
VI
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CAPÍTULO 06:
Ideas descabelladas.
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El rubio le dio un sorbo a la gran jarra que la mujer le había entregado, deleitándose con el sabor sutilmente dulce y refrescante del líquido en su interior, esperó a que ella se acomodara al otro lado de la mesa antes de proceder a hablar. Habían decidido subir para poder tener más tranquilidad, debido a que el sótano no era el lugar más acogedor y tranquilizante en el que podían estar; tenían varios puntos por aclarar y debían llegar a un plan de acción que pudiera ayudar a la pelirroja lo mejor posible.
—Entonces, dice que Kári fue víctima de una bruja que creía muerta pero en realidad desapareció por un tiempo, apareció doscientos años después en Midgard y luego desapareció de nuevo —aclaró el príncipe, la mujer asintió—. ¿Por qué su familia? Es decir, mi madre nos contaba que Heid era poderosa y usaba sus encantamientos para fines específicos, ¿por qué su hija?
—Ya le dije, buscaba venganza —recalcó ella.
—¿Por qué venganza? ¿Acaso hizo algo en su contra? —la rubia tragó con fuerza y desvió la mirada. Su actitud había sufrido un leve cambio, podía notarlo—. No tiene que responder esto si no lo desea.
—¿Alguna vez se preguntó por qué escasean las hechiceras, o brujas, en el Reino? —formuló ella, recostándose en el espaldar de la silla—. ¿La Reina Frigga llegó a mencionar algo al respecto?
El príncipe se tomó un momento para pensar, llegando a la conclusión de que nunca llegó a escuchar algo referente al tema, o no podía recordarlo. Nunca se mostró interesado en la magia, por lo que posiblemente su ignorancia frente al tema se debía a tal factor, sin embargo, al pensarlo con más detalle y de manera lógica, era extraño no saber nada al respecto; Odín se empeñó en enseñarles todo lo que conocía para el momento en el que alguno de sus hijos subiera al trono, su madre también, ¿por qué un hecho así fue omitido?
—No, la verdad nunca supe algo relacionado.
Laussa respiró hondo, observando sus manos entrelazadas en su regazo.
—Siglos atrás, mucho antes de tu nacimiento, Odín acudía a las Völvas para obtener una guía de acción en su mandato. Las Völvas eran hechiceras que enfocaban su magia en diferentes aspectos, con la suerte de tener algunas que acudían a las Aguas de la Visión para ver el futuro, a pesar de las consecuencias de hacerlo. Todo estuvo bien hasta que una de ellas hizo la predicción del fin de Asgard, el Ragnarok, y entonces el Padre de Todo, quizás por miedo o negación, ordenó que la mayoría dejaran de ejercer su magia, ordenando la caza de aquellas que se rehusaran a cumplir con el mandato y acogiendo a otras como Sanadoras.
» Hubo rebeldes que lograron escapar en busca de ejercer su derecho a continuar con la magia que tanto tiempo habían practicado, y aquí es donde aparece Heid. Ella se alió con una hechicera de almas llamada Cirya y se aprovechó de su debilidad para apoderarse de su magia, reclutando alumnas para que sus planes fueran exitosos —tomó aire, como una manera de otorgarse valor—. Yo solía ser una de esas aprendices. Ellas fueron mis maestras durante mi juventud y por ese entonces buscaba seguir sus pasos al saber que mi madre fue exiliada por practicar magia no autorizada —resopló—. No muchos sabían que existíamos, pero estábamos allí, en las sombras, esperando al momento indicado. Estuve con ellas hasta que me enamoré de un soldado y decidí abandonar el camino que me estaba trazando; era un buen hombre y me di cuenta de que el camino que estaba tomando no era lo que realmente quería.
La mujer cerró los ojos con fuerza, inclinando su cabeza hacia atrás por un instante.
—Cometí el error de destapar a Heid y Cirya cuando se reveló que fueron ellas quienes provocaron la guerra con Vanaheim; pensé que podría redimirme al hacerlo, además de recibir la protección de Odín, pero solo logré poner a Heid en mi contra. Ella descubrió que fui la que reveló todo, así que esperó a que Kári naciera para atacar —tragó con fuerza—. Les sacó el alma a los soldados que nos protegían, hechizó a mi esposo para desangrarse y allí la maldijo con el alma de Sindr. Cumplió dos propósitos en uno, creó una vía directa a la destrucción de Asgard y se vengó de mis acciones.
Tal confesión le generó un sabor amargo en la boca, temía no saber lidiar con la situación, después de todo, el poder de Heid era enorme, solo bastaba recordar los efectos que había tenido su influencia, no sería extraño que sus hechizos fueran irrompibles. Lo cual le dio la siguiente pregunta.
—¿Existe alguna manera de sacar a Sindr de Kári?
La mujer se estremeció de inmediato, palideciendo nuevamente.
