
Nicholai se acercó detrás de él, ajustándole el chaleco y Markus le agradeció en silencio, antes de ser interceptados por el mayor de los hermanos Orlov. Las puertas de las habitaciones se abrieron y un soldado les pidió en ruso que formasen una fila — la confusión de Markus se hacía más y más grande, además de estar culminada por un miedo inevitable. ¿Ahora qué les harían hacer?¿Matarse entre ellos?
En realidad, Markus decidió morderse la lengua primero.
(Tentar a la suerte no era algo sano.)
La fila avanzó y se le dieron armas a cada uno de los cadetes, pero — y siendo claros, Markus podía verse como un completo idiota sin cerebro (al menos para los soldados), pero él era demasiado inteligente para su propio bien — el muchacho observó que cada 5 cadetes, uno recibía un arma distinta. Aquello simplemente lo desconcertó, ya que eso traía a un nuevo problema y ese nuevo problema suponía un delirio más grande; pero el muchacho sabía que Nastia tenía todo bajo control, a pesar de que la KGB mantenía una vara demasiado alta en sus entrenamientos. ¿Y aquello que era? Markus no se quejó en voz alta cuando recibió su arma, la cual era diferente a la de los hermanos Orlov.
Maldita sea, Viktor, pensó Markus en un gruñido.
(Aún seguía odiándola y esperó firmemente a que se pudriera con él en el infierno.)
Los cadetes se movieron en una fila recta, confundidos y desconcertados, siendo conducidos al patio principal para ser separados en sus pelotones. Markus encontró a Yelena con la misma arma que él y eso definitivamente no le trajo alivio. Sasha se colocó a su lado, llevando la misma arma que Mikhail y alzó una ceja al ver que Markus llevaba un arma completamente diferente. El mayor de los Orlov se puso al otro lado del muchacho Belova y también le miró con confusión — Markus sintió la presencia de Dominica detrás de él y ladeó la cabeza un poco.
—¿Por qué ustedes dos tienen armas diferentes a las nuestras?—preguntó la muchacha morena.
Dominica hizo una mueca—Esa es una pregunta que no podré contestarte.
—¿Por qué no puedes o por qué no quieres?—murmuró Markus con molestia y la muchacha rubia golpeó su espalda con la culata del arma.
—Chicos, lamento arruinarles su pelea de novios—bramó Nicholai alzando una ceja—. Pero no creo que este sea un buen momento para hacer esto.
—Ya, cállense—murmuró Mikhail.
Nicholai lo miró de reojo con molestia—¡Tú cállate!
—¡No es por eso, durak (tonto)!—masculló este en voz baja y señaló al pelotón que salía por la puerta junto con Nastia y Madame B—. Están sacado a los pelotones del edificio.
—¿Qué van a hacer?—preguntó Sasha en un susurro.
Markus miró al frente—Eso lo veremos pronto.
Sergey e Igoriok caminaron hacia la puerta y el pelotón les siguió, sin importar a dónde los llevarían — capaz era algo bueno abandonar las paredes de la Academia por unas horas. Fueron guiados hacia dos puertas de metal, las cuales estaban abiertas y se reveló un campo de batalla donde había un bosque con árboles altos y delgados. Allí soltaron a personas con bolsas en sus cabezas, quienes, de alguna forma, empezaron a correr en el bosque. Nastia tocó un silbato y todos los enfocaron su mirada en ella.
—Kadety! Segodnya my razdelim ikh na chetyre gruppy: dve otpravyatsya v les, a dve - v vostochnyye gory (¡Cadetes! Hoy los separaremos en cuatro grupos, dos que irán al bosque y dos que irán a las montañas del este)—exclamó ella—. Te, u kogo chernoye oruzhiye s belym, poydut s Madme Bi i Igor'ok, te, u kogo chernoye oruzhiye ni s chem, ostanutsya zdes'. (Quienes tengan armas de color negro con blanco, irán con Madme B e Igoriok, quienes tengan armas de color negro sin nada, se quedarán aquí.)
Markus respiró hondo y miró su arma, sabiendo exactamente que se quedaría en el lugar que estaba y su hermana Yelena también. El resto que tenía armas diferentes a las de ellos, se dirigió a los dos comandantes que les esperaban — Mikahil miró a Markus a modo de advertencia antes de alejarse. Dominica se colocó a su lado y en su pelotón quedaron al menos unos nueve cadetes de los 10 que se fueron. El grupo reducido logra juntarse con quienes quedaron de su pelotón y permanecieron en completo silencio, observando como el camión se llevaba a los otros cadetes. Dominica, a su lado, le quitó el cargador al arma — revelando que su contenido eran balas reales.
¿En qué diablos se habían metido?
La voz de Markus tembló—Tengo un muy mal presentimiento...
Dominica simplemente suspiró.