—La hay, pero no le gustará —confesó—. Con los conocimientos que poseía, intenté muchas cosas para liberar a mi hija, pero fracasé en cada cosa que hacía. Antes de ser asesinada, Cirya vino ante las sospechas de que Heid la estaba apuñalando por la espalda, y ella, aún siendo la usuaria primigenia de la Magia de Almas, tampoco podía hacer nada al respecto —respiró hondo—. Heid se aseguró de hacerme el mayor daño posible, por lo que el hechizo que recae sobre ella es irrompible, no hay forma de liberarla por medios convencionales.
—¿Cuál es la forma?
La rubia lo observó con un huracán de emociones en sus orbes.
—Haciendo un sacrificio, su sacrificio. El caso es que no se puede hacer tan a la ligera —añadió—. Cuando el Padre de Todo la condenó, al principio no fue confinamiento, sino ejecución, y tuve que intervenir. El arma que debe matarla debe ser especial, de no serlo, el alma de Sindr pasaría a otro cuerpo y la amenaza seguiría presente.
El príncipe suspiró con pesadez. Le frustraba la información que la mujer tenía, su propósito era matar al monstruo y liberar al inocente, no matar al inocente para deshacerse del monstruo. Le dio otro trago a su bebida para pensar con más claridad.
—¿Cree que Cirya podría llegar a ser de ayuda? —inquirió nuevamente, creando una leve confusión en la mujer.
—Alteza, Cirya falleció hace más de un milenio, ¿cómo podría ayudar?
Él hizo una mueca.
—En realidad su alma sigue aquí —confesó—. Al menos eso dice una amiga, podría pedirle que venga para hablar.
La mujer se quedó en blanco un momento, asombrada por la información. Le sorprendía que su antigua maestra hubiera permanecido entre ellos todo ese tiempo, pero más aún que tuviera una nueva aprendiz, ¿sería cierto que estuvo arrepentida por sus acciones?, ¿qué le aseguraba que no vendría con intenciones hostiles? Conocía el poder de las almas, y nada le aseguraba un enfoque benévolo en su uso, ni siquiera la palabra del príncipe frente a ella.
—No es mi intención ser grosera, Alteza, pero no confío en ella, ni nadie relacionado —confesó.
—Syntherea tiene todo bajo control, se lo aseguro —intentó convencerla—. Cirya está bajo su control, no al revés. Además, ella también desea ayudarle a Kári.
La mujer exhaló con pesadez, levantándose de la mesa y caminando hasta una columna, allí apartó la mesa que se apoyaba en una esquina y se agachó para despegar un ladrillo de la pared, el cual ocultaba un hoyo. De allí sacó una tela color beige y se acercó de nuevo a la mesa. Con cuidado deshizo el nudo y apartó las esquinas de la tela, descubriendo así una gran daga con un mango hermosamente tallado; en su hoja y entre el grabado se lograba ver lo que parecían ser destellos naranjas, como si esta tuviera lava en su interior. Era un objeto hermoso, pero la expresión de la rubia daba a entender que su propósito era todo lo contrario a su apariencia.
—"Asesina a tu hija y recibe nada a cambio, o deja que Asgard se queme como está destinado a suceder" —relató la frase que le había dicho Heid al entregarle aquella arma—. Aunque su amiga pudiera hacer algo, esta es la única forma conocida —admitió con pesar.
Thor la observó desconcertado.
—Esto no puede ser lo único —negó, riendo sin una pizca de humor—. Tiene que haber otra opción, ¿o me dirá que usted tiene el corazón para hacer semejante cosa?
—Por supuesto que no. De haberlo tenido usted no estaría aquí ahora y Sjöfn estaría viva—alegó ella—. Esto es lo único que se puede usar para vencer a Sindr, aunque eso cueste la vida de Kári. Ya lo intenté todo y nada funcionó.
El rubio se levantó de su asiento, procediendo a mirar a través de la ventana junto a la puerta. No podía ser la única solución, todo tenía una alternativa por más mínima que fuera, solo había que buscar más allá. De repente, tuvo una idea.
—Usted ya lo intentó todo, pero ¿por qué no permite que alguien más busque una alternativa? —la mujer apartó la mirada, reacia a ceder—. Lady Laussa, deseo que su hija se salve tanto como usted, permítale a Syn buscar una forma de hacerlo.
La hechicera lo pensó un momento, manteniéndose en silencio mientras evaluaba las posibilidades.
—¿Qué me asegura que no va a traicionarnos? Su cercanía con el difunto Loki es muy conocida, y su alianza con Cirya no es demasiado alentadora.
—Tendrá que confiar en mí.
Laussa se llevó las manos al rostro un instante, respirando hondo para aclarar su mente ante la decisión que iba a tomar. ¿Permitiría que una desconocida se involucrara en ese asunto? No estaba muy segura. Sin embargo, estaba desesperada y quería encontrar una forma de eliminar a Sindr que no involucrara poner en juego la vida de su hija, por lo que terminó por aceptar la propuesta del príncipe.
Tragó con fuerza al verlo salir en busca de un Einherjar que llamara a la supuesta Syntherea, quien posiblemente estaría dormida en ese momento. Lo único en lo que podía pensar era el ferviente deseo de que todo saliera bien y pudiera reunirse, finalmente, con la hija que había perdido tantos años atrás; pero sobre todo, deseaba que su lado pesimista no terminara volviéndose realidad.
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