—Les matushki Rossii nikogo ne poshchadit, dazhe tebya (El bosque de la madre Rusia no tiene piedad por nadie, ni siquiera a ustedes)—anunció Nastia antes de sonreír de lado, sus labios pintados de un color rojo oscuro curvándose para mostrar su estúpida dentadura blanca. Markus sintió ganas de vomitar, pero se abstuvo mentalmente para su propio bien—. Odnako vrag - yedinstvennaya tsel', k kotoroy vam ne sleduyet zhalet'. Les - eto ubezhishche, tikhoye mesto, gde oni mogut unichtozhit' tselyy batal'on, yesli zakhotyat. Tak i budet. (Sin embargo, el enemigo es el único objetivo a quien ustedes no deberían tenerle piedad. El bosque es un santuario, un lugar en silencio donde pueden eliminar a todo un batallón si lo desean. Y así será.)
Markus soltó un respingo.
—Creo que tu mal presentimiento se hizo realidad—murmuró Dominica a su lado.
Markus simplemente la ignoró y buscó a su hermana con la mirada.
Yelena lo estaba mirando en aquel momento.
(Ella tenía miedo, él lo sabía.)
—Vy poydete tuda i ub'yete vsekh vragov, kotorykh naydete (Ustedes irán allí y matarán a todos los enemigos con bolsa que encuentren)—añadió esta vez Sergey, con su voz en alto y tan estridente que podrá hacer que todos temblaran de miedo—. Pobezhdayet otryad, ubivshiy bol'she vsego vragov. Eto ponyatno? (El pelotón que más enemigos mate, gana. ¿Entendido?)—se escucharon murmullos entre ellos y Sergey sacó su arma para disparar al cielo, provocando que todos soltasen un jadeo—. Eto ponyatno?! (¡¿Entendido?!)
Todos se pusieron firmes—Da, komandir! (¡Sí, comandante!)
Sergey soltó una carcajada y se hizo a un lado, dejándole el paso a los cadetes, quienes salieron corriendo en dirección al bosque. Markus movió sus piernas lo más rápido que pudo e intentó mantener un firme agarre en el rifle de asalto que le dieron — le pareció que era demasiado grande para él. Al adentrarse al bosque, Markus se dio cuenta de que estaba nublado y que la sombra que provocaban los árboles gigantes sería una gran molestia para encontrar a los enemigos con bolsas que debían matar. Dominica se mantuvo junto a él, en silencio, apuntando con su arma y escuchando como el enemigo se movía. Markus se detuvo, encontrándose con un hombre con bolsa y apuntó su arma.
No disparó.
Su dedo temblaba en el gatillo y la rubia que lo acompañaba podía ver eso.
¿Por qué él no podía apretar el gatillo?
Markus nunca le había quitado la vida a alguien.
Dominica, en cambio, fue quien apretó el gatillo por él. El tiro fue directo a la cabeza.
—¡¿Qué diablos estás haciendo?!
Viktor le miró de forma seria—Recuerda, somos peones y para ser reyes—señaló el cuerpo sin vida a unos metros—. Esta es la manera y tarde o temprano tendrás que hacerlo, Belova.
Markus la vio alejarse y sintió un fuerte nudo en su garganta.
Tarde o temprano.
El mayor de los Belova respiró hondo y volvió a adentrarse más en el bosque, los disparos que resonaban contra el cielo eran demasiado fuertes para anunciar la muerte de varios enemigos más. Markus realmente se preguntó sí estaban matando a personas que realmente cometieron un crimen o simplemente asesinaban a personas inocentes. Si era la segunda, Markus se sintió preocupado al ver a qué limite llegaba la KGB con su idea de un país seguro y libre. Cuando se giró al escuchar una pisada, no encontró nada, pero algo se abalanzó sobre él y se dio cuenta de que era un hombre con una bolsa. Él soltó un quejido de dolor y pateó al desconocido lejos para intentar buscar su arma otra vez.
El desconocido no le dio tregua.
Markus sintió presión en su garganta y por un segundo creyó que su muerte se acercaba, pero cuando la presión dejó de sentirse, él se giró descubriendo a una muchacha pelirroja golpeando con fuerza el rostro del desconocido. Sin embargo, el desconocido golpeó a la muchacha con la culata del arma y ella cayó al suelo, haciendo una mueca de dolor — su agresor tomando el arma para matarla.
No hacía falta que le quitara el seguro al arma.
Su cuerpo, gracias a que Markus apretó el gatillo, cayó sin vida a su lado y la pelirroja abrió los ojos. El muchacho de cabellos castaños se acercó a ella, tendiéndole la mano de forma cordial — hasta incluso simpática, pero ella la apartó de forma descuidada, casi grosera.
—Lo tenía todo bajo control—recalcó la pelirroja levantándose.
Sí, claro, pensó Markus.
Markus sonrió de lado—Un gracias no hace daño.
La pelirroja apretó sus labios y lo vio fijamente por última vez, antes de darse la vuelta e irse en dirección opuesta. Markus negó lentamente mientras soltaba una carcajada. Se dispuso a seguir su camino para buscar a Dominica, quien estaba demasiado lejos para su gusto. En el camino, él seguía intentando contener su diversión hacia la chica que salvó su trasero hace minutos. Sí, una pelirroja cualquiera.
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